EL VACÍO CÓSMICO Y LA NADA
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
Los astrónomos
han confirmado que vivimos en un inmenso vacío cósmico. Y con ello vuelven a
resonar las antiguas preguntas filosóficas: ¿si la materia surgió de la nada? ¿Qué
había antes del Universo? ¿Todo se formó a partir de un fenómeno microscópico
llamado fluctuaciones cuánticas? ¿Lo explican todo las leyes de la física, es
Dios el Creador de estas leyes?
La física y la
cosmología se ocupan sólo de cosas que se pueden verificar. La filosofía de lo
que se puede explicar racionalmente sin verificación empírica, la religión de
lo que se debe tener fe por revelación.
En nuestro caso
nos interesa la antigua v perenne pregunta filosófica formulada varias veces por
grandes pensadores como Heráclito, Parménides, Platón, Aristóteles, san
Agustín, santo Tomás de Aquino, Leibniz, hasta Heidegger. Y la pregunta es: ¿Por
qué hay Ser en vez de nada?
Veamos primero lo
que confirman los astrónomos. Según un nuevo descubrimiento el Universo sería algo
así como una descomunal pompa de jabón con toda la materia concentrada en
la superficie y casi totalmente vacía por dentro. Esta
conclusión fue expuesta en la reunión anual de la Sociedad Astronómica
Americana, que se celebra estos días en Austin, Texas. La Vía
Láctea, nuestra galaxia, junto a todas sus compañeras, se
encuentra en el borde mismo de un enorme vacío de más de mil millones de años luz de
extensión y en cuyo interior no hay "nada".
El "agujero" que contiene la Vía Láctea es
conocido como el "vacío KBC" (por Keenan, Barger y Lennox Cowie, de
la Universidad de Hawaii), y es el mayor vacío conocido por la Ciencia. La idea
fue lanzada en 2013 la astrónoma Amy Barger y su estudiante Ryan Keenan, de la
Universidad de Winsconsin-Madison, mostraba que la galaxia en que vivimos
reside justo en los límites de un gigantesco vacío, una oscura y enorme región
de espacio que contiene muchas menos galaxias, estrellas y planetas de lo que
podemos ver en nuestro vecindario cósmico más inmediato.
El Universo parece un queso de Gruyere o de una enorme tela
de araña en 3D en el que la materia "normal" se distribuye en
agujeros y filamentos. Los filamentos estan hechos de cúmulos y super cúmulos
de galaxias, que a su vez están formadas por miles de millones de estrellas,
gas, polvo y planetas. Y toda esa materia "normal" apenas supone el
5% de la masa total del Universo. El 95% restante, que no puede ser observado
directamente, está hecho de materia y energía oscuras.
El nuevo
estudio del astrónomo Hoscheit, también estudiante de Barger, confirma la idea
de que vivimos
en el mayor de los vacíos conocidos hasta ahora en el Universo. Un
vacío que, además, ha permitido resolver las discrepancias que existían al usar
diferentes técnicas para medir la velocidad a la que el Universo se expande. Hoscheit
no ha podido encontrar objeción alguna, ni obstáculo observacional que vaya en
contra de la conclusión de que la Vía Láctea reside
en el borde mismo de un gigantesco vacío.
Hasta aquí llega
la noticia de los cosmólogos. Y lo primero
que se puede advertir es que el vacío cósmico actual no es el vacío cuántico
del que surgió todo el Universo. No sólo se trata de dos tipos de vacío distintos,
por lo dimensional, macrocósmico el actual y microcósmico el original, sino que
por lo estructural, se relaciona con aquella fuente energética que dio origen a
la energía oscura y a la materia oscura. Lo segundo a conjeturar es que la duración
finita de la expansión de dicha pompa de jabón llamada Universo no tiene por
qué ser relevante respecto al destino de una de sus criaturas que la habita, a
saber, el hombre. Todo indica que el principio antrópico existe para subrayar
la relevancia cósmica del hombre al haber sido hecho a imagen y semejanza de
Dios.
Tercero, si el
Universo reposa sobre un vacío cósmico, este mismo vacío tuvo que haber tenido
un origen y al tenerlo no es la Nada, sino que es “algo” llamado vacío cósmico.
Lo cual permite deducir que el vacío cósmico no es la Nada. De modo que el
vacío cósmico sería algo así como el repositorio de la energía oscura y la de
la materia oscura, las cuales son también resultado de las fuerzas físicas
fundamentales, las mismas que tampoco son ni el vacío cósmico ni la nada, y sí
más bien algo así como el Neutrovacío (término acuñado por el matemático y
cosmólogo peruano Enrique Alvarez Vita).
Cuarto, si el
vacío cósmico tuvo un origen ese origen no pudo ser las fluctuaciones cuánticas
del neutrovacío, porque la idea misma de lo cuántico puede suponer un vacío
macroscópico pero no un vacío microscópico. De manera que el origen del vacío
cósmico –tanto macro y microcósmico- no es ni sí mismo ni la nada, sino
algo exterior al Universo in nuce o en potencia. Ese algo exterior no puede ser
ni el azar, ni la causalidad, ni la indeterminación, sino la libre voluntad de
un Ser superior inteligente y con voluntad. De modo que no es un contrasentido
pensar que el Universo fue creado de la Nada por un ser omnipotente y
omnisciente.
Quinto. Las fluctuaciones
cuánticas pueden haber dado origen al Big Bang dando comienzo a todo el
Universo incluido el vacío cósmico. Pero dichas fluctuaciones no ocurren en la
Nada sino en el vacío cuántico que ya es algo. Entonces, qué dio origen a ese
vacío cuántico. Si suponemos que ella misma se originó, resulta siendo causa de
sí misma o causa sui. Algo así como
una divinidad inconsciente, una fuerza cósmica ciega. La materia y la
naturaleza quedarían divinizadas. Esa es la solución del panteísmo o sea Dios es todo. El alma quedaría convertida en epifenómeno
neurológico, la inmortalidad es un mito y el espíritu quedaría pulverizado. Esto
es justamente lo que se supone en la propuesta panteísta que en el fondo es un
materialismo solapado.
Sexto. Pero también es un materialismo sutil el llamado panenteísmo (Dios está en todo lo trascendente e inmanente) de Schelling y Krause. En el fondo el panenteísmo al afirmar que Dios está en la naturaleza afirma que Dios cambia y se identifica con la creación. O sea, la creación es igual con la propia esencia de Dios. Así, niega la naturaleza trascendente e inmutable de Dios, y por ende, la necesidad del milagro, la encarnación y la redención de Cristo. Si Dios está también en la mudable naturaleza inmanente, entonces qué sentido tiene la encarnación y redención de Cristo: ninguna. Si Cristo es innecesario y sólo importa el Dios que está en todo, entonces la salvación es automática, la libertad sobra, todo está inscrito en las leyes naturales por la voluntad infinita del Creador. Pero hay algo más grave aún. Si Dios está en todo, entonces la creación tiene que ser infinita o sea eterna. La materia deriva en eterna, el tiempo en un eterno retorno. Como para el panenteísmo Dios es trascendente e inmanente, entonces hay dos eternidades. Pero como no puede haber dos eternidades, porque es un contrasentido lógico y ontológico, entonces aquí reluce una inconsistencia más del panenteísmo.
Sexto. Pero también es un materialismo sutil el llamado panenteísmo (Dios está en todo lo trascendente e inmanente) de Schelling y Krause.
Séptimo. Pero además, cómo
explicar que de dichas azarosas fluctuaciones cuánticas se engendrara el principio
antrópico y la libertad. Y, además, cómo de algo ciego y azaroso se puede explicar un
sentido, un propósito, un orden, un telos
que parece seguir claramente el Universo. Al espíritu euclidiano se le
escapa la explicación de la libertad del individuo y la historia humana. Es un
fenómeno que rompe sus reglas cuantitativas y empíricas. La explicación más
plausible del fenómeno humano y del universo mismo lo ofrece la elucidación
teísta. Al espíritu euclidiano de carácter cientificista le
caracteriza la rebelión contra Dios. La libertad tiene una naturaleza propia y
no puede ser reducida a explicaciones azarosas, cuánticas ni causales.
Así, el vacío
cósmico ligado a las fluctuaciones cuánticas encuentra el punto más
controversial en la concepción de lo divino como energía autocreadora, donde resulta
siendo álgido el problema de la libertad. Spinoza trató de resolverlo viendo la
libertad como la conciencia de la necesidad. Lo que resulta un verdadero
contrasentido. Pues no es posible construir un sistema ético ni explicar la libertad
basándose en un naturalismo y determinismo panteísta.
Pero si bien en
un universo regido por la necesidad no puede haber ni bien ni mal, en un
universo regido por la indeterminación materialmente sí puede haber bien y mal,
aunque formalmente dependa de factores extramateriales, como la conciencia
moral. En esta oscilación y ambigüedad subyace un materialismo ateo que no
puede comprender a Dios como sujeto. No hay nada de sublime en el panteísmo. En
un universo regido por la necesidad y la indeterminación sólo puede surgir un
dios filosófico que es finalmente materia, pura energía ciega. Y como es
material no es creador, sino ordenador. Él es naturaleza no lo trasciende. Es un eterno flujo de
energía inagotable. Pero no hay ningún fin, el azar y la necesidad lo rigen
todo. No hay duda que junto a la moralidad estoica y al panteísmo metafísico spinosista
se impulsó la secularización actual.
En el mundo
actual el panteísmo renace sobre los escombros del mecanicismo naturalista, el
materialismo, el positivismo y el cientificismo. Incluso junto al
indeterminismo todos tienen en común el predominio del inmanentismo. Es lo que vemos en los multiversos de Hawking y en el azar omnipresente de Dawkins. Los mismos
coqueteos con el panteísmo lo podemos hallar en aquella divinidad más profunda
que Dios, en la Gottheit de
la vía mística de Eckhart, el Ungrund de Jacobo Boehme, en el Uno de Plotino, el
Supraser en Heidegger y en el misticismo hindú.
Pero el gran
inconveniente de la afirmación panteísta es que su indiferenciación impersonal
culmina en el pasivismo, el quietismo, la negación del hombre y de Dios.
Sencillamente en el panteísmo no tiene cabida ninguna vocación creadora del
hombre. Todo se absorbe en una oscura energía divina que no sabe nada de la
energía creadora del hombre, no es antropológica, es pasiva y hostil a la
creación. Todo queda absorbido en el indiferenciado divinismo original, donde
no se distinguen ni Dios ni el hombre. Las grandes distorsiones conceptuales que nacen de la perspectiva panteísta son debidas a la concepción unívoca del ser, donde lo trascendente es eliminado ante el imperio ubícuo de la inmanente. Es el costo de renunciar a la concepción analógica del Ser. Y así vemos a un Hawking confundido y sin entender que nada puede la ciencia física decir sobre la creación, simplemente porque la creación no es un suceso físico sino metafísico. Del mismo lastre y grave defecto adolecen las especulaciones sobre los memes culturales de Dawkins.
La existencia de una organización maravillosa en la
naturaleza y de un orden superior a la materia no puede ser obra del azar, la
causalidad ni la indeterminación. Por el contrario, la misma ciencia sugiere la
existencia de un orden sobrenatural. Las únicas respuestas posibles son de
orden religioso y filosófico. La misma ciencia impone la necesidad de Dios tanto
en lo material como en lo espiritual. La ciencia para completar sus
explicaciones exige la existencia de un espíritu consciente e inteligente que
dio origen al Universo. Se trata de un espíritu superior al cual el hombre debe
prosternarse humilde. Einstein decía que el primer trago de ciencia te vuelve
ateo, pero en el fondo de la copa se encuentra a Dios. No aceptarlo resulta
siendo un defecto epistémico serio, pero aun más grave secuela es el daño que
se propina a la propia vida personal y espiritual.
Finalmente, si el Universo es como una pompa de jabón en cuyo interior está el vacío cósmico se puede decir que tanto el Universo como el vacío son el Ser en cuanto lo manifiesto. A esto se llama Realidad. Pero la Realidad no es la única manifestación del Ser. Esta también la Existencia, como el Yo de un poder ser dentro de un proyecto libre. Lo cual significa que el Ser es la fuente común de la Existencia y de la Realidad. El Ser es la fuente del Universo y no a la inversa. De modo que el Ser es eterno y es objeto de la metafísica; la Realidad es instantánea y es estudiada por la física; y la Existencia es temporal y es estudiada por la pneumatología. Ahora bien, dentro de este marco la Nada equivale a la no participación del Ser en la Existencia ni en la Realidad. En otras palabras, la Nada es la ausencia de universo pero nunca es el vacío cósmico.
¿Pero acaso cabe distinguir dos tipos de creaciones ex nihilo: una sin el tiempo (Universo) y otra desde el tiempo (alma humana), una sin el vacío cósmico y otra con ella? Veamos, si el vacío cósmico del universo nos remite a la nada antes de la creación y, por ende antes del tiempo, por su pare el problema del alma también nos señala una creación desde la nada pero en el tiempo. Me explico. Dios crea de la nada ambas realidades, a saber, el Universo como el alma humana. Pero una cosa es la Creación a partir de la Nada (Creatio ex Nihilo) del Universo y del vacío cósmico, y otra cosa es la Creación del alma humana directamente por Dios en la historia y en el tiempo. Para la Iglesia las realidades espirituales (Dios, ángeles alma humana) no han emergido de la materia evolutiva.
Pero, al contrario de lo que sostiene el orfismo y el gnosticismo, el alma humana no existe antes de su unión con el cuerpo. Entre la fecundación y el nacimiento crea Dios el alma individual de cada ser humano. Cada ser humano posee su propia alma puramente espiritual y constituye la intimidad de la persona. Y su destino es volver a la unidad psicofísica con el cuerpo. O sea volver a ser persona. Entonces, si Dios crea directamente el alma humana en plena desenvoltura del Universo ello significa que se da una Creatio ex nihilo del alma humana en la historia. Todo lo cual relieva la importancia que tiene el hombre en el universo mismo. Es más, subraya la importancia suprema del hombre dentro de toda la creación como realidad vinculante de lo inmanente y lo trascendente. En otras palabras, el mundo material ha sido arrojado en la creación, en cambio el alma espiritual humana ha sido especialmente creada. Hacer filosofía de la naturaleza sobre la base de los fundamentos científicos nos lleva hacia la confirmación del principio antrópico de Brandon Carter y el Diseño inteligente de Michael J. Behe. Los cuales ponen énfasis en que el ajuste fino existente en las constantes cosmológicas no pueden ser fruto del azar sino de un plan inteligente.
Queda pendiente una inquietud no menos crucial. Cual es la relación entre el vacío cósmico y el daño ontológico que infringió a todo el universo el pecado del hombre. Este punto tampoco es un tema de la ciencia aunque sí de la filosofía y de la teología. El crecimiento exponencial del vacío cósmico que equivale al triunfo final de la entropia o del caos, seria la consecuencia de la herida abierta por el pecado del hombre.
El vacío cósmico no es la Nada. Qué hubo antes de la Creación, a saber, Nada. Esa fue la respuesta de san Agustín. Pero eso no significa que no haya habido el Ser. El Ser Absoluto, como eterno, está fuera de lo temporal e instantáneo, tal como es la naturaleza del Universo. En el Universo está el ser categorial. Por eso un Dios providente, omnisciente y omnipotente crea el cosmos de la Nada.
Lima, 10 de Junio de 2017