jueves, 6 de octubre de 2016

GÉNESIS DE LA IDEA MITOCRÁTICA

GÉNESIS DE LA IDEA “MITOCRÁTICA”
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
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La primera vez que expongo el concepto de lo mitocrático es en mi obra del 2006 Los Amautas Filósofos. Aquí hablo del sentido mitocrático de la filosofía. Ya la lectura del Inca Garcilaso me había dado el impulso para la investigación de la filosofía en el antiguo Perú, de Karl Jaspers asumí su idea de la universalización de la filosofía, y de los estudiosos del mito (Dumézil, Tylor, Frazer, Barthes, Eliade, Lévi Strauss, Levy Bruhl) atisbé la forma lógica de la armonía de los contrarios.

Luego en el 2007 en mi obra Filosofía mitocrática andina, elaboré la teoría de las mentalidades humanas, los paradigmas de la filosofía, y el problema de la multivocidad de la filosofía, donde distingo la filosofía mitocrática o logos mítico y la filosofía logocrática o logos de la ratio. Aquí recibo el impulso tras la lectura del libro La Poca Fe (1993) del filósofo Alberto Wagner de Reyna. Para Wagner el hombre occidental elige el logocentrismo para adentrarse en el ser. Esta idea proviene de la crítica logocéntrica del postestructuralismo (Bataille, Deleuze, Derrida, Foucault, Levinas).

Es decir, le doy nuevo contenido a la crítica conceptolátrica del eurocentrismo occidental y la empleo para elaborar una nueva teoría metafilosófica de la filosofía misma.

Efectivamente, primero distingo entre tres grandes mentalidades en la historia de la humanidad, a saber:
-      la filosofía empiriocrática, bajo el imperio de lo sensible y propia de la Edad de Piedra, estaba unida a la magia, como observa Frazer, es más antigua que la religión, ese producto cultural refinado que exige una capacidad apreciable de abstracción, o en otros términos el hombre primitivo filosofa mágicamente y piensa por primera vez en la idea del alma (hombre de neandertal);
-      la filosofía mitocrática, bajo la égida del mito y propia de la Edad del Paleolítico superior o mesolítico, es aquella que se ejerce unida a lo santo, religioso y mítico. Pues lo mítico, como observa Mircea Eliade, no es la proyección fantástica de un acontecimiento natural sino la fijación de modelos ejemplares y cósmicos de todas las acciones humanas, es decir el hombre de la revolución agrícola filosofa religiosa y poéticamente;
-      y la filosofía logocrática, bajo el gobierno del concepto, que nace en la Edad de los Metales y se prolonga hasta nuestra era cibernética, propia del hombre de las sociedades arcaicas de alta cultura y de la sociedad industrial moderna donde se filosofa conceptualmente.

Luego sostengo que estas tres formas de mentalidad representan tres formas filosóficas de pensar, dos de las cuales no sólo corresponden a la historia arcaica del pensamiento, sino que están presentes en el hombre de hoy por cuanto son categorías generales del pensar. Esto es que las mentalidades participatoria, mítica y lógica son constitutivas de modo irrenunciable a la mente filosófica humana.

La idea subyacente y común al planteamiento de las tres mentalidades es la idea del hombre como irrenunciable criatura filosófica. O sea, el hombre se hace preguntas últimas sobre las cosas en todas las edades de la historia. Su capacidad para el asombro filosófico no tiene límite epocal, es trans-epocal. Años más tarde determinaría sus formas lógicas.

Toda esta fundamentación está orientada a sustentar más elaboradamente la idea que Grecia no es la medida de toda filosofía posible. O sea tiene como objetivo negar el eurocentrismo filosófico y sustentar la existencia de la filosofía mitocrática precolombina. Aquí también prolongo la disquisición sobre el dualismo metafísico, el emanatismo y la nada relativa para determinar el esquema metafísico prehispánica, que ya había desarrollado en una obra anterior, Los Amautas Filósofos (2006).

Anteriormente la idea de la presencia de la filosofía en el Perú antiguo lo había defendido por primera vez en mi primera y bisoña obra sobre el tema: Eurocentrismo y Filosofía prehispánica (1998) basándome en la idea aristotélica de la universalidad de la razón –de la cual se hace eco Karl Jaspers- y planteando la yuxtaposición entre logos y mythos –idea que al racionalista y eurocéntrico David Sobrevilla le parecía algo “patético” (véase Repensando la tradición de nuestra América, 1999, p. 70)-.

Para el sofístico Sobrevilla, repitiendo a Havelock, sostiene que la filosofía surge en el paso de la oralidad a la escritura. Al margen que la presencia de otro tipo de escritura en el antiguo Perú no es un asunto concluso, Sobrevilla piensa ridículamente que las grandes preguntas que afectan al ser humano sólo comienzan con la escritura y el pensar conceptual-abstracto. A lo cual añade su eurocéntrica distinción entre filosofía estricta (racional) y filosofía laxa (mítica). En su confusión conceptolátrica nunca entendió que el hombre de todos los tiempos siempre estuvo asediado en su existencia y pensamiento por las preguntas límite del misterio del mundo. Por ende, el pensamiento humano no necesita llegar a la fase del concepto lógico para afrontar las preguntas últimas sobre el sentido del universo. Pues el pensamiento simbólico también lo hace. Y como muestra de ello tenemos todo el filosofar ancestral.

Otra posición anatópica y eurocéntrica también será sustentada por Rivara de Tuesta, quien prefería el término eufemístico de “pensamiento” para eludir el debate sobre el carácter filosófico del mito. Estos representantes del eurocentrismo filosófico en el Perú engolfaron el pensamiento académico en el dogma eurocéntrico en filosofía durante la década de los 90 y el primer decenio del siglo veintiuno. No supieron hallar una hermenéutica metafilosófica para la filosofía, se limitaron a repetir el anatópico eurocentrismo occidental y la negación de la filosofía precolombina del filósofo de la liberación Augusto Salazar Bondy. No fueron capaces de hacer avanzar un milímetro a la filosofía de la liberación sobre el tema de la filosofía no occidental. Les faltó creatividad y se conformaron repitiendo lo más conservador del magisterio europeo. 

Una vez desaparecidos los generales del eurocentrismo filosófico peruano (Sobrevilla y Rivara) esta postura sobrevive en sus quincuagenarios discípulos que aún regentan las cátedras. Ahí tenemos a Mejía Huamán y Zenón Depaz insistiendo en la lectura cosmovisional andina. Sobre el señero filósofo Francisco Miró Quesada no se puede decir cosa distinta. Su visión racionalista lo hipoteca hasta el tuétano con el eurocentrismo haciéndolo decir: la filosofía “utiliza la razón hasta las últimas consecuencias y no acepta supuestos” (Para iniciarse en filosofía, 1981, p. 114). Sin duda, ésta es una aceptable definición de la filosofía occidental griega pero no sirve para comprender ni la esencia ni las formas históricas de la filosofía misma. Su eurocentrismo se basa en su ateísmo axiológico y en la concepción lógico-científica de la razón filosófica en desmedro de otras formas.

En el mismo año 2007 publico Las Filosofías marginadas. Fundamentos de la teoría mitocrática de las filosofías no occidentales. Aquí me dedico a la fundamentación de la teoría de la Polaridad del logos humano (logos como predisposición, polimorfismo y polaridad del logos, universalidad del logos filosófico, logos mítico y filosofía mitocrática, y multivocidad del logos filosófico). Es mi segundo intento de sistematizar la categoría de la filosofía mitocrática inscribiéndola en una teoría del logos humano.

En 2008 presento cabalmente al Inca Garcilaso como filósofo mitocrático (El Inca Garcilaso como filósofo). Siguen en el mismo año otros opúsculos: Filosofía mitocrática y filosofía logocrática, La desconstrucción mitocrática de la filosofía, El budismo zen una forma de filosofía mitocrática). Siguen en 2009 otros opúsculos: Mitocratismo, anetismo e hiperimperialismo; Las formas del filosofar, Lógica filosófica y preguntabilidad de la filosofía) y el libro Ensayos de filosofía mitocrática.

Pero el “gran desarrollo” será después del 2009, cuando me invitan a disertar en Colombia sobre las filosofías ancestrales y en el 2012 cuando el Instituto de Investigación sobre la Universidad (IESU) de la Universidad Autónoma de Toluca me invita a dictar un curso sobre eurocentrismo y mitocratismo. Y lo será porque de retorno a Perú me planteo el desafío de dar forma sistemática a mi planteamiento de la filosofía mitocrática. Así escribo mi libro Filosofía mitocrática y mitocratología. La idea clave es que el mito es la forma ancestral, analógica, metafórica de la razón para responder los problemas últimos del cosmos.

El desarrollo de la teoría de lo mitocrático se reanuda en el año 2013 con la publicación del libro Hermenéutica remitizante y filosofía mitocrática. Aquí lo mitocrático queda inserto en una previa hermenéutica remitizante que le dé sentido frente a la hermenéutica desmitizante de la modernidad. Además, se plantea la necesidad de la una síntesis jerarquizada de las diversas metafísicas históricas (alethéia, eidos, percipi, virtual) para afrontar la crisis de la razón actual.

Considero que mi obra Crítica de la razón mística (2014) ocupa un lugar importante en el desarrollo de la teoría mitocrática porque permite la tipología de los universales o diversidad de sentidos. Bajo la inspiración de la obra de Urban (Lenguaje y realidad) sostengo que hay: el universal conceptual, el universal perceptivo, el universal idiomático, el universal emocional, el universal intuitivo, el universal estético, el universal religioso y el universal existencial. No obstante, el sentido universal existencial estaría en la base de todos los demás sentidos y sería el detonante del filosofar mismo. Es decir, el hombre filosofa por necesidad existencial antes que por necesidad lógica. Por tanto, lo extralógico tiene cabida en la metalógica o lógica filosófica.

En este libro la influencia de Urban se combina con la del eximio pensador peruano, el filósofo Mariano Iberico. La lectura íntegra de sus obras, en especial La Aparición (1950), me ayudó mucho a postular un esquema de la mentalidad arcaica (conceptos, comunicación, interpretación del cosmos, forma estética, forma de sabiduría, sentido de sabiduría, esfera ontológica, propósito del saber, filosofía simbólica, y enemigo principal). En una palabra, me facilitó entender a la filosofía mitocrática como mántica del destino. Junto a Wagner de Reyna, fue Mariano Iberico el otro gran pensador  peruano que supo ver más allá del estrecho racionalismo inmanentista y por ello recogí su legado.

Lo que viene después son desarrollos puntuales de algunos aspectos del filosofar mitocrático andino: El absoluto dinámico en la mística, religión y filosofía del Perú antiguo (2015); Santacruz Pachacuti, chamanismo y filosofía simbólica (2016); Hermenéutica filosófica del Inca Garcilaso (2016) y El Dios Ordenador andino (2016).

Si algún mérito encierra mi teoría filosófica de lo mitocrático lo dirá en definitiva el porvenir. Pero  a mí me ha resultado provechosa para comprender tres cosas: 1. Que el hombre como criatura filosófica se asombró desde la remota prehistoria y procuró darse explicaciones desde sus diversos niveles de su pensamiento (empiriocrático, mitocrático y logocrático), 2. Que la explicación filosófica no tiene que ser exclusivamente lógico-conceptual, sino que primero fue mítico-metafórico y antes de ello universal-perceptivo, y 3. Que la actual crisis de la razón surge del profundo desequilibrio en la polaridad del logos humano y que su posible solución estriba en la síntesis metafísica con otras formas de racionalidad no conceptual.

Si la vertiente eurocéntrica no fue compartida en ningún momento por mí, tampoco lo fue la vertiente nativista. El nativismo filosófico lo expongo en mi libro Búsquedas actuales de la Filosofía andina (2007). Creo que el defecto central del nativismo es no fundamentar el carácter filosófico del pensamiento andino, empleando el recurso fácil de identificarlo con el ecologismo, el humanismo, el mito, la dialéctica, la lengua, la cosmovisión, las unidades de sentido o lo intercultural. Es una vía muerta que no logra refutar la negación eurocéntrica porque no supo crear una categoría explicatoria del filosofar ancestral. Con ello fue siempre blanco fácil de las refutaciones eurocéntricas. En cambio, el filósofo Víctor Mazzi ha sabido coincidir con dos aspectos de la teoría mitocrática: considerar a los amautas como filósofos y ver la relación dialéctica entre el logos del mytho y el logos de la ratio.

No quiero dejar en la obscuridad el asunto sobre cuál fue la receptividad de mi idea de lo "mitocrático" en el seno del eurocentrismo y del nativismo. Respecto al primero la amistad y el seguimiento de mis ideas por parte de David Sobrevilla se interrumpió en el 2005, o sea antes de que formulara mi nueva categoría conceptual. La interrupción se debió a un juicio de valor vertido sobre él en mi libro autobiográfico Mas acá de los anhelos (p. 80). Allí decía, entre otras cosas: "su fecundidad como crítico resulta inversamente proporcional a su infecundidad como pensador". Aserto que obviamente rechazó en una carta que me dirigió. 

Con Rivara de Tuesta las cosas tampoco fueron del todo diferentes. El primer acto aconteció en 1998, en la asociación cultural El Búho Rojo. Allí se presentó mi libro Eurocentrismo y filosofía prehispánica. Recuerdo nítidamente su presencia junto a otros filósofos (Nicoli, Belaunde, Peña, Mejía, entre otros). Su oposición fue tajante a mi tesis de la existencia culturalista de la filosofía en el antiguo Perú. El segundo acto acontece en el 2004. Después de una amistad estrecha, la ruptura de mi comunicación con ella acontece en dicho año, cuando publica el tomo I de La intelectualidad peruana en el siglo XX ante la condición humana, dejando de lado insólita y repentinamente mi colaboración sobre Antenor Orrego, con el fácil argumento de que ya estaba publicado, cuando otras contribuciones en su libro también habían conocido la publicación anterior. De manera de las dos principales cabezas del eurocentrismo filosófico peruano no recepcionaron mi idea de lo mitocrático. 

Es decir, tanto el hipercrítico Sobrevilla y la historicista Rivara solamente se limitaron a opinar sobre mi primera postura culturalista respecto al filosofar precolombino y la interrupción de la amistad dificultó que conocieran la categoría de lo mitocrático. Por lo demás, creo que la contumacia y conservadurismo de la académica no los hubiera hecho cambiar de posición. 

En el disperso grupo nativista la idea llegó al círculo de Lima (Guillén, Alvizuri, Mazzi). Pero Octavio Obando Morán, no siendo parte de las investigaciones de la filosofía andina, sin embargo tuvo el mérito de publicar en la revista electrónica de Filosofía de San Marcos mi libro Filosofía mitocrática andina (2007). No hubo respuestas y en medio de los celos reinó el silencio sepulcral. Sin embargo, creo que precisamente esta indiferencia jugó a mi favor. Aislado como un lobo solitario no me distrajo en vanas polémicas y me permitió con tranquilidad seguir con el desarrollo de mis ideas.

Después vendría el interés de las universidades extranjeras en mi obra sobre el pensamiento ancestral (Colombia en 2009 y México en 2012), invitándome a dictar sendos cursos sobre el tema. Estas invitaciones se motivaron por la citación de mis obras por investigadores australianos y estadounidenses en sendos congresos internacionales. En mi país recién observo interés y apertura en la generación de jóvenes filósofos congregados en el Grupo Pedro Zulen de la Universidad de San Marcos, quienes tuvieron el acierto de organizar una mesa de debate sobre la filosofía andina en una Jornada de Modernidad y Colonialidad -a la cual me invitaron- y dos de cuyos integrantes llevan mis obras a Ecuador (Joel Rojas) y a la UNAM de México (Oscar Martínez). 

El panorama general actual en el debate de la filosofía ancestral precolombina es un avance hacia el reconocimiento de la necesidad de recategorizar el carácter filosófico del pensar ancestral, ya sea a través de la idea de lo mitocrático o no, y el repliegue paulatino del dogma eurocéntrico hacia su inconsistencia teórica. 

Lima, Salamanca 06 de Octubre del 2016