miércoles, 11 de julio de 2012

HEIDEGGER Y ARISTÓTELES EN CONGA

HEIDEGGER Y ARISTÓTELES EN CONGA

Gustavo Flores Quelopana

Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía

                                                

En todos los problemas, la solución crea problemas nuevos.
Miguel de Unamuno

Si la filosofía no tiene nada que decir respecto al conflicto entre el Gobierno Regional de Cajamarca y el Gobierno central del Presidente Ollanta Humala en torno a la explotación de los yacimientos auríferos en Conga que afectarían las reservas de agua lacustre en la zona, entonces Heidegger tendría razón al sostener que la filosofía ha llegado a su final porque la verdad queda reprimida por la certidumbre y éste es el pensamiento que lo domina todo. En consecuencia el hombre habría perdido la plenitud de su convivir con la cosa cuadrante (el Cielo, la Tierra, lo Humano y lo Divino) y despojado de su ethos se habría terraquizado por entero.
En efecto, la terraquización del hombre queda consolidada por el técnica moderna la cual determina el ser de las cosas por la razón impositiva impulsada por la voluntad de poder. Con ello la otra vía de acceso a las cosas, es decir la contemplación teórica, queda obscurecida. Ya no se escucha el lenguaje del ser, sino tan sólo el lenguaje de la voluntad de poder. Todo lo cual está en consonancia con el narcisismo de la modernidad que retorna al ser bajo el imperio de la subjetividad.
Lo que el Perú vive en la dramática lucha de Conga es lo que Habermas había señalado respecto al pensamiento de Heidegger y que se repite una y otra vez en la historia del capitalismo industrial occidental bajo el rótulo de "cisura epocal", es decir ruptura con el pasado causada por el abandono del ser sobre el ente, en nuestro caso el vil oro, y nuestro olvido del ser. Es lo que Max Weber había descrito también como proceso de "desencantamiento del mundo". Sin embargo, y al mismo tiempo, crecen las fuerzas que intentan abrir un horizonte que de cabida a un nuevo comienzo para el pensar y para la acción no instrumental.
Protagonista central en este episodio conflictivo es la técnica moderna. La comisión de expertos contratada por el Gobierno entregó su informe final con una conclusión bifronte y que encerraba la raíz de la colisión. Por una parte afirmó que el proyecto era posible con una gran inversión para no afectar el reservorio de agua, y por otra sostuvo que "no existía el impacto cero sobre la naturaleza". Pero aquí se dan tres problemas notorios. El primero es de carácter político, y es que detrás de la pertinaz insistencia del gobierno de Humala están los poderosos grupos nacionales e internacionales mineros que formando lobby con organismos financieros internacionales han intentado sacar adelante un proyecto a costa del desorden social. Lo segundo es que la actividad extractiva es la peor base posible para una civilización permanente, porque una vez agotado el recurso se deja un ambiente sucio, abandonado y desordenado. Por lo visto el Perú vive todavía en la desordenada mezcla entre segunda fase paleotécnica (basada industria extractiva) y la tercera fase neotécnica (basada en la electricidad y la aleación), pues la cuarta (basada en la robótica, la informática y la biotecnología) es periférica e incidental. La primera fase eotécnica (basada en el agua y en la madera) todavía sobrevive en la selva amazónica. Y en tercer lugar, la mezcolanza caótica de estas fases del desarrollo de la técnica configura un país zarandeado por todos los vientos que lo sacuden en gran medida desde el exterior.
Existe un interesante libro de Mirko Lauer, “Musa Mecánica” (2003), en el que demuestra que si en Europa la vanguardia poética se mantuvo en contacto con la vanguardia científica y reflejó una modernidad oriunda, en el Perú fue sentimiento por lo nuevo, lo tecnológico interesa como símbolo importado de fuerza, es presentista y sólo fueron mensajeros de una modernidad sin modernidad. Aquí las máquinas de 1910-20 fueron exóticas y foráneas. Así mientras en Hidalgo, Parra del Riego, Bustamante y Ballivián hay entusiasmo por el avión, el automóvil, el cine, y la electricidad, en Adán hay desconfianza, en Vallejo desdén y en Fabio Xammar preocupación. Aquí no hubo contacto entre la vanguardia poética y la vanguardia científica, entre otras cosas porque mentes como la de Pedro Paulet y Pedro Ruíz Gallo fueron desaprovechadas y también porque la vanguardia literaria no soñaba con el autómata sino con la libertad que proporcionaría la máquina.
Asimismo otro de los graves problemas de la técnica moderna es la contaminación del agua de los ríos y de los mares. Nuestro río Rímac es uno de los más contaminados del país. El grado de polución por parte de la minería es tan elevado que, como en los principales ríos europeos, ya no sobrevive ninguna especie marina es sus aguas y el Estado gasta casi un 20 por ciento del presupuesto de la empresa de agua para potabilizar el líquido elemento. Por lo demás existen metales pesados que no son eliminados y que pasan directamente al consumo humano. La consecuencia es que Lima toma una agua de segunda y ni qué decir del resto del país. Pero la situación del mar no es diferente. Las enormes megalópolis del mundo y sus industrias han contaminado el mar con pesticidas, vertidos humanos, industriales y nucleares. Cada año más de 6 toneladas de plástico llegan a las profundidades del océano. Cada año, según las Naciones Unidas, más de un millón de pájaros, y más de 100 mil mamíferos acuáticos mueren por la sopa plástica en los océanos. La civilización técnica está matando no sólo la vida marina y terrestre sino que su efecto pernicioso también invade la atmósfera por la emisión de millones de toneladas de dióxido de carbono. Y todo por una civilización presidida por el afán de de avaricia, dinero y ganancias. Como se ve la contaminación ambiental no sólo fue patrimonio de la civilización paleotécnica del hierro y carbón, sino también lo es la del plástico, pesticidas y productos radioactivos. La civilización del plástico y del chip no han eliminado los elementos contaminantes. Y su efecto es más profundo y atroz. Hoy se habla incluso de contaminación electromagnética que destruye el ADN por los chips de los teléfonos móviles. La civilización técnica se está volviendo en la civilización perdida por sus destructivos resultados que ha convertido al planeta en un enorme botadero, cloaca y albañal de la industria. La civilización se ha vuelto necrófila.
Pues la más dañosa forma de contaminación ambiental es sin duda la humana. El hombre de las megalópolis, entre ellas Lima, languidece en una vida social pobre y estrecha, depauperada y desequilibrada, de ruptura profunda entre la ciudad y el campo, lo artificial y lo natural, la ecología humana ha sido profundamente dañada lo cual resulta siendo altamente perjudicial para el bienestar físico, psicológico y social del hombre. Un ambiente que físicamente enflaquece tiene que tener su compensación neurótica en la fiebre por los gimnasios, y que intelectualmente empobrece busca supletorios en la abundancia de información superficial, trivial y frívola. La degradación del hombre es el símbolo supremo de la civilización técnica que agigantó los medios materiales pero empequeñeció hasta límites inimaginables de inanición a lo humano. Por eso resulta irónico que el hombre de hoy se sienta vanamente superior al hombre del medioevo, de la antigüedad y del período primitivo. Cuando, por el contrario, hasta el hombre llamado primitivo sabía emocionarse con el brillo de una estrella y el trino de los pájaros. Nada de esto emociona al hombre técnico de hoy en su primitivismo espiritual espeluznante.
Con ello se puso nuevamente de manifiesto que la ciencia y la técnica tienen como intención primordial el dominio sobre el ser. Competencia de una razón calculadora, dominadora, secundada por un voraz apetito de poder económico y político. La época de la ciencia para Heidegger es una época de penuria por haberse olvidado que ser hombre es habitar, pastorear el ser en el mundo. Distinto por completo a la mentalidad de dominio o posesión del pensamiento moderno.
Hay quienes piensan que resulta retardatario engolfarnos en un vago ecologismo convertir al hombre en el pastor del ser, lo cual frenaría el desarrollo económico y a la vez atajaría los grandes descubrimientos científicos, haciéndonos retroceder hacia una era precientífica. Esto resulta siendo cierto hasta que no nos preguntemos hacía dónde nos está conduciendo nuestra actual idea de desarrollo económico y técnico científico. Por el lado económico los dos vectores principales, que son el lucro y la competencia, lejos de volver al hombre más humano lo están aceleradamente deshumanizando, y por el lado técnico-científico, que en el fondo no es la máquina ni un conocimiento sino un tipo de comportamiento humano, lejos de alentar el desarrollo de su personalidad y la recuperación de su individualidad lo estandariza y lo anula.
Ante tal avasallamiento del hombre resulta nefasto dejar que el pensamiento técnico-científico evolucione por su propia cuenta y riesgo, como promover el abandono pre-técnico de la ciencia. Conga nuevamente nos pone ante el dilema de evitar tanto la tecnofobia como la tecnolatría. Pero la solución no la tenemos clara. Para unos está en incrementar y perfeccionar la técnica (Toffler, Mc Luhan), para otros hay que profundizar el concepto de individuo (Reich), cuando no en la recuperación del ser (Heidegger).
Y aun cuando no exista consenso sobre la actitud más sensata a adoptar, cada vez queda más claro que es necesaria una revolución de la conciencia, un cambio de metas que priorice el ser antes que el tener, y una nueva manera de vivir basada en el amor, la sensibilidad, la comprensión y el respeto mutuo.
Por ello, lo que en Conga se debate al fin de cuentas no es el oro, la destrucción o la conservación de la naturaleza, ni la aceleración tecnolátrica ni el retraso tecnofóbico del avance tecnológico, sino si el hombre puede recuperar su individualidad libre y creativa mediante un nuevo estilo de vida. Pues en el presente la individualidad humana es triturada en lo social que anula la privacidad, masifica y adapta, en lo económico que lo reduce a mero productor y consumidor, en lo político que lo manipula en el Estado tecnológico democrático pero intratotalitario, y en lo cultural que disuelve su capacidad de crítica en los medios masivos de estupidización social.
Esta reflexión nos hace evidente que en filosofía está unido el logos al ethos y que por lo tanto es posible recuperar la unidad perdida entre la filosofía práctica y la filosofía teórica. Y aquí considero la importancia de la filosofía práctica de Aristóteles con su preocupación de cómo llegar a ser virtuosos dentro de las exigencias de la vida humana. Y ésta es justamente una ventaja de la ética aristotélica sobre la ética kantiana del imperativo categórico, la cual es que se desenvuelve no sobre un formalismo moral sino en el ámbito de la vida concreta. Razón se tiene al señalar que el peripatético fue el fundador de la ética como pensamiento autónomo respecto a la metafísica.
La actualidad de Aristóteles respecto a Conga no solamente reside en que hace radicar la esencia de la ética en la vida fáctica, a través de la frónesis o experiencia moral adquirida a través de la práctica de la virtud, sino que al distinguir entre episteme (teórico), téchne (instrumental) y ethos (práctico) pone en evidencia que la téchne o lo que llamamos razón instrumental no puede regir las relaciones humanas que son básicamente de carácter ético.
En otras palabras, no es porque la técnica haga posible la explotación del yacimiento aurífero con el menor daño que "Conga deba ir", sino al contrario porque el respeto a la opinión del prójimo (en este caso a los cajamarquinos) debe mediar en la solución definitiva del conflicto, y de ninguna manera debe obviarla. Más aun, la frónesis no se agota en su carácter dialogal porque el diálogo no puede pasar por sobre la realidad del ser que se debe cuidar, en este caso la no contaminación del agua y la naturaleza.
En otras palabras, tanto la frónesis aristotélica como el cuidado del ser heideggeriano implican una visión ética que conjugue lo dialógico con lo ontológico. El peligroso desencuentro entre ambos ha llevado casi siempre hacia un lenguaje sin ética y de retórica engañosa. Esperemos que la resolución del conflicto sobre Conga esté basada en el respeto mutuo y en el respeto a la naturaleza. No hay otra alternativa, la hora presente es crucial en ambos sentidos.

Lima, Salamanca 29 de Setiembre del 2012