Revista peruana de Filosofía dedicada a los temas de metafísica, ontología, antropología filosófica, ética y política con especial énfasis en las categorías de lo anético, mitocrático, hermenéutica remitizante e hiperimperialismo. Contacto: gus_floque@yahoo.com
lunes, 2 de diciembre de 2024
ANIMALISMO: UNA MIRADA CULTUROLÓGICA
ANIMALISMO:
UNA MIRADA CULTUROLÓGICA
Gustavo Flores Quelopana
Pienso que el animalismo no sólo es parte de
la profunda crisis de la Ilustración y una protesta cínica contra ella. El
animalismo no es solamente una burla contra aquella filosofía de la razón, seria,
idealista, absoluta, demasiado estirada en su antropocentrismo, que toma muy
poco en cuenta lo emocional y afectivo, y que ha llegado al extremo de
reemplazar lo malo por lo peor. No, no sólo es eso, sino que es la culminación
de algo que estaba profundamente oculto en la racionalidad burguesa de la
modernidad misma, a saber, la disolución de la esencia humana y todo tipo de
esencias.
Es decir, el animalismo es la consecuencia
natural de una imagen del mundo raigalmente antimetafísica y antiesencialista.
Claro, cuando lo absoluto, lo natural, lo esencial y lo trascendente divino
queda abolido las compuertas del infierno “trans” quedan abiertas de par en
par. Así, el hombre nada tiene de esencialmente humano, todo es cultural, y
puede determinar lo que quiera ser por la voluntad de poder que lo caracteriza.
En la modernidad tardía del occidente neoliberal
se vive no sólo un malestar de la cultura, sino una verdadera neurosis cultural
que altera todo orden de cosas. Y en medio del zarandeo de la decadente civilización
occidental insurge la neurosis del género, donde cada persona se siente con el
derecho de elegir ser lo que quiere ser. En el fondo esta neurosis del género
se inscribe dentro de una psicosis de índole cultural donde lo humano luce
desvencijado, minimizado al nivel de lo animal y lo animal exaltado por encima
de lo humano.
Pongo un ejemplo insólito sobre “lo peor” del
asunto animalista. Y no me voy a referir a sepelios solemnes de animales y todo
tipo de mascotas, con esquela funeraria y todos los ritos concomitantes. No, no
me voy a referir a esas excentricidades de gentes de buen corazón que están
dispuestas a hacer grandes gastos por la muerte de sus animales, pero que no
son capaces de acordarse de millones de niños que mueren al día por hambre en
el mundo. ¡Bah, eso no importa! Después de todo es un humano menos que no estorba
más. Sin dejar de notar que se trata del aumento morboso y pervertido del
sentimiento de caridad hacia los animales y de la disminución alarmante del
mismo hacia la humanidad.
Pues bien, a lo que quería referirme era al
movimiento transespecie. En un templado día de septiembre del 2023 en Alemania
un grupo de personas marcharon para reclamar su derecho de ser reconocidos como
perros. Para el caso los insignes protestantes se manifestaron mediante inteligentes
aullidos y ladridos. ¡No, no! Ninguno se había fugado de un manicomio, en
ningún sanatorio habían sonado las alertas, eran personas sanas y normales, sin
oligofrenias, no eran psicóticos ni discapacitados mentales. Aquí estamos ante
un fenómeno cultural que podemos llamarlo la “banalización de la irracionalidad”
humana. Abiertamente admitieron ser considerados como animales y no como
humanos. Cada vez más personas se identifican como animales y no como humanos
dentro de un movimiento conocido como transespecie y que no excluye y que no excluye
la orientación sexual, o sea el animalismo, el bestialismo y la zoofilia. Y es que en la cultura de la irracionalidad la norma es normalizar lo anormal. Y en esta vesania cultural hay
personas que se casan con aviones, árboles, vacas, etc. Según un estudio el 95
por ciento de las personas trans sufrió violencia o discriminación a su identidad
de género.
En primer lugar, hay que decir que las
personas, a diferencia de las cosas, no tienen género sino sexo, decir lo
contrario es equiparar a las personas con cosas. Cosa muy natural dentro de la
enajenación de la cultura que diluye la esencia humana dentro de la civilización
occidental neoliberal y cosifica al hombre. El hombre sin Dios de nuestra era
arreligiosa, atea, escéptica y nihilista de la civilización occidental moderna
tenía que disolver el humanismo en mero hominismo de la naturaleza. Y en
semejante pantano malsano y maloliente tenían que desarrollarse estas flores
del mal.
¡Dónde se ha visto que los animales puedan
tener la misma dignidad que los humanos!, decía mi abuelita trujillana que
disfrutaba de sacrificar ella misma a las aves de su corral para los cumpleaños
y las navidades. Y eso que ella era toda una doña urbana de solera pequeñoburguesa,
aunque bastante pequeña. La cosa es que nosotros, sus nietos, preferíamos girar
la cabeza y mirar hacia otro lado. Nuestra sensibilidad no era la de su
generación, aunque apenas teníamos mucha consideración hacia las mascotas.
En cambio, ahora, desde los tiempos
postmodernos, cuando el carnaval de la irracionalidad, el irracionalismo y el
antihumanismo se ha acentuado, vemos que han proliferado peluquerías, funerarias,
modas de vestir, hasta tortas y fiestas de cumpleaños para los animales. Hasta
se condenan los insultos animales que usamos: ¡No seas un cerdo!, ¡Hablas como
perro!, ¡Eres un buitre!, etc. Qué es lo que ha pasado, cómo nacen estas
exageraciones ridículas con los animales. La respuesta no es compleja ni
alambicada, sino trágicamente sencilla, a saber, el hombre de la hegemónica
civilización occidental moderna se ha deshumanizado hasta límites
inconcebibles.
Y lo peor de todo es que quiere hacerla valer
para las demás civilizaciones mundiales, me refiero a la china, la ortodoxa
rusa, la islámica y la india. En la India muchos animales se consideran
sagrados y se los venera, pero no dejan de ser animales. En cambio, en Occidente
el animal queda enaltecido sobre lo humano y lo humano denigrado por debajo de
lo animal. Sin duda, no se trata de que aquí algo no anda bien en la tutuma de
los occidentales, sino que el espíritu civilizacional de occidente viró de lo
racional a lo irracional -cosa ya vista y denunciada por Lukács, Adorno y
Horkheimer-, pero viró porque se terminó de desenvolver por completo la esencia
nihilista del espíritu occidental. Efectivamente, el animalismo se corresponde
con el nihilismo del occidental moderno neoliberal. Y si insisto en el término “neoliberal”
es porque encarna en su médula la instrumentalización de la libertad humana como
objeto de consumo y producción.
No obstante, ello es insuficiente para una
completa explicación, porque el neoliberalismo ya no es productivo sino
especulativo, ha convertido el planeta en un casino global. Ahí tenemos a la sociedad
de inversión transnacional BlackRock, como administradora de capital más grande
del mundo. Es decir, el capitalismo imperialista hegemónico ya no se expresa en
capitalismo productivo sino como capitalismo especulativo. Y aquí el hombre se
ha vuelto más prescindible que nunca. El nihilismo ha cobrado nuevas profundidades
infernales, surge el transhumanismo con su sueño de “homo deus” como ciborg
superinteligente y fuerte, pero en el fondo se trata de la capitulación de la
realidad humana, porque el fortalecimiento de la IA -inteligencia artificial-
no redunda en beneficio del hombre sino de la máquina, del Ciber deus que
prescindirá del hombre.
En medio de todo este jolgorio de la irracionalidad
nihilista de la civilización occidental moderna es comprensible que brotara con
fuerza el animalismo. No es casualidad que la primera tesis sobre la que se
asiente el animalismo es concebir al hombre como realidad y continuidad
biológica. Luego le sigue el rechazo del dualismo mente-cuerpo, todo es una continuidad
biológica. De manera que establece una continuidad entre conciencia y cuerpo.
Estas ideas biologistas y materialistas han
sido adoptadas por el movimiento animalista para considerar que los animales no
humanos deben ser considerados con derechos y dignidad y no simplemente como
recursos para el uso humano. A partir de ello rechaza la superioridad de lo
humano, promueve el derecho animal, promueve compasión con los animales, luchar
contra la explotación animal y cuestiona el especismo que posiciona lo humano
sobre lo no humano. Todo esto suena como muy racional y aparentemente no
tendría nada que ver con las fiestas de cumpleaños, los sepelios y demás excentricidades
ya mentadas. Pero no es así, hay una fuerte ligazón entre todo ello. Un
destacado defensor del animalismo es Peter Singer con su obra “Liberación
animal”. En síntesis, lo que sostiene es que no hay razón lógica para tratar a
los animales de modo diferente a los humanos porque ambos pueden sufrir. Lo que
supone dar por sentado que ambos sufren de forma igual.
Lo que vemos aquí es que la razón moderna occidental
cayó en el juego sublevante de la razón subjetiva y el sentimiento, y con ello
puso de cabeza el racionalismo, empirismo, la objetividad científica, los
derechos humanos y el primer secularismo. ¿Pero se ha traicionado totalmente a
la Ilustración dieciochesca? No lo creo, porque se puede ver un segundo
secularismo que extiende la separación entre Iglesia y los animales -incluidos
humanos-. Todo es biológico, todo es animal, no hay Creación ni trascendencia. Todo
ha sido nivelado, el nihilismo ha triunfado. Es el triunfo decadente de la Nada,
de una civilización que menos mal se dirige a su punto omega.