miércoles, 21 de febrero de 2018

LOS ORBES DE LA FILOSOFÍA

LOS ORBES DE LA FILOSOFÍA
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
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La filosofía es un fenómeno mundial y ancestral. Su origen no se restringe a Grecia y se manifiesta en diversos orbes culturales y espirituales. Pero conserva una fuente común: el asombro. Una filosofía del asombro sin mucho obstáculo haría incidencia en la conciencia humana de la finitud en medio de la infinitud, como punto de partida de las preguntas límites de la filosofía. Somos la única especie que concibe la idea de lo infinito, lo absoluto y lo eterno. Lo que de por sí es un misterio grato.

Una de las grandes preguntas de la filosofía es el problema de Dios. La tradición cristiana arriba a la siguiente conclusión: Dios no es el ser, es la causa del ser de todas las cosas y no puede ser subsumido bajo el ser categorial. Por eso, Dios no es, es más bien el principio de todos los modos de ser. Lo que Dios es no podemos saberlo. Cuando estamos predicando de Dios términos como “simple”, “inmutable”, “incorpóreo” e “infinito” sólo connotamos algo que pueda aplicarse a Dios, sin afirmar positivamente algo de la sustancia divina. Es por ello que Santo Tomás de Aquino precisaba que de Dios sólo podemos connotar sus características fundamentales de modo analógico pero no de modo inequívoco.

Por su parte, Heidegger en su conferencia La cosa, procura pensar la fuente del ser, o sea, una especie de Supraser plotiniano. Fuente de la cual -según él- proviene todo, incluso los dioses. Leibniz también lo intentó con su armonía preestablecida, que termina en un Dios plotiniano que lo hace depender de su esencia divina. Con ello Heidegger se aproxima a la idea tradicional de la Nada de Oriente.

Aunque bien visto, Oriente piensa la Nada antes de la Creación o del Ser, pero no piensa a Dios mismo antes de la Nada de la Creación o del Ser. Es el cristianismo el que piensa a Dios antes de la Nada de la creación. Mientras que los griegos nunca pudieron superar el esquema dualista de la dicotomía entre el ser positivo –la forma-  y el ser negativo –la materia-. Por ello su agón cósmico era de ascensión hacia lo Uno. En cambio, en la tradición andina se piensa al Ordenador como insuflando vida, forma o espíritu al universo. En la filosofía andina no hay creación sino ordenación vivificante. Esa es la idea encerrada en la palabra Pachacamac. Lo cual supone una metafísica dualista con una especie de materia ignota increada. Camac no es creador, se encuentra con una materia prima con la cual ordena las cosas y origina el mundo.

Es decir, si los griegos pensaron el nihil ex nihilo –nada viene de la nada-, el Occidente cristiano piensa el creatum ex nihilo –creación desde la nada- y la América indígena piensa ex quo vita –orden desde la vida o Pachacamac-, el Oriente piensa el nihil ex creatum –nada es creación-. De ahí que el fin último del sabio oriental sea la salvación mediante la reintegración a la Realidad verdadera, del sabio andino el cuidado de la armonía del mundo o de la vida, del sabio cristiano la santidad o unión sin identidad con Dios, y del sabio griego el conocimiento teórico, universal y verdadero.

El griego piensa el Ser, el cristiano a Dios, el andino a la Vida y el oriental a la Nada. Son cuatro orbes filosóficos con sus propias diferencias culturales y espirituales. Pero todas tienen un punto de partida común, a saber, el asombro. La gran diferencia se da en la pregunta fundamental de cada una. En el griego es: por qué hay Ser en vez de Nada. En el cristiano, por qué Dios creó el mundo. En el andino, por qué la Pacha es Camac o el Ser es Vida. Y en el oriental, por qué el Ser es Nada.   

La Nada oriental supone pensar el Ser desde la Nada, el Ser griego exige pensar el cosmos desde la forma impuesta a lo informe, el Dios cristiano plantea un ser omnipotente que desde la Nada crea el Ser, y la Vida andina propone un Ser ordenador que actúa sobre lo informe.

Un punto crucial de enorme importancia es que la tradición oriental coloca la Nada antes que el Ser, mientras que Occidente hace lo contrario. No obstante, se debe reparar que para el Occidente cristiano ni la razón natural ni la razón sobrenatural llegan a saber lo que realmente es Dios. Más bien permanece como el principio de todos los modos de ser.

Para el cristiano Dios no es el ser, es la causa de ser de todas las cosas. Pero tampoco es la Nada. Para el oriental reintegrarse en la Nada es hallar el verdadero ser del no-ser. Para el griego ascendiendo al principio supremo se alcanza el conocimiento verdadero. Para el andino cuidando la vida se logra un tránsito menos traumático a un nuevo orden o Pachacuti. Los griegos son los filósofos del Ser. Los cristianos los filósofos de Dios. Los orientales los filósofos de la Nada. Los andinos los filósofos de la Vida.

Solamente pensando la Nada oriental como metáfora de lo que es anterior al Ser se puede hallar un punto de encuentro entre la metafísica de Oriente con Occidente. La Nada de Oriente logra pensar aquella nada antes de la Creación. El Dios de Occidente llega a concebir aquella voluntad amorosa antes del creatum ex nihilo. La Vida andina logra pensar el principio activo del Ser, pero no concibe al Dios omnipotente ni a la creación. El Ser griego agoniza entre la multiplicidad de las cosas y la permanencia de la verdad.

Pero dentro de la filosofía cristiana, Dios está más allá de toda comprensión racional y existencial, por eso tenemos en Jesucristo una revelación de la Verdad Eterna en el Tiempo, por el seno de María. Paradoja que el pensamiento racional no puede comprender. Por eso, la consideración de los orbes filosóficos nos hacen comprender que los conceptos claves en las diferentes manifestaciones culturales y espirituales son: Dios, Nada, Ser y Vida. Dios es la eternidad, su creación del Ser es el tiempo.

La Nada nada es, por ello es antes que el Ser creado en la concepción cristiana. En cambio la Vida, como el Ser, puede entenderse como increado en Dios y creado por Dios. Es muy probable que la filosofía andina entendiera ambos sentidos de la Vida. Pero lo vio como ordenado y lo sin orden o caos en un ciclo de eterno retorno. Es decir, careció del concepto metafísico de creación. Por lo demás, en todos los hontanares espirituales atribuirse una familiaridad con Dios es una desvergüenza deplorable. Así, como Dios revela su existencia no sólo a quien cree, del mismo modo el misterio de Cristo y de María sólo se hace evidente a través de la fe.

22 de Febrero 2018