FÍSICA CUÁNTICA NO ES NINGÚN PUENTE
ENTRE MATERIA Y ESPÍRITU.
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de
Filosofía
La
interpretación espiritualista y esotérica de la mecánica cuántica, del terorema
de Bell y del experimento de Aspect pone en el mismo plano lo microscópico y lo
macroscópico, lo cuántico y lo espiritual. Actualmente el entrelazamiento es la base de tecnologías en fase
solamente de desarrollo (computación
cuántica, criptografía
cuántica, y en experimentos de teleportación
cuántica). Pero para la interprettación espiritualista el
entrelazamiento cuántico no es exclusivo del mundo cuántico. Ocurre también en
la mente, la vida y las matemáticas. Es universal. Pero, como veremos, esto es
ilegítimo porque una cosa es el fenómeno del entrelazamiento cuántico y otra
cosa es el fenómeno mismo de entrelazamiento no cuántico a nivel macroscópico.
El entrelazamiento
cuántico es una propiedad predicha en 1935 por Einstein, Podolsky y Rosen en su formulación de la
llamada paradoja EPR. Y
fue introducido en 1935 por Schrödinger para
describir un fenómeno de mecánica cuántica.
Un conjunto de partículas entrelazadas no pueden definirse como partículas
individuales con estados definidos, sino como un sistema con una función de onda única
para todo el sistema.
Pero el entrelazamiento es un fenómeno cuántico
sin equivalente en la física clásica y en el mundo macroscópico. En el
entrelazamiento cuántico los estados cuánticos de
dos o más objetos se describen mediante un estado único que implica a todos los
objetos del sistema, a pesar de su separación espacial. Así, es posible enlazar
dos partículas en un solo estado cuántico de espín nulo, de forma que cuando una gira hacia arriba, la otra automáticamente
se mostrará como girando hacia abajo, pese a la imposibilidad de predecir,
según la mecánica clásica,
qué estado cuántico se observará.
Justamente el teorema de las desigualdades
de Bell, presentada en 1964, se aplica en mecánica cuántica para
cuantificar matemáticamente las implicaciones teóricas de la paradoja de Einstein-Podolsky-Rosen,
muestra que las predicciones de la mecánica cuántica no
son intuitivas y permite su demostración experimental. La paradoja EPR está en contradicción con la teoría de la relatividad, porque aparentemente se transmite
información de forma instantánea entre las dos partículas.
El entrelazamiento cuántico fue planteado por Einstein, Podolsky y Rosen como un argumento en contra de
la mecánica cuántica.
Si Einstein tenía razón, las desigualdades de
Bell son ciertas y la teoría cuántica es incompleta. Si la teoría cuántica es
completa, estas desigualdades serán violadas. Pero desde 1976 se han realizado numerosos experimentos y todos
demuestran una violación de las desigualdades de Bell. Esto signifca el triunfo
de la teoría cuántica, demostrando un grado altísimo de precisión en la
descripción del mundo subatómico, que contradicen el sentido común y la
experiencia cotidiana.
Precisamente el experimento de Aspecto
en 1982 demostró las predicciones más padójicas de la mecánica cuántica, como
la no localidad. Definió que cuando se miden las polarizaciones de uno de los
dos fotones emitidos al mismo tiempo, se obtienen las del otro. Esta
verificación hizo decir a algunos que la metafísica se ha hecho experimental. Y
también dio paso a la información cuántica.
En otras palabras, el fuerte
entrelazamiento cuántico hace que lo medido parezca estar influyendo
instántaneamente sobre otros sistemas enlazados a velocidad superlumínica a
pesar de su separación. Pero en realidad no
parece que se pueda transmitir información clásica a velocidad
superior a la de la luz mediante el entrelazamiento, porque no se puede
transmitir ninguna información útil a más velocidad que la de la luz. Además,
por necesitarse un canal de información clásico, la información útil no podría
ser superior a la de la luz.
Bajo los auspicios de la literatura
especulativa de científicos (Capra, El
Tao de la física, 1975; Paul Davis, La
mente de Dios, 1992), de autores pseudocientíficos (Emoto Masaru, Mensajes del agua: la belleza oculta del
agua, 2003; S. Ortoly, El cántico de la cuántica, 2006; F.
Peat, Sincronicidad. Puente entre la
mente y la materia, 1999; Gell-Mann, El
quark y el jaguar, 1995; Jeremy Narby, La
serpiente cósmica, 1998) y la legión de autores platillistas o ufólogos (J.
J. Benitez y demás) el entrelazamiento cuántico ha sido manipulado del modo más
fantasioso posible.
La paradoja EPR, el entrelazamiento
cuántico, el teorema de Bell y el experimento de Aspect han sido popularizados
bajo el nombre de teletransporte cuántico, puertas
dimensionales y demás fantasmagorías.
Pero todo ello es falso, porque el efecto producido no es un teletransporte de partículas sino la transmisión
de información del estado cuántico entre partículas entrelazadas. Además, los sistemas físicos que sufren entrelazamiento
cuántico son propiamente sistemas microscópicos, pues esta propiedad se
pierde en el ámbito macroscópico debido al fenómeno de
la Decoherencia cuántica.
Sin embargo, el entrelazamiento en diamantes milimétricos llevó este fenómeno
al nivel macroscópico.
Para los autores esotéricos y de ciencia ficción el
entrelazamiento cuántico es el orden subyecente del mundo, el orden implicado
del que habló Bohm, el mundo de la Voluntad de Schopenhanuer, el mundo oculto
de Carlos Castaneda, el mundo del espíritu, el Brahman, la luz comunicante
entre la dimensión divina y la dimensión material. Para todos ellos la
correlación no local entre objetos cuánticos demuestra la existencia de un
ámbito trascendente más allá del espacio-tiempo material. Ahí tenemos a Anit
Goswani con su libro Ciencia y
espiritualidad, una integración cuántica, 2011. Para estas posturas la
correlación no local de la física cuántica refuta el materialismo y apoya el
espiritualismo.
Pera esa conclusión es ilegítima desde su base. Porque,
primero, supone un salto categorial injustificado desde lo material a lo
espiritual. Lo espiritual no es lo material, aun cuando se haga presente a través
de la materia. Segundo, lo cuántico en vez de la negación del materialismo
puede ser aludir a un estado potencial de la materia. Esto es, el macrocosmos
es material actual y el microcosmos de la cuántica es materia potencial. La
materia potencial puede presentar estados no espaciales ni temporales, algo
parecido a la singularidad del Big Bang. Lo cual lejos de refutar el
materialismo lo lleva a un nivel más profundo. En tercer lugar, lo cuántico sí
nos llevaría así a algo trascendente pero sólo a nivel de las entrañas de la
materia misma. Por tanto, no se trata de una trascendencia ni espiritual ni
divina. Hay un nivel trascendente en la materia y lejos de ser espiritual es
simplemente cuántica o materia potencial.
La idea de materia potencial proviene de la
escolástica. La gran dificultad para comprender el ser de la materia estriba en
que no posee estatuto ontológico sin la forma, lo que ha llevado a definirla
erróneamente como: la nada, no ser, privación de ser y ser
absolutamente potencial. En realidad, en la ontología
aristotélico-tomista es imposible referirse a la esencia de la materia sin
referirse al ser de la forma, pero para Santo Tomás de Aquino en la esencia de
la materia prima está presente la huella divina. En otras
palabras, la esencia divina, que es única y perfecta, no pudiendo ser
perfectamente representada por ningún ente, conviene que sea representada por
muchos y según diversos modos (Sth I, q47 al ad2.). Esto significa, que aun cuando todo lo que se diga de Dios y de los
entes se dice analógicamente (CG I c34 n297-298) no se puede negar
la relación de causa y efecto entre Dios y su creación. Es decir, en la esencia
de la materia prima hay vestigio de la unicidad e
incomunicabilidad divina.
Pero una cosa es que en la materia haya vestigio de
la divinidad y otra cosa es que sea divina. Esto último lo afirman por igual el
panteísmo y el panenteísmo. Pero esto es falso. Es decir, la materia primera no es
una realidad subsistente, sino una forma primera de la esencia divina, o sea,
una idea eterna de Dios, por eso no está en la naturaleza de las cosas, sino
sólo en potencia. Si la materia prima es una idea eterna de Dios,
entonces participa de su eternidad de modo potencial, o sea no es
eterno, es concreado, existe desde la creación. En cambio la materia segunda
comienza con el tiempo, está en el tiempo, es creada, no es inmutable, y en su
naturaleza hay diferencia entre pasado y futuro.
Aquí podemos
preguntar si la singularidad cósmica -como aquel estado del universo antes del
Bing Bang, cuando toda la materia estaba comprimida en un estado de densidad
infinita- es materia prima. Y la respuesta es: No; porque la materia prima es
idea eterna de Dios y está en las cosas sólo en potencia. Pero una cosa es la
presencia potencial de la materia prima en el universo y otra cosa es la
materia potencial del universo mismo. En el universo material se tendría material
potencial microcósmica-cuántica y materia actual macroscópica, relativista y
clásica. No obstante, limitándonos solamente a la materia potencial se puede
señalar la diferencia entre la materia potencial de la singularidad –sin espacio,
sin tiempo y sin las cuatro fuerzas elementales- y de la materia potencial
postsingularidad –con espacio, tiempo y las cuatro fuerzas fundamentales-.
A nivel
microcósmico existe la Fuerza fuerte, que mantiene unido el núcleo atómico
(fuerza interquark), y es responsable de la desintegración de algunas
partículas inestables. Pero también existe la Fuerza débil o radioactividad,
que dirige los cambios en la identidad de las partículas. A nivel macrocósmico
existe la Gravedad, aunque para Einsein no es un a fuerza sino una manifestación
de la curvatura espacio-tiempo. Y el Electromagnetismo como la cuarta fuerza responsable
de los polos magnéticos y de la carga eléctrica de algunas partículas. Estas
cuatro fuerzas son la fuente de todo cambio. Pero no siempre existieron.
Efectivamente,
en la investigación de los aceleradores de partículas se ha podido establecer
las eras del Universo o los primeros instantes del universo. La era del plasma,
de 1 segundo a 100 mil años. Era leptónica, de 1 microsegundo a 1 segundo. Y la
era cuántica, de millonésima de segundo a 1 microsegundo. La cosmología científica
tiene varios modelos del origen del universo e incluso especulan con modelos de
preuniverso, pero el más aceptado supone su origen desde la nada. ¿Pero qué
hubo antes del Big Bang? ¿Por qué si el universo contiene poca entropía o
desorden marcha hacia su destrucción? ¿Cuál sería el estado de la materia en un
preuniverso?
Todo esto nos
lleva hacia la legitimidad o no de llamar a lo cuántico materia potencial
propia del fuego amorfo del Big Bang. Es obvio que si las partículas cuánticas
presentan un entrelazamiento no espacial-temporal –sin que ello quiera decir
que sean inespaciales e intemporales- entonces son materia segunda que comienza
con el tiempo. Por tanto, no son materia prima que existe en la mente de Dios
desde la creación. Y sin embargo, lo cuántico siendo materia segunda es materia
potencial respecto a la materia segunda-segunda o del macrocosmos. Es decir, lo
cuántico puede ser cabalmente entendido no confundiéndolo con la concreada
materia prima y viéndola como la forma potencial de la materia segunda, creada
y que empieza con el tiempo. Se tendría así: materia prima (idea de Dios), materia
potencial (fuego amorfo preuniverso)
materia actual (universo espacio-temporal).
El micromundo
cuántico está fuera del tiempo y del espacio del macromundo pero no fuera del
tiempo y espacio mismo. De lo contrario seria la nada. Y de la nada no es
posible que nada advenga. No es la eternidad de Dios, ni la eviternidad de los
seres espirituales, ni la temporalidad macrocósmica, sino una temporalidad
cuántica, señalada por la inmovilidad accidental y la movilidad esencial.
En realidad ni la filosofia ni la metafísica necesitan ni del apoyo ni de los favores de la física cuántica. Lo espiritual es directamente creado por Dios y no por el mundo cuántico. El entrelazamiento cuántico puede presentar un aspecto instantáneo pero no superlumínico. Por tanto, no está fuera del tiempo ni del espacio. Su trascendencia es respecto al mundo intuitivo macrocósmico pero no respecto al mundo de la trascendencia espiritual. La física cuántica no es ningún puente entre materia y espíritu. En una palabra, la interpretación esotérica rebosa en fantasía y en inexactitudes.
En realidad ni la filosofia ni la metafísica necesitan ni del apoyo ni de los favores de la física cuántica. Lo espiritual es directamente creado por Dios y no por el mundo cuántico. El entrelazamiento cuántico puede presentar un aspecto instantáneo pero no superlumínico. Por tanto, no está fuera del tiempo ni del espacio. Su trascendencia es respecto al mundo intuitivo macrocósmico pero no respecto al mundo de la trascendencia espiritual. La física cuántica no es ningún puente entre materia y espíritu. En una palabra, la interpretación esotérica rebosa en fantasía y en inexactitudes.