jueves, 19 de febrero de 2015

LA TEOLOGÍA UFOLÓGICA NO ES CUESTIÓN DE FE

LA TEOLOGÍA UFOLÓFICA NO ES CUESTIÓN DE FE
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
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Un dogma de fe en la Iglesia Católica no es cualquier opinión sostenida por algún clérigo, ni siquiera por el Papa. En el seno de la iglesia se permiten muchas opiniones sobre diversas cuestiones cruciales, pero no todas ellas son parte del Dogma de Fe. La fuente del dogma es triple: la Revelación, la Tradición Apostólica y el Magisterio de la Iglesia (Concilios ecuménicos). 

La Revelación está cerrada pero la historia de la Salvación está abierta. La Revelación no es el dogma, pues donde termina la Revelación empieza el dogma. La Reforma negó muchos dogmas y ahora la ufolatría emprende la modificación de la Revelación. El mundo moderno descristianizado crece contra el dogma. 

Es verdad que los dogmas no son inmutables, lo inmutable es la Revelación. Los dogmas tampoco buscan contraponerse a las verdades naturales, filosóficas o científicas, sino interpretar la Revelación. En suma, el dogma es la interpretación de la Revelación bajo las tres fuentes arriba indicadas. Dios preparó a la humanidad desde la religión natural, pero la religión natural no basta para comprender las verdades reveladas.

En síntesis, las opiniones de los teólogos ufológicos: Corrado Balducci, Funes, Consolmagno, O´Meara y otros, no constituyen la posición de la iglesia sino solamente opiniones privadas sobre el asunto ovni. Nada autoriza tomarlas como si fueran verdades de fe.

Los argumentos esgrimidos por el sacerdote dominico Thomas F. O´Meara y sus acólitos, refleja ser parte de la gran mayoría de literatura sobre el tema que no puede ser considerada rigurosa en sentido teológico, filosófico, ni científico. Y es una prueba más que la ufología se ha convertido en ufolatría, por tratarse más de una fervor y una apología del origen extraterrestre, que de un esfuerzo sincero por acrecentar el saber de buena tinta de los mismos.

En otros términos, la posibilidad de inteligencia extraterrestre es de tal alcance teológico que implica una reconceptualización de las cinco partes escatológicas de la historia del mundo, a saber, la Creación, la Caída, la Redención, el Juicio y la Salvación. No se trata de cerrarse dogmáticamente a su posibilidad teológica, pues en el catolicismo –a diferencia de las sectas- no cabe ninguna postura fundamentalista ni irracionalista, y el propio Papa Francisco admitió la posibilidad de expedir el bautizo si dichos seres se lo pidieran. Pero lo que de ninguna forma se puede admitir seriamente es la existencia de seres inteligentes galácticos sin pruebas fehacientes y entregarse a la simple especulación. Ni la ciencia más serena lo hace, ni tendrían que hacerlo la teología más lúcida. El puesto del hombre en el cosmos es central en las teologías monoteístas y su cuestionamiento sin pruebas introduce confusión y desorientación en vez de avance cognoscitivo.

Que la posición de la Iglesia haya cambiado y sea más dialogante con la ciencia, no significa que deba aceptar como cierta toda clase de utopías pseudocientíficas ni científicas. El fin del geocentrismo no hizo perder el papel crucial del hombre en el universo dentro de la fe, y el fin del antropocentrismo vía la existencia de inteligencia extraterrestre puede incluso hacer crecer dicho papel por el camino del cosmocentrismo. Un razonamiento milenarista y apocalíptico me fue recientemente expuesto en el sentido que si una nave alien aterrizara en la tierra debía ser tomado como prueba fehaciente de su existencia o por seres demoníacos camuflados de ET como preanuncio de la llegada del Anticristo. Personalmente sostengo que si se presentaran dichas criaturas su identidad no demoníaca debería ser confirmada, o sea la posibilidad de aceptar su evidencia no está cerrada; de lo contrario no tardaría en manifestarse su naturaleza malévola y confirmarse el protagonismo del Maligno en el asunto extraterrestre y en el inminente advenimiento del Armagedón.

 El verdadero iniciador de la teología ufológica fue el monseñor Corrado Balducci (1923-2008). El jesuita Balducci se graduó en 1954 en la Academia Pontificia Eclesiástica. Teólogo, demonólogo, exorcista y ufólogo, sostenía Balducci que el contacto extraterrestre es real, que dichos encuentros no son demoníacos, ni se deben a trastornos psicológicos, ni son producto de posesiones de entidades, y que deberían ser estudiados cuidadosamente. Balducci, autor del libro “Ángeles ayer, extraterrestres hoy” insistió en que la reencarnación era aceptada hasta el Concilio de Constantinopla del 543 n.e., también dijo que el Vaticano estaba haciendo un seguimiento directo de incidentes referentes a encuentros extraterrestres reportados a las nunciaturas o embajadas en diferentes países. Balducci hizo afirmaciones como éstas: "Dado que el poder de Dios es ilimitado, no solo es probable sino posible que existan planetas habitados"[1]. "Es probable que existan otros seres, lo que no sería extraño, entre la naturaleza humana y la angelical (preternatural), de las cuales tenemos certeza teológica, aunque hay una discrepancia muy grande al respecto. Y aparte del hombre, cuyo espíritu está subordinado a la materia, y los ángeles que sólo son espíritu, es probable que existan seres que tengan espíritu además de cuerpo y materia, de modo similar a nosotros. Es posible que exista aquello que denominamos OVNIs, así como pueden existir las personas que aparecen junto a estas naves, las cuales no sólo tendrían ciencia sino además una habilidad natural superior a la nuestra"[2].

Los excesos y graves errores del padre Balducci se centran en el supuesto falso de que entre el hombre y los ángeles existen otros seres debido al poder ilimitado de Dios. Incluso su tesis llega a ser más radical, porque identifica a los ángeles con los extraterrestres. No obstante su argumento es erróneo.

Primero, Dios no puede hacer todo. Como es Santo no puede pecar, mentir, ni engañar. Achacar a su omnipotencia la existencia de aliens es distorsionar su Voluntad desdeñando su Inteligencia y su Amor. Balducci sucumbe al engaño del demonio y olvida que Dios no hace todo lo que puede su voluntad, sino lo que quiere su amor. Además, el peligro moral de su mensaje es inculcar la idea de que los demonios son extraterrestres benévolos, vigilantes y guardianes de la humanidad desde una falsa e inexistente Federación Galáctica. Así que es totalmente falso que la libertad de Dios no tenga límites.

Hay más aun. Esta atención exagerada y unilateral al poder ilimitado de Dios no es de origen cristiano sino pagano y se remonta al plotinismo. Plotino recoge lo Uno de los neopitagóricos, la teología negativa de Filón de Alejandría, se aparta de la teología natural de Aristóteles y del dualismo de los gnósticos del siglo II, y acentúa la absoluta trascendencia de Dios, como la Academia media. Contra Aristóteles el neoplatonismo sostiene que la explicación del ser no procede de abajo hacia arriba sino de arriba hacia abajo, por emanación y participación del primer Uno. La emanación se basa en la idea platónica que lo perfecto funda lo imperfecto. La realidad plena es lo Uno, hasta llegar a las sombras. El Uno es el ente perfectísimo de cuya gracia todo ser vive. Dios es Inteligencia, Libertad y Voluntad. Y así con Plotino surge en la filosofía occidental la metafísica de la Voluntad. Lo Uno no hace nada sin querer, sin amor. Este primado de la voluntad es recogido por Duns Escoto (1266-1308), en Dios están unidas Voluntad y Sabiduría y la voluntad siempre puede afirmar su libertad. En la baja escolástica también lo recoge el nominalismo de Guillermo de Occam. En Dios no hay universales y por eso su voluntad es libre, pero la omnipotencia de su voluntad se atiene al principio de contradicción y al orden que ha elegido para el mundo. No hay universales en Dios, Él sólo crea lo individual. Dios solamente conoce la verdad, el hombre está sólo en posesión de signos. Su nominalismo no es completo porque aun busca la verdad objetiva, afirma la trascendencia de la substancia y la cualidad pero espacio y tiempo son subjetivizados. La doctrina sobre el poder de Dios es doctrina de fe y no un principio de razón. Se descarta el racionalismo de razón y fe y se queda sólo con la fe y la gracia divina. Se abre entonces una intensa polémica porque esto lleva a que en Dios sabiduría y voluntad ya no estén unidas.

También el pensamiento protestante se basa en la idea de la omnipotencia divina y a partir de la cual elabora la doctrina del servo arbitrio. Al pensamiento protestante le es fácil eliminar todo teleologismo porque exagera la trascendencia de Dios dejando al hombre prácticamente sólo con su pecado. La religiosidad protestante lleva a sostener la antinomia entre la libertad divina y la humana. Exagerando la libertad divina no que comprende la libertad humana es relativa y no absoluta. Por tanto, no hay tal exclusión con la libertad divina. Pero el, pensamiento protestante exagera la providencia y omnipotencia de Dios. Esta antinomia de la libertad humana llega a repercutir sobre el filósofo N. Hartmann.

En suma, la exageración del poder ilimitado de Dios tiene un largo precedente en la historia del pensamiento y es el argumento favorito de la teología ufológica, la cual olvida que en el constitutivum metaphysicum de Dios no se trata de saber lo que es realiter, sino solamente lo que es según nuestro intelecto. Pues, ya santo Tomás de Aquino sienta un principio fundamental de toda reflexión teológica: “de Dios no podemos saber nada lo que es, sino sólo lo que no es” (S.T. I, 9. 3 introd.). Pero el misterio cristiano no hace referencia a algo escondido, sino a algo que se que se revela y cuya manifestación más excelsa es la Encarnación y la Redención. El Dios del cristianismo, a diferencia al dios heleno sin amor, viene al hombre con el espíritu de la verdad, que es voluntad infinita subordinada a su inteligencia infinita. Por ello, me pliego a la postura que sostiene que lo constitutivo de Dios no es la voluntad absoluta, porque se llegarían a consecuencias absurdas (“2+2=5”), sino el saber absoluto, al cual se subordina su poder y amor. Esta unidad la olvida el jesuita Corrado Balducci y al sobrestimar el poder divino infinito como agón (impulso) cósmico, coloca incluso a Dios por debajo de éste. Con ello se retrotrae al logos emanatista de los griegos que está por encima de Dios. Si en la esencia del amor antiguo no hay acto de amor sino solamente acto de atracción, en el poder ilimitado de Balducci Dios corre detrás arrastrado por el impulso del su poder infinito. Lo cual es absurdo.

Dios creó la esfera del micromundo, la esfera del macromundo y la esfera espiritual para que el hombre se maraville con su creación, y no lo hizo para engañar, confundir, ni mentir a la humanidad, haciendo, por ejemplo, que p sea no p, ó 5+5 sean 12. La creación de Dios no es un alarde de su infinito poder u omnipotencia, porque lo infinito de Dios es Dios mismo y no su voluntad aislada de él. Y lamentablemente la ufología teológica desde Corrado Balducci, Funes, Consolmagno y O´Meara parten del mismo principio errado de sobreponer la voluntad divina a su omnisciencia y amor. Cuando, por el contrario, en Dios prima el divino Intelecto para hacer que el universo no sea un caótico amasijo de tendencias contrapuestas, sino ordenado según leyes físicas, morales y divinas. El orden del cosmos no es gratuito ni resultado de una ilimitada voluntad, sino resultado de una serena inteligencia que hace las cosas con amor. Y por ello auxilió la razón natural del hombre con la Revelación, y por su intermedio el hombre tiene la certeza que por encima de él están los ángeles y no los ficticios extraterrestres. El único interesado en revertir inútilmente la Revelación y confundir al hombre es el Engañador y no Dios.

Así, la gran desgracia del mundo moderno es el odio a Dios y el mundo moderno se complace en haber más fácil la vida material pero más difícil la vida espiritual. En esta honda pérdida del sentido de la vida y del arte de vivir se pierde también el sentido de Dios mismo y pululan toda clase de ideas extraviadas sobre su esencia metafísica. En un mundo donde las cosas se han hecho más grandiosas e importantes, donde solamente triunfa la inteligencia calculadora, se adora la voluntad de poder y el hombre se hace más pequeño e insignificante, se tenía que destacar exageradamente el poder ilimitado de Dios sin importar su amor e inteligencia. Pues es precisamente ese amor e inteligencia divina lo que pone límites a su propia naturaleza omnipotente y no convierte al universo en un pleroma inconsistente y contradictorio.

Para criaturas racionales como nosotros puede parecer más importante el poder infinito de Dios, pero en Dios –según nuestro entendimiento- eso no es así. Ya el texto de Job nos muestra que más grande que el poder infinito del Señor es su libertad creadora y la gratuidad de su amor[3]. También santo Tomás de Aquino, aunque insiste en la incompresibilidad de Dios, admite su predicación por analogía. Y analógicamente se puede decir que en Dios hay ciencia del modo más perfecto[4], de manera que su poder infinito, su libertad creadora y la gratuidad de su amor responden del modo más perfecto a su sabiduría. De modo que en Dios su voluntad increada y su amor gratuito es consecuencia de su entendimiento y no al revés, como algunos piensan. Dios no es amador desbocado ni un poderoso incontenible, sino que responde todo ello a su entendimiento infinito. Dios no quiere de suyo todo lo que puede, o dicho de otra forma, su voluntad y su amor son razonables.

En este sentido la teología ufológica de Corrado Balducci y compañía está basada en graves distorsiones teológicas y conceptuales, en un nominalismo voluntarista que desfigura el constitutivum metaphysicum de Dios, en la falacia de la vastedad y da paso a la creación de otro evangelio y revelación, a todas luces luciferino. Es un ataque profundo del satán a la correcta comprensión salvífica, redentora y soteriológica de Jesucristo, dirigida al sentido común en plena era de la increencia y del auge de la racionalidad técnico-científica.

Consultar: 
Henri Rondet (1972) Historia del dogma, Barcelona, Editorial Herder.
E. Dezinger (1980) El Magisterio de la Iglesia, Barcelona, Editorial Herder.
L. Alonso Stokel (1972) La Palabra Inspirada, Barcelona, Editorial Herder.
A. Grea (1973) La Iglesia y su divina Constitución, Barcelona, Ed. Herder.
E. Coreth (1974) Cuestiones fundamentales de la hermenéutica, Barcelona, Ed. Herder.
G. Philips (1980) La Iglesia y su Misterio, Barcelona, Ed. Herder.

Lima, Salamanca 19 de Febrero 2015



[1] Adriano, Forgione. «UFOs and the Vatican». UFO India.
[3] Job 38, 4-38; 40, 4-9; 42, 2.
[4] Cf. Tomás de Aquino, Suma Teológica, cuestión 14, 1.

martes, 3 de febrero de 2015

MITOIDE OVNI Y TRANSHUMANISMO

MITOIDE OVNI Y TRANSHUMANISMO
(Continuación)
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
 
14
MITOIDE OVNI Y TRANSHUMANISMO

En todo caso esto nos devuelve a la pregunta del principio: ¿Cuál es la esencia de la actitud cultural que predispone a la búsqueda infructuosa de vida extraterrestre? 

La respuesta a esta pregunta exige ir más allá de los programas de encubrimiento de los proyectos negros que se impulsa por la carrera armamentista entre las potencias. Invita a dirigir la mirada al corazón mismo del espíritu de nuestro tiempo. Cronológicamente nuestro tiempo se origina en la modernidad (desde la caída del Imperio romano de Oriente en 1453 o el comienzo de la Reforma protestante en 1517) y filosóficamente se caracteriza por dos vertientes de pensamiento: el Racionalismo, que defiende las verdades de razón, y el Empirismo, hija del nominalismo medieval. Especialmente el empirismo liderará la gran ruptura con la metafísica de las esencias al convertir lo fáctico en lo único válido y negar las verdades eternas, inmutables y trascendentes. Con ello el naufragio de la verdad, la trascendencia y la razón quedó trazado y el destino del hombre moderno se tornó realmente oscuro. Las esencias dejaron de ser realidades y lo real se limitó a lo fáctico.

 Pero el tema ovni cobra auge en el tramonto de toda la época moderna, cobrando un auge inusitado durante el relativismo posmoderno. Es como si cansado del rigor lógico y del objetivismo fáctico el hombre actual se volcara con una espiritualidad anémica y sin Dios, hacia formas supletorias de religión con ropaje inmanente. Entonces la ficción científica se convierte en pseudociencia (carece de objeto de estudio, no aporta la carga de la prueba, esgrime argumentos persuasivos y no demostrativos, no reporta algún conocimiento efectivo y es fuente de lucro personal o institucional), para luego convertir la ufología en ufolatría o creencia religiosa dentro de un mundo secularizado al extremo.

En otras palabras, el dios de la imagen eclesiástica ya no es creíble para nuestro tiempo hiperracionalizado y el espíritu secularizado reclama una nueva imagen de Dios. El Yo moderno se tornó de Dios a Demonio y edificó un mundo luciferino. Hegel también dijo que Dios había muerto, pero su ateísmo no es de ningún modo un nihilismo en el sentido de Nietzsche o de Sartre. El ateísmo secularizado, como destacaba el preconizador de una teología desmitologizada R. Bultmann, es un  producto de la secularización del mundo. La secularización es reducción del mundo a objeto de la libertad humana. A propósito, es cierto que el cristianismo al revelar la libertad humana fue un factor decisivo de la secularización, pero la secularización no deriva de la libertad sino de la falta de responsabilidad en el mundo. Y sin esta responsabilidad se olvidó que el hombre es el protagonista de Dios que lleva lo inmanente hacia lo trascendente. Con este olvido de la esencia de su ser el hombre se convirtió en un pequeño diosecillo en la tierra (deus in terris), más allá del bien y del mal, encarnación del relativismo extremo del hombre sin verdad y de una cabalística de la inmanencia sin antagonismos.

En estas páginas hemos desarrollado junto a la dilucidación ontológica sobre el ser del fenómeno ovni,  otra vertiente de la investigación filosófica, a saber: la dilucidación antropológica o el carácter religioso con el que se le ha revestido al fenómeno ovni. La antropología filosófica de índole no positivista ni naturalista está imbuida de ontología, porque trata de determinar el afán de trascendencia a partir de la condición finita del hombre. Pero en la modernidad se constata la honda arreligiosidad del hombre pragmático, nihilista, hedonista consumista y utilitario de nuestro tiempo, que O. Spengler lo vincula con el ilimitado afán de poder del hombre fáustico moderno, lo cual tiende a generar dentro de la cosmovisión natural fenómenos como la ufología.  Pero este hombre sin trascendencia y que vive de la pura inmanencia potenciada por la voluntad de poder, tiende a inventar religiones tangibles, siendo una de ellas el  ufolatría. Llevado por ese indesarraigable afán de alcanzar lo transhumano vive la finitud de su condición existencial sustituyendo la religión vertical por la absoluta religación horizontal. El nexo ovni-ET se asocia, más bien, a su propia futurología fantasiosa.

Pero el hombre privado de su vínculo con lo superior se hunde en el vacio de lo inferior. Todo vacío brota del vacío de nuestro corazón, por eso, en el Fausto de Goethe, Mefistófeles con todo su aparente poder no puede dejar de ser una criatura desgraciada cuya falta de amor lo hunde en el vacío de su corazón odiador. Pues bien, nunca el hombre sintió con tanta fuerza abrumadora el vacío de su corazón como en la modernidad. Spengler vinculó la teoría de la infinitud actual del espacio con el ilimitado afán de poder del hombre moderno, pero lo que hay que advertir es que dicha voluntad de poder nace de la obliteración del horizonte de la trascendencia o del agostamiento del sentido de lo divino, que hablaba el Padre Gratry,  en la condición existencial humana. Ni los animales, ni el niño ni el primitivo, ni el ontológico hombre de la Antigüedad ni del cristianismo, se encuentran afectados por esa desvinculación profunda y grave con el mundo que caracteriza al epistémico hombre moderno. Ese hiato, que el capitalismo lo ha convertido en el paroxismo de las necesidades insatisfechas, ha profundizado hasta límites luciferinos el vacío en el corazón del hombre. Este fenómeno sobremanera extraño de la irrupción del vacío en la cosmovisión natural y en el corazón del hombre como vivencia hegemónica, tiene su antecedente remoto en la respuesta de Demócrito, también el vacío “es”, a los eleatas, sólo “es” lo pleno (pleon) y que el vacío (kenon) “no es”. Pero hoy vivimos el resentimiento ante la plenitud ontológica del ser y la inversión de los valores, y desde ese bastión florecen todo tipo de religiones inmanentes cuyo afán esencial es “ser como dioses”. La ufolatría es expresión de una sociedad moderna que ha reducido a un  mero formalismo vacío la experiencia íntima de lo trascendente y ha exacerbado, junto a la deplorable ignorancia científica de la gente, una gran atracción por los misterios de este mundo inmanente. Todo lo cual no logra satisfacer necesidades religiosas inhibidas pero compensa con cultos que reflejan una patética pobreza espiritual.

 Llama la atención la debilidad sugestionable de la gente que llena las sectas ufolátricas y el poder carismático del líder ufólatra que linda con el mesianismo, la manipulación y la dominación. Efectivamente, la credulidad, ingenuidad, carencia de sentido crítico, débil fe en lo trascendente, sin sentido de la vida, ansiedad, necesidad de salvación, depresión, soledad, inadaptación, escasa capacidad para dirigir su libertad individual, personalidad frágil, y proclividad para ser manipulados, son la principales características de las personas que llenan las sectas ufológicas. Mientras que el líder ufólatra es altamente egocéntrico, con gran capacidad para producir entusiasmo, manipulador, altamente proclive a la mitomanía, cree más en sí mismo que en lo objetivo, entregado al mentalismo, desestima las pruebas en contra, se siente autorizado a falsear la verdad, se comporta como un autócrata que decide lo que debe pensar el subalterno, congrega en torno a sí a personalidades sumisas y desorientadas, tiene capacidad de modificar la escala de valores, actitudes y creencias de sus adeptos, muestra gran capacidad de argumentación, inspira seguridad, genera simpatía sin suponer su capacidad para la empatía, tiene pocos remordimientos de conciencia y débil conciencia moral. Por su gran oratoria, autoestima exagerada, mitomanía, comportamiento manipulador, no sentir culpa, superficialidad afectiva e intelectual, no asume su responsabilidad, de estilo de vida parasitario, irresponsables e irrealistas, suelen ser parte de la personalidad psicopática.

En una palabra, con las sectas ufolátricas estamos en una situación parecida a cómo en los años veinte los médiums, espiritistas y los magos engañaban a todo el mundo, a la prensa, a las cortes europeas, a intelectuales y científicos pero no a los magos porque éstos ya conocían todos los trucos. Quizá haga falta en la ufología un Harry Houdini que desenmascare a tanto embustero. La espantosa pobreza intelectual y espiritual que exhiben las sectas ufológicas y la manipulación mental que ejercen sus líderes son la mejor prueba del mitoide que se va tejiendo al interior de una sociedad altamente secularizada y sin fe en lo trascendente. Pero en medio de la vorágine acrítica ufolátrica ya se propone una agenda para “asuntos supraterráqueos” en la ONU[1].

Ahora bien, pero es justo y necesario que no caigamos en la miopía intelectual y el simplismo racionalista de atribuir solamente a causas psicológicas la atracción hacia las sectas ufológicas, pues hay indudablemente también causas sobrenaturales. Me refiero a la seducción del Maligno. Es obvio que un canal abierto para la tentación ufológica es la debilidad de la fe en Dios propia de nuestra época de la increencia. Si hasta Nuestro Señor Jesucristo fue tentado en el desierto con la falsa visión de todos los reinos de la tierra[2], a lo cual Jesús responde: “Al Señor tu Dios no tentarás”, entonces no es difícil admitir que engañe a monseñores, clérigos, intelectuales, científicos y gente común, sobre la existencia de civilizaciones extraterrestres, naves de aliens, razas alienígenas, portales interdimensionales, extraterrestres benévolos y malévolos (grises, reptilianos, etc.) y todo encaminado a destruir la Revelación introduciendo falsos argumentos mediante la razón natural.

Por ejemplo, desde Einstein se sabe sobre la idea de otras dimensiones a partir de que el espacio tiempo está doblado a través de una dimensión física más alta. Incluso Kaluza-Klein plantean la idea de un universo de once dimensiones. De esto se aprovechan los ufólogos para hablar de “seres interdimensionales” y “portales dimensionales” y otros disparates. Sencillamente el paso de una dimensión a otra representa la alteración de la geometría tridimensional y aun admitiendo que se trate de seres que cambien de forma qué sentido tendrían el cruce genético con las otras dimensiones. Seres que alteran su geometría al pasar de un universo a otro pertenece más a la ciencia ficción porque en la realidad desaparecerían. Todo este lenguaje pseudo físico y pseudo matemático lo único que persigue es la credulidad de la gente.

Cabe detenernos un momento en uno de los relatos más misteriosos, enigmáticos e incomprensibles de los evangelios según san Mateo. El relato sucede después del bautismo de Jesús, sometido en todo a la acción del Espíritu Santo. Y en esas condiciones es llevado al desierto para ser “tentado” por el diablo. De manera similar hay que indicar que ya pasado el tiempo histórico-escatológico de la Creación y la Caída y viviendo actualmente el tránsito de la Redención y el Juicio, ahora la humanidad redimida es tentada por el diablo con el mitoide de la inteligencia extraterrestre. Pues la historia de la Revelación está concluida pero la historia de la Salvación continúa. Con ello el Enemigo se camufla de benévolo extraterrestre que vigila y cuida al hombre de su propia destrucción. Y así busca destruir la extraordinaria condición del hombre en el plan divino. Recordemos que la presencia de Dios en nosotros es ontológica, pero su habitar en nosotros es óntica, o sea por invitación nuestra. De manera que la nueva fe ufolátrica lo que consigue es retirar dicha invitación a Dios y poner en su lugar a los extraterrestres que en realidad son demonios.

Claro que la tentaciones a Jesús prosiguieron, no directamente, pero sí indirectamente, pues lo tentó luego a través de los fariseos y saduceos, queriendo intimidarle en el desarrollo de su mesianismo; con las turbas, que querían hacerle rey temporal; con los que intervinieron en la pasión. Todos colaboraron a aquel momento, el propio Jesús dijo: “Viene el príncipe de este mundo contra mí” (Jn. 12:31). Entonces el Padre hizo lo que antes El no quiso realizar: “vinieron los ángeles y le servían,” es decir, le trajeron alimento: (Mt 8:13; 25:44, etc.). Por supuesto, aquí Jesús es tentado en cuanto Mesías, y en la ufolatría el hombre contemporáneo es tentado en cuanto reconocedor de que Cristo es nuestro salvador. Jesús es el gran vencedor de Satanás y su obra: no se inclina ante él para recibir el mesianismo: ni en lo religioso ni en lo político. Y así espera del hombre que persevere en la fe y que no se someta al nuevo credo profano de las sectas galácticas.

En una palabra, la secularización del espíritu de nuestro tiempo es la última raíz que se esconde detrás de todas las fuentes derivadas del fenómeno ovni convertido en una nueva fe. Por ello, el fenómeno ovni tiene fundamentalmente un impacto religioso sobre el alicaído espíritu del inmanentista hombre actual. La fe inmanente en galácticos seres superiores que vuelan en platillos es su nuevo y más concreto consuelo. De esta manera, si el fenómeno ovni se trata de estrellas, planetas, meteoritos, globos, aviones, restos de satélites o fenómenos atmosféricos inusuales, fraudes y alucinaciones tanto humanas como demoníacas, no se convierte más que en un objeto de estudio interesante para la física, sino en un tema relevante para la psicología, sociología, filosofía y teología. Y de esta forma se puede afirmar que el indesarraigable afán de alcanzar lo transhumano sin el horizonte de lo trascendente se pervierte en creencias historicistas, relativistas, inmanentes, naturalistas, donde se quiebra el vínculo entre lo perenne y lo transitorio; y donde en definitiva el sueño transhumano del hombre se convierte en el sueño por potenciar ilimitadamente el poderío humano a través de la esperanza de encontrar una civilización inteligente extraterrestre. El nuevo sueño del ambicioso hombre fáustico de la modernidad es incrementar su poderío empleando la inteligencia extraterrestre como un medio y no como un fin en sí mismo.

Por último, nos preguntamos si todo esto puede ser considerado un nuevo mito propio de la mentalidad desmitificadora de la modernidad. Veamos. Al hombre ancestral pertenece el mito teogónico del caos original, luego hallamos el mito trágico griego del dios malo, ambos fueron disueltos por el monoteísmo ético hebreo. Según Mircea Eliade, los mitos son historias sagradas que narran acontecimientos del tiempo primigenio, y para Claude Lévi-Strauss el mito responde a una pregunta existencial, enfrenta categorías antagónicas y brinda una reconciliación. Paul Ricoeur [Finitud y culpabilidad, Taurus 1960] enfatiza, más bien, la triple función del mito: universaliza la experiencia, establece tensión entre un principio y un fin, investiga relaciones entre el arquetipo y lo histórico, y prepara la especulación al explorar la ruptura entre lo ontológico y lo histórico.

Por mi parte, he propuesto [Filosofía mitocrática y Mitocratología, 2010] la interpretación existencialista-mitocrática donde el mito es la forma ancestral de hacer filosofía, como afán de trascender la condición del hombre para unirse con lo absoluto, todo lo cual remite a la estructura ontológica de la existencia humana. En cambio, la modernidad se caracteriza por una hermenéutica desmitificadora y una mentalidad funcional que relega a segundo plano la mentalidad substancial, donde todo lo tradicional, alegórico, simbólico y sagrado pierde vigencia ante el nuevo credo irreligioso que decreta que sólo lo fáctico es lo real. Con ello quedó sentenciada la falsedad del mito y la supuesta verdad del discurso de la ciencia. Y esto constituyó el primer mitoide creado por la modernidad.

La modernidad no crea mitos, vinculados a lo trascendental y lo absoluto, sino mitoides, vinculados a lo terrenal y relativo. Esta es una mis discrepancias fundamentales con Jung que habla del fenómeno ovni como “mito moderno”, en cambio la modernidad que no admite historias sagradas no genera mitos sino mitoides, Por eso aquí se afirma que el fenómeno ovni es un mitoide moderno. Pero no es simplemente un mitoide de la modernidad secular, más bien es un mitoide de la modernidad tecnológica. Lo secular precede a lo tecnológico, lo favorece y promueve. Por eso el mitoide ovni se asume como creencia tecnológica mundanal plausible. Una de sus formas es la creencia ufológica y el mitoide de naves extraterrestres galácticas. Así como la cultura mitológica hizo posible los mitos, de forma similar la cultura científica hace posible los mitoides. Su subproducto mitoidal es la ufolatría.

En otras palabras, el hombre moderno cree en el mitoide ufolátrico no tanto por ignorancia científica, dado que cada vez hay más científicos que lo aprueban, sino porque responde al ideal científico y al ideal antropológico moderno del crecimiento sin límite del poder humano. Y creer en la inteligencia extraterrestre super avanzada fortalece la creencia en el asintótico crecimiento de la inteligencia humana. Se puede decir que creer en alienígenas miles de años más evolucionados que nosotros, nos da esperanza inmanente en las posibilidades ilimitadas de nosotros mismos. El único problema es que esta cosmovisión moderna responde más a las fantasías evolucionistas y a la utopía tecnológico- científica que retroalimenta la racionalidad instrumental. La misma que de manera silenciosa nos lleva hacia la disyuntiva de mejorar o reemplazar a la especie humana.

En verdad, ¿hacia dónde nos lleva la creencia en la conexión ovnis-extraterrestres si no es, acaso, hacia el posthumanismo? La supuesta tecnología ovni fortalece la fe en la tecnología posthumanista, que una vez creada ¿será usada sólo en beneficio de una élite o de todos los seres humanos? El fenómeno ovni nos conduce a un futuro humano dentro del auge de las máquinas ¿Pero cuál será el fututo del hombre? ¿Ha terminado el periodo de evolución inconsciente para pasar a una evolución controlada por el hombre hipertecnológico? ¿Es correcto intervenir eugenésicamente en el cuerpo y la mente humana en vistas a su mejora y prolongada permanencia en el espacio? ¿Puede el venidero hombre-máquina seguir llamándose “hombre”? Una de las pesadillas en las que nos conduce pasivamente la creencia ufológica es  que ¿Lo impredecible será desterrado por la exactitud de la colmena? ¿La inteligencia artificial, la nanotecnología, la cibernética y otras tecnologías reemplazarán a la humanidad? ¿El proyecto Avatar de la NASA y el Departamento de Defensa, con un cerebro humanoide y una consciencia transferida a un ordenador hará nacer una neohumanidad? ¿Máquinas con un comportamiento ético no desplazarán definitivamente a la humanidad? ¿Crear robots pensantes uniendo la conciencia con la máquina con chips informáticos no nos lleva hacia una dictadura científica y el control del mundo? ¿Las máquinas decretarán la eliminación del falible hombre?

En otras palabras, fantasear con civilizaciones galácticas allana el camino para el surgimiento del  hombre-máquina, ser puramente Mente sin Libertad. Nos encamina acríticamente hacia el mundo unipolar capitalista, la extinción de la individualidad y el imperio del hombre-colmena, los transhumanos, posthumanos y ciborgs. Detrás del mitoide tecnológico ovni se prepara el asalto del fuego prometeico por la élite mundial. De concretarse lo más seguro es no será un nuevo Edén y sí, más bien, el Infierno. Pero hay algo más. Fantasear con civilizaciones extraterrestres es una forma lúdica en que el hombre tiene para poner en juego su gran capacidad de expansión y aprendizaje. Y además pone a prueba su capacidad de criatura moral y completa la prueba física teleológica de erigirse en ordenador inteligente del mundo. En una palabra, el fenómeno ovni pone a prueba una cosa: ¿puede el hombre seguir siendo el centro metafísico-moral del cosmos? Mi respuesta es afirmativa.

Pero hasta el momento en vez vernos invadidos por seres extraterrestres, nos vemos cercados masivamente por seres humanos que deponen su sentido crítico simplemente para creer porque no quieren aprender ni pensar. No hay duda que descubrir inteligencia extraterrestre sería un acontecimiento descomunal, pero ante la falta de pruebas y la cantidad prodigiosa de fraudes hay que preguntar imperativa ¿Por qué tanta mentira, credulidad y afán de creer? ¿Por qué tanto cuento con círculos en las cosechas, implantes, abducciones, portales interdimensionales, etc.? ¿Por qué tanta falsificación y autoengaño? El síndrome del pensar acrítico es parte orgánica de la hegemonía de la racionalidad instrumental y totalitaria sobre la racionalidad substancial en la modernidad tecnológica.

Al llegar al término de nuestra investigación extraemos la siguiente conclusión. Por lo general, la mente humana es muy proclive a creer en ilusiones sin pruebas científicas. Y es así porque la ilusión surge de la propia percepción que engaña a la mente y la misma nos lleva hacia decisiones y creencias irracionales. Y el sentido común es la víctima predilecta de las ilusiones. Así, la vida inteligente extraterrestre es una ilusión que se asocia al fenómeno ovni, pero como hemos visto esto no debe ser necesariamente así. El fenómeno ovni puede subsistir sin el nexo con la vida inteligente extraterrestre. Es decir, aun cuando la ciencia llegue a confirmar que estamos solos en el universo, como al parecer todos los indicios lo indican, el fenómeno ovni sobrevivirá como fenómeno atmosférico anómalo, como programa de aviónica secreto y, cuando no, como engaño sobrenatural del satán.

Así, sobre el fenómeno ovni hay que distinguir tres tipos de problemas, a saber: el problema de la manifestación natural ovni (rayos globulares, nubes lenticulares, hologramas solares, sprites, meteoros, estrellas, planetas), el problema de la manifestación artificial (tecnología ovni humana, aviones negros, misiles hipersónicos, satélites, globos, fraudes, engaños humanos y demoníacos) y el problema de la inteligencia extraterrestre (civilizaciones en nuestra galaxia y fuera de ella). Los dos primeros son objetivos, es decir, existen y son reales. El tercero no es real, existe como objeto hipotético. El fenómeno ovni justamente se convierte en mitoide de la modernidad tecnológica al confundirse con el tercer problema, a saber, el problema de la inteligencia extraterrestre, y al subsumir erróneamente los dos primeros al predominio ET.

A partir de esta confusión surge la ufolatría (con líderes carismáticos, astutos[3], mitómanos y superficiales, y con adeptos sumisos, acríticos y sugestionables), que curiosamente se encuentra ampliamente extendida en sociedades tecnológicamente avanzadas[4]. Lo cual no es extraño, dado que son en esas sociedades precisamente donde el “Reloj del Apocalipsis” termonuclear amenaza con la destrucción del planeta y aprisiona con más fuerza a las conciencias.

De este modo, la ufolatría llega al extremo delirante de confeccionar mapas estelares señalando de qué estrellas provienen los Reptilianos, los Sirianos, los Andromedianos, los Nórdicos, los Zetas, e incluso llegan al extremo de indicar otros lugares donde existe inteligencia desconocida[5]. Otros presentan otra clasificación morfológica: Humanoides (verdes, grises, nórdicos y gigantes), Zoomórficos (reptilianos insectoides, cefalopoides), Xenomórficos (figuras nebulosas, ameboides, minerales, vegetales, etc.). Ante esto la ciencia ha descartado la apariencia humana como dirección de la evolución convergente. Abundan libros, películas, series de televisión, videojuegos sobre extraterrestres, incluso la creencia astrológica del New Age hablan de que Jesucristo fue un extraterrestre. La arqueología, la ciencia, la astronomía han ido derribando estas ficciones, pero la exoplanetología hizo que científicos, en número cada vez mayor, se mostraran optimistas sobre la posibilidad de encontrar planetas en torno a estrellas de nuestra galaxia y de otras galaxias que pueda albergar vida inteligente. Este último hecho resucitó nuevamente la ufolatría, que ya había caído en descrédito por tanto fraude y engaño[6].

Tanto la ufolatría popular, “científica” y teológica echan mano desde el punto de vista lógico a tres tipos de falacias, que se condicen con la degradación cultural de la civilización consumista y hedonista actual:

·           Falacia del Residuo (afirmación de la existencia de ET sobre un reducidísimo número de casos inexplicados).
·           Falacia de la Diversidad (afirmación de otras formas de vida sobre condiciones desconocidas e inexplicadas).
·           Falacia de la Vastedad (dado que el universo es tan vasto, debería ser cierto que haya un enorme número de civilizaciones extraterrestres en el Universo).
Especialmente la ufología teológica se sirve de esta última falacia, la cual como hemos visto se fundamenta en una comprensión errónea de la omnipotencia divina.

La agudización de las crisis de la modernidad (ecológica, política, alimentaria, seguridad mundial, sanitaria, económica, poblacional, educativa, moral y espiritual) hace prever la mayor difusión de las sectas ufolátricas a corto y mediano plazo en medio de una sociedad sumida en la increencia, el nihilismo, la religión a la carta, el relativismo, el hedonismo y la profunda secularización. Es más, el avance de la sociedad cibernética aumenta el temor sobre el peligro del dominio de los robots sobre la humanidad. Se siente la amenaza de la era posthumana[7]. Lo más seguro es que los robots pensantes y autónomos no representen la evolución de la especie humana sino, más bien, su fin. Se avizora un futuro sombrío para el hombre en medio del auge de las máquinas. 

La super inteligencia artificial introduce un nuevo elemento angustiante en la conciencia de la humanidad. En otras palabras se vive una gigantesca crisis civilizacional en la era cibernética, que desborda el orbe occidental y que en una era globalizada involucra a todas las demás civilizaciones unidas por la racionalidad científico-técnica y la economía de mercado. Es una dura prueba para las conciencias que perseveran en la fe trascendente y en la respuesta afirmativa que subyace en la interrogante de la problemática integral del fenómeno ovni: ¿Puede el hombre seguir siendo el centro metafísico-moral del cosmos?

Por último, hay algo más profundo en todo este movimiento que cree en la inteligencia extraterrestre. Y es que existe un contenido escatológico salvífico subyacente en sus inquietudes más profundas. Pues así como sin mística no hay auténtico conocimiento ni amor a Dios, del  mismo modo trasladando dicho amor y conocimiento hacia los supuestos aliens se termina por esfumar a Dios mismo en una serie de eones intermediarios o inteligencias eternas, emanados de la unidad suprema, y que el gnosticismo pone en relación a la materia con el espíritu. Efectivamente, la ufolatría se inscribe como parte de la ofensiva contemporánea del revival gnóstico. No es casual que esta forma de religiosidad practique de forma generalizada la meditación de contacto en busca de la salvación por el conocimiento ET que los regenera y diviniza. No hay duda que no sólo hay teología ufológica cristiana sino también gnóstica. Trascender el espacio y el tiempo por un esfuerzo de éxtasis personal de contacto, forma parte de esta nuevo tipo de religiosidad egocéntrica e individualista que implica una antropología, cosmología y soteriología que enfatiza la importancia del contacto ET. En ellos el mito intemporal y trascendente se articula con el mitoide temporal e inmanente. Pero el resultado final de toda esta heteróclita mezcla es el cuestionamiento de la fe preternatural revelada y de la religión sin retribución. En una religión interesada no se da un verdadero encuentro con Dios, y hay más bien la edificación de un ídolo, a saber, el del dinero o el dios Mammón. La religión interesada carece de autenticidad y profundidad y es profundamente satánica, la expectativa por la recompensa denigra el auténtico amor por Dios, y en esto reside la universalidad del mensaje del libro de Job. La ufología científica y la ufología esotérica están animadas por ese ánimo de creer “por algo”, por “una retribución”. Esta degradación del sentimiento religioso se corresponde con la secularización creciente de la modernidad tecnologizada.

Pero hay algo más importante todavía que se enseña en el libro de Job, y es que Dios confía en el hombre y no en fantásticos ET. Y es ese profundo desengaño en el hombre, en la realidad humana, sobre todo en las sociedades altamente tecnológicas, lo que precisamente subyace profundamente en la creencia ufolátrica de toda laya. Desengaño y desesperanza que tiende a agudizarse en momentos de crisis civilizacional como la presente. Desde la oscuridad de la confusión y las tinieblas se trata de que el ser humano sepa elegir el camino a seguir y por ello bien se dice en el evangelio “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” [8].

Nuestras conclusiones son semejantes a las de Jung y Sagan pero también diferentes. Semejantes a Jung por cuanto que se ve en el fenómeno ovni un contenido religioso. Nuestra diferencia radica en que no hablamos de mito sino de mitoide y que dicho sentimiento religioso es de carácter inmanente y no trascendente. Similar a Sagan porque no se ve razón ni prueba contundente para creer en la existencia de seres inteligentes extraterrestres. Pero diferente a él en tanto que admitimos la existencia y realidad del fenómeno ovni en su manifestación natural y artificial (tecnología militar secreta y engaños del demonio) y que la ciencia sin la religión y la metafísica filosófica termina destruyendo la espiritualidad. Credulidad, manejo de la conciencia, engaños, negocios, aberraciones psicológicas y pura paranoia, está debajo de la creencia en seres inteligentes extraterrestres. La exploración espacial sigue teniendo una base más realista, a saber, encontrar otros hábitats semejantes a la tierra y enviar humanos al espacio.

Además, culturológicamente es posible afirmar que no es pura coincidencia el gran auge de la ufolatría en los países más desarrollados tecnológicamente. La amenaza de destrucción termonuclear y degradación global del medio ambiente pesa sobre las conciencias de millones de gentes comunes incrementando la angustia existencial y el deseo de salvación inmanente. Y un poderoso paliativo es regresionar a la credulidad ilimitada que da cobijo a la creencia en extraterrestres mesiánicos y salvadores. Aquí no se trata de fe sino de credulidad, que da cabida a una alucinación colectiva de nuestro tiempo llamada inteligencia extraterrestre. Alucinación que emerge de un mundo banalizado, donde el hombre y sus asuntos han perdido importancia y en su lugar se prefiere creer en seres superiores de otras galaxias que brindan esperanzas. En suma, se trata de un escapismo mental que retrata la profunda degradación espiritual de la modernidad secularizada de nuestro tiempo.

En este contexto, el tema de la inteligencia extraterrestre  también se ha convertido en un mitoide estratégico de distracción de la opinión pública mundial para implantar un mundo unipolar.

Por su parte el argumento de la teología ufológica, sobre el cual descansa todo su edificio (“El poder ilimitado de Dios”), es un sofisma y una tergiversación del constitutivum metaphysicum de Dios. Dios no hace todo lo que puede sino todo lo que es racional a su justicia, se pone límites a sí mismo, respeta la libertad humana y su creación. Justamente porque el poder de Dios tiene límites es que tiene lugar la posibilidad de que el hombre libre pueda cambiar su camino, de convertirse. Y con su justicia es como Dios se hace presente en la historia y en la naturaleza.

El misterio de la libertad divina es que también el Dios Todopoderoso se hace débil para dejar espacio a la libertad humana. No solamente somos una “caña pensante”, al decir de Pascal, sino una “caña con libre arbitrio”. Lo cual lejos de justificar el antropocentrismo implica un vigoroso rechazo, porque la libertad humana no conoce los designios de su creador y todo lo creado no existe para la utilidad del ser humano. La creación es una teofanía de su amor gratuito. Todo lo cual impide el reemplazo de Dios por el hombre. Por eso la teofanía de Dios no es violenta sino suave como la brisa. Y la Providencia no miente al habernos dado la Revelación, y el papel de ésta es permitir que el hombre ascienda a la trascendencia ayudado por las dos alas a su alcance, a saber: la razón y la fe. Su poder se sujeta a su Sabiduría. Esto hay que destacarlo con fuerza en medio de una época como la nuestra azotada por el irracionalismo y la superstición de la credulidad.

En suma, el fenómeno ovni es real, como fenómeno natural y artificial, y ha sido el mejor elemento diversionista para encubrir la carrera armamentista. Pero la inteligencia extraterrestre es un tema de la literatura de ficción y un fraude ufolátrico grotesco sin evidencia contundente alguna.

Lima, 03 de Febrero 2015



[1] “La Detección de Vida Extraterrestre y las Consecuencias para la Ciencia y la Sociedad” artículo de M. Dominik y J. C. Zarnecki publicado el 10.01.2011 en Philosophical-Transactions.–Fuente en línea: http:// rsta.royalsocietypublishing.org (trad. Giorgio Piacenza).
[2] Mateo 4: 1-11. 1 Dice el versículo: “Entonces fue llevado Jesús por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. 2 Y, habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre.3 Y acercándose el tentador, le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. 4 Pero él respondió, diciendo: Escrito está: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Le llevó entonces el diablo a la Ciudad Santa, y, poniéndole sobre el pináculo del Templo, 6 le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo, pues escrito está: “A sus ángeles encargará que te tomen en sus manos para que no tropiece tu pie contra una piedra.” 7 Le dijo Jesús: También está escrito: “No tentarás al Señor tu Dios.” 8 De nuevo le llevó el diablo a un monte muy alto, y mostrándole todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, 9 le dijo: Todo esto te daré si de rodillas me adoras. 10 Le dijo entonces Jesús: Apártate, Satanás, porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás y a El solo darás culto.” 11 Entonces el diablo le dejó, y llegaron ángeles y le servían.
[3] Es la astucia de la serpiente que ofrece ciencia sin obediencia a Dios (Génesis 3, 1).
[4] Una lista bastante completa y detallada se ofrece en el artículo “Religión Ovni” de Wikipedia. Todas son sectarias, milenaristas, y en su sincretismo introducen creencias cristianas y científicas. Su tecnofilia (fe ciega en la tecnología) se combina con su ETfilia (fe en las capacidades espirituales de los ET).
[5] Cfr. Ufo Giovanny Astra FB, post “lieu de nos visiteur”. Enero 24 2015.
[6] Entre los casos más sonados de fraudes estuvo el autor de “Yo visité Ganimedes” al reconocer que era pura ficción, y a mediado de 1990 José Luis Jordán Peña reconoció ser el instigador de la civilización extraterrestre ummita. Este último convencido de su inmoralidad confesó todo a la policía, tras haber desatado una ola sectaria que marcaba a fuego con su símbolo a niños. Mucho se habló que fueron experimentos del servicio secreto sobre el control mental. Todo lo cual demuestra lo frágil de establecer el criterio de verdad en simples “Testimonios”. Tampoco se puede omitir mencionar la sentencia en 2012 por el Tribunal de Apelaciones de Francia contra la iglesia de la Cienciología, que cree en seres galácticos, por fraude y ser una banda organizada con fines económicos. Muchos han descubierto que en el actual mundo anético y sin valores, la mejor manera de conseguir su primer millón de dólares es hacer su propia religión, y mejor si trata sobre extraterrestres.
[7] El fundador de Microsoft, Bill Gates, se unió a la carta abierta firmada a fines del 2014 por destacados pensadores, entre ellos el empresario tecnológico Elon Musk y el científico británico Stephen Hawking, en su preocupación acerca de cómo pueda ser utilizada la inteligencia artificial en el futuro. El astrofísico británico fue más radical al expresar que la inteligencia artificial acabaría con la especie humana. Pues lo humanos ya no podrán competir al estar limitados por la evolución biológica ante máquinas que se rediseñarán a un ritmo creciente. A comienzos de 2015 el MIT anunció el logro de Matrix o de un interfaz que permita conectar el cerebro humano a una computadora, y se calcula que en tan sólo una década estará listo el proyecto Avatar de la NASA y el Departamento de Defensa, con un cerebro humanoide y una consciencia transferida a un ordenador.
[8] Romanos 5,21.