domingo, 27 de noviembre de 2016

EL IDEOLOGISMO ESTÉTICO DE MARIÁTEGUI

EL IDEOLOGISMO ESTÉTICO DE MARIÁTEGUI
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
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Es indudable que Mariátegui, junto con Vallejo y Cossío del Pomar, fueron los exiliados que más promovieron en sus escritos el arte vanguardista en la conservadora Lima. Y en este punto Mariátegui fue en arte un vanguardista.

Pero cuando promueve la figura del costumbrista indigenista Sabogal como lo más representativo del arte peruano y el primer pintor peruano, no procede como vanguardista estético sino como esteta ideologizado.

Más aun, su error es más evidente cuando en El artista y su época augura un triunfo al plástico de lo autóctono. Pero Sabogal fracasa en su exposición pictórica de la cosmopolita Buenos Aires. Sabogal no representaba lo más excelso del vanguardismo pictórico peruano. En ese caso se tenía la figura acabada de Carlos Quizpez Asín.  

La clave de este desvarío no es su marxismo sino su nacionalismo. Su marxismo heterodoxo no era capaz de promover a Sabogal sin su acendrado nacionalismo antiimperialista.

El Perú artístico de los años veinte está en búsqueda de un lenguaje estético contestatario al tema del casacón representado por Teófilo Castillo y que encarnaba el espíritu del arte oligárquico. El arte burgués buscaba abrirse paso mediante el lenguaje vanguardista, siendo más atrevido que el postimpresionismo del pintor Carlos Baca Flor.

Pero Teófilo Castillo dio pasos firmes en la defensa del impresionismo y de esta forma colaboró en la disolución del arte oligárquico. No obstante, el gusto conservador limeño persistía en su rechazo del arte de vanguardia y se aferraba al gusto afrancesado.

Aquí la pregunta es si la reivindicación pictórica de lo indio y del paisaje serrano por Sabogal –cosa ya hecha en la literatura por Riva Agüero en Paisaje Peruanos resultado de un viaje efectuado en 1912 (publicado póstumamente en 1944) y que más tarde lo haría la filosofía con Mariano Iberico (Notas sobre el paisaje de la Sierra, 1937)- realmente representaba la nota más sobresaliente de la estética nacional de entonces.

Eran los años en que Pablo Picasso se hacía universal con su propuesta cubista, sin explorar en la identidad española y retrotrayéndose al arte primitivo. O sea apelaba a la vocación estética de la condición humana.

Pero aquí Mariátegui defendía y promovía lo vanguardista como apología de la idea sobre la forma, pero de modo incongruente consideraba como el primer exponente pictórico al indigenista Sabogal cuando, por el contrario, lo más congruente hubiese sido que revalorara a Carlos Quizpez Asín como el pintor peruano más representativo del arte vanguardista.

El conspicuo historiador del arte Fernando Villegas Torres señala que los críticos españoles habían reprochado al pintor arequipeño Domingo Pantigoso su influencia vanguardista y que debía encontrar un lenguaje distinto al europeo. De entonces data el desarrollo de su propuesta el Ultraorbicismo que se acerca al estudio del arte precolombino (Vínculos artísticos entre España y Perú (1892-1929). Elementos para la construcción del imaginario nacional peruano. Fondo Editorial del Congreso de la República Lima 2016. Pág. 505).

Al abrirse camino la revalorización de la raza indígena y del paisaje de la sierra en un contexto oligárquico de desprecio de lo nacional y de inhumana opresión social, no es extraño que en el rechazo del arte oligárquico cobrara más peso no el arte burgués vanguardista sino el arte indigenista-nacionalista.

Pero saldar una cuenta estética pendiente con el mundo oligárquico no justificaba tomar a Sabogal como lo más representativo del arte nacional. Sin duda, esta vertiente fue importante en la construcción nacionalista del imaginario nacional –así lo testimonian Camilo Blas, Julia Codesido, Enrique Camino Brent y Teresa Carvallo- pero no representaba lo estéticamente más avanzado del arte nacional.

El corazón del arte vanguardista mostraba un alejamiento del contexto local o nacional, es el cosmopolitismo por excelencia, pero también es abrir un boquete para que entre la luz universal de la condición humana.

En cambio, el meollo del arte indigenista era la reivindicación sociocultural de una raza oprimida, de una nacionalidad vernácula despojada de su propia historia. La tensión ideológico-cultural en el pathos de la historia peruana se cruzaba de manera poderosa como una tarea previa en la realización de un lenguaje estético propio que pugnaba por liquidar el arte oligárquico.

Pero un ismo vinculado al pensamiento andino iba directamente contra la estética y el pensamiento del mundo oligárquico pero no iba hacia la realización de un lenguaje estético libre de lo ideológico.

El llamado indigenismo al no ser capaz de abandonar el tema de lo indio estrechó el lenguaje estético a lo étnico y fue un retroceso en la expresión de “todas las sangres” de la identidad peruana. En cambio el Ultraísmo buscaba plasmar primeramente un nuevo lenguaje estético y no tanto expresar la identidad peruana. Así, Quizpez Asín es el primer auténtico vanguardista peruano que trató aglutinar Futurismo y Cubismo para edificar una mirada pictórica desde su propia problemática y sin interferencias nacionalistas ni ideológicas.

No hay duda que Mariátegui fue inconsecuente con su defensa del vanguardismo, se dejó llevar por la imperiosa necesidad de derrotar el orden oligárquico mediante el lenguaje nacionalista, confundió la autonomía estética con las necesidades ideológicas.

Mariátegui confiaba que su apoyo a Sabogal representaba el inicio de una revolución cultural. Pero se equivocó. Conocedor del carácter revolucionario del arte vanguardista no obstante optó por la subordinación de la creación artística a la política.

Tomar conciencia ahora de esta dicotomía es importante porque estando a las puertas del Bicentenario del Perú aun no hemos pensado estéticamente esta celebración.

Leguía lo hizo en la celebración del Centenario con patrones afrancesados. ¿Acaso lo haremos hoy en día con patrones norteamericanizados?

De una cosa sí debemos estar seguros de haber aprendido la lección: una cosa es el arte y otra cosa es la ideología. Confundir ambas cosas nos ha afeado, ha impedido embellecer nuestra realidad. El exceso de ideologismo nos ha embrutecido estéticamente. Hace falta hacer algo profundo para salvarnos.

Si algo nos falta de modo imperioso es amar la belleza por la belleza, amar el arte por el arte, sin anteojeras ideológicas ni políticas. Nos hace falta embellecer nuestro entorno. Hacen falta grandes muralistas. Nos faltan monumentos. Nos faltan grandes escultores. Nos faltan fuentes de agua. El ser humano no puede vivir sin belleza, de lo contrario empobrece su realidad y su entorno se embrutece. En una palabra, nos hace falta un Renacimiento del alma y para el alma. El arte es la contemplación de lo eterno en lo fugaz. El arte perenniza lo bello en lo fugitivo. En esto no sólo radica su hechizo y cura de la realidad, sino que nos remonta a la verdadera condición humana unida a la belleza, al bien  a lo verdadero.

Quizá no sea la hora histórica para ello, pero bien vale dejarlo apuntado para la memoria histórica de los peruanos.


Lima, Salamanca 27 de noviembre del 2016