DERROTERO DE LA FILOSOFÍA OCCIDENTAL
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
La filosofía occidental no es
comienzo de la filosofía misma, y para comprender este asunto solamente hay que
echar mano a la reconceptualización misma del filosofar como pensar fundante
tanto simbólico como conceptual, pero este no es el punto que nos congrega
aquí, sino indagar el derrotero histórico de una de las formas del filosofar,
quizá la más influyente, de la tradición del pensamiento universal. En este
sentido nos preguntamos: ¿Cuál es el derrotero de la filosofía occidental? ¿Hacia
dónde apunta su camino y destino? La respuesta que ha sido señalada por
diversos pensadores al respecto es el nihilismo.
Pero lo que aquí aporta esta contestación es para nuestro propósito
inquietante, porque aquí lejos de enumerar doctrinas y autores vamos solamente
a detenernos en las tesis esenciales que llevaron la pensar occidental hacia el
nihilismo.
Filosofía de la Antigüedad. Lo más esencial de la filosofía antigua se plasma en la metafísica de las esencias, la cual no
nace de la teología o de una preocupación por dar cuenta de la existencia de
Dios, sino que nace del problema del devenir. En la metafísica de las esencias
se concibe a las mismas para comprender el devenir y salvar al mundo de las
apariencias Heráclito, Platón, Aristóteles). Solamente desde Filón de
Alejandría, el neoplatonismo y San Agustín, la metafísica de las esencias se
vuelve teología al desarrollarse como metafísica
de las formas eternas.
Como vemos la filosofía en
Occidente nace en la Antigüedad como metafísica, búsqueda del arjé o primeros principios, que plasma
la metafísica de las esencias (ideas como realidades). Así, se abre camino el
conceptualismo de Sócrates y las sistematizaciones de la teoría de las ideas de
Platón y el realismo de Aristóteles.
La impugnación a la metafísica de
las esencias (las Ideas son conceptos) estuvo presente desde el relativismo ontológico
de Heráclito, el escepticismo sofístico, y la epojé de los escépticos del helenismo Sin embargo, la metafísica de
las esencias con sus verdades de razón constituye el aporte el aporte
fundamental de la filosofía antigua occidental. No está demás apuntar que el
monoteísmo de Platón y Aristóteles rozó el teísmo. En suma, el gran aporte del
filósofo griego –que siempre arranca del ser- es la tesis de que el ser es el ser verdadero. Este
concepto selectivo formulado a través de sus tres categorías básicas (teoría,
logos y ser) no incluye todo lo que existe en general.
De ahí que la filosofía griega se
debate en torno al problema metafísico de la Unidad (dividida en Heráclito,
compacta en Parménides, sintetizada en Platón y Aristóteles, sobrevalorada en
Plotino). El resultado es la desvalorización del devenir, lo múltiple y el
mundo. Plotino, centrado en una contemplación deificadora del alma, representa
el pináculo de la desintegración de la síntesis platónico-aristotélica entre lo
Uno y lo Múltiple. Para Plotino lo único que tiene sentido es lo Uno mientras
que lo múltiple y el devenir queda descalificado.
Filosofía de la Edad Media. La filosofía medieval cristianizó la metafísica de las esencias con el
teísmo, creacionismo, la idea del hombre como unidad del alma y el cuerpo,
libertad humana y plan divino. Si el ideal de la filosofía antigua fue la vida teórica, el de la filosofía
medieval fue la vida beata. Pero la
filosofía cristiana va a traer una idea totalmente nueva: la creación. En vez del principio antiguo Nihil ex nihilo o nada viene de la nada
viene el Creatum ex nihilo o la
creación desde la nada. Por eso, se puede decir que si el griego filosofa desde
el ser el europeo occidental lo hace
desde la nada.
La filosofía Patrística conservó
el criterio platónico del ser como ser verdadero,
mientras que la Escolástica, en su mayor parte, dio pie a desfiguraciones de la
metafísica, obscureció la relación de las ideas con los fenómenos y el ser
verdadero terminó siendo visto como una especie de trasmundo. Terminó en un
tipo de realismo que dio lugar a un empirismo que se repetiría en la filosofía
moderna.
La filosofía medieval concluiría,
al desintegrarse la síntesis del tomismo, sustituyendo el criterio selectivo
del ser como ser auténtico y verdadero
por el ser en general (Escoto, Occam),
lo que terminaría poniéndola en continuidad con la filosofía de la modernidad.
No obstante, el final del Medioevo con Cusa es superior al Renacimiento y a la
Ilustración y se tuvo que esperar hasta el idealismo alemán para que diera sus
verdaderos frutos.
Filosofía del Renacimiento. La filosofía del renacimiento, bien dice Julián Marías, no es un
periodo metafísico creador, tiene falta de precisión y rigor, es inferior a la
escolástica y es un momento filosóficamente negativo. No obstante, como
demuestra Heinz Heimsoeth, contribuyó a romper con la tradición medieval mediante
el humanismo, el naturalismo, realismo político, inventos, descubrimientos y,
sobre todo, con grandes temas metafísicos: yo, mundo y Dios.
En realidad, mucho de la Edad
Moderna ya se encuentra en Abelardo, Escoto, Occam y Cusa. Así, en el
Renacimiento vuelve el platonismo, aristotelismo, estoicismo y humanismo,
resurgen los misterios, la cábala, el ocultismo y la teosofía. Pero el
auténtico aporte del Renacimiento fue el concepto
cuantitativo mecanicista de ciencia y naturaleza, creado por los fundadores
de la física moderna. Esta idea diluyó la concepción eidética del ser que era
común a la metafísica de las esencias de la antigüedad y el cristianismo.
En consonancia surge una nueva concepción del
hombre y del Estado y un verdadero escepticismo. Es imposible en este periodo
obviar el surgimiento de la escolástica española, portuguesa y alemana, o primer
neotomismo, la cual dominó en escuelas y universidades e hizo posible a los
filósofos sistemáticos del siglo diecisiete y dieciocho. Su aporte fue la
categoría de la libertad y persona humana. En suma, la filosofía
del renacimiento sustituyó el concepto de ser verdadero por el concepto de ser
en general y tomó descalificadoramente la metafísica de las formas eternas como
concepción teológica, para sustituirla por la metafísica de las formas contingentes o del ser finito.
Filosofía Moderna. La
filosofía se hace verdaderamente moderna con el advenimiento del empirismo. La
vertiente racionalista, si bien disocia el objeto y sujeto y hace de los
subjetivo lo único seguro y autónomo, sin embargo, prolonga las verdades de
razón de la antigua metafísica.
En cambio, la gran ruptura con la
metafísica eidética la encarna el empirismo, hija legítima del nominalismo
medieval, que rompe con la metafísica platónico-aristotélica, niega la
trascendencia, ni verdades eternas ni inmutables, sino que solamente es válido
lo puramente inmanente, fáctico, lo humano, temporal, útil, individual, el
deseo y el poder.
La idea empirista es “concepto”, por eso no es lo mismo que la
idea platónica que es “esencia”. En el realismo de las Ideas éstas son
realidades, pero Hume rompe con la tradición metafísica occidental, la
filosofía ya no será ciencia de las cosas divinas y humanas, ni ciencia de lo trascendente,
sino ciencia de lo humano e inmanente. Es el comienzo de la autocratización del
hombre autónomo. Con Hegel y el idealismo alemán la metafísica cobra vigor pero
se termina borrando la distinción entre Dios y Mundo, y con ello naufraga la
trascendencia misma y no se sale de la metafísica
de lo inmanente, que es glorificado por el sensualismo y el positivismo.
Filosofía Contemporánea.
Comienza con una vuelta a la tradición metafísica y una mayor atención a la
peculiaridad a la vida del espíritu. Estos pensadores son sacerdotes católicos
como Bolzano (afirma el carácter independiente del ser), Rosmini (busca la
intuición de un primer verdadero), Gioberti (sostiene un apriorismo del ser y
un conocimiento inmediato de Dios), Gratry (idea de Dios y persona son
fundamentales cuestiones metafísicas) y Brentano (visión evidente de la esencia
de las cosas). A ello hay que sumar la filosofía de la vida de Dilthey, que va
a tener continuadores en Simmel, Bergson, Blondel y Unamuno.
La filosofía contemporánea
acontece en una época dominada por la técnica, la industria y el capitalismo, lo
cual hizo que la filosofía de la segunda mitad del siglo diecinueve fuera
dominada por corrientes que eran secuela
del empirismo inglés, el escepticismo francés, el fenomenalismo kantiano, el
materialismo marxista, el materialismo evolucionista, el nihilismo
nietzscheano, el fenomenalismo positivista y el pragmatismo norteamericano. No
obstante, subsistieron las corrientes metafísicas con el realismo de Bolzano,
la metafísica inductiva de Fechner, Lotze y E. von Hartmann.
Así, la filosofía contemporánea
comienza con una vuelta al objeto, al ser, a la existencia (vitalismo,
fenomenología, ontologismo, realismo crítico, ideal-realismo y existencialismo,
estructuralismo) y concluye con otra nueva renuncia al ser (filosofía
analítica, posestructuralismo, posmodernismo). Ya Heidegger había considerado
la necesidad de renunciar a la metafísica tradicional y alcanzar una ontología
auténtica. Esta rebeldía a la metafísica tradicional degeneró en el imperio del
logos de Hume y del nominalismo a través del juego de palabras (neopositivismo,
posestructuralismo, posmodernidad). Y concluyó en el horizonte nihilista donde
el último hombre liberado de toda fe, razón y verdad se entrega al hedonismo
narcisista de su propia voluntad egolátrica.
¿Cómo superar el naufragio de trascendencia
en el actual horizonte nihilista de la filosofía occidental? De la metafísica
del eidos de la antigüedad y Medioevo
se vino a arribar a la metafísica del percipi
de la modernidad egolátrica. Y con el avance de la tecnología e informática el
percipi mismo se ve amenazado de ser desplazado por la metafísica de lo virtual. ¿Cómo superar la ruptura
nominalista y empirista que convierte la idea platónica de “esencia” en “concepto”?
Tras dos mil quinientos años de filosofía occidental el eidos, desde la modernidad hasta el comienzo del siglo veintiuno, dejó
de ser realidad y lo real es solamente lo fáctico
inmanente.
Desde la modernidad predomina el
divorcio entre la inmanencia y la trascendencia, el ente y el ser. Esta
tendencia al nihilismo no sólo es fortalecida por tendencias internas del
desenvolvimiento filosófico, porque existen poderosas corrientes externas, como
el capitalismo globalizador consumista y también por la mentalidad técnico-científica,
como principal fuerza de desequilibrio de la relación entre el ser y el ente,
el predominio del ser en general sobre el ser verdadero y el quiebre de la
síntesis metafísica entre lo Uno y lo Múltiple.
Verdaderamente comprender que el
ser es esencia sólo en relación con el ente –contrariamente a lo sostenido por
Heidegger que el pensar esencialista es el olvido del ser-, es decisivo no sólo
para recuperar a la metafísica del olvido del ser, sino para afrontar con una
nueva mentalidad los problemas del cambio climático y la crisis ecológica. La
metafísica tradicional debe ser indudablemente superada en la desvalorización
del devenir y lo múltiple, propio de la filosofía antigua y superado por la
filosofía cristiana, pero a su vez debe ser conservada en la realidad del ser como
ser verdadero. Buscar el ser en sí, más allá de toda esencia, no debe obstruir
la síntesis metafísica con el ser esencial, ni terminar en un puro concepto
trascendente.
Lima, Salamanca 03 de
Octubre 2014
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