miércoles, 24 de septiembre de 2014

RACIONALIDAD E ILOGICIDAD

LA RACIONALIDAD Y LA ILOGICIDAD
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
 
Charles Péguy decía que “Una gran filosofía no es una filosofía sin reproche, es una filosofía sin miedo”. Y esto mismo es lo que se puede decir del primer libro de José Luis Herrera Las Cinco Esquinas de la Racionalidad. Y esto es cierto. El heroico trino del filósofo, a semejanza del poeta, a semejanza del artista, nunca está seguro de su perfección y por eso canta hasta la muerte.

  Las cinco esquinas de la racionalidad es un libro difícil, abigarrado y, en ciertos pasajes, oscuro, y todo ello es debido a la riqueza de reflexiones y al esfuerzo de su autor por sacar adelante una tesis novedosa. Efectivamente, se puede afirmar peripatéticamente que cada capítulo es un futuro libro en potencia. En una palabra es un libro que promete mucho más de lo que da. Lo cual lejos de ser un defecto es, al contrario, una virtud, dado que la filosofía peruana está urgida de pensamiento original.

Pero con este texto José Luis Herrera se columbra como una joven promesa de la filosofía peruana, a quien habrá de seguir en su producción y reflexión para bien del pensamiento nacional. Como todavía está cursando la carrera de Filosofía sus profesores y mentores habrán de prestarle mayor atención, como cuando se tiene un nuevo brote y se le dan todos los cuidados para que crezca robusto y sano. Por tanto, en su caso la tarea no sólo es personal sino de la misma comunidad académica. Ya muchas veces se ha podido ver que muy buenos frutos son echados a perder por una deficiente formación, el rutinarismo académico, el dogmatismo ideológico, la falta de incentivos para la investigación, incluso la soberbia, el orgullo y la vanidad. Como vemos el camino es largo y espinoso. Y cuando se ve una obra que promete –como en este caso- hay que encomendarse a la riqueza de la personalidad del autor, para saber sortear los obstáculos, y a una buena dosis de la diosa fortuna.

José Luis Herrera es un joven pensador limeño que nace en 1968. Estudia matemáticas en San Marcos, contabilidad en la Universidad Nacional del Callao y filosofía en la Villarreal. Herrera tiene una manifiesta predisposición para la lógica y congenialidad con la filosofía del lenguaje. Esta analiticidad da una excepcional fecundidad en su primer libro que hoy nos convoca,

Como su editor deseo confesar que pocas veces llega a mis manos libros que dan tanta esperanza al filosofar nacional. Como filósofo me atrevo a afirmar que hay que esperar investigaciones más numerosas y fecundas por parte de José Luis Herrera. Si algún modesto consejo se puede dar a un novel filósofo es el de estar abierto a todos los vientos, no dejarse sobornar por el interés político, el capillismo ideológico, el practicismo del sentido común, ni someterse al dogmatismo religioso. Lo cual no quiere decir que deba mantenerse inmarcesible e impoluto como un ángel, Todo lo contrario. Un filósofo puede tener convicciones absolutas en moral, política y religión, y además puede vincularlas a su propia filosofía. Lo cual no debe convertirlo no en un político, un predicador ni un dogmático. Sencillamente debe ser un filósofo, es decir, un humilde amante del saber.
Ahora bien, sobre el contenido del libro se puede afirmar lo siguiente. En primer lugar, está dividido en cinco partes (la experiencia, lo trascendente, los signos, la lógica y la interpretación). En segundo lugar, el texto no es un tratado de lógica, ni de semiótica, ni de hermenéutica, y sin embargo los involucra. Sin duda es un texto complejo. Es una investigación sobre la racionalidad andina, en primera instancia, y de la racionalidad humana, en segunda instancia.

Sobre la racionalidad andina se expresará taxativamente afirmando su existencia y esto lo hace tras analizar la sintaxis de los tres idiomas originarios del Perú: el quechua, aymara y Jacaru.  Sobre la racionalidad humana va más lejos aun para aseverar que lo lógico es solamente una parte de ella, pues la otra parte, o sea lo irracional, también le pertenece. Y esta forma de pensar no lógica, que es ineliminable, se expresa mediante analogías, símbolos y metáforas. Estas son las dos conclusiones centrales de su investigación que podemos enmarcarla dentro de la corriente analítica y de la filosofía andina. Efectivamente, el autor lleva a cabo de forma inédita en su obra una confluencia de ambas tendencias.

Al respecto se puede afirmar que José Luis Herrera forma parte de la intensidad de la vida filosófica que vuelve al Perú en los primeros quince años del siglo veintiuno, a través de las investigaciones de la filosofía andina (Odilón Guillén, Víctor Mazzi, Luis Enrique Alvizuri, Víctor Díaz Guzmán, María Flores Gutiérrez), pero también se integra al grupo de investigaciones de la filosofía analítica (Quintanilla, Villena) y los investigadores de la racionalidad andina (Peña Cabrera, Zenón Depaz).

De manera que sus dos principales conclusiones las obtiene a través de cinco capítulos. El primer capítulo se llama “La Experiencia”. Sostiene que la experiencia de la racionalidad no es la racionalidad y es mejor basarse en la experiencia de la racionalidad para construir la definición de racionalidad. Llama a su propia posición “criticismo”, entendida como la posición que ni admite ni niega la racionalidad andina sino que plantea el examen de su posibilidad.

El segundo capítulo es el más extenso y se denomina “Los trascendente”. Aquí se demuestra que la racionalidad andina existe por reglas sintácticas de las lenguas originales, y que existe un lenguaje subyacente de carácter trascendente y de naturaleza apriorística en las lenguas vernáculas. Se trata de un apriorismo cultural que se describe mejor con el concepto de “fundo”.

El tercer capítulo se llama “Los Signos” y aborda el tema central de la semiótica. Tras una crítica a la semiótica de Saussure y de Peirce obtiene la aproximación de ambas posturas a través de una concepción del signo que resulta análoga a una ecuación. Aquí es donde vincula el pensamiento fundico a una estrategia semiótica presente en cualquier semiosis.

El cuarto capítulo se llama “La Lógica” y trata sobre la lógica intercontextual. El tema es muy complejo pero quizá la forma más simple de decirlo es que trata de la demarcación de los límites del lenguaje, de lo que puede y no puede decirse, que se encuentra ya planteado en el Tractatus del primer Wittgenstein. El autor no comparte la solución que da Wittgenstein a dicho problema.

El quinto y final capítulo denominado “La Interpretación” aborda diversos temas relacionados con la interpretación y la certeza. Afirma que la racionalidad de la interpretación es una racionalidad limitada. Luego discurre sobre la dialéctica hegeliana y concluye con una comparación entre la racionalidad andina y la racionalidad histórica, donde por medio de la interpretación de un mito creacionista andino se revela la conciencia sobre la problemática del origen de todas las cosas donde Wiracocha es el “incomprensible”, aunque el autor no se anima a llamarlo “filosofía”.

Para concluir, podemos preguntarnos cómo queda colocado Herrera en la tradición filosófica por medio de sus dos principales tesis (la racionalidad humana no es enteramente lógica y la racionalidad andina existe). Al respecto se puede afirmar, en primer lugar, que Herrera pertenece a la tradición de la filosofía moderna por su enfoque histórico. Así, si la filosofía griega entiende la filosofía como vida teórica, y la filosofía medieval como vida beata, la filosofía moderna lo hace como vida histórica, temporal y vital. En segundo lugar, nuestro autor está alejado de la tradición griega al admitir lo irracional e ilógico. Como sabemos el filósofo griego parte del mundo, que existe desde siempre. Es decir, arranca del ser. Su mundo es inteligible y por eso sus tres categorías básicas son: teoría, logos y ser. En cambio Herrera como filósofo occidental parte de dos nuevas ideas aportadas por la filosofía cristiana: la creación y la nada. Si el griego se siente extraño ante el mundo de la variabilidad, en cambio el filósofo europeo cristiano problematiza la nihilidad. Y Herrera problematiza la nihilidad en la irracionalidad y la ilogicidad, siendo con ello hijo legítimo del cristianismo.  Esto nos lleva hacia un tercer aspecto más problemático aun. Y está vinculado al problema de la filosofía andina y oriental donde lo problemático es el sentido de la palabra misma filosofía. Al respecto Herrera no da todavía el paso decisivo de reconceptualizar la filosofía misma, a pesar de que reconoce en el mito cosmogónico una reflexión sobre el origen del mundo. Finalmente hay un cuarto aspecto en su pensamiento, quizá el más decisivo. Su reconocimiento del ámbito de la irracionalidad es una puerta abierta hacia la cosa en sí, lo nouménico y el carácter independiente del ser. Esto es dejar la entrada libre para salir del antiesencialismo y el nominalismo y pasar hacia un esencialismo que facilite un apriorismo del ser y un conocimiento inmediato de Dios. Esto es, su postura crítica da esperanzas en medio del nihilismo y relativismo de la filosofía posmoderna para volver a abordar las fundamentales cuestiones de la metafísica. Lo que no llama la atención, pues la tradición filosófica latinoamericana ha sido casi siempre de índole realista.

En suma, estamos ante un libro señero que anuncia mayores desarrollos e inusitadas profundizaciones. Sólo cabe felicitar a su autor y al Departamento Académico de Filosofía de la Universidad Nacional Federico Villarreal por apoyar a sus investigadores e incentivar el pensamiento filosófico.
Muchas gracias.

Lima, Salamanca 24 de Setiembre 2014