miércoles, 23 de mayo de 2012

FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN


EMOCIÓN E IMAGINACIÓN COMO EJES DE LA EDUCACIÓN
 EN LA ERA DEL HIPERIMPERIALISMO
Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía
Conferencia pronunciada en la Universidad Enrique Guzmán y Valle-La Cantuta/Chosica durante el I Encuentro Interuniversitario e interdisciplinario del Perú- tema: “La Educación en el Perú”- 24.05.2012


Resumen
Últimamente se afirma de modo axiomático que a la luz de las megatendencias mundiales hay posibilidad de desarrollo regional/nacional sostenido si se forman estudiantes con altos niveles de pensamiento. Lo que se sostiene en estas líneas es que, por el contrario, no hay posibilidad de promover alternativas que favorezcan la formación humana de los estudiantes/docentes sin formar altos niveles de sentimientos, emociones e imaginación.

Palabras claves
Trasmodernidad, hiperimperialismo, logocrático, mitocrático, alienación, cosificación, anetismo, sentimiento, emoción, imaginación, valores.

I
Definición Trasmoderna de nuestra Era
Sin una categoría conceptual que nos permita comprender nuestra época será mucho más difícil transformarla y proponer un nuevo modelo educativo. Por tanto, cómo encontrar un nombre para denominar a nuestro tiempo. La presente época de cambios ha recibido diversos nombres:
a)    Era tecnotrónica (Zigniev Brzezinsky)
b)    Capitalismo cibernético (Frank Webster)
c)    Capitalismo informático (Manuel Castells)
d)    Civilización de la tercera ola (Alvin Toffler)
e)    Era poscapitalista (Peter Drucker)
f)     Capitalismo tardío (Jürgen Habermas)
g)    Posmodernidad (Rorty, Lyotard, Vattimo)

Como vemos, Brzezinsky, Webster y Castells la definen desde la tecnología; Toffler desde la sociología, Drucker y Habermas desde la economía; y los posmodernos desde la filosofía. Pero lo que nos parece más cuestionable de todas ellas es, no su sesgo disciplinario, sino su compromiso ideológico. Salvo Habermas, todas las definiciones no cuestionan el sistema social que las sostiene, más bien contemporaneizan con la sociedad vigente. Estas son en gran parte un enfoque tecnocrático, que cree en la mutación social por maduración espontánea.

De manera que, advirtiendo en el sistema imperante las actuales tendencias que llamaremos “de resistencia” (ecologistas, pacifistas, iglesias, asociaciones religiosas, universitarios contestatarios, y demás grupos que cuestionan la modernidad occidental) es posible proponer la categoría de lo “trasmoderno”. Lo trasmoderno puede ser conceptuado como un enfoque holístico que rechaza el primado del tener sobre el ser, el relativismo, el hedonismo, el divorcio de lo inmanente y lo trascendente, y que reasume el valor de la Verdad, la Razón, pero sobre todo de los Sentimientos. Lo trasmoderno viene a ser un enfoque directamente contestatario al escepticismo individualista de la posmodernidad.

Pero además, hay una ventaja adicional con esta categoría filosófica de lo “trasmoderno” y es que no describe a nuestra era por lo tecnológico, lo sociológico o lo económico independientemente, sino que ilumina la totalidad con un término que permite penetrar más claramente en la entraña de la sociedad actual. Y esta es la del “Hiperimperialismo”. El Hiperimperialismo, como categoría conceptual, permite comprender que el alma de la globalización actual son los intereses de las megacorporaciones transnacionales privadas. Ésta a diferencia del imperialismo monopólico es descentrada, desterritorializada, especulativa y profundamente antihumana. En otros términos, no es que la globalización por sí misma sea negativa sino que el alma que la preside es profundamente destructiva.

Ahora bien, con las categorías de lo “trasmoderno” y del “hiperimperialismo” vamos a guiarnos en medio de las megatendencias mundiales. Tengamos en cuenta que éstas son categorías críticas y contestarías al momento actual.

II
Principales megatendencias
Las megatendencias de la sociedad mundial son verdaderamente un desafío para la educación actual y exigen de ella un cambio radical. Entre las megatendencias tenemos:
a)    La globalización económica, social y cultural de los valores del mercado. Es decir del hiperimperialismo.
b)    El neoliberalismo o la doctrina económica que consolida la mentalidad consumista, competitiva, privatista, e individualista del ser humano. El hombre ya no tiene dignidad, tiene precio.
c)    El predominio del saber técnico y práctico sobre el saber humanístico. Lo que completa la pobreza espiritual del hombre actual.
d)    La crisis de valores. Unida a la importancia suprema del dinero, agente destructor de todo valor.
e)    La ruina acelerada del medio ambiente. Como consecuencia de la visión desacralizada del mundo, el cual es reducido a objeto útil y manipulable. Y sobre lo cual las grandes economías se niegan a hacer cumplir el Protocolo de Kyoto.

Estas son las principales megatendencias, sin olvidar la que concierne a la crisis poblacional, de recursos naturales, energía, agua, alimentos, entre otros no menos graves. Ahora bien, la aplicación del concepto de trasmodernidad y de hiperimperialismo nos permite advertir con claridad tanto la esencia social, cognoscitiva y espiritual que nos amenaza como la necesidad de ir más allá del actual estado de cosas.

Dicho de otro modo, la modernidad occidental está históricamente concluyendo dando la espalda a sus tres pilares civilizatorios, a saber, el racionalismo griego, la justicia romana y la caritas cristiana. Y en su lugar se impone decadentemente el irracionalismo, la insolidaridad y el egoísmo. De ahí la urgencia de relacionar los paradigmas pedagógicos con las megatendencias de la sociedad actual.

III
El descuido de los sentimientos
Nada resulta siendo más favorable a la lógica del rendimiento cuantitativo del mercado que el descuido en la formación de los sentimientos, porque ello hace a un lado el mundo moral. No hay manera más eficiente de construir un mundo deshumanizado que insensibilizando al hombre desde dentro, es decir, debilitando su sentido normativo. Veamos.

Vivimos actualmente una revolución de los paradigmas pedagógicos y entre ellos destacan:
a)    Aprender a pensar (Vygotski)
b)    La acción comunicativa o diálogo crítico (Habermas)
c)    El constructivismo o construcción mental de los conocimientos (Piaget)
d)    El conceptualismo o la formación de analistas simbólicos (De Zubiría)
e)    La unidad entre trabajo-educación (modelo cubano)
f)     La educación liberadora de la enajenación (Freire, MacLaren)
g)    Pensamiento complejo (Edgar Morín)
h)    Hominización o búsqueda de la realización personal hasta la creatividad (Peñaloza)
i)      Aprender a investigar (Pedro Demo)
j)      Pensar-investigar como bucle curricular (Moya Obeso), y
k)    Memorístico tradicional

En el Perú no hay consenso en educación, cada gobierno experimenta su propio paradigma pedagógico, además la misma ley permite que cada centro educativo experimente con su propio proyecto educativo. Sin embargo, la tendencia predominante es servirse indistintamente de cualquier sistema pedagógico con el único fin de alcanzar los más altos niveles de pensamiento para insertarse en la demanda técnica y práctica del mercado. Pero preguntémonos si debe ser el mercado y las tendencias globales las que impongan su dictado a la educación.

Dentro de esta tendencia socialmente consensuada se acepta que lo adecuado pedagógicamente es aprender a pensar, lo cual significa construir bien el aparato intelectual. Pero con esto se deja de advertir que se consolida una sociedad deshumanizada. Pues el saber técnico y el saber práctico no requieren más que alcanzar un alto nivel de pensamiento en su rama. No obstante, se deja de advertir que al buscar sólo altos niveles de pensamiento y descuidar los sentimientos obedece a la ley del mercado que hace a un lado el mundo moral. No es casual que se enlace un alto nivel de pensamiento con las grandes estructuras lógicas, es decir, con la hegemónica lógica identitaria del pensamiento logocrático de occidente. Cuando, por el contrario, lo que hace falta es recuperar la lógica de los contrarios del pensamiento mitocrático.

No basta enseñar a pensar, hay que enseñar a sentir. Y esto es lo que adolece el hombre contemporáneo. El mercado, la vida competitiva, el individualismo se ha encargado de entumecer sus sentimientos, de convertirlo en un enemigo de su prójimo y de hacer invivible el mundo moral. Surge entonces el hombre anético. El anetismo es un estado espiritual en la cual el hombre profundiza su alienación hasta el límite de la cosificación, donde sintiéndose más allá del bien y del mal abraza un nihilismo integral. Volcado hacia lo exterior pierde comunicación con su mundo interno y la sensibilidad hacia los valores se nubla hasta la aniquilación. Este tipo antropológico manipulable será necesario para el mercado, las finanzas, el negocio, la técnica, y hasta la ciencia, pero no para la vida humana.

Si la educación no reacciona ante las distorsiones que introducen las megatendencias mundiales en su entraña entonces lo que tenemos es un sistema educativo que está en función de las necesidades de un sistema social enajenado y cosificado.

Si el mercado actual exige de la educación estudiantes y profesores que alcancen altos niveles de pensamiento técnico y práctico, eso no significa que la educación deba estar al servicio de una demanda enajenante. Por el contrario, ella debe insistir en su rol humanístico y esto no es posible hacerlo si descuida altos niveles en los sentimientos. La poesía, la música, el arte en general, la religión y las humanidades son los vehículos privilegiados para este propósito. No hay otro camino para recuperar a los seres humanos que ponen en primer lugar el “tener” sobre el “ser” y que pierden su sensibilidad para los valores.

El capitalismo del final de los tiempos está culminando con la tragedia de la cultura y de la educación al completar el fetichismo de la mercancía en el corazón mismo del proceso educativo. Lo educadores de hoy son portadores de información y de multitud de ideas pero carecen del vigor y de la vitalidad para encarnar en sí ninguna de las ideas que predican. No son profetas ni apóstoles del conocimiento, por eso que no motivan ni incitan pasión por los ideales, son simplemente sacerdotes del conformismo, enemigos del forjarse una personalidad propia, defensores del espíritu de rebaño. Y esto es así porque reproducen la omnipotencia impersonal del Estado o de las burocracias cibernéticas del liberalismo.

Una cultura que pone en primer lugar el “tener” al “ser” es antieducativa por naturaleza, ocasiona la huída de sí mismo, la evasión interior, el miedo al otro, instaura la crisis de la alteridad, suprime las carreras humanísticas porque no dan dinero, enfoca lo educativo como un bien de consumo en vez de verlo como inconmensurable y espiritual, cree que la educación es la formación de competencias ahondando el reduccionismo economicista de lo formativo; lo cual hace imperativo darse cuenta que la era del conocimiento está naufragando y lo que hace falta ahora es ingresar a la era de la responsabilidad social en donde se deje de controlar el conocimiento y cese la supresión del espíritu crítico.

IV
Necesidad de la imaginación
De forma que son dos las principales limitaciones de todas las propuestas educativas académicas: el primero es soslayar el problema del sistema social más adecuado para el modelo pedagógico y el segundo es descuidar la potenciación de los sentimientos, que son la sede de los valores. Por eso, proponer la formación de altos niveles de pensamiento en un sistema social basado en la prepotencia del dinero, no lleva a un mejoramiento del ser humano en su conjunto, sino al surgimiento de seres humanos manipulables, impersonales, pero eficientes en su función.

Hace falta potenciar el pensamiento imaginativo, la cual posibilita la reutopización del mundo, y no sólo el pensamiento racional, el cual hace posible la ciencia y la técnica. La imaginación no debe ser confundida con la imagen, la percepción da imágenes, pero la imaginación va más allá de la imagen, reelaborándola sin límite. El empirismo moderno terminó empobreciendo la imaginación y declarándola perniciosa para tratar con la realidad. Cuando por el contrario la imaginación hace posible el trato con las cosas justamente porque va más allá de los hechos.

La importancia de soñar despierto es tan vital como la actividad de soñar dormido, sólo que el soñar despierto exige tener imaginación, ilusión, esperanza por la cual vivir y luchar. Hoy se toma como esperanza e ilusión sólo lo cuantificable y empíricamente comprobable, y esto ha empobrecido la vida.  El empirismo moderno ha terminado por matar la vida, marchitar la utopía y descabezar el suspiro. La imaginación ha perdido de su horizonte lo inefable e indecible y la poesía  se ha desfigurado en declamación procaz y antiestética.

El mundo requiere ser reutopizado, repoetizado, pues vivir sin sueños ni poesía no es vivir, dado que es muy humano vivir porque soñamos y soñar porque vivimos. Soñar es atisbar otra realidad, más allá del vigor superficial de los sonidos y de las cosas, desatar la movilidad de un mundo por hacerse y por venir, la propia historia humana está tejida con las alas de los sueños. Y sin soñar alimentamos el sinsentido de la vida en que nos sume el hiperimperialismo y el imperio logocrático del concepto. Hay que rescatar la importancia del soñar despierto, de la poesía, donde nos toca al vuelo un soplo de Dios, porque, como lo subrayó Kant, la imaginación es una facultad indesarraigable junto a la sensibilidad y a la razón.

Si se quisiera atrapar en una fórmula lo sugerido en nuestro planteamiento diríamos lo siguiente:
  1. Los ejes pedagógicos centrales propuestos van más allá de los enfoques piagetanos/postpiagetanos y de los avances de las neurociencias porque no supone que el desarrollo de la inteligencia equivale al progreso científico occidental.
  2. El eje pedagógico propuesto se basa en el desarrollo de las emociones y de la imaginación, como cualidades básicas que hacen posible la vida moral y la misma vida humana en su conjunto.
  3. El paradigma pedagógico descrito implica que a contrapelo de los paradigmas eurocéntricos modernos se asume que la edad adulta de la humanidad no es la ciencia sino la religión, como su cumbre y pináculo de realización espiritual.
  4. De manera que los ejes articuladores del nuevo modelo pedagógico se condicen con un nuevo tipo de civilización que devuelve al hombre su dignidad, repoetiza el mundo y la vida, y devuelve su sustento humanístico a la cultura.


Lima, Salamanca 23 de mayo del 2012

martes, 15 de mayo de 2012

FILOSOFÍA DEL SENTIDO DE LA VIDA


EL SENTIDO DE LA VIDA
 Y EL SOÑAR DESPIERTO
REFLEXIÓN FINAL
Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía


El que conoce el arte de vivir
consigo mismo ignora el aburrimiento.
Erasmo de Rotterdam


No hay duda de que es posible presentar una filosofía moral desde el punto de vista del materialismo filosófico, convirtiéndose, de este modo, en expresión fiel de un mundo alejado del sistema de referencia teológico, metafísico o doxográfico. Este camino de reflexión filosófico no metafísico, recorrido últimamente por Gustavo Bueno, que termina aprobando el aborto, igualdad de género, eutanasia y eugenesia, lo que hace es satisfacer un interés popular, una corriente de opinión imperante, a saber, que el hombre sin fe, sin Dios y sin religión puede tener un sentido de la vida. Concebida aquí la verdad en un sentido inmanente tiene la virtud de potenciar la libertad y el defecto de debilitar la responsabilidad, porque el hombre entregado enteramente a la potencia de su propio ser no encuentra freno a su autonomía. Además, no habrá un sentido de la vida sino que habrá múltiples sentidos de la vida cuantas subjetividades hay. Lo cual termina haciendo colapsar a la verdad misma en el relativismo. Esto tiene que ver con la situación de que el Derecho no sólo absorbe la ética y la moral, sino que ellamisma va delimitando el sentido de la vida. Sin Dios la vida deja de tener un sentido predeterminado y cobra un sentido meramente humano, al compás de los propios actos vivientes.
Lo cual es falso, porque el Bien que Dios revela al hombre no es arbitrio propio, ni limita la libertad humana, sino que más bien la orienta. Al final la elección siempre será nuestra.

El hombre de la modernidad tardía ya no tiene sueños, confunde los sueños con las ambiciones, especialmente con las ambiciones materiales, pero el vivir sin soñar no es vivir, sin sueños la vida carece de sentido, se torna gris, densa y rutinaria. Jamás en la historia el hombre ha vivido como ahora una sociedad más antipoética como la presente. La imaginación es tomada como evasión de una realidad hecha solamente para acumular dinero. Cuando, por el contrario, la imaginación es el alma nutricia del lenguaje, la acción, y la existencia humana. La imaginación no es un estado sino la esencia de la propia existencia humana. Por eso cuando se mutila a la imaginación de su capacidad para viajar hacia realidades ausentes e invisibles se mella la propia vida humana. La vida poética no petrifica el ser en la palabra, sino que vivifica la palabra en el ser. Es un proceso por antonomasia totalmente contrario al reduccionismo mercantil y consumista que reduce las cosas a un precio. Pero la poesía es lo invaluable, inconmensurable que revela la esencia creadora de la vida misma. Se ha olvidado que el objeto no es lo real sino sólo una vía hacia lo real. Imaginar es viajar al mundo de lo infinito y muchas veces innombrable, está lleno de imágenes nuevas, indescriptibles, maravillosas, misteriosas. En la percepción hay imagen sensible, en la imaginación hay imagen intangible. Por ello, el hombre que ha estrechado su mirada sólo a la inmanencia encuentra grandes dificultades para imaginar, porque en la imaginación auténtica toda inmanencia está unida a la trascendencia. El hombre nace dotado para una visión imaginaria y la expresión poética, esto es, trae consigo la inspiración para un ver y un decir maravilloso, poético e imaginario. Hay una inspiración para el ver y hay inspiración para expresar. Pero actualmente ambas capacidades están seriamente afectadas hasta el límite de la atrofia. Imaginar y poetizar es rebasar los límites del pensar unívoco, identitario, lógico, y asumir la fascinación de la armonía de los contrarios, lo mitocrático, es transfigurar, profetizar. Por eso rebasa lo psicológico y se proyecta ontológicamente al ser. La autodestrucción del hombre de hoy se puede medir con su privación de su capacidad para lo irreal. El esquizofrénico tiene alterada su función de lo real, el neurótico la función de lo ideal y el psicópata de lo irreal. Actualmente se configura una sociedad psicopática donde los hombres ya no sueñan, ni imaginan, menos aun vuelan con la función imaginante y en su lugar se refugian en el sucedáneo de la falta de sentido moral. La falta de imaginación afecta la vida moral porque ella es esencialmente una función de apertura, sin lo cual la percepción de lo bueno y lo malo queda afectada. Sin ella el ser humano se vuelve más agresivo y violento, más ambicioso e inescrupuloso, las ciudades se tornan en lugares sitiados por la delincuencia y las mafias, los cuerpos policiales se militarizan y las fuerzas armadas son puestas al servicio del orden público. Un mundo que no sueña despierto es un mundo que se desmorona y el sentido de la vida se extravía. Entonces todos los sueños son degradados y denigrados al ser puestos al servicio del tener sobre el ser, donde el hombre en vez de dignidad tiene un precio.
La importancia de soñar despierto es tan vital como la actividad de soñar dormido, sólo que el soñar despierto exige tener imaginación, ilusión, esperanza por la cual vivir y luchar. Hoy se toma como esperanza e ilusión sólo lo cuantificable y empíricamente comprobable, y esto ha empobrecido la vida.  El empirismo moderno ha terminado por matar la vida, marchitar la utopía y descabezar el suspiro. La imaginación ha perdido de su horizonte lo inefable e indecible y la poesía  se ha desfigurado en declamación procaz y antiestética. El mundo requiere ser reutopizado, repoetizado, pues vivir sin sueños ni poesía no es vivir, dado que es muy humano vivir porque soñamos y soñar porque vivimos. Soñar es atisbar otra realidad, más allá del vigor superficial de los sonidos y de las cosas, desatar la movilidad de un mundo por hacerse y por venir, la propia historia humana está tejida con las alas de los sueños. Y sin soñar alimentamos el sinsentido de la vida. Hay que rescatar la importancia del soñar despierto, de la poesía, donde nos toca al vuelo un soplo de Dios. Dios mismo nos habla poéticamente en la naturaleza y el hombre ancestral era más susceptible a percibir su teofanía, pero el hombre de todos los tiempos es capaz de reavivar su actividad porque, como lo subrayó Kant, es una facultad indesarraigable junto a la sensibilidad y a la razón.

El sinsentido de la vida se profundiza en nuestra dramática época nihilista en que la palabra “ser” y “Dios” están en crisis. La civilización occidental se descristianiza y pierde su savia nutricia religiosa. El hedonismo, el cinismo, el escepticismo campean haciendo estragos en las vidas de millares de seres humanos. Pero a pesar de todo el hombre quiere ser bueno y no se resigna a ser engullido pasivamente por el Moloc de la deshumanización. ¿Pueden la filosofía o la teología ayudarnos a salir del hoyo? En realidad, así como la filosofía no está en condiciones de decir qué es el ser, de modo similar la doctrina de Dios no está en condiciones de decir quién y qué es Dios, no existe un concepto de Dios, ni siquiera un concepto cristiano de Dios. Sólo hay un conjunto de elementos para una concepción remota del ser y una idea de Dios siempre inconclusa, a pesar de la fuerte tendencia de volver al Dios de la revelación bíblica. Esto se agrava porque Dios es indisponible, no es manipulable, tampoco se le puede utilizar como una explicación ni en el mundo de la naturaleza ni en el de la historia. Su ayuda parece escasa y aleatoria, lo que se concilia con las plegarias no escuchadas y pone en ascuas la cuestión de la teodicea, especialmente después de Auschwitz. Y sin embargo, por un lado, la vida humana no cesa de interrogarse por Dios y por el ser para dar un sentido último al mundo y a su existencia; y por otro lado, Dios mismo se acerca al hombre a través de su revelación, muerte y encarnación.

Esto hace pensar que el sentirse religado a Dios y al ser no es de carácter adjetivo, sino que define la sustancia espiritual y ontológica del hombre creyente en lo más íntimo de su ser. Pero así como el hombre puede darle la espalda a su propia esencia del mismo modo puede mirarla de frente y asumirla y para ello se requiere pasar de la escéptica hermenéutica de la sospecha –que no simpatiza con Dios- a la creyente hermenéutica mitizante –que siente el llamado de lo divino-, en la cual juega un papel fundamental la imaginación, función que devuelve al hombre su vuelo por el ámbito de lo ideal y lo irreal en el corazón mismo de lo real. La imaginación deja que la intimidad de lo real –que es ideal o irreal- agite nuestro ser íntimo. Y entonces es cuando junto a la finalidad práctica de las cosas se revela la finalidad poética. La finalidad práctica se corresponde con las cosas de tres dimensiones espaciales y la dimensión temporal, en cambio la finalidad poética es el espacio íntimo sin ninguna dimensión, donde la sublimación interna toca los resquicios de lo eterno. Aquí somos convite de un proceso ascensional desde lo profundo del abismo de nuestra intimidad. Entonces comprenderemos que no se trata solamente de la movilidad psicológica de imágenes sino de la movilidad metafísica de nuestro ser. Es decir, sin retornar a la movilidad de la vida del alma no hay posibilidad de rehacer el sentido de la vida. Sin caída en el hontanar interior no hay posibilidad de atisbar la posibilidad de la elevación ascensional. Será por esto que Cristo vino no por los justos sino por los pecadores. Sin esta experiencia de descenso y ascenso espiritual no hay posibilidad de poesía, moral y religión. El camino de descenso puede ser un camino de hominismo –trayectoria horizontal, cuando no de inclinación hacia abajo- mientras que el de ascenso lo es de humanismo –trayectoria hacia lo alto-. Así, es común que la vida del hombre sea de descenso y ascenso permanente, sólo que en la modernidad nihilista se acentúa más la caída que el ascenso, siendo este proceso algo más allá de lo psicológico o físico y pertenece a lo metafísico.

Tanto la teología filosófica como la cristiana no llevan hacia el silencio sobre Dios sino hacia una filosofía real del ser, hacia una metafísica consecuente que no se diluye en conceptos. El supuesto fundamental de la filosofía y de la teología es el lenguaje analógico, cuyo peligro es rebajarlo a lenguaje equívoco o unívoco. Por eso uno de los elementos esenciales de cualquier discurso sobre el ser y Dios es el carácter analógico del pensar y el hablar. El ateísmo, materialismo y escepticismo se mueven sólo dentro de un pensar y hablar unívoco, por eso Dios no tiene cabida en su visión inmanentista. Aquí el sentido de la vida se despliega dentro del azar o dentro de una estricta determinación de las leyes materiales. Pero el carácter analógico del discurso no significa que Dios sólo se muestra como verdaderamente irrenunciable en el conflicto intradivino trinitario, o sea en una naturaleza con su historia ajena al hombre. Este es el sentido de la vida de los gnósticos, que quieren verse libres de la materia corporal y retornar a la naturaleza del Padre uno. Tampoco es una providencia divina que actúa en el mundo humano sobre objetos menores y sirviéndose del hombre como instrumento. Este es el sentido de la vida de los tradicionalistas, que ansían vivir una libertad negativa entregando su libertad positiva a Dios.


En realidad, la razón sin la imaginación está empobrecida y Dios ha dado al hombre la razón y la fe para dominar el mundo responsable y positivamente y, en este sentido, su lugar es la historia de la libertad humana, donde los hombres no son instrumentos de Dios, sino que ante él todos somos sujetos y fines en sí mismos. Esta es la nueva imagen de Dios que hace falta para que el hombre una su inmanencia con su trascendencia. Por eso Dios es solidario con las situaciones humanas angustiosas y, por consiguiente, el sentido de la vida no es entregar nuestra libertad a él, sino, actuar con amor por el prójimo y recibir e implorar su auxilio, como de esa otra persona que tiernamente nos brinda su apoyo, disipando las tinieblas del sinsentido de la vida.
Lima, Salamanca 15 de Mayo 2012
(Libro:  "Vida sin sentido y el olvido de Dios")

viernes, 11 de mayo de 2012

FILOSOFIA DE LA CIENCIA


METACIENCIA O LÍMITES METAFÍSICOS
 DE LA CIENCIA
Cosmos y Escatología
                                              Gustavo Flores Quelopana
                                Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía


La actividad fundamental que está sucediendo en todo el Universo, desde la vida de las estrellas pasando por todas las formas de especies vivientes hasta las formas de inteligencia artificial, es el colapso gradual e inexorable que apaga toda actividad y enfrenta a toda la materia a la catástrofe y muerte final. Todas las maravillas de la creación caerán en el silencio, y más tarde o más temprano la segunda ley de la termodinámica, la entropía, se llevará el triunfo final. Dentro de este proceso apocalíptico, que puede ser considerado sólo como un breve interludio entre el caos del fuego original y el caos del fuego final, o más precisamente entre la enigmática nada desde el cual emergió el cosmos hacia la nada en el cual sucumbirá, cabe, sin embargo, hacerse la pregunta límite por el significado de todo este holocausto, que no va aparentemente desde el ser hacia el ser, ni del ser hacia la nada, o la nada hacia el ser, sino desde la nada hacia la nada. Con lo cual el Universo parece estar carente de propósito y significado. En todo caso, la pregunta metafísica fundamental no parece ser, como Heidegger afirmó, ¿por qué hay ente y no más bien nada?, sino ¿por qué de la nada hay ser? El Universo es realmente un sitio muy especial, pero ¿de dónde procede toda esta dirección inexorable? ¿Cuál es su significado último y profundo? Si toda la actividad cósmica disminuirá hasta cesar, si el Universo entero palidecerá en un holocausto que lo hará desaparecer, entonces ¿por qué de la nada tuvo que emerger el ser? Pero, si nada surge de la nada se colige, a la sazón, que sólo un Ser Superior guiado, por un propósito benévolo, puede haber dado origen a toda la creación, sacando al cosmos desde la nada, enigma capital de la cosmología moderna. Cuando Newton construyó un modelo de relojería del sistema solar alguien elogió su ingenio para construir mecanismo tan complicado, pero sin inmutarse respondió que Dios debió haber sido mucho más ingenioso al construir el original. Sin embargo, hay científicos que rechazan la posibilidad que el Universo sea una obra planeada, y, como Stephen Hawking, afirman que su mecanismo central, fruto del ciego azar, está a nuestro alcance.
Resulta siendo profundamente paradójico no sólo que en un universo asediado por la entropía pueda haber crecido el orden, sino que al final todo termine por ser engullido por el desorden. Estos enigmas científicos, que tocan temas fundamentales de la filosofía y de la teología, como estrictamente no siguen aquí un tratamiento científico, sino que están imbricados de reflexiones filosóficas y considerandos teológicos, los llamo Metaciencia.

                                                                        II
La ciencia moderna continúa aportando mucho al pensamiento filosófico y teológico en temas tan fundamentales como el nacimiento, la vida y la muerte en el Universo. Así las cuestiones que se plantea la ciencia son hoy más que nunca cuestiones filosóficas y este libro no es de epistemología ni de ciencia, sino de meditaciones metafísicas sobre la ciencia, o más precisamente sobre el ser de la inteligencia artificial, los límites metafísicos de la evolución y el significado sobre el final del universo. A este conjunto de reflexiones lo denomino METACIENCIA, entendida como aquella reflexión filosófica sobre las implicancias metafísicas que entrañan los problemas y descubrimientos científicos.
La superación del positivismo en la ciencia permite a ésta no negarse a reconocer las realidades que estudia la filosofía. “Usted es teólogo, yo soy naturalista; nuestros caminos son distintos. Yo trato de descubrir hechos sin preocuparme de lo que dice el Génesis”, le escribió Charles Darwin al reverendo Brodie Innes. No obstante, no sólo la comprensión de estas diferencias entre ciencia y religión, ciencia y metafísica no estuvo libre de conflictos, sino que mientras la ciencia actual más ahonda en la explicación de cómo surgió el mundo se topa con las clásicas preguntas de carácter metafísico y teológico.
Estamos en un punto de inflexión del conocimiento científico en que ciencia y religión, ciencia y metafísica se vuelven a encontrar pero esta vez para abismarse en los insondables misterios del universo. En cosmología los científicos se ven ante la pregunta inevitable de si el universo es resultado de un plan inteligente, el big bang puede ser entendido como creatio ex nihilo, el paso de la simetría inicial a la asimetría actual del cosmos hace necesario el arbitraje no del azar sino de una Voluntad, el planteamiento de conceptos no verificables como la existencia de una “energía oscura” que empuja el universo hacia su expansión llevándolo a una muerte térmica, de la “materia oscura” como aquella fuerza que mantiene unida el cosmos, la existencia hipotética de “agujeros de gusano” y ”agujeros blancos”, pues los agujeros negros son los únicos confirmados hasta el momento, el vaticinio de una “edad oscura del universo” en que los propios agujeros negros sin más materia que devorar se habrán extinguido, son ejemplos recientes y palpables de la necesidad que tiene la ciencia de recurrir a hipótesis metafísicas plausibles. Situación paradójica que contradice lo dicho por Newton: “Yo no hago hipótesis”.
La nueva ciencia lleva hacia posiciones holísticas, más abiertas al arte, la religión, el símbolo y la trascendencia. En el fondo se trata de una recuperación del logos humano de su integridad y polivalencia. Lo que Émile Meyerson criticó como el proceso del pensar científico que tiende a violentar  la realidad en aras de la identidad, tendencia que es en el fondo la misma exigencia de la razón y que fue subrayada por la filosofía posestructuralista, es lo que en mis investigaciones he llamado el totalitarismo conceptolátrico de la razón logocrática de Occidente. Sin embargo, la crisis universalista de la razón y el agotamiento de la cruzada antimetafísica de la epistemología hizo que el ancestral logos del mytho recuperase su papel provocando inusitados encuentros con el logos de la ratio. Este es nuestro propósito, reflexionar sobre lo real sin desconocer tanto el dominio de la ciencia, la filosofía y la religión. Se pretende un discurrir integral. El racionalismo decimonónico que sustituye lo diverso por lo único retrocede, porque la lógica conceptual y discursiva nos conduce a un pensar metafórico donde ratio y mytho se empiezan a dar la mano. El pensar logocrático occidental está fatigado y vuelve la mirada hacia su otrora despreciada enemiga, a saber,  el pensar mitocrático. Ahora cuando son evidentes los límites del racionalismo es cuando penetra por los poros de la ciencia el pensar mitocrático mismo, llena de fe, poesía, arte, mística y organicismo vitalista.
Los excelentes trabajos sobre ciencia y epistemología de Popper, Couturat, Koyré, Duhem, Lakatos, Russell, Reichenbach, Kuhn, Bunge, Agazzi, Mosterín, Penrose entre otros, y en nuestro medio las valiosas investigaciones sanmarquinas de J. Sanz, C. Alvarado de Piérola, J. C. Ballón, Raimundo Casas y C. Matta; nos eximen en nuestro caso de pretender una reflexión epistemológica sobre la naturaleza de la  ciencia,   más  bien  lo  que  se  busca  en  estas  páginas  es deliberar sobre sus límites metacientíficos, donde se entrecruza con la metafísica y la teología. A esto denominamos Metaciencia.
El afán neopositivista de enterrar a la metafísica ha fracasado y esto acontece desde la crítica popperiana al principio de verificación y su sustitución por el principio de falsación, el naufragio de la concepción estándar de Putnam, la idea de Hanson que toda observación está cargada de teoría, las ideas de Toulmin de reemplazar la teoría verdadera por la teoría adecuada, Kuhn acuña el concepto de paradigma, Quine critica la división entre enunciados analíticos y sintéticos, Hintikka propone un nuevo sistema de lógica inductiva, hasta la crítica antiepistemológica de la filosofía hermenéutica de Gadamer, Rorty, Ricoeur, Habermas y Otto Apel, que subrayan que el método experimental no se aplica al ámbito histórico humano. No fue el anarquismo epistemológico de Feyerabend el que destronó a la ciencia y a la razón objetivante de su lugar acostumbrado en el mundo moderno, sino que fue el propio derrotero de la autocrítica razón occidental la que restituyó a la metafísica en el presente. Esto es, la dinámica interna del logos humano, ascética, armónica y cosmocéntrica en Oriente y heroica, vitalista y antropocéntrica en Occidente, tienden a interceptarse en momentos en que la humanidad repara, quien sabe si tardíamente, en que el motor de la historia no puede ser la ciencia sino la fraternidad y el amor universal.
La epistemología neopositivista con Schlick, Carnap y Neurath abandonó toda especulación metafísica, pero Popper con  su  demoledora  crítica  a  la  inducción  exigía una nuevaepistemología. Se terminó renunciando el análisis lógico de las proposiciones científicas por la estructura histórica del descubrimiento científico. No obstante Lakatos abandona las reconstrucciones históricas de Kuhn para atender a la historia interna de la ciencia. Con estos nuevos desarrollos terminó la cruzada antimetafísica de la epistemología, se volvió más modesta y más consciente de sus limitaciones.
En consecuencia, cuando se habla de las limitaciones metafísicas de la ciencia se está aludiendo a su característico naturalismo, es decir, su referencia a entidades verificables experimentalmente.   Sin   embargo,   esto  mismo  delimita  su contexto categorial que no da cuenta del ámbito de lo sobrenatural. La explicación científica se explaya a través del modelo nomológico deductivo, que afirma una conexión necesaria, y el modelo nomológico probabilístico, que expresa regularidades no necesarias. Para Julio Sanz, quizá el profesor sanmarquino de epistemología más filosófico que haya tenido esa casa de estudios, las leyes científicas son enunciados acerca de la realidad, tienen un correlato en la naturaleza descritas de modo aproximado, por lo que no son reglas (instrumentalismo), ni operaciones (operacionalismo), ni relaciones lógicas (empirismo lógico) ni conjeturas (relativismo). Llamó escépticos, con razón, a Popper, Nagel y Bunge. Sanz se distinguió en sus libros por no ser un mero expositor ni un mero apologista del método científico, sino que cogió, como verdadero filósofo, las cosas desde la raíz asumiendo siempre una posición personal. Postura que en estos días, de libros muy bien informados, se deja extrañar. El profesor-autor técnico ha tomado el lugar del profesor-autor pensador. Ahora bien, mientras para los inductivistas las leyes científicas surgen de observaciones, para los deductivistas nacen de problemas. Esto lleva directamente al asunto del desarrollo de la ciencia. Para Kuhn, que rechaza la teoría de la correspondencia de la verdad, el desarrollo científico se realiza por cambios traumáticos llamados revoluciones científicas, para Popper esto lleva al relativismo historicista, y Toulmin niega que haya revolución en favor de un evolucionismo científico.
Sobre la incomprensión de las diferencias entre la ciencia y la metafísica se puede decir que antes eran los fanáticos de la especulación desenfrenada quienes entorpecían el camino de la ciencia, luego fueron los exaltados de la ciencia y del método empírico quienes entorpecían la metafísica, ahora el clima se atempera y favorece un diálogo positivo. Lo que hay que afirmar es que no hay que permitir que la ciencia se cierre a las realidades de la filosofía ni que la filosofía se lance sin trabas por las vías de la especulación desenfrenada. Sin embargo, bajo las brumas aun no disipadas del cientificismo finisecular brota una postrera impostura, la llamada “filosofía aplicada”, basada en una copia mal hecha entre la diferencia que existe con la ciencia puramente cognoscitiva y la ciencia aplicada o puramente utilitaria. La impostura de la filosofía aplicada ha renunciado a comprender mejor las cosas cambiándola por el propósito de mejorar nuestro dominio sobre ellas. Ya no es filosofía sino tecnología meramente pragmática. 


                                                                       III
Finalmente volvemos a preguntarnos: ¿Qué es la Metaciencia? Es un neologismo que hemos creado para referirnos al estudio de los problemas fronterizos entre filosofía, teología y ciencia, derivados de la propia investigación científica. Su propósito es demostrar los límites metafísicos de la ciencia, destacando que su posible solución radica en el planteamiento de problemas fundamentales de la realidad. También puede ser entendida como la doctrina que enuncia que los problemas de la ciencia son profundamente filosóficos y teológicos.
En un sentido varroniano muy general podemos distinguir tres formas de Metaciencia: la Metaciencia fabulosa, es la Metaciencia que emplean los literatos para configurar relatos de ficción. La Metaciencia natural, es la de los científicos, que tiene por objeto lo que la naturaleza es, su comportamiento, estructura y efectos. En fin, la Metaciencia filosófico-teológica, es la de los filósofos no empiristas y teólogos, y tiene por objeto la reflexión sobre el sentido de la realidad en base a los resultados provisionales.de la ciencia.
En un sentido más específicamente histórico-filosófico se pueden distinguir tres sentidos: 1) la Metaciencia metafísica; 2) la Metaciencia natural; 3) Metaciencia revelada. La Metaciencia metafísica es el conocimiento de las primeras causas y principios mediante la luz de la naturaleza y de la razón. La Metaciencia natural es el conocimiento de las causas de la naturaleza mediante la observación y experimentación de las cosas creadas. Y la Metaciencia revelada es la que obtiene sus principios a través de la revelación. Desde este punto de vista todos los teólogos, filósofos y científicos hacen Metaciencia, aun los materialistas, por cuanto se ocupan de los primeros principios de las cosas en su debido nivel y jerarquía.
Ahora bien, debido a que la Metaciencia no es estrictamente ciencia sino una especulación filosófico-teológica, a partir de algunos resultados de la ciencia, no es raro que no satisfaga al científico ni a muchas posiciones filosóficas e incluso teológicas, especialmente a la teología negativa con el Seudo Dionisio Areopagita, Plotino, Scoto Erígena, Eckhart, Cusa, Kierkegaard y Barth, que considera que lo finito no puede alcanzar lo infinito por ningún nombre, predicado o posibilidad humana. Pero este libro no busca convencer sino hacer solamente pensar.
Por otro lado, puede predominar la opinión de que la Metaciencia no es más que una filosofía teologizante, término creado por Croce para referirse a problemas mal planteados e insolubles. Pero aquí hay que señalar que la filosofía a lo largo de su historia no ha podido evitar  la teologización cuando se ha planteado la cuestión de la ciencia del ser en cuanto ser, o sea de la sustancia eterna, separada e inmóvil, o sea Dios. Heidegger intentó evitarlo, evitó hacer según él “ontoteología” pero a costa de romper la unidad con el ser mismo y degradarlo a la categoría de un ente. Opera sin duda en Heidegger la metafísica voluntarista de la mística alemana que convierte la investigación del ser en un supraser y entonces se afana en superar la metafísica óntica para alcanzar un pensamiento ontológico, aun más riguroso que el pensamiento conceptual. Aquí no veo la necesidad de asumir tal artificiosa separación entre Dios y el ser en cuanto ser, sin que ello no signifique cuestionar las limitaciones del pensamiento conceptual, sino que en nada daña a la filosofía y sí más bien la beneficia entenderse como reflexión teologizante.
Sin más consideraciones que hacer, por lo pronto, espero que el neologismo tenga mejor suerte en bien del conocimiento humano.
Por último, no pienso ocultar mi concepción cristiana del universo. A la luz de los aportes de la cosmología científica, de la filosofía de la física y de la reflexión teológica pienso que el universo no es un proceso eterno sino temporal de existencia y nadificación en el que se abarca a todos los seres. Y así la presencia de la entropía argumenta a favor de esta tesis. El Universo entero no marcha hacia un mayor orden, sino hacia un mayor desorden, hasta que llegue el momento de su colapso total, macro y microfísico, será el fin de las cuatro fuerzas fundamentales, el retorno de la materia a la nada. 
Todo lo cual lleva a pensar que primero está Dios trino que crea ex nihilo por amor, es distinto a su creación y es increado, y que hace posible todo lo existente. Luego está el mundo de las ideas o causas primordiales, que es eterno y contiene los prototipos de todas las cosas existentes, que es creada y crea. Le sigue el mundo fenoménico espacio temporal o sensible (ángeles, hombres y cosas) que es creada y no crea sino que transforma, formada en el comienzo como perfecta pero por el pecado original sufrió daño en su vida sobrenatural. Finalmente, está la muerte que ni es creada ni crea sino que destruye lo existente en la nada, se introduce al cosmos a partir de la Caída del hombre, fue derrotada por la Redención de Cristo y desaparecerá tras el Juicio Final. De modo, que sólo con Dios no sólo el hombre sino todo el cosmos logran la plenitud ontológica, donde lo natural y lo sobrenatural se integran nuevamente como al principio. El Cosmos mismo está inserto, por tanto, en un proceso escatológico.
Lima, Salamanca 2010

FILOSOFÍA DE LA FÍSICA


Significado del Final del Universo
 Gustavo Flores Quelopana
Miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía

“El cielo y la tierra pasarán,
pero mis palabras no pasarán”.
Mt. 24.35

1.  INTRODUCCIÓN
Actualmente es para el sentido común una verdad de perogrullo que el Universo con su estado ordenado actual de materia, energía, galaxias, cúmulos de estrellas, planetas y vida, no existió siempre, pero todavía resulta insólito lo que muchos cosmólogos afirman sobre el holocausto que sufrirá el Universo entero y provocará su desaparición.
La Cosmología, o estudio del Universo en su conjunto, incluye teorías sobre su origen, evolución, estructura y su futuro. En nuestro caso, sólo nos limitaremos al tema cosmológico de su destino. Sin embargo, resulta excesivo esperar que la ciencia proporcione respuestas claras a estas preguntas. Cuando el astrónomo Hubble descubrió la expansión del Universo se echó por tierra definitivamente la idea de un universo estático. La expansión, sin embargo, supone un aspecto radicalmente nuevo en los fundamentos de la cosmología puesto que si las galaxias se están alejando unas de otras, tienen que haber estado juntas en el pasado. Pero es lógico pensar que en el pasado la gravedad era más intensa que ahora, por ello la expansión tiene que haber tenido un comienzo.  Teniendo  en  cuenta la inevitable atracción de la gravedad se impone la conclusión de que el Universo no existió siempre y tiene que haber habido una creación. La edad del universo se ha estimado entre diez y los veinte mil millones de años. Pero Einstein trajo una nueva teoría de la gravedad, según la cual en vez de ser considerada como una fuerza es atribuida a la estructura geométrica del espaciotiempo. En otras palabras se puede considerar al espaciotiempo como elástico, como si fuera de goma. Así, la expansión del espacio es siempre una característica fundamental, que en el caos original del primer segundo del Big Bang fue rápido y tormentoso, para que después, tal como lo detectan los telescopios modernos,  sea inesperadamente suave y uniforme.
Algunos cosmólogos creen que se puede llegar a la primera cuatrillonésima de segundo, tiempo durante el cual la luz recorrió sólo una diez billonésima de centímetro; esto es, el tamaño de un núcleo atómico. Tan cerca del instante de la creación, toda la materia de nuestra galaxia, con sus cien mil millones de soles, estaba comprimida en tan sólo una milésima de milímetro. A estos intervalos de tiempo tan pequeños, que se produjo cerca del instante de la creación, se ha llamado la era del plasma, que duró desde un segundo hasta los 100,000 años, y la era que le precedió, la era del leptón, que duró más o menos un microsegundo hasta un segundo. Aunque los científicos no admiten límites en el número de eras que preceden a la era del plasma, sin embargo, en la actualidad se sugiere la existencia de una barrera de pequeñez, región misteriosa más allá de nuestra comprensión, la llamada era cuántica,     donde    todo    el    universo    observable    estabacomprimido en un volumen menor que el ocupado por un núcleo atómico. La teoría cuántica empezó modestamente como una explicación de las propiedades térmicas del calor y la radicación luminosa, hecha por el físico alemán Max Planck, lo que lo llevó junto a Albert Einstein al descubrimiento del Fotón, cantidad mínima de energía de la luz u otra radiación electromagnética. La energía E de un fotón se expresa mediante la ecuación E = h u, donde h es una constante universal (la constante de Planck) y u es la frecuencia (número de oscilaciones por segundo) de la luz. Los fotones son considerados partículas sin masa. A nivel práctico se desarrolló desde una explicación de los detalles de la estructura atómica, hasta el láser, el transistor y muchos fenómenos de la vida cotidiana. A nivel intelectual condujo a un modelo de materia donde el mundo es intrínsecamente impredecible y la energía aparece y desaparece durante momentos infinitesimales de tiempo, ligada al famoso principio de la incertidumbre de W. Heisenberg.

Intervalos de tiempo en el Primer Segundo de la Creación

           Era cuántica  (desde millonésima de seg. hasta 1 microseg.)    
           Era leptónica  (desde 1 microsegundo hasta 1 seg.)
           Era del plasma (desde 1 seg. hasta 100 mil años)

Esta descripción somera permite entender lo que podría haber sucedido al Universo en el primer momento de la era cuántica: la energía cuántica que aparecía y desaparecía produjo la separación del espacio y el tiempo, y un Universo primitivo que aparecía desaparecía en un instante dado. Estos efectos cuánticos han hecho pensar como innecesaria la existencia de la creación, convirtiendo al Universo en eterno y vetusto. Lo que les resulta paradójico es que la creación aconteció un segundo antes del comienzo de la era del plasma, es decir en el primer segundo infinitamente divisible. A densidad y temperaturas poco elevadas se utiliza la física del plasma, a temperaturas más altas de épocas anteriores se emplea las física nuclear, pero a temperaturas mucho más superiores y más cerca al momento de la creación se maneja la física de las partículas elementales. Hasta 1932 parecía que tres partículas de materia (protón, electrón y neutrón) eran los bloques elementales constituyentes de todos los átomos. Poco después W. Pauli postuló la existencia del neutrino, extraña partícula que gira sobre sí mismo, atraviesa fácilmente cualquier obstáculo y se mueve a la velocidad de la luz. Su existencia fue confirmada recién en los años 70. El físico japonés Hideki Yukawa postuló el mesón, como “pegamento” entre protones y neutrones en el núcleo atómico. Poco después, en 1947, se descubrió el mesón de Yukawa, que sólo vive un instante efímero y después expulsa un neutrino y se transforma en muón. Para estudiar las partículas subatómicas se han construido modernos aceleradores, como el CERN en Ginebra (Suiza) y en la actualidad se han descubierto varios cientos de partículas elementales. La teoría de los quarks avanzó como resultado de la colisión de partículas en los aceleradores y ha permitido explicar la estructura de la materia como compuesta de hadrones y leptones. Hay una gran cantidad de hadrones, mientras que sólo hay ocho clases de leptones: cuatro de materia (electrón, neutrino, muón y tauón) y cuatro de antimateria (positrón, antineutrino, antimuón y antitauón. No se tratan de partículas que emergen de la nada y vuelven a la nada sin dejar rastro, sino de partículas que emergen del vacío cuántico para tener una existencia virtual.
En el 2010 se espera que el Gran Colisionador de Hadrones (en inglés LHC o Large Hadron Collider), acelerador y colisionador de partículas localizado en el CERN de Ginebra, esté lista para que colisionen protones (un tipo de hadrón) en vez de electrones y positrones (leptones). El acelerador recreará los instantes posteriores al Big Bang, lo que dará información clave sobre la formación del universo y confirmará o rebatirá la teoría estándar de la física, basada en el bosón de Higgs (llamada "la partícula de Dios"). Dicha partícula lleva el nombre del científico que hace 30 años predijo su existencia y se considera indispensable para explicar por qué las partículas elementales tienen masa y por qué las masas son tan diferentes entre ellas. Pero el estadounidense Walter Wagner y el español Luis Sancho han afirmado que existe la posibilidad de que el funcionamiento del LHC desencadene procesos que, según ellos, serían capaces de provocar la destrucción no solo de la Tierra sino incluso del Universo entero. Los procesos catastróficos que anuncian son: 1. La creación de un agujero negro inestable, 2.Aparición de materia exótica supermasiva, tan estable como la materia ordinaria, 3. Surgimiento de monopolos magnéticos (previstos en la teoría de la relatividad) que pueden catalizar el decaimiento del protón, 4. La aceleración de la transición a un estado de vacío cuántico. Pronósticos que han sido rechazados por los especialistas del CERN.
Por otro lado, la teoría de las supercuerdas, elaborada con los aportes de los físicos Kaluza, Schwarz, Neveu, Scherk, Ramond, Nambu y Kabu, que aspira a explicar todas las cosas del micro y macromundo y a unificar la teoría de la relatividad con la teoría cuántica,  se postula la presunción que los últimos elementos de la realidad física no son las partículas sino cuerdas de una sola dimensión. Existirían dos tipos básicos de partículas: los bosones y los fermiones, las cuerdas sólo describen los bosones, mientras que las supercuerdas describen los fermiones. Las partículas elementales serían maneras diferentes de vibración de una supercuerda. La cuerda sería la unidad física fundamental y todo el Universo sería la vibración de la supercuerdas, o la diferente vibración de una misma supercuerda determina la diferencia de partículas. Las cuatro fuerzas elementales serían transmitidas por medio de partículas: la fuerza electromagnética corresponde al fotón, la fuerza gravitatoria al gravitón, la fuerza fuerte al gluón y la fuerza débil al bosón. Como la teoría de las supercuerdas no permite todavía hacer predicciones de verificación experimental, sus objetores argumentan que sólo se trata de una teoría matemática con especulaciones metafísicas. No está demás señalar que sus defensores contraargumentan que no es cierto que la teoría no permite hacer ninguna predicción, y aluden que la primera verificación está en la existencia de un cuarto bosón Z en la trasmisión de la fuerza débil. El propósito es averiguar las causas que determinan la expansión del universo, cuyo tamaño actual es de diez mil millones de años luz, pero al umbral de la era leptónica era tan sólo de un kilómetro.
 De modo que la expansión del universo expuesta por Hubble tuvo una nueva lectura, a saber, las galaxias no están huyendo precipitadamente desde un centro común, sino que están en reposo en un espaciotiempo en expansión. Por último, el descubrimiento accidental de Penzias y Wilson en 1965 del calor original de la creación, también llamada radiación de fondo, transformó la idea especulativa de la creación en una completa teoría cosmológica. Más aun, cuando se descubrió gracias al telescopio espacial Hubble que la expansión del universo se acelera, entonces se confirmó que se encamina hacia el desastre y la catástrofe cósmica. A la sucesión del orden en el caos le advendrá nuevamente el caos para que todo cese de existir. Se postuló la teoría del “Gran desgarrón” y la Edad oscura del Universo, donde al final el propio espaciotiempo terminará colapsando en una expansión que no puede continuar siendo elástica para siempre. El colapso de la expansión del espaciotiempo será el final del propio Universo. La conclusión, ante estos descubrimientos, es que el Universo no existió hace una cantidad finita de tiempo y que dejará de existir dentro de otra cantidad finita de tiempo, y esto es tan desconcertante que no puede dejarse su respuesta sólo en manos de la especulación científica. Aquí entra la reflexión metacientífica de la filosofía y la teología. ¿Qué significado tiene que toda esta portentosa creación vaya degenerando inexorable y aceleradamente?
La teoría del universo estacionario, no la aceptan la mayoría de los cosmólogos tras el descubrimiento de la radiación de fondo de microondas en 1965. La teoría del Universo en expansión, los quásares y la energía oscura, hace que sea razonable suponer que la historia del Universo es finita. Pero además de la pregunta de qué significa que el Universo haya tenido una creación, está además otra que interroga por el significado de que el universo ha de morir, que no sea eterno. Este es un asunto límite, que permite a la vez una abordamiento científico, filosófico y religioso.

2.  PRIMERAS TEORÍAS COSMOLÓGICAS
        SOBRE EL FIN DEL UNIVERSO
El Cielo siempre ha intrigado a la humanidad no sólo por su belleza sino por su regularidad y permanencia. Las teorías cosmológicas más antiguas datan del 4000 a.C., y son las de los pueblos mesopotámicos, que creían que la Tierra era el centro del Universo. Los sumerios, inspiradores de los babilonios, tenían cuatro divinidades fundamentales: los dioses creadores. Estos dioses eran An, el dios del cielo; Ki, la diosa de la tierra; Enlil, el dios del aire; y Enki, el dios del agua. Cielo, tierra, aire y agua se consideraban los cuatro componentes más importantes del Universo. El acto de creación, sostenían, implicaba el cumplimiento cabal de la palabra divina; la divinidad creadora solamente tenía que pensar en su designio o proyecto y pronunciar el nombre de la cosa que se pretendía crear. Para mantener el cosmos en un movimiento continuo y armonioso, evitar la confusión y el conflicto, los dioses concebían el me, una serie de reglas y leyes universales e inmutables que todos los seres estaban obligados a obedecer (Puede consultarse C. Leonard Woolley, Ur, la ciudad de los caldeos, FCE 1968, Irwin H. y H. A. Frankfort y otros, El pensamiento pre-filosófico. Egipto y Mesopotamia, FCE 1970).
Una perspectiva alternativa es la alienígena. La cual no deja de preguntarse por la abundante mención en el Mahabharata  de carros voladores metálicos que transportaban a los dioses. También causa extrañeza el conocimiento del número pi, como consta en la construcción de la gran pirámide de Egipto, cuyo valor de gran exactitud fue redescubierto por Arquímedes en el mundo occidental mil años después, quien determinó correctamente que el valor de Pi se encuentra entre 3 + ‡ y 3 + . Pi, letra griega (p) usada en matemáticas como el símbolo del cociente entre la longitud de la circunferencia y su diámetro, está presente en la Gran Pirámide junto con otros valores matemáticos de gran importancia. El símbolo p fue usado por primera vez para representar esta razón en 1706 por el matemático inglés W. Jones, pero su uso no se generalizó hasta su adopción por el matemático suizo Leonhard Euler en 1737. En 1882 el matemático alemán Ferdinand Lindemann demostró que p es un número trascendente, esto es, no puede ser la raíz de una ecuación polinómica con coeficientes racionales. Aunque p es un número irracional, es decir, tiene un número infinito de cifras decimales, se puede calcular con la exactitud deseada utilizando series, ha sido calculada con cien millones de cifras decimales utilizando ordenadores, aunque esta precisión carece de utilidad práctica. Keops, faraón egipcio (c. 2638-2613 a.C.), segundo de la IV Dinastía, ordenó la construcción de la Gran Pirámide de Gizeh. Este colosal monumento tiene la   peculiaridad   de   tener   dos  fosos  que  hace  5  mil  años apuntaban hacia puntos estelares precisos como la estrella Sirio, Zeta Orión o Alfa del Dragón, relacionados con dioses de la resurrección.
Otro hecho desconcertante de la astronomía ancestral está dado por la remota tribu africana de Dogon, en Malí, que guarda en sus mitos una añeja tradición de mil años, la cual relata una extraña historia sobre unos hombres peces venidos desde una estrella gemela de la estrella Sirio. Lo más sorprendente es que la astronomía moderna recién confirmó la existencia de esta estrella gemela en la segunda mitad del siglo XIX. Es cierto que esta estrella, también llamada Estrella Can, es la estrella más brillante del cielo, situada en la constelación Can Mayor, la distancia de Sirio a la Tierra es de 8,7 años luz y es, por tanto, una de las estrellas más cercanas. Su brillo se debe, en gran medida, a esta relativa cercanía. Se puede ver desde casi cualquier punto de la Tierra, pero la observación a simple vista de la estrella gemela es imposible. La masa de Sirio es 2,4 veces la del Sol, y la temperatura de su superficie también es superior. Las irregularidades en la trayectoria de Sirio llevaron al astrónomo alemán Friedrich Bessel a creer que iba acompañada por una estrella que en aquella época no era posible observarse. El astrónomo norteamericano Alvan Clark confirmó por primera vez en 1862, 18 años más tarde, la existencia de esta compañera; después se comprobó que era una enana blanca. Lo más intrigante de la perspectiva alienígena es que abre la posibilidad sobre la existencia de criaturas inteligentes pertenecientes a civilizaciones supertecnológicas venidas desde  otras  estrellas,  lo  que incentiva no sólo para proseguir en la busca de vida estelar y saber que no estamos solos. Llama mucho la atención que esta estrella fue muy venerada también por los antiguos egipcios, que la consideraban como anunciadora de la crecida del Nilo y, por consiguiente, de una buena cosecha. Muchos templos egipcios se construyeron de forma que la luz de Sirio iluminara las cámaras interiores. Y la misma situación se repite en tradiciones de otras culturas antiguas.
Dentro de su rica literatura, el hinduismo incorpora una cosmología muy compleja. Se trata de la doctrina de los Manvantara o ciclos cósmicos, doctrina diametralmente opuesta a la doctrina moderna del “progreso”. Creen que el Universo es una gran esfera cerrada, un huevo cósmico dentro del cual hay muchos cielos concéntricos, infiernos, océanos y continentes, que la India está en medio de todos ellos, que el tiempo es a la vez degenerativo (desde la época dorada o Krita Yuga, a través de dos periodos en los que el bien decayó gradualmente, hasta los tiempos actuales o Kali Yuga, también conocida como Edad de Hierro o Gran Noche) y cíclico: al final de cada Kali Yuga, la humanidad desprovista de espiritualidad y capacidad creadora, trabaja sin sentido labrando su propia destrucción, y el Universo es destruido por el fuego y las inundaciones, comenzando así una nueva época dorada (Véase: W. Fairservis, India, Ed. Joaquín Mortiz, 1964; y A. Schweitzer, El pensamiento de la India, FCE 1968; René Guénon, La crisis del mundo moderno, Mosca Azul 1975 ). El I Ching o Libro de las mutaciones, antiguo texto chino y un clásico del confucianismo es una obra moral, filosófica, cosmológica y de adivinación, presenta 64 hexagramas simbólicos, cada uno compuesto por un par de trigramas, formados por tres líneas paralelas. Las líneas pueden ser continuas (representando el yang o principio activo) o discontinuas (representando el yin o principio pasivo) que explicaba todos los fenómenos en términos de alternancia del yin y el yang. Así pues, los hexagramas se conciben como dentro de un cambio mutuo y perpetuo siguiendo el orden cíclico del universo. (Véase: Ling Yutang, Sabiduría China, Biblioteca Nueva 1959; Fun Yu Lang, The spirit of chinese Philosophy, E. R. Hughes, London 1947; Ch. Wing-tsit y otros, Filosofía del Oriente, FCE, 1950).
Anaximandro es mencionado como fundador de la cosmología. Postulaba una teoría del origen del Universo que defendía que todas las cosas vuelven con el tiempo al elemento que las originó. Aristóteles, por su lado, sostuvo la eternidad del universo, sin comienzo ni fin. Lo contrario es impensable por violar los reparos parmenídeos respecto a algo que surge de la nada. El universo eterno es una gran esfera, dividida en una región superior y otra inferior. La región supralunar es el ámbito de los ciclos eternamente inmutables, mientras que la región sublunar es el lugar de la generación y la corrupción. La causa del movimiento eterno del universo es el motor inmóvil, hay un único motor inmóvil para todo el cosmos, pero sorprende cuando sostiene que cada una de las esferas celestes tiene su propio motor inmóvil (Véase: Juan David García Bacca, Los Presocráticos, FCE, 1978; G. S. Kirk y J. E. Raven, Los Filósofos Presocráticos, Gredos, 1979; J. Brun, Aristóteles y el Liceo, Eudeba, 1968, p.84-85). En cambio, en la cosmología estoica al mismo tiempo que afirmaban la eternidad del universo, sustituían su creencia en la estabilidad cósmica por una teoría cíclica inspirada en el pensamiento presocrático. Según distintos pensadores estoicos, existe un ciclo cósmico eterno de expansión y contracción, conflagración y regeneración. En la fase contracción el fuego cede de nuevo el paso a los otros elementos, y el mundo tal como lo conocemos se regenera. Este ciclo se repite eternamente, produciendo una perpetua secuencia de mundos idénticos. Finalmente, el universo estoico era concebido a la vez finalista y determinista, penetrado por la racionalidad de la providencia divina (Véase A. Long, La Filosofía Helenística, pp. 147-166, Revista de Occidente, 1977). Por su parte, los antiguos peruanos creían en el Pachacutec que vendría cada cinco mil años a transformar el mundo. Los mayas creían en trece cielos dispuestos en capas sobre la tierra y regidos por sendos dioses llamados Oxlahuntiku. El tiempo era una serie de ciclos sin principio ni fin, interrumpidos por cataclismos o catástrofes que significaban el retorno al caos primordial. Pero nunca se acabaría el mundo porque creían en la palingenesia, la regeneración cíclica del universo. Los libros del Chilam Balam exponen predicciones acerca de esos ciclos de destrucción y renacimiento. (Ver El libro de Chilam Balam, FCE 1948; Francisco Javier Clavijero, Historia antigua de México, Ed. Porrúa, 1945). La palingenesia o regeneración cíclica del mundo era creencia común en la antigüedad.

                                                     3. COSMOLOGIA MEDIEVAL
Como vemos, todas las cosmologías del mundo antiguo estaban   implicadas   dentro   de  una  concepción  del  tiempo cíclico o eterno retorno, dentro del cual tras la generación, ordenamiento y destrucción de todas las cosas adviene un nuevo ciclo palingenésico de regeneración cósmica. La excepción será introducida por la tradición judeo-cristiana con su visión del tiempo asintótica o con un comienzo y un final. Este punto será arduamente discutido durante el siglo XIII, justamente tras la asimilación de la doctrina aristotélica por el cristianismo. En ella intervienen el primer rector de la universidad de Oxford Robert Grosseteste (1168-1253), Roger Bacon (1220-1292), el franciscano italiano Buenaventura (1217-1274), el enciclopédico dominico alemán Alberto Magno (1200-1280) y Tomás de Aquino (1224-1274).
     Especialmente importante en la primera mitad del siglo XIII es la cosmología de Roberto Grosseteste, figura cumbre de la ciencia medieval. En él la luz era central, pues el cosmos empezaba a existir cuando Dios creó un punto de materia sin dimensiones y su forma, un punto de luz sin dimensiones. Aquí está el antecedente de la idea del “núcleo primordial” de Lemaître. Este punto de luz se difundió instantáneamente en una gran esfera, llevando consigo a la materia y dando nacimiento al cosmos corpóreo. La radiación posterior y la diferenciación dieron origen a las esferas celestes y a la región sublunar. La humanidad representa el pináculo de la actividad creadora de Dios, reflejando simultáneamente la naturaleza divina y los principios estructurales del mundo creado. Pero fue Tomás de Aquino el que afrontó, en la segunda mitad del siglo XIII, con rigor extraordinario todos los problemas planteados por la filosofía aristotélica, subrayando que no puede haber verdadero conflicto entre la filosofía y la teología,puesto que tanto la revelación como nuestras capacidades racionales son dones divinos.  Su posición sobre la eternidad del mundo se resume en sostener que gracias a la Revelación conocemos que el Universo fue creado en un punto del tiempo, asunto que la Filosofía no puede decidir porque existen argumentos a favor y en contra. Por tanto, y contra Buenaventura, no es absurdo afirmar filosóficamente que el universo es eterno, pues no hay contradicción en sostener que el mundo es creado y aun así suponer que ha existido eternamente (Sobre la eternidad del mundo, Aguilar, Argentina 1975).

Los cosmólogos medievales coincidían en que fuera del cosmos no hay ninguna sustancia material. Aristóteles había negado la posibilidad de espacio, lugar o vacío fuera del mundo, y su conclusión era generalmente aceptada hasta que la condena de 1277 contra el aristotelismo radical provocó la reevaluación de la cuestión. En la condena se declaraba que Dios tiene el poder de crear múltiples mundos. Ahora bien, si otro cosmos pudiera ser puesto fuera del nuestro, entonces era posible un espacio capaz de acogerlo. La mayor parte se conformaba con aceptar que Dios pudo crear un espacio vacío fuera del cosmos. Sin embargo, en el siglo XIV Tomás Bradwardine (†1349) y Nicolás Oresme (1320-1382) sostuvieron que realmente Dios había creado el espacio vacio extracósmico, infinito como él  y el espacio vacio se identificaba con la omnipotencia divina. Pero lo cosmólogos medievales del siglo XII antecedieron todas estas discusiones. Idénticas preocupaciones, pero esta vez bajo el influjo directo del Timeo, tuvieron lugar entre los filósofos de la naturaleza del siglo XII o llamado humanismo medieval. Eruditos como Thierry de Chartres (†después de 1156), Guillermo de Conches (†después de 1154), Abelardo de Bath (fl. 1116-1142), Honorio de Autun, Bernardo Silvestre, Andrés de San Víctor y Clarembald de Arras se dieron a la tarea de reconciliar la cosmología platónica con el relato de la creación del libro del Génesis. Este naturalismo fue una de las características más sobresalientes de la filosofía natural del siglo XII.
Todos estos hombres comparten una nueva concepción de la naturaleza como una entidad autónoma racional, que procede sin interferencia según sus propios principios. Fueron los protagonistas de una nueva conciencia del orden natural o de la ley natural, ello no significaba negar la mediación divina, sino afirmar que Dios obra por medio de poderes naturales y que la tarea del filósofo es llevar estos poderes hasta su límite explicativo, y sólo cuando el acontecimiento descrito no admite ninguna explicación natural, entonces y sólo entonces hemos de recurrir a los milagros. De modo que investigar las causas secundarias no resultaba una negación, sino una afirmación, de la existencia de la majestad de la primera causa (véase David C. Lindberg, Los inicios de la ciencia occidental. Desde el 600 a.C. hasta 1450; pp. 250-259, Paidós 2002). En realidad, sería imposible matizar la cosmología medieval la cual presenta importantes contribuciones cosmológicas. Solamente Pierre Duhem dedicó diez volúmenes al tema y las investigaciones siguen multiplicándose (Le sistema du monde, 10 vols., ver también a Edward Grant,  Cosmology, en David Lindberg (Comp.), Science in the Middle Ages, Chicago, University of Chicago Pres, 1978). Sólo cabe decir una consideración más sobre la cosmología medieval y es que el cristianismo fue importante en la modificación de la cosmología aristotélica, pero la influencia estoica también ejerció un importante influjo. La noción de vacío extracósmico llegó a Occidente con una calidad estoica.
Gracias a estas investigaciones hoy es más fácil asumir que la ciencia antigua no excluyó el análisis matemático pero funcionó en el marco de la filosofía natural tradicional. Pero si bien la ciencia medieval hizo muchas contribuciones a la tradición científica occidental sin embargo no anticipó los elementos básicos de la ciencia moderna inicial, continuaron aferrados al método silogístico y a la metafísica aristotélica. La nueva metafísica mecanicista estimuló la experimentación y la matematización de la naturaleza, además la ciencia moderna se desarrolló en circunstancias sociales nuevas. Por ello es posible afirmar que la ciencia moderna inicial es discontinua con la medieval, pero ésta preparó el camino para los logros del siglo XVII. Que la Revolución Científica del los siglos XVI y XVII no fue un desarrollo o extensión de la ciencia medieval no quiere decir que se trató de una “mutación” intelectual, como sostiene Alexandre Koyré (Estudios de historia del pensamiento científico, Siglo veintiuno 1977), que implicó la disolución de la visión del mundo medieval. No fue así, y en todo caso esto sólo fue parcialmente cierto, puesto que si no hubo continuidad metodológica ni metafísica entre la ciencia medieval y moderna, sin embargo sí lo hubo en lo lingüístico, conceptual y teórico. Esta es justamente la tesis más matizada de David Lindberg, no obstante cabe preguntarnos hasta qué punto existiría continuidad conceptual y teórica cuando justamente la ciencia moderna en su discontinuidad metodológica y metafísica va echar mano de nuevos conceptos y marcos teóricos.
Por ello, es más realista pensar que si bien hubo discontinuidad metodológica y metafísica entre la ciencia medieval y moderna, empero a nivel lingüístico, conceptual y teórico existió en los siglos XVI-XVII la dicotómica situación de “continuidad-discontinuidad”. Esta dicotómica situación, por lo demás, parece ser muy común en periodos de tránsito histórico y cambio de concepción del mundo. Es como un tiempo bisagra en que los hombres pensantes andan a horcajadas entre las ideas y creencias del mundo de ayer y las ideas y creencias del mundo que emerge. Lo que revela que los cambios culturales no son tan violentos como parecen, sino que necesitan un lapso para asentarse en las conciencias de los individuos hasta volverse en algo común y corriente. Cambios ideológicos pueden provocar cambios científicos y viceversa. No hay esquematismo rígido, sino dinámico y recíproco en estas modificaciones. Sólo así se puede explicar a pioneros como un Kepler, dependiente de los cinco sólidos perfectos, y un Halley, Boyle, Harvey y Newton, creyentes en la magia natural o practicantes de la alquimia, por ejemplo. Esta presencia de la magia en la creación de la ciencia moderna ha sido recalcada por el profesor de Oxford Charles Webster (De Paracelso a Newton, FCE 1988) y refuerza nuestra tesis de“continuidad-discontinuidad” conceptual y teórica entre la ciencia medieval y moderna.

                DEBATE SOBRE LEGADO DE CIENCIA MEDIEVAL

                   TESIS DE LA                               TESIS DE LA
         CONTINUIDAD (S: XX)                       DISCONTINUIDAD
                     Duhem                                                Francis Bacon
                     Homer Haskins                                   Voltaire
                     Lynn Thorndike                                  Condorcet
                     Marshall Clagett                                 Burckhardt
                     Maier                                                 Symonds
                     Crombie                                             Koyré
             (Metodológica y                                        Thomas Kuhn
             conceptualmente la                                    Lindberg
             Rev. Cient. procede                              (Revolución en: óptica,
             de ciencia medieval).                           astronomía y mecánica).


Por lo demás, como en el relato de la creación del libro del Génesis se hacía una distinción entre el <cielo> creado en el primer día y el <firmamento> creado en el segundo, obviamente que esto llevó a postular tres esferas más allá de las siete esferas planetarias. La más exterior, invisible e inmóvil era el empyreum, morada de los ángeles; luego el cielo acuoso y después el firmamento de las estrellas fijas. Con esto el número total de esferas celestes llegaba a diez, aunque se llegó a postular una undécima esfera. Pero lo substancial es que, siguiendo a Platón, la intervención divina directa queda restringida al momento inicial de la creación, lo que sucede después es resultado de la causalidad natural. Es importante destacar la interacción mutua entre la cosmología y la teología en todas estas discusiones.

4  DESCUBRIMIENTOS ACTUALES
SOBRE EL FIN DEL UNIVERSO
Los descubrimientos actuales sobre el fin del Universo tienen que ver con su expansión acelerada. No se trata de un apocalipsis local, sino de un holocausto global que representaría el final del cosmos. Un Apocalipsis local, por ejemplo, tiene que ver con el cálculo aproximado que se hace sobre un impacto estelar cada 26 millones de años que devasta la Tierra debido a una estrella compañera del Sol llamada Némesis, que altera la órbita de los cometas que son arrojados contra nuestro planeta. Se sabe que hace 65 millones de años un impacto estelar similar exterminó a los dinosaurios. Y también se conoce que impactos estelares de cometas y asteroides contribuyeron a la formación primitiva de la Tierra. Científicos de la NASA han descartado que el asteroide 2002 NT7 con casi 2 kilómetros de ancho vaya a devastar la Tierra en el 2019, aun cuando le han dado la clasificación “1” en la escala de Torino de riesgos de impacto que merecen cuidadosa observación. Especulaciones similares de impactos estelares se hacen en torno al calendario Maya que fija una gran catástrofe para el 21 de diciembre del 2012. Lo mismo sucede con el cometa Swift-Tutle, descubierto en 1862, y que las observaciones actuales han permitido a los astrónomos de Varsovia hacer el cálculo de la órbita del cometa para el año 2126, considerando que no representa riesgo de impacto. De cualquier forma, los científicos ya han emprendido la catalogación de asteroides y cometas con riesgo de colisión. De todos ellos el más temido es la órbita del cometa, pues a diferencia del asteroide aparece de improviso y da muy poco tiempo para tomar alguna medida. Temor similar suscita el trabajo de aceleración de partículas en el llamado "Gran colisionador de hadrones", ubicado en Ginebra, el crearía un agujero negro que primero se engullirá a la Tierra y luego a todo el universo. Se puede reformular teológicamente la pregunta, sobre si un impacto apocalíptico local sobre la Tierra puede tener una significación cósmica. Por lo menos en la tradición cristiano-católica el fin del mundo, o sea de la Tierra, representa también el comienzo de un Nuevo Cielo y una Nueva Tierra. Es decir, el significado escatológico del Fin del Mundo sería universal y no meramente local. Atañe a todo el Universo.
El Universo se expande como un globo. En 1917 Albert Einstein propuso un modelo del Universo basado en su nueva teoría de la relatividad general. Su teoría indicaba que el Universo no era estático, sino que debía expandirse o contraerse. La expansión del Universo todavía no había sido descubierta, por lo que Einstein planteó la existencia de una fuerza de repulsión entre las galaxias que compensaba la fuerza gravitatoria de atracción. Esto le llevó a introducir una “constante cosmológica” en sus ecuaciones; el resultado era un universo estático. Sin embargo, desaprovechó la oportunidad de predecir la expansión del Universo, lo que Einstein calificaría como “el mayor error de mi vida”.
Los físicos han dedicado muchos esfuerzos al desarrollo de las consecuencias cosmológicas de la teoría de la relatividad.
La teoría de la relatividad lleva a la posibilidad de que el Universo se está expandiendo y que tiene un origen: esa es la explicación generalmente aceptada para la observación experimental de que las líneas espectrales de galaxias, quásares y otros objetos distantes se encuentran desplazadas hacia el rojo. El astrónomo estadounidense Vesto M. Slipher, que estudió los espectros de las galaxias, ya había observado en 1912 que, excepto en unos pocos sistemas cercanos como la galaxia Andrómeda, las líneas espectrales se habían desplazado hacia longitudes de onda mayores. Este desplazamiento en longitud de onda, debido al efecto Doppler, mostraba que la mayoría de las galaxias se alejaban de la Vía Láctea. La teoría del Universo en expansión hace que sea razonable suponer que la historia del Universo es finita, pero también permite otras alternativas.
La expansión del Universo no cesará, al final la gravedad será siendo vencida por la anti-gravedad y se impondrá una edad oscura en el universo, donde los agujeros negros sin más protones que consumir procederán a extinguirse. En 1929 Hubble comparó las distancias que había calculado para diferentes galaxias con los desplazamientos hacia el rojo fijados por Slipher para las mismas galaxias. Descubrió que cuanto más lejos estaba la galaxia, más alta era su velocidad de recesión. A esta relación se la conoce como la ley de los desplazamientos hacia el rojo o ley de Hubble; la cual determina que la velocidad de una galaxia es proporcional a su distancia. La relación entre la velocidad de recesión de una galaxia y su distancia es la constante de Hubble. De acuerdo con la teoría generalmente aceptada del Big Bang, el Universose originó entre hace 15.000 millones de años y se ido expandiendo desde entonces. El futuro del Universo es incierto: la expansión podría ser limitada, contrayéndose el Universo sobre sí mismo (Universo cerrado o modelo estático), o podría ser infinita  en cuyo caso el Universo seguirá expandiéndose siempre (Universo abierto o modelo expansivo), Entre estas dos posibilidades, tampoco cesará la expansión (Universo plano). Una expansión así provocará el llamado “Gran desgarrón”.
Modelos no estáticos del Universo serían desarrollados pronto. El astrónomo holandés Willem de Sitter en 1917. En 1922 lo hizo el matemático ruso Alexander Friedmann y en 1927 el sacerdote cristiano belga Georges Lemaître. La solución de Friedmann depende de la densidad de la materia en el Universo y es el modelo de universo generalmente aceptado. Lemaître también dio una solución a la ecuación de Einstein, pero es más conocido por haber introducido la idea del “núcleo primordial”. Afirmaba que las galaxias son fragmentos despedidos por la explosión de este núcleo, dando como resultado la expansión del Universo. Éste fue el comienzo de la teoría de la Gran Explosión o Big Bang sobre el origen del Universo. El destino del universo de Friedmann está determinado por la densidad media de la materia en el Universo. Si la densidad de la materia está por encima de un valor crítico estimado actualmente en 5×10-30 g/cm3, la expansión descenderá hasta detenerse y comenzará la contracción, que acabará en el colapso gravitatorio total del Universo. Éste sería un “universo cerrado”, finito en extensión. El destino de este universo colapsado es incierto, pero hay una teoría según la cual explotaría de nuevo, originando un nuevo universo en expansión, que se volvería a colapsar, y así hasta el infinito. A este modelo se le llama universo oscilante o pulsante.
Las mediciones de la radiación de fondo de microondas realizadas por la sonda WMAP (Wilkinson Microwave Anisotropy Probe) de la NASA en junio de 2001, permitieron, en febrero de 2003, acortar la edad del Universo de 15,000 a 13.700 millones de años, con un margen de error de un 1%. Sus observaciones permitieron también precisar que las primeras estrellas se formaron unos 200 millones de años después del Big Bang, mucho antes de lo que se creía. El astrónomo inglés Fred Hoyle es autor de la teoría del universo estacionario o 'principio cosmológico perfecto': el Universo siempre es el mismo, pues la disminución de densidad debida a la expansión está exactamente compensada por la creación continua de materia. Ésta se condensa en galaxias que ocupan el lugar de las que se han alejado de la Vía Láctea, y se mantiene así el aspecto actual del Universo. En 1948, los astrónomos británicos Hermann Bondi, Thomas Gold y Fred Hoyle presentaron un modelo completamente distinto de universo, conocido como la teoría del universo estacionario. Consideraban insatisfactoria la idea de un repentino comienzo del Universo. El “principio cosmológico perfecto” de Bondi, Gold y Hoyle añade el postulado de que el Universo parece el mismo siempre (es la teoría de creación continua). Plantean que la disminución de la densidad del Universo provocada por su expansión se compensa con la creación continua de materia, que se condensa en galaxias que ocupan el lugar de las galaxias que se han separado de la Vía Láctea y así se mantiene la apariencia actual del Universo. No obstante, la teoría del universo estacionario, no la aceptan la mayoría de los cosmólogos, en especial después del descubrimiento aparentemente incompatible de la radiación de fondo de microondas en 1965. El descubrimiento de quásares también aportó pruebas que contradicen la teoría del universo estacionario. Los quásares son sistemas extragalácticos muy pequeños pero muy luminosos que solamente se encuentran a grandes distancias. Su luz ha tardado en llegar a la Tierra varios miles de millones años. Por lo tanto, son objetos del pasado remoto, lo que indica que hace unos miles de millones de años la constitución del Universo era muy distinta de lo que es hoy en día.
Asimismo, la segunda ley de la termodinámica o ley de la entropía, función de estado que mide el desorden de un sistema físico o químico, y por tanto su proximidad al equilibrio térmico, abona a favor del final inexorable del universo. En cualquier transformación que se produce en un sistema aislado, la entropía aumenta o permanece constante, pero nunca disminuye. La energía se conserva, pero se va degradando a medida que la entropía del sistema aumenta. La segunda ley de la termodinámica afirma que la entropía, o sea, el desorden, de un sistema aislado nunca puede menguar. Por tanto, cuando un sistema aislado alcanza una configuración de máxima entropía, ya no puede experimentar cambios: ha alcanzado el equilibrio. La naturaleza parece pues “preferir” el desorden y el caos. Pero si la entropía explica la marcha del orden al caos, no da cuenta del camino de la nada hacia el cosmos, o del caos primordial al orden. La física de las partículas puede dar cuenta del orden inicial pero no de la nada desde el cual emergió el Universo.
El papel de la entropía en el final del universo nos lleva directamente a la Teoría del caos, teoría matemática que se ocupa de los sistemas que presentan un comportamiento impredecible y aparentemente aleatorio aunque sus componentes estén regidos por leyes estrictamente deterministas. A partir de la década de 1970, el físico estadounidense Mitchell Feigenbaum, determinó ciertos esquemas recurrentes de comportamiento en los sistemas que tienden hacia el caos, esquemas que implican unas constantes ahora conocidas como números de Feigenbaum. Los esquemas del caos están relacionados con los que se observan en la geometría fractal, y el estudio de sistemas caóticos tiene afinidades con la teoría de catástrofes. Así la teoría del caos se ha convertido en uno de los campos de investigación matemática con mayor crecimiento. Hasta ahora, la física, incluso las ramificaciones avanzadas de la teoría cuántica, se ha ocupado principalmente de sistemas en principio predecibles, al menos a gran escala; sin embargo, el mundo natural muestra tendencia al comportamiento caótico, comportamiento que se replica en el universo. Por ejemplo, los cúmulos de galaxias, los megasistemas meteorológicos, la turbulencia en una columna ascendente de humo o el latido del corazón humano, tienden a desarrollar fenómenos aleatorios al interaccionar con sistemas locales más complejos.
A estas alturas quisiera mencionar algo sobre la importancia   de  las  matemáticas  en  la  investigación  física. Roger Penrose, uno de los matemáticos y físicos más prestigiosos del mundo, ha escrito cómo “Platón dejó en claro que las proposiciones matemáticas o cosas incuestionablemente verdaderas no se refieren a objetos físicos reales, sino a ciertas entidades idealizadas. Estas entidades ideales habitan en un mundo distinto del mundo físico”. Las formas matemáticas del mundo de Platón no tienen el mismo tipo de existencia que los objetos físicos ordinarios, no tienen localización espacial ni temporal. Dichas entidades ya existían desde el principio de los tiempos y sólo se revelan en la forma exacta en que la mente humana lo percibe, con independencia de qué momento o qué lugar elija para examinarlos (El camino a la realidad. Una guía completa de las leyes del universo, p. 53, Debate, México 2008). Penrose subraya que “Sea como fuere se da el caso de que cuanto más profundamente sondeemos los secretos de la naturaleza, más profundamente nos vemos dirigidos hacia el mundo platónico de las ideas matemáticas a medida que buscamos el conocimiento. ¿Por qué es así? Por el momento sólo podemos verlo como un misterio” (Ibíd. p. 1376). Sin embargo, Penrose parece sugerirnos un cierto escepticismo matemático cuando concluye que el camino matemático griego a la realidad nos ha llevado hacia descubrimientos deslumbrantes pero no hemos encontrado todavía el verdadero camino hacia la realidad…”quizá necesitemos de un cambio sutil de perspectiva, algo que todos hemos pasado por alto” (Ibíd. 1398). Valga este recordatorio realista sobre los límites metafísicos de la ciencia para distinguir entre experiencia sensorial y experiencia, confundidos siempre por el cientismo.
En 1948 el físico ruso-estadounidense George Gamow modificó la teoría de Lemaître del núcleo primordial. Planteó que el Universo se creó en una explosión gigantesca y que los diversos elementos que hoy se observan se produjeron durante los primeros minutos después de la Gran Explosión o Big Bang, cuando la temperatura extremadamente alta y la densidad del Universo fusionaron partículas subatómicas en los elementos químicos. Cálculos recientes indican que el hidrógeno y el helio habrían sido los productos primarios de la Gran Explosión, y los elementos más pesados se produjeron más tarde, dentro de las estrellas. La teoría de Gamow proporciona una base para la comprensión de los primeros estadios del Universo, su expansión y la base física de la ley de Hubble. Según se expandía el Universo, la radiación residual de la Gran Explosión continuó enfriándose, estos vestigios de radiación de fondo de microondas fueron detectados por los radioastrónomos en 1965, proporcionando así lo que la mayoría de los astrónomos consideran la confirmación de la Gran Explosión.
Uno de los problemas sin resolver en el modelo del Universo en expansión es si el Universo es abierto o cerrado, si se expandirá indefinidamente o se volverá a contraer. Un intento de resolver este problema es determinar si la densidad media de la materia en el Universo es mayor que el valor crítico en el modelo de Friedmann. La masa de una galaxia se puede medir observando el movimiento de sus estrellas; multiplicando la masa de cada galaxia por el número de galaxias se ve que la densidad es sólo del 5 al 10% del valor crítico. La masa de un cúmulo de galaxias se puede determinar de forma análoga, midiendo el movimiento de las galaxias que contiene. La diferencia entre estos dos métodos sugiere la presencia de materia invisible o materia oscura, dentro de cada cúmulo, pero fuera de las galaxias visibles. La materia oscura sería la fuerza que mantiene unido al Universo, y que evita que los agujeros negros se devoren de un solo bocado el cosmos. Pero también se ha propuesto la existencia de la energía oscura, como aquella fuerza que destroza la materia misma, produciendo el fin del universo, empujándolo hacia su muerte. La energía oscura sería la fuerza anti-gravitatoria que expande el universo, lo acelera y puede terminar desgarrándolo. Si la energía oscura prevalece al final sobre la materia oscura significa que ni siquiera el tiempo ni el espacio sobrevivirán después de que colapse el universo incluso a nivel cuántico. Si esto no es una vuelta a la nada por lo menos es un retorno al vacío cósmico. El vacío cósmico que sobrevendrá al universo en eones de eones dibuja un final espantoso del firmamento, perfectamente fantasmal donde no sobrevive ni su propia sombra. Toda la prodigiosa creación habrá desaparecido en un monumental e indescriptible cataclismo celeste. Quizá a nivel de la materia no sería posible pensar en otra mayor calamidad en ciernes. Todo se esfumará resonando el Eclesiastés (1.2): “Vanidad de vanidades”.
Por tanto, la investigación experimental de la ciencia actual brinda como pruebas que el universo no es eterno, más bien es temporal, finito y se encamina hacia un final catastrófico e inexorable. Esto no abonaría a favor de los partidarios de la teoría del universo autocontenido o de los modelos de universo  cíclico,  cuyo uno de sus principales defensores es el físico británico Stephen Hawking, y esto dejaría sin sustentáculo al postremo bastión científico del ateísmo teorizante, siempre presto a echar mano de cualquier indicio en contra de la existencia de un Dios creador de las grandes tradiciones religiosas. Sin embargo, las pruebas abrumadoras que se cuentan en su contra y que dejan sin sustento científico el modelo del Universo estacionario y la creación continua de materia, son las siguientes:
1.        La entropía o segunda ley de la termodinámica
2.        La teoría del caos, que abona a favor de la teoría del gran desgarrón.
3.        La existencia de la energía oscura, fuerza que destroza la materia misma y acerca al Universo a su fin.
4.        La aceleración de la expansión del universo, proporcionada por el telescopio espacial Hubble.
5.        Las mediciones de la radiación de fondo, descubrimiento de Penzias y Wilson que fue el golpe decisivo, que se supone que es un vestigio del Big Bang.
6.        Los quásares, objetos distantes que proporcionan información sobre épocas muy primitivas del Universo.
7.        La existencia de más radiofuentes en el pasado lejano que ahora.
Además de estas observaciones basadas en la observación tenemos otra basada en la conjetura. El modelo del Universo estacionario nos llevaría a suponer la existencia de una comunidad tecnológica ilimitadamente vieja, tanto que el Universo sería producto de su propia tecnología. Estas supercivilizaciones viejas habrían abandonado las galaxias viejas mudándose hacia otras nuevas, hasta tal punto que el contacto entre ella y nosotros ya sea efectiva, dado que los terrícolas somos nuevos en la galaxia.
Se me ocurre que puede resultar útil ver la relación que guardan los modelos actuales del universo con la concepción del tiempo cíclico y el tiempo lineal. En uno el universo es eterno, recomienza pero no muere, no tiene fin, en el otro el universo conoce un comienzo y un fin, una creación y un propósito. Veamos seguidamente los modelos en un recuadro.


              Tiempo cíclico                               Tiempo lineal

Modelos        *Modelo estacionario               * Modelo Big Bang
de universo   *Modelo pulsante                      *Modelo plano
                     *Modelo inversión temporal

Filosóficamente ambos modelos están justificados porque se encuentran razones que las explican, científicamente son todas ellas hipótesis plausibles, aunque con más fundamento el actual modelo de universo abierto del Big Bang, y religiosamente el modelo del universo de tiempo lineal sería el verdadero por revelación. Dentro de ésta última vertiente se intentará de dar una respuesta al significado del final del universo. El modelo estacionario y el modelo pulsante, respectivamente, discurren dentro de un contexto temporal cíclico, un tiempo sin fin, un eterno retorno no necesariamente de lo mismo porque se elucubran transformaciones cuánticas que pueden dar lugar a manifestaciones fenoménicas jamás pensadas, donde las leyes de la naturaleza sean otras y donde incluso la tabla periódica esté organizada de un modo diferente al actual. Me explico. El modelo del universo pulsante ataca el punto débil de la teoría tradicional del Big Bang basada en la existencia de la singularidad, como aquel punto matemático en el que queda concentrada toda la masa del Universo y, por tanto, destruye el espaciotiempo dejando a las leyes de la física inaplicables y sin ninguna posibilidad de predicción. En lugar de la singularidad inicial y de la singularidad final del Big Bang plantea la posibilidad de un Universo que emerge y se contrae en otra bola de fuego primordial en un proceso de contracción y expansión ad infinitus. Es un Universo pulsante que le da inmortalidad en una oscilación perpetua, y se darían otros ciclos del Universo y nuevas condiciones físicas. Para evitar las singularidades se han planteado tres conjeturas: 1. una consideración cuántica de la gravedad que permite un espaciotiempo cuántico, con lo que se permite que el espaciotiempo siga existiendo; 2. Que la gravedad en densidades muy altas pueda convertirse en una fuerza de repulsión, permitiendo que el Universo rebotara en vez de precipitarse hacia una catástrofe; y 3. La formación de una singularidad no implica necesariamente la desaparición del espaciotiempo y, por consiguiente, del Universo. Pero los recientes descubrimientos científicos sobre la muerte térmica del universo no abonan a su favor y dejan a estos modelos cíclicos del cosmos sólo como hipótesis especulativas y conjeturas de la cosmología científica porque se conoce muy poco sobre los límites de la gravedad y la estructura del espaciotiempo; y, por ello, deja a los modelos lineales con mayor plausibilidad de realidad. 
El modelo de Universo de inversión temporal, alentada por el astrónomo Thomas Gold, plantea la posibilidad de que exista una simetría peculiar donde el tiempo se invierte durante la contracción cósmica. Así, veríamos cómo el helio se reconvierte en hidrógeno, los edificios derruidos se elevarían nuevamente, la gente volvería a ser joven y el Universo en vez de dirigirse hacia su final volvería a su comienzo. En 1973 se realizó un experimento para comprobar el Universo con inversión temporal, pero los resultados fueron negativos. De modo que han sido rechazadas por ser especulativos y refutados por la observación tanto la teoría del estado estacionario, el modelo pulsante y el de la inversión temporal. Queda en pie la desintegración del Universo.
Permítaseme una digresión sobre la búsqueda de un planeta similar a la Tierra por los astrónomos actuales pero que está relacionada con el sentido del fin del  cosmos. El telescopio Hubble mucho está ayudando en esta tarea, pero el resultado si bien no ha logrado su objetivo principal por lo menos ha ofrecido a los científicos un interesante cuadro de planetas existentes. Los mismos que por el análisis espectral pueden ser clasificados como: planetas rocosos sin rastro de agua, planetas acuosos sin rastro de continentes y planetas de carbono con lagos y mares de silicio, benceno, metano y otras sustancias letales para las formas de vida conocidas en la Tierra. Parece verosímil que en estos planetas existan formas de vida bacteriana y extremófila, cuya existencia en la Tierra ha sido descubierta en las minas a cientos de metros del subsuelo y cuyo metabolismo es tan lento que se calcula que su  reproducción  acontece  cada  tres  mil  años.  Amén  de  la existencia de una verdadera multitud de planetas errantes llamados “planemos”, que tras haber sido arrojados fuera de la órbita de su estrella vagan por el cosmos en la oscuridad perpetua sin orbitar estrella alguna. Pero en ninguno de ellos los científicos hallan condiciones de vida parecidas a la Tierra.  Lo sorprendente es que todos estos planetas son o extremadamente fríos o extremadamente calientes. Es decir, llama profundamente la atención que hasta el momento no se halla encontrado algún planeta como la Tierra. Además, para que se de uno similar tendrían que darse condiciones excepcionales, como encontrarse en la llamada zona “ricitos de oro” o zona intermedia que lo coloque ni muy lejos ni muy cerca a su estrella, que tenga un satélite como la luna cuya distancia y tamaño hacen posibles las estaciones climáticas de la tierra y que esté protegido por un gigante planetario como Júpiter, verdadero escudo contra los destructores cometas y asteroides. Toda esta evidencia, si bien es cierto que es provisional y que no es una refutación contundente sobre la posibilidad de vida inteligente en otras estrellas, nos debe hacer reflexionar sobre lo excepcional de la existencia de un planeta como la Tierra, cuyas condiciones asombrosas de vida no parecen ser obra de la casualidad ni del azar sino de un designio Providente. El Hubble nos está mostrando que el universo es tremendamente violento y convulso, lleno de fenómenos destructores, como su expansión acelerada hacia el desorden, los pulsares, las estrellas de neutrones, la explosión de supernovas, los quásares, los agujeros negros, los superagujeros, las estrellas que estallan emitiendo una letal descarga de rayos gama, que se estima produjo la extinción delos trilobites. Es decir, se trata también de un Universo voraz, catastrófico y fatal para cualquier forma de vida.
Sin embargo, prosiguen los cálculos de quienes piensan que es posible la existencia de vida inteligente en el Universo. La hipótesis de un Universo universalmente poblado con criaturas inteligentes capaces de producir tecnología tiene su base científica en la consideración de los tres requisitos mínimos para ello: planetas adecuados, abundancia a de elementos químicos pesados y enormes cantidades de tiempo. Ya hemos visto que lo primero es escaso, pero no los otros dos factores. Lo cual alienta la búsqueda e incluso hace pensar a los más optimistas que en los escritos antiguos se menciona la visita de alienígenas. Humanos que descienden del cielo con vehículos inusuales es el caso bíblico de Ezequiel. Ahora bien, no han faltado científicos que han atribuido los platillos voladores a una mitología tecnológica de la sociedad industrial.  No obstante, en 1970 se reunieron en el Ames Research Center de la NASA un grupo de científicos para examinar la posibilidad de vida extraterrestre. La conclusión fue que puede haber millones de comunidades tecnológicas sólo en nuestra galaxia. La consideración de variables políticas y sociológicas, que siempre tienen que ver con la posibilidad de la autodestrucción, llevó luego a cifras mucho más modestas. La propia humanidad vivió en varios momentos del siglo XX la posibilidad de la aniquilación total a causa de los arsenales de armas de destrucción masiva y en el siglo XIX el desafío mayor es cómo revertir el alto nivel de polución y de exterminio de los recursos naturales que acelerarían un letal cambio climático. Se puede pensar que en el Universo algún psicótico dictador totalitario o algún proceso industrial masivo puedan haber llevado a su civilización a la autodestrucción. El Armagedón es más que una posibilidad, es una probabilidad cercana. Así, teniendo en cuenta la variable de lo contraproducente de la tecnología para la supervivencia, por la ecuación del Dr. Frank Drake, menos optimista, se calculó sólo unas cuantas civilizaciones avanzadas en el Universo. Pero con el astrónomo escocés del Observatorio de Edimburgo, Duncan Forgan, se arrojaron los siguientes resultados: 1. Por la “Teoría de la panspermia”, que acepta que la vida se creó en muchos planetas, habría 37, 967 civilizaciones mucho más avanzadas que la nuestra. 2. Por la “Hipótesis de la Tierra rara”,  se obtiene tan sólo 361 civilizaciones extraterrestres avanzadas. 3. Según la “Teoría de la tortuga y la liebre”, donde las civilizaciones que aparecen rápido se destruyen y las que les toma más tiempo en emergen sobreviven, da un resultado inesperadamente alto de 31,573 civilizaciones tecnológicamente avanzadas.
Al astrónomo norteamericano Carl Sagan le pareció, en su momento, simplemente aterrador que estos cálculos puedan ser ciertos, quizá en recuerdo del pánico generalizado que alcanzó en 1939  al retransmitirse una producción radiofónica de La guerra de los mundos de  H. G. Wells; pero también por la amenaza real que podrían representar, casi siempre el choque de una civilización con otra ha terminado en la historia de la humanidad con exterminios en masa; aunque tampoco se puede descartar el beneficio que puedan significar. De todas formas, si la era tecnológica aumenta la posibilidad de autodestrucción de las razas inteligentes en el Universo, entonces esto significa que podríamos ser en el momento actual la única civilización tecnológica en la galaxia. Si la mortífera tecnología no conduce a todas las razas inteligentes en el Universo a su autoaniquilación, entonces eso significa que serían más raras y escasas las civilizaciones supertecnológicas sobrevivientes. Si la aun más letal supertecnología no acaba con las poquísimas civilizaciones que la tienen en el Universo, entonces eso significa que la pequeña fracción de comunidades que evitaron el suicidio supertecnológico encuentran como único peligro de su duración galáctica las catástrofes cósmicas naturales. Si la comunidad supertecnológica evitó  los desastres cósmicos naturales, sobreviviendo miles de millones de años, entonces eso significa que estos casos atípicos de seres superiores nos puedan estar visitando y estén en condiciones de influir en ciertos procesos cósmicos del Universo. Uno de los primeros estudios imparciales y científicos de avistamientos de naves espaciales desconocidas se realizó a fines de los años sesenta en la Universidad  de Colorado y la conclusión fue que una cuarta parte de los informes eran imposibles de explicar y que dos casos correspondían claramente a máquinas voladoras extrañas. Si para nuestra actual capacidad tecnológica es imposible realizar viajes intergalácticos, no resulta improbable que lo sea para comunidades tecnológicas superavanzadas que nos adelanten en millones de años. Un verdadero encuentro alienígena sería masivo y dejaría al mundo profundamente alterado. Tampoco se puede descartar que se trate de un retorno de otra especie terrestre que llegó a la inteligencia superior  muchísimo  antes  que  nosotros  y que emprendieron   
una exploración galáctica hace miles e incluso millones de años. Aun cuando sea infinitésima la posibilidad de una o dos civilizaciones supertecnológicas con capacidad de revertir la entropía y alterar el proceso natural del cosmos, debemos preguntarnos: ¿Pero podrán evitar el Fin natural del Universo mismo? O quizá ¿por qué tendrían que hacerlo, si al final ello contiene un significado más profundo y misterioso, encerrado desde siempre en la tradición religiosa de todos los tiempos?

5  SIGNIFICADO DEL FIN
El fin verdaderamente siniestro del Universo nos estremece y nos lleva a preguntarnos por el sentido de nuestra presencia en el mismo. Pero antes es necesario determinar el uso del término “Fin”.
El término Fin es uno de los más equívocos del lenguaje filosófico. La multiplicidad de sentidos hace que dentro de ella entren distintas acepciones. Pero al hablar del Fin del Universo es inevitable afrontar sus significados varios: (1) temporal, (2) espacial, (3) ideal, y (4) como propósito. El sentido del Fin espacial y temporal del Universo apenas ofrece dificultad por aludir al momento final de su proceso, en cambio la idea de Fin como causa final se entremezcla con todos los órdenes del ser y acontecer. En la Física y Metafísica de Aristóteles el fin mismo sólo existe en los seres inmóviles. Los escolásticos introdujeron la distinción entre fin inteligente y fin ciego. Para Bergson, en La evolución creadora, el teleologismo no es sino un mecanicismo al revés, que  sustituye  la  impulsión  del  pasado  por  la  atracción  delporvenir. En N. Hartmann la finalidad no es una categoría real de los acontecimientos naturales sino del entendimiento.
En nuestro caso propondremos un monismo indeterminista y finalista, como Raymond Ruyer, pero con la variedad de que la finalidad está presente tanto en el mundo microcósmico o cuántico, el mundo macrocósmico o estelar, el mundo mesocósmico u orgánico-consciente y el mundo supracósmico-espiritual. El hombre es un compuesto no sólo de los cuatro citados mundos (material, biológico, psíquico y espiritual) sino incluso del ser eterno, y su más sensata finalidad es lograr la visión beatífica o plenitud unitiva con Dios. Los estratos del mundo material-natural después de un momento de organización, tienden al comportamiento caótico, al desorden y a la destrucción, pero no así el estrato del mundo espiritual, cuya tendencia por su substancia intemporal es ir, por el contrario, hacia el comportamiento ordenado y perfecto. Aunque el espíritu puede extraviarse de la vida eterna y desviarse hacia el castigo eterno. Por eso, la plenificación del hombre está más allá de su existencia material y natural, va hacia el mundo espiritual y preternatural asistido por la Gracia divina. El hombre está en el mundo pero no es enteramente de este mundo. En el hombre hay algo más que el hombre. En realidad, esto implica una nueva reinterpretación del principio antrópico, donde la nueva física queda enlazada con la filosofía y la teología. Es en este sentido en que indagaremos el sentido del final del universo para el hombre, en el sentido escatológico providencialista de la fe, mientras el camino ateo se detiene en el azar y el recomienzo infinito de la materia.

                Presencia de la Finalidad en el universo

Monismo                Mundo microcósmico o cuántico
Indeterminista        Mundo macrocósmico o estelar
                                  Mundo mesocósmico u orgánico-consciente
                               Mundo supracósmico-espiritual

Ahora bien, existen tres modelos del universo: el universo estacionario o cerrado, incompatible con la radiación de fondo y los quásares; el universo en expansión o abierto, confirmada por la ley de los desplazamientos hacia el rojo o ley de Hubble; y el universo oscilante o pulsante, que colapsa y se expande hasta el infinito. La teoría del Universo en expansión, los quásares, los datos obtenidos desde el telescopio Hubble y la energía oscura, hablan por sí mismos de la inconmensurabilidad del poder infinito de Dios, que le permitió crearlo de la nada, pero también hace que sea razonable suponer que la historia del Universo es finita. Qué significa la mortalidad del Universo. Cuál es el sentido de dicho fin.
Hablar del incierto futuro del Universo es hablar de lo precario y limitado de la existencia de la materia, la sustancia material, o res extensa. Por ello, no resulta insatisfactorio considerar, desde el punto de vista filosófico, la idea de un repentino comienzo del Universo, de un Creador que le dio origen, pero resulta un sinsentido suponer un inusitado recomienzo cuántico tras la muerte térmica del universo dentro del esquema del universo cíclico o pulsante. La teoría de un universo autocontenido propugnada por S. Hawking  (Historia del tiempo, Crítica, Barcelona 1988) al descartar la idea de un comienzo y un fin excluye las resonancias religiosas. Aquí no cabe plan inteligente del universo, ni inmanente ni trascendente, sólo un discurrir contingente y azaroso que va dando tumbos hacia nuevas formas fenoménicas sin ningún propósito universal. Pero además se basa en un supuesto a priori, en un materialismo duro, que afirmaría que la energía cósmica es inagotable e indestructible y por lo tanto ni el imperio de los agujeros negros en la “edad oscura” del cosmos significarán la destrucción total del universo En cambio la teoría del universo en expansión introduce la idea de un comienzo, la cual tiene serias resonancias religiosas. Ahora bien, si las leyes cósmicas parecen responder a una finalidad ingeniosa y el plan del universo es resultado de un propósito inteligente, entonces cuál es la teoría más plausible y cuál  es aquella finalidad, cuál es aquel propósito.
Para el autor de la Creación el propósito supremo del fin del universo y la muerte definitiva de la materia, no podría ser otro que demostrar al ser racional humano  lo provisional y fugaz de todo lo finito, que el caos y la entropía no sólo afectan a la existencia humana sino especialmente al cosmos, como oscuro testimonio del no-ser, el vacío, la nada. La entropía explica la marcha actual del Universo del orden al caos, pero sigue siendo un enigma para la ciencia qué fue lo que condicionó la partida el caos original al orden o más precisamente de la nada al cosmos. Quizá esta pregunta esté fuera del alcance de la ciencia, o tendría que prestar oídos a la filosofía y a la teología. El enigma básico de la cosmología, es decir cómo apareció el cosmos desde la nada, sólo es respondida desde la Voluntad infinita de la divina Providencia. Schelling en su texto Las edades del mundo trató también de explicarse cómo lo más alto en Dios es la libertad, mientras que la necesidad constituye el plano subordinado de la naturaleza de Dios. El episodio de la Caída en el Paraíso revela que el hombre extiende la finitud hacia el cosmos material, pero lo hace no como origen sino como víctima del Otro maligno que lo trasciende. No sólo el hombre adánico fue débil ante el mal, sino que el portentoso cielo estrellado también lo es, es devorado por la nada y la finitud. El misterio del pecado irrumpió en el Cielo con el permiso de Dios. Pero desde la experiencia de la Redención el hombre y el cosmos no tienen que llevar consigo de modo irremediable la muerte, el fin y la nada.
Mi interpretación del fin del universo es que ésta abona a favor de la tesis de que el cosmos, al igual que el hombre, son entidades insuficientes, que la única sustancia inmortal e incorruptible es la sustancia espiritual y no la materia contingente, que el espíritu posee más ser que la materia, que su sustancia no se agota en la temporalidad y pertenece a la eternidad. El principio antrópico cobra pleno sentido con estas consideraciones filosófico-teológicas. Esto no significa que la materia no pueda ser infinita, ni que el hombre fue creado para ser como los ángeles, espíritu puro, más bien que el Espíritu puro, que es Dios, hará nuevo cielo y nueva tierra, es decir el nuevo Universo estará exento del elemento destructivo de la entropía, la muerte, la caducidad y el pecado.
Grecia alcanzó por la filosofía y la razón natural la verdad primaria sobre Dios, como necesario fundamento del Universo contingente. La Revelación judeo-cristiana nos muestra que Dios es una naturaleza racional, amorosa e infinita, su objeto adecuado no es el universo finito, sino su naturaleza infinita, creó el universo de la nada por amor, los espíritus a su imagen y semejanza, y la materia no viviente. Pero el Fin del Mundo no es el Fin del Universo, uno es un proceso escatológico que responde a un propósito salvífico, el otro responde a un proceso natural de la materia. La intervención divina directa queda restringida al momento escatológico de la creación y del fin del mundo, en cambio lo que sucede en el final del universo es resultado de la causalidad natural. Sin embargo, queda pendiente un asunto importante: el problema del mal en el mundo. El Final del mundo también implica el final del universo asido por el pecado y el mal. Leibniz en su Teodicea diferenciaba tres tipos de mal: el natural, el físico y el moral. A lo que vamos es que la Caída del hombre en el pecado original dañó todo el cosmos, la doctrina enseña que se perdió la Gracia y tanto el hombre como la naturaleza dañaron su vida sobrenatural y su vida natural. En lenguaje de la termodinámica diríamos que entró en acción la entropía. El fin del mundo sería también el fin del universo puesto que señala el momento en que Dios subsana el estado de imperfección para restablecer el estado de Gracia en todo el cosmos. De modo que no tiene sentido pensar en un fin del mundo para el hombre sin suponer otro para el cosmos. La salvación alcanza, por consiguiente, a toda su creación, salvo al Diablo que con el permiso de la divinidad actúa con voluntad e inteligencia como enemigo de la vida santa y perfecta, pero será aherrojado por la eternidad en el infierno. Cómo será el Universo tras la restitución de la Gracia después del Juicio Final. Será nuevamente inmortal e incorruptible, pero con un añadido importante: redimido. La Redención no sólo es la destrucción del pecado de Adán y la apertura del cielo para el hombre sino la prueba suprema de su criatura principal en su fidelidad al Creador. Sin la prueba de la constancia, la confianza y de la lealtad al Autor del mundo, no tendría sentido todo el drama escatológico de la salvación y de la creación, estaría incompleto su propósito y el sentido de la existencia. Sin el problema del mal no es posible una solución adecuada al problema de la libertad humana dentro de la justicia divina. Sin ausencia de necesidad y de constricción no hay libertad humana. De modo que la presencia de Dios en nosotros es ontológica pero su habitar en nosotros sólo se da por invitación nuestra. Nuestra libertad sólo es plena conociendo y cooperando con Dios.
Por eso lo esencial del sentido del final del universo no consiste sólo en una demostración abstracta de la superioridad de lo espiritual sobre lo material, ni en una mera regeneración ontológica de sus criaturas, incluso la materia, sino en la realización culminante de la vida en el reino de Dios, donde contemplaremos en unión con Cristo directamente su rostro.

CONCLUSIÓN
En consecuencia y volviendo a nuestra pregunta del comienzo: ¿qué significa que el universo tenga que ir hacia un final inexorable? Hemos respondido lo siguiente:
1.      Porque el cosmos, al igual que el hombre, son entidades insuficientes, la única sustancia inmortal e incorruptible es la sustancia espiritual y no la materia contingente, el espíritu posee más ser que la materia.
2.      Demostrar al ser racional humano lo provisional y fugaz de todo lo finito, que el caos y la entropía no sólo afectan a la existencia humana sino especialmente al cosmos, como oscuro testimonio del no-ser, el vacío, la nada.
3.      Que el mundo supracósmico-espiritual es más real que las otras regiones del ser y que el hombre es un compuesto de los cuatro citados mundos y su más sensata finalidad es lograr la plenitud con Dios.
4.      El propósito final del Creador es proporcionar a los seres espirituales la visión beatífica tras la previa prueba de la existencia. La prueba responde a que la gracia de Dios no es totalitaria, respeta nuestra libertad y no trata de destruir nuestra voluntad, sino unirla libremente con él.
5.    Y finalmente, gracias a la Redención el hombre y el cosmos no tienen que llevar consigo de modo irremediable la muerte, el fin, el no ser y la nada.
La rebosante copa del placer del materialismo científico ha pasado, la idea de un Espíritu infinito y eterno, creador de todas las cosas se hace sostenible filosófica y científicamente. La creación y destrucción del Universo no se comprende en una megalómana exhibición de la omnipotencia divina, sino como superioridad de lo espiritual sobre lo material, en vista de  la  importancia  de  velar  por  la  vida eterna. De ahí que la verdadera y fundamental sabiduría humana consista en un acto de adoración al Pater Creatur, omnisciente y omnipotente, porque ello supone nuestra aceptación sensata de la condición de criatura finita con la grave responsabilidad de reconducir el mundo a su original seno trascendente. Este sería el sentido más profundo del principio antrópico, que no se limita a ser visto sólo como el reconocimiento del papel del hombre como observador inteligente y como fuerza activa para reestructurar el mundo por medio de la tecnología. Dicho de otra forma, la reinterpretación del principio antrópico no sólo establecería que nuestra propia existencia restringe la estructura y la evolución del Universo, incluso a escala muy grande, sino que instaura la coherencia entre la física fundamental, la cosmología, la biología, y la antropología, por una parte, con la filosofía y la teología, por otra; porque con el hombre irrumpe la trascendencia en la inmanencia y se reconduce todo lo temporal hacia lo eterno. 
Por Revelación el hombre llega a saber que Dios uno y trino es fuente de todo ser, el universo material y espiritual es su creación, como parte de un proceso eterno del desplegarse y replegarse divinos. Todas las cosas proceden de la plenitud de Dios y a él vuelven todas las cosas. El proceso no es espiral, rectilíneo o de eterno retorno, sino es circular, porque Dios no es simplemente la fuente ontológica del ser, es además la meta escatológico-metafísica de todo, es el comienzo y el fin del proceso, el alfa y el omega. En la meta el proceso continúa para no variar más, ya sea en la eterna paz de la visión beatífica de la Divinidad o en el eterno castigo de los réprobos en los tormentos de infierno.
Lima, Salamanca, 2010