Significado del
Final del Universo
“El cielo y la
tierra pasarán,
pero mis
palabras no pasarán”.
Mt. 24.35
1.
INTRODUCCIÓN
Actualmente
es para el sentido común una verdad de perogrullo que el Universo con su estado
ordenado actual de materia, energía, galaxias, cúmulos de estrellas, planetas y
vida, no existió siempre, pero todavía resulta insólito lo que muchos
cosmólogos afirman sobre el holocausto que sufrirá el Universo entero y
provocará su desaparición.
La
Cosmología, o estudio del Universo en su conjunto, incluye teorías sobre su
origen, evolución, estructura y su futuro. En nuestro caso, sólo nos
limitaremos al tema cosmológico de su destino. Sin embargo, resulta excesivo
esperar que la ciencia proporcione respuestas claras a estas preguntas. Cuando el
astrónomo Hubble descubrió la expansión del Universo se echó por tierra
definitivamente la idea de un universo estático. La expansión, sin embargo,
supone un aspecto radicalmente nuevo en los fundamentos de la cosmología puesto
que si las galaxias se están alejando unas de otras, tienen que haber estado
juntas en el pasado. Pero es lógico pensar que en el pasado la gravedad era más
intensa que ahora, por ello la expansión tiene que haber tenido un comienzo. Teniendo en cuenta la inevitable atracción de la gravedad se
impone la conclusión de que el Universo no existió siempre y tiene que haber
habido una creación. La edad del universo se ha estimado entre diez y los
veinte mil millones de años. Pero Einstein trajo una nueva teoría de la
gravedad, según la cual en vez de ser considerada como una fuerza es atribuida
a la estructura geométrica del espaciotiempo. En otras palabras se puede
considerar al espaciotiempo como elástico, como si fuera de goma. Así, la
expansión del espacio es siempre una característica fundamental, que en el caos
original del primer segundo del Big Bang fue rápido y tormentoso, para que
después, tal como lo detectan los telescopios modernos, sea inesperadamente suave y uniforme.
Algunos
cosmólogos creen que se puede llegar a la primera cuatrillonésima de segundo,
tiempo durante el cual la luz recorrió sólo una diez billonésima de centímetro;
esto es, el tamaño de un núcleo atómico. Tan cerca del instante de la creación,
toda la materia de nuestra galaxia, con sus cien mil millones de soles, estaba
comprimida en tan sólo una milésima de milímetro. A estos intervalos de tiempo
tan pequeños, que se produjo cerca del instante de la creación, se ha llamado
la era del plasma, que duró desde un
segundo hasta los 100,000 años, y la era que le precedió, la era del leptón, que duró más o menos un
microsegundo hasta un segundo. Aunque los científicos no admiten límites en el
número de eras que preceden a la era del plasma, sin embargo, en la actualidad
se sugiere la existencia de una barrera de pequeñez, región misteriosa más allá
de nuestra comprensión, la llamada era
cuántica, donde todo
el universo observable estabacomprimido en
un volumen menor que el ocupado por un núcleo atómico. La teoría cuántica
empezó modestamente como una explicación de las propiedades térmicas del calor
y la radicación luminosa, hecha por el físico alemán Max Planck, lo que lo
llevó junto a Albert Einstein al descubrimiento del Fotón,
cantidad mínima de energía de la luz u otra radiación electromagnética. La
energía E de un fotón se expresa mediante la ecuación E = h u, donde h es una
constante universal (la constante de Planck) y u es la frecuencia (número de
oscilaciones por segundo) de la luz. Los fotones son considerados partículas
sin masa. A nivel práctico se desarrolló desde una explicación de los detalles
de la estructura atómica, hasta el láser, el transistor y muchos fenómenos de
la vida cotidiana. A nivel intelectual condujo a un modelo de materia donde el
mundo es intrínsecamente impredecible y la energía aparece y desaparece durante
momentos infinitesimales de tiempo, ligada al famoso principio de la
incertidumbre de W. Heisenberg.
Intervalos de tiempo en el Primer Segundo de la Creación
Era cuántica (desde millonésima de seg.
hasta 1 microseg.)
Era
leptónica (desde 1 microsegundo
hasta 1 seg.)
Era
del plasma (desde 1 seg. hasta
100 mil años)
Esta
descripción somera permite entender lo que podría haber sucedido al Universo en
el primer momento de la era cuántica: la energía cuántica que aparecía y
desaparecía produjo la separación del espacio y el tiempo, y un Universo primitivo
que aparecía desaparecía en un instante dado. Estos efectos cuánticos han hecho
pensar como innecesaria la existencia de la creación, convirtiendo al Universo
en eterno y vetusto. Lo que les resulta paradójico es que la creación aconteció
un segundo antes del comienzo de la era del plasma, es decir en el primer
segundo infinitamente divisible. A densidad y temperaturas poco elevadas se
utiliza la física del plasma, a temperaturas más altas de épocas anteriores se
emplea las física nuclear, pero a temperaturas mucho más superiores y más cerca
al momento de la creación se maneja la física de las partículas elementales.
Hasta 1932 parecía que tres partículas de materia (protón, electrón y neutrón)
eran los bloques elementales constituyentes de todos los átomos. Poco después
W. Pauli postuló la existencia del neutrino, extraña partícula que gira sobre
sí mismo, atraviesa fácilmente cualquier obstáculo y se mueve a la velocidad de
la luz. Su existencia fue confirmada recién en los años 70. El físico japonés Hideki
Yukawa postuló el mesón, como “pegamento” entre protones y neutrones en el
núcleo atómico. Poco después, en 1947, se descubrió el mesón de Yukawa, que
sólo vive un instante efímero y después expulsa un neutrino y se transforma en
muón. Para estudiar las partículas subatómicas se han construido modernos
aceleradores, como el CERN en Ginebra (Suiza) y en la actualidad se han
descubierto varios cientos de partículas elementales. La teoría de los quarks
avanzó como resultado de la colisión de partículas en los aceleradores y ha
permitido explicar la estructura de la materia como compuesta de hadrones y
leptones. Hay una gran cantidad de hadrones, mientras que sólo hay ocho clases
de leptones: cuatro de materia (electrón, neutrino, muón y tauón) y cuatro de
antimateria (positrón, antineutrino, antimuón y antitauón. No se tratan de
partículas que emergen de la nada y vuelven a la nada sin dejar rastro, sino de
partículas que emergen del vacío cuántico para tener una existencia virtual.
En el 2010 se espera que el Gran Colisionador de
Hadrones (en inglés LHC o Large Hadron
Collider), acelerador y colisionador de partículas localizado en el CERN de
Ginebra, esté lista para que colisionen protones (un tipo de hadrón) en vez de
electrones y positrones (leptones). El acelerador recreará
los instantes posteriores al Big Bang, lo que dará información clave sobre la
formación del universo y confirmará o rebatirá la teoría estándar de la física,
basada en el bosón de Higgs (llamada "la partícula de Dios").
Dicha partícula lleva el nombre del científico que hace 30 años predijo su
existencia y se considera indispensable para explicar por qué las partículas
elementales tienen masa y por qué las masas son tan diferentes entre ellas. Pero
el estadounidense Walter Wagner y el español Luis Sancho han afirmado que
existe la posibilidad de que el funcionamiento del LHC desencadene procesos
que, según ellos, serían capaces de provocar la destrucción no solo de la Tierra sino incluso del
Universo entero. Los procesos catastróficos que anuncian son: 1. La creación de
un agujero negro inestable, 2.Aparición de materia exótica supermasiva, tan estable
como la materia ordinaria, 3. Surgimiento de monopolos magnéticos (previstos en
la teoría de la relatividad) que pueden catalizar el decaimiento del protón, 4.
La aceleración de la transición a un estado de vacío cuántico. Pronósticos que
han sido rechazados por los especialistas del CERN.
Por
otro lado, la teoría de las supercuerdas, elaborada con los aportes de los
físicos Kaluza, Schwarz, Neveu, Scherk, Ramond, Nambu y Kabu, que aspira a explicar
todas las cosas del micro y macromundo y a unificar la teoría de la relatividad
con la teoría cuántica, se postula la
presunción que los últimos elementos de la realidad física no son las
partículas sino cuerdas de una sola dimensión. Existirían dos tipos básicos de
partículas: los bosones y los fermiones, las cuerdas sólo describen los
bosones, mientras que las supercuerdas describen los fermiones. Las partículas
elementales serían maneras diferentes de vibración de una supercuerda. La
cuerda sería la unidad física fundamental y todo el Universo sería la vibración
de la supercuerdas, o la diferente vibración de una misma supercuerda determina
la diferencia de partículas. Las cuatro fuerzas elementales serían transmitidas
por medio de partículas: la fuerza electromagnética corresponde al fotón, la
fuerza gravitatoria al gravitón, la fuerza fuerte al gluón y la fuerza débil al
bosón. Como la teoría de las supercuerdas no permite todavía hacer predicciones
de verificación experimental, sus objetores argumentan que sólo se trata de una
teoría matemática con especulaciones metafísicas. No está demás señalar que sus
defensores contraargumentan que no es cierto que la teoría no permite hacer
ninguna predicción, y aluden que la primera verificación está en la existencia
de un cuarto bosón Z en la trasmisión de la fuerza débil. El propósito es
averiguar las causas que determinan la expansión del universo, cuyo tamaño
actual es de diez mil millones de años luz, pero al umbral de la era leptónica
era tan sólo de un kilómetro.
La
teoría del universo estacionario, no la aceptan la mayoría de los cosmólogos
tras el descubrimiento de la radiación de fondo de microondas en 1965. La
teoría del Universo en expansión, los quásares y la energía oscura, hace que
sea razonable suponer que la historia del Universo es finita. Pero además de la
pregunta de qué significa que el Universo haya tenido una creación, está además
otra que interroga por el significado de que el universo ha de morir, que no
sea eterno. Este es un asunto límite, que permite a la vez una abordamiento
científico, filosófico y religioso.
2. PRIMERAS TEORÍAS COSMOLÓGICAS
SOBRE EL FIN DEL UNIVERSO
El
Cielo siempre ha intrigado a la humanidad no sólo por su belleza sino por su
regularidad y permanencia. Las teorías cosmológicas más antiguas datan del 4000
a.C., y son las de los pueblos mesopotámicos, que creían que la Tierra era el
centro del Universo. Los sumerios, inspiradores de los babilonios, tenían
cuatro divinidades fundamentales: los dioses creadores. Estos dioses eran An, el dios del cielo; Ki, la diosa de la tierra; Enlil, el dios del aire; y Enki, el dios del agua. Cielo, tierra,
aire y agua se consideraban los cuatro componentes más importantes del
Universo. El acto de creación, sostenían, implicaba el cumplimiento cabal de la
palabra divina; la divinidad creadora solamente tenía que pensar en su designio
o proyecto y pronunciar el nombre de la cosa que se pretendía crear. Para
mantener el cosmos en un movimiento continuo y armonioso, evitar la confusión y
el conflicto, los dioses concebían el me,
una serie de reglas y leyes universales e inmutables que todos los seres
estaban obligados a obedecer (Puede consultarse C. Leonard Woolley, Ur, la ciudad de los caldeos, FCE 1968,
Irwin H. y H. A. Frankfort y otros, El
pensamiento pre-filosófico. Egipto y Mesopotamia, FCE 1970).
Una
perspectiva alternativa es la alienígena. La cual no deja de preguntarse por la
abundante mención en el Mahabharata de carros voladores metálicos que
transportaban a los dioses. También causa extrañeza el conocimiento del número pi, como consta en la construcción de la
gran pirámide de Egipto, cuyo valor de gran exactitud fue redescubierto por Arquímedes
en el mundo occidental mil años después, quien determinó correctamente que el
valor de Pi se encuentra entre 3 + ‡ y 3 + . Pi, letra griega (p) usada
en matemáticas como el símbolo del cociente entre la longitud de la
circunferencia y su diámetro, está presente en la Gran Pirámide junto con otros
valores matemáticos de gran importancia. El símbolo p fue usado por primera vez
para representar esta razón en 1706 por el matemático inglés W. Jones, pero su
uso no se generalizó hasta su adopción por el matemático suizo Leonhard Euler
en 1737. En 1882 el matemático alemán Ferdinand Lindemann demostró que p es un
número trascendente, esto es, no puede ser la raíz de una ecuación polinómica
con coeficientes racionales. Aunque p es un número irracional, es decir, tiene
un número infinito de cifras decimales, se puede calcular con la exactitud
deseada utilizando series, ha sido calculada con cien millones de cifras
decimales utilizando ordenadores, aunque esta precisión carece de utilidad
práctica. Keops, faraón egipcio (c. 2638-2613 a.C.), segundo de la IV
Dinastía, ordenó la construcción de la Gran Pirámide de Gizeh. Este colosal
monumento tiene la peculiaridad de tener dos
fosos que hace
5 mil años apuntaban
hacia puntos estelares precisos como la estrella Sirio, Zeta Orión o Alfa del
Dragón, relacionados con dioses de la resurrección.
Otro
hecho desconcertante de la astronomía ancestral está dado por la remota tribu
africana de Dogon, en Malí, que guarda en sus mitos una añeja tradición de mil
años, la cual relata una extraña historia sobre unos hombres peces
venidos desde una estrella gemela de la estrella Sirio. Lo más sorprendente es que
la astronomía moderna recién confirmó la existencia de esta estrella gemela en
la segunda mitad del siglo XIX. Es cierto que esta estrella, también llamada Estrella
Can, es la estrella más brillante del cielo, situada en la constelación Can
Mayor, la distancia de Sirio a la Tierra es de 8,7 años luz y es, por tanto,
una de las estrellas más cercanas. Su brillo se debe, en gran medida, a esta
relativa cercanía. Se puede ver desde casi cualquier punto de la Tierra, pero
la observación a simple vista de la estrella gemela es imposible. La masa de
Sirio es 2,4 veces la del Sol, y la temperatura de su superficie también es
superior. Las irregularidades en la trayectoria de Sirio llevaron al astrónomo
alemán Friedrich Bessel a creer que iba acompañada por una estrella que en
aquella época no era posible observarse. El astrónomo norteamericano Alvan
Clark confirmó por primera vez en 1862, 18 años más tarde, la existencia de
esta compañera; después se comprobó que era una enana blanca. Lo más intrigante
de la perspectiva alienígena es que abre la posibilidad sobre la existencia de
criaturas inteligentes pertenecientes a civilizaciones supertecnológicas
venidas desde otras estrellas,
lo que incentiva no sólo para
proseguir en
la busca de vida estelar y saber que no estamos solos. Llama mucho la atención
que esta estrella fue muy venerada también por los antiguos egipcios, que la
consideraban como anunciadora de la crecida del Nilo y, por consiguiente, de
una buena cosecha. Muchos templos egipcios se construyeron de forma que la luz
de Sirio iluminara las cámaras interiores. Y la misma situación se repite en
tradiciones de otras culturas antiguas.
Dentro
de su rica literatura, el hinduismo incorpora una cosmología muy compleja. Se
trata de la doctrina de los Manvantara o ciclos cósmicos, doctrina
diametralmente opuesta a la doctrina moderna del “progreso”. Creen que el
Universo es una gran esfera cerrada, un huevo cósmico dentro del cual hay
muchos cielos concéntricos, infiernos, océanos y continentes, que la India está
en medio de todos ellos, que el tiempo es a la vez degenerativo (desde la época
dorada o Krita Yuga, a través de dos periodos en los que el bien decayó
gradualmente, hasta los tiempos actuales o Kali Yuga, también conocida como
Edad de Hierro o Gran Noche) y cíclico: al final de cada Kali Yuga, la
humanidad desprovista de espiritualidad y capacidad creadora, trabaja sin
sentido labrando su propia destrucción, y el Universo es destruido por el fuego
y las inundaciones, comenzando así una nueva época dorada (Véase: W.
Fairservis, India, Ed. Joaquín
Mortiz, 1964; y A. Schweitzer, El
pensamiento de la India, FCE 1968; René Guénon, La crisis del mundo moderno, Mosca Azul 1975 ). El I Ching o Libro
de las mutaciones, antiguo texto chino y un clásico del confucianismo es una
obra moral, filosófica, cosmológica y de adivinación, presenta 64 hexagramas
simbólicos, cada uno compuesto por un par de trigramas, formados por tres líneas
paralelas. Las líneas pueden ser continuas (representando el yang o principio
activo) o discontinuas (representando el yin o principio pasivo) que explicaba
todos los fenómenos en términos de alternancia del yin y el yang. Así pues, los
hexagramas se conciben como dentro de un cambio mutuo y perpetuo siguiendo el
orden cíclico del universo. (Véase: Ling Yutang, Sabiduría China, Biblioteca Nueva 1959; Fun Yu Lang, The spirit of chinese Philosophy, E. R.
Hughes, London 1947; Ch. Wing-tsit y otros, Filosofía
del Oriente, FCE, 1950).
Anaximandro
es mencionado como fundador de la cosmología. Postulaba una teoría del origen
del Universo que defendía que todas las cosas vuelven con el tiempo al elemento
que las originó. Aristóteles, por su lado, sostuvo la eternidad del universo,
sin comienzo ni fin. Lo contrario es impensable por violar los reparos
parmenídeos respecto a algo que surge de la nada. El universo eterno es una
gran esfera, dividida en una región superior y otra inferior. La región
supralunar es el ámbito de los ciclos eternamente inmutables, mientras que la
región sublunar es el lugar de la generación y la corrupción. La causa del
movimiento eterno del universo es el motor inmóvil, hay un único motor inmóvil
para todo el cosmos, pero sorprende cuando sostiene que cada una de las esferas
celestes tiene su propio motor inmóvil (Véase: Juan David García Bacca, Los Presocráticos, FCE, 1978; G. S. Kirk
y J. E. Raven, Los Filósofos
Presocráticos, Gredos, 1979; J. Brun, Aristóteles
y el Liceo, Eudeba, 1968, p.84-85). En cambio, en la cosmología estoica al
mismo tiempo que afirmaban la eternidad del universo, sustituían su creencia en
la estabilidad cósmica por una teoría cíclica inspirada en el pensamiento
presocrático. Según distintos pensadores estoicos, existe un ciclo cósmico
eterno de expansión y contracción, conflagración y regeneración. En la fase
contracción el fuego cede de nuevo el paso a los otros elementos, y el mundo
tal como lo conocemos se regenera. Este ciclo se repite eternamente, produciendo
una perpetua secuencia de mundos idénticos. Finalmente, el universo estoico era
concebido a la vez finalista y determinista, penetrado por la racionalidad de
la providencia divina (Véase A. Long, La
Filosofía Helenística, pp. 147-166, Revista de Occidente, 1977). Por su
parte, los antiguos peruanos creían en el Pachacutec que vendría cada cinco mil
años a transformar el mundo. Los mayas creían en trece cielos dispuestos en
capas sobre la tierra y regidos por sendos dioses llamados Oxlahuntiku. El
tiempo era una serie de ciclos sin principio ni fin, interrumpidos por
cataclismos o catástrofes que significaban el retorno al caos primordial. Pero
nunca se acabaría el mundo porque creían en la palingenesia, la regeneración
cíclica del universo. Los libros del Chilam
Balam exponen predicciones acerca de esos ciclos de destrucción y
renacimiento. (Ver El libro de Chilam
Balam, FCE 1948; Francisco Javier Clavijero, Historia antigua de México, Ed. Porrúa, 1945). La palingenesia o
regeneración cíclica del mundo era creencia común en la antigüedad.
3. COSMOLOGIA
MEDIEVAL
Como
vemos, todas las cosmologías del mundo antiguo estaban implicadas
dentro de una
concepción del tiempo cíclico o
eterno retorno, dentro del cual tras la generación, ordenamiento y destrucción
de todas las cosas adviene un nuevo ciclo palingenésico de regeneración
cósmica. La excepción será introducida por la tradición judeo-cristiana con su
visión del tiempo asintótica o con un comienzo y un final. Este punto será
arduamente discutido durante el siglo XIII, justamente tras la asimilación de
la doctrina aristotélica por el cristianismo. En ella intervienen el primer
rector de la universidad de Oxford Robert Grosseteste (1168-1253), Roger Bacon
(1220-1292), el franciscano italiano Buenaventura (1217-1274), el enciclopédico
dominico alemán Alberto Magno (1200-1280) y Tomás de Aquino (1224-1274).
Especialmente importante en la primera mitad del
siglo XIII es la cosmología de Roberto Grosseteste, figura cumbre de la ciencia
medieval. En él la luz era central, pues el cosmos empezaba a existir cuando
Dios creó un punto de materia sin dimensiones y su forma, un punto de luz sin
dimensiones. Aquí está el antecedente de la idea del “núcleo primordial” de
Lemaître. Este punto de luz se difundió instantáneamente en una gran esfera,
llevando consigo a la materia y dando nacimiento al cosmos corpóreo. La
radiación posterior y la diferenciación dieron origen a las esferas celestes y
a la región sublunar. La humanidad representa el pináculo de la actividad
creadora de Dios, reflejando simultáneamente la naturaleza divina y los
principios estructurales del mundo creado. Pero fue Tomás de Aquino el que
afrontó, en la segunda mitad del siglo XIII, con rigor extraordinario todos los
problemas planteados por la filosofía aristotélica, subrayando que no puede
haber verdadero conflicto entre la filosofía y la teología,puesto que
tanto la revelación como nuestras capacidades racionales son dones
divinos. Su posición sobre la eternidad
del mundo se resume en sostener que gracias a la Revelación conocemos que el
Universo fue creado en un punto del tiempo, asunto que la Filosofía no puede
decidir porque existen argumentos a favor y en contra. Por tanto, y contra
Buenaventura, no es absurdo afirmar filosóficamente que el universo es eterno,
pues no hay contradicción en sostener que el mundo es creado y aun así suponer
que ha existido eternamente (Sobre la
eternidad del mundo, Aguilar, Argentina 1975).
Los
cosmólogos medievales coincidían en que fuera del cosmos no hay ninguna
sustancia material. Aristóteles había negado la posibilidad de espacio, lugar o
vacío fuera del mundo, y su conclusión era generalmente aceptada hasta que la
condena de 1277 contra el aristotelismo radical provocó la reevaluación de la
cuestión. En la condena se declaraba que Dios tiene el poder de crear múltiples
mundos. Ahora bien, si otro cosmos pudiera ser puesto fuera del nuestro,
entonces era posible un espacio capaz de acogerlo. La mayor parte se conformaba
con aceptar que Dios pudo crear un espacio vacío fuera del cosmos. Sin embargo,
en el siglo XIV Tomás Bradwardine (†1349) y Nicolás Oresme (1320-1382)
sostuvieron que realmente Dios había creado el espacio vacio extracósmico,
infinito como él y el espacio vacio se
identificaba con la omnipotencia divina. Pero lo cosmólogos medievales del
siglo XII antecedieron todas estas discusiones. Idénticas preocupaciones, pero
esta vez bajo el influjo directo del Timeo,
tuvieron lugar entre los filósofos de la naturaleza del siglo XII o llamado
humanismo medieval. Eruditos como Thierry de Chartres (†después de 1156),
Guillermo de Conches (†después de 1154), Abelardo de Bath (fl. 1116-1142),
Honorio de Autun, Bernardo Silvestre, Andrés de San Víctor y Clarembald de
Arras se dieron a la tarea de reconciliar la cosmología platónica con el relato
de la creación del libro del Génesis. Este naturalismo fue una de las
características más sobresalientes de la filosofía natural del siglo XII.
Todos
estos hombres comparten una nueva concepción de la naturaleza como una entidad
autónoma racional, que procede sin interferencia según sus propios principios.
Fueron los protagonistas de una nueva conciencia del orden natural o de la ley
natural, ello no significaba negar la mediación divina, sino afirmar que Dios
obra por medio de poderes naturales y que la tarea del filósofo es llevar estos
poderes hasta su límite explicativo, y sólo cuando el acontecimiento descrito
no admite ninguna explicación natural, entonces y sólo entonces hemos de
recurrir a los milagros. De modo que investigar las causas secundarias no
resultaba una negación, sino una afirmación, de la existencia de la majestad de
la primera causa (véase David C. Lindberg, Los
inicios de la ciencia occidental. Desde el 600 a.C. hasta 1450; pp.
250-259, Paidós 2002). En realidad, sería imposible matizar la cosmología
medieval la cual presenta importantes contribuciones cosmológicas. Solamente Pierre Duhem dedicó diez volúmenes al tema y
las investigaciones siguen multiplicándose (Le
sistema du monde, 10 vols., ver también a Edward Grant, Cosmology,
en David Lindberg (Comp.), Science in the
Middle Ages, Chicago, University of Chicago Pres, 1978). Sólo cabe decir
una consideración más sobre la cosmología medieval y es que el cristianismo fue
importante en la modificación de la cosmología aristotélica, pero la influencia
estoica también ejerció un importante influjo. La noción de vacío extracósmico
llegó a Occidente con una calidad estoica.
Gracias a estas investigaciones hoy
es más fácil asumir que la ciencia antigua no excluyó el análisis matemático
pero funcionó en el marco de la filosofía natural tradicional. Pero si bien la
ciencia medieval hizo muchas contribuciones a la tradición científica
occidental sin embargo no anticipó los elementos básicos de la ciencia moderna
inicial, continuaron aferrados al método silogístico y a la metafísica
aristotélica. La nueva metafísica mecanicista estimuló la experimentación y la
matematización de la naturaleza, además la ciencia moderna se desarrolló en
circunstancias sociales nuevas. Por ello es posible afirmar que la ciencia
moderna inicial es discontinua con la medieval, pero ésta preparó el camino para
los logros del siglo XVII. Que la Revolución Científica del los siglos XVI y
XVII no fue un desarrollo o extensión de la ciencia medieval no quiere decir
que se trató de una “mutación” intelectual, como sostiene Alexandre Koyré (Estudios de historia del pensamiento
científico, Siglo veintiuno 1977), que implicó la disolución de la visión
del mundo medieval. No fue así, y en todo caso esto sólo fue parcialmente
cierto, puesto que si no hubo continuidad metodológica ni metafísica entre la
ciencia medieval y moderna, sin embargo sí lo hubo en lo lingüístico,
conceptual y teórico. Esta es justamente la tesis más matizada de
David Lindberg, no obstante cabe preguntarnos hasta qué punto existiría
continuidad conceptual y teórica cuando justamente la ciencia moderna en su
discontinuidad metodológica y metafísica va echar mano de nuevos conceptos y
marcos teóricos.
Por ello, es más realista pensar que
si bien hubo discontinuidad metodológica y metafísica entre la ciencia medieval
y moderna, empero a nivel lingüístico, conceptual y teórico existió en los
siglos XVI-XVII la dicotómica situación de “continuidad-discontinuidad”. Esta
dicotómica situación, por lo demás, parece ser muy común en periodos de
tránsito histórico y cambio de concepción del mundo. Es como un tiempo bisagra
en que los hombres pensantes andan a horcajadas entre las ideas y creencias del
mundo de ayer y las ideas y creencias del mundo que emerge. Lo que revela que
los cambios culturales no son tan violentos como parecen, sino que necesitan un
lapso para asentarse en las conciencias de los individuos hasta volverse en
algo común y corriente. Cambios ideológicos pueden provocar cambios científicos
y viceversa. No hay esquematismo rígido, sino dinámico y recíproco en estas
modificaciones. Sólo así se puede explicar a pioneros como un Kepler,
dependiente de los cinco sólidos perfectos, y un Halley, Boyle, Harvey y
Newton, creyentes en la magia natural o practicantes de la alquimia, por
ejemplo. Esta presencia de la magia en la creación de la ciencia moderna ha
sido recalcada por el profesor de Oxford Charles Webster (De Paracelso a Newton, FCE 1988) y refuerza nuestra tesis de “continuidad-discontinuidad” conceptual
y teórica entre la ciencia medieval y moderna.
DEBATE
SOBRE LEGADO DE CIENCIA MEDIEVAL
TESIS DE LA TESIS DE LA
CONTINUIDAD
(S: XX) DISCONTINUIDAD
Duhem Francis Bacon
Homer Haskins Voltaire
Lynn Thorndike Condorcet
Marshall Clagett Burckhardt
Maier
Symonds
Crombie Koyré
(Metodológica
y Thomas
Kuhn
conceptualmente la
Lindberg
Rev. Cient. procede (Revolución en:
óptica,
de ciencia medieval). astronomía y mecánica).
Por lo demás, como en el relato de la
creación del libro del Génesis se
hacía una distinción entre el <cielo> creado en el primer día y el
<firmamento> creado en el segundo, obviamente que esto llevó a postular
tres esferas más allá de las siete esferas planetarias. La más exterior,
invisible e inmóvil era el empyreum,
morada de los ángeles; luego el cielo acuoso y después el firmamento de las
estrellas fijas. Con esto el número total de esferas celestes llegaba a diez,
aunque se llegó a postular una undécima esfera. Pero lo substancial es que,
siguiendo a Platón, la intervención divina directa queda restringida al momento
inicial de la creación, lo que sucede después es resultado de la causalidad
natural. Es importante destacar la interacción mutua entre la cosmología y la
teología en todas estas discusiones.
4
DESCUBRIMIENTOS ACTUALES
SOBRE EL FIN DEL UNIVERSO
Los
descubrimientos actuales sobre el fin del Universo tienen que ver con su
expansión acelerada. No se trata de un apocalipsis local, sino de un holocausto
global que representaría el final del cosmos. Un Apocalipsis local, por
ejemplo, tiene que ver con el cálculo aproximado que se hace sobre un impacto
estelar cada 26 millones de años que devasta la Tierra debido a una estrella
compañera del Sol llamada Némesis, que altera la órbita de los cometas que son
arrojados contra nuestro planeta. Se sabe que hace 65 millones de años un
impacto estelar similar exterminó a los dinosaurios. Y también se conoce que
impactos estelares de cometas y asteroides contribuyeron a la formación
primitiva de la Tierra. Científicos de la NASA han descartado que el asteroide
2002 NT7 con casi 2 kilómetros de ancho vaya a devastar la Tierra en el 2019,
aun cuando le han dado la clasificación “1” en la escala de Torino de riesgos
de impacto que merecen cuidadosa observación. Especulaciones similares de
impactos estelares se hacen en torno al calendario Maya que fija una gran
catástrofe para el 21 de diciembre del 2012. Lo mismo sucede con el cometa
Swift-Tutle, descubierto en 1862, y que las observaciones actuales han
permitido a los astrónomos de Varsovia hacer el cálculo de la órbita del cometa
para el año 2126, considerando que no representa riesgo de impacto. De
cualquier forma, los científicos ya han emprendido la catalogación de
asteroides y cometas con riesgo de colisión. De todos ellos el más temido es la
órbita del cometa, pues a diferencia del asteroide aparece de improviso y da
muy poco tiempo para tomar alguna medida. Temor similar suscita el trabajo de
aceleración de partículas en el llamado "Gran colisionador de
hadrones", ubicado en Ginebra, el crearía un agujero negro que primero se
engullirá a la Tierra
y luego a todo el universo. Se puede reformular teológicamente la pregunta, sobre
si un impacto apocalíptico local sobre la Tierra puede tener una significación
cósmica. Por lo menos en la tradición cristiano-católica el fin del mundo, o
sea de la Tierra, representa también el comienzo de un Nuevo Cielo y una Nueva Tierra.
Es decir, el significado escatológico del Fin del Mundo sería universal y no
meramente local. Atañe a todo el Universo.
El
Universo se expande como un globo. En 1917 Albert Einstein propuso un modelo
del Universo basado en su nueva teoría de la relatividad general. Su teoría
indicaba que el Universo no era estático, sino que debía expandirse o
contraerse. La expansión del Universo todavía no había sido descubierta, por lo
que Einstein planteó la existencia de una fuerza de repulsión entre las galaxias
que compensaba la fuerza gravitatoria de atracción. Esto le llevó a introducir
una “constante cosmológica” en sus ecuaciones; el resultado era un universo
estático. Sin embargo, desaprovechó la oportunidad de predecir la expansión del
Universo, lo que Einstein calificaría como “el mayor error de mi vida”.
Los
físicos han dedicado muchos esfuerzos al desarrollo de las consecuencias
cosmológicas de la teoría de la relatividad.
La
teoría de la relatividad lleva a la posibilidad de que el Universo se está
expandiendo y que tiene un origen: esa es la explicación generalmente aceptada
para la observación experimental de que las líneas espectrales de galaxias,
quásares y otros objetos distantes se encuentran desplazadas hacia el rojo. El
astrónomo estadounidense Vesto M. Slipher, que estudió los espectros de las
galaxias, ya había observado en 1912 que, excepto en unos pocos sistemas
cercanos como la galaxia Andrómeda, las líneas espectrales se habían desplazado
hacia longitudes de onda mayores. Este desplazamiento en longitud de onda,
debido al efecto Doppler, mostraba que la mayoría de las galaxias se alejaban
de la Vía Láctea. La teoría del Universo en expansión hace que sea razonable
suponer que la historia del Universo es finita, pero también permite otras
alternativas.
La expansión del Universo no cesará, al final la
gravedad será siendo vencida por la anti-gravedad y se impondrá una edad oscura
en el universo, donde los agujeros negros sin más protones que consumir
procederán a extinguirse. En 1929 Hubble comparó las distancias que había
calculado para diferentes galaxias con los desplazamientos hacia el rojo fijados
por Slipher para las mismas galaxias. Descubrió que cuanto más lejos estaba la
galaxia, más alta era su velocidad de recesión. A esta relación se la conoce
como la ley de los desplazamientos hacia el rojo o ley de Hubble; la cual determina que la velocidad de una galaxia es
proporcional a su distancia. La relación entre la velocidad de recesión de una
galaxia y su distancia es la constante de Hubble. De acuerdo con la teoría
generalmente aceptada del Big Bang, el Universose originó
entre hace 15.000 millones de años y se ido expandiendo desde entonces. El
futuro del Universo es incierto: la expansión podría ser limitada,
contrayéndose el Universo sobre sí mismo (Universo
cerrado o modelo estático), o podría ser infinita en cuyo caso el Universo seguirá
expandiéndose siempre (Universo abierto o
modelo expansivo), Entre estas dos posibilidades, tampoco cesará la
expansión (Universo plano). Una
expansión así provocará el llamado “Gran desgarrón”.
Modelos
no estáticos del Universo serían desarrollados pronto. El astrónomo holandés
Willem de Sitter en 1917. En 1922 lo hizo el matemático ruso Alexander
Friedmann y en 1927 el sacerdote cristiano belga Georges Lemaître. La solución
de Friedmann depende de la densidad de la materia en el Universo y es el modelo
de universo generalmente aceptado. Lemaître también dio una solución a la
ecuación de Einstein, pero es más conocido por haber introducido la idea del
“núcleo primordial”. Afirmaba que las galaxias son fragmentos despedidos por la
explosión de este núcleo, dando como resultado la expansión del Universo. Éste
fue el comienzo de la teoría de la Gran Explosión o Big Bang sobre el origen del Universo. El destino del universo de
Friedmann está determinado por la densidad media de la materia en el Universo.
Si la densidad de la materia está por encima de un valor crítico estimado
actualmente en 5×10-30 g/cm3, la expansión descenderá hasta detenerse y
comenzará la contracción, que acabará en el colapso gravitatorio total del
Universo. Éste sería un “universo cerrado”, finito en extensión. El destino de
este universo colapsado es incierto, pero hay una teoría según la cual
explotaría de nuevo, originando un nuevo universo en expansión, que se volvería
a colapsar, y así hasta el infinito. A este modelo se le llama universo oscilante o pulsante.
Las
mediciones de la radiación de fondo de microondas realizadas por la sonda WMAP
(Wilkinson Microwave Anisotropy Probe) de la NASA en junio de 2001,
permitieron, en febrero de 2003, acortar la edad del Universo de 15,000 a
13.700 millones de años, con un margen de error de un 1%. Sus observaciones
permitieron también precisar que las primeras estrellas se formaron unos 200
millones de años después del Big Bang, mucho antes de lo que se creía. El
astrónomo inglés Fred Hoyle es autor de la teoría del universo estacionario o 'principio cosmológico perfecto': el
Universo siempre es el mismo, pues la disminución de densidad debida a la
expansión está exactamente compensada por la creación continua de materia. Ésta
se condensa en galaxias que ocupan el lugar de las que se han alejado de la Vía
Láctea, y se mantiene así el aspecto actual del Universo. En 1948, los
astrónomos británicos Hermann Bondi, Thomas Gold y Fred Hoyle presentaron un
modelo completamente distinto de universo, conocido como la teoría del universo estacionario.
Consideraban insatisfactoria la idea de un repentino comienzo del Universo. El
“principio cosmológico perfecto” de Bondi, Gold y Hoyle añade el postulado de
que el Universo parece el mismo siempre (es la teoría de creación continua). Plantean que la disminución de la
densidad del Universo provocada por su expansión se compensa con la creación
continua de materia, que se condensa en galaxias que ocupan el lugar de las
galaxias que se han separado de la Vía Láctea y así se mantiene la apariencia
actual del Universo. No obstante, la teoría del universo estacionario, no la
aceptan la mayoría de los cosmólogos, en especial después del descubrimiento aparentemente
incompatible de la radiación de fondo de microondas en 1965. El descubrimiento
de quásares también aportó pruebas
que contradicen la teoría del universo estacionario. Los quásares son sistemas
extragalácticos muy pequeños pero muy luminosos que solamente se encuentran a
grandes distancias. Su luz ha tardado en llegar a la Tierra varios miles de
millones años. Por lo tanto, son objetos del pasado remoto, lo que indica que
hace unos miles de millones de años la constitución del Universo era muy distinta
de lo que es hoy en día.
Asimismo,
la segunda ley de la termodinámica o ley de la entropía, función de estado que
mide el desorden de un sistema físico o químico, y por tanto su proximidad al
equilibrio térmico, abona a favor del final inexorable del universo. En
cualquier transformación que se produce en un sistema aislado, la entropía
aumenta o permanece constante, pero nunca disminuye. La energía se conserva,
pero se va degradando a medida que la entropía del sistema aumenta. La segunda
ley de la termodinámica afirma que la entropía, o sea, el desorden, de un
sistema aislado nunca puede menguar. Por tanto, cuando un sistema aislado
alcanza una configuración de máxima entropía, ya no puede experimentar cambios:
ha alcanzado el equilibrio. La naturaleza parece pues “preferir” el desorden y
el caos. Pero si la entropía explica la marcha del orden al caos, no da cuenta
del camino de la nada hacia el cosmos, o
del caos primordial al orden. La física de las partículas puede dar cuenta del
orden inicial pero no de la nada desde el cual emergió el Universo.
El
papel de la entropía en el final del universo nos lleva directamente a la
Teoría del caos, teoría matemática que se ocupa de los sistemas que presentan
un comportamiento impredecible y aparentemente aleatorio aunque sus componentes
estén regidos por leyes estrictamente deterministas. A partir de la década de
1970, el físico estadounidense Mitchell Feigenbaum, determinó ciertos esquemas
recurrentes de comportamiento en los sistemas que tienden hacia el caos,
esquemas que implican unas constantes ahora conocidas como números de
Feigenbaum. Los esquemas del caos están relacionados con los que se observan en
la geometría fractal, y el estudio de sistemas caóticos tiene afinidades con la
teoría de catástrofes. Así la teoría del caos se ha convertido en uno de los
campos de investigación matemática con mayor crecimiento. Hasta ahora, la
física, incluso las ramificaciones avanzadas de la teoría cuántica, se ha
ocupado principalmente de sistemas en principio predecibles, al menos a gran
escala; sin embargo, el mundo natural
muestra tendencia al comportamiento caótico, comportamiento que se replica
en el universo. Por ejemplo, los cúmulos de galaxias, los megasistemas
meteorológicos, la turbulencia en una columna ascendente de humo o el latido
del corazón humano, tienden a desarrollar fenómenos aleatorios al interaccionar
con sistemas locales más complejos.
A
estas alturas quisiera mencionar algo sobre la importancia de las matemáticas en la investigación física. Roger
Penrose, uno de los matemáticos y físicos más prestigiosos del mundo, ha
escrito cómo “Platón dejó en claro que las proposiciones matemáticas o cosas incuestionablemente
verdaderas no se refieren a objetos físicos reales, sino a ciertas entidades
idealizadas. Estas entidades ideales habitan en un mundo distinto del mundo
físico”. Las formas matemáticas del mundo de Platón no tienen el mismo tipo de
existencia que los objetos físicos ordinarios, no tienen localización espacial
ni temporal. Dichas entidades ya existían desde el principio de los tiempos y
sólo se revelan en la forma exacta en que la mente humana lo percibe, con
independencia de qué momento o qué lugar elija para examinarlos (El camino a la realidad. Una guía completa de las leyes del universo,
p. 53, Debate, México 2008). Penrose subraya que “Sea como fuere se da el caso
de que cuanto más profundamente sondeemos los secretos de la naturaleza, más
profundamente nos vemos dirigidos hacia el mundo platónico de las ideas
matemáticas a medida que buscamos el conocimiento. ¿Por qué es así? Por el
momento sólo podemos verlo como un misterio” (Ibíd. p. 1376). Sin embargo,
Penrose parece sugerirnos un cierto escepticismo matemático cuando concluye que
el camino matemático griego a la realidad nos ha llevado hacia descubrimientos
deslumbrantes pero no hemos encontrado todavía el verdadero camino hacia la
realidad…”quizá necesitemos de un cambio sutil de perspectiva, algo que todos
hemos pasado por alto” (Ibíd. 1398). Valga este recordatorio realista sobre los
límites metafísicos de la ciencia para distinguir entre experiencia sensorial y
experiencia, confundidos siempre por el cientismo.
En
1948 el físico ruso-estadounidense George Gamow modificó la teoría de Lemaître
del núcleo primordial. Planteó que el
Universo se creó en una explosión gigantesca y que los diversos elementos que
hoy se observan se produjeron durante los primeros minutos después de la Gran
Explosión o Big Bang, cuando la
temperatura extremadamente alta y la densidad del Universo fusionaron
partículas subatómicas en los elementos químicos. Cálculos recientes indican
que el hidrógeno y el helio habrían sido los productos primarios de la Gran
Explosión, y los elementos más pesados se produjeron más tarde, dentro de las
estrellas. La teoría de Gamow proporciona una base para la comprensión de los
primeros estadios del Universo, su expansión y la base física de la ley de Hubble. Según se expandía el
Universo, la radiación residual de la Gran Explosión continuó enfriándose,
estos vestigios de radiación de fondo de microondas fueron detectados por los
radioastrónomos en 1965, proporcionando así lo que la mayoría de los astrónomos
consideran la confirmación de la Gran
Explosión.
Uno
de los problemas sin resolver en el modelo del Universo en expansión es si el
Universo es abierto o cerrado, si se expandirá indefinidamente o se volverá a
contraer. Un intento de resolver este problema es determinar si la densidad
media de la materia en el Universo es mayor que el valor crítico en el modelo
de Friedmann. La masa de una galaxia se puede medir observando el movimiento de
sus estrellas; multiplicando la masa de cada galaxia por el número de galaxias
se ve que la densidad es sólo del 5 al 10% del valor crítico. La masa de un
cúmulo de galaxias se puede determinar de forma análoga, midiendo el movimiento
de las galaxias que contiene. La diferencia entre estos dos métodos sugiere la
presencia de materia invisible o materia
oscura, dentro de cada cúmulo, pero fuera de las galaxias visibles. La materia oscura sería la fuerza que
mantiene unido al Universo, y que evita que los agujeros negros se devoren de
un solo bocado el cosmos. Pero también se ha propuesto la existencia de la energía oscura, como aquella fuerza que
destroza la materia misma, produciendo el fin del universo, empujándolo hacia
su muerte. La energía oscura sería la fuerza anti-gravitatoria que expande el
universo, lo acelera y puede terminar desgarrándolo. Si la energía oscura
prevalece al final sobre la materia oscura significa que ni siquiera el tiempo
ni el espacio sobrevivirán después de que colapse el universo incluso a nivel
cuántico. Si esto no es una vuelta a la nada por lo menos es un retorno al
vacío cósmico. El vacío cósmico que sobrevendrá al universo en eones de eones
dibuja un final espantoso del firmamento, perfectamente fantasmal donde no
sobrevive ni su propia sombra. Toda la prodigiosa creación habrá desaparecido
en un monumental e indescriptible cataclismo celeste. Quizá a nivel de la
materia no sería posible pensar en otra mayor calamidad en ciernes. Todo se
esfumará resonando el Eclesiastés (1.2):
“Vanidad de vanidades”.
Por
tanto, la investigación experimental de la ciencia actual brinda como pruebas
que el universo no es eterno, más bien es temporal, finito y se encamina hacia
un final catastrófico e inexorable. Esto no abonaría a favor de los partidarios
de la teoría del universo autocontenido o de los modelos de universo cíclico, cuyo uno de sus principales defensores es el físico
británico Stephen Hawking, y esto dejaría sin sustentáculo al postremo bastión
científico del ateísmo teorizante, siempre presto a echar mano de cualquier
indicio en contra de la existencia de un Dios creador de las grandes
tradiciones religiosas. Sin embargo, las pruebas abrumadoras que se cuentan en
su contra y que dejan sin sustento científico el modelo del Universo
estacionario y la creación continua de materia, son las siguientes:
1.
La entropía o segunda ley de la termodinámica
2.
La teoría del caos, que abona a favor de la teoría del gran
desgarrón.
3.
La existencia de la energía oscura, fuerza que destroza la
materia misma y acerca al Universo a su fin.
4.
La aceleración de la expansión del universo, proporcionada
por el telescopio espacial Hubble.
5.
Las mediciones de la radiación de fondo, descubrimiento de
Penzias y Wilson que fue el golpe decisivo, que se supone que es un vestigio
del Big Bang.
6.
Los quásares, objetos distantes que proporcionan información
sobre épocas muy primitivas del Universo.
7.
La existencia de más radiofuentes en el pasado lejano que
ahora.
Además de estas observaciones basadas en la observación
tenemos otra basada en la conjetura. El modelo del Universo estacionario nos
llevaría a suponer la existencia de una comunidad tecnológica ilimitadamente
vieja, tanto que el Universo sería producto de su propia tecnología. Estas
supercivilizaciones viejas habrían abandonado las galaxias viejas mudándose
hacia otras nuevas, hasta tal punto que el contacto
entre ella y nosotros ya sea efectiva, dado que los terrícolas somos nuevos en
la galaxia.
Se
me ocurre que puede resultar útil ver la relación que guardan los modelos
actuales del universo con la concepción del tiempo cíclico y el tiempo lineal.
En uno el universo es eterno, recomienza pero no muere, no tiene fin, en el
otro el universo conoce un comienzo y un fin, una creación y un propósito.
Veamos seguidamente los modelos en un recuadro.
Tiempo cíclico Tiempo lineal
Modelos *Modelo
estacionario * Modelo
Big Bang
de universo *Modelo
pulsante *Modelo
plano
*Modelo inversión temporal
Filosóficamente
ambos modelos están justificados porque se encuentran razones que las explican,
científicamente son todas ellas hipótesis plausibles, aunque con más fundamento
el actual modelo de universo abierto del Big Bang, y religiosamente el modelo
del universo de tiempo lineal sería el verdadero por revelación. Dentro de ésta
última vertiente se intentará de dar una respuesta al significado del final del
universo. El modelo estacionario y el modelo pulsante, respectivamente,
discurren dentro de un contexto temporal cíclico, un tiempo sin fin, un eterno
retorno no necesariamente de lo mismo porque se elucubran transformaciones
cuánticas que pueden dar lugar a manifestaciones fenoménicas jamás pensadas,
donde las leyes de la naturaleza sean otras y donde incluso la tabla periódica
esté organizada de un modo diferente al actual. Me explico. El modelo del
universo pulsante ataca el punto débil de la teoría tradicional del Big Bang
basada en la existencia de la singularidad, como aquel punto matemático en el
que queda concentrada toda la masa del Universo y, por tanto, destruye el
espaciotiempo dejando a las leyes de la física inaplicables y sin ninguna
posibilidad de predicción. En lugar de la singularidad inicial y de la
singularidad final del Big Bang plantea la posibilidad de un Universo que
emerge y se contrae en otra bola de fuego primordial en un proceso de
contracción y expansión ad infinitus.
Es un Universo pulsante que le da inmortalidad en una oscilación perpetua, y se
darían otros ciclos del Universo y nuevas condiciones físicas. Para evitar las
singularidades se han planteado tres conjeturas: 1. una consideración cuántica
de la gravedad que permite un espaciotiempo cuántico, con lo que se permite que
el espaciotiempo siga existiendo; 2. Que la gravedad en densidades muy altas
pueda convertirse en una fuerza de repulsión, permitiendo que el Universo
rebotara en vez de precipitarse hacia una catástrofe; y 3. La formación de una
singularidad no implica necesariamente la desaparición del espaciotiempo y, por
consiguiente, del Universo. Pero los recientes descubrimientos científicos sobre
la muerte térmica del universo no abonan a su favor y dejan a estos modelos cíclicos
del cosmos sólo como hipótesis especulativas y conjeturas de la cosmología
científica porque se conoce muy poco sobre los límites de la gravedad y la
estructura del espaciotiempo; y, por ello, deja a los modelos lineales con
mayor plausibilidad de realidad.
El
modelo de Universo de inversión temporal, alentada por el astrónomo Thomas
Gold, plantea la posibilidad de que exista una simetría peculiar donde el
tiempo se invierte durante la contracción cósmica. Así, veríamos cómo el helio
se reconvierte en hidrógeno, los edificios derruidos se elevarían nuevamente,
la gente volvería a ser joven y el Universo en vez de dirigirse hacia su final
volvería a su comienzo. En 1973 se realizó un experimento para comprobar el
Universo con inversión temporal, pero los resultados fueron negativos. De modo
que han sido rechazadas por ser especulativos y refutados por la observación
tanto la teoría del estado estacionario, el modelo pulsante y el de la
inversión temporal. Queda en pie la desintegración del Universo.
Permítaseme
una digresión sobre la búsqueda de un planeta similar a la Tierra por los
astrónomos actuales pero que está relacionada con el sentido del fin del cosmos. El telescopio Hubble mucho está ayudando en esta tarea, pero el resultado si bien
no ha logrado su objetivo principal por lo menos ha ofrecido a los científicos
un interesante cuadro de planetas existentes. Los mismos que por el análisis
espectral pueden ser clasificados como: planetas rocosos sin rastro de agua,
planetas acuosos sin rastro de continentes y planetas de carbono con lagos y
mares de silicio, benceno, metano y otras sustancias letales para las formas de
vida conocidas en la Tierra. Parece verosímil que en estos planetas existan
formas de vida bacteriana y extremófila, cuya existencia en la Tierra ha sido
descubierta en las minas a cientos de metros del subsuelo y cuyo metabolismo es
tan lento que se calcula que su reproducción
acontece cada tres mil años.
Amén de la existencia
de una verdadera multitud de planetas errantes llamados “planemos”, que tras
haber sido arrojados fuera de la órbita de su estrella vagan por el cosmos en
la oscuridad perpetua sin orbitar estrella alguna. Pero en ninguno de ellos los
científicos hallan condiciones de vida parecidas a la Tierra. Lo sorprendente es que todos estos planetas
son o extremadamente fríos o extremadamente calientes. Es decir, llama
profundamente la atención que hasta el momento no se halla encontrado algún
planeta como la Tierra. Además, para que se de uno similar tendrían que darse
condiciones excepcionales, como encontrarse en la llamada zona “ricitos de oro”
o zona intermedia que lo coloque ni muy lejos ni muy cerca a su estrella, que
tenga un satélite como la luna cuya distancia y tamaño hacen posibles las
estaciones climáticas de la tierra y que esté protegido por un gigante
planetario como Júpiter, verdadero escudo contra los destructores cometas y
asteroides. Toda esta evidencia, si bien es cierto que es provisional y que no
es una refutación contundente sobre la posibilidad de vida inteligente en otras
estrellas, nos debe hacer reflexionar sobre lo excepcional de la existencia de
un planeta como la Tierra, cuyas condiciones asombrosas de vida no parecen ser
obra de la casualidad ni del azar sino de un designio Providente. El Hubble nos está mostrando que el
universo es tremendamente violento y convulso, lleno de fenómenos destructores,
como su expansión acelerada hacia el desorden, los pulsares, las estrellas de
neutrones, la explosión de supernovas, los quásares, los agujeros negros, los
superagujeros, las estrellas que estallan emitiendo una letal descarga de rayos
gama, que se estima produjo la extinción delos
trilobites. Es decir, se trata también de un Universo voraz, catastrófico y
fatal para cualquier forma de vida.
Sin
embargo, prosiguen los cálculos de quienes piensan que es posible la existencia
de vida inteligente en el Universo. La hipótesis de un Universo universalmente
poblado con criaturas inteligentes capaces de producir tecnología tiene su base
científica en la consideración de los tres requisitos mínimos para ello:
planetas adecuados, abundancia a de elementos químicos pesados y enormes
cantidades de tiempo. Ya hemos visto que lo primero es escaso, pero no los
otros dos factores. Lo cual alienta la búsqueda e incluso hace pensar a los más
optimistas que en los escritos antiguos se menciona la visita de alienígenas.
Humanos que descienden del cielo con vehículos inusuales es el caso bíblico de
Ezequiel. Ahora bien, no han faltado científicos que han atribuido los
platillos voladores a una mitología tecnológica de la sociedad industrial. No obstante, en 1970 se reunieron en el Ames
Research Center de la NASA un grupo de científicos para examinar la posibilidad
de vida extraterrestre. La conclusión fue que puede haber millones de
comunidades tecnológicas sólo en nuestra galaxia. La consideración de variables
políticas y sociológicas, que siempre tienen que ver con la posibilidad de la
autodestrucción, llevó luego a cifras mucho más modestas. La propia humanidad
vivió en varios momentos del siglo XX la posibilidad de la aniquilación total a
causa de los arsenales de armas de destrucción masiva y en el siglo XIX el
desafío mayor es cómo revertir el alto nivel de polución y de exterminio de los
recursos naturales que acelerarían un letal cambio climático. Se puede pensar
que en el Universo algún psicótico dictador totalitario o algún proceso
industrial masivo puedan haber llevado a su civilización a la autodestrucción. El
Armagedón es más que una posibilidad, es una probabilidad cercana. Así, teniendo
en cuenta la variable de lo contraproducente de la tecnología para la
supervivencia, por la ecuación del Dr. Frank Drake, menos optimista, se calculó
sólo unas cuantas civilizaciones avanzadas en el Universo. Pero con el
astrónomo escocés del Observatorio de Edimburgo, Duncan Forgan, se arrojaron
los siguientes resultados: 1. Por la “Teoría de la panspermia”, que acepta que
la vida se creó en muchos planetas, habría 37, 967 civilizaciones mucho más
avanzadas que la nuestra. 2. Por la “Hipótesis de la Tierra rara”, se obtiene tan sólo 361 civilizaciones
extraterrestres avanzadas. 3. Según la “Teoría de la tortuga y la liebre”,
donde las civilizaciones que aparecen rápido se destruyen y las que les toma
más tiempo en emergen sobreviven, da un resultado inesperadamente alto de
31,573 civilizaciones tecnológicamente avanzadas.
Al astrónomo norteamericano Carl Sagan le pareció,
en su momento, simplemente aterrador que estos cálculos puedan ser ciertos,
quizá en recuerdo del pánico generalizado que alcanzó en 1939 al retransmitirse una producción radiofónica
de La guerra de los mundos de H. G. Wells; pero también por la amenaza real
que podrían representar, casi siempre el choque de una civilización con otra ha
terminado en la historia de la humanidad con exterminios en masa; aunque
tampoco se puede descartar el beneficio que puedan significar. De todas formas,
si la era tecnológica aumenta la posibilidad de autodestrucción de las razas
inteligentes en el Universo, entonces esto significa que podríamos ser en el
momento actual la única civilización tecnológica en la galaxia. Si la mortífera
tecnología no conduce a todas las razas inteligentes en el Universo a su
autoaniquilación, entonces eso significa que serían más raras y escasas las
civilizaciones supertecnológicas sobrevivientes. Si la aun más letal
supertecnología no acaba con las poquísimas civilizaciones que la tienen en el
Universo, entonces eso significa que la pequeña fracción de comunidades que
evitaron el suicidio supertecnológico encuentran como único peligro de su
duración galáctica las catástrofes cósmicas naturales. Si la comunidad
supertecnológica evitó los desastres
cósmicos naturales, sobreviviendo miles de millones de años, entonces eso
significa que estos casos atípicos de seres superiores nos puedan estar
visitando y estén en condiciones de influir en ciertos procesos cósmicos del
Universo. Uno de los primeros estudios imparciales y científicos de
avistamientos de naves espaciales desconocidas se realizó a fines de los años
sesenta en la Universidad de Colorado y
la conclusión fue que una cuarta parte de los informes eran imposibles de
explicar y que dos casos correspondían claramente a máquinas voladoras extrañas.
Si para nuestra actual capacidad tecnológica es imposible realizar viajes
intergalácticos, no resulta improbable que lo sea para comunidades tecnológicas
superavanzadas que nos adelanten en millones de años. Un verdadero encuentro
alienígena sería masivo y dejaría al mundo profundamente alterado. Tampoco se
puede descartar que se trate de un retorno de otra especie terrestre que llegó
a la inteligencia superior muchísimo antes que nosotros y que emprendieron
una
exploración galáctica hace miles e incluso millones de años. Aun cuando sea
infinitésima la posibilidad de una o dos civilizaciones supertecnológicas con
capacidad de revertir la entropía y alterar el proceso natural del cosmos,
debemos preguntarnos: ¿Pero podrán evitar el Fin natural del Universo mismo? O
quizá ¿por qué tendrían que hacerlo, si al final ello contiene un significado
más profundo y misterioso, encerrado desde siempre en la tradición religiosa de
todos los tiempos?
5 SIGNIFICADO DEL FIN
El
fin verdaderamente siniestro del Universo nos estremece y nos lleva a
preguntarnos por el sentido de nuestra presencia en el mismo. Pero antes es
necesario determinar el uso del término “Fin”.
El
término Fin es uno de los más equívocos del lenguaje filosófico. La
multiplicidad de sentidos hace que dentro de ella entren distintas acepciones.
Pero al hablar del Fin del Universo es inevitable afrontar sus significados
varios: (1) temporal, (2) espacial, (3) ideal, y (4) como propósito. El sentido
del Fin espacial y temporal del Universo apenas ofrece dificultad por aludir al
momento final de su proceso, en cambio la idea de Fin como causa final se entremezcla con todos los órdenes del ser y
acontecer. En la Física y Metafísica de Aristóteles el fin mismo
sólo existe en los seres inmóviles. Los escolásticos introdujeron la distinción
entre fin inteligente y fin ciego. Para Bergson, en La evolución creadora, el teleologismo
no es sino un mecanicismo al revés, que sustituye la impulsión
del pasado por
la atracción delporvenir.
En N. Hartmann la finalidad no es una categoría real de los acontecimientos
naturales sino del entendimiento.
En
nuestro caso propondremos un monismo
indeterminista y finalista, como Raymond Ruyer, pero con la variedad de que
la finalidad está presente tanto en el mundo microcósmico o cuántico, el mundo
macrocósmico o estelar, el mundo mesocósmico u orgánico-consciente y el mundo
supracósmico-espiritual. El hombre es un compuesto no sólo de los cuatro
citados mundos (material, biológico, psíquico y espiritual) sino incluso del
ser eterno, y su más sensata finalidad es lograr la visión beatífica o plenitud
unitiva con Dios. Los estratos del
mundo material-natural después de un momento de organización, tienden al
comportamiento caótico, al desorden y a la destrucción, pero no así el estrato
del mundo espiritual, cuya tendencia por su substancia intemporal es ir, por el
contrario, hacia el comportamiento ordenado y perfecto. Aunque el espíritu
puede extraviarse de la vida eterna y desviarse hacia el castigo eterno. Por
eso, la plenificación del hombre está más allá de su existencia material y
natural, va hacia el mundo espiritual y preternatural asistido por la Gracia
divina. El hombre está en el mundo pero no es enteramente de este mundo. En el
hombre hay algo más que el hombre. En realidad, esto implica una nueva
reinterpretación del principio antrópico, donde la nueva física queda enlazada
con la filosofía y la teología. Es en este sentido en que indagaremos el
sentido del final del universo para el hombre, en el sentido escatológico
providencialista de la fe, mientras el camino ateo se detiene en el azar y el
recomienzo infinito de la materia.
Presencia de la Finalidad en
el universo
Monismo Mundo
microcósmico o cuántico
Indeterminista Mundo macrocósmico o estelar
Mundo mesocósmico u orgánico-consciente
Mundo
supracósmico-espiritual
Ahora
bien, existen tres modelos del universo: el universo
estacionario o cerrado, incompatible con la radiación de fondo y los
quásares; el universo en expansión o
abierto, confirmada por la ley de los desplazamientos hacia el rojo o ley de Hubble; y el universo oscilante o pulsante, que colapsa y se expande hasta el
infinito. La teoría del Universo en expansión, los quásares, los datos
obtenidos desde el telescopio Hubble y la energía oscura, hablan por sí mismos
de la inconmensurabilidad del poder infinito de Dios, que le permitió crearlo
de la nada, pero también hace que sea razonable suponer que la historia del Universo
es finita. Qué significa la mortalidad del Universo. Cuál es el sentido de
dicho fin.
Hablar
del incierto futuro del Universo es hablar de lo precario y limitado de la
existencia de la materia, la sustancia material, o res extensa. Por ello, no resulta insatisfactorio considerar, desde
el punto de vista filosófico, la idea de un repentino comienzo del Universo, de
un Creador que le dio origen, pero resulta un sinsentido suponer un inusitado
recomienzo cuántico tras la muerte térmica del universo dentro del esquema del
universo cíclico o pulsante. La teoría de un universo autocontenido propugnada
por S. Hawking (Historia del tiempo, Crítica, Barcelona 1988) al descartar la idea
de un comienzo y un fin excluye las resonancias religiosas. Aquí no cabe plan
inteligente del universo, ni inmanente ni trascendente, sólo un discurrir
contingente y azaroso que va dando tumbos hacia nuevas formas fenoménicas sin
ningún propósito universal. Pero además se basa en un supuesto a priori, en un
materialismo duro, que afirmaría que la energía cósmica es inagotable e
indestructible y por lo tanto ni el imperio de los agujeros negros en la “edad
oscura” del cosmos significarán la destrucción total del universo En cambio la
teoría del universo en expansión introduce la idea de un comienzo, la cual
tiene serias resonancias religiosas. Ahora bien, si las leyes cósmicas parecen
responder a una finalidad ingeniosa y el plan del universo es resultado de un
propósito inteligente, entonces cuál es la teoría más plausible y cuál es aquella finalidad, cuál es aquel propósito.
Para
el autor de la Creación el propósito supremo del fin del universo y la muerte
definitiva de la materia, no podría ser otro que demostrar al ser racional
humano lo provisional y fugaz de todo lo
finito, que el caos y la entropía no sólo afectan a la existencia humana sino
especialmente al cosmos, como oscuro testimonio del no-ser, el vacío, la nada. La
entropía explica la marcha actual del Universo del orden al caos, pero sigue
siendo un enigma para la ciencia qué fue lo que condicionó la partida el caos
original al orden o más precisamente de la nada al cosmos. Quizá esta pregunta
esté fuera del alcance de la ciencia, o tendría que prestar oídos a la
filosofía y a la teología. El enigma básico de la cosmología, es decir cómo
apareció el cosmos desde la nada, sólo es respondida desde la Voluntad infinita
de la divina Providencia. Schelling en su texto Las edades del mundo trató también de explicarse cómo lo más alto
en Dios es la libertad, mientras que la necesidad constituye el plano
subordinado de la naturaleza de Dios. El episodio de la Caída en el Paraíso
revela que el hombre extiende la finitud hacia el cosmos material, pero lo hace
no como origen sino como víctima del Otro maligno que lo trasciende. No sólo el
hombre adánico fue débil ante el mal, sino que el portentoso cielo estrellado
también lo es, es devorado por la nada y la finitud. El misterio del pecado irrumpió
en el Cielo con el permiso de Dios. Pero desde la experiencia de la Redención
el hombre y el cosmos no tienen que llevar consigo de modo irremediable la
muerte, el fin y la nada.
Mi
interpretación del fin del universo es que ésta abona a favor de la tesis de
que el cosmos, al igual que el hombre, son entidades insuficientes, que la
única sustancia inmortal e incorruptible es la sustancia espiritual y no la
materia contingente, que el espíritu posee más ser que la materia, que su
sustancia no se agota en la temporalidad y pertenece a la eternidad. El
principio antrópico cobra pleno sentido con estas consideraciones
filosófico-teológicas. Esto no significa que la materia no pueda ser infinita,
ni que el hombre fue creado para ser como los ángeles, espíritu puro, más bien
que el Espíritu puro, que es Dios, hará nuevo cielo y nueva tierra, es decir el
nuevo Universo estará exento del elemento destructivo de la entropía, la muerte,
la caducidad y el pecado.
Grecia
alcanzó por la filosofía y la razón natural la verdad primaria sobre Dios, como
necesario fundamento del Universo contingente. La Revelación judeo-cristiana nos
muestra que Dios es una naturaleza racional, amorosa e infinita, su objeto
adecuado no es el universo finito, sino su naturaleza infinita, creó el universo
de la nada por amor, los espíritus a su imagen y semejanza, y la materia no
viviente. Pero el Fin del Mundo no es el Fin del Universo, uno es un proceso
escatológico que responde a un propósito salvífico, el otro responde a un
proceso natural de la materia. La
intervención divina directa queda restringida al momento escatológico de la
creación y del fin del mundo, en cambio lo que sucede en el final del universo
es resultado de la causalidad natural. Sin embargo, queda pendiente un asunto
importante: el problema del mal en el mundo. El Final del mundo también implica
el final del universo asido por el pecado y el mal. Leibniz en su Teodicea diferenciaba tres tipos de mal:
el natural, el físico y el moral. A lo que vamos es que la Caída del hombre en
el pecado original dañó todo el cosmos, la doctrina enseña que se perdió la
Gracia y tanto el hombre como la naturaleza dañaron su vida sobrenatural y su
vida natural. En lenguaje de la termodinámica diríamos que entró en acción la
entropía. El fin del mundo sería también el fin del universo puesto que señala
el momento en que Dios subsana el estado de imperfección para restablecer el
estado de Gracia en todo el cosmos. De modo que no tiene sentido pensar en un
fin del mundo para el hombre sin suponer otro para el cosmos. La salvación
alcanza, por consiguiente, a toda su creación, salvo al Diablo que con el
permiso de la divinidad actúa con voluntad e inteligencia como enemigo de la
vida santa y perfecta, pero será aherrojado por la eternidad en el infierno. Cómo
será el Universo tras la restitución de la Gracia después del Juicio Final.
Será nuevamente inmortal e incorruptible, pero con un añadido importante:
redimido. La Redención no sólo es la destrucción del pecado de Adán y la
apertura del cielo para el hombre sino la prueba suprema de su criatura principal
en su fidelidad al Creador. Sin la prueba de la constancia, la confianza y de
la lealtad al Autor del mundo, no tendría sentido todo el drama escatológico de
la salvación y de la creación, estaría incompleto su propósito y el sentido de
la existencia. Sin el problema del mal no es posible una solución adecuada al
problema de la libertad humana dentro de la justicia divina. Sin ausencia de
necesidad y de constricción no hay libertad humana. De modo que la presencia de Dios en nosotros es
ontológica pero su habitar en
nosotros sólo se da por invitación nuestra. Nuestra libertad sólo es plena
conociendo y cooperando con Dios.
Por eso lo esencial del sentido del
final del universo no consiste sólo en una demostración abstracta de la
superioridad de lo espiritual sobre lo material, ni en una mera regeneración
ontológica de sus criaturas, incluso la materia, sino en la realización
culminante de la vida en el reino de Dios, donde contemplaremos en unión con
Cristo directamente su rostro.
CONCLUSIÓN
En
consecuencia y volviendo a nuestra pregunta del comienzo: ¿qué significa que el
universo tenga que ir hacia un final inexorable? Hemos respondido lo siguiente:
1.
Porque
el cosmos, al igual que el hombre, son entidades insuficientes, la única
sustancia inmortal e incorruptible es la sustancia espiritual y no la materia
contingente, el espíritu posee más ser que la materia.
2.
Demostrar
al ser racional humano lo provisional y fugaz de todo lo finito, que el caos y
la entropía no sólo afectan a la existencia humana sino especialmente al
cosmos, como oscuro testimonio del no-ser, el vacío, la nada.
3.
Que
el mundo supracósmico-espiritual es más real que las otras regiones del ser y
que el hombre es un compuesto de los cuatro citados mundos y su más sensata
finalidad es lograr la plenitud con Dios.
4.
El
propósito final del Creador es proporcionar a los seres espirituales la visión
beatífica tras la previa prueba de la existencia. La prueba responde a que la
gracia de Dios no es totalitaria, respeta nuestra libertad y no trata de
destruir nuestra voluntad, sino unirla libremente con él.
5. Y finalmente, gracias a la Redención
el hombre y el cosmos no tienen que llevar consigo de modo irremediable la
muerte, el fin, el no ser y la nada.
La
rebosante copa del placer del materialismo científico ha pasado, la idea de un
Espíritu infinito y eterno, creador de todas las cosas se hace sostenible
filosófica y científicamente. La creación y destrucción del Universo no se
comprende en una megalómana exhibición de la omnipotencia divina, sino como
superioridad de lo espiritual sobre lo material, en vista de la importancia de velar por la vida eterna. De ahí que la verdadera y
fundamental sabiduría humana consista en un acto de adoración al Pater Creatur, omnisciente y
omnipotente, porque ello supone nuestra aceptación sensata de la condición de
criatura finita con la grave responsabilidad de reconducir el mundo a su
original seno trascendente. Este sería el sentido más profundo del principio
antrópico, que no se limita a ser visto sólo como el reconocimiento del papel
del hombre como observador inteligente y como fuerza activa para reestructurar
el mundo por medio de la tecnología. Dicho de otra forma, la reinterpretación
del principio antrópico no sólo establecería que nuestra propia existencia
restringe la estructura y la evolución del Universo, incluso a escala muy
grande, sino que instaura la coherencia entre la física fundamental, la
cosmología, la biología, y la antropología, por una parte, con la filosofía y
la teología, por otra; porque con el hombre irrumpe la trascendencia en la
inmanencia y se reconduce todo lo temporal hacia lo eterno.
Por
Revelación el hombre llega a saber que Dios uno y trino es fuente de todo ser,
el universo material y espiritual es su creación, como parte de un proceso
eterno del desplegarse y replegarse divinos. Todas las cosas proceden de la
plenitud de Dios y a él vuelven todas las cosas. El proceso no es espiral,
rectilíneo o de eterno retorno, sino es circular, porque Dios no es simplemente
la fuente ontológica del ser, es además la meta escatológico-metafísica de
todo, es el comienzo y el fin del proceso, el alfa y el omega. En la meta el
proceso continúa para no variar más, ya sea en la eterna paz de la visión
beatífica de la Divinidad o en el eterno castigo de los réprobos en los
tormentos de infierno.
Lima, Salamanca, 2010
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