viernes, 19 de octubre de 2012

INMORTALIDAD Y MONISMO NATURALISTA

LA INMORTALIDAD Y EL MONISMO NATURALISTA
Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía

 

No encontraréis los confines del alma ni aun recorriendo
 todos los caminos, tal es su profundidad.
Heráclito

MONISMO NATURALISTA CIENTISTA
El monismo naturalista tiene el resultado inevitable de trocar el alma en un epifenómeno complejo y superior de la materia, un producto derivado, dependiente y secundario del cuerpo, que se reduce a procesos mecánicos, físico-químicos y neurobiológicos. Supone que tras la muerte desaparece dicha función superior del cerebro en lo que llamamos conciencia. Y basándose en los datos de la ciencia natural contemporánea busca refutar científicamente la teoría de la inmortalidad del alma.

Actualmente esta posición es de índole cientificista y como tal la primera objeción que cae por su propio peso es de índole metodológica-epistémica. Todas sus afirmaciones estarán edificadas sobre arenas movedizas mientras no se resuelvan los tres problemas previos y básicos de la ciencia: 1. la infradeterminación de las teorías por el dato, 2. el problema de la inferencia y 3. el problema del paradigma. Como se sabe el problema de la inducción, que consiste en cómo sostener proposiciones generales sobre cosas particulares, no está resuelto.

Y lo mismo se tiene con el problema de la infradeterminación de las teorías por los datos, el cual consiste en que la fuerza probatoria de una predicción exitosa proporciona respaldo a infinitas teorías. Y el tercer problema procede de lo afirmado por Kuhn y Feyerabend al aseverar que la irracionalidad de los grandes hitos del progreso científico viene de que el contenido y método de la ciencia depende de creencias aceptadas. En otras palabras, la era de la certidumbre absoluta de las teorías científicas ha sido superada y pertenece a su otrora fase determinista y mecanicista. Y sin embargo dicha posición decimonónica todavía trata de levantar cabeza de cuando en cuando, sobretodo en los recintos académicos del Tercer Mundo donde la investigación científica es casi inexistente y meramente se repite lo más rezagado del magisterio eurocéntrico.

Podríamos extender las observaciones a lo filosófico, pero me excuso hasta el final de estas líneas, dado que lo científico tiene preeminencia en esta posición interpretativa. Filosóficamente, por el momento, sólo añadiré lo observado por Mach al decir que el peligro del empirismo es caer en el sensacionismo solipsista y crear un mundo en el que uno es el único ocupante. Riesgo con el que coquetean la solución pragmatista de Rorty, el ontologismo débil de Vattimo, el narrativismo de Lyotard y todas las posmodernas filosofías en boga antirepresentacionalistas y antiesencialistas.

Es singular, por último, apreciar cómo el materialismo ha tratado de asimilar todo lo mental o psíquico a dimensiones materiales del organismo humano. Pero ningún programa reduccionista ha resultado satisfactorio. Ryle, por ejemplo, piensa que lo mental no es sustancia interna de la persona sino una disposición externa. Solución a todas luces conductista. Sin embargo, se le puede objetar que si la persona miente o engaña entonces no se entiende que la mente sea sólo una disposición externa de la persona.

Por su parte Searle, como Ryle, también rechaza el dualismo cartesiano mente-cuerpo pero su filosofía de la mente no alza vuelo más allá del fisicalismo y el mentalismo. La línea post-analítica de Sellars tampoco va más lejos de una filosofía emergentista.

Y el rechazo de los sense data por parte de los postanalíticos Quine, Goodman, Davidson, Dummett y Putnam, se retrotrae a la teoría antireprentacionalista de la percepción de la conciencia hablante, la cual es una variante del idealismo subjetivo del ser como ser percipi. Como se sabe el resultado de todo esto –que comienza con el libro de Frege Sentido y Referencia- ha sido la negación del conocimiento objetivo y la relativización de la ontología del mundo. Pero no siempre fue así, como vemos con el estoicismo.

Todo esto tiene su consecuencia dramática en la manera de pensar sobre el destino último de la persona humana. Y es que la tradición occidental está dejando de pensar que el alma es inmaterial y sobrevive a la disolución del cuerpo. En su lugar, más bien, se instala en el tercer milenio la creencia en la supervivencia genética y cultural de la persona, curiosamente más próxima al inmanentismo del taoísmo y confucianismo de la filosofía china.

MONISMO NATURALISTA ESTOICO
Ahora bien, el monismo naturalista actual tiene su antecedente en la tradición occidental no sólo en Demócrito y  Leucipo sino, especialmente, en los filósofos de la Estoa que no repiten doctrinas anteriores sino que las transforman. Recibe el sensismo materialista de los cínicos, la razón del mundo y el fuego de Heráclito, los ciclos cósmicos de Pitágoras y las razones seminales de Platón y Aristóteles.

El estoicismo se extiende por casi quinientos años desde el 300 A.C. con Zenón, Cleantes y Crisipo, pasando por el estoicismo medio de Panecio y Posidonio, y llega al 180 D.C. con Séneca, Epícteto y Marco Aurelio. La filosofía para el estoicismo es conocimiento de las cosas divinas y humanas, pero su lógica es un sensismo de la tabla rasa, un materialismo de la teoría de la imagen-copia que niega lo a priori del conocimiento. Al contrario, el eidos aristotélico es una estructura formal a priori del ser metafísico del objeto en cuestión. En cambio el nous poieticos tiene un aspecto apriórico que se desdibuja en el estoicismo.

En realidad los influjos estoicos desdibujaron la concepción aristotélica del conocimiento. El peripato fue cubierto por muchos elementos de la Estoa. Para la Estoa el conocimiento es copia, para Aristóteles es creación, como criterio de verdad la estoa propone la representación cataléptica, es decir, aquella cualidad de nuestras representaciones a la que no podemos resistirnos y nos agarra por completo.

Pero la Estoa antes que un subjetivismo es un materialismo, porque si la voluntad es conforme con la realidad el contenido epistémico es verdadera. En su física todo está penetrado de neuma y materia. El monismo hilozoísta de la fuerza vital caracteriza a la Estoa. La razón cósmica o providencia es el fundamento inmanente del mundo, con ciclos cósmicos que se repiten eternamente.

Se trata de un materialismo panteísta. No hay telos para los estoicos sino simple causalidad física. Dios es la Naturaleza y ella misma es dios. El mundo es autárquico. El sentimiento religioso estoico es naturalístico, inmanente y material. Los términos personales de la divinidad son sólo metáforas.

Su ética concibe al hombre formado de cuerpo y alma, pero su alma es también un cuerpo que está en todo el cuerpo material. Pero admiten que lo que ha de regir al hombre es el alma racional, la cual es inmortal, divina y eterna. En Séneca, por  ejemplo,  las  pruebas platónicas sobre la inmortalidad del alma llegan a ser un dogma fundamental de su doctrina. El alma virtuosa no necesita del placer, a diferencia de Aristóteles y de los epicúreos. Basta amar la vida activa y pública y no el “vivir escondido” del epicúreo. El estoico toma parte de la vida pública y busca cumplir con su deber.

Era una filosofía adecuada a las necesidades políticas de un imperio. La impasibilidad de ánimo, el dominio sobre las pasiones, el ideal de dirigir la mirada a lo grande y al todo. Hay que moderar los afectos y no sólo subyugarlos como  los peripatéticos. El ideal es la vida del sabio que sabe actuar virtuosamente en la colectividad. Karl Barth habló de la omnipotencia del espíritu en la Estoa.

Y efectivamente, el estoicismo asume la omnipotencia del espíritu humano, mientras que el cristianismo asume la flaqueza del hombre porque afirma que por lo general el hombre no subyuga los afectos y es más bien presa de la doble oscuridad del pecado y la ignorancia.

Ahora bien, la idea del destino desmorona todo el edificio moral del estoicismo basado en la virtud y el deber, porque hacer coincidir la libertad con la necesidad resulta siendo una seudosolución que convierte todo imperativo ético en ilusorio. Los conceptos estoicos de ley cósmica y causalidad en su esquema materialista paraliza la libertad humana.

Pues bien, nos hemos detenido brevemente en el estoicismo porque algo parecido sucede con los fisicalistas, mentalistas, genetistas y neurobiólogos actuales que reduciendo todo a causalidad física se encuentran en grandes dificultades para explicar la libertad y responsabilidad moral del hombre. Las trampas del materialismo panteísta estoico son repetidas contemporáneamente por los corifeos del monismo materialista desde Searle, Ryle y Davidson hasta Rorty, Vattimo y compañía.

Diluyendo la idea del alma en un intelecto universal o en cualquier otro factor impersonal que sume su presencia a la simple causalidad física, se obtiene la mediatización completa de su existencia. El monismo naturalista actual es de índole cientificista que pasó de ver el alma como un epifenómeno complejo y superior de la materia para reducirlo a conciencia, mente o yo como fenómeno del cerebro. Es más, los defensores de la inteligencia artificial fuerte afirman que el fenómeno mental está presente en los ordenadores (Churchland, Rorty, Feyerabend), con lo cual inauguran, como dice Searle, un nuevo dualismo del algoritmo.

MONISMO NATURALISTA DEL FUNDAMENTALISMO RELIGIOSO
Ahora bien, no todo monismo naturalista respecto al alma es de índole panteísta, escéptico, agnóstico y cientista. Hay también un monismo naturalista teísta, es decir, que niega la existencia del alma pero acepta la existencia de un Dios creador y providente. Ahí tenemos la posición de ciertas sectas religiosas, como los toca puertas llamados Testigos de Jehová. Como me informa mi amigo, el biblicista e historiador Sebastián Ponce de León, el cual sin ser de esa secta cree en lo mismo, no existe sustento bíblico sobre la existencia del alma inmortal, las referencias sobre el alma aluden al principio anímico del propio cuerpo, muerto éste no sobrevive ninguna sustancia inmaterial, o sea no hay animismo sino pampsiquismo; y en la resurrección de los muertos Dios vuelve a la vida al propio cuerpo, el cual tiene de por sí el principio de la vida. La idea del alma, dicen, no es judía sino cristiana, adquirida por influjo de de la filosofía platónica y aristotélica.

Y el respaldo bíblico a sus opiniones lo encuentran en el Génesis, según ellos. El alma sería una creencia introducida por el Maligno (“No moriréis”, Gn. 3, 4.) que tentó a Adán y Eva a probar del fruto prohibido del Árbol de la Vida.

Veamos con detalle esta singular postura religiosa negadora del alma. Se tratan de apoyar en el judaísmo, pero olvidan que en el judaísmo la inmortalidad del alma es una doctrina generalmente aceptada, tanto en la secta ortodoxa como en la progresista. Es cierto que el judaísmo primitivo define la personalidad humana en su conjunto, sin hacer una clara distinción entre el alma y el cuerpo. No obstante, el alma era definida y defendida como el principio de la vida y considerada capaz de sobrevivir a la decadencia corporal.

Sobre este presupuesto judío, el cristianismo se apoyó en las filosofías de Platón y Aristóteles para sostener que cada individuo tiene un alma inmortal y que la personalidad humana en su conjunto, compuesta de alma y de cuerpo resucitado, debe, a través de la fe, garantizar la presencia de Dios después de la vida. Así, no es exacto que el judaísmo no cree en la inmortalidad del alma.

Efectivamente, sobre la idea judía de la sobrevivencia del “principio de vida a la muerte del cuerpo”, no hay más que un pequeño paso para afirmar la idea de la inmortalidad del alma, y ese paso fue dado por el cristianismo, creencia que es aceptada generalmente por el judaísmo.

El influjo de la filosofía pagana sobre el cristianismo pasó por el tamiz de los evangelios. Así, la idea neoplatónica del alma como prisionera del cuerpo fue combatida por el cristianismo, durante un largo periodo contra el gnosticismo, maniqueísmo y sectas análogas. Ideas griegas que tuvieron abierta acogida cristiana fueron: 1. crítica contra el politeísmo (escepticismo y epicureísmo), 2. Metafísica de la voluntad (Plotino), 3. Mundo ideal, escatología, 4. Pureza ética, desprecio del mundo, preferencia por lo suprasensible (Platón, Filón), 5. Ley eterna, 6. Razones seminales, ciudad de Dios (estoicismo). En consecuencia, no todo lo dicho por la filosofía pagana contradecía los Evangelios como afirman la secta de los Testigos y compañía.

Ahora bien, en torno a las referencias bíblicas sobre el alma siempre se mantendrá viva la discusión contra el literalismo fundamentalista, que rechaza la interpretación de los textos bíblicos.

Actualmente la hermenéutica bíblica admite como valiosos cinco métodos: el histórico-crítico (busca de modo diacrónico el sentido expresado por autores y redactores), el análisis literario (mediante al análisis retórico, narrativo y semiótico), el basado en la tradición (canónico, judío y efectos del texto), por las ciencias histórico sociales (sociología, antropología cultural, psicología y psicoanálisis) y el contextual (liberacionista y feminista).

El único método rechazado por la Iglesia y el sentido común es el método de interpretación fundamentalista, por considerar que su literalismo no es bíblico sino ideológico, rechaza que la Palabra de Dios se exprese en lenguaje humano, ignora los problemas textuales, regresiona a una cosmología antigua, es anticlerical, tendenciosa, se separa de la tradición, omite las relecturas y sobretodo equivale en una forma tácita al suicidio del pensamiento.

Sin reconocer que la Biblia es palabra de Dios en palabras de hombres, no se puede entrar a comprender con amplitud el texto bíblico. La única clave permanente en la exégesis debe ser reconocer el misterio de Cristo. Su precomprensión une la cultura científica moderna con la tradición religiosa de Israel y la comunidad primitiva cristiana. El único método erróneo y arcaico es el fundamentalista.

Por lo mismo, cuando se interpreta el pasaje del Génesis (3,4) como el intento del Maligno por introducir la idea del alma y su inmortalidad, en vez de verlo como la introducción de la muerte a la vida del espíritu, no habrá forma de conciliación debido a la forma de interpretación. Es el Apóstol quien   enfatiza   muchas  veces  la  diferencia  entre  una  vida carnal y otra espiritual. Es en este sentido en que murió la raza humana al desobedecer a Dios, pero gracias al rescate de Cristo se efectuó una nueva alianza.

De las propias palabras de Jesús, nuestro Salvador, cuando dijo a los discípulos: “¿De qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de su alma?”, se desprende que el alma es vida que sobrevive al cuerpo, entonces es inmortal.

Por otro lado, la idea de que el cuerpo tiene por sí mismo animación y no necesita de un alma que se le una, hay que decir que no es de origen judío, más aun es una teoría filosófica llamada pampsiquismo, que afirma que el fondo de la realidad es de naturaleza psíquica o toda cosa material posee un rudimento de alma.

El pampsiquismo no sólo es característico de los primeros jonios, sino que está presente en el hilozoísmo científico moderno. Las versiones más radicales que defienden la idea de un alma del mundo, como algunas doctrinas del helenismo y del Renacimiento, pertenecen a una concepción organológica del mundo. Otro pamsiquismo, menos clásico (H. Driesch), admite el principio de animación pero de una causalidad natural sin plasticidad. Esta doctrina resulta chocante al espíritu de la Escritura.

Otro aspecto incierto en la interpretación fundamentalista consiste en que si el hombre no tiene alma y Dios es espíritu, entonces qué sentido tiene la frase “a imagen de Dios” (cf. Gn. 1,26). Si sólo Dios tiene espíritu y el mundo es materia, entonces derivamos hacia un dualismo metafísico cosmológico radical, que al parecer tiene casi nada que confrontar con las Escrituras. En fin, se trata todo esto de una tesis poco feliz y auspiciosa del fundamentalismo religioso.

Lo más singular es que coincidan como expresiones culturales ambos monismos naturalistas, el cientista y el religioso. Y es que pertenecen a una misma matriz racionalista imperante desde la modernidad, empeñada en acentuar la inmanencia del mundo hasta sus límites más extremos. Ambos son parte del predominio del hombre funcional sobre el hombre substancial, del avasallamiento del hombre natural por el hombre artificial y de la distorsión de la civilización técnica por fuerzas (capitalismo, economía pecuniaria, guerras) que impiden el retorno del hombre a una nueva síntesis con la naturaleza y lo divino.

Lima, Salamanca 19 de octubre 2012