martes, 8 de julio de 2014

FILOSOFÍA Y HOMBRE PRECOLOMBINO

EL HOMBRE ANDINO Y EL SENTIDO ANTROPOLÓGICO-MITOCRÁTICO
DE LA FILOSOFÍA
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
 

Los primeros europeos pusieron en duda la racionalidad del indio americano, hoy no se duda de que tuvieran racionalidad lo que se niega es su capacidad para filosofar.

La incapacidad del intelectualismo eurocéntrico enquistado en la academia para reconocer la capacidad filosófica del indio prehispánico nace de la ilegítima identificación de la filosofía con el saber teórico-abstracto divorciado de la religión únicamente, obviando la concepción de la filosofía como necesidad radical y permanente del hombre.

El español que vino a América volvió el mundo indígena al revés y hasta hoy muchas cosas permanecen invertidas. En cuatrocientos cincuenta años de persecución y alineación los conocimientos avanzados que desarrollaron los antiguos peruanos fueron barridos por el oleaje de la barbarie conquistadora. De su extraordinaria capacidad teórica y práctica nos hablan los cronistas y los extraordinarios testimonios arqueológicos que subsisten.

Es sorprendente entonces la actitud de limitar el estudio de las ideas filosóficas en el Perú a la evolución que se inicia en el siglo dieciséis. La evidente ruptura histórica no justifica echar mano del fácil recurso de incluir el pensamiento prehispánico en las formas de la Weltanschauung o en las del pensamiento mítico, aceptando la peyorativa interpretación ilustrada del mito.

La tesis eurocéntrica fracasa en su intento, porque no acepta extender su análisis hacia la multiformidad de la filosofía y su presencia como necesidad radical del hombre de todas las razas, culturas, épocas y latitudes. El programa eurocéntrico tropieza con muchas dificultades, una de las principales estriba en la contradicción entre un pensar estrictamente filosófico y su desenvolvimiento concreto, que se presenta estrechamente ligada, cuando no supeditada, a los problemas religiosos, científicos y políticos. Esta aporía recurrente en su concepto de filosofía sigue siendo contraria a la experiencia y a la historia.

En nuestra latitud, la sociedad andina no fue estática como las sociedades asiáticas estudiadas por Marx, sino dinámica, en desarrollo y evolución permanente. Y se puede inferir que el mismo dinamismo caracterizaba el proceso de su aventura intelectual.

Que todos estos principios se hayan perdido y extinguido por el genocidio de la familia Huáscar en el Cusco y por el perpetrado por los hispanos en Cajamarca y en todo el territorio, así como por el desconocimiento del lenguaje nativo por la soldadesca española, no es óbice para que la concepción del mundo y del pensar reflexivo sea expeditivamente despachado como un pensar no filosófico.

El comentario de los cronistas tiene una importancia relativa y limitada para demostrar la existencia de un pensar filosófico precolombino, por cuanto el relato recogido carece de principios teóricos y técnicos en que se basaba el saber nativo. Por ello, insisto en la vía antropológico-mitocrática (basada en la concepción que en el mundo ancestral mito y religión expresan una forma de filosofar que llamo mitocrática, y en el supuesto que la filosofía es una necesidad radical del hombre) para afirmar que la filosofía estuvo presente en el mundo precolombino.
 
El período arcaico en el Perú abarca casi nueve milenios y llega hasta 1,500 A.C., está caracterizado como el estadio de las culturas de cazadores y recolectores, nómades y cuyo acontecimiento más importante termina con el descubrimiento de la agricultura, la ganadería y el tránsito de la trashumancia al sedentarismo. Esto sucede con los Chilca, Lurín, Paracas I, Kotosh, Chillón y Sechín. Son nueve milenios de intenso desarrollo chamánico, como manifestación espiritual propia de los pueblos cazadores y nómades. La concepción del mundo y de la vida de los pueblos y culturas andinas en el período arcaico encuadran en las categorías del pensamiento chamánico-mítico. El chamán no es el mitólogo, el chamán es el especialista en el vuelo espiritual hacia el cielo y el infierno, y en unir la topografía cósmica al hombre. El mitólogo es el sistematizador de la representación del mundo en narraciones teogónicas y cosmogónicas y se sirve de las vivencias del chamán. En esta fase la filosofía se presenta como rapto místico espontáneo que sigue la voluntad de lo sobrenatural.

Pero desde el momento en que se presentan manifestaciones de alta cultura en el período formativo que abarca dos milenios con la civilización Chavín y que es interpretado como la diseminación pacífica de un culto religioso, se opera una transformación en las categorías mentales del hombre andino sedentario y agricultor que se reflejan en una Weltanschauung pero no se agota en ella. Aquí el chamán y el mitólogo son desplazados por la casta sacerdotal, que cautela el rito, el culto y asegura la protección de los dioses. En esta fase la filosofía se presenta como mediación controlada de los poderes de la voluntad sobrenatural. Aumenta el papel controlador del hombre.

Más cuando se alcanzan los más altos niveles de tecnología pétrea, los mejores ejemplos en arte cerámico y textil, aunado a un fuerte crecimiento poblacional, que da lugar a la fundación y expansión de ciudades en el período de los desarrollos regionales, a lo largo de seiscientos años, con el desarrollo de culturas fuertemente centralizadas (Virú, Moche, Casma, Lima, Nazca, Recuay, Pashash, Tiahuanaco), se revela un tercer momento en que al mismo tiempo se da un avance cualitativo en el desarrollo del pensamiento y la aparición de antecedentes económicos, culturales, institucionales y geográficos que condicionan pero no determinan una nueva forma de pensar.

En todos estos periodos está presente la metafísica natural del espíritu humano como una filosofía perennis, la cual se basa en las nociones de sustancia, identificación de ser y valor, de la causa eficiente y de la causa final. Además confía en el lenguaje y la inteligibilidad metafísica se da en el discurso.

Esta metafísica natural se da en el Periodo arcaico, caracterizado por el hombre cazador y nómade, mejor representado por el chamán. Aquí el lenguaje poético es la manifestación de la expresión primaria del mundo, prima lo simbólico, simbolizar es un acto consciente e inconsciente. Lo ideatorio es estético e intuición perceptiva.

En el Periodo formativo, singularizada por la agricultura, ganadería y vida sedentaria, por el sacerdote. Aquí el lenguaje es oracular, prima el símbolo como acto consciente. Lo ideatorio es manifestación de lo eterno en el hombre y la naturaleza y expresa una metafísica espiritualista.

En el Periodo de desarrollos regionales, diferenciado por el impresionante dominio del medio ambiente y el crecimiento urbanístico, por el monarca y su corte de sabios. Aquí el lenguaje religioso es poesía numinosa, su simbolismo representa lo trascendente en lo inmanente. Lo ideatorio es ético y abstracción concreta. El giro antropológico es más pronunciado pero aun se mantiene dentro de una metafísica espiritualista.

En este tercer riquísimo periodo del desarrollo de la civilización andina aparece un enriquecimiento del pensamiento filosófico. El historiador Luis E. Valcárcel reconoce la existencia de prácticas esotéricas en el Perú antiguo, y la fisiatra sensei Alicia Holmer Paulet cree que los mochicas copiaron en los espejos de arcilla extraordinarios estados psíquicos de muchos reyes y sacerdotes de singular fuerza mental paranormal.

Esto nos lleva hacia una primera constatación, según la cual la filosofía no es primariamente sentido conceptual, sino sentido perceptual, intuitivo, emocional, estético, ético, religioso y finalmente conceptual. De manera que en filosofía la lógica norma cómo se debe pensar, pero no lo que se debe pensar. Y así como hay una lógica de lo conceptual, también hay una lógica de lo estético, ético, religioso, emocional, intuitivo y perceptual. Todas estas formas lógicas no tienen que ser regidas de la misma forma y constituye justamente la evidencia más palmaria de la rica y compleja naturaleza del hombre.
 
El sentido lógico es la condición necesaria de toda expresión inteligible, pero el sentido lógico no siempre funciona bajo la égida del principio de no contradicción y de identidad. Esto es, que los principios lógicos siempre han sido los mismos, desde el hombre primitivo hasta el hombre tecnológico de hoy, pero la diferencia estriba en que en las diversas actividades humanas su configuración es distinta. De manera que el sentido lógico conceptual no puede decretar la inexistencia de otros sentidos (perceptivo, intuitivo, emocional, idiomático, conceptual, estético, etc.). La filosofía sencillamente es búsqueda de sentido, y el sentido tiene diversas formas. Por tanto, no es necesario identificar lo filosófico con el sentido eminentemente conceptual. Esto implica afirmar que el hombre es una criatura filosófica en cualquier nivel del desarrollo del lenguaje: imitativo-perceptual, metafórico, analógico y simbólico.

Lo cual ayuda entender el cambio en la mentalidad durante el periodo de los desarrollos regionales. Lo cual enriquece la concepción del mundo y de la vida con mitologías y cosmogonías más complejas. Los importantes desarrollos económicos y reestructuraciones que vienen en las subsiguientes ocho centurias con el Imperio Wari, los Estados Regionales y el Imperio Inca, refleja una coherente evolución autónoma intelectual y espiritual del hombre andino, donde el universal intuitivo es completado con la presencia del universal conceptual. Este universal conceptual se hace presente con la idea del dios Pachacamac, totalmente irrepresentable y desconocido, como evidencia de que el lenguaje no está moldeado sobre la realidad sino sobre el discurso ideal. Es prácticamente declarar la existencia de lo inexpresable e ininteligible.

Por tanto no todo lo simbolizado se da en discurso. Esto no fue comprendido por el cronista José de Acosta que reprocha a los naturales por tener un idioma que carece de universales. Lo cual no es cierto, pues el cronista confunde la estructura de una lengua inflexional, como el español, con la de una lengua aglutinante, como el quechua. La lengua nativa no careció ni de universal intuitivo ni de universal conceptual, sólo que la forma de su expresión se sujetó a la estructura de una lengua aglutinante y no inflexional.

En suma, la aventura intelectual del hombre precolombino antes de la Conquista refleja un desarrollo muy rico de la mentalidad humana, que va de lo universal intuitivo hasta llegar a lo universal conceptual, aunque expresado en una lengua de estructura aglutinante y no inflexional como la europea. Este desarrollo va acompañado de la presencia del pensamiento filosófico entendido en un sentido antropológico-mitocrático, esto es, como necesidad radical del hombre y forma ancestral de pensar que implica lo mítico-religioso.


Lima, Salamanca 08 de Julio 2014

domingo, 6 de julio de 2014

LO MITOCRÁTICO Y EL HUNDIMIENTO DE DEFINICIÓN MONOCULTURAL DE FILOSOFÍA

GRECIA NO ES LA MEDIDA DE TODA FILOSOFÍA POSIBLE
Contra de la definición monocultural de Filosofía
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
 

En 1998 publiqué mi libro “Eurocentrismo  y Filosofía prehispánica” con la tesis central de que “Grecia no es la medida de toda filosofía posible”. Ni los que defendían la opinión que el pensamiento precolombino no es filosófico sino mítico-religioso, ni los que señalaban que hay que hablar de “pensamiento” en vez de filosofía o de mito, ni los que reclamaban el pensar filosófico para la racionalidad precolombina, ni los que afirmaban que existió filosofía junto al mito en una élite minoritaria que cultivó el pensamiento racional, se habían ocupado de buscar un sentido no eurocéntrico de la filosofía.

El sentido no eurocéntrico de la filosofía lo he ido deshilvanando a lo largo de los años en diferentes obras. Por tanto, aquel libro que inicia la ruta de la búsqueda ocupa un lugar incomparable en mis afanes y búsquedas. Yo creí haber alcanzado su plena formulación cuando publiqué en 2010 “Filosofía mitocrática y mitocratología”, pero el camino del saber es largo y el objetivo interminable. No obstante, luego advertí en el 2013 que la filosofía mitocrática implicaba una nueva hermenéutica y así surgió un nuevo libro, “Hermenéutica remitizante y filosofía mitocrática”.

Los filósofos que simplemente identifican “mito” y “filosofía” los llamo “nativistas. Estos no esclarecían cómo entender a la filosofía de un modo no occidental. E ingenuamente repetían la definición occidental de la filosofía como un saber racional, radical y sin supuestos.  Pero el punto era proponer un modo de entender la filosofía no occidental a partir de una nueva categoría, a saber, lo “mitocrático.
 
 A partir de esta categoría aportada sería problemático atenerse solamente a un solo sentido de la filosofía como la única válida. Con la categoría de lo “mitocrático” la perspectiva eurocéntrica afronta un golpe mortal, la definición occidental monocultural de la filosofía, que identifica la filosofía con la filosofía occidental (racional, metódica y separada de la religión) está desde ahora seriamente cuestionada. Pues la filosofía precolombina no es simplemente weltanschaunng, es una forma distinta de ejercer el pensamiento en términos no teóricos y sí, más bien, intuitivos, poéticos, simbólicos, mánticos y metafóricos.

La idea central del debate es que “Grecia no es la medida de toda filosofía posible”. Y con ello queda claro las tres posiciones que se asumen al respecto, como son:
  • la eurocéntrica, que expresa que lo filosófico es un producto cultural griego y occidental;
  • la nativista, que meramente identifica la filosofía con el mito; y
  • la mitocrática, que explica que lo filosófico se presenta en dos formas, a saber, como saber teórico y como saber de lo sagrado.

En aquel año 1998 se publicaba el libro “La Filosofía andina” del alemán Josef Estermann, lo que vino a incrementar el interés por el tema. En un primer momento parecía que mi posición con la de Estermann eran similares, pero tras una ardorosa discusión en el año 2005 en un seminario de investigación sobre el pensamiento andino, en la Universidad Ricardo Palma, se analizó el libro del autor alemán radicado en Ecuador, quedando claro que mientras Estermann identifica la filosofía andina con la cosmovisión y la metafísica vital del runa común, por mi parte dicha cosmovisión es parte de la filosofía prehispánica que era manejada por la élite de los Amautas.

Mi postura es el desarrollo de la asumida por Karl Jaspers cuando expresaba contra Heidegger que “desde el comienzo de la historia la filosofía es indispensable al hombre, está en los dichos, los refranes, los apotegmas, las convicciones, las creencias y los mitos” (Los grandes filósofos, 1956). Yo sólo añado que la filosofía es inseparable del ser humano  y  que  por consiguiente está presente en las distintas mentalidades de su desarrollo histórico. Primero, en la Edad de Piedra como logos empiriocrático, segundo en la Edad Neolítica como logos mítico o participativo, y tercero como logos conceptual a partir de los griegos.

De manera que de poco sirven las comparaciones de la filosofía inca con el pensamiento oriental, antes que con el Griego post socrático, como lo hizo en un primer momento Mejía Huamán en 1992. Tampoco de casi nada vale aludir que sin existir el término “filósofo” ni “filosofía”, hubieron los términos Kaq (ser), Hap´iq (sustancia) y Cheqaq (verdad), como indicios fuertes que existió el pensar filosófico, si antes no se discute el significado propio del filosofar  y su nuevo sentido no occidental. Mejía al no arribar a una visión intercultural, encalló desde 1997 en el eurocentrismo filosófico y en la dictadura de la cosmovisión.
 
Voces solitarias y contrarias al eurocentrismo dominante desde una postura nativista reclamaban el pensar filosófico para la racionalidad precolombina, aludiendo que se encontraba dicha filosofía en las cosmogonías. De esta opinión eran Víctor Mazzi con su trabajo de 1994 Presentación de Juan Yumpa y Víctor Díaz Guzmán con su libro de 1998 Filosofía y ciencia en el antiguo Perú.  Pero ninguno de ellos había abordado el problema que estaba subyacente en el debate, a saber, ¿qué se debe entender por filosofía? Sin dar respuesta cabal a tal interrogante, la posición nativista no superaba la definición occidental de la filosofía y daba la impresión de escamotear una dilucidación desde la raíz.

Sostener que:
- existió filosofía junto al mito en una élite minoritaria que cultivó el pensamiento racional,
- el quehacer filosófico es universal y no privativo de Grecia,
- poseían conceptos abstractos-intuitivos en todos los terrenos del conocimiento, antes que los concretos abstractos generales,
- se trató de una filosofía simbólico-sacral y sí tuvieron escritura,
Decimos que de poco sirven estas afirmaciones si los argumentos no van acompañados de una respuesta al problema de cómo entender a la filosofía de un modo no occidental.

Una hermenéutica remitizante permite abordar la naturaleza misma de la filosofía como “necesidad radical, que surge de la angustia del existir”. En este sentido la filosofía en la era del mito o del hombre ancestral se configura en un afán de trascender la condición humana para unirse con lo absoluto por medios mántico-poético y religiosos. Lo cual remite a la estructura ontológica del ser humano.

De poco sirve repetir la definición occidental de la filosofía como un saber racional, radical y sin supuestos. Pues las cosmogonías no son un saber sin supuestos. Por eso, es necesario definir distintamente a la filosofía sin los parámetros griegos. La filosofía mitocrática prehispánica no suponía vivir con el uso de la pura inteligencia, ni con el predominio del principio de identidad, tan  caro  en  los  griegos  y en Occidente, gracias a Aristóteles, sino que involucraba a la intuición y la armonía de los contrarios.

En realidad es en mi libro “La metafísica de la luz en el inca Garcilaso”, donde vislumbré la categoría extraída del post-estructuralismo, como es el concepto de “filosofía mitocrática”. Como sabemos, Bataille, Derrida y Foucault llevaron adelante la crítica del logocentrismo o el imperio del concepto en la cultura occidental. Aquí aprovechamos esta idea para reformularla en sentido positivo al proponer la existencia de una filosofía “mitocrática” distinta a la occidental, no regida por el principio de identidad, unida a la religión y al mito, o más bien éstas unidas a esta otra forma de filosofar.

La primera sistematización descriptiva de esta otra forma de filosofar no occidental la intentaré en mi libro “Los amautas filósofos”, donde subrayo que la filosofía occidental no es el susodicho saber sin supuestos, porque en su base está el supuesto de que la razón es autónoma y humana. Este giro antropológico de raíz griega derivará con los siglos en el predominio antropolátrico de la modernidad, asunto derivado que pertenece a otra problemática y que lo abordó “El imperio posmoderno del hombre anético” (2004).

Entonces, cómo entender a la filosofía a partir de su categoría de lo “mitocrático”. Intentaremos una explicación. En primer lugar, afirmo que por su forma la filosofía es un término de origen griego y por tanto no es por definición un término transcultural, pero por su contenido es un ejercicio universal del espíritu humano. Esto es, que la existencia de la palabra “filosofía” no define su presencia real en culturas distintas a la occidental que carecieron de dicho término. De lo innecesario de empeñarse en buscar términos homeomórficos como Panikkar.

La palabra griega no es sino una de las formas singulares –en este caso occidental- de entender y llamar al ejercicio peculiar de esta forma de pensamiento, pero no es la única. En este sentido, denominar simplemente “pensamiento” a un filosofar no occidental, no sólo no resuelve el problema sino que lo estanca, porque deja en la indefinición esencial lo que se debe entender por filosofía.

Entonces ¿qué es filosofía?  Para dar cabal respuesta a esta interrogante hay que proponer una visión no unívoca sino multívoca de entender lo filosófico. Las respuestas radicales que surgen de la angustia del existir no tienen que ser únicamente expresadas como un saber racional autónomo, así lo fue en Grecia, pero no tiene que surgir necesariamente de este modo en otros orbes culturales. La filosofía entendida como creación original del espíritu humano es propia de los griegos y se basa en una antropología del hombre como “ser racional”, y a esta forma de filosofar se la denomina sentido logocrático de Occidente, la cual convierte a la razón teórica en base del pensar filosófico.
 
Pero, también cabe entender a la filosofía como iluminación divina del espíritu humano, como logos participativo y analógico, propia de las culturas orientales y altas culturas premodernas ancestrales, basada en una antropología teológica del hombre como “criatura caída” o “separada de lo divino”, donde el saber recae en una élite privilegiada y cuya forma de filosofar se la denomina sentido mitocrático no occidental, la cual convierte lo teológico en base del pensar filosófico.

En consecuencia, la esencia de la filosofía es universal, es innato al hombre, aunque sus formas de denominarla puedan variar, e incluso no existir nominalmente aunque en la práctica esté presente. Y la filosofía no es sólo el saber racional autónomo, sino que también se presenta, en la China, India, Meso América y Sudamérica, como un pensar unido a la tradición religiosa. Pero aquí cabe añadir un matiz.

No se trata de estar confundiendo, con la categoría de lo “mitocrático”, a la religión y al mito con la filosofía, sino que aquellas no escapan a la filosofía entendida como respuesta intelectual humana ante la angustia del existir. Claro que lo intelectual es comprendido como abarcando a la intuición y no sólo a la razón, lo intelectual es más amplio que lo racional. Por ello, la filosofía es indispensable al hombre, como decía Jaspers, y está presente en todas partes desde el comienzo de la historia. El Intelecto puede aquí ser entendido como sinónimo de logos y bifurcándose en logos conceptual y logos participativo.

La categoría de lo mitocrático vuelve problemático atenerse solamente a un solo sentido de la filosofía como la única válida. Por el contrario, será necesario tener en cuenta una visión multívoca de la filosofía capaz de explicar el pensar radical del hombre en todas las culturas. Con la categoría de lo “mitocrático” la perspectiva eurocéntrica afronta un serio cuestionamiento, identificar la filosofía con la filosofía occidental (racional, metódica y separada de la religión) y con el logos de ratio será arduamente problemático.

La visión intercultural de Estermann y Panikkar, tiene el mérito de rescatar el carácter universal del quehacer filosófico y echarse a buscar los equivalentes homeomórficos en cada cultura. No obstante, el gran inconveniente es interpretar este tipo de filosofía como weltanschaunng o visión del mundo. Y en esta confusión cae también Estermann.

Con ello rebajan este quehacer filosófico a un nivel pre-conceptual,  vital  y  mítico,  y  además  copian  del  pensar occidental una forma de entender el saber humano. La filosofía precolombina no es weltanschaunng es simplemente una forma disímil de ejercer el pensamiento en términos no teóricos y sí, más bien, intuitivos, mánticos, religiosos, simbólicos y de unión con el Absoluto.

Es forzoso revalorar al filósofo mexicano Miguel León Portilla y su trabajo sobre la filosofía de los nahuas. La gran riqueza de los mexicanos es el de poder contar con fuentes directas, en cambio nuestro gran infortunio es que nuestra cultura  sufrió una masiva destrucción de quipus y quipucamayos durante la extirpación de idolatrías y el gran saqueo de obras de arte en oro y plata durante la conquista española, esto prácticamente destruyó todo vestigio arqueológico que pudiese dar cuenta de alguna fuente directa sobre la filosofía andina. Salvo los mitos, un feliz hallazgo de un quipu y su respectivo desciframiento podrán reafirmar las teorías filosóficas sobre lo mitocrático.

Al margen de ello, la consistencia teórica de lo mitocrático es plenamente coherente. De manera que no cabe proceder como empírico-cientista probando a cada paso lo que se afirma, sino hay que desplegar las alas de la intuición y de la razón para avizorar nuevos horizontes.


Lima, Salamanca 6 de Agosto 2014

martes, 1 de julio de 2014

LIBERTAD HUMANA Y OMNIPOTENCIA DIVINA

LA LIBERTAD Y LA OMNIPOTENCIA DIVINA
(Transcripción de la intervención de Gustavo Flores Quelopana)
Cenáculo Teológico Cristiano

Voy a afirmar que existen seis pruebas sobre la compatibilidad de la libertad humana con la omnipotencia de Dios. Las cuales son la siguientes:
1° PRUEBA DE LA CREACIÓN (Dice el Génesis que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, con libertad y uso de razón para optar por el bien y el mal).

2° PRUEBA DE LA CAÍDA (El hombre fue expulsado del Paraíso a raíz de su desobediencia, es decir, de un uso indebido de su libertad. En consecuencia, el hombre adánico y post-adánico sigue conservando su libertad).

3° PRUEBA DE LA REDENCIÓN (Cristo dio su vida por la reconciliación de la humanidad con Dios, pero ello no exime al hombre de la responsabilidad de sus actos. Por tanto, la libertad del hombre es compatible con la omnipotencia de Dios).

4° PRUEBA DEL JUICIO (En la hora del Juicio Final cada hombre vivo y muerto será juzgado por sus obras. De manera que se tendrá en cuenta lo que el hombre ha hecho libremente con sus acciones).

5° PRUEBA MORAL (La gracia divina otorgada por Dios al hombre perfecciona pero no sustituye la naturaleza humana. Por ello, el hombre sigue siendo responsable de sus actos).

6° PRUEBA ONTOLÓGICA (No hay incompatibilidad porque la libertad del ser del hombre actúa en el tiempo, mientras que la omnipotencia de Dios está en la eternidad).

Sólo la doctrina protestante del siervo arbitrio, especialmente el calvinismo, niega el valor de los actos humanos y de la libertad y la vuelve incompatible con la omnipotencia divina. Esta concepción no es cristiana sino de índole neoplatónica, es decir pagana. El neoplatonismo separa tanto a lo divino de sus emanaciones que lo vuelve prácticamente inalcanzable.

La doctrina calvinista de la predestinación es tan extrema que termina anulando la voluntad y la libertad del hombre. La doctrina cristiana acepta la doctrina de la predestinación pero en el orden de la eternidad y no en el del tiempo. El otro extremo de la cuerda está representado por el pelagianismo, la cual convierte a la moral en religión y prácticamente vuelve omnipotente la libertad del hombre.

En suma, para el cristianismo católico el hombre es libre y ello no es incompatible con la omnipotencia de Dios, porque mientras que uno actúa en el orden del tiempo el otro corresponde al orden de la eternidad.

San Isidro, junio 2014