miércoles, 30 de agosto de 2017

FILOSOFÍA ARCAICA CHAMÁNICA

FILOSOFIA ARCAICA CHAMÁNICA
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
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Chamanismo significa “saber”, pero no es un saber de oídas, ni un mero conjeturar mental, sino de un “saber ver”. Esto es, se trata de un “saber ver” peculiar y arcaico. No es de índole sensorial, antes bien, es de talante espiritual.
Pero este “saber ver espiritual” no es accesible a todas las personas, ni nunca lo fue. Por el contrario, sólo aquellas que son escogidas por seres celestes a través de sueños, señales o alguna enfermedad transitoria, por lo general mental.
De modo que se trata de un “saber ver espiritual escogido vía sobrenatural” pero que dentro de la historia de las religiones se muestra como un especialista en el trance místico. Y esto es lo que ha hecho ver concienzudamente el destacado filósofo rumano Mircea Eliade en su afamado libro El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, 1951. Eliade justamente nos hizo explícito que el chamanismo es el “saber ver espiritual escogido vía sobrenatural y especialista en el trance místico”.
Aquí, más bien, se incide en otro aspecto de este tipo de saber asociándolo con la filosofía arcaica. En otras palabras, el chamanismo es la forma arcaica del filosofar, entendiendo siempre la filosofía como la búsqueda de respuestas últimas de la realidad, ya sea mediante lo sagrado arcaico, el mito ancestral o mediante la razón griega. Es decir, la filosofía es universal y multiforme, cambió de forma pero no de contenido. Lo que significa que el logos humano no sólo es conceptual sino también participativo, el cual es un oír y ver por encima de la conceptuación. La filosofía arcaica del chamanismo es logos participativo mediante el horizonte mitomórfico. Sin horizonte mitomórfico no es posible la distinción entre lo sagrado y lo profano, porque el hombre participa en el dejar ser de la realidad espiritual. Si la filosofía mitocrática, propia de las altas culturas, es un saber del ente divino, la precedente prehistórica filosofía mitomórfica del chamanismo es un saber del ente sagrado.
Karl Jaspers, a diferencia de los criterios eurocéntricos de Heidegger, es un defensor del universalismo filosófico y defiende su tesis en el libro, Los grandes filósofos. Los hombres decisivos: Sócrates, Buda, Confucio, Jesús (1956). Por su parte, en la magistral y última obra del filósofo peruano Alberto Wagner de Reyna, La poca fe (1993), insta a restaurar lo mítico en su dignidad lógica. Y en la segunda encíclica papal Fides et Ratio (1998) dedicada a la filosofía –después de Aeterni Patris de León XIII-, se cataloga de “soberbia filosófica” pensar que la filosofía como búsqueda de sentido es “sólo atributo de una época y cultura determinada”, pues “la especulación filosófica se dio tanto en Oriente como en Occidente”, porque “el asombro es una capacidad fundamentalmente humana y no exclusivamente europea”. Atendiendo a dicha capacidad humana decisiva hay que reconocer que mucho antes de las filosofías de Occidente y de Oriente se dio desde la prehistoria la dignidad lógica de lo mitomórfico en el chamanismo. La primera desocultación del ser del ente se dio en el horizonte mitomórfico del chamanismo. El primer pensador que indaga la pregunta por el ser del ente es el visionario chamán. De esta manera el preguntar por el ser del ente se lleva a cabo no solamente en tiempos históricos sino prehistóricos.
El camino del pensar de la humanidad empieza encontrando sentido a lo profano desde lo sagrado. El ente intramundano se desoculta desde el ente extramundano. El propio sobrevivir arcaico depende de esta apertura mitomórfica de lo sagrado. Le da sabiduría, salud, armonía, esperanza y sentido. Participar en el devenir del ente sagrado lo pone en camino de trascender el fundamento del mundo profano. Todavía está bajo el umbral de lo óntico profano y lo óntico sagrado pero el estarlo hará posible el atisbar ontológico. Este primer atisbo metafísico es prístino desocultamiento o aletheia de lo trascendente y el primer desdoblamiento de la verdad óntica que hace posible el vislumbre ontológico del ser. Lo mitomórfico al abrir la diferencia metafísica entre lo profano y lo sagrado lo que hace es inaugurar la diferencia entre el Ser y el mundo físico. O sea la Naturaleza visible o la physis sensorial no agota la realidad y más bien oculta la Naturaleza invisible o la physis espiritual más allá del tiempo y espacio de los sentidos externos. La realidad empírica no será ilusión sino otro plano del devenir del ser existente. Esta primera separación del mundo y el ser acontece en la filosofía arcaica del chamanismo.
Por otro lado, estas consideraciones hacen posible negar el criterio eurocéntrico de filosofía y exigir recuperar para el mito su dignidad filosófica. En este sentido el pensar mítico del mundo arcaico es la forma ancestral de la filosofía, como afán de trascender la condición humana para conocer y realizar el ser personal uniéndose con lo sagrado y lo divino. Todo lo cual remite a la estructura ontológica de la existencia humana (véase mi libro Filosofía mitocrática y mitocratología, 2010, y Hermenéutica remitizante y filosofar mitocrático, 2013).
Ese impulso humano hacia lo eterno está tanto en la filosofía mítica como en la filosofía conceptual. Sólo que en el filosofar arcaico tiene una cuádruple connotación: mágica-hierofántica (visionarios viajando por un cosmos lleno de seres espirituales), teogónico-cosmogónica (dioses venciendo la nada relativa del caos original), ontológico-metafísica (plantea la ruptura entre lo ontológico y lo histórico), y moral (la finitud humana se percibe como una nada relativa especial destinada por los espíritus, antepasados y dioses a optar por lo sagrado y la vida virtuosa).
Razón no le faltaba a Paul Ricoeur cuando habla de la triple función del mito: universaliza la experiencia, establece la tensión entre el principio y el fin, e investiga las relaciones entre lo original y lo histórico (Finitud y culpabilidad, 1960). Pero atento como estaba al lenguaje metafórico también tuvo el mérito de indicar que todo símbolo es una hierofanía, un lazo que une al hombre con lo sagrado. Por eso el símbolo tiene una función ontológica, sitúa al hombre en el corazón del ser. Y el viaje del visionario chamán está repleto de símbolos.
Y precisamente la filosofía arcaica es básicamente un saber mágico, metafórico y simbólico. El fenómeno del chamanismo total arcaico –a diferencia del chamanismo actual que presenta un estado de desintegración y decadencia- se especializa en el trance místico para ascender a los cielos y descender a los infiernos, recoger el alma del enfermo, guiar al difundo, incorporar el espíritu, lidiar con demonios y semidioses, y lograr la visión del mundo paradisíaco, pero no con un fin pedagógico sino principalmente salvífico.
El filosofar arcaico es un saber de salvación, porque lleva a la situación límite la condición humana para revelarle lo sagrado y lo transhistórico. De ahí la repetición de los arquetipos en el horizonte del eterno retorno. Pero fue en el cristianismo donde verdaderamente se supera este horizonte temporal de la repetición del arquetipo celeste del saber arcaico chamánico, mediante la teología de la encarnación que instaura un tiempo histórico lineal y de libertad personal.
En ambos hay una valorización metafísica de la existencia humana, pero de distinta índole, porque mientras en una es por vía natural, en la otra es por vía revelada. Además, el retorno al modelo transhistórico también es distinto, porque mientras en la metafísica arcaica se trata de un retorno a la Edad de Oro que paulatinamente se vuelve en Edad de Hierro; en la metafísica cristiana se trata no de un retorno al Edén, sino del ingreso a la Nueva Jerusalén, donde lo histórico y el tiempo no queda suprimido sino redimido.
La intuición visionaria espiritual de esta dimensión salvífica de la mentalidad arcaica es expresada con nitidez por el filósofo peruano Mariano Iberico cuando interpreta el aparecer como totalidad viviente, simbólica y poética, que contiene el lenguaje del destino (La ApariciónEnsayos sobre el ser y el aparecer, 1950). Aquí sólo cabe hacer una precisión temporaria que haga el distingo entre el aparecer mitomórfico arcaico del filósofo chamán y el aparecer mitocrático ancestral del filósofo de la antigüedad. Pero también cabe una distinción epistémica. Si el filósofo ancestral mitocrático corre tras la indagación del destino, por su parte el filósofo arcaico corre tras la manipulación mágica de dicho destino. Y todo esto responde a una determinada capacidad de participar de la epifanía del ser. La arcaica Idea sin concepto, el ancestral concepto-imagen, el heleno concepto lógico, y la monoteísta idea suprarracional de la fe son capítulos ontológicos de la epifanía del ser.
Esto nos permite intentar trazar un cuadro esquemático sobre las articulaciones estructurales del filosofar arcaico chamánico como sigue:
1.- Conceptos
Idea sin concepto previo al Concepto imagen del filosofar mitocrático.
2.- Comunicación
Mágica, poética, metafísica viviente, simbólica, figurativa.
3.- Interpretación del cosmos
Como totalidad viviente de mundos profanos y sagrados.
4.- Formas conceptuales
 Mágico-salvíficas
5.-Formas de sabiduría
Mántica, mítica, profética, mágica, poética, horoscópica.
6.-Sentido de sabiduría
Espiritual, iniciática, intuitiva, escatológica, revelada.
7.- Esfera ontológica
Onírica, pática, cósmica, mundos sutiles sagrados.
8.- Propósito del saber
Recibir enseñanza sagrada de los espíritus (lo que los espíritus “dicen”)
9.- Filosofía mitomórfica
Viaje espiritual y manipulación del destino.
10.- Principal enemigo
Achatamiento pragmático de horizonte metafísico

El chamanismo es el primer intento humano de elevarse a la trascendencia y por su intermedio comprender la inmanencia. De modo que el saber chamánico no es irracionalismo ni fe, sino arcaica percepción del carácter participativo de la condición humana

30 de Agosto 2017

DIOS PRECOLOMBINO Y ESPIRITUALISMO CHAMÁNICO

DIOS PRECOLOMBINO
 Y ESPIRITUALISMO CHAMÁNICO
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
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El Dios Ordenador precolombino es un Absoluto dinámico por cuanto se presenta como un tejedor de todas las formas de vida. Es el Camac o Animador, inteligente y providente. Invisible y poderoso, pero personal. Es un Principio generador de vida al cual se le rinde preces y se le ora. Esta consideración se desprende de la “Oración al Hacedor” de Cristóbal de Molina, González Holguín, Betanzos, Cieza, Polo de Ondegardo, Santacruz Pachacuti, Inca Garcilaso, Guamán Poma y Blas Valera. Por tanto, no es un Kamaqen impersonal o energía vital de carácter panteísta sino una deidad ordenadora, personal de índole henoteísta, enmarcado en un dualismo metafísico de la paridad primordial Animador-Viracocha y lo Caótico-Inanimado.

Ahora bien, ¿Qué relación guarda este tejedor cósmico con los mundos sutiles del chamanismo arcaico?

En primer lugar hay que tener presente que el chamanismo es una religión de integración, donde lo primordial de estos pueblos recolectores, cazadores, con agricultura incipiente, capaces de arte y culto, es integrarse a los ritmos de la naturaleza para asegurar su sobrevivencia. En segundo lugar, la deidad ordenadora precolombina pertenece a las llamadas religiones de servicio, donde lo esencial de estas civilizaciones de cultura agraria, con agricultura sistematizada, comercio activo, urbes prósperas, aparato estatal teocrático, desarrollado, burocrático y servil, que promueve un sacerdocio hierático, da origen a cosmogonías y teogonías –Manuscrito de Waruchirí-, donde aparecen grandes señores del cielo, la tierra y del inframundo, un dios supremo criador y trascendente –Wiracocha-, al cual se debe servicio y homenaje para recibir beneficios inmediatos, responsable del orden cósmico y de otras potencias cósmicas divinas, y donde el hombre es una figura pasiva de los grandes ciclos cósmicos –ciclo Pachacuti-.

Así las cosas entre chamanismo y la deidad ordenadora precolombina reina una distancia considerable. No obstante, en el chamanismo y las religiones de integración se halla el punto de partida de la reflexión religiosa mitomórfica, de la existencia del alma –primeras sepulturas de hace 70 mil años-, la preocupación trascendente por la inmortalidad, la sacralidad sideral, el culto al Señor de la Vida, la reflexión sobre el misterio de la vida, la técnica de éxtasis para viajar a mundos sutiles con propósitos escatológicos, manejo de sustancias psicoactivas en plantas consideradas sagradas, el manejo de seres primarios y amorales, espíritus comunican arte –el kene en los shipibos-, la creencia en divinidades, espíritus y demonios, la abstinencia sexual y el dietar, la formación de ritos iniciáticos y sociedades secretas, donde ciencia, religión, magia y filosofía se confunden. El chamán amazónico tiene a Nete Ibo como Dueño de todo lo existente hasta el día de hoy, como un resabio arcaico que dio origen a Wiracocha.

En otras palabras, la dialéctica del tejedor cósmico con el tejido cósmico tiene su origen en las prácticas chamánicas porque el propósito curativo y escatológico chamánico se extiende ahora de modo más abstracto a la ontología y cosmología de la deidad ordenadora de la religión de servicio. Es decir, sirviendo y adorando a la deidad principal se aseguran los beneficios del orden cósmico. Con el servicio al divino ordenador se asegura la sanación no sólo del cuerpo del enfermo, como acontecía en el chamanismo, sino al cuerpo entero del cosmos. No obstante, el cosmos tiene sus propios ciclos destructivos que dan inicio a una nueva vida. El ciclo del eterno retorno es la idea característica que se ha visto perfeccionada en la religión de servicio. El chamán al participar de la propia sabiduría de los seres sutiles implica una mística de unidad con identidad, la misma que se conserva en el alto sacerdocio de las culturas teocráticas.

En el chamanismo hay animales hechiceros –en el Amazonas son la nutria el delfín y la boa- y se asume que los propios animales tienen sus chamanes. Esto ha hecho decir que en el chamanismo lo central no es la identidad personal que separa del cosmos sino la alteridad que une al cosmos. No obstante, lo cierto es que la identidad es fundamental puesto que el acuerdo con todos los seres se basa en la preservación de la propia identidad. Esto significa que las religiones de integración como el chamanismo y las religiones de servicio como la precolombina expresaban una mística de unidad con identidad. Esto es, en la mística mágica primitiva del chamanismo hay unión con los seres espirituales sutiles, y en la mística precristiana precolombina hay unión con la deidad vitalizadora dentro de un esquema dualista. La diferencia con la mística oriental, que también es unión con lo Uno, es que no comparte el monismo metafísico ni la disolución en el absoluto del hinduismo ni la absorción en la Nada del budismo. Esto último es de suma importancia porque hace que en la mística precolombina no se descarte el sentido real de la trascendencia, el mundo y la historia. La Cruz del Sur y sus cuatro puntas rigen el cielo austral andino no como ente astronómico sino como deidad. De ahí que el Sol, la Luna y las Estrellas –Qoyllur- sean considerados como dioses, como consigna G. Taylor.

En el fondo todo esto significa que si bien la mística primitiva del chamanismo y la mística precolombina de las culturas desarrolladas era una mística de unión con identidad, sin embargo el eje de unión cambió de los seres sutiles espirituales a los seres divinos del cielo. La Cruz del Sur simbolizada en el símbolo de la Chakana –que está en toda América- también es la representación de las deidades del mundo en un sentido cuatripartito: el mundo de arriba o Hanan Pacha, el mundo de acá o Kay Pacha, el inframundo o Ukhu Pacha y el misterioso mundo de afuera o Hawa Pacha. En el enigmático mundo de afuera o Hawa Pacha está expresado con más nitidez la Trascendencia del principio generador de la vida, el orden y el cosmos, del cual incluso dependen las deidades del cielo. La Trascendencia es una dualidad metafísica que genera el cosmos con el Animador-Viracocha y lo Caótico-Inanimado.

Este complejo dualismo metafísico es lo ausente en las religiones de integración del chamanismo. Este sentido de Animador está presente en la observación filológica del Inca Garcilaso en discusión con Cieza de León sobre la traducción del término Pachacamac como Vivificador y no como Creador o Hacedor. Este fue el sentido original precolombino, porque la idea de Creador supone la idea metafísica de Creatum ex nihilo o Creación desde la Nada, categoría conceptual que estaba ausente en el horizonte ideológico andino hasta la llegada de los españoles. En su lugar se manejaba la idea de Nihil ex nihilo o nada viene de la Nada, que se corresponde con una concepción Ordenadora y no Omnipotente de la divinidad. La idea del dios omnipotente que crea el cosmos de la nada es de raíz cristiana y no precristiana. Fue necesaria la Revelación para llegar a una concepción superior de la Trascendencia divina.

En otras palabras, lo que el provecto religioso católico Inca Garcilaso nos dice es que los antiguos peruanos no pensaron a Pachacamac como Hacedor sino como Vivificador. Y esto es lo más acorde con la interpretación estructural-fenomenológica e histórica de las religiones.

Ahora bien, este Dios Ordenador precolombino que da ánima o vida al mundo es de una complejidad metafísica que supera el animismo espiritualista del chamanismo. El chamán viaja en las regiones del Ser, el sacerdote precolombino se remonta al principio del Ser. En otras palabras, las cosmogonías y teogonías mitocráticas andinas se plantean el problema peliagudo, inadvertido por el mitomorfismo chamanista, de explicar el origen de los seres a partir del principio de que nada viene de la nada. Es decir, el pluralismo de espíritus sutiles del chamanismo se reordena en la religión de servicio andino en un politeísmo Henoteísta, donde la deidad principal se responsabiliza del orden cósmico.

Sólo mediante una hermenéutica remitizante que rompe con los estrechos criterios cientistas y empiristas de las filosofías modernas, es posible reconstruir el universo metafísico del hombre ancestral precolombino y del hombre arcaico. Y esto nos conduce al reconocimiento que el Animador precolombino del mundo conserva una común forma espiritualista con el chamanismo pero un contenido metafísico mucho más elaborado, dualista y más complejamente trascendente. Comparten la misma mística de unión de identidad, pero con diferente inspiración y profundidad.

Para ambos el cosmos es animado o Kama, pero mientras en el chamanismo el énfasis está puesto en el Ser como un interactuar bueno o mundo bueno –Jakon Nete en lengua shipiba- , en la religión de servicio precolombino está puesto sobre el Ser como Ordenamiento. El diálogo primordial que exhiben las deidades en el Manuscrito de Waruchirí justifica una ontología del Ser como Ordenamiento del mundo. No se trata de la primacía ontológica del Interactuar sino de la primacía ontológica del Orden. Orden que los hombres deben acatar y mantener.  Y es lo que hace el Inca Túpac Yupanqui para congraciarse con el dios Pariacaca, después de haber exigido bruscamente a los dioses para que colaboren en la guerra contra los yungas.

Georges Gusdorf había subrayado la existencia de una metafísica primaria en la conciencia mítica y de la intención mítica en todas las grandes filosofías. Y K. Jaspers había defendido la universalidad de la filosofía sosteniendo que la filosofía está en todas partes, tanto en el pensar metódico (Occidente) como en el pensar mítico (Oriente). En otras palabras, se trata de advertir el vínculo entre mytho y logos, de enlazar el universalismo filosófico con una hermenéutica remitizante, de operar un giro copernicano mitocrático para  afirmar la existencia de la filosofía en un nuevo sentido, tanto al interior del chamanismo arcaico como de la religión de servicio precolombina.

La confusa equivalencia entre “ordenador” y “creador” en la teología andina es atribuible a la trasposición cristiana de los cronistas Bartolomé de las Casas, Cieza de León, Betanzos, Cobo, Sarmiento de Gamboa, Molina el cuzqueño, Acosta, Santacruz Pachacuti y Ramos Gavilán. Al referir a Wiracocha como Hacedor en vez de ordenador del mundo se procede desprolijamente a eliminar injustificadamente la sutil y crucial diferencia metafísica existente entre cristianismo y religión precolombina. Lo cual impide también captar su vinculación con el esquema ontológico metafísico del chamanismo.

Finalmente, la expresión más madura en la teología incaica está contenida en la idea de Pachacamac como deidad ignota del Hawa Pacha, que se yergue soberanamente sobre todas las deidades menores como Gran Ordenador del Universo. Asi, mientras la teología del Manuscrito de Huarochirí trasmite una teología milenaria, la teología del dios ignoto de los Incas es más elaborada y abstrusa. Esa deidad ignota es en Blas Valera Luz Eterna o Illa Teqse que reina en las tinieblas o lo inanimado. En el chamanismo lo inanimado es la muerte, el mal, la enfermedad o el secuestro del alma por algún espíritu. En otros términos, el emanatismo –orden emana de Teqse-, dualismo –Animado e Inanimado- y dinamismo –vivificación sin término y cíclica- no provienen directamente de la religión de integración del chamanismo sino que son creación de la religión de servicio precolombina.

En una palabra, la filosofía mitomórfica del chamanismo brinda sólo el impulso y algunos elementos primordiales en la filosofía mitocrática de la religión precolombina. Pero lo substancial de su especulación metafísica –la teogónica y cosmogónica paridad primordial arquetípica- es su aporte original.

El gran enigma es que si el chamanismo es arcaico y antecede a todas las formas religiosas entonces cómo se explica que sirviera de punto de partida para concepciones contrapuestas que derivaran unas hacia la desvalorización del devenir, lo múltiple y el mundo –filosofía oriental y filosofía griega- y otras hacia la revalorización del mundo, el devenir y la vida –filosofía mitocrática precolombina-. Y esto atañe a una diferencia profunda al interior de las mismas filosofías mitocráticas.

30 de Agosto 2017