viernes, 27 de junio de 2014

NEOPLATONISMO MESIÁNICO DE GUAMÁN POMA DE AYALA



NEOPLATONISMO MESIÁNICO
DE GUAMÁN POMA DE AYALA
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
 
El platonismo mesiánico de Guamán Poma de Ayala está presente en atribuir que el orden social viene de la eternidad, o sea de la divinidad, y en su afán de retorno al orden perdido. Piensa el Perú desde la orilla india en vez de mestiza, como en el Inca Garcilaso.

Su crónica refleja un sincretismo mesiánico escatológico que sintetiza la nativa revelación cósmico-natural con la cristiana-española revelación absoluta sobrenatural. En el fondo la preeminencia de lo simbólico refleja una ontología de la finitud histórica que debe corresponder a un orden cósmico sagrado. La historia es el drama de la salvación, es una teodicea, que tras el cataclismo de la conquista requiere la acción mesiánica del rey de España y del cronista indio para restablecer el orden perdido. Su ansía utópica de retorno a la quietud protectora del pasado pertenece a la visión cíclica de la historia de raíz mítica y no a la visión temporalista de la historia de raíz cristiana.
Muchos datos de su biografía son oscuros, inseguros y sujetos a interpretación. Lo más probable es que gran parte de su biografía pertenezca a una construcción –en su mayor porción verídica- con fines apologéticos y para prestigiar su manuscrito remitido a España. Su nombre también suele figurar como Felipe Guamán Poma de Ayala. Guamán y Poma son palabras quechuas que como nombres totémicos significan águila y puma, dioses tutelares del cielo y la tierra.  Se suele pensar que tanto el nombre como el apellido español los adoptó para obtener mayor predicamento ante el rey de España, por entonces Felipe III, personaje a quien enviará su gran alegato a favor de las Indias. Después de todo con dicho nombre totémico consiguió su objetivo al pasar a la historia como el cronista indio que propuso un modelo de nación alternativo a la solución mestiza del Inca Garcilaso y a la regalista de los españoles.

Su lugar natal también es inseguro y se suele suponer que es oriundo de Lucanas, Ayacucho, alrededor de 1534 aunque otras fuentes sostienes que fue en 1556 en Andamarca, barrio de la antigua Huamanga. En su manuscrito afirma que era descendiente de una noble familia yarovilca de Huánuco. Es decir, nace apenas iniciada la invasión española, capítulo horroroso de la destrucción del imperio incaico y del mundo andino. Lo que lo hace tropezar inmisericordemente con todas las situaciones conflictivas de este periodo. Vive la época de Taqui Onqoy al lado de su extirpador el clérigo  Cristóbal de Albornóz.

Presumiblemente descendía de una antigua y noble familia del Chinchaysuyo, fue hijo de Martín Guamán Mallqui y Juana Chuquitanta, conocida como Cusi Ocllo, y descendiente del emperador Túpac Yupanqui. Sobre el nombre de sus progenitores tampoco se puede descartar la posibilidad de adjudicarse prosapia cristiana a través del nombre de sus padres para así aumentar su crédito ante la Corona española.

Era un hombre culto, educado entre españoles por su hermano mestizo el padre Martín de Ayala y probadamente trabajó en la administración colonial enseñando el español a los naturales y ayudando en sus reclamos judiciales. El apreciaba mucho su acerbo cultural latino, pero jamás renunció al orgullo de su raza y de su idioma. Figura refrendando expedientes como secretario o escribano al lado de los nuevos dominadores. Se cree que provenía de una familia de quipocamayocs y sabía leer los quipus. Sufre las reformas del Virrey Toledo (1569-1580). Fue desterrado por el corregidor de Huamanga en 1600 y por el corregidor de Lucanas en 1606 o 1618 aparentemente por el mismo motivo, a saber, la defensa de los indios contra los abusos del conquistador. Terminó por perder todas sus tierras y pobre decidió contar su aciaga historia y la de su desgraciado pueblo convirtiéndose en escritor e iniciando un largo peregrinaje que duraría casi dos décadas.

El peregrino desterrado escribió una historia preincaica del Perú, llamada la Nueva Crónica, de 1600, y su continuación donde muestra las injusticias de los encomenderos y funcionarios de la corona, Buen Gobierno, concluida al parecer en 1615. Al final ambos documentos se fusionarían en una carta monumental de 1180 páginas y 397 dibujos hechos por él mismo, que enviaría el rey español.

En su extensa carta queda retratada la dolorosa situación en que se sumió el mundo andino después de la Conquista. El libro está escrito en castellano, en lengua quechua general, aymara y con algunas interpolaciones de palabras en otras lenguas aborígenes, como muestra de extensa cultura y erudición. Presenta una prosa híbrida que algunos han llamada bárbara, pero que Gamaliel Churata la reclama como mestizaje idiomático en desarrollo. Maraña verbal que refleja el sincretismo del momento.

La obra dedicada al rey de España no se sabe si la leyó, nunca Guamán Poma recibió respuesta, se sabe que el libro estuvo en la biblioteca de Felipe II, luego extrañamente se extravío por varios siglos y fue hallado en 1908 en la Biblioteca Real de Copenhague por Richard Pietschmann, quien lo presentó a la comunidad científica internacional en 1912. Se cree fue redactado entre 1567 y 1615, y en su mayor parte entre 1612 y 1615. En 1936 es publicado en edición facsimilar por Paul Rivet y con introducción de Pietschmann. El arqueólogo peruano Julio C. Tello subrayó  su importancia: "No existe libro alguno escrito en este período que pueda competir con él en riqueza de información, clarividencia y valentía del autor para enjuiciar los acontecimientos de su tiempo".
La fecha de su muerte también es incierta. Unos señalan 1615 y otros 1644. Pero todos coinciden en adjudicarle una vida octogenaria y como lugar de fallecimiento el barrio del Cercado de Lima, donde vivía mucha gente india devota.

En su obra realiza una completa y documentada crítica del régimen de encomiendas, del sistema de reducciones, de la mita y de otros abusos característicos del período de la Conquista. Y en este sentido es parte del humanismo teológico cristiano imperante en la época. Su indianismo insuflado de espíritu de justicia y reivindicación es idéntico al de Bartolomé de las Casas. La diferencia estribará en la solución que propone. A diferencia de Garcilaso Inca de la Vega dirá desembozadamente su propia utopía política. En este sentido es el primer utopista indiano del Nuevo Mundo. Pero además, es también el primer enciclopedista porque convierte el género de la Crónica en algo inusitado, nunca visto, en una síntesis de informes, historia preincaica, folklore, tradiciones, narraciones, poesías, cantos, cosmovisión, evangelización, demandas de justicia, tratado sobre política y formula su propia utopía humanista cristiana. Es admirable su defensa del notable estado de civilización que habían alcanzado las culturas andinas antes que los incas. En este punto es frontalmente contrario a la versión ofrecida por el Inca Garcilaso.

Por lo visto, este indio culto era consciente del nuevo género de Crónica que proponía, lo cual queda expreso en el título de Nueva Crónica y buen gobierno. Pero quizá lo más esencial de su visión peruanista sea la contenida en la senda parte del título, buen gobierno, la cual tiene como medio la denuncia de los abusos pero tiene como fin la propuesta de una solución inédita: la propia utopía indiana cristiana. En efecto, su utopía realiza una síntesis de los ideales prehispánicos y los ideales humanistas cristianos de entonces. En este sentido, lo que Guamán Poma de Ayala ofrece es algo más que una simple “visión de los vencidos”, sino que principalmente entrega una propuesta que testimonia la “superioridad moral e intelectual de los indios”. Algo que ya había sido puesto en evidencia por el mestizo padre jesuita chachapoyano Blas Valera (1545-1597). Enaltecido el pasado andino y reconocido la verdad revelada era inevitable reconocer su participación real en el gobierno y por qué no, entregar el reino a su propio autogobierno acorde con la justicia evangélica.

La utopía antiimperialista guamaniana –contar con un rey propio aunque jerárquicamente sometido al rey español- era demasiada revolucionaria para su tiempo, aunque, como ya se ha señalado, también fue anticipada por la escuela de Salamanca a través de la reivindicación de la gran idea jurídica de la “libertad” y de Bartolomé de Carranza, el cual va un poco más lejos que Vitoria proponiendo un simple protectorado político temporal de 16 a 18 años de duración, para después dejar a aquellos pueblos ya enseñados, en su primera libertad. Todo esto demuestra que Guamán Poma de Ayala está inserto en el debate político de la filosofía política de la Conquista y en las controversias teológico-jurídicas de las Indias. También dicha utopía comparte con Francisco de Vitoria la doctrina jurídica sobre el derecho de gentes. En este punto Guamán Poma es un autor moderno.

Es más, en Guamán Poma ya están perfiladas las categorías precisadas por Francisco Suárez (1548-1617), entre ius inter gentes e ius intra gentes. Mientras que el ius inter gentes es propio al derecho internacional moderno y a la mayoría de países (derecho positivo, no natural, y no obligatorio a todos los pueblos), el ius intra gentes o derecho civil es específico de cada nación. Así, nuestro cronista indio intelectualmente resulta dándose la mano con los dominicos Salmanticenses y los jesuitas Conimbricenses renovando el contexto histórico renacentista desde posiciones iusnaturalistas y moralistas y centrándose principalmente en el hombre y sus problemas prácticos (morales, económicos, jurídicos, políticos, etc.).

Sobre el problema del mal surge una constatación tras la lectura del libro de Guamán Poma, a saber, gente que desconoce al Dios cristiana pero practica el bien, los indios, y gente que conoce al Dios cristiano y practica el mal, el conquistador. Este peliagudo tema fue afrontado tempranamente por Francisco de Vitoria, el cual concluía que la moral no depende de la divinidad sino del libre albedrío humano. El hombre puede provocar voluntariamente el mal cuando pone su libre albedrío al servicio del vicio y no de la virtud. De esta manera los paganos pueden ser buenos y virtuosos, y los cristianos pueden ser malos y viciosos.

Esto representaba una modificación sensible a la clásica teoría agustiniana del pecado, donde para elegir el bien la razón y la voluntad tienen el auxilio de la gracia. Ahora, más bien, la gracia misma podía ser neutralizada por el libre albedrío humano inclinado hacia el mal. Lo cual podía acontecer en los mismos cristianos. Sería la filosofía moral tomista la que precisará el tema apuntando que la gracia no sustituye la naturaleza humana, sino que la perfecciona. Y los filósofos de la escuela de Salamanca dentro de un tomismo abierto añadirán que la gracia perfecciona la naturaleza humana siempre y cuando el libre albedrío humano lo permita.

Pues bien, toda esta argumentación se deduce de la exposición de la Nueva Crónica. Bartolomé de Medina, Gabriel Vázquez y Francisco Suárez fueron más lejos y plantaron la teoría probabilista en moral, donde el criterio último ya no es la verdad sino la seguridad de no elegir el mal, y que sería uno de los temas fundamentales del siguiente periodo de la filosofía virreinal peruana. Pero en el texto del cronista indio la situación pecaminosa del mal cristiano resulta siendo más grave aún, puesto que el conquistador a quien maltrata y abusa ya no es un simple pagano sino a un hermano indio evangelizado. La paradoja entre un Dios infinitamente bueno y poderoso y la existencia del mal en el mundo era resuelta por Vitoria a través del libre albedrío humano y el punto de vista de Guamán Poma no es distinto, a pesar de su mirada andina de los acontecimientos.

El platonismo de su pensamiento está presente en dos suposiciones básicas. La primera tiene que ver con atribuir que el orden social viene de la eternidad, o sea de la divinidad, y la segunda con su afán de retorno al orden perdido. El mismo movimiento dialéctico cosmológico de salir del Principio y luego retornar a él. Pero a su platonismo se le agrega un elemento mesiánico andino-cristiano. La historia es el drama de la salvación, es una teodicea, que tras el cataclismo de la conquista requiere la acción mesiánica del rey de España y del cronista indio para restablecer el orden perdido. Pero esto es apenas la superficie del mesianismo guamaniano, porque su ansía de regreso a la quietud protectora del pasado pertenece a la visión cíclica de la historia de raíz mítica y no a la visión temporalista de la historia de raíz cristiana.

La conquista para Guamán Poma es un cataclismo cósmico que por sí solo representa una edad de mundo, pero que exige de suyo rectificarlo dentro de un espíritu cristiano. Su firme creencia en el cristianismo pero a su vez en el retorno a la ley justa de la quietud protectora de la ciudad radiante prehispánica, delinean un espíritu en tránsito y en síntesis, que opta por un sincretismo que pone mayor énfasis en los valores del mito que de la historia. Cuáles son estos valores. Son principalmente cuatro: universalizar la experiencia social prehispánica basada en la ley justa, establecer una tensión dinámica entre el principio y el fin del mundo, exponer las relaciones entre el arquetipo divino y lo histórico, y, finalmente, llamar la atención sobre la ruptura entre lo ontológico y lo histórico y la urgente necesidad de enmendar el hiato.

En este sentido, su crónica expone una visión sincrética de raíz indiana y raíz cristiana, que se refleja en un sincretismo mesiánico escatológico que sintetiza la revelación cósmico-natural con la revelación absoluta sobrenatural. Su abundancia de dibujos no sólo está motivado con fin ilustrativo, sino que en el fondo son parte de la preeminencia mítica simbólico-metafórica-participativa sobre lo conceptual discursivo. Y sus más de mil páginas escritas son testimonio de que él es también un hombre de la nueva cultura, donde la revelación sobrenatural ratifica que las cosas son símbolos de las ideas de la divinidad.

Lo que se aprecia tras la letra justiciera guamaniana es estar lejos de una hermenéutica desmitizante del humanismo renacentista secular y estar en el eje de una hermenéutica remitizante, que enfatiza el lazo que une al hombre con lo sagrado, la expresión de la verdad mediante imágenes y el orden divino del cosmos. Su obra no puede revivir el pasado prehispánico regido por la ley justa, pero sí puede interpretar la utopía social mítica, simbióticamente evangelizada, como importante y crucial para restablecer el orden cósmico y el equilibrio histórico.

Guamán Poma es un filósofo de la historia pero no en un sentido moderno, donde se privilegia a la razón, sino en un sentido mítico ancestral y “cristiano nuevo”, donde la preeminencia de lo simbólico refleja una ontología de la finitud histórica que debe corresponder a un orden cósmico sagrado. De ahí que sea secundaria la importancia que sus edades del mundo no coincidan con una mentalidad histórica. Lo fundamental es la participación de lo finito en lo infinito, de lo humano en lo divino, y para ello es necesario elevar los símbolos a nivel de conceptos y fusionar lo andino con lo cristiano. Y en esta participación cósmico-social resulta crucial el papel del buen gobernante., el cual debe restablecer el orden jerárquico impidiendo que los “indios bajos” quieran ascender en la escala social o que las mujeres indias intimen con los españoles. El mestizaje es parte del caos cósmico reflejado en lo humano y hay que evitarlo, debía de mantenerse la endogamia étnica.

En realidad, termina proponiendo un sistema cerrado para cada grupo racial, un régimen de castas que no altere el orden de los ciclos cósmicos. Y la atribución de la creencia en el verdadero Dios a los indios antes de los incas, que los presenta como los que introdujeron la idolatría del Sol, no sólo le sirve para justificar a los curacas andinos como descendientes legítimos de los antiguos señores descendientes de Noé, sino para establecer una línea de continuidad entre los españoles y lo curacas andinos. También la ilegitimidad de los incas es atribuida al origen incestuoso de su descendencia y se justifica la guerra justa contra estos idólatras.

Da la impresión que busca cristianizar el pasado prehispánico haciendo nacer a Cristo en la época de Sinchi Roca, presentando a San Bartolomé como evangelizador de los Andes, y mostrando una imagen cristiana de Wiracocha. Entonces, para el cronista los españoles no vinieron a conquistar sino a liberar a los curacazgos sometidos al poder incaico; con lo cual se adhiere a la ideología toledana que buscaba justificar la conquista y destrucción del imperio del Tahuantinsuyo. Guamán Poma como todos los cronistas toledanos desacredita a todos los incas en conjunto[1]. Es obvio que la ideología toledana buscaba poner a los españoles en el rol de liberadores y al de los curacazgos en el papel de víctimas para encubrir todos los atropellos que venían cometiendo los ibéricos contra los indios.

Ello no es óbice para que no destaque con reproche los abusos de la administración colonial y para que proponga medidas para recuperar los Andes y su población. Propone a su hijo como el futuro “Rey de las Indias” nieto y biznieto de Túpac Inca Yupanqui. Todos deberán ir a vivir a las ciudades menos los curacas convertidos en encomenderos y los indios que habitarán los andes rurales. Lo más plausible es que etnocentrismo se enraíce en ideas de pureza de sangre. Su firme catolicidad no lo exime de criticar a los evangelizadores, sacerdotes seculares y religiosos, y se asume la evangelización como una forma de retorno a la divinidad primigenia.

Así, la utopía social de Guamán Poma pretende unir el principio y el fin, dentro de un transcurrir cíclico que detenga el tiempo. Pero a su vez su crónica es la más grande experimentación de mestizaje cultural por alguien opuesto al mestizaje racial, que no se percató que la introducción de un dios andino creador implicaba la desestructuración del mítico tiempo cíclico. En otras palabras, su defensa del etnocentrismo de poco servía cuando el alma religiosa de su cultura se sumía en un sincretismo transformador.



[1] Esta imagen guerrerista contra los incas contrasta con la que nos trae el jesuita Blas Valera. Quizá lo más intrigante y significativo que rescata la crónica de Blas Valera, el primer historiador mestizo del Perú, es que los incas no hicieron guerra a los españoles porque vieron cumplido el pronóstico de Viracocha y que sin la Providencia divina jamás se hubiese consumado la conquista del Perú. “Y la victoria que ha habido en el Nuevo Orbe, y mucho más, en el Perú, más fue Providencia de Dios y batalla suya a favor del evangelio, que no fortaleza de los españoles”. Cfr. Blas Valera, La Historia de los Incas, Los Pequeños Grandes Libros de la Historia Americana, serie 1, tomo VIII, Introducción de Francisco A. Loayza, Lima 1945, p. 145.

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