EL HOMBRE ANDINO Y EL SENTIDO ANTROPOLÓGICO-MITOCRÁTICO
DE LA FILOSOFÍA
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
Los
primeros europeos pusieron en duda la racionalidad del indio americano, hoy no
se duda de que tuvieran racionalidad lo que se niega es su capacidad para
filosofar.
La
incapacidad del intelectualismo eurocéntrico enquistado en la academia para
reconocer la capacidad filosófica del indio prehispánico nace de la ilegítima
identificación de la filosofía con el saber teórico-abstracto divorciado de la
religión únicamente, obviando la concepción de la filosofía como necesidad
radical y permanente del hombre.
El
español que vino a América volvió el mundo indígena al revés y hasta hoy muchas
cosas permanecen invertidas. En cuatrocientos cincuenta años de persecución y
alineación los conocimientos avanzados que desarrollaron los antiguos peruanos
fueron barridos por el oleaje de la barbarie conquistadora. De su
extraordinaria capacidad teórica y práctica nos hablan los cronistas y los
extraordinarios testimonios arqueológicos que subsisten.
Es
sorprendente entonces la actitud de limitar el estudio de las ideas filosóficas
en el Perú a la evolución que se inicia en el siglo dieciséis. La evidente
ruptura histórica no justifica echar mano del fácil recurso de incluir el pensamiento
prehispánico en las formas de la Weltanschauung
o en las del pensamiento mítico, aceptando la peyorativa interpretación ilustrada
del mito.
La
tesis eurocéntrica fracasa en su intento, porque no acepta extender su análisis
hacia la multiformidad de la filosofía
y su presencia como necesidad radical del hombre de todas las razas, culturas, épocas
y latitudes. El programa eurocéntrico tropieza con muchas dificultades, una de
las principales estriba en la contradicción entre un pensar estrictamente
filosófico y su desenvolvimiento concreto, que se presenta estrechamente
ligada, cuando no supeditada, a los problemas religiosos, científicos y
políticos. Esta aporía recurrente en su concepto de filosofía sigue siendo
contraria a la experiencia y a la historia.
En
nuestra latitud, la sociedad andina no fue estática como las sociedades
asiáticas estudiadas por Marx, sino dinámica, en desarrollo y evolución
permanente. Y se puede inferir que el mismo dinamismo caracterizaba el proceso
de su aventura intelectual.
Que
todos estos principios se hayan perdido y extinguido por el genocidio de la
familia Huáscar en el Cusco y por el perpetrado por los hispanos en Cajamarca y
en todo el territorio, así como por el desconocimiento del lenguaje nativo por
la soldadesca española, no es óbice para que la concepción del mundo y del
pensar reflexivo sea expeditivamente despachado como un pensar no filosófico.
El
comentario de los cronistas tiene una importancia relativa y limitada para
demostrar la existencia de un pensar filosófico precolombino, por cuanto el
relato recogido carece de principios teóricos y técnicos en que se basaba el
saber nativo. Por ello, insisto en la vía antropológico-mitocrática (basada en
la concepción que en el mundo ancestral mito y religión expresan una forma de filosofar
que llamo mitocrática, y en el supuesto que la filosofía es una necesidad
radical del hombre) para afirmar que la filosofía estuvo presente en el mundo
precolombino.
El período
arcaico en el Perú abarca casi nueve milenios y llega hasta 1,500 A.C., está
caracterizado como el estadio de las culturas de cazadores y recolectores,
nómades y cuyo acontecimiento más importante termina con el descubrimiento de
la agricultura, la ganadería y el tránsito de la trashumancia al sedentarismo.
Esto sucede con los Chilca, Lurín, Paracas I, Kotosh, Chillón y Sechín. Son
nueve milenios de intenso desarrollo chamánico, como manifestación espiritual
propia de los pueblos cazadores y nómades. La concepción del mundo y de la vida
de los pueblos y culturas andinas en el período arcaico encuadran en las
categorías del pensamiento chamánico-mítico. El chamán no es el mitólogo, el
chamán es el especialista en el vuelo espiritual hacia el cielo y el infierno,
y en unir la topografía cósmica al hombre. El mitólogo es el sistematizador de
la representación del mundo en narraciones teogónicas y cosmogónicas y se sirve
de las vivencias del chamán. En esta fase la filosofía se presenta como rapto
místico espontáneo que sigue la voluntad de lo sobrenatural.
Pero
desde el momento en que se presentan manifestaciones de alta cultura en el
período formativo que abarca dos milenios con la civilización Chavín y que es
interpretado como la diseminación pacífica de un culto religioso, se opera una
transformación en las categorías mentales del hombre andino sedentario y
agricultor que se reflejan en una Weltanschauung
pero no se agota en ella. Aquí el chamán y el mitólogo son desplazados por la
casta sacerdotal, que cautela el rito, el culto y asegura la protección de los
dioses. En esta fase la filosofía se presenta como mediación controlada de los
poderes de la voluntad sobrenatural. Aumenta el papel controlador del hombre.
Más
cuando se alcanzan los más altos niveles de tecnología pétrea, los mejores
ejemplos en arte cerámico y textil, aunado a un fuerte crecimiento poblacional,
que da lugar a la fundación y expansión de ciudades en el período de los
desarrollos regionales, a lo largo de seiscientos años, con el desarrollo de
culturas fuertemente centralizadas (Virú, Moche, Casma, Lima, Nazca, Recuay,
Pashash, Tiahuanaco), se revela un tercer momento en que al mismo tiempo se da un
avance cualitativo en el desarrollo del pensamiento y la aparición de
antecedentes económicos, culturales, institucionales y geográficos que
condicionan pero no determinan una nueva forma de pensar.
En todos
estos periodos está presente la metafísica natural del espíritu humano como una
filosofía perennis, la cual se basa en las nociones de sustancia,
identificación de ser y valor, de la causa eficiente y de la causa final.
Además confía en el lenguaje y la inteligibilidad metafísica se da en el
discurso.
Esta
metafísica natural se da en el Periodo arcaico, caracterizado por el hombre
cazador y nómade, mejor representado por el chamán. Aquí el lenguaje poético es
la manifestación de la expresión primaria del mundo, prima lo simbólico, simbolizar
es un acto consciente e inconsciente. Lo ideatorio es estético e intuición
perceptiva.
En el Periodo
formativo, singularizada por la agricultura, ganadería y vida sedentaria, por
el sacerdote. Aquí el lenguaje es oracular, prima el símbolo como acto
consciente. Lo ideatorio es manifestación de lo eterno en el hombre y la
naturaleza y expresa una metafísica espiritualista.
En el Periodo
de desarrollos regionales, diferenciado por el impresionante dominio del medio
ambiente y el crecimiento urbanístico, por el monarca y su corte de sabios. Aquí
el lenguaje religioso es poesía numinosa, su simbolismo representa lo trascendente
en lo inmanente. Lo ideatorio es ético y abstracción concreta. El giro
antropológico es más pronunciado pero aun se mantiene dentro de una metafísica
espiritualista.
En este
tercer riquísimo periodo del desarrollo de la civilización andina aparece un
enriquecimiento del pensamiento filosófico. El historiador Luis E. Valcárcel
reconoce la existencia de prácticas esotéricas en el Perú antiguo, y la
fisiatra sensei Alicia Holmer Paulet cree que los mochicas copiaron en los
espejos de arcilla extraordinarios estados psíquicos de muchos reyes y sacerdotes
de singular fuerza mental paranormal.
Esto
nos lleva hacia una primera constatación, según la cual la filosofía no es
primariamente sentido conceptual, sino sentido perceptual, intuitivo, emocional,
estético, ético, religioso y finalmente conceptual. De manera que en filosofía
la lógica norma cómo se debe pensar, pero no lo que se debe pensar. Y así como hay
una lógica de lo conceptual, también hay una lógica de lo estético, ético, religioso,
emocional, intuitivo y perceptual. Todas estas formas lógicas no tienen que ser
regidas de la misma forma y constituye justamente la evidencia más palmaria de
la rica y compleja naturaleza del hombre.
El
sentido lógico es la condición necesaria de toda expresión inteligible, pero el
sentido lógico no siempre funciona bajo la égida del principio de no contradicción
y de identidad. Esto es, que los principios lógicos siempre han sido los
mismos, desde el hombre primitivo hasta el hombre tecnológico de hoy, pero la
diferencia estriba en que en las diversas actividades humanas su configuración
es distinta. De manera que el sentido lógico conceptual no puede decretar la
inexistencia de otros sentidos (perceptivo, intuitivo, emocional, idiomático,
conceptual, estético, etc.). La filosofía sencillamente es búsqueda de sentido,
y el sentido tiene diversas formas. Por tanto, no es necesario identificar lo
filosófico con el sentido eminentemente conceptual. Esto implica afirmar que el
hombre es una criatura filosófica en cualquier nivel del desarrollo del
lenguaje: imitativo-perceptual, metafórico, analógico y simbólico.
Lo cual
ayuda entender el cambio en la mentalidad durante el periodo de los desarrollos
regionales. Lo cual enriquece la concepción del mundo y de la vida con
mitologías y cosmogonías más complejas. Los importantes desarrollos económicos
y reestructuraciones que vienen en las subsiguientes ocho centurias con el
Imperio Wari, los Estados Regionales y el Imperio Inca, refleja una coherente
evolución autónoma intelectual y espiritual del hombre andino, donde el universal intuitivo es completado con la
presencia del universal conceptual. Este universal
conceptual se hace presente con la idea del dios Pachacamac, totalmente
irrepresentable y desconocido, como evidencia de que el lenguaje no está
moldeado sobre la realidad sino sobre el discurso ideal. Es prácticamente declarar
la existencia de lo inexpresable e ininteligible.
Por tanto
no todo lo simbolizado se da en discurso. Esto no fue comprendido por el
cronista José de Acosta que reprocha a los naturales por tener un idioma que
carece de universales. Lo cual no es cierto, pues el cronista confunde la
estructura de una lengua inflexional, como el español, con la de una lengua
aglutinante, como el quechua. La lengua nativa no careció ni de universal
intuitivo ni de universal conceptual, sólo que la forma de su expresión se
sujetó a la estructura de una lengua aglutinante y no inflexional.
En
suma, la aventura intelectual del hombre precolombino antes de la Conquista
refleja un desarrollo muy rico de la mentalidad humana, que va de lo universal
intuitivo hasta llegar a lo universal conceptual, aunque expresado en una
lengua de estructura aglutinante y no inflexional como la europea. Este
desarrollo va acompañado de la presencia del pensamiento filosófico entendido
en un sentido antropológico-mitocrático, esto es, como necesidad radical del
hombre y forma ancestral de pensar que implica lo mítico-religioso.
Lima, Salamanca 08 de
Julio 2014