lunes, 12 de noviembre de 2012

REVOLUCIÓN EDUCATIVA Y CIVILIZACIÓN NEOTÉCNICA

LA REVOLUCIÓN EDUCATIVA EN LA CIVILIZACIÓN NEOTECNICA
Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía
(Conferencia en la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad Nacional
 de Trujillo)

 

Cuando la educación deje de encontrar su impulso en el beneficio personal lucrativo o en el temor al hambre para hallarlo en la auténtica satisfacción personal, entonces la humanidad habrá pasado del reino de la necesidad al reino de la libertad. La presente no es una reflexión de coyuntura sobre la educación, sino una reflexión culturológica de la misma.

A menos que subordinemos la producción a la educación, socialicemos la instrucción escolar y universitaria y acabemos con la tiranía de la economía sobre las vocaciones, un sistema mecanizado de producción por muy eficiente que sea sólo conseguirá endurecer el servilismo social edulcorado con circo y pan.

La tarea esencial de toda actividad educativa no es preparar al ser humano para ser un factor generador de riqueza económica, lo cual es visto como natural bajo el capitalismo global actual que frena la civilización técnica para perpetuar la vida competitiva y la lucha por la existencia, sino que, por el contrario, educar es comprender que la vida creadora sin ningún compromiso subalterno constituye el único negocio importante de la humanidad, la justificación principal y el fruto más duradero de su significación histórica.

Desgraciadamente, el embotamiento y la depresión de la educación –que en el fondo es la crisis de la mente humana- sigue siendo inevitablemente un fruto de la división del trabajo, de la mera rutina enajenante de la vida económica, que ha abierto una brecha antinatural entre el sistema socioeconómico y tecnológico-científico con todas las artes y humanidades que se encuentran fuera del sistema de la máquina.

Si bien es cierto que no se puede pensar en un nuevo sistema educativo al margen de la nueva era de la civilización técnica, sin embargo, los nuevos criterios introducidos a la educación en sí, que provienen del mundo de la fábrica, como son:
-       Los procesos de control de calidad
-       Gestión
-       Auto sostenibilidad educativa,
son empleados para reducir la inversión estatal y mejorar los indicadores en educación con la mentalidad de generar riqueza económica.

El objetivo no es crear seres humanos autorrealizados, sino, salir de la pobreza material para emprender la senda de la prosperidad económica. Y esto hace que se entienda la educación como inversión en formación de capital humano.

Las pruebas internacionales PISA han demostrado muchas verdades pero su conclusión fundamental refuerza la convicción ideológica básica de que la educación debe ser vista como inversión en formación de capital humano según los requerimientos del mercado global. Es decir, las pruebas PISA se suman pasivamente a las exigencias deshumanizantes del mercado capitalista.

Esto alienta la estrategia privatizadora neoliberal de la educación mundial, según la cual hay que implementar políticas de aumento de la cobertura educativa para crear una industria de la educación que tiene como principales fines:
-       formar miles de profesionales,
-       aumentar constantemente la población estudiantil,
-       estimular el mercado educativo,
-       consolidar un nuevo tipo de consumidores (estudiantes, docentes, instituciones),
-       fortalecer la demanda de la industria editorial, informática, materiales educativos, audiovisual, transporte y alimentos.

En esta lógica perversa de convertir la educación en un negocio y los conocimientos en una mercancía la cobertura educativa es el caballo de Troya de mezquinos intereses de políticos y empresarios. En este sentido se sataniza la deserción escolar y se busca disminuir dramáticamente los niveles de exigencia académica que tiene como consecuencia inevitable la pobre calidad de la educación que se ofrece. Los docentes son presionados por las directivas burocráticas del negocio educativo para reducir la exigencia académica y evitar la mortandad estudiantil.

El sacrosanto objetivo es seguir proveyendo profesionales como una fábrica bajo la excusa de que la economía se sustenta cada vez más en el conocimiento. Nosotros nos preguntamos qué tipo de conocimiento, con qué fines y bajo qué objetivos. La respuesta no es difícil encontrarla, no hay que rebuscar demasiado, pues se trata de un conocimiento funcional, operativo, capaces de adaptarse sin chistar al trabajo alienante del mundo moderno.

Lo cual se justifica con el mito de que la educación es un factor básico de la prosperidad económica. Pero si esto fuera cierto basta que nos preguntamos si los diez años de prosperidad económica que conoce el Perú se ven reflejados en alguna mejora de la educación nacional. A todas luces la respuesta será negativa. Hay prosperidades que se mantienen por la inercia de la demanda externa. Y si a esto añadimos que llevamos un atraso de cuarenta años en inversión educativa, entonces es fácil entender los mitos en que se envuelve la práctica de la educación como negocio.

El resultado son contingentes enteros de profesionales que cubren los requisitos mínimos del mercado capitalista pero que carecen de sentido crítico, capacidad analítica y de síntesis. Lo más grave es que el negocio de la educación que no está construido para aprender a pensar, ni construir bien el aparato intelectual, pone a disposición de la sociedad a estos profesionales que tienen generalmente en sus manos los destinos de la comunidad y de la vida pública.

La educación se ha pervertido, la lógica de la ganancia y del lucro corroe intensamente sus entrañas y no le permite ni le permitirá implementar con sentido humanístico los nuevos aportes de las teorías y metodologías pedagógicas de vanguardia. Esto sumado a la crisis familiar, crisis cultural y crisis salarial de los educadores, da como resultado indefectible el aumento de la cobertura educativa con una pobre calidad de la educación ofrecida. En los últimos treinta años se ha experimentado la precarización laboral del docente, su proletarización se refleja en que muy pocos tienen un empleo estable y menos aun tiempo y recursos para continuar su formación académica.

Y esto es regla tanto de las escuelas públicas como particulares, universidades nacionales y privadas, porque todas ellas están inmersas en el mismo clima cultural del afán de lucro y la búsqueda del beneficio personal. Así se explica que a nivel universitario se implementen programas de acreditación, autoevaluación, reingeniería con el fin de adaptarse a los nuevos tipos de clientes que exige el mercado laboral.

La industria de los posgrados en educación y en pedagogía, por no decir en casi todos los posgrados, son una visión panorámica, un picnic a través de las nuevas tecnologías educativas y métodos pedagógicos pero sin la más mínima profundidad. Lo cual revela que la flexibilización académica no ha creado profesionales idóneos. Pueden ser una mar de conocimientos pero con un dedo de profundidad.

Si a esto le añadimos que el clima espiritual imperante en la sociedad capitalista es el culto al dinero, a lo superficial, lo divertido, y lo inmediato, entonces no llama la atención que muchos profesionales retroalimenten la corrupción, la vacuidad y la carencia de vida normativa.

Desde esta perspectiva resulta iluso sostener que el problema de la educación peruana reside en estar de espaldas a la globalización. Cuando de lo que se trata no es de subirse imitativa y dócilmente al carro de la era global, sino de evaluar qué significa ello en términos humanos y qué se le puede oponer como alternativa.

Decir que la escuela y la universidad peruana están desfasadas de las teorías pedagógicas, la investigación educacional y las demandas del mercado laboral del mundo globalizado, y de lo que se trata es de lograr el perfil del egresado según lo demandado por las empresas mundiales, no es otra cosa que ratificar la subordinación alienante de lo educativo hacia lo productivo y económico.

Convertir la escuela y la universidad en esclava del aparato productivo quizá pudo ser el santo y seña de la civilización paleotécnica durante el capitalismo carbonífero, pero actualmente la civilización neotécnica pone a la humanidad nuevos y potentes recursos capaces de devolverle a estas instituciones su vida autónoma y en aras de la libre creatividad humana. Y si hay algo que en el presente obstaculiza tal objetivo civilizatorio es la lógica del capital y del lucro del capitalismo imperante.

Por eso afirmar que los peruanos deben elevar sus niveles de empleabilidad a través de una constante capacitación y profesionalización, cuando no a través del dominio de idiomas exóticos, para hacer frente a rusos, chinos e hindúes que compiten por el escaso buen empleo, resulta siendo una aseveración falaz y engañosa porque en la presente fase neotécnica el trabajo ha entrado en un proceso de franca extinción, cuando no de decrecimiento severo.

Además, el aparato técnico-productivo actual genera suficiente riqueza y productos para implementar un comunismo básico de bienes y servicios, que permita a la civilización actual implementar la conversión cada vez mayor de la riqueza material en riqueza cultural. Más aun, en el presente sólo son razones de orden político y financiero los que impiden socializar los beneficios de la supercapitalización privada y que obstaculizan la implementación de un salario ciudadano universal.

En otros términos, la civilización actual está en condiciones técnicas y financieras, más no políticas, para acabar con la distorsión y subordinación económica de la educación.

En este sentido resulta humillante, antieducativo y reaccionario seguir predicando una educación subordinada a la base económica, exigiendo crear profesionales atractivos según el perfil del mercado globalizado. Una globalización entendida en términos economicistas en vez de humanísticos no ayuda a la superación de la crisis de la educación superior y técnica, sino que, por el contrario, la ahonda.

De lo contrario qué significa tener liderazgo, ser creativo, innovador, políglota, poseer disciplina laboral, capacidad de trabajo, roce internacional, dotes para el marketing personal y pertenecer a redes profesionales y empresariales, por el sólo objetivo de tener éxito y ganar más dinero en la vida. Esto no es más que fortalecer la estandarización completa y universal del ser humano, seguir pensando en términos paleotécnicos (ganancia y beneficio privados) y destruir la esencia misma de la vida educativa (la normalización de la vida creadora a nivel comunitario).

Es cierto que tenemos un componente de educandos con niños y adolescentes que por la precariedad de su hogar no pueden desarrollar sus capacidades cognitivas porque tienen serias lesiones emocionales (maltrato, violencia, abandono, drogas, alcohol, incomunicación familiar, embarazo precoz, anorexia, bulimia, depresión, stress y suicidio) y físicas (enfermedades esqueléticas, cardiovasculares, gastrointestinales, respiratorias, alimenticias, sexuales y de higiene), lo cual explica también la elevada población juvenil en las prisiones.  

Este abandono de los educandos no sólo se puede afrontar con psicólogos educativos y médicos que asistan a las escuelas, sino que es el Estado el principal responsable por fomentar y cautelar una familia estructurada. La escuela es prácticamente el segundo hogar y es allí donde el Estado debe prolongar la salud física y mental de una buena familia estructurada. Pero siendo la realidad todo lo contrario entonces es comprensible que los casos de hostigamiento, acoso, matonería y abuso escolar, también llamado “bullying”, estén en aumento porque reflejan una sociedad que violenta los derechos básicos de los seres humanos.

Es por esto que la solución a la crisis educativa tampoco está en poner al día el desfasado currículo docente con idiomas como el chino, francés, ruso, etc., superando el enfoque eurocéntrico de las ciencias sociales, apelando a la teoría de las inteligencias múltiples (Gardner) y de la inteligencia emocional (Goleman), mejorando la organización del alumnado, fomentando la relación horizontal con el profesorado, eliminando la redundancia de enseñar pedagogía en la universidad y en los Institutos Superiores Pedagógicos, y consiguiendo que sólo los profesores con maestría enseñen en secundaria.

En otras palabras, sin superar el enfoque pedagogista para sustituirlo por un enfoque holístico de la educación y sin engarzarlo con un modelo de sociedad de democracia social, no es posible reformar drásticamente la forma y el fondo de las escuelas y universidades peruanas. Porque las verdaderas vanguardias y cuadros profesionales se forman cuando el objetivo de la educación es la autorrealización humana, y cuando el fin de la economía ya no es el beneficio pecuniario, sino la normalización del consumo, el aumento de la conversión de la riqueza material en cultural y se logre la socialización de la creación.

En conclusión, en la actual fase de la civilización neotécnica existe un desfase profundo entre educación y capitalismo, una disociación honda que estorba, entorpece la economía dineraria, y se abre camino el sentido humanístico de los aportes pedagógicos de Piaget, Vigotsky, Freire, Zubiría, Demo y Moya, que desplaza la ideología mecánica y dineraria en el seno de lo educativo. Humanizar la educación exige un sistema no capitalista y su posibilidad ha dejado de ser una utopía porque la fase de la civilización neotécnica hace posible que los beneficios se viertan hacia toda la comunidad siempre y cuando sepamos librarnos de los obstáculos políticos y financieros que impiden tal avance de la humanidad.

Lima, Salamanca 12 de noviembre 2012