miércoles, 25 de julio de 2012

TOMÁS DE AQUINO EL SER Y LA NADA

TOMÁS DE AQUINO EL SER Y LA NADA Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía


SINOPSIS.- Mientras el problema metafísico fundamental para Aristóteles es explicar el movimiento o cómo son las cosas y cómo llegan a ser lo que son, para el Doctor Angélico lo crucial es el problema de la existencia o por qué hay cosas en vez de la nada. La filosofía tomista parte de un realismo sensato que enseña que el ser es el principio primero que se ofrece al conocimiento, pero el ser no es meramente la esencia sino el hombre entero y encarnado que conoce.
El realismo antepone el ser al conocer, lo ontológico a lo epistemológico, asume como evidencia primera que las cosas son, se basa en el ente y en la certeza sensible, asume el ser como lo previo e indemostrable para la razón, pues el ser no se encuentra en el pensamiento. El idealismo desvaloriza la evidencia de la intuición sensible a favor de la intuición del cogito, ser es percibir y nada se sabe de un ser independiente del conocimiento.  Con  la  voluntad  de  verdad  del  idealismo,  la civilización occidental pasó del incipiente cientismo de la cultura medieval a la esterilidad metafísico-moral de la cultura actual.

1.
SER COMO EXISTIR (ESSE)
Tomás de Aquino adopta de Aristóteles aquello que le parece verdadero para convertirlo en algo propio, por lo que resulta innecesario insistir si tal o cual teoría suya está basada en los escritos de Aristóteles. Su actitud no es la de un apologista ni de un reconstructor del Estagirita sino la de un hermeneuta cristiano. Lo interpretó a la luz más favorable del cristianismo. Lo más importante es que nuestro pensador medieval hizo de la filosofía del sabio griego algo muy distinto del aristotelismo histórico. Mientras el problema metafísico fundamental para Aristóteles es explicar el movimiento o cómo son las cosas y cómo llegan a ser lo que son, para el santo escolástico lo crucial es el problema de la existencia o por qué hay cosas en vez de la nada.

1.1 Metafísica y Ciencia
En este sentido la metafísica es el análisis de todas las sustancias finitas que existen, cambian, se generan, corrompen y dependen de la causa infinita que es Dios. Tomás no hace distinción entre metafísica y ciencia, pero dice que mientras una tiene certezas la otra sólo cuenta con hipótesis probables. Además afirma que la metafísica necesita conocer la ciencia de su época, pero no depender de ésta. La metafísica es el estudio de lo que existe, la sustancia y sus modificaciones, su tarea es analítica, se ocupa de las esencias o significados. Las sustancias existen como sujeto, el accidente como modificación del sujeto. Dios sólo es analógicamente sustancia, es acto puro. El mundo es una multiplicidad de sustancias y no una sustancia, es un sistema interrelacionado de sustancias finitas. Toda cosa material se compone de una forma sustancial y una materia sustancial, que no son objetos de la experiencia sino postulados metafísicos. Las formas universales sólo existen en el entendimiento. El alma es individualizada por la materia. El universo es dinámico.

1.2 La prima conceptio entis o la evidencia del ser
Es la idea del ser como existir o esse la que sostiene por entero el edificio de la filosofía tomista. La comprensión del ente no es fruto del pensamiento discursivo, el concepto de ser no es una creación del pensamiento humano. El ser, el ente se capta de forma intuitiva, la prima conceptio entis no es una construcción activa sino una recepción pasiva, una aprehensión (De ver. VIII, 15). Es el intelecto el que capta el ser en una simple evidencia intuitiva. Por ello Tomás llama al intelecto el habitus principiorum del ser y de sus principios. El conocimiento se basa en el ser, deriva de él y es reconducido a él.

Las leyes de la lógica, incluido su ley suprema o principio de contradicción, no son meras leyes del pensamiento sino que son leyes del ser. Son leyes ontológicas idénticas a sí mismas, axiomáticas e indemostrables por cualquier deducción (S. th I/II 79,12; 94,3). Se tratan de principios evidentes por sí mismos que el hombre debe comprender de suyo, pues en el conocimiento de estos primeros principios generales no puede haber error (De ver. XVI, 2). La autoconciencia o conciencia de sí –tan importante en San Agustín y luego en Descartes- es básico en el Aquinate puesto que el hombre tiene como supuesto permanente y patente el ser, el ens.

Tomistas como Etienne Gilson y Jacques Maritain han postulado como base de la metafísica una intuición del ser. Pero en el Aquinatense la intuición del ser nada tiene que ver con un selecto grupo de metafísicos o místicos privilegiados, sino que se trata de una aprehensión mental común a todos los hombres pero de la cual no todos la tienen como una experiencia consciente.

1.3 Analogía y trascendencia
En toda la realidad no hay nada que no pueda ser llamado ente. En consecuencia, el ens como ens commune ocupa un lugar especial por su universalidad. El concepto de ente incluye también el llamado ens rationis o los conceptos, la visión intuitiva y lo posible. El concepto del ente no se puede definir por el método definitorio que indica el género próximo y la diferencia específica, porque toda diferencia posible participa del ente. 

Toda delimitación participa del ens. Delimitar el ente constituye una contradicción en sí misma, no se puede limitar lo que por esencia es ilimitado, no se le puede asignar la univocidad de un concepto definible. La diferencia entre entes corresponde a sus diferentes modos de ser de dichos entes, a sus modus essendi. Dichos modos de ser están contenidos en las categorías. De forma que el concepto de ente se enuncia de múltiples maneras, pero no de forma unívoca sino analógica. Lo que se entiende por el concepto de ente es algo de lo que todas las cosas participan realmente pero de forma diferente.

A este respecto cabe mencionar que fueron los escolásticos los que definieron con extrema precisión todas las consecuencias de la analogia entis, alrededor de la cual se formaron tres escuelas: el suarismo, que indicaba que el ente es formalmente trascendente y que la analogía ha de entenderse en el sentido de analogía intrínseca o metafísica de atribución; el escotismo, que defendía la univocidad del ser, en cual se contrae a las nociones inferiores mediante diferencias intrínsecas; y el cayetanismo, que abogaba por la analogía de la proporcionalidad.

 El tomismo, al sostener que el ser no es un género que se determine por diferencias extrínsecas, se inclina por la analogía de la proporcionalidad, según la cual corresponde existir a todos los entes en una relación semejante de un modo intrínsecamente vario. Pero al afirmar que el ser de los últimos depende del de los primeros, sostiene al mismo tiempo una analogía de atribución entre el Creador y los seres creados, entre la substancia y los accidentes. La noción analógica del ser buscaba resolver un problema de capital importancia para la teología escolástica, a saber, el de la relación entre Dios y las criaturas; pues si en el orden del ser Dios excede a todas sus criaturas, como causa suficiente de todo ser contiene actualmente sus perfecciones. De este modo, trascendencia y analogía se vinculan mutuamente.

1.4 Las determinaciones trascendentales
Pero para Tomás la esencia del ente contiene determinaciones trascendentales que  supera todo límite, oposición o modo de ser, van mas allá de las mismas categorías aristotélicas. Los trascendentales se encuentran sobre los géneros y las especies. El ente se trasciende a sí mismo con los trascendentales. Estas determinaciones trascendentales son consecuencia necesaria de la esencia del ser, se presentan como modos generales del ente que no están dados extrínsecamente sino con el ens mismo, y son unum, aliquid, verum y bonum. Son intercambiables, esto es que cada uno de los trascendentales denota todo. Los trascendentales muestran el carácter no unívoco del ser.

1.5 Las formas sustanciales o el mundo en cambio y desarrollo
Pero lo que viene a determinar un cambio radical en el pensamiento occidental es la postura realista de Tomás, dado que en su metafísica la realidad de un ente individual no se deduce de principios generales, sino que se llega a esos principios a partir del análisis del ens. Sólo es el ente concreto. No hay principios anteriores al ente que lo constituyan sino que existen únicamente en él, como principios dependientes y reconocibles a posteriori. Pero las cosas concretas no son solamente realidad, actus, sino que están siempre determinadas también por la posibilidad. Todo lo que se ofrece a la experiencia está a su vez en acto y en potencia, es y no es, deviene y perece. Se trata de un ens mobile, el movimiento es definido como actus entis in potentia o actualización de una potencia.

Todas las substancias transitorias están compuestas de materia y forma. A la forma le corresponde el acto y a la materia la potencia. Las formas se concretan por la materia. La materia prima es potencia pura, la materia segunda es en cambio la materia informada. La forma substancial es el principio intrínseco de unidad y determinación que constituye el ente y que tan sola puede ser una sola en cada ser. Dos formas sustanciales en acto pueden sumarse de forma extrínseca, pero jamás constituir una unidad esencial. La pluralidad es la realización de la forma general en la materia, por lo que es la materia la causa del ente individual concreto.

Esta materia definida por la cantidad es el principio de individuación. No obstante, el Aquinate también afirma que la individuación tendría su causa en la forma –ratione formae-. La aparente contradicción se resuelve en que materia y forma son causas intrínsecas de la individuación, mientras que las causas extrínsecas, que no modifican la esencia del ente, son la causa eficiente y la causa final.

1.6 Esencia y Existencia
La cuestión de la esencia y la existencia, uno de los puntos más difíciles de entender, ha dado lugar a dos líneas de interpretación que suponen un tomismo esencialista y un tomismo existencialista. Pero el uso de estos términos puede dar lugar a equívocos si no se precisan el significado preciso de ambas ideas en su filosofía. En su filosofía la esencia y la existencia no existen como entes sino como principios por los cuales el ente es. Es decir, la essentia y la existentia son sólo medios por los cuales el ente concreto es. No hay tal reino fantasmal de esencias subsistentes. El actus essendi constituye el ens. De manera que, el ser no es solamente la existencia de una esencia, sino el principio metafísico inherente del ente como ente.

El ser es el ente concreto, es algo existente, y la esencia sólo existe realizada en el ente. Lo real, pensado, intuido y posible son entes. El ente no tiene la univocidad de un concepto definible. La diferencia entre entes está en sus modos de ser. Las categorías son las distintas formas de enunciar las formas del ente. Sólo es posible conocer una existencia de la esencia en el ente, no fuera de éste. El ente es pensado a partir del actus essendi y no de una existencia de la esencia. Sólo existe la esencia en el ente y no fuera de aquel.

En nuestra aprehensión de las cosas reales está implícita la esencia como existencia, pero sólo la reflexión filosófica la hace explícita. Comprender la esencia de algo sin  advertir la existencia de ese algo, postula una aprehensión de la esencia sin que la existencia esté incluida en la aprehensión. Pero esto no significa necesariamente una confusión entre la posibilidad lógica y la posibilidad real, antes bien, tiende a ver toda proposición existencial sobre una cosa finita como una proposición contingente. Es decir, la sustancia finita es algo que no implica de suyo su propia existencia.

Tomás sólo reconoce la existencia de la esencia en el ente, el ser se da únicamente en el ente, el ser es un principio metafísico intrínseco al ente como ente. La metafísica tomista se ocupa del análisis de lo que existe o puede existir, y lo primero que decimos que existe es la sustancia. Si decimos que Juan existe afirmamos la existencia de una sustancia o cosa definida, y si afirmamos que Juan tiene zapatos nuevos predicamos una cualidad de Juan. Es de las sustancias de lo que primeramente decimos que existe. La metafísica es analítica por que esclarece conceptos como el de sustancia, causalidad, esencia, etc. Santo Tomás llama a la sustancia naturaleza cuando la considera como un centro de actividad, y la llama esencia cuando la considera como definible.

La distinción entre esencia y existencia sólo es posible dentro de las cosas concretas. Esencia es lo potencial de una cosa, la existencia es el acto por el que la esencia de una sustancia es. Sólo es el ente que existe, y la existencia es la realización de la esencia en el ente. La distinción entre la esencia y la existencia compete al ser finito en acto, al ser concreto, esto significa que se trata de una distinción objetiva que no depende de nuestra manera de pensar, pero esta distinción real no significa que esencia y existencia sea una distinción entre dos cosas físicamente separables. Su separación “real” –si fuese posible- significaría la destrucción de ese ser finito y concreto.

La distinción entre esencia y existencia no es una distinción entre Dios y las criaturas, es una distinción en el propio ser finito en acto. Sólo en Dios no hay distinción objetiva posible entre esencia y existencia, si lo hubiese sería un ser finito en acto y dejaría de ser absoluto. Sólo Dios existe necesariamente y por sí mismo, las demás cosas toman el ser de él por participación, incluso la materia prima es creada, en él residen las ideas o formas ejemplares de las cosas creadas, Dios es el único ejemplar de todo (S. th. I, q. 44, aa 1, 2, 4).

Con esta separación entre el ser creado y el ser eterno el Aquinatense responde a dos formas de panteísmo de fines del siglo XII, la de Amalrico de Bena que considera que Dios es la esencia de todos los seres creados, y la David de Dinand que identificó a Dios con la materia prima. Santo Tomás responderá que Dios no se identifica ni con la forma ni con la materia de las cosas, cuya causa es, sino que su ser y su actuación son absolutamente trascendentes a dichas cosas (S. th. I, q. 3, a. 8).
Copleston (El pensamiento de Santo Tomás) ha reparado en que la distinción entre esencia y existencia no era algo nuevo, ya lo habían hecho los filósofos árabes Alfarabi, Avicena y Averroes. Pero ellos se referían a la existencia como un accidente. Para el Aquinatense la existencia no era un accidente, sino lo que hacia posible la posesión de los accidentes.

Por ello, concibe que la existencia es el acto por el que la sustancia tiene ser, o en otros términos la existencia no puede contabilizarse en una lista de atributos porque es el fundamente de todos estos. De manera que esencia y existencia no son dos cosas separadas que se pueden añadir a la cosa, puesto que son intrínsecamente la cosa concreta.

2.
EL REALISMO METAFÍSICO
La filosofía cristiana tomista parte de un realismo sensato, pues como ha hecho notar Gilson (El realismo metódico) la evidencia de la intuición sensible es previa a la intuición del cogito. Para el realismo el ser es el principio primero que se ofrece al conocimiento, pero el ser no es meramente la esencia sino el hombre entero y encarnado que conoce. No da por supuesto un ser en las cosas mismas, ni una prueba de la existencia del ser exterior porque es indemostrable la inmediatez y evidencia de esta existencia. No hay condiciones a priori del ser, es absurdo ir del pensar al ser.

El realismo antepone el ser al conocer, lo ontológico a lo epistemológico, asume como evidencia primera que las cosas son, se base en el ente y en la certeza sensible, asume el ser como lo previo e indemostrable para la razón, pues el ser no se encuentra en el pensamiento. El realismo toma como evidencia primaria no al “Yo pienso” sino a las “cosas son”, la causa del conocimiento es el objeto, no hay noúmeno, el ser no se encuentra en el pensamiento sino el pensamiento en el ser.

El idealismo desvaloriza la evidencia de la intuición sensible a favor de la intuición del cogito, ser es percibir y nada se sabe de un ser independiente del conocimiento. El idealismo cartesiano fue la fuente del error, desconociendo la especificidad del orden filosófico hizo valer el matematismo para todo lo real, lo que derivo en la prevalencia de la esencia sobre la existencia, a la esterilidad metafísica y al suicidio filosófico-moral.

El positivismo al reducir el mundo a lo experimentable, empírico y percibido adoptando una postura antimetafísica y cientificista es también gnoseológicamente un idealismo. El ateísmo, nihilismo y hedonismo tampoco sobrepasan el idealismo, porque al reemplazar el ser por el conocer se empantanan en la disolvente “voluntad de verdad” del hombre moderno. El idealismo es metafísica inmanentista y representa la destrucción de la razón en la temporalidad relativista.  El realismo es metafísica trascendentalista y representa el vínculo de la razón con el ser permanente. Sólo el realismo permite al pensamiento humano y moderno superar la esterilidad metafísica, en cuanto reconoce que el ser sobrepasa el pensar, que éste falible y corregible, se postula desde la existencia de las cosas un ser supremo, mas allá de lo temporal, creador y eterno.

Si el origen del realismo se le concibe como una dependencia de lo real, entonces el idealismo es una independencia respecto de lo real. Esto es, que la causa del idealismo como un desentenderse del ser no es únicamente de carácter ontológico sino también de índole moral. La reducción de lo real al conocimiento equivale al extravío de lo humano mismo, puesto que el hombre es también parte de lo real, su importancia y existencia queda también suspendida por un formalismo vacío.

El empobrecimiento ontológico de la metafísica inmanente del idealismo moderno ha conducido a la ruina moral, al colapso de la metafísica trascendente, al desolador escepticismo, al infecundo nihilismo, al árido cientismo y al desértico ateísmo. Con la voluntad de verdad del idealismo, la civilización occidental pasó del incipiente cientismo de la cultura medieval a la esterilidad metafísico-moral de la cultura actual.

Lima, Salamanca 25 de Julio del 2012

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