miércoles, 23 de mayo de 2012

FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN


EMOCIÓN E IMAGINACIÓN COMO EJES DE LA EDUCACIÓN
 EN LA ERA DEL HIPERIMPERIALISMO
Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía
Conferencia pronunciada en la Universidad Enrique Guzmán y Valle-La Cantuta/Chosica durante el I Encuentro Interuniversitario e interdisciplinario del Perú- tema: “La Educación en el Perú”- 24.05.2012


Resumen
Últimamente se afirma de modo axiomático que a la luz de las megatendencias mundiales hay posibilidad de desarrollo regional/nacional sostenido si se forman estudiantes con altos niveles de pensamiento. Lo que se sostiene en estas líneas es que, por el contrario, no hay posibilidad de promover alternativas que favorezcan la formación humana de los estudiantes/docentes sin formar altos niveles de sentimientos, emociones e imaginación.

Palabras claves
Trasmodernidad, hiperimperialismo, logocrático, mitocrático, alienación, cosificación, anetismo, sentimiento, emoción, imaginación, valores.

I
Definición Trasmoderna de nuestra Era
Sin una categoría conceptual que nos permita comprender nuestra época será mucho más difícil transformarla y proponer un nuevo modelo educativo. Por tanto, cómo encontrar un nombre para denominar a nuestro tiempo. La presente época de cambios ha recibido diversos nombres:
a)    Era tecnotrónica (Zigniev Brzezinsky)
b)    Capitalismo cibernético (Frank Webster)
c)    Capitalismo informático (Manuel Castells)
d)    Civilización de la tercera ola (Alvin Toffler)
e)    Era poscapitalista (Peter Drucker)
f)     Capitalismo tardío (Jürgen Habermas)
g)    Posmodernidad (Rorty, Lyotard, Vattimo)

Como vemos, Brzezinsky, Webster y Castells la definen desde la tecnología; Toffler desde la sociología, Drucker y Habermas desde la economía; y los posmodernos desde la filosofía. Pero lo que nos parece más cuestionable de todas ellas es, no su sesgo disciplinario, sino su compromiso ideológico. Salvo Habermas, todas las definiciones no cuestionan el sistema social que las sostiene, más bien contemporaneizan con la sociedad vigente. Estas son en gran parte un enfoque tecnocrático, que cree en la mutación social por maduración espontánea.

De manera que, advirtiendo en el sistema imperante las actuales tendencias que llamaremos “de resistencia” (ecologistas, pacifistas, iglesias, asociaciones religiosas, universitarios contestatarios, y demás grupos que cuestionan la modernidad occidental) es posible proponer la categoría de lo “trasmoderno”. Lo trasmoderno puede ser conceptuado como un enfoque holístico que rechaza el primado del tener sobre el ser, el relativismo, el hedonismo, el divorcio de lo inmanente y lo trascendente, y que reasume el valor de la Verdad, la Razón, pero sobre todo de los Sentimientos. Lo trasmoderno viene a ser un enfoque directamente contestatario al escepticismo individualista de la posmodernidad.

Pero además, hay una ventaja adicional con esta categoría filosófica de lo “trasmoderno” y es que no describe a nuestra era por lo tecnológico, lo sociológico o lo económico independientemente, sino que ilumina la totalidad con un término que permite penetrar más claramente en la entraña de la sociedad actual. Y esta es la del “Hiperimperialismo”. El Hiperimperialismo, como categoría conceptual, permite comprender que el alma de la globalización actual son los intereses de las megacorporaciones transnacionales privadas. Ésta a diferencia del imperialismo monopólico es descentrada, desterritorializada, especulativa y profundamente antihumana. En otros términos, no es que la globalización por sí misma sea negativa sino que el alma que la preside es profundamente destructiva.

Ahora bien, con las categorías de lo “trasmoderno” y del “hiperimperialismo” vamos a guiarnos en medio de las megatendencias mundiales. Tengamos en cuenta que éstas son categorías críticas y contestarías al momento actual.

II
Principales megatendencias
Las megatendencias de la sociedad mundial son verdaderamente un desafío para la educación actual y exigen de ella un cambio radical. Entre las megatendencias tenemos:
a)    La globalización económica, social y cultural de los valores del mercado. Es decir del hiperimperialismo.
b)    El neoliberalismo o la doctrina económica que consolida la mentalidad consumista, competitiva, privatista, e individualista del ser humano. El hombre ya no tiene dignidad, tiene precio.
c)    El predominio del saber técnico y práctico sobre el saber humanístico. Lo que completa la pobreza espiritual del hombre actual.
d)    La crisis de valores. Unida a la importancia suprema del dinero, agente destructor de todo valor.
e)    La ruina acelerada del medio ambiente. Como consecuencia de la visión desacralizada del mundo, el cual es reducido a objeto útil y manipulable. Y sobre lo cual las grandes economías se niegan a hacer cumplir el Protocolo de Kyoto.

Estas son las principales megatendencias, sin olvidar la que concierne a la crisis poblacional, de recursos naturales, energía, agua, alimentos, entre otros no menos graves. Ahora bien, la aplicación del concepto de trasmodernidad y de hiperimperialismo nos permite advertir con claridad tanto la esencia social, cognoscitiva y espiritual que nos amenaza como la necesidad de ir más allá del actual estado de cosas.

Dicho de otro modo, la modernidad occidental está históricamente concluyendo dando la espalda a sus tres pilares civilizatorios, a saber, el racionalismo griego, la justicia romana y la caritas cristiana. Y en su lugar se impone decadentemente el irracionalismo, la insolidaridad y el egoísmo. De ahí la urgencia de relacionar los paradigmas pedagógicos con las megatendencias de la sociedad actual.

III
El descuido de los sentimientos
Nada resulta siendo más favorable a la lógica del rendimiento cuantitativo del mercado que el descuido en la formación de los sentimientos, porque ello hace a un lado el mundo moral. No hay manera más eficiente de construir un mundo deshumanizado que insensibilizando al hombre desde dentro, es decir, debilitando su sentido normativo. Veamos.

Vivimos actualmente una revolución de los paradigmas pedagógicos y entre ellos destacan:
a)    Aprender a pensar (Vygotski)
b)    La acción comunicativa o diálogo crítico (Habermas)
c)    El constructivismo o construcción mental de los conocimientos (Piaget)
d)    El conceptualismo o la formación de analistas simbólicos (De Zubiría)
e)    La unidad entre trabajo-educación (modelo cubano)
f)     La educación liberadora de la enajenación (Freire, MacLaren)
g)    Pensamiento complejo (Edgar Morín)
h)    Hominización o búsqueda de la realización personal hasta la creatividad (Peñaloza)
i)      Aprender a investigar (Pedro Demo)
j)      Pensar-investigar como bucle curricular (Moya Obeso), y
k)    Memorístico tradicional

En el Perú no hay consenso en educación, cada gobierno experimenta su propio paradigma pedagógico, además la misma ley permite que cada centro educativo experimente con su propio proyecto educativo. Sin embargo, la tendencia predominante es servirse indistintamente de cualquier sistema pedagógico con el único fin de alcanzar los más altos niveles de pensamiento para insertarse en la demanda técnica y práctica del mercado. Pero preguntémonos si debe ser el mercado y las tendencias globales las que impongan su dictado a la educación.

Dentro de esta tendencia socialmente consensuada se acepta que lo adecuado pedagógicamente es aprender a pensar, lo cual significa construir bien el aparato intelectual. Pero con esto se deja de advertir que se consolida una sociedad deshumanizada. Pues el saber técnico y el saber práctico no requieren más que alcanzar un alto nivel de pensamiento en su rama. No obstante, se deja de advertir que al buscar sólo altos niveles de pensamiento y descuidar los sentimientos obedece a la ley del mercado que hace a un lado el mundo moral. No es casual que se enlace un alto nivel de pensamiento con las grandes estructuras lógicas, es decir, con la hegemónica lógica identitaria del pensamiento logocrático de occidente. Cuando, por el contrario, lo que hace falta es recuperar la lógica de los contrarios del pensamiento mitocrático.

No basta enseñar a pensar, hay que enseñar a sentir. Y esto es lo que adolece el hombre contemporáneo. El mercado, la vida competitiva, el individualismo se ha encargado de entumecer sus sentimientos, de convertirlo en un enemigo de su prójimo y de hacer invivible el mundo moral. Surge entonces el hombre anético. El anetismo es un estado espiritual en la cual el hombre profundiza su alienación hasta el límite de la cosificación, donde sintiéndose más allá del bien y del mal abraza un nihilismo integral. Volcado hacia lo exterior pierde comunicación con su mundo interno y la sensibilidad hacia los valores se nubla hasta la aniquilación. Este tipo antropológico manipulable será necesario para el mercado, las finanzas, el negocio, la técnica, y hasta la ciencia, pero no para la vida humana.

Si la educación no reacciona ante las distorsiones que introducen las megatendencias mundiales en su entraña entonces lo que tenemos es un sistema educativo que está en función de las necesidades de un sistema social enajenado y cosificado.

Si el mercado actual exige de la educación estudiantes y profesores que alcancen altos niveles de pensamiento técnico y práctico, eso no significa que la educación deba estar al servicio de una demanda enajenante. Por el contrario, ella debe insistir en su rol humanístico y esto no es posible hacerlo si descuida altos niveles en los sentimientos. La poesía, la música, el arte en general, la religión y las humanidades son los vehículos privilegiados para este propósito. No hay otro camino para recuperar a los seres humanos que ponen en primer lugar el “tener” sobre el “ser” y que pierden su sensibilidad para los valores.

El capitalismo del final de los tiempos está culminando con la tragedia de la cultura y de la educación al completar el fetichismo de la mercancía en el corazón mismo del proceso educativo. Lo educadores de hoy son portadores de información y de multitud de ideas pero carecen del vigor y de la vitalidad para encarnar en sí ninguna de las ideas que predican. No son profetas ni apóstoles del conocimiento, por eso que no motivan ni incitan pasión por los ideales, son simplemente sacerdotes del conformismo, enemigos del forjarse una personalidad propia, defensores del espíritu de rebaño. Y esto es así porque reproducen la omnipotencia impersonal del Estado o de las burocracias cibernéticas del liberalismo.

Una cultura que pone en primer lugar el “tener” al “ser” es antieducativa por naturaleza, ocasiona la huída de sí mismo, la evasión interior, el miedo al otro, instaura la crisis de la alteridad, suprime las carreras humanísticas porque no dan dinero, enfoca lo educativo como un bien de consumo en vez de verlo como inconmensurable y espiritual, cree que la educación es la formación de competencias ahondando el reduccionismo economicista de lo formativo; lo cual hace imperativo darse cuenta que la era del conocimiento está naufragando y lo que hace falta ahora es ingresar a la era de la responsabilidad social en donde se deje de controlar el conocimiento y cese la supresión del espíritu crítico.

IV
Necesidad de la imaginación
De forma que son dos las principales limitaciones de todas las propuestas educativas académicas: el primero es soslayar el problema del sistema social más adecuado para el modelo pedagógico y el segundo es descuidar la potenciación de los sentimientos, que son la sede de los valores. Por eso, proponer la formación de altos niveles de pensamiento en un sistema social basado en la prepotencia del dinero, no lleva a un mejoramiento del ser humano en su conjunto, sino al surgimiento de seres humanos manipulables, impersonales, pero eficientes en su función.

Hace falta potenciar el pensamiento imaginativo, la cual posibilita la reutopización del mundo, y no sólo el pensamiento racional, el cual hace posible la ciencia y la técnica. La imaginación no debe ser confundida con la imagen, la percepción da imágenes, pero la imaginación va más allá de la imagen, reelaborándola sin límite. El empirismo moderno terminó empobreciendo la imaginación y declarándola perniciosa para tratar con la realidad. Cuando por el contrario la imaginación hace posible el trato con las cosas justamente porque va más allá de los hechos.

La importancia de soñar despierto es tan vital como la actividad de soñar dormido, sólo que el soñar despierto exige tener imaginación, ilusión, esperanza por la cual vivir y luchar. Hoy se toma como esperanza e ilusión sólo lo cuantificable y empíricamente comprobable, y esto ha empobrecido la vida.  El empirismo moderno ha terminado por matar la vida, marchitar la utopía y descabezar el suspiro. La imaginación ha perdido de su horizonte lo inefable e indecible y la poesía  se ha desfigurado en declamación procaz y antiestética.

El mundo requiere ser reutopizado, repoetizado, pues vivir sin sueños ni poesía no es vivir, dado que es muy humano vivir porque soñamos y soñar porque vivimos. Soñar es atisbar otra realidad, más allá del vigor superficial de los sonidos y de las cosas, desatar la movilidad de un mundo por hacerse y por venir, la propia historia humana está tejida con las alas de los sueños. Y sin soñar alimentamos el sinsentido de la vida en que nos sume el hiperimperialismo y el imperio logocrático del concepto. Hay que rescatar la importancia del soñar despierto, de la poesía, donde nos toca al vuelo un soplo de Dios, porque, como lo subrayó Kant, la imaginación es una facultad indesarraigable junto a la sensibilidad y a la razón.

Si se quisiera atrapar en una fórmula lo sugerido en nuestro planteamiento diríamos lo siguiente:
  1. Los ejes pedagógicos centrales propuestos van más allá de los enfoques piagetanos/postpiagetanos y de los avances de las neurociencias porque no supone que el desarrollo de la inteligencia equivale al progreso científico occidental.
  2. El eje pedagógico propuesto se basa en el desarrollo de las emociones y de la imaginación, como cualidades básicas que hacen posible la vida moral y la misma vida humana en su conjunto.
  3. El paradigma pedagógico descrito implica que a contrapelo de los paradigmas eurocéntricos modernos se asume que la edad adulta de la humanidad no es la ciencia sino la religión, como su cumbre y pináculo de realización espiritual.
  4. De manera que los ejes articuladores del nuevo modelo pedagógico se condicen con un nuevo tipo de civilización que devuelve al hombre su dignidad, repoetiza el mundo y la vida, y devuelve su sustento humanístico a la cultura.


Lima, Salamanca 23 de mayo del 2012