lunes, 16 de septiembre de 2013

SALIDA AL RELATIVISMO POSMODERNO


SALIDA AL RELATIVISMO POSMODERNO

Tomás de Aquino y la Encíclica  FIDES ET RATIO

Gustavo Flores Quelopana

Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía
              
 

El contexto relativista

La posmodernidad no sólo es un movimiento filosófico sino que es sobretodo una era en la que la Verdad, la Razón y la Ciencia son asumidas como metarrelatos. Y esto se fundamenta en el principio subjetivo que alumbra en la modernidad de preeminencia del conocer sobre el ser. Mientras el hombre antiguo y el hombre medieval se sentían sobrecogidos por un sentimiento del ser, el hombre de la modernidad y de la posmodernidad se sienten sobrecogidos por un sentimiento del pensar.

Este sentimiento del pensar en la posmodernidad terminó por romper sus últimos vínculos con la realidad para proclamar la voluntad poder de sobre la voluntad de verdad. Con ello se opera la disolución del principio metafísico de la verdad, del ser y de la realidad para proclamar “el todo vale” relativista.

Vivimos actualmente los tiempos nihilistas en donde no hay verdad sólo hay voluntad de poder. El ego único y soberano que renuncia al ser en la multiplicación del para mí. Al “Dios ha muerto” de Nietzsche, le sucedió “el hombre ha muerto” de los posestructuralistas y éste lema deja su lugar a “la verdad ha muerto” de los posmodernos.

Lo que se ha impuesto actualmente es el relativismo epistémico y cultural. Se padece actualmente de “godelitis” o abuso del teorema matemático de incompletud. Los posmodernos han terminado por confundir el escepticismo científico con el escepticismo radical con lo cual se descalifica la verdad en general.

El relativismo ha invadido casi todos los ámbitos del pensamiento. Allí tenemos a Lacan que teoriza sobre el psicoanálisis sin proporcionar prueba empírica alguna. A Julia Kristeva que utiliza términos matemáticos para su teoría formal de la poesía. En epistemología a Kuhn y Feyerabend que desembocan en el solipsismo y escepticismo radical. En el pensamiento feminista a Lucy Irigaray que denuncia la naturaleza sexuada de las postulaciones científicas y exige a las mujeres no reconocer una ciencia neutra. A Latour que en sociología pretende una teoría de la relatividad social. En física se abre camino la ideológica teoría del caos. En filosofía Deleuze, Guattari, Vatimo, Rorty que desembocan en la defensa de una era hedonista dionisíaca.

En este punto hay que decir que, a diferencia de Sokal y Bricmont (Imposturas intelectuales), no hay necesidad de echarle la culpa a Bergson, quien privilegió la intuición sobre la razón, porque no es irracionalismo admitir que en el hombre existe un orden no lógico de pensamiento. Lo simbólico, metafórico, poético pertenecen a un orden no lógico, afectivo y emocional con todas las cartas de ciudadanía posibles. Y al contrario, expulsar esta forma de pensamiento del ámbito humano sería tan dañoso al hombre como hacerlo vivir en la esfera del puro irracionalismo. Por tanto, no es necesario rechazar la intuición para defender a la razón ni viceversa. Caer en estos extremismos es reproducir otras formas de impostura intelectual. No está demás recordar que el conocimiento histórico no puede efectuarse con el mismo aparato metodológico que el de las ciencias naturales, la ciencia histórica exige intuición y arte para reconstruir el pasado, pasado que nos sobre coge en el presente, y que no se deja asir por esquemas causales de pensamiento.

No hay, pues, que confundirse creyendo que la lucha contra el irracionalismo supone la lucha contra la intuición. Pues, razón e intuición son dos formas legítimas que el hombre dispone para elevarse hacia el conocimiento.

 

Respuesta de la Iglesia

Sobre estos asuntos filosóficos y del pensamiento en general, la Iglesia Católica tiene dos documentos a tomar en cuenta. Las encíclicas Aeterni Patris de León XIII y Fides et Ratio de Juan Pablo II. Y en ambos casos el magisterio del doctor Angélico, santo Tomás de Aquino, destaca nítidamente.

El magisterio eclesiástico ha mantenido un gran interés por la filosofía y por estimular un pensamiento filosófico concordante con la fe. Su discernimiento es entendido como diaconía de la verdad manifestada en las encíclicas. Vaticano I previno contra el fideísmo y el tradicionalismo, como contra el racionalismo y el ontologismo. Pío XII alertó contra el evolucionismo, el marxismo y el historicismo. Pio X llamó la atención sobre el fenomenismo, el agnosticismo y el inmanentismo. Se señaló el error del biblicismo fideísta, su desconfianza ante la razón y desprecio ante la filosofía clásica.

Pero el primer documento eclesiástico dedicado enteramente a la filosofía es la encíclica Aeterni Patris de León XIII. Al cual se asocia los estudios de filosofía medieval, la renovación de la filosofía tomista, y el interés por insertar la filosofía en la currícula sacerdotal. En dicho documento también se criticó al marxismo, el ateísmo, el consensualismo, existencialismo y nihilismo. Gracias a este renovado interés por la filosofía tomista surgieron las figuras destacadas de Macheral, Mercier, Gilson, Grabmann, Sertillanges, Copleston, Maritain, Blondel, Geyser, Garrigou, Bochenski, entre otros.

Obviamente el tomismo no fue el único sistema filosófico de la Edad Media, su acervo ha renacido y es fundamental pero no es el único que compone la tradición filosófica de la fe católica. No obstante, el tomismo destaca porque no es intolerante, subraya que teología y ciencia no son incompatibles, y se muestra como un sistema equilibrado en metafísica, gnoseología, ética y política.

Si quisiéramos hacer un esfuerzo de síntesis para atrapar lo esencial de la filosofía tomista se tendría que decir lo siguiente. El tomismo es un realismo metafísico que parte de las cosas finitas para llegar racionalmente a Dios. Frente al ontologismo que atribuye a la razón natural lo que es cognoscible por la fe, al existencialismo que desemboca en una metafísica inmanentista atea, al neopositivismo que hiperboliza lo experimental, al marxismo que confunde libertad con igualdad y subordina la persona a la colectividad, al liberalismo que atomiza al hombre en su individualidad y al posmodernismo que niega nominalistamente la verdad, la realidad y el ser; el tomismo se muestra como una filosofía equilibrada, que admite la metafísica sin rechazar la ciencia, confía en la razón sin desdeñar sus límites,  subraya la responsabilidad social del hombre sin olvidar que su fin último es la vida sobrenatural y la visión de Dios.

En especial el aporte del Aquinate sobre la relación entre razón y fe resultó fundamental. La relación entre razón y fe en cristianismo no fue fácil ni inmediata. Pablo discute en Atenas. San Ireneo y Tertuliano recelan de la filosofía y de la gnosis. El encuentro positivo recién empieza con San Justino y Clemente de Alejandría. Por su parte Orígenes asume un platonismo transformado. Y en la cristianización del platonismo y neoplatonismo destacan los Padres Capadocios, Dionisio Areopagita y San Agustín. Ellos acogieron la razón y la incorporaron a la Revelación.

En teología escolástica la relación entre fe y razón se estrecha más con San Anselmo hasta llegar a su culminación con la síntesis de Santo Tomás de Aquino. En él la luz de la fe y la luz de la razón proceden ambas de Dios. Además la fe perfecciona la razón. Distingue la sabiduría del Espíritu Santo, la filosofía y la Revelación.

Pero dicha unidad entre fe y razón se destruye desde la filosofía moderna por un excesivo racionalismo y empirismo que lleva hacia una filosofía absolutamente autónoma, escéptica, agnóstica y nihilista. La filosofía se redujo a certeza subjetiva y utilidad práctica, sucumbió a otras formas de racionalidad, especialmente de la razón instrumental.

En todo caso se derivó hacia una fe privada de razón y una razón carente de fe. Tanto la filosofía como la fe dejaron de ser una propuesta universal. La fe decayó en mito y superstición, y la razón declinó en razón pragmático instrumental. En dicha decadencia no estuvieron ausentes factores sociales. En el caso de la fe, los pobres de la tierra vieron estupefactos cómo la teología de la praxis en sus diversas versiones, entre ellas la teología de la liberación, fue bloqueada por una curia corrupta, rica e insensible a las demandas de justicia social y coludida con las oligarquías de turno, cuando no con los regímenes dictatoriales, especialmente en América Latina. Y en el caso de la razón, la crisis climática y la contaminación ecológica echaron por los suelos el otrora sueño científico de crear el paraíso en la tierra.

En medio de este contexto aparece la segunda encíclica dedicada al tema de la filosofía, Fides et Ratio de Juan Pablo II. El documento busca reflexionar sobre la Verdad por dos motivos: (1) porque siendo la filosofía la llamada a pensar la verdad está derivando hacia su negación relativista y doblegándose hacia el nihilismo. Y (2) porque la Iglesia ve el peligro que con ello las verdades fundamentales de la fe sean negadas.

Ante esto la Iglesia reconoce que la fe y la razón son dos alas dadas al hombre por Dios para elevarse hacia la contemplación de la verdad. Que la filosofía es búsqueda de sentido y en cuanto tal se dio en todas las culturas de la tierra, y por tanto es “soberbia filosófica” sólo atribuirlo a una época o región determinada. Esto equivale a un explícito rechazo el eurocentrismo filosófico y un espaldarazo a las nuevas búsquedas que tratan de dar cuenta de la filosofía de los pueblos ancestrales. Pues el documento reconoce que la capacidad especulativa se dio tanto en Oriente como en Occidente, dado que el asombro es un fenómeno universal del hombre y no exclusivamente griego.

Además, subraya que la filosofía moderna tuvo el mérito de devolverle al hombre su dignidad, pero el demérito de hacerle perder su trascendencia y llevarlo al nihilismo. Lo convirtió en un pequeño diosecillo, en un deus in terris. Lo que actualmente impide llegar al misterio divino es el inmanentismo y la lógica tecnocrática. Inmanentismo que impera actualmente a través del fenómeno de la masificación y el consumismo, y lógica tecnocrática que se expresa a través de la supresión de la espontaneidad y la excesiva regimentación burocrática de la sociedad.

Todo lo cual oscurece el problema de saber elegir la fe. Elegir la fe eleva nuestra libertad hacia la comprensión de la encarnación histórica y la contemplación transhistórica de la naturaleza intratrinitaria de Dios. Lo cual no impide que el evangelio entre en contacto con otras religiones y culturas (India, China, Japón) con nuevos cometidos a la inculturación. Pero se subraya que el verdadero punto de referencia que la filosofía debe respetar es la revelación cristiana. Hay que pensar creyendo y creer pensando.

Finalmente, el documento hace hincapié en los cometidos actuales. Destaca que la exigencia del presente es defender que sólo Dios es lo absoluto y el hombre es imago Dei. También rechazar toda forma de relativismo, materialismo, panteísmo, historicismo, cientificismo, fenomenismo, inmanentismo y nihilismo. El cometido actual sería alentar una hermenéutica metafísica y una filosofía del ser. Lo cual supone que la teología debe recuperar su auténtica relación con la filosofía, que es espejo de la cultura, para hacer posible que en la filosofía resplandezca la verdad de Cristo. Y el ejemplo máximo de tal respuesta todavía se encuentra en Tomás de Aquino.

 

En una palabra, el desafío del cristianismo en la era relativista del hedonismo nihilista es recuperar la verdad a través de una filosofía metafísica del ser. No está demás añadir que dicho objetivo también se cumple poniendo su Iglesia al servicio del pueblo de Dios. Esto es, la tarea es tanto teórica como práctica.

 

Leído en Lima, en el Convento de Santo Domingo, en la conferencia de la Sesión Ordinaria de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino, SITA-Perú, el sábado 21 de setiembre del 2013.