miércoles, 27 de agosto de 2014

COSMOLOGÍA DEL NEUTROVACÍO Y MISTICISMO
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
 
Al llegar al final de este libro quizá el lector se pregunte por la relación de la extraña idea del neutrovacío con las experiencias místicas. Y efectivamente es posible trazar un paralelo no sólo con la mística primitiva, sino también con la mística precristiana y la mística cristiana.
El neutrovacío es, según la teoría cosmológica planteada, aquel estado potencial de la materia que hace posible el espacio, el tiempo, la materia y la antimateria. Es decir, nos retrotrae al momento en que el universo aun no es y está a punto de ser. En lenguaje teológico no es el creador, estaría antes de la creación y es aquello con lo que se hace lo creado.
En estos términos se puede establecer una visión parecida en la tradición mística universal. Así, por ejemplo, en la mística primitiva del chamanismo, como nos ha demostrado excelentemente Mircea Eliade, basada en poderes paranormales se trata de revelar lo sagrado y lo transhistórico mediante una muerte extática que permite descender a los infiernos y ascender a los cielos. Esto es, el éxtasis del chamán a lo más que llega es al comienzo del cosmos, al universo invisible, a la visión del paraíso, pero no va más allá del cosmos, no va antes de la creación, sino que se queda en ella. Su visión es una extática poesía universal del acercamiento y del alejamiento respecto al Ser Supremo. Su visión retrocede al in illo tempore de la humanidad arcaica antes de la caída cuando estaba unida a los dioses, pero no trasciende la creación. El chamán en sus técnicas de meditación metafísica viaja por el cosmos pero no sale de él. En cambio el yogui saldrá del cosmos.
En el hinduismo con el Brahman y el atman, y en el budismo con el “Buda eterno” se da una genuina comunión del hombre con lo impersonal de la divinidad. Se trata en ambos casos de una unión por absorción donde el hombre alcanza la inmortalidad o el fin del sufrimiento cuando se hace uno con el yo universal o cuando por el óctuple sendero accede en perfecta serenidad al nirvana. Según una escuela budista la realidad última es el Vacío, el Sunya, sobre el que no se puede afirmar nada y sólo es posible alcanzar por experiencia mística. Según otra escuela, la realidad última es la Talidad, que no es ni existencia ni no existencia, ni cualquiera de los opuestos, y es, más bien, la realidad suprema. El Buda eterno no es la persona histórica de Buda, sino la naturaleza búdica, el dharmakaya, es decir el Absoluto que está más allá de todo pensamiento y percepción. Mientras que en el hinduismo la realidad verdadera es el Brahman, que forma una unidad entre el yo personal y el Absoluto, y donde el mundo exterior es un velo engañador que oculta la realidad verdadera.
En este contexto asombra el parecido de la idea cosmológica del neutrovacío con el Nirvana y la Talidad del budismo, más que con el Brahman del hinduismo, porque si bien está más allá de los opuestos no obstante no niega el sentido real de la historia ni del mundo material. El neutrovacío no se adscribe al velo de maya. La idea cosmológica del neutrovacío guarda relación con la inmersión en lo Uno, más allá de toda dualidad, tanto del hinduismo y del budismo, pero sin negar la realidad del mundo material ni la individualidad personal.
Ahora si nos remitimos al neoplatonismo y su misticismo, que guarda una relación con el hinduismo, y busca liberar al alma de su cárcel material para disfrutar permanentemente de su visión de la unidad con el Uno, que es trascendente, completamente incomprensible, está más allá de la esencia y la existencia y que genera el cosmos por una serie de eones, se puede apreciar la visión de un primer principio del ser que trasciende todas las categorías del pensamiento humano, el cual, no obstante, lo llega a captar por éxtasis. En el neoplatonismo debajo del Uno está el Nous o la inteligencia, espíritu o mente; el cual engendra la Psykhe o Alma del mundo; esta Alma del mundo es responsable de la existencia de nuestro cosmos y de las almas individuales humanas. Es decir, para un neoplatónico, suponiendo que lo hubiera actualmente, como efectivamente los hay en el gnosticismo, el neutrovacío ya fue entrevisto en el Alma del mundo.
Otra cosa son las visiones místicas que presentan las tres grandes religiones monoteístas, el judaísmo, el islamismo y el cristianismo. Judaísmo e islamismo subrayan por igual la más absoluta trascendencia de Dios, pero el primero se diferencia por haber descubierto la presencia interior de Dios en el alma humana. Mientras que el cristianismo se distingue por tener como base a la encarnación. Cristo es el Verbo y la unidad del Logos con Jesucristo es indisociable junto a la unicidad salvífica de Cristo y de su Iglesia. Esta postura dentro de la Iglesia se conoce como paradigma del cristocentrismo inclusivo para evitar el relativismo religioso que implica el teocentrismo y para salvar la espiritualidad y recuperar al mundo de la oscura y nihilista secularización.
Pues bien, en Proverbios –cuya redacción definitiva es probablemente del siglo IV antes de Cristo- se presenta a la sabiduría no como algo abstracto, sino casi como a una persona, como si fuere una especie de eslabón entre Dios trascendente y sus criaturas. Es el famoso capítulo octavo: “Diome Yahveh el ser en el principio de sus caminos…Antes que los abismos, fui engendrada yo…Cuando fundó los cielos allí estaba yo…Estaba yo con Él como arquitecto…”. Esa función de la sabiduría aparece todavía más clara en el libro que lleva su nombre –probablemente escrito por un judío de Alejandría del siglo II antes de Cristo-:”más ágil que todo cuanto se mueve…porque es un hálito del poder divino y una emanación pura de la gloria de Dios omnipotente…el espejo sin mancha del actuar de Dios, imagen de su bondad” (7, 24-26). Pero en el Antiguo Testamento junto a la Sabiduría y a la Palabra divina se menciona al Espíritu. En Ezequiel aparece dos veces y se le llama “el Espíritu Santo” (50, 3).
Como sabemos resulta contraria a la fe cristiana establecer cualquier separación entre el Verbo y Jesucristo, el cual es el Verbo encarnado, una sola persona e inseparable. Si para Filón, la Palabra, el Logos de Dios, era un ser inferior al mismo Dios; en san Juan, por el contrario, “La Palabra era Dios. Él estaba al principio en Dios… Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (1, 1s. 14). Esta revelación del cristianismo fue en su tiempo tan revolucionaria que fue calificada de “locura” por los griegos y de “escándalo” por los judíos. Todas las religiones aspiraban a unirse con lo divino, pero nunca se pensó que el mismo Dios se pudiera unir al hombre. Pero lo que era más “escandaloso” para los judíos consistía que el misterioso Logos-Dios se hubiera hecho hombre. La respuesta lo da el propio Juan al explicar que el amor divino es lo suficientemente poderoso como para salvar la infinita distancia que existe entre el creador y las criaturas: “Tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo.”
Por lo cual sería descabellado establecer un paralelo entre el Verbo y el neutrovacío, ésta última aparece como una “Superfuerza” que da ocasión para existir a las fuerzas fundamentales de la naturaleza, pero una fuerza inconsciente y ciega de la naturaleza jamás será superior a una persona y Cristo es una naturaleza personal, a la vez humana y divina. El Hijo o el Verbo (Logos) en el prólogo de san Juan, aparece estrechamente relacionado con la creación del mundo, porque “todas las cosas fueron hechas por él”. Pero no es contrario a la fe cristiana pensar que aquel que “da el ser antes de los abismos” pueda crear algo como el neutrovacío para generar el universo. Al contrario, deja mucho lugar para ello. No hay obstáculo para pensar que creó el neutrovacío para “fundar los cielos”. Porque si Dios es, es omnipresente y omnipotente y así se lee en Jeremías: “¿Soy yo, por ventura, Dios sólo de cerca?... ¿No lo soy también de lejos?... ¿No lleno yo los cielos y la tierra?” (23-23 ss.). Y sólo así se puede comprender la magnífica visión inaugural de Isaías, el señor sentado en un elevado trono rodeado por serafines que cantaban “Santo, santo, santo, Señor Dios de los ejércitos, toda la tierra está llena de su gloria” (6.1), como experiencia auténtica de la trascendencia e inmanencia de Dios. En cambio en el otro extremo se halla la mística de la India, que considera al mundo como una completa ilusión y pretende huir de él hacia un misterioso nirvana. Tampoco el Mahoma preexistente de la mística islámica, ni el Carro o el Shekhinah de la mística judía, entra en el mundo del hombre como un ser humano. Mientras el cristianismo deja intacta la frontera entre lo humano y lo divino, tratándose de una identificación moral, de una unidad de fe y amor; en cambio, en la mística de la India se borra la diferencia entre lo humano y lo divino, porque el hombre es realmente de la misma substancia del Brahman, es un identidad metafísica.
Como vemos el pensamiento místico, tanto primitivo como superior, ha ofrecido ideas que van antes de la creación del cosmos, la materia, el mundo, los cielos y la tierra. Y por eso no es extraño que la ciencia moderna cuando, a través de la investigación fundamental, se adentra en los misterios de la materia, la energía y del universo se vuelva a plantear los impenetrables misterios de la religión. Especialmente en el cristianismo hay un simbolismo muy significativo, el cual consiste en que cuando Dios, que es espíritu, se hizo hombre, santificó las cosas materiales. Es lo que alude san Pablo en su carta a los Filipenses cuando escribe que Cristo “se anonadó” (2, 7). Es decir, el mundo de la materia lejos de encarnar el mal y ser lo opuesto a lo divino, cuando está santificado y es empleado sacramentalmente es camino hacia Dios. Ya Jesús le habla a la mujer samaritana del “agua viva” y se refiere al agua bautismal como “una fuente que salte hasta la vida eterna”. Si el Verbo hecho carne habló de las potencialidades espirituales del mundo material, no es muy difícil pensar que todas las cosas que fueron hechas por el Logos ya tenían algo de espiritual. De modo similar el neutrovacío, derivado de una matemática vectorial, impone el desafío de imaginar un estado potencial y no actual de la materia, más allá de lo existente y no existente, antes del tiempo y del espacio, y que dio lugar a universos de materia y  antimateria. Así, es comprensible que sobre los problemas últimos del cosmos, la ciencia, la filosofía y la teología se reencuentran de modo inevitable y, a la vez, fecundo. Y la teoría cosmológica del neutrovacío tiene la virtud de volverlo hacer.
A partir de esto afirmo que la idea del neutrovacío está más inspirada en el monoteísmo judeocristiano, porque si bien está más allá de este mundo espacial y material, sin embargo no está más allá del Creador, ni se identifica con él, y más bien hace posible al mundo material y lo explica. Es casi un puente de orden natural entre la absoluta trascendencia de Dios y su lado inmanente. Es por eso que atribuyo raíces cristianas a la idea científica del neutrovacío. No es casual que se formule dentro de un contexto cultural y religioso dominado por la tradición cristiana. Lo cual, además, indica las bases religiosas que subyacen detrás de las formulaciones científicas. Es más, las revoluciones científicas tienen un trasfondo religioso, que no siempre está en auge y puede presentar también un rostro decadente.
Por su parte, para el monismo materialista que excluye la solución trascendente del origen del universo se le presentan tres soluciones filosóficas: la del azar, la de la necesidad y lo contingente. Si el mundo es el reino del cambio, lo fugaz y transitorio, entonces todo se debe al azar. Esta sería la solución heracliteana del puro devenir. La dificultad es aquí explicar la formación de estructuras complejas altamente organizadas que parecen obedecer a un fin nada azaroso. Si el mundo es el reino de lo permanente, idéntico y lo uno, entonces todo se debe a la necesidad. Esta sería la solución parmenídea del ser inmutable. La dificultad aquí estriba en el hecho de la existencia de la libertad y lo no determinado causalmente. Si el mundo es el reino de lo contingente, de lo posible y de lo que puede suceder, entonces es el reino del compromiso entre el azar y la necesidad. Esta es la solución democriteana de que el cosmos no está completamente predeterminado ni es contingencia absoluta. La dificultad aquí radica en que el compromiso entre el azar y la necesidad difícilmente puede dar cuenta de la presencia de leyes y tendencias generales permanentes en las estructuras organizadas. Por lo cual persiste la pregunta sobre por qué tuvo que nacer el universo. Es decir, cuál es su propósito para existir. Recientemente el físico y cosmólogo británico Stephen Hawking ha propuesto una teoría de la creación del universo donde el cosmos se originó a partir de un agujero negro infinitesimal pequeño y denso, donde no existía tiempo, espacio, materia y energía. Y razona que no existe un Creador porque no hay un tiempo antes del Big Bang en el que el creador pudiera crear. Preguntar por dios es como preguntar por el borde la tierra, sencillamente no lo hay porque es esférica. Esta explicación de Hawking tampoco rebasa las dificultades intrínsecas a la solución democriteana, porque inscribiéndose dentro de la solución temporalista e inmanentista de las filosofías contemporáneas no distingue entre temporalidad y eternidad.  Además, no se explica de dónde salió el agujero negro infinitesimalmente pequeño y denso. Si tiene origen es limitado, entonces alguien o algo lo causó y con qué fin. Si no tiene origen es incausado, y si es incausado es no sólo infinito sino eterno. Si es eterno remite al ámbito de la eternidad y da pie a suponer que no es lo único que pueda agotar dicha eternidad. Es más, si dicho agujero negro actúa como fuerza inconsciente, nada impide afirmar que se derive de una voluntad suprema. Con o sin origen dicho agujero negro sería un ente cuyo ser no depende de sí mismo y le viene desde fuera. Es decir, el ateísmo es insuficiente.
Frente a estas posturas la teoría cosmológica del neutrovacío no adopta una postura atea ni un materialismo naturalista cerrado (como es el caso de la tradición positivista), dejando abierta la posibilidad de un Creador providente y omnipresente. Ya hemos dicho que Álvarez Vita se atiene a un prudente agnosticismo moderado. Como Popper él no tiene inconveniente de asumir que la metafísica no es científica, pero no tanto porque sea irrefutable sino porque no restringe el criterio de verdad a lo fenoménico y admite lo nouménico. En este sentido, la metafísica es en realidad otro modo legítimo de conocimiento de la realidad. Incluso no tendría inconveniente para admitir que junto a las ciencias formales y las ciencias factuales está la ciencia metafísica. Lo cual tiene una implicancia de primer orden, porque supone que en la explicación científica de la naturaleza es posible recurrir a un principio espiritual. Es más, se puede asentir que así como el mundo material es conocido a través de los sentidos corporales (incluida la tecnología), el mundo espiritual es conocido a través de los sentidos del alma. Orígenes fue el primero en enseñar que, si el cuerpo tiene cinco sentidos, también los tiene el alma. Pero no hay que confundir los sentidos espirituales del alma (ver ángeles, oír voces, gustar el pan vivo, palpar al Verbo y oler la fragancia del Verbo) con el sentido divino del alma (sentir e inteligir que el alma humana tiene semejanza con Dios). Además, el total desarrollo de ,los sentidos del alma entra en la perfección de la vida mística. Dicho de otra manera, el conocimiento del cosmos no se agota en el ejercicio de los sentidos corporales porque también implica los sentidos espirituales y místicos.
Es decir, no tiene sentido reducir al final todo a la materia única, violentando la realidad del espíritu. Esta reducción de lo superior a lo inferior es lo que ya habían rechazado tanto Teilhard de Chardin como Nicolai Hartmann. Incluso el propio Marx no concibe a la naturaleza independientemente del hombre o sea del espíritu. La acentuación unilateral del materialismo y naturalismo es obra de Engels, que estuvo más influido por las teorías científicas mecanicistas del siglo diecinueve.
De manera que si “espíritu” es sinónimo de “finalidad”, entonces admitir que lo superior no es reducible a lo inferior implica que la realidad inferior de la materia obedece a la finalidad superior del espíritu. De qué espíritu. A nivel cósmico no puede ser otro que del “espíritu de Dios”. Con lo cual planteamos nuevamente la prueba teleológica de la existencia de Dios y con lo cual se explica la existencia de la trama estructurada del universo millones de millones años antes de que existiese el hombre. Es decir, en el mundo natural no hay estructuración de una materialidad pura que no esté atravesada por una finalidad superior de carácter espiritual. Finalidad, por lo demás, que no sólo involucra a la materia sino también al alma humana. ¿De dónde podría venir esta finalidad superior si no es, sino, de un ser omnipresente y omnipotente; es decir, Dios? Nuestro tiempo descreído, de afloramiento del misticismo gnóstico y de pérdida de fe incluso en la realidad humana, se inclina a creer en seres alienígenas superiores capaces de dar sentido al universo. Incluso las iglesias se preparan alegremente para dar bautismo a los seres de otros mundos. Sin embargo, lo que se hace es trasladar el problema a un contexto meramente hipotético sin afrontar una real solución. Pues, de haber dichos seres también su entidad deben su ser al origen mismo del ser que es Dios.
Lo verdaderamente sorprendente del neutrovacío es que sus postulados nos lleven hacia un universo infinito pero limitado, en vez del modelo estándar del universo finito pero ilimitado. Infinito porque similar al modelo de Fred Hoyle el universo se concibe como una creación continua de materia y antimateria, y limitado porque tuvo un comienzo y tendrá un final. Esto es, el modelo del neutrovacío no coincide con la amplísima variedad de modelos del universo en  una cosa, a saber, el universo no está en equilibrio. En el sentido que no existe la asimetría de materia y antimateria. Pero revela algo más importante, si la ciencia nos hace ver lo invisible no viéndolo, con cuánta más razón la religión y la metafísica nos lleva hacia lo infinitamente trascendente que sólo se puede expresar con paradojas. Efectivamente, en el conocimiento humano mismo se opera un acto sacramental, porque el hombre experimenta en la relación cognoscitiva que hay algo semejante entre él y el mundo, esto es, su condición de criaturas. Pero sobretodo experimenta que forma parte de un cuerpo eucarístico que lo asemeja al mismo Creador. Bien decía Gregorio de Nisa en sus sermones sobre el Cantar de los Cantares: “Ni el cielo fue creado a imagen de Dios, ni la luna, ni el sol, ni la belleza de las estrellas, ni cualquiera otra de las cosas que aparecen en la creación. Solamente tú has sido hecha la imagen de la naturaleza que está sobre toda inteligencia, la semejanza de la belleza imperecedera.” Por esta razón el hombre es capaz de encontrarse con Dios a través de la virtud y la fe.
De manera que el neutrovacío al mismo tiempo que nos adentra en los enigmas del universo, también nos conduce por el camino que indaga por la divina grandeza y misterio de Dios. Es paradójico cómo a través de la virtud y la fe se puede ir más allá del misterio del cosmos. Como si el orden de la naturaleza sólo fuera la premisa de un orden superior de índole ético-religioso. “Ver lo invisible no viéndolo” en la razón y en la fe, son indispensables al hombre para llevar una vida más humana, llena de sentido y fin preternatural. Y ésta es la gran paradoja del conocimiento humano, que el deseo de conocer y amar se satisface por el mismo hecho de quedar insatisfecho. No sólo el mundo material, sino también el mundo espiritual embriagan con su presencia, es un éxtasis que coloca al alma más allá de los sentidos corporales y todo se convierte en un espejo que refleja la belleza divina. Y esto se puede constatar no sólo con la fe sino también a través de la razón. Con mucha justicia Platón y Aristóteles son considerados como los fundadores de la teología natural, por haber demostrado que por la razón natural se puede llegar al dios-idea de la metafísica, distinto al Dios-vivo de la fe. De modo que el ateo que hace uso de su razón no llega a Dios por defecto de su propia razón, sino porque ésta se encuentra trabada por el pecado de la soberbia, orgullo y vanagloria. Los filósofos griegos demostraron que la razón natural llega a Dios sin inconveniente alguno y los filósofos cristianos demostraron que es el pecado lo que impide al hombre unirse con Dios. Pues el hombre viene al mundo –como todas las cosas- con el perfume de Dios, pero es la única criatura que por estar herido por la saeta del amor divino desea volver a Él. Pero la mente humana cuando se dispone ante Dios parpadea frente a la luz divina. Dicha visión beatífica tiene sus grados, va desde la inocente y amorosa mirada del crío de pecho a su madre, pasa por el ojo sensible que recorre el mundo de las cosas, hasta llegar al punto más elevado del espíritu como es el ojo del alma, donde ya no es el hombre el que ilumina sino que es iluminado por una resplandeciente luz incircunscrita que arrebata el alma en el rocío de una inmensa fuente de verdad.  De modo que el hombre va ascendiendo desde la captación de lo invisible en lo visible de la naturaleza hasta la captación de lo visible en la invisible divinidad. Conocer es presentir la cosa oculta, se trata de un tacto espiritual que eleva lo intelectual a verdaderas profundidades siempre veladas y que sólo se dejan atisbar.

Por otro lado, por relacionarse con la problemática del neutrovacío y porque enriquece la comprensión de la teoría cosmológica voy a reproducir la participación que tuvo Giorgio Piacenza en el Foro “La Serpiente de Oro”, en el mes de agosto del 2014, sobre el tema: “Restableciendo la existencia de Dios”, y a continuación mi intervención.

FORO “RESTABLECIENDO EXISTENCIA DE DIOS”

“HACIA LA RE-INCLUSIÓN DE LA EXISTENCIA
DE DIOS EN EL DISCURSO CIENTÍFICO Y RACIONAL”
Por
Giorgio Piacenza
Sociólogo y filósofo
“La existencia de Dios o de una forma de ser metafísicamente anterior a la física (incluyendo a la física cuántica) es una propuesta razonable y necesaria e inclusive válida para una cosmología científica seria, aun con teorías tales como la de la inflación 'eterna', teorías cíclicas, teorías de múltiples universos, universos que chocan generando otros universos y otras teorías relacionadas al Principio de Incertidumbre y a fluctuaciones cuánticas. Esto en parte se debe a que la demostración que no puede existir un pasado físico que se extienda hacia el infinito es hoy en día muy coherente en cosmología. Sin embargo, esta idea no se reproduce suficientemente en el medio social-científico y en la educación popular quizás debido a serios prejuicios y a una resistencia sicológica, política y cultural a cambios paradigmáticos, algo que en realidad es "a-científico". 

Véase el modelo de Vilenkin, Borde y Guth (sí Alan Guth, uno de los padres de la teoría de inflación cosmológica). Debería existir un "borde" o situación "límite" en el espacio-tiempo, sea que solo exista un universo o múltiples universos.

Sin embargo pienso que esta situación "límite" no es necesariamente una singularidad en el sentido de algo físicamente infinita o infinitamente densa. La singularidad podría ser un tipo de comienzo en la indefinición del espacio-tiempo.  Además (según Aristóteles y el propio matemático David Hilbert –y por favor leer sobre el "Hotel de Hilbert" sobre este asunto) no podrían existir infinitos físicos actuales sino solo potenciales, conceptuales, matemáticos. Lo trascendente a espacio-tiempo materia-energía debería existir como una situación metafísica anterior (no en el tiempo sino ...metafísica y necesariamente).

Si físicamente hablando ni el universo (o quizás un multiverso) pueden existir extendiéndose hacia un pasado de infinita y constante generación tendríamos en última instancia manifestaciones dependientes de un ente menos contingente que lo físico. Lo rescatable a partir de algunos significativos estudios cosmológicos - que se detallarán un poco más a continuación - es que el universo y/o multiverso requeriría un comienzo y no serían parte de interminables comienzos en la eternidad aunque se postulen como determinados por las fluctuaciones de un vacío cuántico sin comienzo ni fin. La pregunta también podría llevarnos a intentar determinar si el ente pre-físico del cual dependería nuestro universo sería de naturaleza matemática y/o en un sentido más profundo que el matemático en ultima instancia metafísicamente anterior a lo matemático y completamente indeterminado.

Podría existir un nivel metafísico superior necesario para la existencia del ámbito espacio-temporal físico (como el universo de información propuesto por Vlatko Vedral, profesor de teoría de Información Cuántica de la Universidad de Oxford o el tipo de multiverso matemático propuesto por Max Tegmark, cosmólogo del Massachusetts Institute of Technology) pero – a mi entender - tampoco estos en última instancia podrían coherentemente existir por sí mismos, solo el Ser Absoluto y que necesariamente debe existir por sí mismo sería el fundamento de la secuencia. Deberíamos intentar llevar la lógica y la indagación a sus límites para desarrollar aún más los límites del pensamiento racional moderno y posmoderno científico aun cuando esta ampliación requiera un nuevo reconocimiento de la metafísica. Esto no sería un retorno a creencias imaginarias sin verdadero sustento, sino un movimiento intelectual de integración post dicotómico claramente necesario para una integración superior entre física y metafísica. Esto sería necesario para superar la superficialidad y el relativismo que nos aquejan en la posmodernidad cuando deberíamos hallar principios inteligibles y de convivencia más inclusivos de consecuencias éticas integrativas.

Según Alexander Vilenkin, profesor de física y director del Instituto de Cosmología de Tufts University y autor de Many Worlds in One: The Search for Other Universes, las teorías de inflación eterna son geodésicamente incompletas. Además, los universos cíclicos no serían posibles hacia un pasado infinito porque en pocos ciclos acumularían más entropía de la que observamos. Estos universos pronto llevarían a la muerte térmica. Y finalmente los universos oscilantes y asintóticamente estáticos sufrirían de inestabilidades cuánticas.

El artículo científico de Vilenkin, Guth y Borde titulado “Inflationary Spacetimes are not Past-Complete” nos informa sobre algunos conceptos iniciales sobre porqué los modelos inflacionarios requieren un tipo de física distinta a la inflacionaria para explicar un límite en el pasado para explicar la inflación de una región del espacio-tiempo. El link puede hallarse en http://arxiv.org/abs/gr-qc/0110012 y en Phys.Rev.Lett. 90 (2003) 151301

También podemos hallar una presentación video grabada de Vilenkin en  https://www.youtube.com/watch?v=NXCQelhKJ7A

El universo y/o los universos tendrían un origen finito; tendrían un comienzo y quizás un comienzo absoluto en el sentido que no se podría decir que existían físicamente ni siquiera en relación a un vacío cuántico pluripotencial que también en última instancia sería una entidad contingente.

Interpretaciones importantes de la mecánica cuántica han reconectado al observador con lo observado y según la Holografía Cuántica la información y el contenido subjetivo serían factores fundamentales para la realidad concreta de objetos físicos espacio-temporales por lo que la separación excesiva entre lo físico y lo mental  propia del racionalismo materialista moderno estaría siendo superada. ¿Por qué el siguiente paso no podría ser la reincorporación de lo espiritual en un nuevo reconocimiento integrativo suprarracional, racional y vivencial del trinomio “Espíritu, Mente, Cuerpo”? Este “reconocimiento” podría incorporar y trascender las enseñanzas, realizaciones, críticas y métodos más importantes y válidos del desarrollo del pensamiento desde la pre-modernidad hasta la posmodernidad.  

Me pregunto si el "límite" del espacio-tiempo en el universo a nivel macro (quizás un indefinido origen absoluto del universo físico conocido) será en cierto sentido parecido al factor que separaría universos de materia y anti materia en el modelo de Enrique Álvarez Vita aplicado a subniveles del “neutro vacío” cuántico y a las partículas y anti partículas de la Teoría Standard. Habría que leer cuidadosamente “Universos de Materia y Antimateria” en http://www.monografias.com/trabajos99/universos-materia-y-antimateria/universos-materia-y-antimateria.shtml como parte de un estudio más amplio para hallar nuevas consecuencias filosóficas.

Respecto al “neutro vacío” que propone Álvarez Vita y del cual surgirían universos de materia y antimateria sugiero que este se hallaría en un nivel de mayor simetría el cual, a su vez, dependería de un “universo” de información y/o relaciones matemáticas también situado en una simetría superior pero de carácter distinto al físico. Este universo de información y objetos matemáticos tampoco podría ser auto consistente, solamente menos dependiente de objetos externos que el universo o multiverso físico. El universo de información y objetos matemáticos dependería de una Realidad Ontológica No Dual (una forma educada de hablar de Dios), la cual – libre de limitaciones – podría simultáneamente crear, emanar y sostener los anteriores niveles contingentes mencionados.

Quizás la distancia entre lo relativamente real y lo relativamente inexistente no se halle en un vació potencial que depende de leyes físicas físico. Quizás - matemáticamente hablando - la sumatoria infinita de subniveles que se consideran reales en sí mismos pero “virtuales” entre sí (¿por lo tanto quizás en cierto sentido en una relación potencial o semi-potencial entre sí?) sumada a la idea de un número indefinido/indeterminado/indeterminable de universos físicos actuales derivan de un “universo matemático”. Quizás el “neutro vacío” sería una relación intermedia entre lo físicamente determinado y lo posible determinado que se determina en un universo de relaciones matemáticas. ¿Pero qué fundamentaría a este “universo matemático”?

¿Acaso el conjunto vacío con el que se puede empezar a representar números en matemáticas representa un nivel de conexión entre las matemáticas y lo inteligible y un Ser trascendente a toda dualidad que ya no puede ser definido en base a algo exterior a sí mismo observando las relación entre objetos, sean estos físicos  o matemáticos?

El modelo de Álvarez Vita así como el modelo de Vilenkin, Borde y Guth abren nuevos horizontes respecto a reconsiderar ideas metafísicas fundamentales que podrían incidir en la explicación científica. ¿Cuál sería el sentido físico de una serie matemáticamente infinita de universos físicos pero simultáneamente virtuales? ¿Cómo podemos entender la necesidad de considerar un verdadero comienzo del universo físico o de un posible todo el conjunto de un número indefinido de universos? En el primer modelo (aplicado a partículas de la Teoría Standard) trataríamos con una sumatoria matemática infinita de posibles universos dentro de ese estado en equilibrio vectorial alterado por la incertidumbre llamado “vacío cuántico”. En el segundo modelo - inclusive considerando al “vacío cuántico” - se evitaría una secuencia infinita de universos actuales y se debería considerar algún tipo de comienzo absoluto lo cual nos permite pensar que el comienzo se hallaría más allá del espacio-tiempo en un mundo matemático y/o de relaciones de información que a la vez podría originarse, emanar y/o haber sido creado por un Ser no sujeto a ningún tipo de objetos ni contingencias.  

Pero son nuestras alergias materialistas modernas y relativistas posmodernas contra el mal uso del concepto de Dios (un concepto casi siempre muy pobremente entendido) las que causan un rechazo emocional-cognitivo cerrado y nos inhiben de re-considerar más seriamente la conjunción de filosofía y ciencia que hoy en día se necesitaría para eventualmente lograr una cultura planetaria sustentada en una mejor comprensión de principios integrales y universales.  No es solo un asunto de “creencia vs. ciencia” (una dicotomía simplista cada vez más superada) y que la posición educada solo sería la segunda. Gradualmente la ciencia está superando el “desencantamiento del mundo” que generó con el materialismo más craso. Con la razón (no limitada por el fuertes prejuicios ni por el pensar objetivizante, lineal, analítico, discursivo) se podría conjugar Dios y ciencia en una apertura que signifique una mayor reconciliación e integración.”
Hasta aquí llega gran parte de la comunicación de Giorgio Piacenza en el Foro “La Serpiente de Oro”, salvo naturales añadidos para el presente libro. A continuación reproduzco mis cinco breves intervenciones sobre el tema:

(1)
1. Con mucha sensatez Giorgio Piacenza plantea que "la existencia de Dios o de una forma de ser metafísicamente anterior a la física (incluyendo a la física cuántica) es una propuesta razonable y necesaria, pero inclusive válida para una cosmología científica seria".
2. Y da un argumento sólido y muy incómodo para cientificistas, materialistas y ateos de toda laya, el cual es "que no puede existir un pasado físico que se extienda hacia el infinito es hoy en día la más coherente en cosmología". 
3. Más aun señala con acierto que "esta idea no se reproduce suficientemente en el medio social-científico debido a prejuicios pre-científicos y a una resistencia sicológica, política y cultural a cambios paradigmáticos, algo que en realidad es "a-científico". 
4. A todo lo cual sólo cabe añadir que actualmente el estado de las investigaciones cosmológicas permiten pasar de la física a la teología casi sin dificultad. Sólo paradigmas cientificistas, naturalistas, positivistas y materialistas no lo ven así.
5. Añadir la dimensión religiosa y teológica, además de la filosófica, al debate sobre el origen del universo, en vez de limitar a la cosmología la vuelve más profunda y completa.

(2)
Dios hizo al hombre a su divina imagen y semejanza; pero el hombre por su adversión a Dios (aversio a Deo) y su conversión en criatura (conversio ad creaturas) perdió ese segundo término y falseó a la vez el primero, se volvió enfermo y, a pesar del libertad albedrío que conservó, nunca hubiera podido salvarse por sí mismo. Este es un punto estrictamente teológico, el otro aspecto cosmológico, tocado por Giorgio, plantea que no puede existir un universo que se extienda hacia el infinito y, por consiguiente, éste se deriva legítimamente de una existencia metafísica anterior a la física, la cual sería Dios. No querer asumir este aspecto procede de la aversio a Deo, tan común en nuestro tiempo sin Dios. El humanismo sin Dios del racionalismo naturalista y del relativismo nihilista posmoderno simplemente prefiere ver el problema planteado por Giorgio con un solo ojo (la mirada inmanentista) y con esto mutila una legítima dimensión de la existencia humana. 

(3)
Hay quienes afirman que el universo no tiene límite, ni comienzo ni final, entonces es eterno. Pero si la materia es eterna es también inalterable, pues si tuviera que sufrir alguna alteración, ésta marcharía sola por toda la eternidad, lo que, por hipótesis, es imposible, ya que por estar la materia exenta de cualidad, cantidad y de forma, no puede sufrir alteración en propiedades que no posee. No obstante, como sabemos el universo deviene, por tanto es temporal, tiene comienzo y final, por consiguiente no es eterno. Lo cual no quiere decir que todo lo que comienza en el tiempo está sujeto a perpetuo cambio y devenir. Así el triángulo se mantiene eternamente como triángulo. En suma, el universo no es eterno, ni todo lo temporal está en perpetuo devenir.

(4)
Yendo más allá de todo reproche acerbo por la desestimación modernista del tema divino, vomitar injurias ateas contra Dios y repudiar categóricamente el cristianismo o la religión en general, es interesante advertir en la reflexión de Giorgio dos cosas:
1° La profunda fatiga de la civilización occidental por tratar de hacer vivir a todas las almas de puras realizaciones exteriores de la cultura moderna, y
2° La necesidad racional de admitir que Dios es la causa de todo mediante su providencia.
Sobre lo primero sólo cabe añadir que dicha fatiga se da en un contexto como el milenario Perú, cuyo espíritu civilizacional es ancestral y profundamente religioso. Y sobre lo segundo hay que destacar la profunda intuición de que la providencia no es obstáculo para la elevación moral, espiritual y divina del hombre. En una palabra, la reflexión de Giorgio es testimonio de la sed permanente del hombre por lo divino y de la fatiga por el gris materialismo de la civilización moderna.

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Identificar la "lógica" con la "verdad" ha sido una de las principales taras del pensamiento moderno y piedra de toque de la destrucción de la integridad del ser humano. Por esa vía se entronizó la ciencia como paradigma de la verdad. Menos mal que mucha agua ha corrido debajo del puente epistemológico y hermenéutico del pensamiento moderno, para arribar a la conclusión de que la ciencia no tiene que ver con la verdad sino con el marco pragmático que explica lo fenoménico de la realidad y que la lógica tampoco tiene que ver con la verdad sino con la coherencia o el pensamiento correcto. La verdad es eminentemente metafísica porque la realidad no se restringe a lo fenoménico y se extiende a lo nouménico.
Decretar que la lógica y la ciencia tienen que ver con la verdad es una forma representacionista de la modernidad que antepone el pensar al ser. Este paradigma de base idealista-cartesiano es el pilar del actual hombre prometeico que ha terminado por destruir a la Naturaleza y la realidad humana.

De modo que hay que retornar a una sana filosofía realista, anteponer el ser al pensar y acabar con las ínfulas narcisistas del hombre egolátrico de la modernidad que niega a Dios y la realidad trascendente. Ese es el verdadero y quizá único sendero para restablecer la creencia en la existencia de Dios, puesto que Dios nunca dejó de existir, fue el hombre sin Dios de la modernidad nihilista el que dejó de creer.

Lima, Salamanca 29 de Agosto 2014

UNIVERSOS INFINITOS O ILIMITADOS

LO DIVINO:
¿CREACIÓN DE UNIVERSOS INFINITOS
O ILIMITADOS?
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
 


Hemos llegado a la última parte de nuestro trabajo que examina el modelo de universos fractales de Enrique Alvarez Vita. Ahora nos concita la atención el problema de Dios y lo Infinito. Sobre lo cual escribe nuestro autor:
“San Agustín plantea que con la creación se crea también el tiempo, siendo Dios un ser atemporal que se manifiesta en su propia creación. En el islamismo, la Tierra y los cielos eran una sola entidad conectada y homogénea, que posteriormente se formaron o separaron uno del otro. La cosmología moderna sólo se ha aproximado al tiempo de Planck, unos segundos, más allá del cual no puede afirmar nada, apenas conjeturar, hecho que ha sido recibido con beneplácito por el Vaticano para sostener que más allá de ese límite está la intervención divina. En este contexto, cabe mencionar que con los experimentos del gran colisionador de hadrones, el CERN, un superacelerador de partículas, los científicos intentan recrear las condiciones iniciales del big bang y encontrar el bosón de Higgs -objetivo realizado recientemente- una hipotética partícula del modelo estándar de la física, más conocida como la partícula de Dios o partícula divina, que sería el origen de toda la masa del universo. Pero, ¿qué condiciones se dieron para que las fluctuaciones del vacío cuántico, como sostiene Hawking, dieran origen al universo y en qué momento se dieron? Para que estas condiciones se den tiene necesariamente que haber sido el resultado de un proceso, lo que conduce a una secuencia infinita de acontecimientos previos a la creación del universo y al inicio del big bang, lo que nos lleva a la conclusión de que existe un proceso de transformaciones que darían lugar a la creación de infinitos universos.”

Es decir, una vez confirmada la existencia del bosón de Higgs EAV se interroga por las condiciones que dieron origen a toda la masa del universo. Es casi la misma pregunta que se hacen un grupo de científicos británicos encabezados por Robert Hogan y Malcolm Fairbairn, del King College de Londres, al reconocer que, según los rasgos del bosón de Higgs y el conocimiento de la inflación cósmica, tras el big bang el universo debería haber colapsado en microsegundos. Es casi la pregunta metafísica fundamental: por qué hay ser en vez de nada, o. más precisamente, por qué hay ente y no nada.

Esta pregunta ya había sido formulada por Heidegger, especialmente en su conferencia de 1929 ¿Qué es Metafísica?, y en su libro de 1936 Introducción a la Metafísica. Mientras que en su texto clásico El Ser y el Tiempo (1927) se pregunta por el ser, en su conferencia del 29 se interroga por la nada, y en el libro del 36 lo hace por el ente (por qué hay ente y no más bien nada). Pero en Heidegger se hacen notorias las preferencias fundamentales de la modernidad y entre ellas está la tendencia temporalista, en desmedro de la eternidad. Y así Heidegger es paradigmático dentro de una era sin Dios, al estar libre del pensamiento anti-objetivante pero no del pensamiento ateo que le impide apreciar la paradoja de Dios como eternidad e historicidad a la vez. Heidegger se niega a igualar al ser con Dios, y dice que el pensamiento sin Dios está más cerca del dios divino, porque piensa que incluso Dios depende en su ser del supraser que es el ser. Pero con ello no se entiende cómo se puede llamar Dios a un ente supremo que depende del Ser.

Si no queremos caer en las contradicciones de Heidegger es necesario suponer que el neutrovacío no es causa sui y por consiguiente no es una divinidad que otorga el ser incluso a la divinidad. Por su parte, EAV supone la existencia de una secuencia infinita de procesos del universo y al inicio del big bang que dieron lugar a la creación de infinitos universos. Qué hizo fluctuar al vacío absoluto para que apareciera el universo. EAV no conjetura nada al respecto, sólo se limita a plantearse la pregunta. No dice que fue Dios el que dio comienzo al proceso de fluctuación del vacío absoluto, ni tampoco afirma que el neutrovacío es causa de sí mismo, convirtiéndolo en una divinidad. Deja flotando sin respuesta la intrigante pregunta.

Sin embargo, la pregunta genera una serie de interrogantes conexas. En primer lugar, lo infinito matemático no es lo mismo que lo infinito ontológico o real. Por consiguiente, el modelo VCF si se presenta no sólo como una elucubración matemática sino también como una posibilidad real debe aclarar cómo es posible hablar de infinitos en plural.

Aquí volvemos al punto de lo “infinito” y lo “innumerable” que ya habíamos mencionado algunas páginas arriba. A EAV le parece plausible hablar de lo infinito real porque le parece consistente el infinito matemático. Pero una cosa es lo real y otra lo formal. El infinito matemático es de carácter formal, mientras el infinito real es de carácter real. Siendo así nos preguntamos: ¿es posible la existencia de más de un infinito en la realidad? ¿No es lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño más bien parte del concepto de lo “ilimitado”? ¿Y no son los “infinitos universos” más bien la expresión de “innumerables” universos?

Mi respuesta es afirmativa por varias razones. En primer lugar, porque ontológicamente es contradictorio suponer la existencia de varios o muchos infinitos. En segundo lugar, porque metodológicamente el formal infinito matemático no puede trasladarse a lo real sin producir una violación categorial. Y en tercer lugar, porque cosmológicamente qué sentido tendría tal descomunal e infinita producción de masa en el universo, sin propósito ni dirección final.

Todo lo cual nos lleva a afirmar tres cosas. Primero, no cabe aplicar el término infinito más que a un ser como Dios, causa sui, providente y fundamento de todo lo existente. Dios no crea universos infinitos sino ilimitados. Un universo infinito sería una deidad inconsciente, algo así como la Voluntad ciega de Schopenhauer y Eduard von Hartmann. Segundo, cualquiera que sea el tamaño de la masa del universo fractal y contenido uno dentro del otro, puede ser considerado como un solo universo y, por consiguiente, tiene límites y si tiene límites no es infinito, pero puede ser ilimitado. Y tercero, la cantidad de universos fractales no pudiendo ser infinitos pueden ser, sin dificultad, innumerables. En consecuencia, resulta más coherente el modelo VCF de EAV reemplazando lo “infinito” por lo “innumerable”.

Y a EAV el tiempo circular o cíclico no se contraviene con el modelo propuesto. Veamos:

“Otro aspecto a considerar es el tiempo cíclico, simbolizado en la antigüedad por el Uroburos, la serpiente que se muerde la cola, el eterno retorno. El tiempo lineal aparece con el cristianismo, con un comienzo y fin del universo, la caída del hombre y la salvación de Cristo, como un evento único e irrepetible. Existen teólogos que plantean la posibilidad, frente a los descubrimientos de la ciencia que nos muestran un universo de proporciones colosales, donde la Tierra no es más que una insignificante partícula de polvo perdida en la inmensidad del cosmos, que la caída del hombre debe interpretarse como un acontecimiento que se daría en todo el universo y en consecuencia la salvación también debería darse en todos los confines del universo. Hawking plantea la posible existencia de un tiempo imaginario en sentido matemático, circular, sin fronteras, sin comienzo ni fin,  al igual que el espacio lo es en la relatividad general, considerando al universo como un tejido espaciotemporal curvo y cerrado, y un tiempo real en el que se daría el big bang, dando lugar a lo que él define como un universo autocontenido, que haría innecesaria la intervención divina. La idea de un tiempo circular no se contrapone con el modelo propuesto (el subrayado es nuestro), si bien quedaría en el terreno especulativo. No obstante, la concepción de un tiempo infinito, plantea el problema de la imposibilidad de llegar al tiempo presente a través de un proceso de causa y efecto cuyo origen se encuentra en el pasado. Debemos entonces partir de una realidad concreta, donde el origen es el presente, e invertir el sentido del tiempo aplicando la causalidad hacia el pasado, en un proceso infinito, trátese de un tiempo lineal o circular. Siendo un proceso infinito, el presente es a su vez el pasado de un tiempo futuro infinito, en el que el pasado y el futuro convergen en un origen común que es la realidad ontológica del tiempo presente. Desde esta perspectiva, no habría un comienzo en el pasado ni un fin en el futuro, lo nouménico sería atemporal.”

A la concepción mítica le caracteriza establecer una tensión entre un principio y un fin, y por ello el tiempo circular ha sido la concepción cronológica característica de las civilizaciones mítico-ancestrales. El tiempo cíclico fue bien estudiado especialmente por el filósofo rumano Mircea Eliade en su libro El Mito del Eterno Retorno. Arquetipos y repetición. (1951). Klossowski al respecto de Nietzsche dijo que el eterno retorno de lo mismo es un círculo vicioso para todo lo que puede ocurrir en el mundo y en el pensamiento. Pero lo fundamental de la idea del tiempo cíclico es que elimina la idea de la eternidad como hontanar del tiempo. Lo cual se condice bastante bien con la mentalidad atea del mundo contemporáneo.

EAV no lo dice, pero tampoco se contrapone a su modelo VCF la existencia de la eternidad y el tiempo a la vez. Tiempo desde la generación de los universos fractales contenidos unos dentro de otros, y Eternidad como aquello que dio origen antes del tiempo y del antitiempo a la fluctuación del vacío absoluto del neutrovacío. Ya lo dice que lo nouménico del neutrovacío sería atemporal, antes del tiempo, pero no es precisamente es la eternidad.

Al respecto cabe mencionar tres posturas contemporáneas sobre la eternidad, a saber, la de Rougés, Alquié y Lavelle. Para Rougés existe una jerarquía de eternidad donde el grado inferior es del ser físico y el superior del ser espiritual; para Alquié no hay que confundir la eternidad real con deseo de eternidad; y para Lavelle no se puede concebir la eternidad sin tiempo. Por tanto, hay varias soluciones –además de la eternidad como propia del ser permanente y eterno- sobre la eternidad que pueden ser reflexionadas en torno modelo de EAV.

Finalmente EAV hace una meditación sobre las relaciones entre la filosofía y la ciencia, concluyendo con un sano deseo de armoniosa complementación. Leamos:

“Finalmente una reflexión sobre la filosofía y la ciencia. El ser humano, más allá de las discusiones que oponen a filósofos y científicos, necesita que ambos hagan aportes para evitar problemas y conflictos entre las dos áreas del conocimiento. Si proyectamos estas divergencias a la vida diaria habría que concluir en que la relación entre la filosofía y la ciencia es un problema no resuelto y quizás la humanidad nunca llegue a una conclusión consensuada. Esperemos que no sea así. Por el momento hay una sola realidad, que es que, a pesar de los miles de años transcurridos, la filosofía y la ciencia constituyen una divergencia propia del ser humano. Quizás, demasiado humano, si aplicáramos el pensamiento de Nietzsche. Nos queda, claro, el valor de la solidaridad, pero es necesario reconocer que la humanidad está aún lejos de ponerla en práctica. Hay golondrinas, es cierto, pero aún no ha llegado el verano”.

A propósito nos preguntamos si no será más fecundo e interesante que exista aquella oscilación entre integración y divergencia en las relaciones entre filosofía y ciencia. Por lo menos eso es lo que se observa en la historia del pensamiento humano. Limitándonos al orbe occidental, en Grecia la ciencia convivió subsumida a la filosofía desde los presocráticos hasta Aristóteles, después predominarán abiertamente las soluciones ético-religiosas. Además, una vez muerto Platón los escolarcas de la academia antigua, con Espeusipo, Jenócrates, Polemón y Crates, ponen énfasis en la herencia pitagórica y científica más que en la metafísica. De ahí, que de la escuela platónica surjan hombres de ciencia como Heráclides Póntico, el matemático Filipo de Opunte y el botánico Diocles. Y detrás del florecimiento científico durante el Renacimiento está el platonismo plotinizado de Florencia. Mientras que los epígonos peripatéticos prosiguen la labor erudita, enciclopédica y naturalista de Aristóteles. En la Edad Media la subsunción del pensamiento científico a la teología tampoco impidió que la escuela franciscana de Oxford con Roger Bacon, Duns Escoto, Tomás de York, Ricardo de Middleton, Roberto Grosseteste y Buridán con el desarrollo de la idea hicieran contribuciones importantes al pensamiento científico.

Por su parte, en el desarrollo científico observamos que la gran revolución científica moderna, que se dio sobretodo en mecánica, astronomía y óptica en el siglo XVII y XVIII, presenta elementos de continuidad (lingüísticos, conceptuales y teóricos) y elementos de discontinuidad (metodológicos y metafísicos) respecto al saber científico antiguo y medieval. De ahí que se pueda afirmar que metodológica y conceptualmente la Revolución científica moderna procede de la ciencia medieval.

Enrique Álvarez Vita hace cosmología teórica, es decir, una reflexión científica donde están íntimamente ligadas la astronomía, la física teórica y la matemática. Su tema principal es ofrecer un nuevo modelo del Universo donde con la idea del neutrovacío ofrece nuevas características generales del cosmos que son a la vez coherentes con los datos fundamentales de la ciencia de la Naturaleza. A la vez es consciente de las implicancias filosóficas y teológicas que plantea su propuesta y por ello busca un acercamiento entre ciencia y filosofía. Ahora bien, podemos preguntarnos sobre la forma del Universo en el modelo propuesto por él. Para Einstein el Universo es cerrado, esférico, estático y finito; para De Sitter es estático y vacío; y para Friedmann y Lemaitre es dinámico abierto y expansivo. Cómo será para Álvarez Vita. Según sus descripciones es fractal, dinámico, vacío, infinito y expansivo.

Y aunque él no lo plantea nos preguntamos cuál será la relación de un Universo de estas características con la energía oscura. Y no cabe otra cosa que pensar que esta misteriosa fuerza que destrozará algún día a la materia misma encierra su secreto en el mismo neutrovacío. ¿Pero el neutrovacío mismo dejará de existir? ¿O será solamente una nueva contracción hacia lo potencial que generará otro comienzo universal?  ¿Es la materia infinita y eterna o conocerá su desaparición definitiva? ¿En ese caso qué sentido tendría un despliegue tan colosal de energía y antienergía en el Universo si todo ha de acabar en la Nada? Y esta vez no hablamos de la Nada potencial sino de la Nada Absoluta. Lo que nos lleva al tema perenne de la materia eterna o de Dios Creador y Providente con un plan universal. Si la materia es eterna de dónde proviene el diseño inteligente que muestra casi siempre. Los estoicos pensaron que la materia más fina era espiritual y concibieron un materialismo que supone una materia inteligente. Lo cual no se contrapone necesariamente a la concepción aristotélica de la materia como substancia, entendida no como substrato sujeta a cambio sino como aquel substrato en el cual se produce el cambio. Estamos en medio de una discusión metafísica que el cristianismo resolvió de otra manera. Así santo Tomás de Aquino distinguió entre materia prima o la pura potencialidad, lo que no es propiamente y sólo alcanza un ser por la forma, y la materia signata o la materia determinada por la cantidad, y que constituye el principio de individuación. Pero santo Tomás también habla de las formas separadas o sin materia, como los ángeles. Estamos tentados a identificar la idea del neutrovacío con la materia signata del aquinate, pero más bien podríamos relacionarla con la materia prima prima, o sea la realidad mínima, de Duns Scoto. Álvarez Vita habla de que lo potencial del neutrovacío posibilita el universo material y para ser más preciso indica que dicho elemento se sitúa más allá del límite de Planck.

Pero la historia del concepto de materia ha ido de “receptáculo” a “substancia inferior”, hasta ser concebida como “substancia independiente”, sobre todo por las ciencias naturales. Y fue justamente Duns Scoto el que abrió el camino de la última definición al eliminar en sus últimas obras las distinciones de la materia para quedarse con su idea de una materia única que posee realidad e inteligibilidad. Con la idea de materia real él representa el tránsito  hacia la concepción científico natural de materia, que actualmente llega como una realidad susceptible de ser representada matemáticamente, dejando atrás la concepción intuitiva. Por ello, no es legítimo decir que la ciencia es materialista o antimaterialista porque simplemente emplea modos de representar la realidad y predecir su comportamiento. Los límites de la ciencia no son de orden empírico –a excepción los de carácter tecnológico- sino de orden metaempírico. Es decir, la ciencia no está pensada para responder sobre las cuestiones últimas y primeras, pero sirve para plantearse estas cuestiones en el orden filosófico y teológico. La ciencia plantea cuestiones metacientíficas. Esta característica de la ciencia es la vez su mayor gloria pero a su vez su mayor peligro, porque así como puede ser manipulada por la política también puede estrechar el pensamiento y la realidad a través de posiciones positivistas.

Pero filosófica y metafísicamente sí es posible afirmar que la materia concebida ya sea como “receptáculo” o como “substancia inferior” hace poco posible sostener que actúe por sí sola, mientras que su concepción como “substancia independiente” le da autonomía en el universo. Álvarez Vita no se pronuncia al respecto y se limita a señalar que el neutrovacío es lo potencial que neutraliza los universos de materia y antimateria, como  lugar recóndito e inobservable del universo material, más allá del límite de Planck, y que posibilita la existencia simétrica de la materia y la antimateria y la unificación de la gravedad con las restantes fuerzas fundamentales. Esta definición suya es bastante escueta y no obstaculiza pensar a la materia tanto en sus dos formas: subordinada e independiente. No obstante, cuando menciona el “lugar recóndito de Dios” desliza la idea de no confundirlo con la entidad suprema y por tanto la materia como “substancia independiente” podría sostenerse sólo relativamente. Pues, incluso la solución deísta, según la cual Dios crea el universo pero lo abandona a sus propias leyes, mantiene a la materia en la condición de realidad autónoma pero que no niega lo divino.

Pero su preocupación tampoco gira en torno  a la tesis de la creación continua de la materia, como Biondi, Gold y Hoyle, sino, más bien, con su idea del neutrovacío nos hace pensar en el “átomo primitivo” de Lemaitre, concentrarnos en él y poder concebir un estado de pura potencialidad de lo material. Esta idea planteada con instrumental matemático y de la física teórica había sido ya planteada por las cosmologías antiguas y tiene muchos puntos de intersección con ella. Así, Akasa es un término de la filosofía hindú que significa substancia material que penetra todo el universo, pero el neutrovacío sería una substancia pre-material que hace posible lo material. Estas cosmologías son la forma ancestral de la filosofía y también buscaron un sentido del Universo.

Para concluir, hay que reconocer que el aporte de EAV está a la altura de otras propuestas tan importantes como la de Feynman, Penrose y Hawking. Su pluma tiene la virtud ensayística de un Paul Davis, el rigor matemático de un Penrose, la curiosidad de un Feynman y la osadía de un Hawking. Pero lo que quizá lo distingue de todos ellos es su profunda inquietud filosófica, porque por la luminosidad y profundidad de su genio brilla a la par entre la pléyade de los físicos teóricos de hoy y de siempre.

No puedo terminar de escribir este comentario y análisis del modelo del universo de EAV sin confesar mi especial estupefacción y desafío que representó su texto para mis limitados conocimientos científicos. Sin embargo, realizarlo ha significado de gran provecho para meditar sobre preguntas fundamentales que han asediado a la humanidad desde el principio y que son motivo también del asombro filosófico.

Lima, Salamanca 28 de Agosto 2014