domingo, 14 de mayo de 2017

SALAZAR BONDY Y EL EUROCENTRISMO

EL SALAZARIANISMO Y EL EUROCENTRISMO
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Gustavo Flores Quelopana-Sociedad Peruana de Filosofía, entrevistado por G.A.F.-Universidad San Martín de Porres-Perú
Mayo 13 2017

G.A.F.: En una reciente presentación del libro del joven filósofo sanmarquino Ricardo Licla, “Los demonios del salazarismo”, Ud. acaba de reiterar su crítica a Augusto Salazar Bondy en el sentido que su distinción entre filosofía explícita y filosofía implícita no rompe con el esquema eurocéntrico de la filosofía. ¿Cree que la filosofía de la dominación y de la liberación se quedó a medio camino de su propio programa desalienante de la filosofía?

Gustavo Flores: A.S.B. no rompe con el sentido eurocéntrico de filosofía, o sea, la filosofía entendida como pensamiento racional, crítico y metódico. Y esto lo lleva a poner el origen de la filosofía en Grecia. Así, la filosofía oriental y la precolombina quedan en la penunbra de la cosmovisión, en sentido estricto. De modo que Salazar no se liberó de las garras de la definición eurocéntrica de la filosofía ni supo romper la jaula de su definición conceptolátrica.

G.A.F.: ¿Considera que su racionalismo ilustrado le impidió dar ese salto epistémico?

Gustavo Flores: No sólo su racionalismo de estirpe ilustrada sino también su escepticismo religioso, que lo predispone a ser impermeable a la consideración de la multiformidad de la filosofía. En el fondo, Salazar es un alma profundamente moderna, que comparte los presupuestos racionalistas, escépticos, naturalistas y materialistas. Incluso su planteamiento antropológico no va más allá de un hominismo, en tanto que se atiene a la concepción del hombre como ser natural en vez de espiritual. Por eso, ahora se entiende que aquella decimonónica oposición modernista entre Mito y Razón atraviesa subterráneamente toda la obra de Salazar, desde su temprano librito La filosofía en el Perú, su obra intermedia Iniciación filosófica, hasta su etapa final con Bartolomé o de la dominación. La filosofía en Salazar es unívoca –logo de la ratio- y no multívoca –logo del mytho-. Y ni siquiera se advierte la tibia apertura –de índole soreliana y bergsoniana- que tuvo Mariáteguia hacia el Mito. En este sentido, Salazar representa en la tradición filosófica peruana la cima y la ruina del racionalismo escéptico y del moderno hombre sin Dios.

G.A.F.: ¿No cree Ud. justamente que ese hombre sin dios de la modernidad tan presente en Salazar es el que inspira y desarrolla Octavio Obando Morán en su libro “Ocaso de una impostura”?

Gustavo Flores: No lo dudo. En Obando está presente el lado ateo y escéptico de la filosofía salazariana. Incluso con su planteamiento de incentivar el ateísmo de la masa andina lo hace manifiesto y explícito. Lo cual no llama la atención. Porque tanto Salazar como Obando beben de la misma fuente del marxismo, cuyas bases materialistas y racionalistas resultan infecundas y totalmente inadecuadas para comprender la esencia de lo espiritual y religioso.

G.A.F: ¿Considera que este prurito contra lo religioso en A.S.B. influyó en nuestro retraso de las investigaciones en la filosofía colonial?

Gustavo Flores: Estoy convencido de ello. Ya Wagner de Reyna le reprochaba que de sus presupuestos se dedujeran el determinismo económico de la cultura –de raíz marxista- y el sometimiento político y económico colonial –de índole antihispanista-. Pero su antihispanismo no fue capaz de llevarlo hacia la ruptura con la noción eurocéntrica de filosofía. Y su marxismo adocenado lo anclaba en demasía con el racionalismo occidental. En otras palabras, Salazar mantenía la tesis positivista de los novencentistas con Felipe Barreda Laos, que, sin embargo, el propio Barreda se reprochaba en su prólogo de 1964 de su obra Vida intelectual del Virreinato del Perú. Esta postura peyorativa de Salazar ante la cultura colonial influyó negativamente en la investigación de nuestra rica tradición filosófica colonial.

G.A.F.: ¿Quiere Ud. decir que con aquella concepción eurocéntrica de filosofía no se podía llevar a cabo cabalmente una crítica de la filosofía de la dominación y liberación?

Gustavo Flores: No se podía. La filosofía de Salazar está encerrada en una gran contradicción. Por un lado, pugna por una filosofía de la liberación, Pero por otro lado, niega la existencia de pensamiento filosófico en el Perú precolombino. Esto es, con moldes eurocéntricos propugnaba conseguir la liberación en una realidad andina. Diríamos con Víctor Andrés Belaunde que su planteamiento liberador estuvo lastrado por una visión anatópica de nuestra realidad. Lo cual se ratifica en su centáurico marxismo pequeñoburgués para cambiar la realidad peruana. Su proyecto filosófico y político estaba de antemano destinado al fracaso por las bases eurocéntricas de su planteamiento.   

G.A.F.: ¿Pero acaso Hatuey en “Bartolomé o de la dominación” no representa la visión andina?

Gustavo Flores: No. Hatuey es la máscara andina con neuronas eurocéntricas. Su razonamiento no apela a la tradición perulera del Inca Garcilaso, Guamán Poma, Santacruz Pachacuti o Túpac Amaru; sino que es más bien una visión violenta con un esquema guevarista. En este sentido tiene razón Ricardo Licla cuando ve en Hatuey el alter ego violentista de Salazar, pero distinto al violentismo maoísta a lo Abimael Guzmán que ven los filósofos Fernando Muñoz y Fernando Bobbio.  

G.A.F.: ¿Quiere decir que Salazar al carecer de una cabal comprensión de la realidad andina no podía romper con la concepción eurocéntrica de filosofía?

Gustavo Flores: No tanto así. Me inclino a pensar, más bien, que no pensó lo suficientemente necesario sobre la esencia misma del filosofar. De lo contrario hubiera advertido lo que ya Karl Jaspers había señalado en su obra de 1957, Los grandes filósofos. Sócrates, Buda, Confucio, Jesús; que la filosofía estaba en todas partes, incluso en los mitos.   

G.A.F.: ¿Pero no es esto lo que justamente recoge Salazar cuando habla de filosofía en sentido implícito?

Gustavo Flores: Indudablemente que lo recoge, pero de modo totalmente inadecuado. Salazar quiere poner vino nuevo en odre viejo. Y al final el fecundo elíxir termina totalmente derramado. Con el uso del término “implícito” está diciendo que la filosofía está presente de modo inconsciente en la historia, ideología, traducción, disciplina, cotidianidad. En otras palabras, la universalidad jasperiana de la filosofía queda reducida a una manifestación inconsciente de la razón filosófica. Lo cual es limitante.

G.A.F.: ¿Quiere decir que la universalidad jasperiana de la filosofía tiene un sentido ancestral no-occidental?

Gustavo Flores: Ese es justamente el aporte de la gran intuición jasperiana. Sólo hay que ponerse sobre sus hombros para advertir que no sólo existe un sentido logocrático de la filosofía a partir de Grecia, sino que anteriormente y en las civilizaciones ancestrales –China, India, Babilonia, Egipcio, Sumeria, Mesoamérica, América andina- predominó un sentido mitocrático de la filosofía. Y este sentido ancestral no-occidental de la filosofía desafortunadamente no lo supo ver Salazar.

G.A.F.: ¿Pero qué es filosofía en sentido mitocrático?

Gustavo Flores: Filosofía en sentido mitocrático es el reconocimiento del Mito como otra forma legítima que tiene la razón para pensar y dar respuestas a los enigmas del mundo mediante la metáfora, la analogía y la armonía de los contrarios. No se trata de la existencia de otros principios lógicos –identidad, contradicción y tercio excluso-, sino de otro tipo de relaciones y jerarquías entre los mismos. En otras palabras, la razón humana en diferentes épocas emplea de diverso modo los principios lógicos. En nuestro tiempo la verdadera lógica de la deducción es la lógica clásica, pero no siempre fue así y no hay garantía de que lo siga siendo. No existe lógica privilegiada a lo largo de la historia. Lo que no significa caer en un relativismo epistemológico, porque lo previo a la episteme es lo ontológico. Y por ello lo lógico dice cómo se debe pensar, pero no señala lo que se debe pensar.   

G.A.F.: ¿Cuál considera que sería la repercusión inmediata de su reconomiento en nuestros lares andinos?

Gustavo Flores: Un proyecto nacional arraigado en nuestra tradición histórica. No basta usar las palabras, Ayni, Minka, Cooperación popular, etc., como han hecho los partidos políticos. La cuestión es más profunda. El reconocimiento de la filosofía mitocrática en nuestra tradición de pensamiento nos lleva hacia la revalorización de nuestra creatividad nativa y nos impulsa más orgánicamente hacia el futuro con independencia y autonomía.

G.A.F.: ¿Con ello no hay el peligro de incurrir en autarquía política?

Gustavo Flores: Los peligros siempre están presentes. Pero la filosofía mitocrática no es una regresión histórica al paganismo, ni al dualismo metafísico precolombino, ni la ruptura con el sincretismo cristiano. Al contrario es desarrollo de un nuevo logos del mytho en armonía con el logos de la ratio. Se trata de restablecer el equilibrio espiritual del hombre. Y ese es el sentido vital que aporta la filosofía. Lo mitocrático no es en nuestro caso un retorno a la adoración de Apus y plantas medicinales amazónicas. No es así. Lo mitocrático es desarrollo de la esencia caritativa del evangelio de Cristo en la Tierra. Nada de jerarquías eclesiásticas, ni clericales, ni políticas. De lo que se trata es que no se puede vivir el evangelio de Cristo con la razón y sin el corazón.

G.A.F.: ¿Dentro de esas consideraciones considera que la teología de la liberación es un desarrollo más consecuente de la filosofía salazariana de la dominación?

Gustavo Flores: No lo creo. Y mi negativa es por una sencilla razón. Lo mejor de nuestra propia tradición filosófica colonial es profundamente humanista, india, libertaria y liberadora. Garcilaso, Guamán Poma, Santacruz Pachacuti, Acosta, Valera, Peñafiel, Ruíz de Montoya, Olea, Aguilar, Avendaño, Medrano, Llano Zapata, Cosme Bueno, las comunidades jesuíticas, Túpac Amaru. Existe una profunda línea de continuidad entre el sentido de la justicia precolombino, el sentido humanista cristiano de la colonia y el sentido liberador de la generación del centenario, y los de la segunda mitad del siglo veinte en la República. Las raíces liberadoras de la filosofía peruana hunden sus raíces en el mundo precolombino y se prolonga a lo largo de los mejores exponentes a lo largo de su historia. Por tanto, la teología de la dominación tiene una gestación que va más atrás incluso del propio Bartolomé de las Casas.

G.A.F.: Por último, ¿Qué perspectivas vislumbra a la filosofía de la liberación?


Gustavo Flores: Una profunda des-salazarianización para su desarrollo. Actualmente luce estancada en dogmas. Lo primero que debe liberar es a la filosofía misma de la concepción eurocéntrica de la filosofía. Otro de aquellos dogmas consiste en afirmar que la filosofía es ideología. Pero eso no es real y nunca lo será. La ideología está al servicio de la manipulación, la filosofía en función del conocimiento. Son cosas diametralmente opuestas. Marat, Danton, Robespierre fueron ideólogos, no filósofos. El filósofo puede participar en política pero lo hará a nivel teórico y no a nivel pragmático. En nuestro medio lo hicieron Salazar Bondy, Walter Peñaloza, Francisco Miroquesada, por ejemplo. La filosofía de la liberación peruana debe liberarse en primer lugar del propio Salazar si quiere seguir pensando en desarrollarse. Ya no se sostiene aquella relación determinista entre economía y cultura, la sobrevaloración de la filosofía como instrumento de la revolución, el propio sentido de la revolución y de la filosofía. Salazar no elaboró, por ejemplo, ni una teoría de la revolución ni una teoría de la razón. En otras palabras, en la filosofía de la liberación el tema no es Salazar sino la liberación misma. El mejor homenaje que se puede rendir a Salazar no es repetir su letra sino recuperar su espíritu. Espíritu que se enlaza con la tradición filosófica peruana y de la filosofía universal.   

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