domingo, 9 de noviembre de 2014

ESENCIA DE LA CIVILIZACIÓN HELÉNICA

ESENCIA DE LA CIVILIZACIÓN HELÉNICA
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
 
La esencia de una civilización se suele encarnar en la esencia de su metafísica. La civilización helénica planteó una metafísica de las esencias la cual nace del problema del devenir para dar cuenta del arjé o inmutable Unidad a través del logos o la razón. Pero aquí no se trata del logos del hombre sino del logos del ser, del cual participa el hombre. En este punto hay que tener presente que si el hombre antiguo y medieval tiene una actitud ontológica ante la vida, el hombre moderno tiene una postura epistémica. Para el hombre antiguo y del Medioevo primero es el ser luego el conocer, para el hombre moderno primero es el conocer luego el ser.

Por tanto, lo esencial de la civilización helénica no fue el culto al hombre o el humanismo. Al contrario, el humanismo del homo mensura de Protágoras y los sofistas se dirige directamente hacia la refutación de la esencia de la metafísica de la civilización helénica. La impugnación sofista de la metafísica de las esencias o ideas como realidades incidirá justamente en el argumento de que las ideas son conceptos. En este sentido el escepticismo sofístico es diferente al relativismo ontológico de Heráclito.

No obstante, la metafísica de las esencias con sus verdades de razón, en el sentido del logos o razón universal, es el aporte fundamental de la civilización helénica y no constituye precisamente un humanismo. El humanismo, más bien, está expresado con toda amplitud y cabalidad en el antropocentrismo y voluntad de poder de la racionalidad instrumental científico-técnica de la modernidad, la cual descansa sobre otra base metafísica, esto es, el subjetivismo: la del resentimiento metafísico hacia lo absoluto y el giro epistémico desde ser hacia el conocer.

Entonces la pregunta que trataremos de despejar es por qué colapsó la civilización helénica y en ello cuánto tuvo que ver su metafísica. Para lo cual, y a continuación de esta disquisición sincrónica, haremos un breve recorrido diacrónico.

El tema es la relación del recorrido de la civilización helénica con la esencia de su metafísica. Lo distintivo del helenismo no es lo geográfico ni lo lingüístico sino su metafísica de las ideas. Budismo y cristianismo apartaron al helenismo de la teología natural, sin embargo la influencia helena en Galilea hizo posible el cristianismo mismo. Mientras el budismo mahayana y el judaísmo estaban alejados de la metafísica de las esencias. La contradicción principal de la metafísica de la civilización helénica fue resolver la tensión entre el ser y el devenir, lo Uno y lo Múltiple, lo divino y lo humano, lo trascendente y lo inmanente, que al final terminaría en Plotino con la desvalorización de lo mundano y la sobrevaloración de lo Uno. Su principal contribución fue hacer posible la expansión del cristianismo.

La vida helénica estaba centrada en el mar, el Egeo. En su expansión llegaron a la India, Irak, Babilonia, pero siempre se imponía la nostalgia por la Hélade. Su corazón era cautivo del corazón geográfico de la Hélade.

En el segundo milenio antes de Cristo, minoicos, egipcios e hititas estaban en decadencia, lo que legó la época de decadencia a la cuenca del Egeo fue la anarquía. Los minoicos fueron destruidos por los micenos, quienes prosiguieron la obra del rey Minos de fiscalizar los mares. Esta edad oscura de la historia helénica dura unos cuatrocientos años hasta disiparse en el siglo octavo antes de nuestra era. Al respecto tres son las fuentes de información:  los registros públicos egipcios, hititas y asirios, la Ilíada y la Odisea de Homero. La solución a la crisis fue la creación de la polis o ciudad-estado, que es el triunfo de los del llano sobre los montañeses. Guerra y civilización irían de la mano desde entonces.

Las ciudades-estados y su orden legal liberó a los individuos de la familiar ley paterna, lo mismo hizo el servicio militar. Esto significó no sólo un profundo cambio psicológico sino también ontológico, porque el individuo se experimentó no sólo como parte de una comunidad unida por vínculos de sangre, sino también por leyes supraindividuales percibidas como de carácter “cósmico”. La noción de “contrato social” es una idea moderna y no antigua, y no aplicable al contexto heleno.

Desprovistos de la teoría moderna de la igualdad estaban más bien equipados con la teoría antigua de la desigualdad natural y divina, esto es, por naturaleza y por designio de los dioses unos nacían superiores y otros inferiores. Lo cual justificaba la esclavitud y la discriminación de las mujeres, las cuales se refugiaron en los cultos de la naturaleza. Entre las ciudades-estados no había unidad política ni religiosa, pero sí deportiva, poética y cultural. Su legado sería la escritura silábica y el racionalismo.

La invasión de los bárbaros fenicios y etruscos en el siglo doce antes de nuestra era terminó por agotar a los micénicos, hititas y egipcios. Luego los helenos alcanzaron la victoria por superioridad numérica, mejores bases y porque las grandes potencias de la época no lo atacaron. El paso del bronce al hierro dio lugar a las falanges, luego sobrevino otra gran invención, a saber, la moneda y la revolución agrícola, que los convirtió en exportadores de vino y aceite. Inmediatamente después cayó la aristocracia hereditaria y se extendió la ciudadanía. Sería la amenaza persa lo que les daría la oportunidad de enfrentar la falta de unidad política y espiritual.

La respuesta a la incitación de la agresión persa desde el este fue la respuesta unida de la mitad de la Hélade. Pero el gran triunfo se desperdició con la guerra del Peloponeso. Los helenos no pudieron conseguir la necesaria unidad política que les faltaba, tampoco se dio una revolución espiritual, pero tuvo lugar una inusitada revolución cultural a lo largo de cincuenta años (478-432 a.c.) en drama, escultura, arquitectura, comedia y filosofía. Esta es la etapa en que Atenas demostró para la historia una ley inmarcesible: que la riqueza material de nada vale si no se convierte en riqueza espiritual.

La guerra civil y la guerra internacional en el dilatado lapso de noventa y tres años devastaron el mundo helénico y demostró que tanto Esparta como Atenas no estaban a la altura de la misión de lograr la concordia política y su unidad. Las atrocidades materiales fueron tan grandes como los daños espirituales. La lucha fratricida devoró a sus mejores hombres, sucumbió Sócrates por asociarse con la cabeza de los treinta tiranos, y al final Atenas abusó de la confianza que depositó en ella la confederación helena.

Por su parte, Macedonia tuvo la suerte de tener buenos reyes y no ser invadida por los persas. Sus admiradores griegos Esquines, Demóstenes e Isócrates enaltecieron a Filipo. Su hijo Alejandro con la caballería macedónica adoptó el helenismo y accedió al Oriente. Fue una monarquía hereditaria y no la democracia  lo que dio paz y unidad al mundo heleno. Pero su constitución monárquica la expuso a la falibilidad de un solo hombre y así muerto Alejandro se disolvió la Hélade.

Al suprimir la soberanía de las ciudades-estados el imperio mundial de Alejandro emancipó al individuo, aunque sólo una minoría mesocrático rentista se benefició, mejoró la situación de la mujer y del esclavo doméstico pero empeoró al del esclavo agrícola, industrial y del campesino siervo y libre. El rey deificado no satisfizo al heleno, ni Zenón de Citio ni Epicuro creyeron en el rey filósofo de Platón.  Con los estoicos y epicúreos el filósofo se volvió inhumano, al dar la espalda no sólo al patriotismo sino también al amor y a la piedad. Al esfumarse el imperio mundial de Alejandro el filósofo autosuficiente del estoico y epicúreo se hacían invulnerables al precio de endurecerse ante sus semejantes.

Como vemos la monarquía macedónica y la federación aquea fracasaron para establecer la concordia política en la sociedad helénica. El descalabro comenzó con la desmesurada ambición de Alejandro de conquistar Persia y terminó ciento veinte años después, en el 219 a.n.e., con guerras locales panhelénicas que deshicieron el sueño de unidad del macedónico rey Filipo.

El futuro ya no pertenecía a las superciudad-estados sino a la República, que iba a restaurar nada menos que Roma. Pero Roma asimilaba el helenismo sin creer en la monarquía. Extendió la ciudadanía a todos, contando con una enorme reserva de fuerzas militares, eran leales e indomables. Así derrotaron en tres guerras a los cartaginenses y sometió a Egipto, quedando dueños del mundo heleno.

Una vez convertida en la única potencia del mundo helénico (318 a.n.e.) Roma no hizo nada de dimensión ecuménica por cien años. Hasta que estalla la época de conmociones por ciento ochenta y ocho años (218-31 a.n.e.). Guerras civiles, rebeliones de esclavos, insurrección de pueblos, movimientos nacionalistas militares, tiene repercusión en la costa atlántica europea, en Judea (Galilea es judaizada) y la India.

Cuando llega la paz de Augusto en el 31 a.n.e. las heridas del mundo heleno ya se habían hecho mortales, llegó tarde. Pero la recuperación del helenismo duró doscientos sesenta y cinco años (31 a.n.e.- 235 n.e.). La nueva concordia se compartió entre tres imperios: romanos, partos e hindúes kush.  Las columnas del nuevo orden era cuatro: el rey y el estado mundo deificado, el ejército profesional y la burocracia. En Roma la aparición del burócrata coincide con la aparición de las masas, todo lo cual se relaciona con el atrofiamiento de la antigua institución monárquica.

Pero las columnas del nuevo orden no llevó al rejuvenecimiento, pues la sociedad ya estaba agotada, declinó el espíritu público y las energías cívicas. El orador se convierte en el Verbo, en el logos revelador, en el líder de las masas de la conciencia colectiva, y bajo el espíritu de Cicerón se llega a reducir a la filosofía al papel de disciplina preparatoria para “la gloriosa y divina aptitud para el discurso”.  En el 224 resurge el imperio persa bajo la religión zoroástrica  y en el 180 de n.e. en Roma se produce un estallido general, donde campesinos, bárbaros y persas desestabilizan al imperio. Los emperadores soldados ilíricos (Aureliano, Probo, Caro y Diocleciano) lo salvan pero no se salva la civilización helénica, pues la educada clase media urbana está arruinada y se busca desesperadamente otra forma de organización social. Roma nunca fue superior a Grecia porque, entre otras cosas, no fue capaz de convertir su riqueza material en riqueza espiritual.

La época de conmoción y la recuperación provocó en el mundo heleno una odisea espiritual que lo llevó hacia la admisión de las religiones orientales (Cibeles, Mitra, Júpiter, gnosticismo y el Cristianismo competían entre sí) y contra los cuales se rebelaría Plotino desvalorando lo múltiple, el devenir y el mundo para sobrevalorar la contemplación deificada del alma, representando muy bien la desintegración de la síntesis platónico-aristotélica entre lo Uno y lo Múltiple.

Surge el budismo Mahayana pero el zoroastrismo le impide llegar al mundo heleno. Judaísmo y zoroastrismo por ser religiones nacionales no se imponen. Y de todas las religiones misioneras triunfaría el cristianismo por su universalidad, emplear la lengua griega y sus conceptos. En otras palabras, en medio de la ordalía de la bancarrota espiritual de la civilización helénica encontramos dos grupos de religiones orientales: unas sin influjo (judaísmo arameo, budismo mahayana y zoroastrismo iraní) y otras con influjo (Cibeles, Mitraísmo, Júpiter y cristianismo, todas las cuales emplean la lengua griega, pero la última además utiliza el lenguaje de la filosofía).

El cristianismo adoptó lengua, arte y filosofía helena, y por eso pudo imponerse no sólo sobre las religiones orientales sino incluso sobre el plotinismo. Sería perseguido por los emperadores soldados Ilíricos Decio, Valeriano, Aureliano y Galerio (siglo III). La gran conversión del imperio acontece con Constantino (313 de n.e.), el cual fue arriano hasta su conversión cristiana en su lecho de muerte. No obstante, llega el fanatismo con el emperador Teodosio que persigue a los no cristianos en el 381, para luego rebrotar la religión helénica con el emperador juliano en el siglo IV.

El cristianismo es proscrito desde el 64 hasta el 313, o sea un total de 249 años, no tanto por no rendir culto al emperador sino porque era proselitista y buscar conversos. Pero la ley fue poco severa, salvo cuando en el siglo III comienzan las persecuciones a todas las religiones orientales y no sólo al cristianismo. Pero como eran pacíficos y nunca se levantaron en armas, se buscaba más bien persuadirlos. La primera generación de los emperadores soldados Ilíricos buscaron eliminar el cristianismo hasta que Constantino lo adoptó y Juliano trató de volver a desterrarla.

Se ha dicho que Constantino con su conversión anuló el peligro opositor de los cristianos, que en el siglo IV habían mujeres aristócratas que lo defendían (Macrina, Paula, Olimpia) y otras que atacaban al cristianismo (Sosípatra, Hipatía). En realidad la postura de Roma respecto a la religión era ambigua: tolerante y a su vez dura. A los druidas se les prohibió los sacrificios humanos, en el siglo III la tensión entre judíos y el imperio ya había disminuido. Ser cristiano era sinónimo de ser desleal al imperio, pero Constantino con su conversión anuló tal peligro. Los libros sibilinos, escritos del 100 de n.e. al siglo V por paganos y judíos eran falsificaciones de gente acostumbrada a pensar apocalípticamente.

El imperio romano permitía el politeísmo pero no percibía la relación política de tal actitud. Celso fue el primero que trató del nexo entre política y religión: los dioses gobiernan el mundo por medio de un dios supremo. En cambio a los cristianos les fue más fácil valorarse políticamente. Este paralelismo entre un dios-un imperio es una de las causas fundamentales de la conversión de Constantino. Pero a fines del siglo IV la idea de supervivencia del cristianismo se desprendió de la idea de la supervivencia del imperio romano. El dogma trinitario hacía imposible la monarquía divina.

Además, como se ha dicho, resurge el paganismo con Juliano el apóstata. Juliano renovó el argumento de Celso: el politeísmo da cuenta de la pluralidad nacional del imperio. Así decidió la reconstrucción del templo de Jerusalén y su devolución a los judíos. Como pluralista aceptaba el dios monoteísta judío y cristiano pero como politeísta le disgustaba tal exclusividad. Juliano quiso romper la alianza entre monoteísmo y monarquía establecida por Constantino, pero fracasó porque no pudo defender consistentemente el politeísmo y pluralismo político imperial.

En síntesis, el helenismo colapsó no tanto porque no fue capaz de lograr su unidad política en el siglo V, y cuando lo logró con Augusto ya era demasiado tarde y estaba agotada (tesis de Toynbee), ni porque las civilizaciones son floraciones orgánicas como sujetos vivientes, que nacen y mueren, sin ley y gobernado por el sino de la historia (tesis de Spengler), ni porque son únicas e irrepetibles y representan un momento en el desarrollo del logos dentro del desenvolvimiento de la libertad (tesis de Hegel), ni porque está sujeto al corsi y ricorsi de Vico, sino porque en su metafísica está encerrado el misterio de su hundimiento, a saber, que lo único que tiene sentido es lo Uno mientras que lo múltiple y el devenir queda descalificado. Esta es la fundamental razón de su declinación. Exageración contraria caracteriza a la metafísica subjetivista de nuestra civilización moderna, a saber, que lo único que tiene sentido es lo múltiple y el devenir mientras que lo Uno queda descalificado.

Su legado, conservado por las tres civilizaciones siguientes (islámica, cristiana latina y cristiana bizantina) no murió. Es más, su idolatría hacia el Estado se conserva y hoy sufrimos las consecuencias de su extralimitación técnico-científica en el horizonte de lo inmanente. En otras palabras, con el racionalismo y conceptos legados por el helenismo nos hemos vuelto contra esencia misma de su espíritu metafísico. No se trata de revivir la esencia metafísica de una civilización muerta, sino de recuperar la superación de su síntesis metafísica (lograda por el cristianismo) dando respuestas a los desafíos del momento presente que está sumido en la unilateralidad contraria de la inmanencia. A esta constatación nos conduce la presente meditación sobre la esencia metafísica de la civilización helénica.


Lima, Salamanca 09 de noviembre 2014