APUNTE SOBRE KANT
Gustavo Flores Quelopana
Ciertamente que Kant nunca abandonó el realismo para entregarse en brazos del idealismo especulativo tipo Fichte. Así, incluso en las notas del Opus Postumum acentúa la autoposición del sujeto, pero sin renunciar a la cosa en sí. Sustituye la metafísica dogmática por una metafísica trascendental que le pone una barrera infranqueable a la metafísica de lo trascendente.
Pero también es cierto que terminó subordinando el Ser al Pensar. Y con ello consolidó la vía subjetivista e inmanentista del pensamiento moderno. Por lo cual el criticismo oscila entre el realismo y el idealismo de la subjetividad. Situación que se constituyó en el disparador del idealismo especulativo de Fichte, Schelling y Hegel. No menos importante fue la recepción kantiana de Schopenhauer en el marco de una metafísica voluntarista. Hasta que llegó el neokantismo para repudiar lo que consideraba distorsión del criticismo y centrarse en su teoría del conocimiento. Pero con Heidegger el criticismo tuvo una asunción metafísica dentro de la existencia finita humana. Lo que faltaba era una recepción realista del criticismo -aunque Maréchal lo intenta dentro del espíritu realista del neotomismo-, y eso es lo que aquí apuntamos.
En buena cuenta, el criticismo depende de la existencia de lo trascendental o de la Razón Pura, es decir, de los juicios sintéticos a priori que explicarían la necesidad y universalidad tanto en el conocimiento objetivo del mundo, como del imperativo categórico del mundo moral.
Pero bien puede ser que, en vez de construir se trate de captar la estructura objetiva inteligible del ser. Con ello se superaría la subordinación del Ser al Pensar, se abre el camino hacia un realismo consecuente y se superaría la descalificación de la metafísica de lo trascendente.
Incluso, y bien visto, no hay incompatibilidad entre admitir la existencia trascendental de la Razón pura y la existencia trascendente de la cosa en sí o mundo externo, si en vez de asumir la función ordenadora interna del conocer como una construcción del ser, más bien lo que hay es una captación de la estructura objetiva inteligible del ser. O sea, la ordenación interna de la razón pura sirve para la captación de la inteligibilidad del ser. Así lo trascendental y lo trascendente no tienen que ser incompatibles, ni la Razón Pura tiene que llevar obligatoriamente hacia la subordinación del ser al pensar.
Esta interpretación realista de la Razón Pura lleva de igual forma hacia la asunción de lo metaempírico y lo suprasensible no como meras ideas regulativas de la razón, sino como captación de la inteligibilidad del ser. En otras palabras, hay ideas de razón que no son de carácter constructivo ni regulativo, sino captativo de la estructura objetiva del ser. Y en ese caso el hombre no sólo contaría con intuición sensible, sino también con intuición intelectual, no en el sentido de totum simul pero sí como captación del objeto necesario y universal (alma, mundo como totalidad, Dios) en la estructura objetiva inteligible del ser.
En otras palabras, la estructura trascendental de la Razón pura puede muy bien tener función captadora del orden ontológico sobre la base de una función ordenadora de la experiencia cognoscitiva y moral. Obviamente que esto ya no es Kant, sino una superación del sesgo subjetivo e inmanentista del kantismo, de tan honda huella en el pensamiento moderno con el rechazo de la metafísica.