TIPOLOGÍA DEL EXTASIS CHAMÁNICO
Gustavo Flores Quelopana
Past-Presidente Sociedad Internacional Tomás de Aquino
Introito
Mi convicción fundamental estriba en que el chamanismo se encuentra atrapado en la teología física, pero sólo la teología moral corrige a la teología física. Ella conduce al concepto de seres del mundo bajo leyes morales. El fin final de Dios es el hombre bajo leyes morales.
La atención, cada día más numerosa, que brinda el gremio médico peruano a la medicina tradicional es digna de cuidado y de reflexión. Por mi parte, creo que responde a seis motivos principalmente.
Primero, porque culturalmente la sabiduría ancestral en el Perú tiene una manifestación viva y vigorosa. Los chamanes más reputados dicen acudir al “llamado de las huacas”, y campesinos, pastores y residentes no dejan de hacer el pago a la pachamama y a los principales Apus considerados sagrados. Segundo, porque civilizacionalmente la medicina occidental, ya demasiado comercializada y deshumanizada, no deja de experimentar el impacto de su crisis de valores. Tercero, porque el paradigma científico occidental es puesto en cuestión tras el grave calentamiento global que la ubica como de sus causas. Cuarto, porque profesionalmente no deja de ser verdaderamente increíble y causar estupor los numerosos casos de curaciones que se efectúan por la medicina también llamada folclórica. En este sentido, el discurso médico, se inscribe dentro de una estructura más vasta, vale decir, la de nuestra misma civilización occidental racionalista. Quinto, porque económicamente la globalización imperante arrinconó los culturalismos comunitaristas haciéndolos reaccionar en su necesidad de rescate identitario. Y sexto, el paradigma racionalista occidental deja al hombre actual con un vacío espiritual insoportable que lo hace llevar su mirada a manifestaciones iniciáticas ancestrales en una rediviva sed por lo trasmundano.
La atención, cada día más numerosa, que brinda el gremio médico peruano a la medicina tradicional es digna de cuidado y de reflexión. Por mi parte, creo que responde a seis motivos principalmente.
Primero, porque culturalmente la sabiduría ancestral en el Perú tiene una manifestación viva y vigorosa. Los chamanes más reputados dicen acudir al “llamado de las huacas”, y campesinos, pastores y residentes no dejan de hacer el pago a la pachamama y a los principales Apus considerados sagrados. Segundo, porque civilizacionalmente la medicina occidental, ya demasiado comercializada y deshumanizada, no deja de experimentar el impacto de su crisis de valores. Tercero, porque el paradigma científico occidental es puesto en cuestión tras el grave calentamiento global que la ubica como de sus causas. Cuarto, porque profesionalmente no deja de ser verdaderamente increíble y causar estupor los numerosos casos de curaciones que se efectúan por la medicina también llamada folclórica. En este sentido, el discurso médico, se inscribe dentro de una estructura más vasta, vale decir, la de nuestra misma civilización occidental racionalista. Quinto, porque económicamente la globalización imperante arrinconó los culturalismos comunitaristas haciéndolos reaccionar en su necesidad de rescate identitario. Y sexto, el paradigma racionalista occidental deja al hombre actual con un vacío espiritual insoportable que lo hace llevar su mirada a manifestaciones iniciáticas ancestrales en una rediviva sed por lo trasmundano.
Semblanza
Dentro de este contexto, el pasado miércoles 22 de setiembre asistí por segunda vez a la reunión del Comité de Medicina Tradicional Alternativa y Complementaria, que estudia la posibilidad de darle a esta práctica médica un estatus de igualdad, convocado por el amigo médico Hugo Rengifo Cuéllar en el Colegio Médico del Perú y la amiga médica Moraima Montibeller Ardiles, autora de un valioso libro sobre Los alimentos en el mundo andino. La asistencia fue reducida pero fecunda sobretodo por el testimonio brindado por el hijo del reconocido investigador Carlos Milla, quien resultó siendo un experimentado chamán especializado en el uso de la ayahuasca. Lo acompañaba una simpática señorita que al final fue dada a conocer como la “maraquera” o la que maneja la maracas en las sesiones chamánicas. En esta ocasión se trató de un relato exclusivamente oral sin el uso de aquella hoja sagrada. Pero lo contado dejó profundamente impresionado al petit comité al punto de considerar valioso que varios miembros experimentaran, en una sesión especial, los efectos chamánicos de la ayahuasca. El Dr. Palmiro, médico de profunda devoción religiosa y seguidor del hindú Sai Baba, sin dilación inscribió a los voluntarios, entre los cuales estuve yo. La verdad es que lo hice con muchas reservas, pues mi fe católica me previene contra prácticas paganas, pero no me prohíbe acercarme con fines intelectuales, además como filósofo creyente me sentí profundamente intrigado por la naturaleza de los sucesos descritos y la experiencia chamánica.
Objetivo
Lo que aquí me interesa examinar es qué tipo de éxtasis caracteriza al chamanismo. No busco redefinirlo, pues considero que la definición brindada por Mircea Eliade es, por lo pronto, satisfactoria. Pero considero que es necesario precisar la tipología extática del chamanismo para no confundirla con otras formas de éxtasis. Es más, de dicha precisión se desprenderán importantes consideraciones sobre la naturaleza misma del acto chamánico.
Descenso a los infiernos
El trabajo Chamanismo y técnicas arcaicas de éxtasis (1951) del erudito rumano Mircea Eliade (Véase también: Yoga, inmortalidad y libertad, 1954; Mefistófeles y el andrógino, 1962; Iniciaciones místicas, 1975), subraya que lo característico del chamanismo es su manifestación extática: descenso y ascensión a los infiernos y/o cielos, rapto extático que tiene como finalidad el de rescatar el alma del enfermo, conducirla a su meta final y aprender de los seres extramundanos. Este enfoque debe ser complementado con las disquisiciones kantianas sobre el fin final, es decir sus reflexiones teleológicas de la CRÍTICA DEL JUICIO.
Esta descripción de Eliade se me vino a la mente cuando nuestro chamán contaba que había tenido a lo largo de cinco años dos maestros: uno andino y otro amazónico, uno le enseñó el manejo de las semillas de la huillca y el otro el uso de la ayahuasca. Sin embargo, sus sesiones eran presididas por una “Abuela”, un ser extramundano que le hablaba en su mente para indicarle lo que debía hacer con cada paciente. Unas veces se tenía que convertir en felino para acercarse al enfermo y poder hacer “curación” o “sanación”, dos cosas distintas, según el caso. Otras veces simplemente escuchaba que debía soplar o aspirar determinadas zonas del cuerpo para sacar el mal. También podía brindar su asistencia sin que el paciente estuviese físicamente presente, lo que llamó curación astral. La enfermedad era vista en el trance con ayahuasca como un conjunto de energías negativas, que podían adoptar formas horribles, que bloqueaban las positivas y deterioraban la salud. Lo extraordinario del caso es que muchos de sus aliviados contaban con historias médicas en los hospitales del país y la constatación de la curación puede, por tanto, ser objeto de verificación científica. Lo que no tardó en hacer reaccionar al Dr. Hugo Rengifo impugnando a través del efecto placebo, la hipnosis, o la simple alucinación.
Cuando Eliade trata sobre el fenómeno del chamanismo se refiere a culturas norasiáticas principalmente, pero tras definir el chamanismo y su relación con el hecho religioso en los pueblos primitivos constata la extensión del chamanismo por el resto del mundo y los vestigios chamánicas en las religiones históricas. De modo que las manifestaciones chamánicas en la costa mestiza, la sierra andina y selva amazónica del Perú son otras tantas formas de técnicas arcaicas de éxtasis, que persisten a pesar de la colonial extirpación de idolatrías, la evangelización de cuatro siglos y dentro de lo que el Padre Manuel Marzal denomina el sincretismo religioso. Pues no hay duda que en el Perú la fe religiosa es un fenómeno de masas de manifestación extraordinaria. No sólo exportamos pisco, ceviche y restaurantes de pollo a la brasa, sino también procesiones religiosas, que en el país son multitudinarias y numerosísimas. Quizá junto a la del Señor de los Milagros está la peregrinación al santuario del Señor de Qoyllor Riti o Nevado Apu Ausangate, que reúne todos los años a una multitud de entre 30 mil a 50 mil peregrinos entre la última semana del mes de mayo y la primera del mes de junio.
Eliade subraya la importancia de no confundir la figura del chamán con la del curandero o la del sacerdote. El chamán oficia ritos (como el sacerdote) y cura (como el curandero) pero el éxtasis, la salida de su propio cuerpo es lo específico del chamán. Y esto es justamente lo que enfatizó el Sr. Milla. Dijo que él no cura, sino que por su intermedio curan los seres ancestrales extramundanos. Lo específico de él es el viaje a través de la ayahuasca al mundo interior que es común a todos, trascendente e invisible, pero existente y real. Si la huillca y el san Pedro nos llevan hacia el Hanan Pacha o mundo astral, la ayahuasca nos conduce hacia el mundo interior o Hurin Pacha. El Sr. Milla no se siente médico, curandero ni sacerdote, sino un viajero por mundos interiores invisibles que nos son comunes a todos, pero que por su naturaleza espiritual lo ignoramos por la ciencia y la vida cotidiana.
Ahora bien, para Kant sólo la teología moral corrige de sus defectos a la teología física, la cual si no la tomara en cuenta, no podría, por sí sola, fundar nada más que una demonología, que no es capaz de dar concepto alguno determinado. Es más, la teología física es una teleología mal entendida, porque la idea de fin final sólo la proporciona nuestra facultad de conocer. Por eso la teología física no da ninguna teología. Ahora bien, en el chamanismo se atribuyen a las plantas alma, y un alma curativa, esto es, se deriva hacia una teología física que, bien entendido, funda solamente una demonología. La demonología chamánica es la subordinación de la teología moral a la teología física y la reducción de la primera causa omnisciente y omnipotente a una impersonal sustancia única que está en todas las cosas.
Ahora bien, para Kant sólo la teología moral corrige de sus defectos a la teología física, la cual si no la tomara en cuenta, no podría, por sí sola, fundar nada más que una demonología, que no es capaz de dar concepto alguno determinado. Es más, la teología física es una teleología mal entendida, porque la idea de fin final sólo la proporciona nuestra facultad de conocer. Por eso la teología física no da ninguna teología. Ahora bien, en el chamanismo se atribuyen a las plantas alma, y un alma curativa, esto es, se deriva hacia una teología física que, bien entendido, funda solamente una demonología. La demonología chamánica es la subordinación de la teología moral a la teología física y la reducción de la primera causa omnisciente y omnipotente a una impersonal sustancia única que está en todas las cosas.
La nave de los locos
Otro elemento no menos importante en la obra de Mircea Eliade es la relación que establece entre la vocación chamánica y la enfermedad mental. Sobre el tema Eliade documenta que la locura del aprendiz a chamán es el aviso de que ha sido escogido por la divinidad. Esta enajenación se manifiesta como apego a la soledad, sufrir estados alucinatorios de forma espontánea o cambios bruscos de humor. El chamán “es elegido” por los espíritus de esta manera y si renuncia a la llamada puede acabar muriendo. No obstante, el autor sostiene que este estado es “inicial”, es decir una vez aceptada su vocación, recobra la cordura y sólo muestra los síntomas de enfermedad mental en los éxtasis y las experiencias chamánicas.
Desconozco si en algún lugar de los Andes, en las inhóspitas selvas amazónicas o por los áridos desiertos norteños aún se conserve esta práctica de considerar al “enfermo mental” como un candidato al chamanismo. Cierto que las sociedades ancestrales y las culturas jerarquizadas más elevadas, como la china, la india, la precolombina, lejos de convertirlo en un paria social, lo integra como parte de los componentes centrales de esta sociedad. La reincorporación en el conjunto social de una persona esquizoide es una conquista que las racionalistas sociedades occidentales no han alcanzado, como lo grafican los trabajos de Foucault (Véase, Historia de la locura en la época clásica, 1961; El nacimiento de la clínica, 1963; Las palabras y las cosas, 1966; Arqueología del saber, 1969; El orden del discurso, 1971).
Foucault enfatizó el monólogo de la razón acerca de la locura, el hombre ha muerto, las ciencias humanas lo han disgregado en sus exterioridades, fuera del humanismo y del estructuralismo se queda con los enunciados y la descripción pura del discurso, no hay determinismo lingüístico, todo es devenir, el intelectual es un espejo social. Se deriva así en un puro formalismo que elimina el orden axiológico y ontológico. Lo novedoso en Foucault no es que se interrogue acerca de la locura sino que se reconozca que ella es un hecho civilizatorio. La Edad Media rechaza la demencia pero no la despoja de su aura misteriosa, es el Renacimiento el que lo hace. Con el manicomio se destruye su poder de revelación y la profundidad de su discurso.
Todo esto viene a cuento para sostener que no estoy sugiriendo que el Sr. Milla sea un “enfermo mental”, en todo caso me declaro incompetente para ello, pero el punto nos debería hacer reflexionar sobre la función y lugar de la “locura” en todo chamán. En todo caso en el chamanismo la locura no sólo es objeto sino también medio de conocimiento, como lo es el “inconsciente” de Freud, el “ello” de Lacan, el “erotismo” de Bataille y el “mito” de Lévi Strauss. Lo que no quiere decir que la razón e incluso el hombre sea una especie en vías de extinción, sino que ésta abarca algo más allá de lo meramente racional. Esto me hace recordar lo que pensaba Lacan sobre la ciencia, al decir que ésta es objetiva, no toma en cuenta al sujeto, es la paranoia por anular la subjetividad y absorber lo real a través de la ley. En cambio el psicoanálisis es subjetivo, es parte de las lógicas inconsistentes que suprimen la contradicción, es metonimia (desplazamiento) y metáfora (condensación), sobretodo es escuchar y captar la subjetividad.
Desplazar los límites culturales históricamente definidos, como lo plantean Sollers, Derrida, Barthes y Kristeva, significa actualmente que el sentido de lo real no se da totalmente en lo que Occidente entiende por racional y que se extiende hacia lo que tradicionalmente se ha llamado lo irracional. El chamanismo causa perplejidad y seducción al hombre moderno justamente por ello, porque rompe los esquemas de la lógica clásica e irrumpe subjetivamente a través de la lógica inconsistente. De manera que lo real no es el sinsentido sino el sentido que también abarca lo irracional.
Una demostración histórica, de notables consecuencias, del choque de estas dos racionalidades disímiles lo encontramos en el episodio protagonizado por el Inca Atahualpa en la plaza de Cajamarca. Tito Cusi Yupanqui cuenta que el Inca ofreció al español en un quero o vaso de oro la bebida sagrada de la chicha, de fuerte connotación simbólico-religiosa. Pero el ibérico la rechazó derramándola. Ante tal afrenta el Inca al recibir la Biblia también la arrojó y el resto es historia conocida. En la iconografía andina el maíz es el portador por excelencia del vínculo sagrado entre los hombres y los dioses (Véase Moraima Montibeller, Los alimentos en el mundo andino, Editorial Cuzco, Lima 2010, pp. 109-116).
Extasis efecto del amor
Lo primero que llama la atención en el éxtasis chamánico es si se trata de un éxtasis místico. Y este es un punto imprescindible en la comprensión del éxtasis chamánico.
Al seguir de cerca las autobiografías de los grandes místicos se advierte un denominador común. El trayecto místico es un itinerario nupcial o desposorio espiritual. Las fases de la ascensión están repletas de episodios de amor. De forma que en el éxtasis místico no hay descenso a los infiernos sino ascenso a Dios (R. Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la vida interior, Buenos Aires 1944; B. Jiménez Duque, Teología de la mística, Madrid 1963, 463 ss.)
En el místico el éxtasis es un efecto del amor a Dios. La pasión del amor es la predominante y uno de sus efectos es el éxtasis. José Ortega y Gasset (Estudios sobre el amor, Madrid 1966) habló maravillosamente del amor tanto en su éxtasis natural como sobrenatural o místico. Mientras que la psicología científica puede dar explicación del amor natural, la psicología sobrenatural da cuenta del amor sobrenatural o místico. Ahora bien, en gran parte el fenómeno chamánico no es resultado del amor, tanto así que no es un servicio gratuito sino de alto costo, lo cual suprime lo característico del amor, a saber, su gratuidad. Jesucristo curó, aunque esa no era su misión principal, pero lo hizo por misericordia y caridad, sería impensable en él recibir retribución por algo que viene de Dios. En cambio, el chamán ejerce su actividad como un oficio que le dará sustento y en consecuencia pone un precio a su servicio. No dudo que deben haber chamanes que no cobren o parte de sus servicios lo den gratuitamente, pero no los conozco. Sin embargo, esto no significa que en el chamanismo esté ausente por completo el amor, pues la pasión-amor tiene sus escalas y permite la participación en ella del chamán. En el análisis de la pasión amor, como primera en la serie del grupo de las concupiscibles, implica una acción del agente sobre el paciente, el objeto propio del amor es el bien, y el chamán busca el alivio del enfermo. El amor produce, de menor a mayor intensidad, los siguientes efectos:
<!--[if !supportLists]-->1. <!--[endif]-->unión
<!--[if !supportLists]-->2. <!--[endif]-->mutua inhesión
<!--[if !supportLists]-->3. <!--[endif]-->éxtasis
<!--[if !supportLists]-->4. <!--[endif]-->rapto
<!--[if !supportLists]-->5. <!--[endif]-->herida
En el caso del chamán se da un descenso a los infiernos pero unido a elementos espirituales intermedios que le sirven de protección y guía en su combate contra las fuerzas del mal. El chamán actúa en mutua inhesión con seres extramundanos y logra, en consecuencia, un tipo de éxtasis peculiar. Literalmente él es raptado espiritualmente en el trance alucinógeno para operar como un guardián, temeroso de que le arrebaten el bien amado: la salud.
Santa Teresa de Jesús, a quien San Juan de la Cruz (cfr. Cántico Espiritual, 13,7) reconoce maestría “de raptos, éxtasis, arrobamientos y sutiles vuelos de espíritu que a los espirituales suelen acaecer”, aplica una variedad de sinónimos al detallar su aventura mística. Y respecto a los grados que indican la escala de intensidad del amor y sus efectos también son similares, a excepción de uno: su conversión en planta o animal. Pues resulta frecuente que el chamán experimente, por lo general, su conversión en felino o cernícalo. Esta escala de intensidad del éxtasis místico se refleja en un vocabulario particularmente rico:
<!--[if !supportLists]-->· <!--[endif]-->éxtasis
<!--[if !supportLists]-->· <!--[endif]-->alienación o enajenamiento
<!--[if !supportLists]-->· <!--[endif]-->rapto, arrobamiento
<!--[if !supportLists]-->· <!--[endif]-->arrebatamiento
<!--[if !supportLists]-->· <!--[endif]-->suspensión de los sentidos
<!--[if !supportLists]-->· <!--[endif]-->licuefacción, incendio
<!--[if !supportLists]-->· <!--[endif]-->llaga o herida:
«Vulneraste mi corazón, esposa mía; vulneraste mi corazón con una de tus miradas, lo prendiste en una de las perlas de tu collar» (Cant 4,9). El místico está herido de amor divino. En cambio, el chamán puede sufrir llaga o herida de otro tipo, como resultado de una lucha astral con otro chamán malero o fuerzas maléficas no vencidas. En dicho caso resulta dañado e incluso enfermo.
En consecuencia, en el éxtasis chamánico no hay un éxtasis místico sino un éxtasis de tipo diferente, que emplea alucinógenos, tiene relación tanto con espíritus buenos o malos, puede influir sobre ellos, puede curar enfermedades y producirlas, y puede conducir a las almas al otro mundo. De ahí su diferencia con el exorcismo, que es una práctica universal muy antigua, el cual consiste exclusivamente en la expulsión de diablos o malos espíritus de personas o lugares mediante una invocación especial a Dios o de un nombre santo.
Tipología específica del extasis chamánico
Para tal efecto nos es útil la definición filosófico-general a nivel humano natural de Santo Tomás de Aquino: extra-se, salir fuera de sí, ponerse uno “fuera de sí”. Y esto puede suceder por dos vías.
<!--[if !supportLists]-->Ø <!--[endif]-->vía intelectiva, “se eleva a un conocimiento superior... que excede el sentido y la razón”;
<!--[if !supportLists]-->Ø <!--[endif]-->vía apetitiva, “se dice que uno padece éxtasis cuando su apetito se dirige a otro, saliendo en cierto modo fuera de sí mismo”.
No hay duda que en el éxtasis chamánico hay de las dos vías, en tanto que se eleva a un conocimiento superior y también dirige su apetito saliendo fuera de sí mismo.
Dionisio Areopagita dice que “el amor divino produce éxtasis” y que “Dios mismo, a causa del amor, padeció éxtasis” (PG 3,712-713). No obstante, si bien el amor divino produce éxtasis, no todo éxtasis es necesariamente fruto del amor divino. El amor a seres espirituales intermedios también puede producir éxtasis y nos pueden llevar a apartarnos de lo principal, a saber, del amor divino. Santo Tomás expresó que “todo amor es una participación del amor divino” (v. Sum. Th. 1-2 q28; id., In «De divinis nominibus», lect. 10-12), pero este amor divino puede tener expresiones inferiores en la escala del amor divino.
El éxtasis místico es “un vuelo de amor”, como lo define Santa Teresa, que hay que distinguirlo del éxtasis profético (cfr. Sum. Th. 2-2 g175 al). Y también hay que diferenciarlo de las formas naturales, sean normales, morbosas o artificiales. Tenemos entonces entre las siguientes formas de éxtasis:
<!--[if !supportLists]-->A. <!--[endif]-->Éxtasis natural:
<!--[if !supportLists]-->ü <!--[endif]-->Éxtasis normal
<!--[if !supportLists]-->ü <!--[endif]-->Éxtasis morboso
<!--[if !supportLists]-->ü <!--[endif]-->Éxtasis artificial
<!--[if !supportLists]-->B. <!--[endif]-->Éxtasis sobrenatural:
<!--[if !supportLists]-->ü <!--[endif]-->Éxtasis profético
<!--[if !supportLists]-->ü <!--[endif]-->Éxtasis místico
Aquí cabe una breve digresión sobre el éxtasis sobrenatural profético, muy importante por lo demás, en las sociedades ancestrales. A esta categoría pertenecen la sibila de Cumas, la sacerdotisa del oráculo de Delfos, el oráculo de Pachacamac, la profecía de Buda de la futura llegada del buda Maitreya, el oráculo del Rímac y los augurios y vaticinios de la caída del imperio inca recibido por el sueño precognitivo del Inca Viracocha y las visiones comunicadas por los sacerdotes al inca Huayna Cápac. Y aquí recuerdo una pregunta que le hice al chamán, el Sr. Milla, sobre si los chamanes prehispánicos supieron sobre la destrucción del imperio inca y por qué no lo impidieron. A lo que respondió que sí lo supieron y lo acataron como voluntad de la divinidad, ante la que había que someterse. Respuesta muy coherente que coincide con la política de paz señalada en el testamento del Inca Huayna Cápac.
Ahora Ahora bien, en la caracterización de la tipología del éxtasis chamánico cabe hacer una precisión fundamental. El chamán busca premeditadamente el éxtasis, en cambio en el místico la dinámica del éxtasis, con toda su gama de matices, se da involuntariamente y es asumido como un elemento no esencial ni un elemento integral de la alta vida mística. Tanto así, que la hagiografía cuenta, por ejemplo, que el monje medieval San Cupertino tenía que ser atado a una cuerda al levitar como un globo para que pudiese acompañar a la procesión del momento (O. Leroy, La lévitation, París 1928)
.
Desde la sencilla “suspensión de los sentidos” o “sueño de las potencias” hasta el rapto, y la levitación, En general, se puede decir que el éxtasis lleva al alma en una altísima contemplación, la suspende, la arrebata, produciendo concomitantemente una suspensión o enajenación de los sentidos y de la actividad externa. Así, los matices en el éxtasis son:
<!--[if !supportLists]-->a) <!--[endif]-->suspensión de los sentidos
<!--[if !supportLists]-->b) <!--[endif]-->rapto
<!--[if !supportLists]-->c) <!--[endif]-->levitación
<!--[if !supportLists]-->d) <!--[endif]-->contemplación
Es más, el místico cristiano suele considerar el éxtasis como una señal de flaqueza física e insuficiente purgación espiritual (A. de S. Joss, Un problema... La existencia del mérito durante el éxtasis: «Rev. de Espiritualidad» 7 (1948) 151-163). De la misma opinión es San Juan de la Cruz (Noche, 11, 1, 2; Cántico, 13). Santa Teresa es más rotunda al considerar que “aun cuando no los puede resistir ni en público” (Vida, 29,14), sin embargo en ellos no está la santidad (cfr. Fundaciones, 4,8) y que, a medida que progresa el alma, se van quitando (cfr. Moradas, V1I, 3, 12).
Uso de plantas alucinógenas
Por otro, el mejor camino para precisar la peculiaridad de la tipología del éxtasis chamánico es el uso de plantas alucinógenas. La relación el éxtasis chamánico y el consumo de alucinógenos es indicio seguro de que estamos ante un éxtasis natural de carácter artificial, es decir, inducidos y no por ello menos real. El éxtasis se logra gracias a la posesión espiritual como al viaje del alma al cielo o al inframundo, mediante los cuales se realiza la curación y la adivinación. Justamente porque el chamán no está en condiciones de discriminar al espíritu que lo poseerá el peligro de que actúen las fuerzas del inframundo es real y frecuente. Aquí es conveniente recordar a San Pablo cuando dice: “Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal que están en las alturas” (Ef. 6, 12). Y efectivamente, contra todo esto el chamán es un vehículo que no tiene control, él mismo no está exento de ser engañado por estas fuerzas poderosas. El busca curar pero éstas también tienen sus propósitos oscuros. Al chamán pueden acudir indiscriminadamente las fuerzas del inframundo, porque con el ansia humana por la salud encuentran el resquicio idóneo para atrapar las almas y apartarlas de Dios. El magisterio de la iglesia, que toma estos asuntos muy seriamente, recomienda a los fieles abstenerse de tales prácticas por los cuales se desliza el demonio, el gran engañador, el mentiroso contumaz, que ofreciendo el alivio temporal de la carne hace esfuerzos por arrebatar las almas de la vida eterna.
Sobre el tema de si el uso de alucinógenos es síntoma de degeneración cultural existe una controversia entre el autor catalán, Josep María Fericgla, con su libro “El hongo y la génesis de las culturas” y la de Eliade. Para Eliade el consumo de alucinógenos muestra un “estadio degenerado” del fenómeno chamánico, porque intenta lograr en “lo real” un viaje místico que se realiza en “lo imaginario”; lo que pone en entredicho que se trate de una experiencia mística auténtica. Por mi parte, considero que dicha experiencia es real pero no precisamente benéfica para la salud espiritual de la comunidad, pues generalmente el resultado conduce a la idolatría de seres del inframundo y a la regresión espiritual al paganismo. No es casual que muchos usuarios de estas prácticas comiencen a depositar su fe en estas fuerzas y se aparten del Evangelio. Y aquí resuena la advertencia de nuestras abuelas de carne y hueso: “Guerra avisada, no mata gente”.
Epílogo
El chamán, generalmente un hombre, es un médium, un portavoz de los espíritus que se convierten en sus familiares a lo largo de su iniciación, durante la cual experimenta ayunos prolongados, retiros, consumo de sustancias alucinógenas y otras pruebas que lo transportan a sueños y visiones. Le sigue una formación dada por chamanes expertos. Las tareas religiosas principales de un chamán son la curación y la adivinación. Ambas se logran gracias a la posesión espiritual como al viaje del alma al cielo o al inframundo. Hay pruebas de que el chamán realiza resurrecciones milagrosas viajando a la tierra de los muertos para traer de regreso a los espíritus difuntos. Los chamanes también adivinan dónde se localiza la caza, la posición del enemigo y la mejor forma de resguardar y extender el abasto de provisiones. Los chamanes llegan a ocupar una prominente posición social y económica, sobretodo si tienen éxito como sanadores.
Variados han sido los intentos de explicar cómo trabajan y curan los chamanes. Unos estudiosos han establecido paralelismos entre la curación chamanística y las curaciones psicoanalíticas, concluyendo que en ambos casos se establecen eficaces símbolos terapéuticos que conducen a la liberación de la conciencia y a la sanación fisiológica. Antropólogos, que rechazan la teoría de que los chamanes son en sustancia neuróticos o psicóticos, indican que éstos poseen destrezas cognitivas superiores al resto de la sociedad. Eruditos explican el chamanismo como el precursor de sistemas religiosos más organizados, o como una técnica para alcanzar el éxtasis.
Conclusión
En conclusión, en la valoración general nuestro punto de vista es similar al del rumano: el extasis chamánico no es un éxtasis místico. Lo que hemos añadido es una caracterización específica: es un éxtasis natural artificial que puede conducirnos a graves mistificaciones paganas e idolátricas.
El hombre es un ser extático, el amor, el arte y el conocimiento lo producen casi espontáneamente, también está presente en los desequilibrios psicosomáticos o éxtasis morbosos y en todas las religiones. Y si el éxtasis místico puede provocar “traspasos y descoyuntamiento de huesos” (San Juan de la Cruz, Cántico 13. 2-6), cuánto mayor cuidado hay que tener con el éxtasis natural artificial del chamanismo que puede provocar el descoyuntamiento del alma respecto de la vida eterna.
Adioses
Finalmente, se comprenderá por qué a estas alturas del análisis no sólo he renunciado a someterme a una sesión chamánica, sino que además, creo que en estas circunstancias se adivinará mi alejamiento irrevocable del petit comité de Medicina Tradicional del Colegio Médico del Perú, el cual debería escuchar no sólo la opinión de filósofos, antropólogos y médicos sino sobre todo, en un tema tan delicado y de tan grandes repercusiones espirituales, de teólogos.
Si no lo hace entonces estará actuando con una doble vara. Pues, por un lado, acepta una medicina alternativa cuestionando la hegemonía del racionalismo occidental, y por otro, rechazaría escuchar la fe cristiana apelando al paradigma racionalista occidental. Esta situación esquizofrénica no es insuperable, siempre y cuando se acepte que en la base de toda la cuestión radica un problema de carácter espiritual. Mi última opinión es que el chamanismo hay que verlo en toda su dimensión, pues no sólo es un tema médico sino fundamentalmente espiritual. Extrañaré al puñado de buenos amigos y autores, a todos los cuales expreso mi sincero reconocimiento y gratitud por la confianza depositada en mi persona durante el breve trayecto. Muchas gracias y buena suerte. Que Dios los guarde.
Salamanca, Lima, domingo 26 de setiembre del 2010
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El gran peligro del reavivamiento de la mística primitiva del chamanismo consiste en que: (1) revive un tipo de religiosidad naturalista, (2) relativiza las virtudes morales, (3) es indiferente a las virtudes teologales, (4) rechaza los sacramentos, (5) desconoce los dones del Espíritu Santo, y (6) cree juntamente con el gnosticismo que el alma se transforma por naturaleza y no por la gracia santificante de Dios.
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