HIPÓLITO UNANUE: FILÓSOFO
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
Hipólito Unanue (1755-1833) refutando la
tesis europea de la inferioridad biológica a favor de la moral en razón de la
esclavitud del indio, fortalece la visión de país y el proyecto nacional independentista
criollo, según los cánones científicos del 800 peruano. Su racionalismo metafísico
y fideísta lo convierte en uno de los ilustrados religiosos típicos del
peripatetismo reformista.
Médico, cosmógrafo, naturalista, escritor
científico, periodista, creador de una escuela peruana de medicina, colaborador
de virreyes y de los primeros gobiernos republicanos, miembro de la Sociedad de Amantes del País y colaborador
del Mercurio
Peruano, entre los criollos fortaleció
la idea de la patria peruana en las postrimerías de la colonia y fue presidente
del primer Congreso Constituyente del Perú (1822-1823). Fue disuadido de
ordenarse como sacerdote y se dedicó con entusiasmo al estudio de la física,
matemáticas, historia natural, astronomía, literatura antigua y moderna.
Tres son las razones principales por las cuales
Unanue, como los demás ilustrados peruanos, no es un irreligioso, a saber: (1)
el equilibrio entre razón y fe logrado en el realismo metafísico del tomismo,
(2) mantener a raya la racionalización protestante del dogma, y (3) porque la
asimilación de la ciencia natural sin el criticismo kantiano lo exonera del giro
copernicano antimetafísico y epistemológico a favor de la continuidad de la tradición
esencialista clásico-cristiana.
Por estos motivos el ilustrado peruano no era un
sabio irreligioso y siempre buscó una conciliación última entre ciencia y
religión. Su racionalismo creyente es heredero legítimo del peripatetismo
cristiano y su defensa de la experiencia sensible es muestra palpable de su
discrepancia con el peripatetismo escolástico silogístico. Esto significa que,
es con la silogística del peritatetismo escolástico tardío con el que discrepa
la singular ilustración peruana, y no con la escolástica tomista que enseña
partir de las cosas finitas para llegar racionalmente a Dios.
Pensar que Unanue y la ilustración peruana es
ecléctica es descuidar el carácter fideísta y metafísico del peripatetismo
reformista del 800. Por eso en Unanue no se trata de un eclecticismo entre la
fe científica ilustrada y la fe religiosa tradicional, pues la intelectualidad
del 800 completa orgánicamente su ciclo de evolución racionalista porque se
trata de una ilustración moderada, sin los radicalismos deístas europeos y sin
desprender la inmanencia de la trascendencia. Ciencia y Fe están estrechamente
trabados en el tomismo y en la neoescolástica barroca sucede lo mismo con el desarrollo
de las ciencias humanas con el Derecho de Gentes y el Derecho Natural. Al no
penetrar el credo protestante en América hispana tampoco ingresa la
racionalización del dogma, lo cual impide la hermenéutica religiosa
subjetivista e individualista y favorece el desarrollo de una razón en diálogo
armónico con la fe acorde con el Magisterio de la Iglesia.
Además, la asimilación del saber natural y
científico del 700 mantiene el equilibrio entre ciencia y metafísica, porque la
propia ciencia europea no va unida aún a la disolución del pensar metafísico –lo
que ocurrirá recién a partir de Kant y no de Newton-. Será recién con Bartolomé
Herrera y en el primer tercio del siglo diecinueve que se encontrará en el Perú
una mención a Kant junto a Rousseau rechazando la propugnada democracia. Y es
esta postura precriticista justamente la que se advierte en todos los
ilustrados peruanos del 800, porque son herederos de una tradición cultural
donde la razón autónoma no colisiona con la fe cristiano católica.
El centáurico metafísico e investigador empírico que
era Unanue se inserta en la tradición esencialista de la naturaleza donde ésta
es obra de la divinidad. Pero tratase de un paradigma organicista en la forma aderezado del espíritu del paradigma
mecanicista en el contenido y por eso ve el orden fenoménico opuesto al
producto de la especulación desenfrenada. En su visión metafísica de la
naturaleza se fusiona la concepción como producto de la reflexión y voluntad
divina de Weigel y Boehme y la interpretación del materialismo metafísico de un
Agripa von Nettesheim, Paracelso, Telesio y Patrizzi. Es decir, su pensamiento
metafísico combina el sustancialismo clásico-cristiano con el mecanicismo moderno,
porque la Naturaleza aun conteniendo leyes matemático-cuantitativas es creación
de la voluntad divina.
Unanue busca una visión integral del Perú, tanto en
su aspecto físico-geográfico como humano. Y esto se demuestra en sus artículos
que aparecieron en el Mercurio Peruano, El Satélite del Peruano y El Verdadero
Peruano. En el primero aparecieron los titulados “Idea general del Perú” y
“Sobre geografía física del Perú”. Esta emoción peruanista y afán por el
conocimiento pleno del Perú estuvo transida de una protesta criolla, al tratar
de refutar la tesis europea de franceses y revolucionarios sobre la
inferioridad del indio –y por añadidura del criollo- no por razones biológicas
o raciales sino por motivos climáticos. Unanue enfrenta las invectivas contra
la naturaleza del suelo americano y busca explicar el vínculo entre el paisaje
y la geografía con el ser humano. Tras valorar las bondades del suelo americano,
resaltar la riqueza de variedades animales y refutar que la pereza tiene su
origen en un clima tropical, concluye visionariamente que la diferencia entre
los hombres no es física ni biológica sino moral.
Por tanto, no es cierta la tesis europea de la
inferioridad del indio en razón al clima. Su argumentación culmina en que es la
esclavitud –obviamente impuesta por la monarquía española- la responsable principal
del deterioro moral del indio. En consecuencia solamente la libertad es capaz
de devolverle al indio su humanidad. Este es el verdadero tema de su libro El clima de Lima. Unanue utiliza un tema
científico para arribar a conclusiones políticas que remecen las estructuras
del poder colonial.
Sin embargo, su novedosa tesis que responde a los
académicos europeos también tiene un lado problemático. Pues, si el indio está
en inferioridad de condiciones por la esclavitud impuesta por los españoles, entonces
no puede ser capaz de dirigir el país, ni emprender un proyecto nacional con
coherencia. En consecuencia, al igual que los otros ilustrados criollos se deduce
que se antepondrá la evangelización y la educación a cargo de los criollos para
el logro de la plena ciudadanía del indígena. En otras palabras, el indígena sigue
siendo un manumiso tutelado por otro estamento social. Ahora se entiende su
distancia con la rebelión revolucionaria de Túpac Amaru II, quien sigue siendo
la piedra de toque en medio del peripatetismo reformista para dirimir un
proyecto nacional alternativo al criollo.
Lima, Salamanca 26 de enero del 2016