¿ES LA CIVILIZACIÓN CIBERNÉTICA LA BASE
DEL ANARQUISMO DEL FUTURO?
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
El anarquismo del siglo veintiuno tras
el desplome del socialismo real y la desilusión de la sociedad de mercado busca
constituirse en la utopía del socialismo libertario de la posmodernidad. La acelerada
transformación del capitalismo industrial en capitalismo cibernético ha
renovado las esperanzas sobre la posibilidad de que la civilización cibernética
que adviene sea la base material del anarquismo futuro. ¿Es esto, acaso, cierto
y posible? Veamos.
Tras el fracaso del socialismo
real (burocrático, centralista y totalitario) y del capitalismo masificador
neoliberal (consumista, individualista y deshumanizador) renace la utopía
libertaria del anarquismo (federalista, descentralista, comunitarista y
autogestionario). La verdad es que el movimiento nacionalista y estatista
prosigue con los hechos recientes del referéndum en Escocia, afanes
independentistas en Cataluña, ansias federalistas en las provincias ucranianas
de Donetsk y Lugansk alzadas en armas y el plebiscito de Crimea para
incorporarse a la Federación rusa, inquietudes autonomistas de Texas, todo lo
cual testimonia que el ideal de prescindir del Estado aun no está cerca. No
obstante la actualidad del ideario anarquista se abre camino diversas áreas.
Para el anarquismo la verdadera
educación antiautoritaria, antirepresiva y antipunitiva por excelencia.
Descansa en el principio del esfuerzo personal. Como molde ideológico y moral,
afirma Godwin, no debe estar en manos del Estado autoritario, pues su fin es
crear criaturas libres a través de la razón y del dominio de sí mismos. Su eje
es el aprendizaje del “no” y no debe basarse en la moral, pues la moral empieza
en la humillación. Para el anarquismo no hay progreso científicamente
asegurado, sino que depende del esfuerzo personal de cada uno. El lema
educativo anarquista es “ayúdalo a hacerlo todo”. La educación anarquista corre
por el mismo cauce de la actual educación puerocéntrica. A Rousseau lo culpan
de ser padre del estado autoritario pero le reconocen su principio educativo de
que el hombre debe ser educado no fuera de la sociedad sino contra ella, para
no ser víctima de su inmoralidad y corrupción, pues la única autoridad será la
razón que después de todo le devuelve a su propia naturaleza. Para Proudhon la
educación debe forjar la felicidad y libertad a nivel del trabajo manual.
Bakunin sostiene que la escuela debe integrar lo manual y lo intelectual y
utilizar la autoridad para hacer que la libertad eclosione. Para Stirner la
educación no debe ser sólo humanística o técnica porque debe ofrecer el dominio
sobre nosotros mismos y así ser libres. Martin cree en la enseñanza autodidacta
y Freinet afirma que la nueva educación debe liberar al niño de la autoridad
del adulto.
Como se observa el anarquismo
reposa en una antropología demasiado optimista, desestima la importancia de la
caracterología, la cual enseña que hay tipos de carácter que necesitan de la
autoridad y la obligación para educarse; además incurre en un exagerado intelectualismo
que sobreestima el poder de la razón para crear criaturas libres; presta casi
nula atención a la formación de los sentimientos y emociones, minando con ello
la actualización de los valores a través de la voluntad y el ceñirse a una vida
normativa; subestima la importancia de la enseñanza moral haciendo que la vida
ética pierda sentido de obligatoriedad.
La educación neoliberal en ciertos
puntos ha puesto en práctica algunos aspectos del programa educativo del
anarquismo, con el fin de crear seres que suponiéndose más libres en realidad
resultan más manipulables. Ha disminuido ha límites espantosos la exigencia y
el rigor escolar, las materias de estudio se han simplificado al máximo con el
pretexto de hacer a un lado lo memorístico y ampliar la creatividad. Al final
de la secundaria egresan legiones de analfabetos no sólo funcionales sino
también literales, puesto que aprendizaje fue reducido al mínimo. La universidad
no podía permanecer ajena a este deterioro de la educación universal permisiva,
llegándose al extremo de los bachilleratos automáticos, maestrías a granel y
doctorados al mejor postor. El programa educativo anarquista es en verdad
impracticable, porque al convertir a la libertad en un nuevo ídolo desemboca en
su propia anulación al carecer de valores absolutos. Una libertad anárquica no
es libertad, sino su destrucción.
El arte anarquista se basa en el
antiautoritarismo y en el individualismo exacerbado. Y si en un primer momento
fue concebido como arte social contestatario a la estética burguesa, en un
segundo momento se vio que lo revolucionario del arte estriba en su
independencia, pues el estado niega la libertad concreta y pervierte la
creatividad artística.
La historia del anarquismo señala
amistades ilustres entre pensadores y artistas. Así tenemos a Godwin y el poeta
Shelley, Bakunin y Wagner, Proudhon y el pintor Coubert. Jean Grave y Emile Pouget
recibieron la colaboración de los impresionistas en sus revistas. Pero Proudhon
disuelve el genio en el medio social. Tolstoi repudia el arte burgués y lo
contrapone al arte popular. Kropotkin se entrega al culto de la Edad Media y de
la catedral como ideal artístico. Stirner reivindica para todos los individuos
la facultad de creación artística, el Yo es una virtualidad creadora, la
creatividad es un derecho inalienable. Oscar Wilde rechaza el intervencionismo
del poder político en la creatividad artística. La burocratización cultural del
comunismo y la masificación cultural capitalista revitalizó la estética del
anarquismo. Para Dubuffer el estado es enemigo de toda creación artística y
reclamar preservar la riqueza plural del hombre. El anarquismo estético norteamericano
rescata los dos rasgos principales del anarquismo: el antiautoritarismo y el
individualismo. Así, con el compositor John Cage, el arquitecto Paul Goodman,
se preconiza el restablecimiento del ágora y la dispersión de las obras de arte
en la ciudad.
Marcuse criticó esta estetización
progresiva que solamente crea una comunidad falaz en medio de una sociedad
alienada y propone la des-sublimación y anti-arte que anticipe un nuevo estilo
de vivir el trabajo y el placer. Además, este individualismo artístico
exacerbado ha producido la plaga urbana de los grafiteros, que dañan las
fachadas particulares con imágenes que se reclaman artísticas pero parecen
salidas de una morbosa pesadilla de una mente patológica. Incluso el arte
académico se extralimitó hasta perder el rumbo, y llama arte a cualquier
estropicio sin belleza ni forma, cuyo fin sólo parece espantar el buen gusto
sobre la faz de la tierra. El arte debe ser libre, incluso libérrimo, porque
deja libre todas las potencias de la imaginación creadora actuar, pero ello no
es óbice para causar su propia destrucción con manchas, ruidos y formas ininteligibles.
El anarquismo no rechaza el
progreso ni la ciencia como tal, sino su identificación con el bienestar
material. Es proclive a una vida campesina, agraria, rural, natural. Y quizá
este sea el aspecto más sólido del anarquismo, su crítica al ideario del progreso
y su desconfianza ante la ciencia. Ya la ONU anuncia que la civilización humana
debe replantearse su modus vivendi,
porque para el año 2025 más del 95% de la población mundial será urbana, su supervivencia
estará en peligro y tendrá que afrontar una escasez alimenticia, hídrica y
energética de grandes proporciones.
En suma, el anarquismo tiene el
mérito de concebir el progreso como un avance moral y subjetivo. Tras la
depredación de la naturaleza, el cambio climático y la contaminación
atmosférica, en tan sólo doscientos años de civilización industrial, el
anarquismo está a la cabeza con quienes ya no ponen un signo de igualdad entre
la satisfacción material y la satisfacción humana. El sueño baconiano del
progreso ilimitado sobre los hombros de la ciencia sufre severas restricciones.
En el Marx joven no hay naturaleza desarrollada sin humanidad realizada, pero
el marxismo se volvió cientificista y al término de la era del socialismo real
el nivel de contaminación de la industria pesada era demasiado alto. Los
anarquistas recogen el legado naturalista y antimodernista de Rousseau, quien
veía en el Progreso algo maligno. Así, Godwin defiende un naturalismo, Bakunin
un anticientismo, Kropotkin un bucolismo, Tolstoi un antimodernismo campesino,
para Proudhon el progreso es moral y no material, y para Stirner el progreso es
de la subjetividad. Únicamente resulta muy dudoso –a la vista de lo obtenido-
que el progreso de la subjetividad se consiga a través de una libertad educativa
irrestricta.
El anarquismo clásico es no-violento
en Proudhon y dual en Kropotkin, Bakunin y Stirner. Es decir, existe una
ambigüedad fundamental respecto a la violencia. El anarquismo liberal de
Thoureau y el anarquismo cristiano de Tolstoi son no-violento, rescata la
revolución social y debe eclipsar a la revolución política. Gandhi y Martin
Luther King prologaron el anarquismo no-violento. Para Stirner el Yo por la
revuelta deshace las instituciones opresivas, en cambio el Yo por la revolución
crea instituciones opresivas. Además, el individualismo anarquismo no es lo
mismo que el individualismo aristocrático a lo Nietzsche. Fue Camus el que
desarrolló la diferenciación entre rebelión y revolución. Cuenta la anécdota
sobre un famoso sátrapa centroamericano que hace la pregunta:
- Y qué es aquella bullanga
- Revoltosos, mi Excelencia
- No dejen ni uno vivo, pues luego
se vuelven revolucionarios
La no-violencia, sin duda, tiene
sus límites. Actualmente el Estado liberal no permite la protesta a través del
no pago de impuestos, ni acepta individuos que prescindan del Estado. Muchas
veces prefiere salvar a banqueros de la bancarrota que salvar a sus propios
ciudadanos de la indigencia. Y así, el primer mundo occidental se encuentra
desde el 2008 sumida en una crisis económica de proporciones, que solamente
afecta al pueblo y no impide la multiplicación de los beneficios privados.
Para el anarquismo que se preocupa
por la edificación de una sociedad nueva, ésta debe ser participacionista y
basada en un federalismo autogestionario. Y ello, a pesar de que la autogestión
no está libre de problemas administrativos, económicos y políticos (como quedó demostrado
en Argelia, India, Yugoslavia, España y Tanzania), se considera que puede ser
un baluarte para el socialismo libertario. La anarquía negativa quiere abolir
toda dominación sin reconstruir una sociedad nueva, mientras que la anarquía
positiva propone la autogestión y el federalismo. La idea básica es que el
consenso general reemplace a la ley y a la coacción estatal. En el Perú la Ley
de la Consulta Previa es un mecanismo para evitar conflictos con comunidades
asentadas en territorios mineros y que por ese mecanismo democrático se le
permite aprobar o negar alguna operación económica que dañe el medio ambiente.
Pero la presión sobre el Estado por parte de las megacorporaciones mineras para
burlar la ley continúa.
Y con esto llegamos al problema
central del anarquismo, a saber, el problema del Estado. Para el anarquismo el
Estado, ya sea despótico o democrático, es inmoral, despótico, tiránico,
alienante, conculcador de la autonomía del individuo, fuente de desorden
social, del egoísmo y de la injusticia, y todo ello por serle consubstancial la
manipulación y dominación del hombre. Por consiguiente debe ser eliminado y
deberíamos vivir como los Bushman, aquella simpática tribu africana cuya primitiva
lengua incluye chasquidos, no conocen el crimen ni el pecado. Godwin es el
primer teórico del socialismo sin gobierno. Afirma, que la justicia social sólo
puede triunfar eliminando el gobierno, el Estado junto al derecho y a la
propiedad deben ser abolidos. Proudhon, Bakunin, y Stirner coinciden en pensar
que el Estado nunca será bueno y siempre corroe las virtudes humanas, generando
corrupción.
La verdad es que ahora con la
globalización neoliberal ha surgido un nuevo tipo de soberanía que está muy por
encima del poder estatal, como son las megacorporaciones privadas. Ellas han
impuesto un hiperimperialismo que manejan las políticas estatales a nivel
global a través de múltiples organismos mundiales e imponen su voluntad. Lo
cual significa que no es solamente el poder estatal lo que impide las comunas
autogestionarias, federalistas, participacionistas y autogestionarias, sino que
es el poder de las megacorporaciones privadas. O sea es el principio
totalitario impuesto por un minúsculo grupo elitista de personas que reclaman
la libertad absoluta solamente para sí. Tendríamos un anarquismo
megacorporativo-privado triunfante, que está fuera del poder autoritario del
Estado y que se sirve de éste para imponerlo al resto de la sociedad.
No es casual que sea justamente esta forma de anarquismo el
que vea con mayor esperanza el desarrollo del capitalismo cibernético para
crear una sociedad tipo enjambre: una mayoría obediente y una élite ociosa. El anarquismo
megacorporativo-privado ve con mucho optimismo que la civilización cibernética
sea la base material de su futura victoria completa sobre el resto de la
humanidad. Se trata de usar el
mejoramiento de la especie humana sólo en beneficio de una élite.
Pero incluso
poniéndonos en la situación de un uso democrático de la eugenesia nos
preguntamos: ¿Puede el hombre-máquina seguir llamándose “hombre”? ¿Lo impredecible,
la rebelión, será desterrado por la exactitud de la colmena? ¿La inteligencia
artificial, la nanotecnología, la cibernética y otras tecnologías reemplazarán
a la humanidad antes que ésta destierre al Estado? ¿Será necesario el Estado en
un mundo regido por máquinas? ¿Crear robots pensantes uniendo la conciencia con
la máquina con chips informáticos no nos lleva hacia una dictadura científica y
el control del mundo? ¿Las máquinas decretarán la eliminación del falible
hombre? ¿La élite se robará el fuego prometeico de los dioses y alcanzará la
inmortalidad? ¿Será un nuevo Edén sin Estado o el Infierno de los chips
previamente programados?
Lima, Salamanca 27 de setiembre 2014