miércoles, 26 de marzo de 2014

CHAMANISMO PACHACUTISTA Y ABSOLUTO DINÁMICO EN EL PERÚ ANTIGUO

CHAMANISMO “PACHACUTISTA” Y EL ABSOLUTO DINÁMICO EN EL PERÚ ANTIGUO
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
 

Las huacas del Sol y de la Luna son grandes pirámides consagradas a ceremonias chamánicas. El chamán moche inicia su viaje extático ayudado por bebidas alucinógenas para venerar al Sol y a la Luna. Los altos terraplenes de las monumentales pirámides sirven para que el chamán moche logre una experiencia extática espontánea observando en una visión a los planetas y otros astros. También el espíritu de los poderosos chamanes muertos acuden para exteriorizar la vocación chamánica del chamán vivo y relacionarlo con los espíritus que lo llevan al Cielo.

Dichas huacas y sus alto relieves no se explican por fines astronómicos sino por fines mánticos y de comercio con los seres celestes, semidioses y el espíritu de los muertos. Lograr ver con ojos místicos el destino del pueblo moche era sólo uno de los elementos simbólicos centrales que hablaban de su triunfo sobre la condición de la vida profana. Dichos asentamientos fueron abandonados porque el mensaje del destino sagrado de los moches estaba cumplido. Esta interpretación chamánica es también aplicable a los geoglifos de Nazca.

Se trata de una época de auge del chamanismo en América del Sur. Época en que los chamanes obtenían el derecho divino directamente de los espíritus celestes. Dichos poderes mágicos fueron la base del apoyo de la comunidad para la edificación de pirámides monumentales. El chamán no era el sacerdote, ni el chamanismo era la religión. El chamán es el especialista en la relación con los espíritus, el dominio del fuego, el vuelo mágico, el descenso al infierno y el ascenso al Cielo. Su gran influencia se debe a que alcanza una perspectiva transtemporal, es el receptáculo del mensaje de los dioses y es un especialista en la manipulación de lo sagrado. El elemento esencial de sus sueños y sus éxtasis es el diálogo final con el Ser celestial.

Las representaciones del muro complejo de la huaca de la Luna son visiones de sueños y revelaciones chamánicas, que hablan del éxodo del espíritu sagrado de los moches desde una dimensión temporal hacia otra dimensión transtemporal. Es la revelación extática de un ascendente viaje cósmico por el vuelo mágico del chamán, con ayuda de espíritus principales y espíritus auxiliares, hacia la morada del Ser divino celeste.

Las figuras animales y de plantas del muro complejo de la huaca de la Luna son espíritus auxiliares y espíritus protectores que preparan al chamán moche para el viaje extático a los cielos o a los infiernos. Las figuras de las olas del mar es la invocanción por el chamán del ser divino o semidivino del gran Señor del Mar. Las estrellas y planetas tienen también el mismo rango. El chamán dispone de todo un panteón de seres divinos o semidivinos, espíritus auxiliares, espíritus custodios, espíritus de plantas, de animales y de astros para obtener una visión poderosa.

Una metafísica de la visión preside el éxtasis chamánico, que no es otra cosa que una muerte ritual o rebasamiento de la condición humana profana.

El éxtasis místico del chamán moche corresponde a la forma extática ancestral. La mística superior excluye la posesión del espíritu de plantas, animales, astros, semidioses, espíritus de los muertos o seres del inframundo, para consistir en la comunicación directa con el Creador o Dios Supremo. En el mundo moderno conviven ambas formas de mística y señalan el mismo rebasamiento de la condición humana profana.

La presencia de pájaros y la serpiente en el Muro complejo de la huaca de la Luna representa el don de profetizar. La serpiente y las aves son animales mágicos, receptáculo del alma de los muertos o de la epifanía de los dioses. El chamán al hablar el lenguaje de los animales en palabras incomprensibles restaura la situación paradisíaca en el albor de los tiempos antes de la catástrofe primordial, cuando el hombre podía hablar con los animales, volar, no morir, y transformarse en animal. Hablar el lenguaje secreto de los animales es lo que le permite transitar libremente en las tres zonas cósmicas: Cielo, Tierra e Infierno y obtener profecía.

Lugar muy importante en toda huaca es el lugar donde el chamán debe entrar en trance extático o debe dormir. Es en sueños la vía regia por donde llega la vida sagrada por excelencia y es donde se establecen relaciones directas con los dioses, los espíritus y las almas de los antepasados. En el sueño queda abolido el tiempo histórico y restablecido el tiempo mítico, lo que permite al chamán presenciar el comienzo del mundo, a la cosmogonía y a la teogonía primordial.

Las figuras de las líneas de Nazca representan los dioses, espíritus auxiliares y seres mágicos que ayudan al chamán en su viaje al Cielo para alcanzar la cima del mundo cósmico. Todas las figuras de la pampa de Nazca son un puente entre el Cielo y la Tierra para efectuar el rito de abolición del tiempo profano y restauración del tiempo mítico y de la época paradisíaca antaño accesible a todos los humanos.

El tema fundamental del chamanismo andino y amazónico es el mismo al del chamanismo universal ancestral, a saber, la ascensión celeste y la resurrección simbólica del hombre.

El enorme tamaño de los geoglifos de Nazca pueden estar relacionados con el poder de volar que adquieren los chamanes poderosos. El vuelo chamánico está asociado con el rito mágico de ascensión al Cielo y comunicación con los dioses. Además se atribuye visión a los espíritus del Cielo, ellos también debían ver dichas figuras desde lo alto. De ahí el enorme tamaño de los geoglifos. Sin una visión mística, iniciática y sacra es imposible comprender el mundo ancestral precolombino.

También hay que incluir el beneficio curativo del contacto con los dioses. Seres sobrenaturales descienden en la ceremonia chamánica, seguido de un dios que lleva al chamán hasta el cielo. Tras largas danzas y cantos se cae en trance, se visitan regiones del más allá, ven el alma de los muertos, a distintos espíritus, a semidioses o al ser del cielo, con el fin de recuperar la situación primordial y abolir la decadencia actual del universo.

Los geoglifos de Nazca y las huacas del Sol y la Luna, como todas las demás huacas-pirámides, no son observatorios astronómicos sino centros ceremoniales chamánicos donde se ejercita la técnica de integración mágica con el mundo de los espíritus y en donde se opera la transustancialización del chamán en un ser sobrehumano capaz de volar y ser la encarnación de un ser mítico (antepasado, animal, dios).

Al parecer entre los siglos I y siglo VIII de nuestra era en el antiguo Perú se vivió un gran apogeo del chamanismo, podemos decir que fue su edad dorada, y a esa época pertenecen la cultura Nazca y la cultura Moche, las más chamánicas que por estos lares se han conocido. Fue el tiempo de la edificación de imponentes conjuntos piramidales, se esculpió el hombre volador en la puerta de Tiahuanaco y del trazado de las líneas de Nazca.

No se puede descartar un contacto religioso entre ambas culturas y, al contrario, hay que suponerlo. Si es así entonces el clima chamánico-místico era panandino y en la cual también estaban insertas las culturas Recuay, Cajamarca, Lima, Vicus y la enigmática Tiahuanaco. Todo lo cual no sería sino la culminación de un potente proceso religioso que se retrotrae hasta tres milenios a.n.e. con las pirámides y el altar del fuego de Caral y al templo de la cultura Chavín.

El chamán moche, nazquense o tiahuanaquense es sólo un conducto místico por el cual se restablece la solidaridad cósmica entre el Cielo y la Tierra. En los tiempos míticos primordiales cada miembro del clan o la tribu podía convertirse en un modelo ejemplar, pero perdida aquella edad semejante relación íntima está reservada exclusivamente a los chamanes. En el fondo se trata de la recuperación de la condición humana cuando hombres y dioses vivían en solidaridad.

En el Muro complejo Moche de la huaca de la Luna se observa una figura humana central encerrado en una línea oval u ovoide. La alusión es tremendamente significativa porque simboliza que el fin de la experiencia mística del chamán es trascender el tiempo y el espacio para metamorfosearse en el éxtasis ascensional en un aninal-antepasado como espíritu auxiliar, trascender la condición profana y recuperar la existencia paradisíaca del tiempo mítico. Todo el simbolismo es una hierofanía, una cosmografía aérea de contacto con el mundo espiritual.

La forma oval de dicha figura central simboliza al huevo, el cual significa la idea de morir para nacer, muerte en el mundo profano y resurrección en el mundo sagrado. Cada una de los demás dibujos representan objetos mágicos que poseen un simbolismo particular y desempeñan su cometido en la preparación del viaje extático del chamán. El Muro mismo representa un microcosmos, límite mágico que separa la Tierra del infierno y del Cielo. Todo resume el itinerario y la aventura del chamán.

Sin embargo, dicho viaje tuvo su repercusión en este mundo profano porque las evidencias arqueológicas arrojan el resultado que dichas ciudades fueron abandonadas más o menos al mismo tiempo a lo largo de todo el territorio del Perú antiguo. Esto es casi como afirmar que se esperaba un gran acontecimiento cósmico que revelara el mensaje de los dioses. El tiempo se cumplió, todas estas culturas colapsaron repentinamente. Pero no se trató de un colapso sino del cumplimiento del tiempo profano y la realización de las profecías chamánicas, a saber, la unión del Cielo y la Tierra y el inicio de una nueva era. Un gran Pachacútec o cambio del mundo tuvo lugar, la horoscopía, la mántica, la magia y el oráculo así lo decían. No fue un Apocalipsis o destrucción del mundo sino un Pachacútec o reforma del mundo.

Todo indica que en el Perú precolombino las culturas regionales tempranas heredaron el Periodo arcaico Tardío (8 mil al 3 mil a.n.e) y del Periodo Formativo (1,800 a.C. al 200 d.C.) la representación del mundo en tres zonas cósmicas separadas entre sí por límites fronterizos que sólo los podía atravesar el chamán, a saber, el Infierno, la Tierra y el Cielo. Todo este largo tiempo es de especialización en la ascención extática del chamán. Huacas y chamanes eran los instrumentos para establecer contacto con el mundo de los espíritus (dioses, espíritus, demonios, antepasados, muertos, animales míticos).

Durante el Incario no se edificaron pirámides pero sí muchos templos con varias categorías de ministros religiosos, que llevan a la convicción que los chamanes no desaparecieron. Así el jesuita chachapoyano Blas Valera en su crónica "Las costumbres antiguas del Perú" enumera a los siguientes: el gran Vilahoma, religioso juez supremo, era hombre sabio o amauta que vivía en abstinencia, pobreza y soledad; los Adivinos o huatuc, agoreros célibes que entraban en trance con furor diabólico para dejar oir al oráculo; y el hechicero o humu, especialista en sacrificar animales, adivinar en sus entrañas, casados y computistas del año.

Y además de todos éstos había una enorme cantidad de indios religiosos o penitentes, llamados así por su vida anacoreta y solitaria, muchos se castraban para reverenciar mejor a sus dioses. No hay que olvidar a las Acllas o Vírgenes religiosas.

Es decir, era un mundo profundamente religioso, lleno de sentido de lo sagrado y lo místico. Pues bien, el chamán en esta clasificación se identifica con el adivino que con furor diabólico oía al oráculo. El huatuc es el especialista en el trance místico, realiza el viaje cósmico, vive la hierofanía de la vida sagrada, trasciende la condición profana, visita el mundo de los espíritus y su simbolismo está insuflado de cosmografía espiritual. A este tipo de chamanismo andino presente en las culturas evolucionadas del Perú precolombino las denomino pachacutismo chamánico o chamanismo pachacutista.

Cómo podemos caracterizar el anhelo espiritual del mundo precolombino. A este respecto es interesante la filosofía histórica de Walter Schubart, quien habla de los eones metafísicos de la historia, eones que engendran arquetipos históricos: heroico, ascético, armónico y mesiánico (Europa y el alma de Oriente, 1947). La cultura china, afirma, es armónica y predomina la contemplación del mundo, la hindú es ascética y prevalece la huída del mundo, la hebrea es mesiánica y despunta la santificación del mundo, mientras la cultura occidental es heroica y prepondera el dominio del mundo. La cultura occidental es heroica y tiene una fase gótica y otra prometeica y a éste le sobrevendrá la era del arquetipo mesiánico (amor y fraternidad). Pero para que llegue la casa ecuménica, concluye Schubart hará falta una guerra universal.

Es tentador aplicar el esquema de Schubart al desarrollo cultural del Perú antiguo y en lo cual se puede decir que la cultura precolombina es armónica como la china, con una fase ascética a partir de Caral y que se prolonga hasta Chavín; una fase armónica con los desarrollos regionales de Moches, Nazca, Tiahuanaco, Recuay, Lima; una fase, una fase heroica con los grandes estados regionales como el imperio Wari; y una fase mesiánica con el imperio incaico, la cual aspiraba a una casa ecuménica panandina. Sin embargo, todo esto puede ser una trasposición arbitraria y esquemática de una realidad más rica y compleja.  No obstante es útil, no sólo porque ofrece un criterio orientador sino porque señala el sentido metafísico de cada cultura, lo cual subsiste a pesar que la presente era de globalización económica y tecnológica-científica.

Efectivamente, ya se ha señalado que el esquema de Schubart no sólo defiende exageradamente a la cultura oriental, a la que atribuye profundidad pero le falta dinamismo, sino que además confiere al hombre de occidente un pesimismo cósmico y metafísico que le hace sentir miedo al universo. Lo cual se confirma en la presente era nihilista de la posmodernidad, donde el hombre occidental presenta un casi irremediable pesimismo metafísico y cósmico que aniquila la veneración a Dios.

Ahora bien, siempre ha habido un anhelo de interpretar racionalmente el mundo, incluso lo religioso no excluye lo filosófico que es innato al espíritu del hombre. En este sentido todas la culturas han tenido pensamiento filosófico de diversa índole: intracósmica en China, metacósmica en la India, inmortalidad en Egipto, Sumeria, Babilonia, Irán, racional en Grecia. ¿Y en el mundo precolombino? Veamos.

El hinduismo llega al absoluto por el camino insondable de la Nada, el nirvana, la desvalorización del cosmos. En cambio la China y el Occidente llegan al absoluto valorando el cosmos, los seres contingentes y finitos. Cierto que el occidente se inserta en el cosmos pero también en la nada no sólo con la teoría del salto quántico sino también con el nihilismo.

Todo esto nos lleva a la constatación de una profunda antítesis entre Oriente y Occidente. Son dos almas de distinta profundidad metafísica. El de Occidente es antropocéntrico, tiene sed de inmortalidad (ya sea sagrada o profana), asume la vida como única, y tiene sed de ser. En cambio el de oriente tiene sed de no-ser, cree en la reencarnación, aspira a la nada y es cosmocéntrico. El alma china es armónica, la hindú es ascética, la occidental heroica. Llegarán algún día a la gran síntesis. No lo sabemos. Pero si tomamos en cuenta lo señalado por Mariano Iberico (“El arte en el Perú prehispánico” en: La aparición histórica, pp. 119-131, Lima 1971) la profundidad metafísica precolombina es más vital. Según Iberico, las estilizaciones geométricas y zoomórficas del antiguo arte peruano no cantan a la muerte, como en los egipcios, sino a la vida fluyente y dinámica como en los babilonios. No es una aspiración a la inmovilidad sino a la movilidad universal. El peruano antiguo tiene una actitud, un sentido cósmico y una noción de lo Absoluto más vital y dinámica.

La cosmografía religiosa del chamanismo precolombino así lo testimonia. En la base del chamanismo está la actualización de la “Vida Total” de las realidades espirituales. Huesos y esqueletos simbolizan la regeneración de la vida. El restablecimiento de la unión entre el cielo y la tierra, entre el tiempo histórico y el tiempo primordial indican la restauración de la plenitud de la vida. El chamán al alcanzar la visión del origen supera la muerte y se retrotrae a ese momento de identificación del hombre con la fuente de la vida. De ahí que Pachacamac signifique literalmente “mundo viviente” y mitológicamente “Ordenador del mundo”, Illa teqsi wiracocha sea “divinidad suprema de la luz” y Pachacútec signifique “transformador del mundo” (Diccionario Quechua Español Simi Taqe, Gobierno Regional del Cusco), todos simbolizan una metafísica vital. Los grandes líderes del Perú antiguo empujaban a los hombres hacia la transformación del mundo, concebida como la obra de una voluntad divina: Pachacútec.

Esto lleva a sostener que la cultura precolombina no desvaloriza el cosmos como la hindú y más bien presenta maravillosos puntos de contacto con la cultura china, egipcia y la occidental. Como la china valoriza el cosmos, como la egipcia cree en la inmortalidad, como la occidental busca dominar su medio ambiente y con ello tiene ese valor de eternidad que sopla a través de los siglos. Pero en oposición a la cultura de Oriente no es estática ni quietista, sino dinámica y fluyente. De ahí que su predominancia armónica tenga rasgos peculiares: es mesiánica y busca la edificación de la casa ecuménica. Las sublimaciones metafísicas y místicas de sus clases directoras estaban presididas por el principio de la armonía de los opuestos, y no por el occidental principio de contradicción. Ese era el elemento común con el universo mitocrático de India, China y Egipto.

En una palabra, el chamanismo pachacutista del Perú antiguo se inserta en un cosmos lleno de vida, dentro de un pensamiento filosófico-religioso vitalista, todo lo cual se traduce en el afán de superar la muerte insertándose en un Absoluto dinámico.


Lima, Salamanca 24 marzo 2014