domingo, 4 de diciembre de 2016

LOS ÉXTASIS DE PLOTINO

LOS ÉXTASIS DE PLOTINO
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
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Si hemos de creerle a Porfirio, durante los seis años que vivió en compañía de Plotino éste experimentó cuatro éxtasis. De dónde procedieron los éxtasis de Plotino. ¿Vinieron de Dios o de otras potencias preternaturales?

Enseña la historia de las religiones y la teología que lo Sobrenatural es la actuación que va más allá de cualquier naturaleza creada y es la forma de obrar sólo de Dios. Mientras que lo Preternatural es la forma de actuación que va más allá del obrar de la naturaleza material y que puede ser fruto de la actuación de una naturaleza angélica o demoníaca. Lo natural es la forma de actuar que se conforma al obrar de la naturaleza.

Si el éxtasis es el experimentar la unión mística con Dios mediante la contemplación y la disminución de las potencias orgánicas, ¿fue esta dicha la que conoció Plotino? ¿Ese ardiente anhelo de unión con la sublime unidad con que culmina la metafísica de la luz del yo ideal de la filosofía griega no es en el fondo la misma aspiración unitiva del ancestral panteísmo de los brahmanes? ¿No hay acaso éxtasis natural –acto de conocer, amar, ingesta de alucinógenos, por ejemplo-, éxtasis preternatural –inducido por ángeles o demonios- y éxtasis sobrenatural –venido de Dios-? En cuál de ellas es clasificable los éxtasis de Plotino.

El estudio del éxtasis está comprendido dentro de la historia de la mística. Y mística junto al éxtasis hay desde el paleolítico inferior hasta nuestros días. Desde los pueblos prehistóricos hasta las culturas primitivas, culturas superiores y la presente era secularizada, hay mística junto a fenómenos de éxtasis. Así, el famoso estudio de Mircea Eliade, El Chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, ilustran una de las muchas formas de éxtasis dentro de la historia de las religiones. ¿Pero todas sus formas vienen de Dios?

Por eso, yo quisiera comprender la historia de la mística en cinco edades: 1. La edad arcaica o prehistórica de la incompresible unión con lo numinoso, 2. La edad ancestral de la unión con el absoluto impersonal, 3. La edad antigua clásico-mítica del yo ideal, 4. La edad de la fe, y 5. La edad de la apostasía o secularización extendida.

Así, por ejemplo, en la edad arcaica o numinosa el chamán trata con seres celestes, espíritus de los muertos, demonios, semidioses y logra una visión del mundo paradisíaco; en la edad ancestral se diseña una disciplina mental para reintegrarse en lo sagrado y transhistórico; en la edad clásico-mítica lo mítico es desplazado por una metafísica para elevarse hacia la unidad; en la edad de la fe los místicos presentaban éxtasis espectaculares; en la edad de la apostasía los místicos dentro y fuera de los conventos exhiben vocaciones accesibles en la vida ordinaria.

No está demás dejar apuntado que lo singular de la mística arcaica  es que es comunicable, mientras que en la mística superior de las grandes religiones –especialmente cristiana- hay contenidos no comunicables. Ejemplo de esto último lo hallamos en el rapto místico de Santo Tomás de Aquino, acto tras lo cual dice: “Después de lo visto por gracia divina, admito que todo que he escrito es paja”.

Si quisiéramos presentar un esquema de la presencia universal del fenómeno místico en las diversas religiones se tendría que admitir su fenomenología en: 1. Las religiones de integración (prehistoria, pueblos primitivos, siberianos, amerindios, oceánicos, indochinos, australianos, africanos); 2. Las religiones de servicio (Egipto, Mesopotamia, Indoeuropeos, Celtas, Eslavos, Germanos, Griegos y Romanos, Semitas, Cananeos, China, Japón, Azteca, Maya, Incas); 3. Las religiones de liberación (Maniqueísmo, Gnosticismo, Hinduísmo, Budismo, Jainismo, Taoísmo, Confucionismo); 4. Las religiones de salvación (Mazdeísmo, Judaísmo, Cristianismo, Islamismo); 5. Las religiones seculares (industrialismo, fascismo, marxismo, liberalismo, cientificismo, materialismo práctico).  

Ahora bien, Maritain dijo una vez que el éxtasis de Plotino no es el ejercicio supremo de la mística sino el punto de desvanecimiento de la metafísica. Pues la metafísica por sí sola no puede procurar el éxtasis místico.

Según Porfirio, este rapto extático que aparece cuatro veces en la vida de Plotino es la luz intelectual inspirado por un demonio superior que habitaba en él y que se apareció en forma sensible cuando muere. Cuando Plotino entrega su espíritu, bajo su lecho una serpiente se desliza para desaparecer en un agujero de la pared. Para Maritain lo que acude en el éxtasis de Plotino es el eros metafísico de las naturalezas intelectuales sobrehumanas rectoras de este mundo. En otras palabras, allí donde todavía no reina Cristo la razón natural que tiene una tendencia propia hacia la búsqueda de la verdad es orientada o confundida, preparada o engañada por las naturalezas intelectuales angelicales o demoníacas.

Si esto es así, entonces significa que ni el demiurgo platónico del Timeo, ni las tres potencias plotínicas (el Uno, la Inteligencia y el Alma) eran capaces de provocar un éxtasis sobrenatural. Pero no había inconveniente que sin el auxilio de la Revelación sí produjeran un éxtasis natural y preternatural.

Con esto quedó confirmado no sólo que Platón y Aristóteles son los padres de la teología natural –conocimiento de ciertas características de Dios (espíritu, principio, ordenador, bueno, puro, primer motor) por medio de la sola razón humana-, sino que la razón sin el auxilio de la fe es incapaz de alcanzar las verdades sobrenaturales del misterio divino (Creación, Trinidad, Encarnación, Resurrección, Salvación).

No se trata de dudar de los éxtasis de Plotino y de la versión de Porfirio, de lo que se trata es de esclarecer la fuente de donde provinieron los éxtasis plotínicos. Y por el relato de la serpiente, se puede columbrar que dicha fuente fue demoníaca. La pregunta aquí es: ¿puede el demonio estar interesado en un ardiente anhelo de sublime unidad metafísica con lo divino? Y la respuesta es positiva, sobre todo a la luz de la inminente llegada del mensaje de Cristo. Dejar sentada la oposición entre la unidad metafísica a la unidad de la fe sería el principal objetivo.

Allí donde Cristo no reina todavía se le permite al agón griego dar los últimos coletazos insistiendo en la vía metafísica de ascenso personal hacia lo divino. Pero lo que caracteriza al amor cristiano es que Dios viene al hombre para salvarlo. Por ello, como subraya Max Scheler, el principio metafísico griego es frio, no ama, ni se le puede amar, es la ley del destino lo que gobierna el universo y dentro de él lo único que le queda al hombre superior es ser sabio. Más el cristianismo viene para los legos, los que no pueden llegar a Dios, pero reciben su auxilio amoroso. La metafísica cristiana tiene una dirección soteriológica inversa a la griega.

Tampoco hay duda que el éxtasis de Plotino responde a una forma por excelencia del conocimiento de lo real, como una manera de estar ante la presencia viva de la realidad y que responde a una ontología de lo concreto. El otro extremo lo representa Aristóteles con el conocimiento conceptual deductivo, abstracto y nocional, que logra un esquema de lo real y responde a una ontología abstracta. Pero ninguno de los dos llega a comprender el origen de la realidad misma, que es Dios. Para ello sería necesaria la revelación.

Cuando Pablo de Tarso habla en Atenas a los idealistas de la Estoa y a los platónicos -y no hay duda que también lo escucharían los partidarios de las sustancias hipostasiadas de los plotinianos- ya se había cerrado la brecha entre el pensamiento y la sabiduría increada. La filosofía griega que identificó el Logos como la eterna sabiduría de Dios, sin la revelación estaba ciega para comprender a ese mismo Dios. Pero esa brecha de la metafísica griega de las esencias sería cerrada por la metafísica cristiana de la existencia.

Efectivamente, sin la concepción de Dios como persona suprema, omnisciente, omnisapiente y omnipotente no era posible superar el horizonte mental griego con su principio metafísico supremo del Nihil ex nihilo o Nada viene de la nada.

Es precisamente San Agustín quien con gran acierto señala que el que busca a Dios con ciencia y sin fe es engañado por "potestades aéreas" con sus "poderes mágicos", que no es sino el "diablo transfigurado en ángel de luz"

En una palabra, en cierta forma los éxtasis místicos de Plotino eran la forma máxima preternatural a que se podía llegar en la vida mística occidental antes del reinado de Cristo. De alguna manera los éxtasis plotínicos son parte de la pedagogía divina antes de la revelación. Tuvieron lugar no para que el espíritu humano se perdiera en las tinieblas, sino para conocimiento y sabiduría del hombre en su camino hacia Dios.


Lima, Salamanca 04 de diciembre del 2016