domingo, 15 de mayo de 2016

RAZÓN SUSTANCIAL Y RAZÓN FUNCIONAL COMO DESAFÍO ESPIRITUAL DE CIVILIZACIÓN NEOTÉCNICA

RAZÓN SUSTANCIAL Y RAZÓN FUNCIONAL
Desafío espiritual de la civilización neotécnica
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
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El desafío espiritual de nuestra actual civilización neotécnica, y de la que en buena cuenta puede depender su supervivencia, es la nueva síntesis a la que está arribando la razón sustancial y la razón funcional.

La máquina promueve el crecimiento del funcionalismo en todo orden de cosas. Incluso resulta peligrosa cuando inmoviliza el espíritu. Su presencia es la que ha potenciado la hegemonía de la razón funcional en nuestros tiempos. La religión, la metafísica, la moral, la belleza y todo orden de cosas absoluto y esencial resultaron siendo su principal víctima. Pero la máquina no siempre es la misma. Ella misma cambia, evoluciona y los enemigos de ayer resultan siendo los aliados de hoy.

Si ayer la máquina en su fase paleotécnica interactuó con el capitalismo y la guerra para promover su desarrollo, hoy en su fase neotécnica la obstaculiza. La máquina es esencialmente comunista, porque sus imperativos prácticos exigen una economía colectiva. Pero la máquina neotécnica va más lejos. Porque sus capacidades orgánicas virtuales y cibernéticas la vuelven en aliada de la vida, exige una sensibilidad más fina y persigue el reemplazo del beneficio privado por el beneficio social.

En el presente tanto el orden político financiero capitalista global como la revolución científico-técnica son expresiones del triunfo de la razón funcional sobre la razón substancial. Pero ambas han llegado a un punto de desarrollo en que sus tendencias colisionan, se estorban y exigen una resolución definitiva. Lo cual pone en entredicho también, la otrora relación conflictiva entre razón funcional y razón substancial, empirismo y metafísica.

La razón funcional es más antigua, va más allá de la dialéctica instrumental del iluminismo, porque dicha identificación de la razón con el dominio, que acaba reificando por completo a la humanidad y destruyendo su subjetividad, se retrotrae no sólo al empirismo moderno y al nominalismo de la  Edad Media decadente, sino que ya manifiesta su vigorosa presencia en los criterios pragmáticos de los sofistas griegos. La diferencia es que desde la edad moderna la razón funcional se convierte en la dialéctica hegemonizante de la razón. Pero dicha hegemonía está llegando a su término dejando oír las campanadas de un tiempo finisecular.

Así hemos arribado en la modernidad a la civilización neotécnica, donde se abre camino una ideología orgánica que desplaza a la ideología mecánica al interior de la técnica. Se retorna a lo vital, ecológico y orgánico, que abre la posibilidad de un mundo más humano y natural. Es decir, la propia razón funcional llega a un benéfico punto de intersección con la razón substancial, metafísica y esencial. Pero, entonces, qué es  lo que estorba a esta  síntesis  moral,  epistémica  y ontológica. Estorban los propios resabios y tendencias perversas de la razón funcional propias de la fase paleotécnica. En este caso la lógica de la apropiación privada de la riqueza social del capitalismo es el principal obstáculo civilizatorio.

Actualmente existe un grave desfase entre el orden político y financiero de los megamonopolios privados del capitalismo global que se resisten a socializar los beneficios de la fase neotécnica de la máquina. No es que en la técnica están todos las soluciones a los problemas del planeta, pero es una fuerza histórica poderosa que bien conducida podría ayudar al pensamiento humano a abrir nuevas posibilidades constructivas en vez de amenazantes como es ahora. Es cierto que la comunicación se ha vuelto instantánea pero en contrapartida el pensamiento se ha trivializado. Pero su trivialización no es resultado de su instantaneísmo, sino de un sistema capitalista que subordina la educación a la producción. Nos estamos enfrentando a una brutal colisión de valores contrapuestos. La máquina neotécnica nos vuelve más ecológicos y holísticos, pero el capitalismo imperante nos hace más egoístas e individualistas.

Occidente tiembla con la idea de su propia destrucción, pero la realidad es que Occidente ya está destruido moral y espiritualmente, y quien lo ha terminado de destruir es el capitalismo privado de las grandes megacorporaciones, esto es, el hiperimperialismo, como la expresión más brutal de la racionalidad instrumental y la expresión más involucionada de la razón funcional.

De modo que lo que está en crisis no es la fase neotécnica de la civilización de la máquina, sino que son las estructuras políticas, éticas, filosóficas, culturales y espirituales de la sociedad global actual. En una palabra, el desafío espiritual de la civilización neotécnica es el sino de nuestro tiempo y se condensa en la erosión nihilista de la sociedad postmetafísica. Es más, de no asumirse el desafío espiritual en su verdadera profundidad la fase neotécnica de la civilización de la máquina amenaza con exterminar a la propia humanidad.

Pues, actualmente la civilización enfrenta el desfase profundo entre su fase neotécnica en el desarrollo científico y la fase paleotécnica en el pensamiento político, filosófico, ético y cultural en general. Pero este desfase cultural arrastra consigo un mortal desfase ético y por tanto lo que se tiene enfrente es un desafío de índole espiritual. Son numerosos los pensadores actuales quienes hablan de que vivimos en el presente en una sociedad amoral. Por mi parte propuse hace algunos años la categoría antropológico-filosófica del “hombre anético”, el cual no distingue el bien y el mal y se siente con derecho a determinar lo bueno y lo malo según sus necesidades.

Al propio hombre común le caben pocas dudas sobre la instalación cotidiana de la sociedad de la amoralidad privada y pública, donde se efectúa la malignización del bien y la desmalignización del mal. En una palabra, la gran pregunta filosófica que golpea nuestras testas y que se deriva de la presente crisis ética, política y de pensamiento -que no se muestra a la altura de las posibilidades benefactoras de la técnica- es la siguiente: ¿Es posible afrontar de raíz el desafío espiritual que representa la civilización neotécnica cuando la propia Modernidad se funda en la relativización de la verdad, su instrumentalización y el primado de lo epistémico sobre lo ontológico? Veamos.

En el mundo antiguo Aristóteles considera a la justicia como la virtud por excelencia porque mientras las otras virtudes se limitan a perfeccionar al ser humano, la justicia ordena al hombre en su relación a los demás (Ética nicomáquea, libro V, p. 1). En el cristianismo sin el amor las virtudes no son perfectas, entonces con cuánta razón afirma Tomás de Aquino que el amor es forma de todas las virtudes (S. T., II-II, q. 23, a 8). Sin amor no puede haber buena vida.

Esta diferencia normativa está señalada por una profunda diferencia metafísica. Nos explicamos. La tesis ontológica de la tradición clásica antigua concibe un agón cósmico que corre hacia lo divino, el premio es la participación en la esencia y la posesión del saber. Es decir, la esencia del amor antiguo no ama sino simplemente atrae. En cambio, como señala Max Scheler (El resentimiento en la moral, III), el cristianismo invierte el sentido del amor antiguo (aspiración de lo inferior a lo superior), ahora lo superior desciende a lo inferior para hacernos igual a Dios.

Y es que en el cristianismo, Dios no tiene sobre sí ningún logos sino que debajo de su acto amoroso está el logos. En la postura moderna donde el ente aspira del   no-ser   al   ser,   el  ser  no  desciende  más  bien asciende, no hay acto creador y se problematiza la existencia como nihilidad, está íntimamente enlazada con la filosofía moderna, la cual lleva en sí la renuncia al ser y su reemplazo por lo óntico.

Efectivamente, el funcionalismo de la realidad fáctica es la pauta que marca el paso del mundo moderno y hace imposible una vida política y valorativa ascendente, sin lo cual no es posible aprovechar las posibilidades benefactoras de la fase neotécnica de la civilización de la máquina. Pero una cosa es el funcionalismo de la fase paleotécnica de la máquina y otra cosa es el funcionalismo de su fase neotécnica.

La civilización neotécnica es así trabada y distorsionada por intereses políticos y económicos que son propios de la fase paleotécnica. En este sentido la “virtud” por excelencia es la eficiencia y el “valor” supremo la utilidad, el lucro. Como la vida espiritual luce extinta entonces los valores y virtudes que se exigen y priorizan no tienen que ver con el perfeccionamiento del ser humano y la vida buena, sino con el acrecentamiento de la vida material y el enriquecimiento corporativo.

La médula   del   ethos   moderno   es   la   comunidad   en   el egoísmo, donde el ser real es valorado individualistamente. Esto corresponde a la razón funcional de la fase paleotécnica de la máquina, más no a su fase neotécnica. En Occidente la unificación afectiva es activa pero limitada a los valores materiales, en contrapartida el escapismo cultural es asumir la unificación afectiva pasiva de Oriente, donde el ser es valorado negativamente. De este modo ni la fuerza del ejemplo ni la redefinición de la virtud son suficientes para revertir el proceso descomunal del espíritu decadente de la modernidad.

Para afrontar el desafío espiritual de nuestra actual civilización neotécnica hace falta algo más profundo, relacionado con el esquema metafísico del contexto histórico. Hay que destacar que las verdades científicas son verificables y las verdades metafísicas son inverificables, existenciales, no son objetos iluminados sino presencias iluminantes. Pero en la civilización neotécnica actual estas verdades salen a la luz por la evolución misma de la razón funcional, que apunta hacia una conciliación, quizá no definitiva y siempre provisional, con la razón substancial.

Esto significa que el deterioro científico, ecológico, ético, económico, político y cultural actual, tiene que ver con un giro metafísico en ciernes que está en la raíz de las postrimerías del mundo moderno. Vamos hacia una nueva síntesis entre lo cuantitativo y lo cualitativo, el ser con lo óntico, lo substancial y lo funcional. Por ende, el desafío espiritual ante la crisis política de la civilización neotécnica se vincula a la asunción de las verdades eternas, trascendentes, valores inextinguibles, virtudes superiores y el ser substancial gracias a la propia luz que arroja la razón funcional neotécnica. En suma, la civilización de la máquina neotécnica impulsa a superar el actual sistema totalitario de dominación global.

Más nada en la historia es algo ineluctable. Estamos expuestos a los mayores cataclismos y desaciertos. Casi estamos tentados a suscribir la visión naturalista de Vico con su corsi y ricorsi. Pero si la historia es un permanente renacimiento y una agonía constante, entonces la voluntad individual corre el riesgo de dejarse arrastrar por estas corrientes supraindividuales que anulan su libertad. Algo similar sucede con la visión racionalista de la historia. Si la historia es un descubrimiento de la razón y la bondad del hombre depende de ello, entonces no se comprende por qué la razón puede engendrar monstruos tan temibles. Nos resta la visión dialéctica y la visión teológica.

Para Hegel la historia es la liberación del Espíritu o el progreso de la conciencia de la libertad. Para ser justos con este pensador hay que recordar que por encima del espíritu objetivo (el Estado) está el espíritu absoluto (arte, religión, filosofía). O sea el estado no puede subordinar la cultura. O sea la riqueza espiritual está por encima de la riqueza material. Pero lo que vemos ahora es cómo la cultura ha sido trivializada y convertida en simple espectáculo por una libertad sin  cortapisas. La visión clasista de la historia concluyó en la represión de la cultura. La visión posmoderna como evento lúdico irracional des-substancializó la historia hasta el extremo. Por último, si en algo tiene razón la visión de la historia como teodicea es que es el drama de la salvación, en el cual no somos espectadores pasivos, sino activos protagonistas por el logro del bien y la verdad.

Asistimos a una hora crucial de la historia de la civilización humana. Sus fuerzas internas compulsan con una tensión inusitada. Su resolución es un problema antropológico porque en definitiva depende de la decisión humana. Pero la misma no es homogénea y está dividida. Mientras la supérstite élite capitalista pugna por manipular la fase neotécnica de la razón funcional para construir una sociedad tipo colmena con domesticación y obediencia absoluta, las fuerzas humanistas arremeten en la dirección que impulsa la misma razón funcional neotécnica en su encuentro con la razón sustancial, la cual exige dejar atrás el único y verdadero lastre del progreso social y humano, a saber, la lógica deshumanizadora del capitalismo global, para edificar una sociedad libre, justa y fraterna.

Lima, Salamanca 15 de Mayo 2016

3 comentarios:

  1. Mi respeto señor por su sintesis y desarrollo temático y filosófico exposición en cuanto en cuanto al el excistencialismo y la coconvivencia de la sociedad humana y su filosofía versus al dominio e impoxisión del capilatalismo esclavizante del ser estado y sociedad

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  2. Mi respeto señor por su sintesis y desarrollo temático y filosófico exposición en cuanto en cuanto al el excistencialismo y la coconvivencia de la sociedad humana y su filosofía versus al dominio e impoxisión del capilatalismo esclavizante del ser estado y sociedad

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  3. MODERNIDAD INVERTIDA
    La reducción de la comunidad humana a una entidad económica, integrada por la hegemonía forzosa de la concentración del capital y del consumo, se condicen con el utillaje instrumental de las ciencias y del aparato político obsesionado con el control sistémico de la libertad.
    La eficacia auto referida ha destruido la aventura libérrima del gozo. La razón, apenas un protocolo metódico, renunció a la filosofía como aventura del espíritu. En vez de la verdad intuida registramos aproximaciones o desviaciones porcentuales, un paso detrás de la realidad.
    La posibilidad, sin embargo, de la reducción de todas las partes funcionalmente distintas a un uno homogéneo ya no supone la armonización de todas a un programa sino la supresión de la personalidad, la selección artificial del conjunto de los rasgos humanos y su suplantación androide.
    Si la dialéctica de las cosas no se ha resuelto en el capitalismo en la superación de lo atávico y arcaico es porque la única libertad que aquél reconoce es apenas el de las formas y no la de la liberación de las potencialidades en el acto continuo de la realización y la plenitud humanas.
    Ya no es sólo el hombre el esclavo sino la maquinaria creada por él. La redención de los explotados, la integración de los excluidos y la recreación del espíritu suponen la reapropiación, la readecuación y la re asimilación de la red tecnológica a la causa de la justicia y la paz.
    La naturaleza del ser y el ser de la naturaleza han de encontrar un punto de sinergia, para que los caudales de información generen la energía necesaria para la doble negación en el salto de la acción inhumana de la dominación a la acción sin dominación, de lo humano a lo divino y otra vez al inicio.

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