miércoles, 16 de agosto de 2023

DEMONIOS Y NO ALIENÍGENAS

                                       DEMONIOS Y NO ALIENÍGENAS

 


Cuando en una reunión abierta al público Monseñor Corrado Balducci dijo ante el ufólogo mexicano Jaime Maussan que los extraterrestres no eran ángeles ni demonios, sino alienígenas hijos de Dios, cometió un exceso de tal ligereza y magnitud que otros sacerdotes tuvieron que salir al frente para demostrar lo contrario. Uno de ellos fue el Padre Ángel Peña O.A.R. en su libro Extraterrestres, el gran engaño diabólico (2020).

Tras una meticulosa exposición llega a la conclusión de que el gran engaño diabólico es hacer creer a la humanidad de que existen los extraterrestres y que deben ser adorados como dioses. Por ello, hablan de Jesús como un alienígena, de Dios como una energía cósmica, sustituyen la redención por la reencarnación, no mencionan el Cielo, el Purgatorio, ni el Infierno, mientan a la Virgen como la que fue hibridada por un extraterrestre, y huyen al escuchar los nombres sagrados. De modo que su estudio llega a la conclusión de que la ufología es una rama de la demonología.

Antes de entrar al análisis de los argumentos del P. Peña es necesario enfrentarse a la idea muy difundida en nuestra era sin Dios, de ateísmo práctico, nihilista y escéptica de que el diablo no existe. La cultura actual subestima la existencia del demonio, considerándolo como una ilusión de épocas primitivas que atribuyen a agentes distintos de los del orden natural como causa de los fenómenos que acaecen a nuestro alrededor. Esta postura racionalista y naturalista facilita la labor del maligno. Pero los sujetos demonopáticos presentan una serie de fenómenos paranormales cuya objetividad ya está fuera de duda. A partir de estos casos se constata que es vano ilusionarse de que la ciencia pueda explicarlo todo y de que es posible reducir todo mal a causas naturales. Los libros de los exorcistas más reconocidos testimonio que existe el mal demoniaco, el cual es refractario a cualquier fármaco común, y que sólo desaparece con el socorro religioso. Esto lo testimonian las experiencias de los más reputados exorcistas actuales, me refiero a Monseñor Balducci, Monseñor Milingo y el Padre Amorth.[2] Ahora se entiende que el Evangelio subraye la importancia de expulsar a los demonios, poder extraordinario que mostró Jesús, que dio a sus discípulos, y que Dios dotó a la Iglesia de poderes sacramentales para proceder la expulsión de los demonios. Lo que nos recuerda que las religiones paganas y antiguas estaban infestadas por Satanás, llenas de sacrificios humanos, superstición, magia, brujería, y hechicería. Aquí vale la pena recalcar lo que más subrayan cado uno de ellos.

Monseñor Milingo sostiene que en este mundo de hoy donde se ha perdido el sentido del pecado hay que abandonarse a la Providencia. El diablo es real, mentiroso, cree en Dios, pero sólo desea la destrucción del hombre. Contra Satanás basta con predicar a Cristo, cumplir con sus mandamientos, invocar os espíritus custodios, y creer en el poder curativo del Señor.

El Padre Amorth, por su parte, considera que es urgente recuperar la orden menor exorcística, reprocha el desinterés e incredulidad sobre el exorcismo a pesar que hay una gran demanda de exorcistas, el exorcismo es un sacramental, debe ser un ministerio permanente, la Iglesia no puede abdicar de esta específica misión, los obispos están incurriendo en delito de omisión, la expulsión de los demonios se especifica en el evangelio de Marcos, y es una pastoral por reconstituir. Aconseja distinguir entre lo sobrenatural, paranormal y preternatural o diabólico. Lo principal en el diagnóstico es la aversión a los objetos sagrados, el mal no se modifica con medicinas de la ciencia, ni la psiquiatría puede explicar que hablen en lenguas desconocidas, se hagan movimientos corporales antinaturales, puedan materializar clavos, tornillos, tijeras y batracios expulsándolos por la boca.

El mayor obstáculo para la cura es la vida de pecado y el ateísmo práctico. En estos tiempos de disolución moral el demonio se encuentra activísimo sobre personas, comunidades y países. Si no se cree en el diablo no se cree en el Evangelio, si se elimina la existencia del demonio anulamos la redención. La cristología de los santos padres y los documentos eclesiales lo ratifican. Pero no hay que olvidar que el demonio ya fue derrotado por Cristo y María Santísima, los ángeles y los santos.

Por último, el demonólogo Balducci sentencia que el diablo existe, puede ser reconocido, y, a pesar de que su ataque continúa, ya fue vencido por Cristo. Lo cual ni la psiquiatría ni la parapsicología lo puede negar. No olvidemos que fue Balducci el que descartó -a nuestro parecer equivocadamente- que los extraterrestres estén relacionados con la actividad ordinaria del demonio.

Pero lo explicitado basta como demostración de que la pastoral exorcística demuestra la existencia real y objetiva del demonio, el gran engañador y mentiroso. Lo que nos permite establecer que cuando el Padre Peña habla de los extraterrestres como el gran engaño diabólico, está hablando de algo real y no mera fantasía de la mente humana. Repitamos que su tesis central es que los extraterrestres son el engaño del diablo para hacer creer que existen y que deben ser adorados como dioses.

Además, hace reparar en un detalle nada intrascendente y que concierne a su naturaleza ontológica, a saber, que fuera de Dios sólo los ángeles son espíritus, los cuales no se rigen por las leyes de la materia. Y si los ovnis violan las leyes de la materia, entonces no son materiales, sino espíritus. Pero si son espíritus no son Dios, ni ángeles de Dios, porque su mensaje no se corresponde con él. En consecuencia, son ángeles caídos, o sea son demonios. Es decir, la primera conclusión es que se trata de seres inmateriales, o sea, espíritus, no sujetos a las leyes de la materia. Pero, como veremos más adelante, se trata de ángeles caídos por su modus operandi -secuestro, violación, mensaje reencarnacionista, mal olor, entre otros-.

A propósito de que no se rigen por las leyes de la materia, esto nos recuerda unas declaraciones sobre los ovnis dadas por el físico de cuerdas Michio Kaku. Refería que el movimiento inusitado observado en los ovnis no se sujetaba a las leyes de la física conocida, y, por tanto, se trataría de una civilización tecnológicamente muy avanzada cuyo dominio de las leyes de la naturaleza le permite superarlas. Es evidente que aquí el famoso físico no está hablando como científico, sino como especulador de la ciencia ficción. Su razonamiento ha sucumbido en esta oportunidad a décadas de bombardeo constante de la ciencia ficción en la literatura, radio, televisión, cine, y demás, venciendo a su razonamiento científico. No en vano Kaku ha publicado un libro de ciencia ficción llamado Física de lo imposible, donde habla de que podremos ser invisibles, viajar en el tiempo y teletransportarnos. Ya no sabemos si estamos leyendo a un hombre de ciencia o si estamos viendo el anime Futurama. Y no contento con ello publicó luego otra obra futurista, El Futuro de la Humanidad, donde se despacha sobre la colonización de marte, los viajes interestelares, la inmortalidad, y nuestro destino más allá de la Tierra. Otra vez nos rememora la serie televisa Viaje a las estrellas. Es decir, su entusiasmo por la ciencia ficción aumentó tanto que no sabemos si recorremos páginas sobre ciencia o un guión de cine ficción. La ventaja que muestra en sus obras es que domina la física fundamental, dándole a sus especulaciones un viso de verosimilitud. No obstante, esta tentación de mezclar ciencia y ficción inunda cada vez a los hombres de ciencia, no se resisten a la tentación, y en el camino sólo muestran una estrecha óptica cientificista que ve el futuro edificado por el supuesto pensamiento científico. Sucede lo mismo con los que arrastrados por el entusiasmo galáctico ya elaboran políticas para entenderse con los extraterrestres. A esto, un autor como Alfred Webre le llama en su libro, Exopolítica.

Lo que observamos en estos autores es una compartimentalización del saber que le impide asumir una mirada total del problema, y, en su caso, combinan la visión científica con la ficcional. El caso de Kaku es el más llamativo. Es un científico, opina como científico, piensa como científico, pero sueña como literato de ficción. No toma en cuenta la variable teológica, filosófica, psicológica ni geopolítica. Ello lo conduce a un estrechamiento de miras ostensible y clamoroso. Si los ovnis violan las leyes de la física, entonces pertenecen a una supercivilización avanzada. En ningún momento piensa en la posibilidad de que no son materiales, que sean entes espirituales. Y es que su cientificismo le ocluyó la perspectiva espiritual.

Y es que la mentalidad naturalista, racionalista y materialista que predomina en el mundo moderno de hoy, lleva a priorizar las conclusiones unidimensionales, sin amplitud de miras, ni profundidad en sus consideraciones teóricas. A este tipo de razonamiento pseudoempírico y ficcional pertenece la hipótesis de la civilización galáctica avanzada.

En nuestra opinión la apreciación del P. Peña es la correcta. No sólo porque toma en cuenta la variable teológica-espiritual, y la existencia de otros estratos ontológicos-filosóficos, sino porque la existencia de espíritus inmateriales se confirma en la práctica exorcística y la enseñanza evangélica. Su razonamiento es límpido y se condice con el comportamiento del fenómeno observado.

En cambio, la interpretación de Kaku nos conduce a una serie de dificultades científicas y que sólo son admisibles en la ciencia ficción. Una de las principales objeciones a su planteamiento es por qué tendría que haber otras leyes en el Universo si éste siempre es el mismo, o sea material y energético, en todas partes. Su interpretación se inscribe casi automáticamente y sin sentido crítico en la existencia de seres alienígenas. Pero, por qué tendríamos que creer que éstos existen, acaso el fenómeno ovni es suficiente evidencia de su existencia. Y como no lo es, las ideas vertidas por Kaku son mera y pura especulación.

Por lo demás, para que el Universo cumpla su destino no es necesario que esté lleno de vida por todos lados. Basta que exista en un solo planeta, donde haya vida inteligente. Pero ahora el entusiasmo de los ufólogos convencidos en la existencia en los aliens ha llegado al paroxismo histérico con la astrobiología y la exoplanetología. La astrobiología es una rama de biología y la astronomía que estudia el origen, evolución, distribución y futuro de la vida en el universo, siendo uno de sus temas si existe vida más allá de la Tierra. Al entusiasmo por encontrar vida en el cosmos se une la Exoplanetología, como ciencia que estudia planetas alrededor de otras estrellas, siendo uno de sus temas favoritos la búsqueda de planetas similares a la Tierra. No obstante, hasta ahora los exoplanetas confirmados con mayor índice de similitud con la Tierra son solamente dos: Kepler-296e (93 %) y Kepler-395c (91 %). Y no es nada seguro. Lo cierto hasta ahora es que la vida aparece en el universo cuando están presentes unas condiciones físicas y químicas adecuadas. La vida es un fenómeno del Universo maduro, por eso no puede aparecer en cualquier momento, ni en cualquier parte. Y lo comprobado es que la vida se dio hace 4,500 millones de años y no antes. Es decir, el Universo tienen 13,770 millones de años, pero tuvo que pasar un largo tiempo para que estuviese listo para producir vida.

Pero junto a las condiciones físicas y químicas hay que tomar en cuenta las condiciones astronómicas para que la vida sea posible (por ejemplo, cese de bombardeo meteórico, inclinación de eje planetario, periodo de rotación, distancia al sol, las órbitas circulares, la capa atmosférica, el escudo magnético, un satélite como nuestra Luna que estabilice la rotación planetaria, cause mareas, corrientes marinas, produciendo estaciones, y un planeta protector como Júpiter). A todas estas condiciones que promueven la aparición de la vida y reúne nuestro planeta Tierra se ha llamado la zona “ricitos de oro”. Cosa que no se ve en los exoplanetas hallados, los cuales son muy masivos y cercanos al sol. O sea, no reúnen las condiciones para la vida. Además, puedan que no sean planetas, sino enanas marrones o café.

Pero en caso de que hubiera otros seres inteligentes en el universo, nuestro encuentro con ellos se hace tan difícil por las considerables distancias cósmicas. El astrofísico y matemático mexicano Armando Arellano[3] añade que el contacto es imposible por la contracción del tiempo, el corto tiempo de vida de una civilización tecnológica, el costo demasiado alto del gasto de energía, el peligro del exceso de velocidad -no se puede exceder la velocidad de la luz-, y la velocidad de viaje excesivos. Por todo ello, simplemente no vale la pena. Pero la búsqueda de formas alternativas de comunicación con extraterrestres continúa. A pesar que en su momento se levantaron voces connotadas en su contra, como la de Stephen Hawking, considerando peligroso y aventurado semejante búsqueda. El escepticismo de la comunidad científica no es impedimento para que incurra en apatía, pero hasta ahora no se detecta ninguna señal. Simplemente no hay evidencias de vida inteligente fuera de la Tierra. Puede ser que las civilizaciones sean fenómenos transitorios en el Universo. En todo caso hay que liberarse de la credulidad irracional que exhiben los gurús del platillismo[4] y supuestos contactados que se lanzan a hablar de razas alienígenas y civilizaciones extraterrestres.

Sin embargo, el destacado astrofísico Avi Loeb abandonando el cauto escepticismo científico optó por la audacia para afirmar del objeto interestelar Oumuamua, que pasó cerca de nosotros en octubre del 2017, que no se trataba ni de un cometa, ni de un asteroide, sino de la primera evidencia de tecnología extraterrestre.[5] Su afirmación se sostenía sobre la forma y comportamiento que difería del resto de asteroides y cometas observados. Lo que encendió el debate científico. Loeb admite que está especulando porque no tiene pruebas ni evidencias confirmatorias, por lo que presenta su idea como una simple hipótesis de trabajo. Los científicos, como Seligman y Laughlin, le han respondido que Oumuamua en vez de ser una vela solar artificial con aceleración gravitacional, sería el primer iceberg espacial de hidrógeno.

Y en verdad, Loeb no se interroga qué sentido tendría enviar una sonda solar por el espacio esperando un largo tiempo para su retorno, si es que retorna. Incluso, si se trata de basura espacial de otra civilización habría que preguntarse qué es lo que utilizaría esa supuesta civilización ET para sus viajes. Por ello, lo más plausible resulta ser la explicación natural del objeto, y el entusiasmo de Loeb por el argumento de la humildad cósmica no es sostén para afirmar que existen los extraterrestres. Otra inconsistencia suya es que por ningún lugar de su libro menciona a los ovnis. Es como si sintiera vergüenza de mencionarlos. Pero el paso hacia la especulación ya está dado, y en ella el desatacado astrofísico abandona la cautela científica. Simplemente Loeb es presa de un súbito entusiasmo por la vida inteligente en el espacio sin prueba alguna.

Pero como el llamado por la seriedad científica no muere en él Loeb en junio del 2023 se lanzó a una travesía por el océano Pacífico en busca del primer objeto interestelar jamás detectado. Es decir, buscaba evidencia confirmatoria de que han caído en la Tierra restos de tecnología extraterrestre. Y qué fue lo que encontró en el fondo del mar, simples esférulas magnéticas de hierro del meteorito IM1 más duro que los demás, pero Loeb y su equipo insiste en su probable origen artificial. En el mejor de los casos se tendrá una mejor comprensión de la composición de los meteoritos interestelares. Mientras tanto prosigue su búsqueda de un artilugio extraterrestre.[6]

El revuelo sobre la posible existencia de los ovnis, rebautizados en sus siglas en inglés como FANI, estuvo a cargo del propio gobierno americano que en un informe de nueve páginas, del 25 de junio del 2021, brindaba explicaciones a través del Pentágono sobre los 144 casos presentados. Su conclusión fue que se tratan de: (1) desórdenes en el aire, (2) fenómenos atmosféricos naturales, (3) programas de desarrollo industrial -léase drones y armas secretas, y tecnología aérea furtiva-, (4) sistemas de adversarios extranjeros -China o Rusia-, y (5) Otros no especificados. En este último acápite (5) los entusiastas de los ET hablaron de seres extraterrestres y visitantes del tiempo. Pero el Pentágono lo negó reiteradamente, como en otras oportunidades. No obstante, cuando en el mes de junio del 2023 el exagente de inteligencia David Grusch declaraba en un informe que el gobierno americano, sus aliados y contratistas de defensa llevan décadas recuperando objetos extraterrestres de origen no humano.[7] Para Loeb se trataría de basura espacial interestelar de origen tecnológico extraterrestre que dejó de funcionar antes de impactar contra la Tierra. Un mes más tarde, la posterior negativa del Pentágono de revelar todos los archivos prometidos sobre ovnis, bajo el argumento de seguridad nacional, encendió la sospecha de que el gobierno ocultaba tecnología ET.

El caso es que nadie se puso a pensar en lo sospechoso del testimonio de un exagente de inteligencia diciendo prácticamente que los ET existen. Justo lo que el gobierno necesitaba para seguir encubriendo los programas secretos y presupuestos negros. Todo indica que lo más sensato es pensar que el mito de los extraterrestres sigue sirviendo de excelente coartada para proseguir intensificando el programa de armamento secreto.

Elon Musk ha sostenido que su experiencia en SpaceX le permite decir que no hay evidencia sobre la existencia de extraterrestres. A los que Loeb le respondió que Musk no sabe de lo que habla. Sin embargo, cuando el Pentágono reveló videos de ovnis, llamados Tic Tac por su forma de caramelos, filmados por pilotos militares y cuando la NASA reconoce que existen, aunque no puede decir qué son. Justamente sobre los movimientos de esos objetos opinaba Michio Kaku. Y a esos mismos nos referimos cuando aludimos que no se tratan de máquinas que violan las leyes de la naturaleza, sino de espíritus malignos engañosos. Precisamente son esas filmaciones las que el Pentágono revela y no las otras que están relacionadas con la seguridad nacional. O sea, da a conocer los objetos sin explicación dentro de la mentalidad naturalista y materialista moderna, como los llamados tic tac, y no difunde lo que se relaciona con armamento y tecnología secreta. Los tics tac son ovnis o fanis que se sumergen a gran velocidad en el agua y vuelan en el aire desarrollado movimientos contra las leyes de la física. Además, aparecen y desaparecen súbitamente. Su comportamiento descrito como inteligente coincide con su interpretación como seres espirituales en vez de materiales. Sencillamente son demonios y no extraterrestres, como veremos con más detalle páginas adelante.

La confusión en el fenómeno entre posibilidad y probabilidad conduce a afirmar que todo lo posible merece existir. Pero no es así, ni es cierto. Existen las alucinaciones, espejismos, y fantasías, pero no son reales. Hay todo un abismo ontológico que separa la posibilidad de la realidad, y no pueden ser confundidos. No todo lo posible es probable, ni todo lo probable es real. Lo posible es potencial y ficcional, lo probable es un suceso contingente que puede darse, y lo real es la actualidad efectivamente dada en el espacio y en el tiempo con individualidad propia. Nosotros en un trabajo anterior[8] ya nos hemos encargado de demostrar in extenso que no todo lo que existe es real. De manera que hablar de otros planetas con vida inteligente y de supercivilizaciones galácticas avanzadas no es más que hablar de posibilidades y no hechos concretos.

Que los ovnis sean espíritus malignos engañosos no es hablar de una posibilidad, sino de una realidad concreta, porque cumplen su propósito embaucador de hacer creer que son máquinas avanzadas extraterrestres que con un nuevo mensaje religioso vienen a salvarnos. No está demás reiterar que los espíritus pueden materializarse adoptando distintas formas.

El razonamiento de lo posible se asocia con la falacia de la vastedad del siguiente modo: Siendo el universo tan vasto, es imposible que no exista vida inteligente en otros lugares del Universo. En el fondo del razonamiento está oculto una interpretación nominalista de la esencia de Dios, la cual pone su voluntad sobre su Sabiduría. Pero aquí hay que recordar que Dios no hace lo que puede, sino lo que debe según su divina inteligencia. La vastedad no justifica suponer que lo posible sea real. En suma, hablar de extraterrestres es hablar de meras posibilidades, de demonios de puras realidades.