IMPORTANCIA DE LA
FILOSOFÍA VIRREYNAL
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
La primera conclusión de categoría
que se impone no es aquella inocultable evidencia que habla de la riqueza y jerarquía
de la filosofía colonial peruana, sino del papel cultural y social sumamente
positivo que desempeñó.
Y esto se puede afirmar
hasta tal punto que la siguiente conclusión es que la Independencia del Perú y
América no fue tanto por la importación de ideas extranjeras, sino que fue
resultado de un proceso de ideas inherentes a la tendencia predominantemente
humanista y reformista de la filosofía cristiana en el mundo novohispano.
América no tuvo una Ilustración a lo europea y su independencia fue más fruto
del criticismo cristiano que resultado de una importación de moldes
extranjeros. Por tanto no hay una desintegración de la filosofía colonial sino
una reconversión laica, una conservación de su tendencia humanista y un
desarrollo de su propensión liberal.
La independencia de América
fue fruto del predominio en el espíritu del humanismo teológico, en el ideal de
la utopía cristiana y en los claustros del reinado del peripatetismo reformista.
Tomismo, suarismo, escotismo, platonismo, probabilismo y enciclopedismo teísta
en el Perú colonial, no fue copia del europeo sino adaptación a las nuevas condiciones encontradas. En la división
de la filosofía colonial novoperuana pudimos adoptar otros esquemas (Humanista,
moral y naturalista ó Indiano, místico y escéptico) pero el adoptado se ajusta
mejor a una descripción del espíritu que insufla a la filosofía colonial
peruana.
En nuestro caso hemos
dividido la filosofía virreynal peruana en tres grandes periodos: (1) Reinado
del humanismo teológico, de 1550 a 1650; (2) Reinado del utopismo cristiano,
que va de 1650 a 1750; y (3) Reinado del Reformismo Peripatético, que abarca
desde 1750 a 1821. Han sido casi tres siglos de búsqueda y desencuentros entre
dos civilizaciones: la andina y la hispánica; y en el crisol el surgimiento de
una cultura criolla, mestiza y nueva.
Pero tanto el humanismo
teológico de 1550 a 1650, el probabilismo y la utopía cristiana de 1650 a 1750
y el peripatetismo reformista (naturalista y criticista) de 1750 y 1821, tienen
como tema principal la Otredad o la realidad onto-antropológica del indio. Es
así que la principal conclusión que se deriva del derrotero de la filosofía
virreinal es que “sin caridad la Otredad es objetividad”.
Por ello, la Filosofía
Virreinal si bien se ocupa de los mismos problemas cosmológicos, psicológicos,
gnoseológicos que la filosofía medieval del occidente latino, sin embargo, es
el único lugar donde se van a dirimir a fondo los aportes de la neoescolástica
barroca de los maestros de Salamanca y Coimbra, donde se opera la unión de lo
metafísico a lo social americano y donde el énfasis está puesto en el contenido
liberador del cristianismo. Y justamente por ello el utopismo renacentista
europeo se encuentra profundamente afectado por la utopía precolombina del
Nuevo Mundo.
Es más, de Grecia, Roma y
la Edad Media no se sigue en Hispanoamérica la Edad Moderna, sino la Filosofía
Virreinal, la cual es incluso promotora de una modernidad muy propia y
peculiar. La Filosofía Virreinal es el espíritu griego y cristiano bajo la
forma indígena, nutre el cristianismo de indianismo y la enfrenta a su mayor
desafío teórico-práctico. El catolicismo hispanoamericano no puede consumar la unión
con lo divino sin enfrentar humanamente el problema del indio.
Su periodo se abre en el
siglo dieciséis y lo más creador son los autores mestizo-indígenas y místicos.
Esta filosofía tuvo un sesgo más social y político y su trayectoria fue la
defensa de la fe a través de la razón, pero de una razón organicista y no
funcionalista. La Filosofía Virreinal es a la vez cristiana e india y culmina
en la segunda década del siglo diecinueve con la querella jesuita y reformista
criolla, y el enfrentamiento revolucionario andino. De manera que la Filosofía
Virreinal no puede seguir siendo vista con las anteojeras hispanofóbicas,
positivistas y anticlericales, ni como una mera repetición del magisterio
europeo. Con ello se pierde de vista su esencia.
La Filosofía de la Colonia
no sólo es Las Casas, Garcilaso, Guamán Poma, Santa Cruz Pachacuti, Acosta,
Avendaño, Peñafiel, sino que también es Peralta, Bueno, Llano Zapata, Túpac
Amaru II, Baquíjano, Unanue, Viscardo y Duárez. Y esto es así porque nuestra
ilustración es un liberalismo profundamente providencialista, naturalista y
organicista. En otras palabras, nuestro pensamiento ilustrado es el último
estertor de la Filosofía Virreinal y no otra cosa. Que ella haya expirado dando
lugar a la independencia es síntoma notorio de su vitalidad en vez de su
decrepitud. Decrépito estaba la silogística peripatética más no el platonismo
andino ni el peripatetismo cristiano, abierto a la ciencia y a las ideas
políticas del enciclopedismo.
En una palabra, la
filosofía colonial nació bajo el impacto de la aplicación de la filosofía
política de la neoescolástica barroca a la realidad del indio y concluyó con la
filosofía política criolla que postergó la incorporación ciudadana del elemento
indígena. Por eso el espíritu da la filosofía colonial no fue el derrotero
seguido en la filosofía de la república criolla, practicista y anatópica.
Finalmente,
la filosofía virreynal es una etapa privilegiada porque permite también
apreciar que la filosofía en el Perú no comienza con los españoles. Es decir,
la Conquista funda la historia de la filosofía occidental en el Perú pero eso
no significa que no hubiera filosofía en la cultura anterior. La Conquista
rompe la tradición mitocrática de la filosofía en el Perú precolombino para
imponer la tradición logocrática en el Perú colonial, donde predomina el
concepto abstracto sobre el concepto simbólico. Existe una ruptura histórica
pero ello no impide abordar la filosofía mitocrática en la época prehispánica y
es uno de los desafíos más urgentes dentro del pensar filosófico universal.
Lima, Salamanca 01 de
Febrero 2016