LA ONTOLOGÍA TOMISTA DE LA MATERIA
Y EL BOSÓN DE HIGGS
Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía
I
Según Santo Tomás, la materia puede ser entendida de dos modos: (1) materia sin forma y privación, o sea que es primera a toda forma y privación que le advenga, y (2) respecto de algún género, y en este caso no es absolutamente primera (De Princ Nat c2 n346).
En consecuencia en Tomás de Aquino la materia es el ser en potencia, y esto significa que la materia posee el ser en su más mínima actualidad y en su máxima potencialidad. Por su máxima potencialidad es el primer sujeto subyacente a todo cambio esencial y accidental que dependa de la materia como elemento fundamental.
La materia primera se entiende como cierta potencia previa a toda especie, forma e incluso privación, pero que es susceptible de formas y privaciones. Esto significa que la materia primera no existe en la naturaleza de las cosas sino sólo en potencia. Por lo cual, es más algo concreado que creado, pero no es absolutamente infinita porque su potencia no comprende más que las formas naturales. Epistemológicamente es imposible hablar del ser de la materia sin referirnos al ser de la forma, pero ontológicamente no se puede negar que la materia es.
Esto es, que la materia prima es potencialidad pura que sólo alcanza su ser por la forma, es decir, es lo que no es propiamente. Pero que no sea sino por la forma no significa que se identifique con la nada, porque tiene vestigio de la forma por ser efecto de la causa divina.
La gran dificultad para comprender el ser de la materia estriba en que no posee estatuto ontológico sin por la forma, lo que ha llevado a definirla erróneamente como: la nada, no ser, privación de ser y ser absolutamente potencial. En realidad, en la ontología aristotélico-tomista es imposible referirse a la esencia de la materia sin referirse al ser de la forma, pero para Santo Tomás en la esencia de la materia prima está presente la huella divina. En otras palabras, la esencia divina, que es única y perfecta, no pudiendo ser perfectamente representada por ningún ente, conviene que sea representada por muchos y según diversos modos (Sth I, q47 al ad2.)
Esto significa, que aun cuando todo lo que se diga de Dios y de los entes se dice analógicamente (CG I c34 n297-298) no se puede negar la relación de causa y efecto entre Dios y su creación. Es decir, en la esencia de la materia prima hay vestigio de la unicidad e incomunicabilidad divina.
Ahora bien, Tomás de Aquino como todos los filósofos de tendencia aristotélica estaban preocupados por la relación materia-forma y por la cuestión de las distintas clases de materia.
Santo Tomás distinguía entre diversas clases de materia según su mayor o menor recubrimiento por la forma. Así, la materia prima es la potencialidad pura; la materia signata es la materia determinada por la cantidad y constituye el principio de individuación. Por lo que se entiende que la materia prima no pertenece a una especie determinada, sino que es común a todos los entes, la materia en potencia es en cierta forma una, o sea que no se trata de una unidad sustancial ni accidental, sino de orden (Sth I q66 a2 sol y adI.) En cambio la materia signata sí pertenece a las especies según su individuación.
Sin embargo, para Santo Tomás no puede sostenerse la llamada universalidad de la materia porque existen entes creados exentos de materia, las formas separadas tales como los espíritus puros y aun el hombre en tanto que escalón de la escala inferior de dichos entes.
La universalidad de la materia, es decir que hay materia en todos los lugares en que hay forma, fue defendida ardorosamente por el filósofo Avicebrón (1020-1059/70), el cual con su obra La Fuente de la Vida influyó en la escolástica, siendo aceptado por los franciscanos y combatido por los dominicos.
El argumento de los partidarios de la universalidad la materia sostenían que la materia no es una pura potencia, que la materia penetra universalmente en la jerarquía de los seres creados, incluso de los ángeles, salvo en la representada por el ser esencial, pues sólo Dios es forma pura. Si la materia, argüían, fuese una pura potencia sería absolutamente ininteligible y se identificaría con la nada. Por tanto, afirmar que la materia es potencia pura equivale a decir que es la nada, en consecuencia se podría sostener que Dios creó el mundo a partir de la materia, lo cual es absurdo. La materia, según la teoría de la universalidad, no es potencia ni es la nada porque siempre penetra en toda la jerarquía de los seres.
Esta posición llevaba hacia la negación del principio de individuación por efecto de la materia y lo atribuían a la forma. Esta doctrina pasó a Guillermo de Auvernia, Alejandro de Hales, Juan Duns Scoto, San Buenaventura y, en general, a los filósofos franciscanos. En cambio, San Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino y, en general, los dominicos se opusieron a ella.
Obviamente que para Santo Tomás decir que la materia prima es potencialidad pura no puede significar su identificación con la nada, primero, porque la materia ha sido creada y, segundo, porque su potencialidad no es absoluta sino relativa. Dios es absolutamente actual y la materia es lo relativamente potencial. Lo absolutamente potencial tampoco es la nada, sino que es Dios (“Sólo en Dios su potencia es su propia esencia”, Sth I q77, art. 1), pues la Nada, no existe, no es. Dios en sí es acto puro y en la historia es potencialidad pura, porque si bien la Revelación está cerrada, la historia de la salvación prosigue y Dios obra en nosotros por nuestro consentimiento.
Ahora bien, entre los griegos filósofos como Gorgias sostuvieron que nada existe, los eleatas pensaron que sólo el ser es, la mayor parte se atuvo a la tesis de que la nada nada adviene, y finalmente Platón y Aristóteles sin cuestionar dicho principio concibieron que la materia sea pura indeterminación que constituye lo determinado.
El pensamiento cristiano negó que la nada sea una pura privación del ente, concepción común en la filosofía griega, y tampoco es aquello con lo cual se hace algo. Por el contrario, cambió por entero las bases de la especulación filosófica al sustituir el principio según el cual nada adviene de la nada (ex nihilo nihil fit) por el principio según el cual de la nada adviene el ser creado (ex nihilo fit ens creatum).
La negación tomista de la universalidad de la materia no equivale a que su potencialidad sea equivalente a la nada porque la materia prima no es no-ser sino ser en potencia. En la materia hay unidad y bondad por comunicación divina. Que la materia no participe del bien y la unidad es una mala comprensión de la naturaleza de la comunicabilidad de la materia que proviene de la filosofía platónica. Todo es bueno en la medida en que es ser (Sth q59 art.3.) Santo Tomás defiende la idea platónica de la participación pero discrepa que el mal provenga de la materia. Dios a todas sus criaturas comunica su bondad (In de Div Nom c4 n261) e incluso la materia participa de la bondad divina (In de Cau lect4 n99).
El mal en la materia no es esencia sino accidental, por esto no es causa del mal. En consecuencia en la materia hay imitación y participación de la similitud divina. De modo que la materia no es privación, no es no-ente, sino que es sujeto de privación. En una palabra, la potencia de la materia no es privación porque participa del bien.
La materia es creada por Dios como primer principio pasivo, es decir, no es absolutamente informe, su comienzo principia con la apertura del tiempo, la materia primera no es abstracta frente a la materia segunda que es individual, sino que es el principio del cual se deducen todas las formas materiales. Esto es que la materia primera es el primer sujeto subyacente de las formas elementales y es materia segunda como sujeto subyacente de la forma específica.
Habíamos dicho que la materia primera no existe en la naturaleza de las cosas sino sólo en potencia, por lo cual, es más algo concreado que creado, pero no es absolutamente infinita porque su potencia no comprende más que las formas naturales. Entonces, cómo puede entenderse una materia concreada que comienza con el tiempo.
Santo Tomás en los comentarios a las Sentencias aceptó la definición de Boecio sobre la eternidad, como la posesión entera de una vida interminable, es omnisimultánea y mide el ser permanente; el tiempo es sucesivo y mide todo movimiento; y la eviternidad, transcurre en el tiempo. En el De potentia se presenta la diferencia entre la duración del mundo y la eternidad. En la Suma Teológica se plantea el problema de la eternidad de Dios. Y aquí nos interesa especialmente la diferencia entre la eviternidad y el tiempo.
Según Santo Tomás la eviternidad difiere del tiempo y de la eternidad como el medio entre los extremos. La eviternidad es la forma de duración de los espíritus puros, no están en el tiempo según el pasado y el futuro, tampoco son eternos, lo cual sólo pertenece a Dios. Por eso puede decirse que son eviternos, es decir que en su naturaleza no hay diferencia entre pasado y futuro, son inmutables, en sus operaciones intelectivas y volitivas hay sucesión real, aunque no continua.
Es decir, la eviternidad es omnisimultánea pero no es eternidad, porque mientras la eternidad es inmovilidad completa, sin sucesión, la eviternidad es una inmovilidad esencial unida a la movilidad accidental. El tiempo tiene antes y después, la eviternidad no tiene en sí antes ni después pero pueden ser conjugados. Mientras la eternidad puede coexistir con el tiempo excediéndolo al infinito, en cambio la eviternidad no puede ni con los acontecimientos medidos por el tiempo, excepto en el instante en que se producen las operaciones que permiten tal medición.
Ahora bien, lo que vamos a afirmar es una deducción por entero personal y de la cual me hago responsable. Santo Tomás afirmó que la materia prima no existe en la naturaleza de las cosas sino sólo en potencia, pero su potencia sólo se comprende en las formas naturales, por eso es algo más concreado que creado. Qué quiere decir esto de concreado más que creado.
El dominico escribe: “La materia prima no existe por sí sola en el mundo de lo real, porque no es ser actualizado, sino sólo potencial, y por esto, más bien que algo creado, es algo concreado. Pero ni aun considerada como potencia es infinita en absoluta, sino sólo de alguna manera, porque su potencialidad no se extiende más que a las formas naturales” (Sth q7 a2 ad3.)
Quiere decir que sólo el ente actualizado existe por sí solo en el mundo real creado, y puede existir como forma pura, como el caso del ángel y el alma, o como ser compuesto de forma y materia, como el caso de la materia segunda. El ser potencial de la materia primera no está por sí sola en el mundo real, sino, que en el orden del ser está en el acto intencional y conceptual de Dios.
Es decir, la materia primera no es una realidad subsistente, sino una forma primera de la esencia divina, o sea, una idea eterna de Dios, por eso no está en la naturaleza de las cosas, sino sólo en potencia. Si la materia prima es una idea eterna de Dios, entonces participa de su eternidad de modo potencial, o sea no es eterno, es concreado, existe desde la creación. En cambio la materia segunda comienza con el tiempo, está en el tiempo, es creada, no es inmutable, y en su naturaleza hay diferencia entre pasado y futuro.
Afirmar que la materia prima es una idea divina, equivale a sostener que es una forma primera de la esencia divina. Pero por su máxima potencialidad de ser el primer sujeto subyacente a todo cambio esencial y accidental no está destinado a ser inmutable como los seres espirituales, sino a ser contingente, finito temporal, su movilidad es esencial y su inmovilidad es accidental. Así se entiende que Tomás de Aquino diga que la materia al tener ser tiene alguna semejanza con el ser divino (Sth q14 art.11.)
Por lo demás, Santo Tomás afirma que las ideas existen en la mente de Dios y son muchas, pero no conoce por las ideas existentes fuera de él sino dentro de él. La esencia divina se puede conocer por sus criaturas según el grado de semejanza con ella. En Dios hay ideas de todas las cosas y conoce el mal por la razón del bien (Sth q15 art. 1, 2,3.) Es más, añadiríamos, en Dios hay ideas de todas cosas que son y que no son.
¿Hay en Dios la idea de la “materia primera”, de lo potencial de las cosas naturales? Si no fuese así sería una potencia extraña y exterior a él, lo cual es inconcebible y contradictorio a su omnipotencia. Entonces dicha idea está en Dios. Y cómo lo está. No lo está como la Nada, la materia prima no es la nada, no es el no-ser, ni lo absolutamente potencial. La Nada no es, nunca es, no es ni lo absoluta ni máximamente potencial, no tiene que ver con la potencia. La Nada no posee estatuto ontológico, en cambio la materia prima no lo posee sin la forma, no es lo absoluta pero sí máximamente potencial, por eso es algo subyacente a toda forma y privación. De modo que la idea de la materia primera está en Dios como lo mínimamente actual y máximamente potencial, pero no como la nada, el no-ser o lo absolutamente potencial. Esto quiere decir, que Dios no es ni materia prima, ni creó el mundo a partir de una materia primera, sino, como dice el Génesis, desde la nada. Esta nada de la creación es la ausencia de todo ente extradivino. Dios es acto puro, en él no se distingue esencia y existencia, contiene las ideas y su voluntad es su propia bondad.
El Ser creado no se identifica con la materia, pues hay entes no materiales que son forma pura, por ejemplo el alma y el ángel. La nada no es, ni debe ser confundida con la materia prima y menos con la materia segunda. El ser es, por esencia, finito, es ens creatum. Pero eso no significa que “sobrenade en la nada”, como afirma Heidegger (Qué es metafísica, siglo veinte, B. As. 1986, p.54) siguiendo a Hegel, porque si bien Dios puede destruir a cualquier ente reduciéndolo a la nada, incluso a los seres inmortales como el ángel y el alma, sin embargo la finitud del ente natural no es la nada sino la potencialidad.
Potencialidad y nada no son lo mismo y menos coinciden. Potencialidad es lo que aun no es pero puede ser, la nada es lo que nunca fue y nunca será. El primero tiene consistencia ontológica, el segundo no. La materia prima no es la nihilidad, es lo potencial de los seres materiales, aunque no todo lo potencial es materia prima, pues hay las potencias del alma, la potencia del ángel y la potencia de Dios, y lo potencial natural que es la materia prima, que no es, pero no es la nada. En una palabra, en Dios hay la idea de los seres en acto (espirituales) y de los seres en potencia (materiales). Esto en nada desmerece la realidad de que Dios sea simplísimo y que en él sólo existen sus relaciones intra-trinitarias. Pues el Hijo es el logos que contiene las ideas de Dios.
Que la materia prima sea una forma primera contenida en la esencia divina no significa que no haya sido creada por Dios, porque todo lo que de algún modo existe lo es por Dios, incluso la materia prima ha sido creada por él, pues lo potencial depende de lo necesario (Sth q44). Tampoco significa que todas las substancias estén compuestas de materia y forma, porque las substancias espirituales son criaturas intelectuales incorpóreas, incorruptibles, compuesta de acto y potencia (Sth q.50).
Aquí viene la pregunta si la potencia de la criatura angélica tiene que ver con la potencia de la materia primera. Y la respuesta es negativa porque la potencia del ángel tiene que ver con la inmovilidad esencial, mientras que la potencia de la materia prima tiene que ver con la movilidad esencial. Lo cual significa que el ser en potencia no se agota en la materia, hay una potencia productora propia de los seres inmateriales por participación y una potencia por causa eficiente propia de los seres materiales.
Así el ángel y el alma, aun no siendo de la misma especie, no tienen materia primera ni segunda. La esencia del alma es el acto, mientras la esencia de la materia es la potencia. El acto aunque posterior a la potencia en orden del ser, es, sin embargo, anterior en el orden intencional y conceptual, como lo es el fin en el agente; pues la potencia, en cuanto tal, se ordena al acto; en consecuencia las potencias se distinguen por los actos y los objetos (Sth q77 art.3.) Además Santo Tomás afirma que en Dios no existe otra potencia o acción fuera de su esencia (Sth q77 art.2.)
Para Aristóteles la esencia estaba representada exclusivamente por la forma, para Santo Tomás la esencia de los seres contingentes comprende también la materia y sólo la esencia de los seres espirituales se identifica con la forma. El Mundo es una realidad contingente y debe su existencia a Dios, el único ser necesario. Las ideas de todas las cosas están en la mente de Dios, teoría de Dios como causa ejemplar sostenida por San Agustín, pero el ser no les pertenece sino que lo tienen por analogía con Dios.
El dominico distingue en cada sustancia la esencia de la existencia, pues la esencia está respecto a la existencia como la potencia respecto al acto. La esencia de una cosa puede ser comprendido independientemente de que esa cosa exista o no. La esencia sería una cierta forma de ser en potencia, que para existir tendría que ser actualizada por otra entidad que le diese existencia. Así, todas las cosas que existen son un compuesto de esencia y existencia. La causa dela existencia sólo puede ser un ser necesario, y éste es Dios.
De este modo que la teoría de la esencia y la existencia, distinción establecida por Avicena, se complementa con la explicación jerárquica de la realidad, que viene de la teoría neoplatónica de los grados del ser. Esta jerarquía va desde los seres inanimados, vegetativos, sensitivos y racionales del mundo material, hasta los ángeles y Dios del mundo espiritual. La materia es la esencia de los seres del mundo material, más no del mundo celeste. En el caso del hombre éste tiene un alma subsistente aunque unida al cuerpo, separada del cuerpo permanece la voluntad y el entendimiento.
Pero Tomás de Aquino también recurre a la teoría platónica de la participación, pues los seres contingentes reciben su existencia participando de alguna manera de la existencia de Dios. La materia prima, como ser en potencia, no es la nada, sino que también es, como mínima actualidad y máxima potencialidad. También recibe su existencia de Dios. Acto y potencia, esencia y existencia, materia y forma existen por la virtualidad de Dios.
En suma, la materia como ser en potencia posee el ser, aunque en su más mínima actualidad y máxima potencialidad, por su máxima potencialidad es el sujeto subyacente de todo cambio esencial y accidental, la materia prima no es una realidad subsistente, es concreada con las demás formas elementales, es una forma primera de la esencia divina; como materia segunda no existe sin forma, está destinada a comenzar con el tiempo, su movilidad es esencial y su inmovilidad es accidental.
II
Ahora bien, el CERN de Ginebra anunció el posible descubrimiento de la partícula de Higgs, con lo cual se despertó el entusiasmo natural por el avance del conocimiento científico.
El modelo estándar describe toda la materia que podemos ver en el universo y el pilar que debía sostener todo el edificio era el bosón de Higgs. Fue el físico británico-escocés Peter Higgs quien en 1964 postuló la partícula de Higgs (como campo de fuerza responsable de la formación de masa de las partículas, es decir, de la existencia de planetas, estrellas y galaxias) y hoy desde el gran acelerador de partículas de Ginebra nos llega la noticia de su descubrimiento. Pero es todavía un pico estadístico y hacen falta más experimentos para confirmar que no se trata de un dato aleatorio.
Si se confirmase la pieza que le faltaba al Modelo Estándar, sistema que une la relatividad de Einstein y la mecánica cuántica, entonces la ciencia lograría dar cuenta sólo del 4 por ciento de la masa del Universo, dejando inexplicado el restante 96 por ciento conformado por la materia oscura, la energía oscura y la gravedad. Además, tampoco da cuenta de la luz. Y ni qué decir de las supercuerdas y los agujeros de gusanos que son todavía meras teorías. Por supuesto que los científicos creen que la confirmación de la teoría de Higgs acelerará las investigaciones sobre la aun inexplicada materia oscura. De cualquier forma no se trataría de ninguna “partícula de Dios”.
El bosón de Higgs explicaría por qué las partículas elementales tienen masa, se trataría de un campo, el campo de Higgs. En la física clásica el campo fue considerado como un fluido continuo, pero con la física cuántica se rechaza la noción de continuo, así que los campos se convierten en distribuciones de pequeños bosones (partículas portadores de fuerza) y la fuerza del campo en cualquier punto es la densidad o cantidad de bosones en un punto. Estas partículas son llamadas partículas virtuales porque violan la ley de la conservación de la energía durante muy poco tiempo para poder existir como partículas virtuales. Son fluctuaciones de energía permitidas por el principio de incertidumbre de Heisenberg, pero desaparecen casi al instante por el mismo principio. Son la realidad física que ocupa el espacio, son virtuales pero también pueden ser reales si reciben suficiente energía para sostener su conservación.
La importancia del descubrimiento del Bosón de Higgs estriba en que confirmaría que el modelo estándar de partículas es correcto, que por cincuenta años no se ha estado extraviado en el conocimiento del funcionamiento del universo; y conocer con exactitud la masa de este bosón (125.5 GeV) permitirá llenar lagunas en el conocimiento sobre las leyes fundamentales del cosmos. La confirmación del modelo estándar explicaría las interacciones entre partículas que componen la materia.
Ahora bien, los científicos hablan del bosón de Higgs y no de la partícula de Dios. Sin embargo, la opinión está dividida incluso en el mundillo científico. Hay un grupo que defiende la opinión de que la ciencia física nunca dará respuesta a la pregunta de por qué existe algo en vez de nada, y otra tropa que piensa que la física se encamina a demostrar la naturaleza autocreada del universo y que Dios no existe (S. Hawking, por ejemplo).
Estas alternativas nos llevan hacia la discusión sobre la creación del mundo. Los idealistas griegos afirmaron la creación del mundo a partir de una materia preexistente junto a Dios. Los atomistas negaron la creación del mundo y de Dios. Los gnósticos y maniqueos consideran a Dios el creador sólo de las substancias espirituales más no materiales. Los cristianos agustinos estiman que Dios creó el mundo ex nihilo en el tiempo, tanto las substancias espirituales como materiales. Y los tomistas sostienen que Dios creó el mundo ex nihilo desde la eternidad.
De este modo tenemos las siguientes tesis:
-Mundo coeterno con Dios (Platón, Aristóteles)
-Mundo eterno sin Dios (atomistas, naturalistas)
-Mundo coeterno con Dios y creación espiritual de Dios (gnósticos)
-Creación ex nihilo temporal del mundo (agustinos)
-Creación ex nihilo eterna del mundo (tomismo)
La creación eterna y ex nihilo del mundo, sostenida por Tomás De Aquino, es una concepción más dinámica y compleja que la creación temporal del mundo, supuesta por los platónicos franciscanos y los averroístas. Gracias la Revelación, escribe Tomás de Aquino, conocemos que el mundo fue creado en un momento del tiempo, pero la filosofía no puede decidir la cuestión de si el mundo es eterno o creado porque existen argumentos a favor y en contra. Por tanto, y contra Buenaventura, no es absurdo afirmar filosóficamente que el mundo es eterno, pues no hay contradicción en sostener que el mundo es creado y aun así ha existido eternamente (Sobre la eternidad del mundo, de 1270).
Esto es, el mundo tuvo un comienzo –según la fe-, y no es imposible –según la razón- que haya sido creado desde siempre. Ser creado por Dios de la nada y no tener comienzo en la duración, no es contradictorio. Lo contrario encontramos en el escrito anterior, la Suma contra los Gentiles (1266). Aquí rechaza la tesis pagana de la eternidad del mundo, porque supone algo eterno aparte de Dios, esto es, prescinde de su causalidad divina y es contraria a la fe. Otra será su posición en la Suma Teológica (1267), insistirá que el mundo no empezó a existir, sino que existió desde la eternidad y fue hecho a partir de la nada (Sth q46 a1, a2, a3.) Tesis que culminaría afirmando a la vez la eternidad del mundo y su creación por Dios de la nada.
Es singularmente interesante subrayar que la cosmogonía tomista, con su tesis sobre la creación eterna, no encuentra su eco científico en la teoría de la creación continua del universo. Pues la idea de que el mundo no cesa de crearse por doquier, renovándose continuamente y manteniendo un universo estacionario, supone a la materia autógena y vuelve a lo contingente en proceso necesario autónomo. Por lo demás, esta teoría cosmológica no encuentra su confirmación por el descubrimiento de la energía oscura, la cual dirige aceleradamente al universo hacia su muerte térmica.
La otra teoría científica es la del universo evolutivo, la cual parte del punto primordial o concentración colosal de energía o átomo primitivo, el desencadenamiento de la expansión la materia por la explosión primordial (big bang) y la posibilidad que a la fase de expansión le siga otra de contracción (Modelo del universo pulsante). Esta hipótesis se apoya en el alejamiento de las galaxias, el enfriamiento del universo por radicación térmica cosmológica y la abundancia de helio y deuterio.
Nos preguntamos, en primer lugar, si el modelo del universo evolutivo niega la tesis tomista sobre que el mundo empezó a existir desde la eternidad y no desde el tiempo. No, no lo niega, porque que el mundo exista desde siempre no quiere decir que existan desde siempre todos los seres y elementos que ahora lo constituyen. En segundo lugar, interrogamos si aquel átomo primitivo es el bosón de Higgs. Y la respuesta es negativa, sencillamente porque dicho átomo tendría que dar cuenta no sólo de la materia observable sino también de la materia oscura, la energía oscura y la gravitación. Y esto no ocurre con el bosón de Higgs. Y en tercer lugar, cuál es la relación entre la materia prima de la metafísica tomista con aquel principio en que no existía materia, sino una concentración colosal de energía, cuya explosión dio origen al universo. La respuesta que cabe es que aquel átomo primitivo que dio origen al universo tampoco sería la materia prima, porque si bien contenía en potencia toda la materia del universo, sin embargo, es materia segunda, por cuanto es en acto en el segundo inicial del universo.
La pregunta que se impone por sí sola es si alguna vez la cosmogonía científica, a la cual contribuyen la física atómica, la mecánica cuántica, la teoría relativista, la astrofísica y la espectrografía, será capaz de encontrar la quinta esencia que explique por qué hay ser en vez de nada. Y la respuesta es negativa, porque de ser descubierta no descubriría un elemento material, sino a Dios, pero ese no es su camino, el suyo es el del conocimiento de lo material, el cual de por sí es un infinito negativo imperfecto, es decir tiene la capacidad de dividirse sin fin. ¿Y podrá descubrir a la materia prima, lo indeterminado y potencial? La respuesta es que tampoco, porque se trata de un elemento metafísico y no físico.
Bibliografía consultada
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Sobre la eternidad del mundo, Buenos Aires, Aguilar, 1975.
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2. Sobre Santo Tomás:
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Cencillo, L. Hyle. Origen, concepto y funciones de la materia en el Corpus Aristotelicum. Madrid, Instituto Luis Vives, 1958.
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Garrigou-Lagrange, R. La síntesis tomista. Buenos Aires, Ed. Desclée de Brouwer, 1947.
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Rebollo Peña, A. Abstracto y concreto en la filosofía de Santo Tomás. Estructura metafísica de los cuerpos y su conocimiento intelectivo. Publicaciones del Seminario Metropolitano de Burgos, 1955, 11-43.
3. Sobre el Bosón de Higgs:
ABC (27 abril de 2011). «Resonancia en los 125 GeV».
«CERN Press Release: CERN experiments observe particle consistent with long-sought Higgs boson» (04-06-2012).
Fermilab Press room (2 de julio de 2012). «Tevatron scientists announce their final results on the Higgs particle».
National Post (14 de diciembre de 2011). «The Higgs boson: Why scientists hate that you call it the 'God particle'».
Lima, Salamanca 16 de Agosto 2012