LA UTOPÍA TEOCRÁTICA ANDINA
Gustavo Flores Quelopana-Sociedad Peruana de
Filosofía, entrevistado por G.A.F.-Universidad San Martín de Porres-Perú
Mayo 08 2017
G.A.F.: Mientras la interpretación indigenista de la realidad peruana enfatiza lo que Occidente nos quitó, la interpretación mesticista e hispánica destacan lo que nos aportó. Pero todas hacen poca incidencia en el genio andino. ¿Cree que es importante enfatizar en el “genio andino”?
Gustavo
Flores: Resulta ser muy importante. Todo pueblo tiene su propio genio, su forma
particular de percibir lo universal. Y el propio genio andino no ha quedado
inafecto tras cinco siglos de dominación. La cultura occidental es ante todo
una cultura católica y latina. En sus mejores manifestaciones mantuvo el
vínculo con la Antigüedad, fuente eterna de la cultura humana. La raza latina
tiene la cultura en la sangre. Así, son propios la sutileza y la elegancia al
espíritu francés, y la sensualidad y el humanismo al espíritu italiano. En
ambos brilla el sol, en cambio la raza germánica es abstracta, criticista,
bárbara, en ella predomina la penumbra, la revuelta bárbara (el
protestantismo).
G.A.F.: ¿Y cómo es el genio andino?
Gustavo
Flores: La raza indígena adoptó el cristianismo no a lo alemán, o sea como pura
espiritualidad, sino con toda su plástica y tradición. De ahí surgió lo que el
Padre Manuel Marzal denomina un cristianismo sincrético, indígena. No es casual
que entre los cronistas indios sólo Guamán Poma se escandaliza contra la
corrupción del catolicismo. En cambio, Garcilaso y Santacruz Pachacuti buscan
un renacimiento cristiano indiano. En otras palabras, el genio indio no es
refractario al injerto religioso del semitismo. Cristo en los Andes se abrió
paso no sólo sobre los cadáveres que iba dejando la extirpación de idolatrías,
sino que el alma india hallaba algo común con su religión ancestral.
G.A.F: ¿Cuál era este elemento común?
Gustavo
Flores: Y ese elemento común era que entre el Dios Ordenador andino y el Dios
Creador cristiano primaba el cosmos, o sea el orden, la cuenta y razón, la armonía.
El espíritu indio es semejante al espíritu eslavo, es místico, intuitivo y
autoritario. Y por eso recibió el cristianismo como lo recibieron los eslavos,
con espíritu apocalíptico y escatológico. Era el cumplimiento de un Pachacuti.
Se ha dicho que el indio es sombrío, obediente, taciturno y triste. El indio es
silencioso y prudente por desconfianza con el criollo pero no lo es por
vocación. De lo contrario veámoslo bailar entre los suyos con un rabioso
zapateo.
G.A.F.: Pero se ha repetido demasiado que el indio
es triste, depresivo y pesimista.
Gustavo
Flores: Es que se ha pasado de largo la distinción entre lo que es efecto del
trauma cultural con lo que es peculiar de su genio. La cultura india es alegre
como la latina, mística como la rusa, sutil como la francesa, no pertenece a
las tinieblas del genio germánico sino que nace de una unión con el sol. Y por
eso mismo la encarnación y redención católica, como presencia divina en la
Tierra, le vino como anillo al dedo. La cultura en el genio andino no es idea
abstracta sino sangre vital. Y por ello la raza india está más cerca a los
latinos que a los germanos. De ahí, también, que nuestro pensamiento filosófico
esté unido a la vida, sea más asistemático, espontáneo y social. En una
palabra, la mística andina recibió de la cultura occidental una orientación más
precisa.
G.A.F.: ¿Quiere decir que en el genio andino late un
renacimiento religioso?
Gustavo
Flores: Sí. Y por ello, es del genio andino del que podría esperarse un
renacimiento católico. No obstante, el mundo andino del presente no actúa en el
aire sino que hace frente a un contexto histórico preciso. Y el presente atañe
a la postmodernidad, la época del agotamiento de las certezas y las verdades
fundantes. Época de debilidad, descentrada, sin fe, vacío, decadencia y
superficialidad. De modo que el genio andino está frente a un tiempo de
decadencia espiritual, donde luce terminado el libre juego creador de las
fuerzas humanas.
G.A.F.: ¿Y cuáles son estas fuerzas decadentes?
Gustavo
Flores: El naturalismo, positivismo, cientificismo y relativismo ha sumido
en una inmensa fatiga, ha desquiciado y destruido el alma del hombre de la
civilización occidental. Ante lo cual el genio andino no queda intocado. El
triunfo del hombre natural sobre el hombre espiritual lo llevó hacia la
esterilidad creadora. Y si la cultura andina está también sumida en la
civilización occidental cómo pretende evitar el fatal desenlace.
G.A.F.: ¿Pero las fuentes del genio andino no son
otras?
Gustavo
Flores: Desde la Colonia la cultura andina el genio andino ha abrevado de dos
fuentes: lo Precolombino y lo Cristiano. Primero al desgajarse de su fondo
espiritual comenzó a degenerar. Luego asimilándose al cristiano empezó a
recomponerse. Pero en lo occidental se escondía una semilla de colapso: el
hombre sin Dios y el hombre contra Dios. Y ese humanismo occidental que rompe
con el cristianismo rompe al mismo tiempo con lo precolombino. La tradición
sagrada de la cultura andina busca salvarse del ateísmo occidental y evitar la
caída de su cultura reafirmándose en un sincretismo religioso. Pero dicho
sincretismo no es invulnerable. Y esto ya lo vemos en el nuevo hombre andino que
se nutre de los decadentes valores burgueses y le aseguran el debilitamiento de
su energía creadora.
G.A.F.: ¿Entonces qué es lo que tenemos?
Gustavo
Flores: En una palabra, vemos cómo el genio andino se va diluyendo en la
negación occidental de la semejanza del hombre con Dios y de Dios con el
hombre. Así se va encaminando a la misma negación y destrucción del hombre.
Efectivamente, la cultura andina no se puede excluir a la secularizada ola no
sólo del hombre sin Dios y contra Dios, sino del hombre sin el hombre y contra
el hombre. El genio andino no sólo afronta la negación de Dios, sino también
del Cristo-hombre. Este espíritu le traerá la muerte y no el florecimiento.
G.A.F.: ¿Pero el hombre andino de hoy puede ser cristiano sincrético, más acaso el precolombino no era panteísta?
Gustavo
Flores: El panteísmo suscribe la concepción de lo divino como energía
autocreadora identificada con la Naturaleza. En el fondo es un materialismo
ateo que no puede comprender a Dios como sujeto. En el mundo actual el
panteísmo renace sobre los escombros del mecanicismo naturalista, el
materialismo, el positivismo y el cientificismo. Todos tienen en común el
predominio del inmanentismo. Los mismos coqueteos con el panteísmo lo podemos
hallar en aquella divinidad más profunda que Dios de la Gottheit de la vía mística de Eckhart, el Ungrund de Jacobo Boehme, en el Uno de Plotino, el Supraser en Heidegger y en el
misticismo hindú. Pero el gran inconveniente de la afirmación panteísta es que
su indiferenciación impersonal culmina en el pasivismo, el quietismo, la
negación del hombre y de Dios. Sencillamente en el panteísmo no tiene cabida
ninguna vocación creadora del hombre. Todo se absorbe en una oscura energía
divina que no sabe nada de la energía creadora del hombre, no es antropológica,
es pasiva y hostil a la creación. Todo queda absorbido en el indiferenciado
divinismo original, donde no se distinguen ni Dios ni el hombre. De ahí que no
llame la atención que Vivekananda hable de salir de la condición humana, del
mundo y de Dios para reintegrarse a la energía impersonal.
G.A.F.: ¿Pero no es esto mejor que un dios personal?
Gustavo
Flores: A mi juicio este es un problema muy serio, no sólo porque considero que
no refleja la auténtica religiosidad precolombina, sino porque no ayuda al
hombre contemporáneo a una real renovación de su vocación religiosa e impide un
verdadero papel creador en lo social. En otras palabras, va contra erigir una
sociedad andina creadora, sin calco ni copia. Sobre la base de una religiosidad
panteísta no es posible la edificación creadora de una nueva sociedad. El
panteísmo favorece las sociedades congeladas, petrificadas y momificadas.
G.A.F.: Entonces, ¿cuál es la alternativa?
Gustavo
Flores: Considero que el real evangelio de Cristo –no el de la jerarquía
eclesiástica- es profundamente creador y sirve potentemente a los propósitos
creativos de una sociedad andina. Para la creación de una sociedad nueva no
conviene adoptar una mística cualquiera. El estrato espiritual es las más
serias y de más vastas consecuencias. Por ello, hay que rescatar e incentivar
la mística cristiana occidental porque está henchida de corriente
antropológica.
G.A.F.: ¿Cuál es la ventaja?
Gustavo
Flores: El alma católica es gótica, arrastrada hacia la altura, romántica,
apasionada, activa, dinámica, voluptuosa, llena de hambre espiritual, lanzada
hacia Dios. Y por eso crea en lo externo, es prolífica en arte, arquitectura,
filosofía y ciencia. Con ella sí es posible construir una nueva sociedad,
mientras que con el panteísmo no.
G.A.F.: ¿Y todo lo cual cómo se refleja en el genio andino?
Gustavo
Flores: Cuando el general Velasco Alvarado -un criollo- dio punto final a la
marginación del indio, el paciente genio andino demostró con especial agudeza
la tragedia de la creación y la crisis de la cultura. Comenzó su adaptación de
modo vertiginoso, sobretodo en el ámbito urbano. Transcurrido medio siglo el
alma andina no demostró una oposición a la creación de los valores de la
cultura burguesa. El emporio comercial de Gamarra es un ejemplo en la urbe, Puno,
Cusco, y la diversificada red exportadora tejida en los andes es el ejemplo en
el campo. Esto fue lo que llenó de entusiasmo a Hernando de Soto y lo llevó a
proclamar que el andino era partidario del capitalismo popular.
G.A.F.: ¿Esto significa que en el genio andino no
hay sed de otra creación que fundamente una nueva vida y un mundo nuevo?
Gustavo
Flores: Sabemos que el alma andina no es exactamente igual al alma criolla
latina y no acepta con facilidad la separación del objeto y del sujeto. Pero
también sabemos que en el terreno de la cultura diferenciada el Perú aparece en
segundo plano. Sus impulsiones creadoras se someten a lo vital, esencial, ya
sea de índole religiosa, moral o social. El culto de la belleza por la belleza,
la verdad por la verdad, o sea el culto de los valores puros de ninguna manera
parece pertenecer al genio andino actual. Es más que probable que sí lo haya
sido entre las élites del Perú precolombino, pero eso es un pasado perdido.
Esto me lleva a establecer una diferencia sustancial entre el genio andino precolombino y el genio andino actual, o sea
después de cinco siglos de vejaciones y degradación. Si el genio andino
precolombino pretendía la salvación del mundo -de ahí sus monumentales y
ciclópeas obras públicas-, en cambio el genio andino actual pretende la
adaptación y sobrevivencia en el mundo -de ahí el primer lugar de emprendorismo
en el planeta-. Pero aquí hay algo más profundo que tiene que ver con el rasgo
de la raza. Lo que hay de grande y verdaderamente original en la cultura
peruana está ligada a la capacidad para crear constantemente valores
culturales, como lo crearon el alma latina o germánica.
G.A.F.: ¿Cree que el genio andino todavía es
creador?
Gustavo
Flores: La raza andina es una vieja raza, pero que a diferencia de la germánica
y latina no pierde su mesianismo palingenésico. El genio andino está en proceso
de restauración y mientras más se fortalezca irá creando valores contrarios a
la cultura burguesa. El genio andino es cualquier cosa menos la raza de las
posiciones extremas. Gusta del justo medio, está acostumbrado a avanzar lento
pero sin pausa y progresivamente hacia su objetivo. Del sitial de alta cultura
que ocupaba fue sumida en los bajos fondos de la barbarie. Pero la vemos
lentamente resurgir de entre los escombros porque guarda en su entraña el
impulso que la lleva hacia el pináculo del porvenir. El genio andino no volverá
la vista hacia sus riquezas pretéritas, porque incluso su resurrección será
recuperar lo más esencial de su impulso creador, a saber, la salvación y creación
del nuevo mundo.
G.A.F.: ¿Pero qué camino político optará el genio andino? ¿Existe el peligro de un fascismo nacionalista andino?
Gustavo
Flores: Es un tema insoslayable la relación de lo andino con el nacionalismo o
el universalismo. El Perú andino se mantiene en una posición intermedia entre
Oriente y Occidente. Sería lamentable verlo labrar su futuro dentro de los
cauces de un nacionalismo estrecho. El nacionalismo es el producto mórbido de
la Reforma y el humanismo, que convirtió la vida religiosa y nacional en
unidades estancas y las naciones en mónadas con el nuevo ídolo del estado
nacional. El nacionalismo no es fruto del cristianismo, de su entraña se
destiló la idea de universalidad. El nacionalismo es resultado del triunfo del
nominalismo moderno sobre el realismo medieval. Las guerras mundiales encarnan
su expresión más legítima y exponen la ruina de la humanidad. La nación no se
propone reemplazar a Dios pero el nacionalismo sí. Y así convierte la nación en
nuevo ídolo de un particularismo pagano. El sistema económico mundial
capitalista engendró el internacionalismo abyecto que carece de espíritu y
hunde la civilización en el materialismo más mendaz. Su contrapartida
socialista generó el internacionalismo proletario no menos desgarrado de una
cultura espiritual universal. Conviene entonces advertir que la nación andina
debe evitar las horcas caudinas de los particularismo paganos, tanto del
nacionalismo como del internacionalismo. Y contribuir al universalismo que
fortalezca la voluntad de unificación religiosa y una cultura espiritual más
universal.
G.A.F.: ¿Pero un genio andino universalista dejará de ser relativista y escéptico?
Gustavo Flores:
La democracia es escéptica ante la verdad, nace de un siglo sin fe y es
nivelador anulando toda superioridad espiritual. Y el socialismo es una atea fe
terrenal, tiene pretensiones religiosas inmanentes, es mesiánico, es el nuevo
Israel, transfiere en desmedro del individuo los atributos divinos al Estado,
opone la soberanía del proletariado a la soberanía del pueblo,
aristocráticamente conculca dictatorialmente el poder hacia una minoría
dirigente, termina al final como Gran Inquisidor renegando del pueblo y de la
expresión de su voluntad. Por ello, la democracia es todavía humanitarista, en
cambio el socialismo está más allá del humanismo, es terrorífico. El socialismo
es una teocracia secular, un retorno a la Edad Media, pero donde el poder está
en manos de una satanocracia despótica absoluta.
G.A.F.: Ni capitalismo ni comunismo. ¿Que queda?
Gustavo
Flores: A la nación andina le queda reconocer que su camino es ir más allá del
capitalismo y del colectivismo, de la democracia y del socialismo, de la
indiferencia religiosa y del inmanentismo religioso. Deberá romper con el
ateísmo que el socialismo heredó de la sociedad burguesa. Deberá apartarse del
economicismo de la civilización industrial, de la adoración de Mamón. Deberá
denunciar la apostasía del testamento de Cristo tanto por parte del capitalismo
como del comunismo. Deberá restablecer la armonía jerárquica, cósmica y normal
de la vida. La Nación Andina será profundamente de un nuevo cuño teocrático,
nacerá de un siglo con fe, cree en la verdad, en la superioridad del espíritu y
amor a la libertad no es formalista, sino creadora.
G.A.F.: Pero esos no son los actuales camino de la historia
Gustavo
Flores: Lo actual es caduco, y en su entraña pútrida brota algo nuevo. A esto
conduce la propia historia moderna, donde la autonomía ha desembocado en la
anomia, donde es devorada la propia libertad humana. Se vislumbra una nueva
teocracia basada en una nueva teonomía. Nueva, porque perseguirá en Reino de
Dios no sólo de manera mística sino de modo concreta y empírica. Así, mientras
democracia y socialismo son ideología, en cambio la nueva teocracia será algo
orgánico a la sustancia jerárquica de la nación andina, la cual es
profundamente religiosa.
G.A.F.: ¿Una nueva teocracia no es lo más
antidemocrático que se pueda pensar?
Gustavo Flores:
No existe nada más antidemocrático que la democracia de la aritmética. Eso ya
no es orgánico a la voluntad del pueblo. La democracia es en el fondo la
dictadura de los partidos políticos. La democracia vive del pueblo pero no para
el pueblo. La voluntad del pueblo peruano es la voluntad de un pueblo milenario
y no la voluntad de una democracia que desprecia los valores atávicos.
G.A.F.: ¿Esa utopía andina que plantea no es
parecida a la de Flores Galindo?
Gustavo
Flores: No, es profundamente diferente. Primero, porque no será andina sino de
alcance universal. Además, en la utopía del Perú teocrático entra el mito, la
leyenda, la tradición, la eternidad. La utopía teocrática andina es
mitocrática. La democracia es presentista e ignora todo esto. Y por ello no ama
verdaderamente la libertad. Alberto Flores Galindo pretendía democratizar el
socialismo, pensaba para el Perú un socialismo como el de Cuba combinado con un
indigenismo como vía propia y distinta a la modernización y a la democracia
occidental. O sea, no sólo ni siquiera se plantea expurgar al socialismo y a la
democracia de sus taras, sino que no atisba una solución fuera del socialismo y
de la democracia. Ante la crisis de todas las ideologías lo de Flores Galindo
se asemeja a un intento desesperado de restauración. Pero en el fondo no
entiende el fondo religioso de la utopía andina.
G.A.F.: ¿Qué será la utopía teocrática andina?
Gustavo
Flores: La utopía teocrática andina no es la búsqueda de un nuevo Inca, pero sí
es la prosecución de la verdad de Dios en el mundo. Justamente por ello la
utopía teocrática andina no es restauración, porque lo que fracasó del
cristianismo no es el cristianismo evangélico, sino el cristianismo estatal. La
nación andina es el mejor cáliz para el retorno del cristianismo.
G.A.F.: Todo lo expresado supone tener fe en el
espíritu del hombre andino. Y la sociedad criolla actual apenas le da un
reconocimiento folklórico.
Gustavo
Flores: Cierto. El hombre andino con su humildad, creatividad y fe, tiene las
virtudes idóneas para ello y para vencer a la civilización atea e hipócrita que
ya sufre una crisis mortal de falta de sentido de la vida. La nación andina
tiene las energías espirituales indispensables para superar la depravación de
la esencia satanocrática del socialismo y de la democracia. En una palabra, en
la humanidad actual se ha extinguido la fe en salvaciones políticas y sociales
y resurge la fe en la salvación espiritual. El verdadero cambio en el mundo
vendrá no desde lo exterior sino desde lo interior y espiritual, personal y suprapersonal.