sábado, 21 de julio de 2012

ANTENOR ORREGO Y HUMANISMO SIN ANTROPOCENTRISMO

ANTENOR ORREGO Y EL HUMANISMO
 SIN ANTROPOCENTRISMO
Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía

                                                    

Hacia un humanismo americano es una obra inédita de Antenor Orrego, publicada por Mejía Baca en el año 1966; no comentada por Augusto Salazar Bondy en su Historia de la ideas en el Perú contemporáneo de 1967, apenas mencionada en un pié de página en su Filosofía en el Perú; presentada en las Obras Completas de 1995 sin comentario ni reseña alguna; y expuesta justiciera, aunque sucintamente en veintidós  líneas, por David Sobrevilla en su Filosofía Contemporánea en el Perú de 1996.

Por esto, no creo haber incurrido en un exceso al haber expuesto con alguna mayor atención su contenido. Al contrario, creo que era necesario por un doble motivo: para apreciar los sutiles matices de su pensamiento, y para demostrar que su elán humanista hallase fuertemente unido aún ontologismo religioso.

Se trata, pues, de entender el humanismo americano de Orrego en su plenaria dimensión: un nuevo proceso vital y cultural preformado fecundamente por las fuerzas arquetípicas del Espíritu, que actúan desde la profunda capa trascendente y eterna del individuo. Esta acción fecunda en la historia humana por parte del Espíritu,  guarda  un  parecido muy estrecho con Bossuet y su idea que la causa única y primera de la Historia es Dios, el cual actúa a través de una causalidad natural. En Orrego, el humanismo no supone deslizarse hacia la antropolatría de Feuerbach, Compte o Nietzsche, ni encarna aquella culminación de la absoluta autonomía humana hija del antropocentrismo renacentista.

Su noción de espíritu está lejos de derivar hacia una divinización democrática de la humanidad, como ocurre en los dos primeros mencionados, ni en una divinización aristocrática del hombre como sucede con el filósofo de la voluntad de poder. Tampoco Espíritu significará para Orrego: alma, entendimiento o razón, o lo que Hegel llama Espíritu subjetivo; ni significa el mundo de las instituciones históricos-sociales como en Dilthey; o forma de vidas como en Spranger. Sino que, su significado se retrotrae mas acá de la filosofía moderna, resulta más emparentado con la fuerza sutil que anima todas las cosas en el cristianismo, aunque sin mentar el significado trinitario del nombre Espíritu.

            Substancia sutil, antes que la materia sutil de los estoicos y teósofos del Renacimiento, es lo que hay en Orrego. Cierto que, Víctor Andrés Belaunde, en su Síntesis Viviente, al referirse a la crisis de la civilización actual la relaciona con la desintegración del Espíritu religioso, mientras que Orrego pondrá más énfasis en su humanismo americano, en el crisol de las culturas, su entremezclamiento y nuevo fruto. Pero aquí el contraste es de perspectiva más que de contenido, porque mientras Belaunde  pone énfasis  en el  objetivo  religiosos Orrego pone hincapié en el proceso cultural para llegar al mismo objetivo.
Es decir, su humanismo supone al Espíritu que guía a los hombres por la senda de la verdad y estará con ellos siempre como presencia continua de Dios.
 Antenor Orrego y Víctor Andrés Belaunde se inspiran siempre en una antropología de la trascendencia, postulan como el Inca Garcilaso que nuestro objetivo es lograr la unidad espiritual mediante el mestizaje y que la tragedia del hombre moderno reside en cerrarse a la fe y a la trascendencia. Sin embargo, en Orrego no hay ese abierto y franco catolicismo presente en Belaunde.
Lima, Salamanca 21 de Julio 2012

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