domingo, 6 de julio de 2014

LO MITOCRÁTICO Y EL HUNDIMIENTO DE DEFINICIÓN MONOCULTURAL DE FILOSOFÍA

GRECIA NO ES LA MEDIDA DE TODA FILOSOFÍA POSIBLE
Contra de la definición monocultural de Filosofía
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
 

En 1998 publiqué mi libro “Eurocentrismo  y Filosofía prehispánica” con la tesis central de que “Grecia no es la medida de toda filosofía posible”. Ni los que defendían la opinión que el pensamiento precolombino no es filosófico sino mítico-religioso, ni los que señalaban que hay que hablar de “pensamiento” en vez de filosofía o de mito, ni los que reclamaban el pensar filosófico para la racionalidad precolombina, ni los que afirmaban que existió filosofía junto al mito en una élite minoritaria que cultivó el pensamiento racional, se habían ocupado de buscar un sentido no eurocéntrico de la filosofía.

El sentido no eurocéntrico de la filosofía lo he ido deshilvanando a lo largo de los años en diferentes obras. Por tanto, aquel libro que inicia la ruta de la búsqueda ocupa un lugar incomparable en mis afanes y búsquedas. Yo creí haber alcanzado su plena formulación cuando publiqué en 2010 “Filosofía mitocrática y mitocratología”, pero el camino del saber es largo y el objetivo interminable. No obstante, luego advertí en el 2013 que la filosofía mitocrática implicaba una nueva hermenéutica y así surgió un nuevo libro, “Hermenéutica remitizante y filosofía mitocrática”.

Los filósofos que simplemente identifican “mito” y “filosofía” los llamo “nativistas. Estos no esclarecían cómo entender a la filosofía de un modo no occidental. E ingenuamente repetían la definición occidental de la filosofía como un saber racional, radical y sin supuestos.  Pero el punto era proponer un modo de entender la filosofía no occidental a partir de una nueva categoría, a saber, lo “mitocrático.
 
 A partir de esta categoría aportada sería problemático atenerse solamente a un solo sentido de la filosofía como la única válida. Con la categoría de lo “mitocrático” la perspectiva eurocéntrica afronta un golpe mortal, la definición occidental monocultural de la filosofía, que identifica la filosofía con la filosofía occidental (racional, metódica y separada de la religión) está desde ahora seriamente cuestionada. Pues la filosofía precolombina no es simplemente weltanschaunng, es una forma distinta de ejercer el pensamiento en términos no teóricos y sí, más bien, intuitivos, poéticos, simbólicos, mánticos y metafóricos.

La idea central del debate es que “Grecia no es la medida de toda filosofía posible”. Y con ello queda claro las tres posiciones que se asumen al respecto, como son:
  • la eurocéntrica, que expresa que lo filosófico es un producto cultural griego y occidental;
  • la nativista, que meramente identifica la filosofía con el mito; y
  • la mitocrática, que explica que lo filosófico se presenta en dos formas, a saber, como saber teórico y como saber de lo sagrado.

En aquel año 1998 se publicaba el libro “La Filosofía andina” del alemán Josef Estermann, lo que vino a incrementar el interés por el tema. En un primer momento parecía que mi posición con la de Estermann eran similares, pero tras una ardorosa discusión en el año 2005 en un seminario de investigación sobre el pensamiento andino, en la Universidad Ricardo Palma, se analizó el libro del autor alemán radicado en Ecuador, quedando claro que mientras Estermann identifica la filosofía andina con la cosmovisión y la metafísica vital del runa común, por mi parte dicha cosmovisión es parte de la filosofía prehispánica que era manejada por la élite de los Amautas.

Mi postura es el desarrollo de la asumida por Karl Jaspers cuando expresaba contra Heidegger que “desde el comienzo de la historia la filosofía es indispensable al hombre, está en los dichos, los refranes, los apotegmas, las convicciones, las creencias y los mitos” (Los grandes filósofos, 1956). Yo sólo añado que la filosofía es inseparable del ser humano  y  que  por consiguiente está presente en las distintas mentalidades de su desarrollo histórico. Primero, en la Edad de Piedra como logos empiriocrático, segundo en la Edad Neolítica como logos mítico o participativo, y tercero como logos conceptual a partir de los griegos.

De manera que de poco sirven las comparaciones de la filosofía inca con el pensamiento oriental, antes que con el Griego post socrático, como lo hizo en un primer momento Mejía Huamán en 1992. Tampoco de casi nada vale aludir que sin existir el término “filósofo” ni “filosofía”, hubieron los términos Kaq (ser), Hap´iq (sustancia) y Cheqaq (verdad), como indicios fuertes que existió el pensar filosófico, si antes no se discute el significado propio del filosofar  y su nuevo sentido no occidental. Mejía al no arribar a una visión intercultural, encalló desde 1997 en el eurocentrismo filosófico y en la dictadura de la cosmovisión.
 
Voces solitarias y contrarias al eurocentrismo dominante desde una postura nativista reclamaban el pensar filosófico para la racionalidad precolombina, aludiendo que se encontraba dicha filosofía en las cosmogonías. De esta opinión eran Víctor Mazzi con su trabajo de 1994 Presentación de Juan Yumpa y Víctor Díaz Guzmán con su libro de 1998 Filosofía y ciencia en el antiguo Perú.  Pero ninguno de ellos había abordado el problema que estaba subyacente en el debate, a saber, ¿qué se debe entender por filosofía? Sin dar respuesta cabal a tal interrogante, la posición nativista no superaba la definición occidental de la filosofía y daba la impresión de escamotear una dilucidación desde la raíz.

Sostener que:
- existió filosofía junto al mito en una élite minoritaria que cultivó el pensamiento racional,
- el quehacer filosófico es universal y no privativo de Grecia,
- poseían conceptos abstractos-intuitivos en todos los terrenos del conocimiento, antes que los concretos abstractos generales,
- se trató de una filosofía simbólico-sacral y sí tuvieron escritura,
Decimos que de poco sirven estas afirmaciones si los argumentos no van acompañados de una respuesta al problema de cómo entender a la filosofía de un modo no occidental.

Una hermenéutica remitizante permite abordar la naturaleza misma de la filosofía como “necesidad radical, que surge de la angustia del existir”. En este sentido la filosofía en la era del mito o del hombre ancestral se configura en un afán de trascender la condición humana para unirse con lo absoluto por medios mántico-poético y religiosos. Lo cual remite a la estructura ontológica del ser humano.

De poco sirve repetir la definición occidental de la filosofía como un saber racional, radical y sin supuestos. Pues las cosmogonías no son un saber sin supuestos. Por eso, es necesario definir distintamente a la filosofía sin los parámetros griegos. La filosofía mitocrática prehispánica no suponía vivir con el uso de la pura inteligencia, ni con el predominio del principio de identidad, tan  caro  en  los  griegos  y en Occidente, gracias a Aristóteles, sino que involucraba a la intuición y la armonía de los contrarios.

En realidad es en mi libro “La metafísica de la luz en el inca Garcilaso”, donde vislumbré la categoría extraída del post-estructuralismo, como es el concepto de “filosofía mitocrática”. Como sabemos, Bataille, Derrida y Foucault llevaron adelante la crítica del logocentrismo o el imperio del concepto en la cultura occidental. Aquí aprovechamos esta idea para reformularla en sentido positivo al proponer la existencia de una filosofía “mitocrática” distinta a la occidental, no regida por el principio de identidad, unida a la religión y al mito, o más bien éstas unidas a esta otra forma de filosofar.

La primera sistematización descriptiva de esta otra forma de filosofar no occidental la intentaré en mi libro “Los amautas filósofos”, donde subrayo que la filosofía occidental no es el susodicho saber sin supuestos, porque en su base está el supuesto de que la razón es autónoma y humana. Este giro antropológico de raíz griega derivará con los siglos en el predominio antropolátrico de la modernidad, asunto derivado que pertenece a otra problemática y que lo abordó “El imperio posmoderno del hombre anético” (2004).

Entonces, cómo entender a la filosofía a partir de su categoría de lo “mitocrático”. Intentaremos una explicación. En primer lugar, afirmo que por su forma la filosofía es un término de origen griego y por tanto no es por definición un término transcultural, pero por su contenido es un ejercicio universal del espíritu humano. Esto es, que la existencia de la palabra “filosofía” no define su presencia real en culturas distintas a la occidental que carecieron de dicho término. De lo innecesario de empeñarse en buscar términos homeomórficos como Panikkar.

La palabra griega no es sino una de las formas singulares –en este caso occidental- de entender y llamar al ejercicio peculiar de esta forma de pensamiento, pero no es la única. En este sentido, denominar simplemente “pensamiento” a un filosofar no occidental, no sólo no resuelve el problema sino que lo estanca, porque deja en la indefinición esencial lo que se debe entender por filosofía.

Entonces ¿qué es filosofía?  Para dar cabal respuesta a esta interrogante hay que proponer una visión no unívoca sino multívoca de entender lo filosófico. Las respuestas radicales que surgen de la angustia del existir no tienen que ser únicamente expresadas como un saber racional autónomo, así lo fue en Grecia, pero no tiene que surgir necesariamente de este modo en otros orbes culturales. La filosofía entendida como creación original del espíritu humano es propia de los griegos y se basa en una antropología del hombre como “ser racional”, y a esta forma de filosofar se la denomina sentido logocrático de Occidente, la cual convierte a la razón teórica en base del pensar filosófico.
 
Pero, también cabe entender a la filosofía como iluminación divina del espíritu humano, como logos participativo y analógico, propia de las culturas orientales y altas culturas premodernas ancestrales, basada en una antropología teológica del hombre como “criatura caída” o “separada de lo divino”, donde el saber recae en una élite privilegiada y cuya forma de filosofar se la denomina sentido mitocrático no occidental, la cual convierte lo teológico en base del pensar filosófico.

En consecuencia, la esencia de la filosofía es universal, es innato al hombre, aunque sus formas de denominarla puedan variar, e incluso no existir nominalmente aunque en la práctica esté presente. Y la filosofía no es sólo el saber racional autónomo, sino que también se presenta, en la China, India, Meso América y Sudamérica, como un pensar unido a la tradición religiosa. Pero aquí cabe añadir un matiz.

No se trata de estar confundiendo, con la categoría de lo “mitocrático”, a la religión y al mito con la filosofía, sino que aquellas no escapan a la filosofía entendida como respuesta intelectual humana ante la angustia del existir. Claro que lo intelectual es comprendido como abarcando a la intuición y no sólo a la razón, lo intelectual es más amplio que lo racional. Por ello, la filosofía es indispensable al hombre, como decía Jaspers, y está presente en todas partes desde el comienzo de la historia. El Intelecto puede aquí ser entendido como sinónimo de logos y bifurcándose en logos conceptual y logos participativo.

La categoría de lo mitocrático vuelve problemático atenerse solamente a un solo sentido de la filosofía como la única válida. Por el contrario, será necesario tener en cuenta una visión multívoca de la filosofía capaz de explicar el pensar radical del hombre en todas las culturas. Con la categoría de lo “mitocrático” la perspectiva eurocéntrica afronta un serio cuestionamiento, identificar la filosofía con la filosofía occidental (racional, metódica y separada de la religión) y con el logos de ratio será arduamente problemático.

La visión intercultural de Estermann y Panikkar, tiene el mérito de rescatar el carácter universal del quehacer filosófico y echarse a buscar los equivalentes homeomórficos en cada cultura. No obstante, el gran inconveniente es interpretar este tipo de filosofía como weltanschaunng o visión del mundo. Y en esta confusión cae también Estermann.

Con ello rebajan este quehacer filosófico a un nivel pre-conceptual,  vital  y  mítico,  y  además  copian  del  pensar occidental una forma de entender el saber humano. La filosofía precolombina no es weltanschaunng es simplemente una forma disímil de ejercer el pensamiento en términos no teóricos y sí, más bien, intuitivos, mánticos, religiosos, simbólicos y de unión con el Absoluto.

Es forzoso revalorar al filósofo mexicano Miguel León Portilla y su trabajo sobre la filosofía de los nahuas. La gran riqueza de los mexicanos es el de poder contar con fuentes directas, en cambio nuestro gran infortunio es que nuestra cultura  sufrió una masiva destrucción de quipus y quipucamayos durante la extirpación de idolatrías y el gran saqueo de obras de arte en oro y plata durante la conquista española, esto prácticamente destruyó todo vestigio arqueológico que pudiese dar cuenta de alguna fuente directa sobre la filosofía andina. Salvo los mitos, un feliz hallazgo de un quipu y su respectivo desciframiento podrán reafirmar las teorías filosóficas sobre lo mitocrático.

Al margen de ello, la consistencia teórica de lo mitocrático es plenamente coherente. De manera que no cabe proceder como empírico-cientista probando a cada paso lo que se afirma, sino hay que desplegar las alas de la intuición y de la razón para avizorar nuevos horizontes.


Lima, Salamanca 6 de Agosto 2014