HEIDEGGER Y LA CIVILIZACIÓN TANÁTICA
Gustavo Flores Quelopana
Presidente
de la Sociedad Peruana de Filosofía
Nada reflejaría mejor la correspondencia entre Heidegger y la
tendencia tanática de la civilización actual que su frase: “El hombre es un ser
para la muerte”.
Pero otro hecho ominoso fue su actuación malévola, oscura e
insidiosa en el rectorado de la universidad de Friburgo. Perjudicó a su propio
maestro Husserl por ser judío. Fue sin duda un nazi de corazón y convicción.
El nazismo es la transgresión de lo ético por el desprecio
inhumano a los que no pertenecen a la supuesta raza superior. La filosofia de
Heidegger sí es nazi. Su nazismo no es accidental sino substancial a su
pensamiento. De ahí que jamás tuvo una palabra de piedad ante el Holocausto.
No se trata de un error, ni que fue un mal político. Se trata
de algo orgánico a su filosofía. Su única epopeya que reconoce es la del ser,
no la de la acción. Y lo es porque al hacer depender el sentido de lo ontológico, el ser, lo fáctico y necesario, hacía
imposible la moral y la ética.
Pero la verdad es que el Ser se mide a
partir del sentido y no a la inversa. Su monstruosa filosofía no proviene del
énfasis que otorga a la ontología sino de su nulo interés por la filosofía
práctica. Al poner la temática de la filosofia en el Ser y no en el conocimiento
es indudablemente un giro, sin embargo su recuperación de lo ontológico está sesgada
de ceguera ética.
Marx a su modo ya había destacado la
importancia de la praxis como aquella dimensión donde adviene la verdad del
ser. La acción sería una forma de manifestación del ser donde hay que
desalinear el mundo inacabado. Y Bloch, haciendo una extraña mezcla entre ética
y ontología, había enfatizado la dimensión del tiempo como esperanza y utopía,
donde el hombre es un ser inacabado que mediante la praxis se realiza en la
cultura.
En cambio en Heidegger predomina una atmósfera
donde la praxis debe estar el servicio del pastoreo del ser. El hombre olvida
el ser para consagrarse al dominio de los entes, de lo cósico, pero en su
intento de convertir al hombre en el pasivo pastor del ser se deja de lado la
dimensión ética. El único valor predominante será el ser.
La filosofia de Heidegger se encuentra anclada en la
ontología de lo concreto, agota el sentido del dasein en la finitud. De este
modo el sentido se mide por el ser. Por ello, se hace imposible derivar una
ética de su pensamiento. A eso se debe que nunca tuvo una palabra de
arrepentimiento ante el holocausto nazi.
En Heidegger el ser es un abismo sin fondo. El ser es
tarea para captarse o malograrse. Por ello representa la racionalidad de la
inquietud. Pero el ser de los griegos, desde Parménides y Platón, representa la
racionalidad de la quietud. Sin embargo, para Aristóteles Dios es el único
teólogo. En cambio en la Edad Media se admite el ideal de la ciencia divina,
donde lo ético es una capa que recubre la capa ontológica. O sea se piensa a
Dios no a partir de lo ontológico sino de lo ético.
Por el contrario, más rico y profundo se muestra la
filosofía práctica de Kant. Ya en la Dialéctica trascendenal de la
"Crítica de la razón pura" hace su gran aportación
de que el sentido puede tener un significado sin referirse al ser. El ideal
trascendental nunca dado apela a toda la realidad superando lo concreto
constituído por las categorías. De ese modo, la Razón posee ideas que van más
allá del ser.
En ese sentido su
filosofía práctica es mucho más profunda que su filosofia teórica. Pues el ser
se determina a partir del sentido. O sea, en el plano práctico la finitud
humana es puesta en duda. En ese plano el hombre es completamente independiente
del ser y es capaz de determinarlo. Asi, en Kant la libertad, Dios y la
inmortalidad son postulados prácticos de la Razón para lograr la armonía entre
virtud y felicidad. Son significados que no ser reducen al ser ni a lo
concreto.
Por ende, mientras que la
reducción heideggeriana expresa la pobreza ética y metafísica de la razón
secularizada moderna, la filosofía práctica kantiana es expresión de la extrema
tensión metafísica de la razón ilustrada.
El reduccionismo ontológico
heideggeriano no es obligatorio y cabe reconocer que la Razón práctica tiene
dimensiones que no provienen del ser. Por eso que no tiene sentido separar
esquizofrenicamente al pensador del político. Fue un nazi orgánico que conservó
su carné nacionalsocialista hasta el final.
Su dasein tiene una dimensión
comunitaria, la autenticidad del dasein es individualismo en la inmanencia,
jamás personalismo en la trascendencia. El dasein tiene un grave vicio, el cual
es que se convierte pasivamente en el pastor del ser. Nada mas contrario a la
naturaleza activa y creadora de la personalidad humana. El dasein es la
reacción de la mentalidad rural aturdida por el vertiginoso avance de la
mentalidad urbana capitalista. Encarna la protesta de la burguesía campesina
contra la gran burguesía citadina.
El dasein es una regresión
antirrevolucionaria encubierta y justificada con lenguaje ontológico. No
olvidemos el rechazo heideggeriano de los valores, basado en el hecho de que
admite tan sólo un valor, el del ser. Su nazismo está al alcance de la mano.
Asi como Husserl sucumbe al empirismo,
no se arriegó más allá de la conciencia, y no superando a Kant sigue a Hume,
porque con su filosofía de la esencia no supo derribar el subjetivismo y se
quedó con el yo puro inmanente, equivalente al Nirvana de los ascetas indios;
de modo parecido, Heidegger en su afán de conocer sin conceptos, objetividad y
representación, sucumbe en la mística poético-estética, retrocede al
neoplatonismo, y no superando la metafísica voluntarista de la metafísica
alemana se queda con un ser como fundamento inmanente que está incluso previo a
los dioses.
Uno de los grandes aportes de Heidegger es haber señalado que
la filosofia occidental interpretó el ser ontoteológicamente como Dios,
entendido como fundamento de los entes. Además afirmó que nuestra época
dominada por la ciencia y la técnica será el fin del pensamiento ontoteológico
para que advenga el pensamiento del ser. Su acertado diagnóstico da pie para
discrepar en el pronóstico.
Primero, el filosofar mitocrático de fines del paleolítico y comienzos de neolítico es el primer peldaño del pensar ontoteológico,
y el filosofar numinocrático prehistórico no está afectado por la ontoteología.
En segundo lugar, Heidegger no advierte que la raíz del error del pensar
ontetoteológico es haber tomado a Dios como el ser, cuando Dios no nos remite
al ser sino a algo previo, al Bien Supremo, a la ética originaria. Dios no es
el ser ni la nada, es el Bien Absoluto, el acto de una Persona ética previa al
mundo, a la metafisica y a lo ontológico.
Si Dios no es el ser sino el Bien
o el ser increado, entonces la Nada mantiene su primacía sobre el ser finito.
Pero ello no es excusa para rechazar a la trascendencia divina, que no es el
ser creado sino el Bien Supremo. O sea no basta pensar la Nada absoluta antes
de la Creación, sino que hay que pensar a Dios mismo como Bien soberano antes
de la nada y de la creación del ser. El Oriente budista piensa la Nada absoluta
antes de la Creación. El Oriente hinduísta piensa el Ser absoluto sin la Nada
absoluta. Occidente piensa el Ser absoluto o Bien soberano sin la nada absoluta
pero con Creación personal a partir de la nada. El hombre es algo distinto al
ser y su ser se resuelve, como enfatiza Sócrates y Platón, en la idea del Bien,
en la moral y en la virtud. ¿No es acaso más sensato que al hombre le interese
más la moral que la ontología, el Bien que el ser? El hombre es la criatura
metafísica cuyo ser se resuelve en la moral.
Sobre la afirmación superlativa que sostiene
que Heidegger es el mejor filósofo del siglo XX, pienso que sólo una
civilización profundamente enferma, tanática y decadente, pudo conceder tal
honor a un pensador que proclama que el hombre es un “ser para la muerte”, en
el “pastor del ser”, olvidando y dejando de lado que en el hombre hay
dimensiones más decisivas que la muerte, como es el Amor. Y sin Amor la propia verdad resulta
insoportable. Es decir, no hay verdad porque interpreto sino que interpreto porque hay verdad, y hay verdad
porque tengo caridad en el corazón.
21 de
diciembre 2019