MÍSTICA DE LA IDENTIDAD
EN LA ERA SIN DIOS
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
Llama profundamente la atención cómo en Occidente una
humanidad despojada de espiritualidad profunda y arrastrada por valores inmanentes
se deja seducir por la mística de la identidad de la filosofía oriental.
Tras el vuelco hacia Oriente hay que advertir el
trasfondo culturológico-antropológico que afecta a la civilización occidental
moderna. La crisis de la espiritualidad del mundo occidental es inversamente
proporcional al triunfo de la civilización material, lo maquinizado, lo sensible,
lo desacralizado, el materialismo diabólico.
En un momento se creyó que había llegado el momento de
que Oriente y Occidente compartan sus profundos conocimientos religiosos para
recuperar la espiritualidad y salvar al mundo del oscuro nihilismo secularista.
Pero ni la ciencia ni la filosofía ni la religión pudieron rectificar la
mentalidad contemporánea. No obstante, los gurús de todo calibre y calaña
prosperan.
Occidente moderno y postmoderno junto con un Oriente
que le imita, amenaza arrastrar a toda la humanidad hacia el imperialismo
cultural, la destrucción ecológica y el tecnologismo científico sin propósito
ético.
En medio de una demoledora charlatanería donde todo es
reducido al devenir, a lo temporal, a la acción, a lo material, se olvida el
valor imperioso de la contemplación, la intuición, la razón y la trascendencia.
En este momento finisecular de la civilización humana cobran auge formas espirituales
primitivas y precristianas. Se pone en boga desde la mística prehistórica
chamánica, con su práctica purgativa y purificadora de desintegración de la
personalidad mediante el retorno al caos primitivo –como lo desmuestra Mircea
Eliade-, hasta formas espirituales de inmersión en lo Uno con pérdida de la
identidad personal –como es el caso del hinduísmo y del budismo-, cuando no
hacia formas espirituales prácticas y mundanas –como el taoísmo y el ocultismo-.
Y esto es válido por más que Fung Yu-Lan, en su obra El espíritu de la filosofía China, afirme que el sabio vaya
directamente a lo que era antes que los cielos.
En otras palabras, el hombre de la cultura técnica
está afectado de irracionalismo mental, no ejerce la lógica por las tres
fuerzas colosales que le oprimen, a saber, la automatización robótica, el
eslogan y la masa. Todos sustituyen al pensamiento racional y espiritual. La
corrupción lógica lleva hacia la despersonalización y esta despersonalización
es la que también encuentran en la mística del chamanismo, el hinduísmo y el
budismo. La antropotecnia inmanentista va sustituyendo a la antropología
integral, de ahí la proclividad a abrazar también el taoísmo y el esoterismo.
Ya no hay diálogo en el caos del pensamiento. La vida acelarada no favorece el
despligue racional-espiritual de la mente. La presente es una época de decadencia
del pensamiento y del espíritu.
Ante esto, la mística del hinduísmo y del budismo se
defiende afirmando que también alcanzan virtudes sublimes –abstinencia,
autocontrol, silencio, desprendimiento, meditación, etc.-. Pero mientras en la
celda del monje asiático está la nada, el nirvana, el todo indiferenciado, la
inmersión con lo Uno, el velo de maya; en cambio en el alma del creyente
cristiano está Dios Providente y trascendente, la unión con el Otro y el
sentido real de la historia.
Mística de unión con identidad y mística de unión sin
identidad es lo que los diferencia. Oriente y Occidente guardan una distancia
metafísica apreciable incluso en la mística. Lo que repercute en el fondo
culturológico-antropológico real. Pero de todas las tradiciones foráneas a
Occidente es la china la que se concilia más con el inmanentismo secularista
occidental y su supervivencia genético-cultural.
En una palabra, en medio de la deplorable pobreza
espiritual del hombre arreligioso de la sociedad moderna, la mística de la
identidad en la era sin Dios se impone como un intento por evadir la historia y
deponer su libertad ante su creciente despersonalización.
Lima, Salamanca 9 de Enero del 2017