LO DIVINO:
¿CREACIÓN DE UNIVERSOS INFINITOS
O ILIMITADOS?
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
Hemos llegado a la
última parte de nuestro trabajo que examina el modelo de universos fractales de
Enrique Alvarez Vita. Ahora nos concita la atención el problema de Dios y lo
Infinito. Sobre lo cual escribe nuestro autor:
“San Agustín plantea que con la creación se crea también el
tiempo, siendo Dios un ser atemporal que se manifiesta en su propia creación. En
el islamismo, la Tierra y los cielos eran una sola entidad conectada y
homogénea, que posteriormente se formaron o separaron uno del otro. La cosmología moderna sólo se ha aproximado al tiempo de
Planck, unos segundos,
más allá del cual no puede afirmar nada, apenas conjeturar, hecho que ha sido
recibido con beneplácito por el Vaticano para sostener que más allá de ese
límite está la intervención divina. En este contexto, cabe mencionar que con
los experimentos del gran colisionador de hadrones, el CERN, un superacelerador
de partículas, los científicos intentan recrear las condiciones iniciales del big bang y encontrar el bosón de Higgs
-objetivo realizado recientemente- una hipotética partícula del modelo estándar
de la física, más conocida como la partícula de Dios o partícula divina, que
sería el origen de toda la masa del universo. Pero,
¿qué condiciones se dieron para que las fluctuaciones del vacío cuántico, como
sostiene Hawking, dieran origen al universo y en qué momento se dieron? Para
que estas condiciones se den tiene necesariamente que haber sido el resultado
de un proceso, lo que conduce a una secuencia infinita de acontecimientos previos
a la creación del universo y al inicio del big bang, lo que nos lleva a
la conclusión de que existe un proceso de transformaciones que darían lugar a
la creación de infinitos universos.”
Es decir, una vez
confirmada la existencia del bosón de Higgs EAV se interroga por las
condiciones que dieron origen a toda la masa del universo. Es casi la misma
pregunta que se hacen un grupo de científicos británicos encabezados por Robert
Hogan y Malcolm Fairbairn, del King College de Londres, al reconocer que, según
los rasgos del bosón de Higgs y el conocimiento de la inflación cósmica, tras
el big bang el universo debería haber
colapsado en microsegundos. Es casi la pregunta metafísica fundamental: por qué
hay ser en vez de nada, o. más precisamente, por qué hay ente y no nada.
Esta pregunta ya había
sido formulada por Heidegger, especialmente en su conferencia de 1929 ¿Qué es Metafísica?, y en su libro de
1936 Introducción a la Metafísica.
Mientras que en su texto clásico El Ser y
el Tiempo (1927) se pregunta por el ser, en su conferencia del 29 se
interroga por la nada, y en el libro del 36 lo hace por el ente (por qué hay
ente y no más bien nada). Pero en Heidegger se hacen notorias las preferencias
fundamentales de la modernidad y entre ellas está la tendencia temporalista, en
desmedro de la eternidad. Y así Heidegger es paradigmático dentro de una era
sin Dios, al estar libre del pensamiento anti-objetivante pero no del
pensamiento ateo que le impide apreciar la paradoja de Dios como eternidad e
historicidad a la vez. Heidegger se niega a igualar al ser con Dios, y dice que
el pensamiento sin Dios está más cerca del dios divino, porque piensa que
incluso Dios depende en su ser del supraser que es el ser. Pero con ello no se
entiende cómo se puede llamar Dios a un ente supremo que depende del Ser.
Si no queremos caer en
las contradicciones de Heidegger es necesario suponer que el neutrovacío no es causa sui y por consiguiente no es una
divinidad que otorga el ser incluso a la divinidad. Por su parte, EAV supone la
existencia de una secuencia infinita de procesos del universo y al inicio del big bang que dieron lugar a la creación
de infinitos universos. Qué hizo fluctuar al vacío absoluto para que apareciera
el universo. EAV no conjetura nada al respecto, sólo se limita a plantearse la
pregunta. No dice que fue Dios el que dio comienzo al proceso de fluctuación
del vacío absoluto, ni tampoco afirma que el neutrovacío es causa de sí mismo,
convirtiéndolo en una divinidad. Deja flotando sin respuesta la intrigante
pregunta.
Sin embargo, la pregunta
genera una serie de interrogantes conexas. En primer lugar, lo infinito
matemático no es lo mismo que lo infinito ontológico o real. Por consiguiente,
el modelo VCF si se presenta no sólo como una elucubración matemática sino
también como una posibilidad real debe aclarar cómo es posible hablar de
infinitos en plural.
Aquí volvemos al punto
de lo “infinito” y lo “innumerable” que ya habíamos mencionado algunas páginas
arriba. A EAV le parece plausible hablar de lo infinito real porque le parece
consistente el infinito matemático. Pero una cosa es lo real y otra lo formal.
El infinito matemático es de carácter formal, mientras el infinito real es de
carácter real. Siendo así nos preguntamos: ¿es posible la existencia de más de
un infinito en la realidad? ¿No es lo infinitamente grande y lo infinitamente
pequeño más bien parte del concepto de lo “ilimitado”? ¿Y no son los “infinitos
universos” más bien la expresión de “innumerables” universos?
Mi respuesta es
afirmativa por varias razones. En primer lugar, porque ontológicamente es
contradictorio suponer la existencia de varios o muchos infinitos. En segundo
lugar, porque metodológicamente el formal infinito matemático no puede
trasladarse a lo real sin producir una violación categorial. Y en tercer lugar,
porque cosmológicamente qué sentido tendría tal descomunal e infinita
producción de masa en el universo, sin propósito ni dirección final.
Todo lo cual nos lleva a
afirmar tres cosas. Primero, no cabe aplicar el término infinito más que a un
ser como Dios, causa sui, providente y fundamento de todo lo existente. Dios no
crea universos infinitos sino ilimitados. Un universo infinito sería una deidad
inconsciente, algo así como la Voluntad ciega de Schopenhauer y Eduard von
Hartmann. Segundo, cualquiera que sea el tamaño de la masa del universo fractal
y contenido uno dentro del otro, puede ser considerado como un solo universo y,
por consiguiente, tiene límites y si tiene límites no es infinito, pero puede
ser ilimitado. Y tercero, la cantidad de universos fractales no pudiendo ser
infinitos pueden ser, sin dificultad, innumerables. En consecuencia, resulta
más coherente el modelo VCF de EAV reemplazando lo “infinito” por lo
“innumerable”.
Y a EAV el tiempo
circular o cíclico no se contraviene con el modelo propuesto. Veamos:
“Otro
aspecto a considerar es el tiempo cíclico, simbolizado en la antigüedad por el Uroburos, la serpiente que se muerde la
cola, el eterno retorno. El tiempo lineal aparece con el cristianismo, con un
comienzo y fin del universo, la caída del hombre y la salvación de Cristo, como
un evento único e irrepetible. Existen teólogos que plantean la posibilidad,
frente a los descubrimientos de la ciencia que nos muestran un universo de
proporciones colosales, donde la Tierra no es más que una insignificante
partícula de polvo perdida en la inmensidad del cosmos, que la caída del hombre
debe interpretarse como un acontecimiento que se daría en todo el universo y en consecuencia la salvación también debería
darse en todos los confines del universo. Hawking plantea la posible
existencia de un tiempo imaginario en
sentido matemático, circular, sin fronteras, sin comienzo ni fin, al igual que el espacio lo es en la
relatividad general, considerando al universo como un tejido espaciotemporal curvo y cerrado, y un tiempo
real en el que se daría el big bang, dando lugar a lo que él define como un
universo autocontenido, que haría
innecesaria la intervención divina. La idea de un tiempo circular no se contrapone con el modelo propuesto (el
subrayado es nuestro), si bien quedaría en el terreno especulativo. No obstante, la concepción de un tiempo infinito, plantea
el problema de la imposibilidad de llegar al tiempo presente a través de un
proceso de causa y efecto cuyo origen se encuentra en el pasado. Debemos
entonces partir de una realidad concreta, donde el origen es el presente, e
invertir el sentido del tiempo aplicando la causalidad hacia el pasado, en un
proceso infinito, trátese de un tiempo lineal o circular. Siendo un proceso
infinito, el presente es a su vez el pasado de un tiempo futuro infinito, en el
que el pasado y el futuro convergen en un origen común que es la realidad
ontológica del tiempo presente. Desde esta perspectiva, no habría un comienzo
en el pasado ni un fin en el futuro, lo nouménico sería atemporal.”
A la concepción mítica
le caracteriza establecer una tensión entre un principio y un fin, y por ello el
tiempo circular ha sido la concepción cronológica característica de las civilizaciones
mítico-ancestrales. El tiempo cíclico fue bien estudiado especialmente por el
filósofo rumano Mircea Eliade en su libro El
Mito del Eterno Retorno. Arquetipos y repetición. (1951). Klossowski al
respecto de Nietzsche dijo que el eterno retorno de lo mismo es un círculo
vicioso para todo lo que puede ocurrir en el mundo y en el pensamiento. Pero lo
fundamental de la idea del tiempo cíclico es que elimina la idea de la
eternidad como hontanar del tiempo. Lo cual se condice bastante bien con la
mentalidad atea del mundo contemporáneo.
EAV no lo dice, pero
tampoco se contrapone a su modelo VCF la existencia de la eternidad y el tiempo
a la vez. Tiempo desde la generación de los universos fractales contenidos unos
dentro de otros, y Eternidad como aquello que dio origen antes del tiempo y del
antitiempo a la fluctuación del vacío absoluto del neutrovacío. Ya lo dice que
lo nouménico del neutrovacío sería atemporal, antes del tiempo, pero no es
precisamente es la eternidad.
Al respecto cabe
mencionar tres posturas contemporáneas sobre la eternidad, a saber, la de
Rougés, Alquié y Lavelle. Para Rougés existe una jerarquía de eternidad donde
el grado inferior es del ser físico y el superior del ser espiritual; para
Alquié no hay que confundir la eternidad real con deseo de eternidad; y para
Lavelle no se puede concebir la eternidad sin tiempo. Por tanto, hay varias
soluciones –además de la eternidad como propia del ser permanente y eterno-
sobre la eternidad que pueden ser reflexionadas en torno modelo de EAV.
Finalmente EAV hace una
meditación sobre las relaciones entre la filosofía y la ciencia, concluyendo
con un sano deseo de armoniosa complementación. Leamos:
“Finalmente una reflexión sobre la
filosofía y la ciencia. El ser humano, más allá de las discusiones que oponen a
filósofos y científicos, necesita que ambos hagan aportes para evitar problemas
y conflictos entre las dos áreas del conocimiento. Si proyectamos estas
divergencias a la vida diaria habría que concluir
en que la relación entre la filosofía y la ciencia es un problema no resuelto
y quizás la humanidad nunca llegue a una conclusión consensuada. Esperemos que
no sea así. Por el momento hay una sola realidad, que es que, a pesar de los
miles de años transcurridos, la filosofía
y la ciencia constituyen una divergencia propia del ser humano. Quizás,
demasiado humano, si aplicáramos el pensamiento de Nietzsche. Nos queda, claro,
el valor de la solidaridad, pero es necesario reconocer que la humanidad está
aún lejos de ponerla en práctica. Hay golondrinas, es cierto, pero aún no ha
llegado el verano”.
A propósito nos preguntamos si no será más fecundo e
interesante que exista aquella oscilación entre integración y divergencia en
las relaciones entre filosofía y ciencia. Por lo menos eso es lo que se observa
en la historia del pensamiento humano. Limitándonos al orbe occidental, en
Grecia la ciencia convivió subsumida a la filosofía desde los presocráticos
hasta Aristóteles, después predominarán abiertamente las soluciones
ético-religiosas. Además, una vez muerto Platón los escolarcas de la academia
antigua, con Espeusipo, Jenócrates, Polemón y Crates, ponen énfasis en la
herencia pitagórica y científica más que en la metafísica. De ahí, que de la
escuela platónica surjan hombres de ciencia como Heráclides Póntico, el
matemático Filipo de Opunte y el botánico Diocles. Y detrás del florecimiento
científico durante el Renacimiento está el platonismo plotinizado de Florencia.
Mientras que los epígonos peripatéticos prosiguen la labor erudita,
enciclopédica y naturalista de Aristóteles. En la Edad Media la subsunción del
pensamiento científico a la teología tampoco impidió que la escuela franciscana
de Oxford con Roger Bacon, Duns Escoto, Tomás de York, Ricardo de Middleton,
Roberto Grosseteste y Buridán con el desarrollo de la idea hicieran
contribuciones importantes al pensamiento científico.
Por su parte, en el desarrollo científico observamos que la
gran revolución científica moderna, que se dio sobretodo en mecánica,
astronomía y óptica en el siglo XVII y XVIII, presenta elementos de continuidad
(lingüísticos, conceptuales y teóricos) y elementos de discontinuidad
(metodológicos y metafísicos) respecto al saber científico antiguo y medieval.
De ahí que se pueda afirmar que metodológica y conceptualmente la Revolución
científica moderna procede de la ciencia medieval.
Enrique Álvarez Vita hace cosmología teórica, es decir, una
reflexión científica donde están íntimamente ligadas la astronomía, la física
teórica y la matemática. Su tema principal es ofrecer un nuevo modelo del
Universo donde con la idea del neutrovacío ofrece nuevas características
generales del cosmos que son a la vez coherentes con los datos fundamentales de
la ciencia de la Naturaleza. A la vez es consciente de las implicancias
filosóficas y teológicas que plantea su propuesta y por ello busca un
acercamiento entre ciencia y filosofía. Ahora bien, podemos preguntarnos sobre
la forma del Universo en el modelo propuesto por él. Para Einstein el Universo
es cerrado, esférico, estático y finito; para De Sitter es estático y vacío; y
para Friedmann y Lemaitre es dinámico abierto y expansivo. Cómo será para
Álvarez Vita. Según sus descripciones es fractal, dinámico, vacío, infinito y
expansivo.
Y aunque él no lo plantea nos preguntamos cuál será la relación
de un Universo de estas características con la energía oscura. Y no cabe otra
cosa que pensar que esta misteriosa fuerza que destrozará algún día a la
materia misma encierra su secreto en el mismo neutrovacío. ¿Pero el neutrovacío
mismo dejará de existir? ¿O será solamente una nueva contracción hacia lo
potencial que generará otro comienzo universal?
¿Es la materia infinita y eterna o conocerá su desaparición definitiva?
¿En ese caso qué sentido tendría un despliegue tan colosal de energía y antienergía
en el Universo si todo ha de acabar en la Nada? Y esta vez no hablamos de la
Nada potencial sino de la Nada Absoluta. Lo que nos lleva al tema perenne de la
materia eterna o de Dios Creador y Providente con un plan universal. Si la
materia es eterna de dónde proviene el diseño inteligente que muestra casi
siempre. Los estoicos pensaron que la materia más fina era espiritual y
concibieron un materialismo que supone una materia inteligente. Lo cual no se
contrapone necesariamente a la concepción aristotélica de la materia como
substancia, entendida no como substrato sujeta a cambio sino como aquel
substrato en el cual se produce el cambio. Estamos en medio de una discusión
metafísica que el cristianismo resolvió de otra manera. Así santo Tomás de
Aquino distinguió entre materia prima
o la pura potencialidad, lo que no es propiamente y sólo alcanza un ser por la
forma, y la materia signata o la
materia determinada por la cantidad, y que constituye el principio de
individuación. Pero santo Tomás también habla de las formas separadas o sin
materia, como los ángeles. Estamos tentados a identificar la idea del
neutrovacío con la materia signata
del aquinate, pero más bien podríamos relacionarla con la materia prima prima, o sea la realidad mínima, de Duns Scoto.
Álvarez Vita habla de que lo potencial del neutrovacío posibilita el universo
material y para ser más preciso indica que dicho elemento se sitúa más allá del
límite de Planck.
Pero la historia del concepto de materia ha ido de
“receptáculo” a “substancia inferior”, hasta ser concebida como “substancia
independiente”, sobre todo por las ciencias naturales. Y fue justamente Duns
Scoto el que abrió el camino de la última definición al eliminar en sus últimas
obras las distinciones de la materia para quedarse con su idea de una materia
única que posee realidad e inteligibilidad. Con la idea de materia real él
representa el tránsito hacia la
concepción científico natural de materia, que actualmente llega como una realidad
susceptible de ser representada matemáticamente, dejando atrás la concepción
intuitiva. Por ello, no es legítimo decir que la ciencia es materialista o
antimaterialista porque simplemente emplea modos de representar la realidad y
predecir su comportamiento. Los límites de la ciencia no son de orden empírico
–a excepción los de carácter tecnológico- sino de orden metaempírico. Es decir,
la ciencia no está pensada para responder sobre las cuestiones últimas y
primeras, pero sirve para plantearse estas cuestiones en el orden filosófico y
teológico. La ciencia plantea cuestiones metacientíficas. Esta característica
de la ciencia es la vez su mayor gloria pero a su vez su mayor peligro, porque
así como puede ser manipulada por la política también puede estrechar el
pensamiento y la realidad a través de posiciones positivistas.
Pero filosófica y metafísicamente sí es posible afirmar que
la materia concebida ya sea como “receptáculo” o como “substancia inferior”
hace poco posible sostener que actúe por sí sola, mientras que su concepción
como “substancia independiente” le da autonomía en el universo. Álvarez Vita no
se pronuncia al respecto y se limita a señalar que el neutrovacío es lo
potencial que neutraliza los universos de materia y antimateria, como lugar
recóndito e inobservable del universo material, más allá del límite de Planck, y
que posibilita la existencia simétrica de la materia y la antimateria y la
unificación de la gravedad con las restantes fuerzas fundamentales. Esta
definición suya es bastante escueta y no obstaculiza pensar a la materia tanto
en sus dos formas: subordinada e independiente. No obstante, cuando menciona el
“lugar recóndito de Dios” desliza la idea de no confundirlo con la entidad
suprema y por tanto la materia como “substancia independiente” podría
sostenerse sólo relativamente. Pues, incluso la solución deísta, según la cual
Dios crea el universo pero lo abandona a sus propias leyes, mantiene a la
materia en la condición de realidad autónoma pero que no niega lo divino.
Pero su preocupación tampoco gira en torno a la tesis de la creación continua de la
materia, como Biondi, Gold y Hoyle, sino, más bien, con su idea del neutrovacío
nos hace pensar en el “átomo primitivo” de Lemaitre, concentrarnos en él y
poder concebir un estado de pura potencialidad de lo material. Esta idea
planteada con instrumental matemático y de la física teórica había sido ya
planteada por las cosmologías antiguas y tiene muchos puntos de intersección
con ella. Así, Akasa es un término de la
filosofía hindú que significa substancia
material que penetra todo el universo, pero el neutrovacío sería una substancia
pre-material que hace posible lo material.
Estas cosmologías son la forma ancestral de la
filosofía y también buscaron un sentido del Universo.
Para concluir, hay que reconocer que el aporte de EAV está a
la altura de otras propuestas tan importantes como la de Feynman, Penrose y
Hawking. Su pluma tiene la virtud ensayística de un Paul Davis, el rigor
matemático de un Penrose, la curiosidad de un Feynman y la osadía de un
Hawking. Pero lo que quizá lo distingue de todos ellos es su profunda inquietud
filosófica, porque por la luminosidad y profundidad de su genio brilla a la par
entre la pléyade de los físicos teóricos de hoy y de siempre.
No puedo terminar de escribir este comentario y análisis del
modelo del universo de EAV sin confesar mi especial estupefacción y desafío que
representó su texto para mis limitados conocimientos científicos. Sin embargo,
realizarlo ha significado de gran provecho para meditar sobre preguntas
fundamentales que han asediado a la humanidad desde el principio y que son
motivo también del asombro filosófico.
Lima, Salamanca 28 de Agosto 2014
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