miércoles, 20 de octubre de 2021

LEGADO PARADÓJICO CARTESIANO

 LEGADO PARADÓJICO CARTESIANO

Gustavo Flores Quelopana



El Discurso del Método (1637-40 años) es la obra que inaugura el giro epistemológico de la modernidad. Se pone el Yo como cimiento del saber, lo que equivale a subrayar la importancia central de la subjetividad y del idealismo filosófico. Las Meditaciones Metafísicas (1641) hace de Dios el fundamento del Yo -así elude el solipsismo- y establece la distinción entre el alma y el cuerpo. Pero ello no significa que pasa del antropologismo al teocentrismo, porque -como bien lo señaló Pascal- es la Razón la que da confianza en la fe. El efecto destructor de este argumento es que separó a la filosofía de la teología. No es que la existencia de Dios dependa de nuestra idea innata. Al contrario, Descartes hace de Dios el fundamento de la res cogitans y de la res extensa. El efecto paradójico de todo este giro epistemológico es que el sujeto moderno conoce mejor el mundo, pero se volvió un enigma para sí mismo. El hombre prometeico de la modernidad conquistó el mundo pero extravió su mismidad. Al ir en busca de la certeza el hombre moderno quedó sin certezas para su propia existencia.

LEGADO DE ROUSSEAU

 LEGADO DE ROUSSEAU

Gustavo Flores Quelopana



Rousseau era desconcertante. En vez de defender y elogiar a las ciencias y las artes sostuvo que éstas habían pervertido las costumbres originarias del hombre. Voltaire es el responsable de caricaturizar a Rousseau afirmando que al leer el segundo Discurso le daban ganas de gatear y ponerse en cuatro patas. En realidad, el estado de naturaleza era un recurso metodológico del ginebrino. Tampoco abominaba la civilización y la cultura, porque consideró que sólo en sociedad nos volvemos ciudadanos y seres morales. Los dos primeros Discursos y la Nueva Eloísa defendiendo el estado de naturaleza es sólo hilo conductor a El Contrato Social, al Emilio y al Vicario Saboyano. No busca retrocedernos a la prehistoria, sino busca una nueva conciliación entre moral y política. El corazón humano es bueno por naturaleza y la razón debe saber escucharla. La política hace al hombre y hay que saber hacerlo con el corazón, que contiene una sabiduría más profunda que las mismas leyes. Por eso opone al giro epistémico cartesiano -pienso, luego existo- el giro sentimental -siento, luego existo- . No es moral, bueno, civilizado ni humano, que exista la opulencia ni la miseria. Las grandes fortunas deben ser gravadas y la clase media fortalecida. Por eso Rousseau es actual, porque hay que sacar a la política de las garras de la corrupción. No hay que ser apolítico, hay que hacer política. Las luces de la razón han sido insuficientes. El neoliberalismo que exacerba el capitalismo salvaje y el feroz individualismo ha destruido la elemental empatía. Pero sin empatía se destruye el tejido social. Por eso la política no es cálculo, sino velar por el bien común haciendo que la razón oiga al corazón. Fue un pensador paradójico y contradictorio. Elogiaba la amistad y pensó la política pero renunció a sinecuras, se describió como un paseante solitario y se volvió un misántropo.