LOS PROBLEMAS DE
LA REALIDAD
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
Tres son los problemas
filosóficos centrales de la Realidad, a saber, cuál es su relación con: la conciencia, la apariencia y la posibilidad.
Por lo pronto, la metafísica
de las esencias clásico-cristiana concibió la Realidad como cosa en sí, en relación a su condición
independiente de la conciencia o en cuanto existe fuera de la mente humana –actualmente,
por ejemplo, se puede decir que testimonio de ello son los 15 mil millones de
años de existencia del Universo al margen de la existencia de la conciencia
humana pensante-. La filosofía moderna con su metafísica empirista del percipi y del racionalista yo pienso puso énfasis en que la
Realidad es fenómeno o manifestación respecto a la conciencia
del Existente que la evoca –se presenta como dato, aunque de espesor infinito e inabarcable para el
conocimiento-. Y la filosofía del romanticismo subrayó que la Realidad es, a su
vez, apariencia respecto al ser que
la sobrepasa como fuente y suficiencia perfecta –a la vez oculta y revelada-.
Lo primero y lo tercero
tiene que ver con la verdad ontológica –versa sobre la realidad como algo
distinto a la apariencia y al conocer- y es un tema metafísico, mientras lo
segundo concierne a la verdad epistemológica –adecuación del entendimiento con
la realidad-. El primado de la verdad ontológica ha sido preeminente en la
filosofía clásica, cristiana y romántica, y el de la verdad epistémica ha sido
relevante desde la modernidad. Hay quienes piensan que la verdad ontológica no
es tema científico sino, más bien, la verdad epistemológica –marcos pragmáticos
a nivel fenoménico (Kuhn)-. Con ello la verdad metafísica requiere ser
entendida desde una previa teoría del ser, no así la verdad epistemológica, que
funciona sobre la base de las posibilidades del conocer.
Ahora bien, cuando se aborda
la relación entre la Realidad y la conciencia es inevitable afrontar a la vez
temas ontológicos y epistemológicos. En primer lugar, la Realidad nos afecta
con carácter de cosa –no
necesariamente física-, esto es, tiene universalidad
–pues se presenta a todos- y es individual
–es un ente concreto-. A esto último Duns Scoto le llamó haecceitas, que los escolásticos
llamaron esse in re.
Esta doble dimensión de la
Realidad se pone de manifiesto en la famosa disputa medieval sobre los Universales
(géneros y especies). Para la solución realista, esto es, para la tradición
lógica platónico-aristotélica, es además de conceptus
mentis, la esencia necesaria o la sustancia de las cosas. Para la solución
nominalista, esto es, para la tradición anti-aristotélica estoica, el Universal
es solamente un signo de las cosas mismas.
No obstante, la solución
realista presenta mayor variedad. Así, Abelardo atribuye a Guillermo de
Champeaux un realismo platonizante, según el cual el Universal es sustancia y
los individuos son accidentes de la sustancia. Santo tomás de Aquino expone un
realismo aristotélico, en donde el Universal es in re, como forma o sustancia de las cosas, post rem como concepto en el entendimiento y ante rem como idea o modelo de las cosas creadas en la mente
divina. La tercera solución semi-aristotélica la brinda Duns Scoto, para quien
el Universal existe sólo en el entendimiento, pero en las cosas existe formalmente una naturaleza común de la individualidad de las cosas.
En cambio el nominalismo
presenta una mayor uniformidad en su solución. De Abelardo a Occam el
nominalismo sostiene que el Universal se reduce a la función lógica de la
predicabilidad, pero si uno pone énfasis en su realidad psíquica el otro lo
hace en su realidad semántica. Esta solución de la lógica terminista fue la que
siguió el empirismo inglés a partir de Locke, Berkeley y Hume, y la que
posteriormente asumió la filosofía analítica con su estudio de las cosas o los
hechos como gramáticas o presuposiciones subyacentes. La tesis capital del Regnum hominis de la filosofía moderna
es que la mente humana imprime su sello al mundo.
Pasar de la realidad del
concepto a la existencia de las cosas o del mundo externo, ha sido precisamente
el tema fundamental de la filosofía desde Descartes, pues al enunciar que el
objeto del conocimiento humano es sólo la idea resultó dudosa la existencia del
mundo. Pero el Cartesio mediante la reelaboración de la prueba ontológica
admite la realidad de las cosas recurriendo a la veracidad de Dios y al
principio de que debe existir en la causa eficiente tanta realidad como existe
en el efecto. El racionalismo de Leibniz al disolver la realidad de las cosas a
mónadas de naturaleza espiritual desembocó en un inmaterialismo que negó el
carácter propio de la Realidad.
No obstante, es el
empirismo inglés, con Berkeley y Hume, el que reduce la realidad de las cosas a
su ser percibidas, con ello negó la realidad autónoma del mundo y se instaura
con fuerza la metafísica subjetiva del ser
percipi. Es decir, la negación consecuente de la metafísica de las esencias
clásico-cristiana es llevada adelante no por la corriente racionalista moderna
sino por la empirista.
El idealismo trascendental
kantiano busca una solución intermedia en su “Refutación del idealismo”,
oponiendo a la conciencia de la propia existencia la conciencia de las cosas.
Esto es, Kant considera válida la primacía cartesiana de la conciencia, pero la
extiende a la conciencia inmediata de la existencia de otras cosas fuera de mí.
Sin embargo, esta solución resultó ser sumamente insatisfactoria porque no
explicaba el modo de ser específico de las cosas. La solución kantiana
pretendía dar cuenta de la existencia de las cosas sin atender a su modo
específico de realidad.
Así lo vio Fichte al
postular que la fuente de toda Realidad es el Yo en su actividad, porque sólo
con el Yo es dado el concepto de realidad. En Hegel la realidad es la actividad
de la idea absoluta que se despliega en la naturaleza y en la historia. Y
Schopenhauer afirma que la esencia de lo objetos intuibles es su acción. Y si
el romanticismo definía la Realidad por la acción
el sensualismo lo hacía por la resistencia.
En la filosofía del siglo
veinte el problema de la Realidad en la filosofía existencialista dejó de ser
la de su existencia para enfocarse en el modo específico de las cosas mismas.
Para Heidegger la existencia es el modo de ser reservado al ser-ahí o Dasein,
mientras que la “simple presencia” corresponde al ser de las cosas. Su énfasis
en el carácter instrumental del ser de las cosas determina que valen como medio
para el hombre. No hay realidad exterior a la conciencia porque no hay sujeto
sin mundo. Sea o no válida esta demostración, es claro que Heidegger ofrece una
solución insatisfactoria al problema de la existencia de las cosas. Casi
paralelamente el Círculo de Viena, con Carnap y Schlick, se pronunciaban rechazando
tanto la irrealidad como la realidad del mundo externo porque son
seudo-afirmaciones sin verificación experimental. Sus continuadores se
remitieron a la tesis de Mach que sostiene que las sensaciones son neutrales, o
sea, ni subjetivos ni objetivos.
El estructuralismo reduce
la Realidad a actividad social, el posestructuralismo la concibe como
diferencia y pensamiento no figurativo frente al pensamiento logocrático de la
identidad, la semiótica como una lucha de signos y significados, el
postmarxismo como racionalidad instrumental que debe ser desmontada, y la
postmodernidad a la Voluntad libre, la Realidad es interpretación, el mundo es
lo que decidimos acerca de él.
Y así el derrotero nihilista
y relativista de la filosofía moderna ha sido desembocar hacia la doble negación
subjetivista de la Realidad como existencia y modo de ser específico de las
cosas, para reducirla a actividad de la voluntad interpretativa. Con ello la
Realidad ya no es el ser parmenídeo en cuanto manifiesto, sino que es mero evento actual de la voluntad
interpretativa individual. Hay tantas
realidades cuantos individuos existen. La realidad ha perdido espesor esencial
y exterior, no es más allá del Yo, y se la redujo a la multiplicidad de mónadas
subjetivas, en una hemorragia de subjetivismo sin profundidad sustancial. Es el
triunfo del para-mí y la renuncia-olvido del ser. No hay verdad extramundana,
sólo hay voluntad de verdad.
El carácter profundamente
insatisfactorio e ideológica de esta solución nihilista hermenéutica
subjetivista de la Realidad, que termina destronando la Razón, la Ciencia y la
Fe en lo trascendente, es lo característico de la culminación del Regnum hominis puramente inmanente que
comienza desde la modernidad. La prueba de esta aseveración es que la Realidad,
indiferente a las consideraciones escépticas, persiste mostrando el problema de
su existencia y el modo de ser específico de las cosas.
Todo lo cual exige superar
la esterilidad metafísica en que culmina la historia de Occidente y emprender
un giro copernicano para renunciar al para-mí y volver al ser. En este giro ha
de enfatizarse que lo ontológico es previo y condiciona lo epistemológico, el
ser rebasa el pensar y por eso será siempre fuente inagotable de conocimiento.
El segundo problema de la
Realidad concierne a su relación con la apariencia. El neohegeliano F. H.
Bradley hizo hincapié en la diferencia que existe entre apariencia y realidad.
En su metafísica de la experiencia de lo Absoluto lo real es lo fenoménico sustentado en un absoluto concreto. En cambio
la apariencia no es sino una parte o
momento de la realidad. Dewey dio el mismo sentido a la diferencia entre ambos.
Para nosotros la diferencia
lo establecemos en relación a tres categorías metafísicas: el ser, la realidad
y la apariencia. El ser es la fuente
de toda realidad y apariencia; lo real
es lo que posee existencia y realidad; y la apariencia
es lo que se muestra en la existencia sin realidad. Así, por ejemplo, los
sueños, las alucinaciones, las fantasías, los espejismos, los trucos, etc.,
existen pero no son reales. Una sugestión puede producir un efecto real sin una
causa que sea real. No todo lo que existe es real, la apariencia existe pero no
es real. De manera que mientras la Realidad posee existencia y universalidad,
en cambio la Apariencia posee existencia sin universalidad, por eso no es real.
La Apariencia no se opone al Ser sino a la Realidad, esto es, la apariencia es
una forma de ser. El devenir no es aparente es real, pero hay apariencias que
devienen pero no son reales –los sueños, los espejismos, etc.-. La Realidad es
subsistente por sí misma, la Apariencia no. La Apariencia es una forma de ser,
donde la existencia no es subsistente por sí misma. La ontología de la
apariencia no se resuelve en su realidad sino en su inconsistencia real. Por
ello, es equivocado pensar que no tenga sentido preguntar si una realidad es
verdadera o aparente (Whitehead), pues hay seres ilusorios que no tienen
realidad y ese modo de ser se llama apariencia.
Por último, abordamos el
tercer problema concerniente a la relación entre Realidad y Posibilidad. Hegel
definía la Realidad como la esencia que se ha realizado en la existencia o lo
interno manifestado en lo externo. Por ende, la esencia o lo interno no
manifestado es lo posible. Nicolai Hartmann también destaca que el sentido
primario del ser es la efectividad frente a la posibilidad. Al respecto, se
puede decir que siendo lo posible lo aun no real no obstante tiene ser. El ser
de lo posible es lo que puede ser, lo
potencial, mientras que el ser de lo real es lo que es. La posibilidad real o posibilidad objetiva no es de
naturaleza lógica sino ontológica, y por eso Aristóteles distingue en metafísica
lo que puede ser verdadero.
Este criterio de lo
contingente es recogido por Santo Tomás de Aquino para defenderlo contra el
necesarismo árabe. Y Kierkegaard defiende la indeterminación objetiva de las
posibilidades en las nociones de angustia y desesperación. Para Wittgenstein la
posibilidad es lo que se expresa en una proposición
sensata y es distinta de la tautología, lógica o matemática, que no dice
nada. Por último, Reichenbach diferencia entre posibilidad lógica, física y
técnica, para sostener que la posibilidad física es fundamento de la
probabilidad.
Por nuestra parte, sostenemos que la
diferencia esencial entre Realidad y Posibilidad es que mientras el primero es lo que es verdadero, el segundo es lo que puede ser verdadero en sentido
lógico, físico o técnico. Es decir, lo imposible
(por ejemplo, la cuadratura del círculo) carece de posibilidad lógica, física y
técnica, pero es real. Mientras la realidad de lo posible reside en su probabilidad, la realidad de lo
imposible estriba en su improbabilidad.
Probabilidad e improbabilidad, lo contingente y lo necesario, pertenecen al
dominio de la Realidad, pero mientras lo real es actual, lo posible es
contingente. Asimismo, la probabilidad de
lo posible (por ejemplo, mediante la genética volver a hacer que existan
los dinosaurios) y la improbabilidad de
lo imposible (por ejemplo, del huevo de un caracol salga un camello)
responden a su estatus lógico, físico o técnico.
En suma, la Realidad es el ser manifestado, que
goza de existencia-subsistencia y es actual. La filosofía posmoderna con la
ontología débil ha negado nihilistamente la existencia y la consistencia de la
realidad del mundo externo a favor de la subjetivista hermenéutica
interpretante. Para salir del atolladero filosófico hace falta un giro
metafísico que coloque el ser sobre el conocer, lo ontológico sobre lo
epistemológico, recuperando así un sano sentido realista del mundo y de los
valores.
Lima, Salamanca 18 de
Febrero 2016