EL APORTE DE JESUS A LA EDUCACIÓN
PRÓLOGO
Gustavo
Flores Quelopana
Ex-Presidente
de la Sociedad Peruana de Filosofia
Juan Carlos Asmat Zavaleta
acaba de publicar “El aporte de Jesús a la educación”. Lo primero que hay que
advertir es el momento histórico en que aparece este libro. Nuestro tiempo no
es un momento cualquiera. Hay quienes piensan que vivimos un cambio de época. Pero
lo mas seguro es que vivimos el final de una época. El cambio de época ya lo
vivimos en la década de
los años ochenta del siglo veinte con la caida de
la URSS y el auge del neoliberalismo global.
En cambio hoy, en la segunda década del siglo veintiuno, vivimos el derrumbe del capitalismo neoliberal global, una agudización de la ley de
la lucha interimperialista, una primera potencia mundial que no pierde su hegemonía pero no domina,
emerge un mundo apolar. Y todo ello aunado a
un antropocenio destructivo. El ecocidio de esta civilización
cibernética es galopante y al parecer
indetenible. El choque de civilizaciones parece inminente. Y el reloj del Apocalipsis nuclear se hace más breve.
La sensación general es estar viviendo el
Final de los tiempos.
Es en este contexto en que se
escribe el presente libro. Como si fuera una tabla de salvación
y un campanazo de advertencia. Juan Carlos
Asmat Zavaleta, su autor, es un filósofo. Pero es un filósofo cristiano que está conectado con los problemas más álgidos de su época y de su
país. Y entre los más urgentes está la falta de valores. De
ahí que enfatice EL APORTE DE JESÚS A LA EDUCACIÓN. Lo cual es
indudable.
“El que esté libre de pecado
que lance la primera piedra” dice Jesucristo. Y así el Hijo
de Dios detiene la mano injuriosa del hombre pecador. Es el amor al
prójimo la base de su modelo educativo. Lo cual tiene una honda resonancia metafísica porque tiene que ver con lo que Dios Padre, Uno y Trino es, saber, el Bien Supremo. O sea lo ético es una instancia superior que
está por encima de lo ontológico. Lo ético es lo que determina el ser.
En las palabras del Redentor, que salvan a
Maria Magdalena de la lapidación, está la verdad
superior que Dios está por encima del
ser, el Bien determina lo ontológico y por ello
tiene sentido para el hombre
el arrepenimiento, la misericordia y la caridad. Vete y no peques más, le dice a Magdalena. Lo ético está por encima de lo ontológico. Y es así
porque Dios mismo no es el ser, está más allá del
ser, es el Bien absoluto.
Cierto, el Bien absoluto es el ser absoluto, pero en la naturaleza metafísica intratrinitaria de Dios, la Inteligencia prima
sobre su Voluntad y su Caridad. Es la Inteligencia de una
Persona divina que armoniza su acción y su amor. Esa fue la comprensión de la
sintesis del tomismo. El
desequilibrio voluntarista vino después con el nominalismo de Duns Escoto y Guillermo de Occam.
Por tanto, la educación que señala Cristo se deriva de una ética del amor al
prójimo basada en la comprensión de Dios como Bien Supremo. Todas sus perícopas y parábolas apuntan hacie ello. No tendrian sentido sin esa verdad simple pero profunda.
Los griegos carecieron de un dios providente, misericordioso, Creador y onmipotente. Por ello su
educación, su paideia es ascensional, individualista y elitista. En cambio, el
Dios cristiano viene al hombre, desciende hacia nosotros, al pobre, ignorante y pecador. El
Dios cristiano es humilde y muere humillado por los que vino a
salvar.
En cambio, la mentalidad de la
modernidad es todo lo inverso. Es Voluntad de poder. Es
Nietzsche, Marx y Milton Friedman. La
modernidad es la secularización del sentimiento, la acción y el cerebro. Vivimos en la inmanencia
pura. La trascendencia ha sido abolida en este mundo descreído y sin Dios.
El Reino del pequeño diosecillo llamado hombre moderno ha
triunfado. Pero al mismo tiempo ese triunfo nos ha llevado hacia la destrucción de la naturaleza y del
mismo hombre. El Superhombre de la civilización tecnologica ha
crecido espantosamente en ciencia y tecnología pero ha decrecido en lo ético.
Vivimos en el caos moral. La inmoralidad campea
impunemente. Es moneda corriente. De ahí la
importancia de este libro que nos recuerda que lo ético está sobre lo ontológico. Pero en el capitalismo el ser se
edifica sobre el tener y no sobre el Bien. Por esto esta civilización está colapsando.
Debido a ello, Juan Carlos Asmat Zavaleta se asemeja a
Juan el Bautista predicando en el
desierto. Pero su esfuerzo es meritorio y encomiable.
Y lo es porque cuando sucumba la presente civilización, no
vendrá de frente una nueva cultura sino una nueva
barbarie. Y allí se verá lo valioso de haber predicado en el desierto. Porque serán esas almas éticas las portadoras de la futura cultura a fructificar.
Lima 01 de Febrero del 2020