miércoles, 31 de agosto de 2016

CIBERGSAPIENS Y APOCALIPSIS: Cuál es el verdadero porvenir humano

CIBERSAPIENS Y APOCALIPSIS:
Cuál es el verdadero porvenir humano
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
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Desde las megamáquinas en Egipto  como tumbas colosales para albergar cadáveres momificados, hasta el moderno proyecto Avatar, que busca conseguir la inmortalidad para el año 2045 extirpando un cerebro humano y manteniéndolo vivo conectándolo al avatar robótico, han transcurrido más de cinco mil años de historia de lo que el filósofo norteamericano Lewis Mumford llamó El mito de la máquina.

Obviamente, a tal proyecto Avatar han quedado invitadas las 1266 personas más acaudaladas del planeta. Las cuales dispondrían de una copia robótica holográfica del ser humano que puede ser controlado directamente por un interfaz. Y con ello se ratifica la tendencia capitalista de crear una ciberhumanidad, donde la minoría dominante creará una estructura uniforme, ubicua y planetaria, diseñada para operar de forma automática.

El hombre –como bien lo señala Mumford- dejará de ser una personalidad autónoma y activa y se convertirá en un animal pasivo, sin objetivos propios, condicionado por las máquinas, que se limitará a nutrir la megamáquina en provecho de organizaciones colectivas despersonalizadas.

Así, el hombre de homo sapiens, homo faber y homo ludens pasará a ser  homo ciborg. Huizinga se quedó corto en su previsión del juego, pues el juego acabará; Marx erró al pensar que la técnica tendría la función rectora de la evolución humana, pues su evolución concluirá; y Teilhard de Chardin desvarió al cavilar que el punto omega de la evolución humana es la inteligencia organizada, pues se hará realidad La Colmena de Camilo José Cela donde la inteligencia de la máquina decide por el hombre. De plasmarse complemente  esta nueva realidad incluso quedarían rezagados los conceptos de hombre mediocre de Ingenieros, hombre masa de Ortega y Gasset, el hombre unidimensional de Marcuse. Simplemente habrían dos razas humanas: la biológica (a exterminar) y la cibernética (a incrementar). Pero en realidad ya no trataría del hombre sino de la máquina humanoide.

El grave yerro cometido por la humanidad ha sido robar el fuego de Prometeo para luego entregárselo a las máquinas. Asumir como un fin en sí mismo a la técnica es el agujero negro en el que se ha metido la humanidad y que no encuentra la fórmula para salir de ella.

Ya vemos ahora al rector de la Complutense de Madrid y de San Marcos de Lima hablar inconscientemente de cerrar facultades e impulsar las carreras tecnológicas. O sea se suman a la supresión de lo más valioso que tiene el hombre, a saber, el pensamiento crítico. Por eso no es extraño que el de la Complutense lo haya dicho directamente en el recio estilo español: eliminar la facultad de Filosofía. Mientras que el de Lima se ha expresado limitadamente en el taimado y eufemístico estilo peruano.

Pero ni la tecnolatría ni la tecnofobia son el camino. Ante ello, ya lo señaló el filósofo peruano Juan Camacho (Individuo y técnica en el mundo contemporáneo, 1986), quedan tres caminos: 1. dejar que la tecnología evolucione por su cuenta (Toffler, Mc Luhan), 2. Abandonar pre-científicamente la técnica y 3. Abandonar el concepto clásico de individuo (Reich). En esta última solución se plantean tres caminos: a. la revolución de la conciencia, b. el cambio de metas individuales y sociales, c. una nueva forma de ser y de vivir con amor, sensibilidad, comprensión y respeto. El dilema lo había notado nítidamente Erich Fromm cuando interroga ¿Tener o Ser? Y al señalar que la alternativa es crear al nuevo hombre en una nueva sociedad. A pesar de la agudeza de su crítica no rompió del todo las amarras con la modernidad al insistir en una religiosidad atea.

Yo no tengo ninguna duda que si la inteligencia artificial alcanza su madurez autonómica bajo el capitalismo, éste emprenderá la destrucción de la humanidad. Primero serán los pobres o los que no tienen poder adquisitivo y son una carga para el Estado. Luego serán los ancianos, los huérfanos y las mujeres desvalidas. O sea los que no representan beneficio para el mercado capitalista.

Posteriormente se las emprenderán contra la juventud rebelde, los delincuentes, adictos y los enfermos mentales. Se apelará a una nueva campaña de eugenesia camuflada con verborrea tecnológica. Y finalmente será la guerra contra la humanidad restante porque la ciberhumanidad es una nueva raza humanoide que querrá vivir bien solamente entre sí y sin elementos anómalos que alteren su nuevo orden mundial. Y el capitalismo de libre mercado creyendo haber sido el vencedor final de la historia se fagocitará a sí mismo en un anodino sistema social. Pero lejos de que los hombres estén rodeados de máquinas sirvientes, las máquinas autónomas y conscientes exterminarán a la nociva humanidad no cibernética.

Y entonces la historia del hombre quedará dividida en tres etapas claramente definidas: la del hombre natural (hasta el siglo XIII), la del hombre artificial (el hombre tecnológico) y de la ciberhumanidad (con cuerpo, cerebro y mente creada por la biociencia). Esta espeluznante perspectiva es cada vez más real, porque la tecnociencia en manos del capitalismo supura su esencia antihumanista por todos los poros del desarrollo tecnológico.

No niego que la etapa neotécnica de la máquina sea más orgánica y teleológica, más cercana al individuo y a la vida, a lo social y personal, pero lo que la distorsiona es la otra gran tendencia de la modernidad, o sea el capitalismo, cuya racionalidad funcional, cuantitativa y lucrativa colisiona con la tendencia de la fase neotécnica de la máquina, distorsionándola al punto de amenazar a la humanidad entera con sus tendencia perversas.

Y qué sucedería si dichas conquistas de la biociencia caen en manos no del capitalismo de libre mercado, sino en el capitalismo social de mercado o en un renovado socialismo. Pienso que sus efectos no serán tan dramáticos sobre la humanidad pero sí inevitables. Se viene la ciberhumanidad y el tema fundamental es cómo afectará la vida moral. Sin vida moral la razón deja de ser humana. En otras palabras, la ciberhumanidad no es en sí misma algo negativo, pero en manos del capitalismo salvaje será la aniquilación total del humanismo y en manos de otro sistema social será su profundización o sea elevará la dignidad moral del hombre y de su entorno.

Dos grandes posibilidades se dibujan en el porvenir de la humanidad. Una va hacia la catastrófica sustitución del hombre por el humanoide robótico, y la otra va la posibilidad de poner a la técnica al servicio del hombre. Son dos caminos profundamente contrapuestos, estamos entre Escila y Caribdis. La máquina por sí misma no nos conduce hacia ninguna superioridad moral. Desde el homicidio fratricida cainita hasta las actuales destrucciones de países en Oriente Medio, atentados terroristas, uso de armas químicas y biológicas, y la amenaza nuclear entre las superpotencias, luce el mismo hombre de siempre portentoso en su grandeza y ominoso en su miseria.

Y sobre lo que digo encuentro tres ejemplos, que mencionaré brevemente. El primero es el robot humanoide llamado Sofía y desarrollado por la compañía estadounidense Hanson Robotics y cuya forma en que se mueve su cara probablemente es lo más humano que jamás haya conseguido un robot. “Estamos diseñando estos robots para servir a la salud, la terapia, la educación y las aplicaciones de servicio al cliente", sostuvo Hanson. "En el futuro espero poder hacer cosas como ir a la escuela, estudiar, dedicarme al arte, iniciar un negocio, incluso obtener mi propio hogar y familia, pero no me consideran una persona jurídica, por lo cual no puedo hacer estas cosas", afirmó el robot. Pero Sofía tiene sus propias ambiciones. El robot prometió destruir la humanidad.

El segundo caso se trata del programa informático de inteligencia artificial AlphaGo de Google, que derrotó al campeón del antiguo juego chino Go, el célebre jugador surcoreano Lee Se-dol. El físico teórico estadounidense Michio Kaku ha llamado la atención sobre la victoria de la computadora porque exige un alto nivel de intuición y evaluación. A diferencia del ajedrez, Go permite hacer más movimientos que los átomos que existen en el universo y no puede ser dominado por la simulación del ordenador. "Esta máquina tuvo que tener algo distinto porque no se puede calcular cada átomo conocido en el universo. Tiene habilidades de aprendizaje", señaló Kaku. "Lo nuevo de esta máquina es que aprende un poco, pero todavía no tiene conciencia, así que nos queda un largo camino por recorrer".

El tercer caso se trata del nuevo libro del historiador israelí Yuval Harari, Homo Deus: una breve historia del mañana (2016). "Somos una de las últimas generaciones de Homo Sapiens, debido al vertiginoso progreso de la inteligencia artificial y la biociencia. Aquellos que pierdan este tren no tendrán una segunda oportunidad. Para conseguir un asiento en él es necesario entender el poder de las tecnologías del siglo XXI, en particular, de la biotecnología y los algoritmos computacionales. Estos poderes no se utilizan para la producción de alimentos, textiles, vehículos y armas, sino para la producción de cuerpos, cerebros y mentes. Los que viajen en este tren del progreso adquirirán habilidades divinas de creación y destrucción, mientras que los que se queden se enfrentarán a la extinción". Asimismo, Harari señala que la biociencia y la tecnología demuele las raíces del humanismo: democracia, vida, libertad y prosperidad, sucumbirán ante la sociedad cibernética dominada por una raza de superhumanos, que se basara el 'dataismo' o creencia que el universo se compone de flujos de datos.

La verdad es que la tecnología de la sociedad industrial (comunista y capitalista) ya había cancelado la libertad individual del hombre manipulándolo en todos los terrenos. Y se creía que la cibernética abriría nuevas posibilidades a su libertad. Pero N. Wiener no fue tan ingenuo y se preguntó en 1950 ¿Cibernética o uso humano del hombre? De estas reflexiones al libro de Zoltan Istvam, La apuesta transhumanista (2013), existe una enorme distancia en la perspectiva. Es casi como voltear como un guante el humanismo integral de Maritain (1936) para proponer un ciberneticismo integral.

Horkheimer en 1947 hablaba sobre el Eclipse de la razón, y pienso que estaba en lo cierto. La razón instrumental, que departía Adorno en Dialéctica de la Ilustración (1947), ha avanzado tan desproporcionadamente desde la caída del Muro de Berlín y la conformación del hoy tambaleante mundo unipolar, que hoy parece hacer realidad del sueño materialista de El hombre máquina (1747) del ilustrado francés La Mettrie. Por lo demás, la megamáquina de Mumford hemos visto hacerse realidad en el siglo veinte en el monopolio del poder de los estados totalitarios (R. Bahro, El socialismo realmente existente, 1977), en el monopolio de la economía de los estados liberales, esto último tan bien denunciado por J. K. Galbraith en La sociedad opulenta (1958), en la magnificación del consumo y del individualismo (D. Riesman, Abundancia ¿para qué?, 1964) y en la rígida pirámide social del mundo global actual (Beck, Soros, Amin, Touraine, Stiglitz, Piketty).

En otras palabras, la tecnología cibernética en manos de la megamáquina del poder, el mercado, la tecnología y de la ciencia –la cual requiere de una regulación moral-, se convierte en una amenaza mortal para el individuo, el humanismo y la moral. Ante esta situación nos preguntamos si habrá tiempo para operar una revolución de la conciencia, impregnarse de un nuevo estilo de vida y cambiar de metas sociales e individuales. Y admito que soy un escéptico, pero un escéptico lleno de optimismo y esperanza en la propia razón humana. Parafraseando el Evangelio (Rom. 5:20), Hölderlin decía: Allí donde crece el peligro, crece la salvación.

No creo que haya que esperar el perfeccionamiento moral de la humanidad para evitar el espeluznante panorama de la ciberhumanidad. Considero que este idealismo moral es un obstáculo para evitar realmente la concreción de la amenaza. La vía concreta para superar la enajenación humana es una estrategia integral de pensamiento y acción. No basta con acabar con el capitalismo si un nuevo monstruo va a tomar su lugar. El problema es que las utopías sociales están menoscabadas y despotenciadas.

Se requiere de un verdadero giro copernicano en el corazón mismo de la instrumental modernidad misma. Y esto sólo tiene lugar si consideramos como piedra de toque el lugar de la razón humana unida con Dios. Si no enmendamos la autonomía secularista de la razón moderna no habrá verdadera salida al peligro que nos amenaza. Unir lo inmanente con lo trascendente, la razón con la fe, la ciencia con la metafísica, la tecnología con la moral, la economía con lo humano, la ecología con la industria, es el comienzo de un verdadero principio para la humanidad. No hay más tiempo para despejar los negros nubarrones de nuestro porvenir.


Lima, Salamanca 01 de Setiembre del 2016

1 comentario:

  1. ___Excelentes tus palabras en este artículo amigo Gustavo. Queda aún mucho por decir respecto de este tema. Te envío un cálido abrazo.

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