RODRÍGUEZ DE MENDOZA: SU MENSAJE FILOSÓFICO
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
Toribio Rodríguez de Mendoza (1750 - 1825) docente
precursor de la independencia entre la juventud criolla, era un gran descontento
del escolasticismo tradicional y gracias al apoyo y aliento del monje erudito
Diego Cisneros –partidario de la libertad de pensamiento y de conciencia- pudo
sacar adelante la más importante reforma del Convictorio de San Carlos, que
sería sofocada con la reacción absolutista de los virreyes Abascal y Pezuela.
Con él el espíritu reformista se transforma en espíritu de emancipación.
Creó las cátedras de Derecho Natural y de Gentes,
las cuales recibieron la hostilización del arzobispo quien consiguió la prohibición
de su enseñanza por su explosivo contenido político. La reforma fracasó pero la
instrucción de dichas materias siguió clandestinamente, cuando se descubrió el
ardid el Convictorio fue clausurado. Por ser el primer gran impulsor de la
ilustración política puede ser considerado como el primer exponente dentro de
la corriente del criticismo cristiano, criticismo porque se mostraba
cuestionador del absolutismo y cristiano porque defendía la fe católica. Con
Rodríguez el protoliberalismo y teísmo regalista apunta en su espíritu no hacia
la instauración de una república –como sucedería con sus discípulos-, sino más
bien hacia una monarquía constitucional, lo cual no le impidió el Acta de
Independencia sanmartiniana. El espíritu emancipador tenía el ejemplo
republicano francés y norteamericano pero ello no significa que se excluyera
una solución monárquica constitucional, tal como quedó constancia en el intento
de San Martín. Lo más probable es que antes de 1808 –comienzo de las
revoluciones hispanoamericanas- el sacerdote Rodríguez no excluyera una
solución emancipadora monárquica y sólo después de consumados los hechos en el
Perú se decidiera por la solución republicana. Empezó como protoliberal y
terminó como consumado liberal.
Sacerdote y educador peruano, rector del Real Convictorio de San Carlos,
donde realiza favorece el estudio de las matemáticas, física, astronomía y crea
nuevas asignaturas referentes a la historia y geografía del Perú. Difundió con
el apoyo del Padre Cisneros los principios filosóficos liberales de la Ilustración e influyó mucho en la mentalidad de
sus alumnos, varios de los cuales se convirtieron luego en líderes de la
emancipación. Por ser el sembrador de las ideas políticas liberales es considerado
precursor ideológico de la independencia del Perú. Muchos de sus alumnos
fueron próceres de la emancipación -Manuel Lorenzo de Vidaurre, Francisco Javier Mariátegui, José Faustino Sánchez Carrión, entre
otros-. Anciano, tuvo la alegría de ver a 35 de sus antiguos alumnos carolinos
como diputados del Primer Congreso del Perú,
cuyas sesiones preparatorias presidió.
En 1790 es miembro de la Sociedad de Amantes del País. Cuando
el ejército libertador ocupó Lima en julio de 1821 fue uno de los primeros en
firmar el Acta de la Independencia, el 15 de
julio de 1821 en Lima. Instalado
el Protectorado del general San Martín, asumió la presidencia de la Junta
Eclesiástica de Purificación. Consolidada la independencia fue nombrado rector
de la Universidad Mayor de San Marcos, en cuyo ejercicio falleció en 1825.
El principal aporte del sacerdote Rodríguez fue no
sólo de carácter docente, pues enseñó los nuevos principios políticos y
filosóficos de la Europa liberal, se preocupó por formar una nueva clase
dirigente peruana, que sirva al país patrióticamente, fue el precursor del
nuevo nacionalismo peruano, pero también propugnó el trato igualitario con los
indios. Es decir, es el encargado de enfatizar al Perú independiente la deuda histórica
que se tiene con el hombre originario de América. En este sentido, es el
heredero legítimo del humanismo teológico del quinientos al seiscientos y del
utopismo moral del seiscientos al setecientos. Convencido de la innegable
condición humana del indio recoge lo mejor del legado neoescolástico hispano de
Suárez y Vitoria, Las Casas y el Inca Garcilaso, por él se enlaza el discurso
liberal con la reivindicación de la libertad, los derechos naturales y los
derechos humanos de la escuela de Salamanca y Coimbra, revitaliza la utopía
social cristiana de la neoescolástica de la contrarreforma, exige hacer
realidad el derecho de gentes actuando sobre la realidad del indígena, infunde
nuevas energías para defender la condición humana del indio y fue el real exponente
de la neoescolástica humanista hispanoamericana en versión liberal. Con esto
actualiza el problema de la Otredad indígena desde el amor cristiano y los
derechos del hombre. Esto representa acentuar el problema praxiológico de la
nacionalidad peruana, defendiendo la interdependencia de la caritas y la ley
positiva con la historia, poniendo de relieve la necesidad de ahondar en la
interpretación de la realidad nacional. No es que el criticismo cristiano que
representa el sacerdote Rodríguez de Mendoza presente en clave liberal las
tesis últimas del humanismo teológico cristiano católico hispano, sino que él
percibe que en el ideario utópico liberal está implícito el espíritu de
justicia social de la antigua civilización precolombina. En otras palabras, sin
la integración del indio a la nacionalidad peruana y sin actuar sobre su
realidad antropológica y social no hay verdadero respeto a los derechos
fundamentales del hombre. Y este sería su mensaje más profundo y aleccionador a
la naciente república liberal peruana. Su catolicismo tiene el sabor sincrético
de la “unión justa con el todo” del espíritu indígena.
Rodríguez no es un filósofo original, pero sí es un
docente valiente, un maestro incomparable y un pensador que ejerce un enorme
influjo formando a la élite criolla para el liderazgo de la emancipación. Su
intachable teísmo deja atrás el teísmo episcopal y el teísmo regalista para
mostrar un teísmo republicano. En una palabra, como docente es un peripatético
reformista y como político un criticista cristiano.
Lima, Salamanca 23 de enero 2016