BREVE
REFLEXIÓN SOBRE LA RAZÓN INSTRUMENTAL
Y LA DESHUMANIZACIÓN
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
El mundo moderno está atiborrado de máquinas y
de información a tal punto que el hombre claudica de su responsabilidad y
prefiere dejar de pensar y que las máquinas decidan. El hombre de la sociedad
cibernética es un océano de información y de tecnología pero con un dedo de
profundidad y normatividad.
El funcionamiento amoral de las máquinas y de
todo el contexto tecnológico en aras de la producción, la optimización de los
recursos y la maximización de los beneficios, hace que el hombre imite el
funcionamiento amoral y asuma un comportamiento anético. Ya no se trata de que
el fin justifica los medios, sino que ahora el propio fin está despojado de
contenido moral.
Y esto ocurre en un momento determinado de la
historia moderna, a saber, la era de la soberanía de las megacorporaciones
privadas o del hiperimperialismo, donde el fraude empresarial y la especulación
improductiva del capital excedente se ha vuelto en práctica común de las
relaciones financieras. No es casual que la regularización del tiempo con la
invención del reloj y el surgimiento del capitalismo, sean casi contemporáneos
(siglo trece).
Efectivamente, el capitalismo megacorporativo
privado del hiperimperialismo global colorea la operatividad de los sistemas y
trivializa la realidad a través de una inversión valorativa donde impera la
rentabilidad económica. La maximización del beneficio no conoce límites y
trasgrede toda barrera moral y humana. En otras palabras, acentúa el lado
perverso y ominoso de la máquina. Bajo el capitalismo, la tecnología junto a la
lógica usurera del dinero se convierte en el principal instrumento de
deshumanización.
En la era del nihilismo postmoderno se ha
impuesto de modo omnímodo el imperio de la racionalidad instrumental. El
pensamiento humano ha cambiado de base epistémica, ya no interesa el por qué ni
el para qué sino el cómo hacer y cuándo hacer, ahora la base epistémica del
pensar es la técnica, el pensar mismo se ha vuelto técnico y con ello se ha
visto invadido por lo instantáneo, rentable y eficiente. El desmedro del pensar
desembocó en el empobrecimiento utilitario y pragmático de la realidad.
Cómo ha ocurrido esto. Conforme la tecnología
se ha vuelto más precisa y necesaria el mito de la máquina se ha robustecido y
conduce hacia el sueño que el camino de la reconstrucción humana y social radica
en la técnica. Esto hace olvidar que la técnica abre nuevas posibilidades pero
también contiene posibilidades perversas y ominosas que pueden llevar a la
barbarie de la humanidad. Es decir, la racionalidad instrumental es neutra y sus
efectos dependen de la ideología y del espíritu del tiempo que la promueve.
En qué fase de la técnica no hallamos ahora. Luego
de la fase eotécnica (basada en el agua y la madera) y la fase paleotécnica
(sustentada en el carbón y el hierro) la máquina ha entrado en una nueva fase
llamada neotécnica, la cual tuvo su punto de partida en la electricidad y la
aleación desde el siglo diecinueve, cobró nuevo impulso desde 1945 con el
plástico y la era espacial, logró una nueva escala con la nanotecnología desde
los años ochenta y se interioriza y exterioriza de modo proverbial con la
biotecnología y la informática desde la llegada de nuevo milenio.
Las fases de la civilización de la máquina no
son una ley ineludible de su racionalidad, de lo contrario todas las sociedades
hubiesen llegado al mismo nivel de desarrollo maquinal, sino que responde a una
compleja conjunción de circunstancias. No es casual que el carácter mágico y la
ortodoxia averroísta haya sido el mayor obstáculo para el desarrollo de la
ciencia árabe. No ocurrió así en Occidente, allí el tomismo dio con la clave
racional de la síntesis tomista cristiano aristotélica. Por eso es falso
suponer que la Edad Media fue oscura por ser religiosa cuando, por el
contrario, siendo religiosa dio lugar a un Roger Bacon y a todo lo que vino con
él.
Ante tal avasallamiento de la tecnología la solución no es dejar que la técnica evolucione por su cuenta, ni emprender el abandono precientífico de la técnica, ni dejar por su cuenta el naufragio del concepto de individuo. Ni tecnolatría ni tecnofobia son la solución. Perfeccionar la técnica (Toffler, Mc Luhan) por sí sola es ciego, y profundizar un nuevo concepto de individuo (Reich) es cojo. La revolución de la conciencia (orientalismo), el cambio de metas del tener al ser (Fromm) y edificar una nueva forma de vivir con amor tampoco son la salida al entrampamiento civilizatorio del presente.
De este modo llegamos a la conclusión
provisional de que así como es utópico e irreal pensar que la técnica es la
panacea del desarrollo humano, del mismo modo el capitalismo exagera sus
posibilidades perversas y deshumanizantes. En la presente fase neotécnica de la
máquina hay que crear instituciones humanistas que no impidan socializar los
beneficios de la presente era tecnológica y que conduzcan el desarrollo
tecnológico con sentido moral.
Lima, Salamanca 25 de diciembre 2105