COSMOLOGÍA DEL NEUTROVACÍO Y MISTICISMO
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
Al
llegar al final de este libro quizá el lector se pregunte por la relación de la
extraña idea del neutrovacío con las experiencias místicas. Y efectivamente es
posible trazar un paralelo no sólo con la mística primitiva, sino también con
la mística precristiana y la mística cristiana.
El
neutrovacío es, según la teoría cosmológica planteada, aquel estado potencial
de la materia que hace posible el espacio, el tiempo, la materia y la
antimateria. Es decir, nos retrotrae al momento en que el universo aun no es y
está a punto de ser. En lenguaje teológico no es el creador, estaría antes de
la creación y es aquello con lo que se hace lo creado.
En estos
términos se puede establecer una visión parecida en la tradición mística
universal. Así, por ejemplo, en la mística primitiva del chamanismo, como nos
ha demostrado excelentemente Mircea Eliade, basada en poderes paranormales se
trata de revelar lo sagrado y lo transhistórico mediante una muerte extática
que permite descender a los infiernos y ascender a los cielos. Esto es, el
éxtasis del chamán a lo más que llega es al comienzo del cosmos, al universo
invisible, a la visión del paraíso, pero no va más allá del cosmos, no va antes
de la creación, sino que se queda en ella. Su visión es una extática poesía
universal del acercamiento y del alejamiento respecto al Ser Supremo. Su visión
retrocede al in illo tempore de la
humanidad arcaica antes de la caída cuando estaba unida a los dioses, pero no
trasciende la creación. El chamán en sus técnicas de meditación metafísica
viaja por el cosmos pero no sale de él. En cambio el yogui saldrá del cosmos.
En el
hinduismo con el Brahman y el atman, y en el budismo con el “Buda
eterno” se da una genuina comunión del hombre con lo impersonal de la divinidad.
Se trata en ambos casos de una unión por absorción donde el hombre alcanza la
inmortalidad o el fin del sufrimiento cuando se hace uno con el yo universal o
cuando por el óctuple sendero accede en perfecta serenidad al nirvana. Según
una escuela budista la realidad última es el Vacío, el Sunya, sobre el que no se puede afirmar nada y sólo es posible
alcanzar por experiencia mística. Según otra escuela, la realidad última es la
Talidad, que no es ni existencia ni no existencia, ni cualquiera de los opuestos,
y es, más bien, la realidad suprema. El Buda eterno no es la persona histórica
de Buda, sino la naturaleza búdica, el dharmakaya,
es decir el Absoluto que está más allá de todo pensamiento y percepción.
Mientras que en el hinduismo la realidad verdadera es el Brahman, que forma una unidad entre el yo personal y el Absoluto, y
donde el mundo exterior es un velo engañador que oculta la realidad verdadera.
En este
contexto asombra el parecido de la idea cosmológica del neutrovacío con el
Nirvana y la Talidad del budismo, más que con el Brahman del hinduismo, porque
si bien está más allá de los opuestos no obstante no niega el sentido real de
la historia ni del mundo material. El neutrovacío no se adscribe al velo de
maya. La idea cosmológica del neutrovacío guarda relación con la inmersión en
lo Uno, más allá de toda dualidad, tanto del hinduismo y del budismo, pero sin
negar la realidad del mundo material ni la individualidad personal.
Ahora si
nos remitimos al neoplatonismo y su misticismo, que guarda una relación con el
hinduismo, y busca liberar al alma de su cárcel material para disfrutar
permanentemente de su visión de la unidad con el Uno, que es trascendente,
completamente incomprensible, está más allá de la esencia y la existencia y que
genera el cosmos por una serie de eones, se puede apreciar la visión de un
primer principio del ser que trasciende todas las categorías del pensamiento
humano, el cual, no obstante, lo llega a captar por éxtasis. En el
neoplatonismo debajo del Uno está el Nous
o la inteligencia, espíritu o mente; el cual engendra la Psykhe o Alma del mundo; esta Alma del mundo es responsable de la
existencia de nuestro cosmos y de las almas individuales humanas. Es decir,
para un neoplatónico, suponiendo que lo hubiera actualmente, como efectivamente
los hay en el gnosticismo, el neutrovacío ya fue entrevisto en el Alma del
mundo.
Otra
cosa son las visiones místicas que presentan las tres grandes religiones
monoteístas, el judaísmo, el islamismo y el cristianismo. Judaísmo e islamismo subrayan
por igual la más absoluta trascendencia de Dios, pero el primero se diferencia
por haber descubierto la presencia interior de Dios en el alma humana. Mientras
que el cristianismo se distingue por tener como base a la encarnación. Cristo
es el Verbo y la unidad del Logos con Jesucristo es indisociable junto a la
unicidad salvífica de Cristo y de su Iglesia. Esta postura dentro de la Iglesia
se conoce como paradigma del cristocentrismo inclusivo para evitar el
relativismo religioso que implica el teocentrismo y para salvar la
espiritualidad y recuperar al mundo de la oscura y nihilista secularización.
Pues
bien, en Proverbios –cuya redacción definitiva es probablemente del siglo IV
antes de Cristo- se presenta a la sabiduría no como algo abstracto, sino casi
como a una persona, como si fuere una especie de eslabón entre Dios
trascendente y sus criaturas. Es el famoso capítulo octavo: “Diome Yahveh el
ser en el principio de sus caminos…Antes que los abismos, fui engendrada
yo…Cuando fundó los cielos allí estaba yo…Estaba yo con Él como arquitecto…”.
Esa función de la sabiduría aparece todavía más clara en el libro que lleva su
nombre –probablemente escrito por un judío de Alejandría del siglo II antes de
Cristo-:”más ágil que todo cuanto se mueve…porque es un hálito del poder divino
y una emanación pura de la gloria de Dios omnipotente…el espejo sin mancha del
actuar de Dios, imagen de su bondad” (7, 24-26). Pero en el Antiguo Testamento
junto a la Sabiduría y a la Palabra divina se menciona al Espíritu. En Ezequiel
aparece dos veces y se le llama “el Espíritu Santo” (50, 3).
Como
sabemos resulta contraria a la fe cristiana establecer cualquier separación
entre el Verbo y Jesucristo, el cual es el Verbo encarnado, una sola persona e
inseparable. Si para Filón, la Palabra, el Logos de Dios, era un ser inferior
al mismo Dios; en san Juan, por el contrario, “La Palabra era Dios. Él estaba
al principio en Dios… Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (1, 1s.
14). Esta revelación del cristianismo fue en su tiempo tan revolucionaria que
fue calificada de “locura” por los griegos y de “escándalo” por los judíos.
Todas las religiones aspiraban a unirse con lo divino, pero nunca se pensó que
el mismo Dios se pudiera unir al hombre. Pero lo que era más “escandaloso” para
los judíos consistía que el misterioso Logos-Dios se hubiera hecho hombre. La
respuesta lo da el propio Juan al explicar que el amor divino es lo
suficientemente poderoso como para salvar la infinita distancia que existe
entre el creador y las criaturas: “Tanto amó Dios al mundo, que le dio su
unigénito Hijo.”
Por lo
cual sería descabellado establecer un paralelo entre el Verbo y el neutrovacío,
ésta última aparece como una “Superfuerza” que da ocasión para existir a las
fuerzas fundamentales de la naturaleza, pero una fuerza inconsciente y ciega de
la naturaleza jamás será superior a una persona y Cristo es una naturaleza
personal, a la vez humana y divina. El Hijo o el Verbo (Logos) en el prólogo de
san Juan, aparece estrechamente relacionado con la creación del mundo, porque
“todas las cosas fueron hechas por él”. Pero no es contrario a la fe cristiana pensar
que aquel que “da el ser antes de los abismos” pueda crear algo como el
neutrovacío para generar el universo. Al contrario, deja mucho lugar para ello.
No hay obstáculo para pensar que creó el neutrovacío para “fundar los cielos”. Porque
si Dios es, es omnipresente y omnipotente y así se lee en Jeremías: “¿Soy yo,
por ventura, Dios sólo de cerca?... ¿No lo soy también de lejos?... ¿No lleno
yo los cielos y la tierra?” (23-23 ss.). Y sólo así se puede comprender la
magnífica visión inaugural de Isaías, el señor sentado en un elevado trono
rodeado por serafines que cantaban “Santo, santo, santo, Señor Dios de los
ejércitos, toda la tierra está llena de su gloria” (6.1), como experiencia
auténtica de la trascendencia e inmanencia de Dios. En cambio en el otro
extremo se halla la mística de la India, que considera al mundo como una
completa ilusión y pretende huir de él hacia un misterioso nirvana. Tampoco el Mahoma preexistente de la mística islámica, ni
el Carro o el Shekhinah de la mística
judía, entra en el mundo del hombre como un ser humano. Mientras el
cristianismo deja intacta la frontera entre lo humano y lo divino, tratándose
de una identificación moral, de una unidad de fe y amor; en cambio, en la
mística de la India se borra la diferencia entre lo humano y lo divino, porque
el hombre es realmente de la misma substancia del Brahman, es un identidad metafísica.
Como
vemos el pensamiento místico, tanto primitivo como superior, ha ofrecido ideas
que van antes de la creación del cosmos, la materia, el mundo, los cielos y la
tierra. Y por eso no es extraño que la ciencia moderna cuando, a través de la
investigación fundamental, se adentra en los misterios de la materia, la
energía y del universo se vuelva a plantear los impenetrables misterios de la
religión. Especialmente en el cristianismo hay un simbolismo muy significativo,
el cual consiste en que cuando Dios, que es espíritu, se hizo hombre, santificó
las cosas materiales. Es lo que alude san Pablo en su carta a los Filipenses
cuando escribe que Cristo “se anonadó” (2, 7). Es decir, el mundo de la materia
lejos de encarnar el mal y ser lo opuesto a lo divino, cuando está santificado
y es empleado sacramentalmente es camino hacia Dios. Ya Jesús le habla a la
mujer samaritana del “agua viva” y se refiere al agua bautismal como “una
fuente que salte hasta la vida eterna”. Si el Verbo hecho carne habló de las
potencialidades espirituales del mundo material, no es muy difícil pensar que
todas las cosas que fueron hechas por el Logos ya tenían algo de espiritual. De
modo similar el neutrovacío, derivado de una matemática vectorial, impone el
desafío de imaginar un estado potencial y no actual de la materia, más allá de
lo existente y no existente, antes del tiempo y del espacio, y que dio lugar a
universos de materia y antimateria. Así,
es comprensible que sobre los problemas últimos del cosmos, la ciencia, la
filosofía y la teología se reencuentran de modo inevitable y, a la vez,
fecundo. Y la teoría cosmológica del neutrovacío tiene la virtud de volverlo
hacer.
A partir
de esto afirmo que la idea del neutrovacío está más inspirada en el monoteísmo
judeocristiano, porque si bien está más allá de este mundo espacial y material,
sin embargo no está más allá del Creador, ni se identifica con él, y más bien
hace posible al mundo material y lo explica. Es casi un puente de orden natural
entre la absoluta trascendencia de Dios y su lado inmanente. Es por eso que
atribuyo raíces cristianas a la idea científica del neutrovacío. No es casual
que se formule dentro de un contexto cultural y religioso dominado por la
tradición cristiana. Lo cual, además, indica las bases religiosas que subyacen
detrás de las formulaciones científicas. Es más, las revoluciones científicas
tienen un trasfondo religioso, que no siempre está en auge y puede presentar
también un rostro decadente.
Por su
parte, para el monismo materialista que excluye la solución trascendente del origen
del universo se le presentan tres soluciones filosóficas: la del azar, la de la
necesidad y lo contingente. Si el mundo es el reino del cambio, lo fugaz y
transitorio, entonces todo se debe al azar. Esta sería la solución heracliteana
del puro devenir. La dificultad es aquí explicar la formación de estructuras
complejas altamente organizadas que parecen obedecer a un fin nada azaroso. Si
el mundo es el reino de lo permanente, idéntico y lo uno, entonces todo se debe
a la necesidad. Esta sería la solución parmenídea del ser inmutable. La
dificultad aquí estriba en el hecho de la existencia de la libertad y lo no
determinado causalmente. Si el mundo es el reino de lo contingente, de lo
posible y de lo que puede suceder, entonces es el reino del compromiso entre el
azar y la necesidad. Esta es la solución democriteana de que el cosmos no está
completamente predeterminado ni es contingencia absoluta. La dificultad aquí
radica en que el compromiso entre el azar y la necesidad difícilmente puede dar
cuenta de la presencia de leyes y tendencias generales permanentes en las
estructuras organizadas. Por lo cual persiste la pregunta sobre por qué tuvo
que nacer el universo. Es decir, cuál es su propósito para existir.
Recientemente el físico y cosmólogo británico Stephen Hawking ha propuesto una
teoría de la creación del universo donde el cosmos se originó a partir de un
agujero negro infinitesimal pequeño y denso, donde no existía tiempo, espacio,
materia y energía. Y razona que no existe un Creador porque no hay un tiempo
antes del Big Bang en el que el creador pudiera crear. Preguntar por dios es
como preguntar por el borde la tierra, sencillamente no lo hay porque es
esférica. Esta explicación de Hawking tampoco rebasa las dificultades
intrínsecas a la solución democriteana, porque inscribiéndose dentro de la
solución temporalista e inmanentista de las filosofías contemporáneas no
distingue entre temporalidad y eternidad.
Además, no se explica de dónde salió el agujero negro infinitesimalmente
pequeño y denso. Si tiene origen es limitado, entonces alguien o algo lo causó
y con qué fin. Si no tiene origen es incausado, y si es incausado es no sólo
infinito sino eterno. Si es eterno remite al ámbito de la eternidad y da pie a
suponer que no es lo único que pueda agotar dicha eternidad. Es más, si dicho
agujero negro actúa como fuerza inconsciente, nada impide afirmar que se derive
de una voluntad suprema. Con o sin origen dicho agujero negro sería un ente
cuyo ser no depende de sí mismo y le viene desde fuera. Es decir, el ateísmo es
insuficiente.
Frente a
estas posturas la teoría cosmológica del neutrovacío no adopta una postura atea
ni un materialismo naturalista cerrado (como es el caso de la tradición
positivista), dejando abierta la posibilidad de un Creador providente y
omnipresente. Ya hemos dicho que Álvarez Vita se atiene a un prudente
agnosticismo moderado. Como Popper él no tiene inconveniente de asumir que la
metafísica no es científica, pero no tanto porque sea irrefutable sino porque
no restringe el criterio de verdad a lo fenoménico y admite lo nouménico. En
este sentido, la metafísica es en realidad otro modo legítimo de conocimiento
de la realidad. Incluso no tendría inconveniente para admitir que junto a las
ciencias formales y las ciencias factuales está la ciencia metafísica. Lo cual
tiene una implicancia de primer orden, porque supone que en la explicación
científica de la naturaleza es posible recurrir a un principio espiritual. Es
más, se puede asentir que así como el mundo material es conocido a través de
los sentidos corporales (incluida la tecnología), el mundo espiritual es
conocido a través de los sentidos del alma. Orígenes fue el primero en enseñar
que, si el cuerpo tiene cinco sentidos, también los tiene el alma. Pero no hay
que confundir los sentidos espirituales del alma (ver ángeles, oír voces,
gustar el pan vivo, palpar al Verbo y oler la fragancia del Verbo) con el
sentido divino del alma (sentir e inteligir que el alma humana tiene semejanza
con Dios). Además, el total desarrollo de ,los sentidos del alma entra en la
perfección de la vida mística. Dicho de otra manera, el conocimiento del cosmos
no se agota en el ejercicio de los sentidos corporales porque también implica
los sentidos espirituales y místicos.
Es
decir, no tiene sentido reducir al final todo a la materia única, violentando
la realidad del espíritu. Esta reducción de lo superior a lo inferior es lo que
ya habían rechazado tanto Teilhard de Chardin como Nicolai Hartmann. Incluso el
propio Marx no concibe a la naturaleza independientemente del hombre o sea del
espíritu. La acentuación unilateral del materialismo y naturalismo es obra de
Engels, que estuvo más influido por las teorías científicas mecanicistas del
siglo diecinueve.
De
manera que si “espíritu” es sinónimo de “finalidad”, entonces admitir que lo
superior no es reducible a lo inferior implica que la realidad inferior de la
materia obedece a la finalidad superior del espíritu. De qué espíritu. A nivel
cósmico no puede ser otro que del “espíritu de Dios”. Con lo cual planteamos
nuevamente la prueba teleológica de la existencia de Dios y con lo cual se
explica la existencia de la trama estructurada del universo millones de
millones años antes de que existiese el hombre. Es decir, en el mundo natural
no hay estructuración de una materialidad pura que no esté atravesada por una
finalidad superior de carácter espiritual. Finalidad, por lo demás, que no sólo
involucra a la materia sino también al alma humana. ¿De dónde podría venir esta
finalidad superior si no es, sino, de un ser omnipresente y omnipotente; es
decir, Dios? Nuestro tiempo descreído, de afloramiento del misticismo gnóstico
y de pérdida de fe incluso en la realidad humana, se inclina a creer en seres
alienígenas superiores capaces de dar sentido al universo. Incluso las iglesias
se preparan alegremente para dar bautismo a los seres de otros mundos. Sin
embargo, lo que se hace es trasladar el problema a un contexto meramente
hipotético sin afrontar una real solución. Pues, de haber dichos seres también
su entidad deben su ser al origen mismo del ser que es Dios.
Lo
verdaderamente sorprendente del neutrovacío es que sus postulados nos lleven
hacia un universo infinito pero limitado, en vez del modelo estándar del
universo finito pero ilimitado. Infinito porque similar al modelo de Fred Hoyle
el universo se concibe como una creación continua de materia y antimateria, y
limitado porque tuvo un comienzo y tendrá un final. Esto es, el modelo del
neutrovacío no coincide con la amplísima variedad de modelos del universo
en una cosa, a saber, el universo no está en equilibrio. En el
sentido que no existe la asimetría de materia y antimateria. Pero revela algo
más importante, si la ciencia nos hace ver lo invisible no viéndolo, con cuánta
más razón la religión y la metafísica nos lleva hacia lo infinitamente
trascendente que sólo se puede expresar con paradojas. Efectivamente, en el
conocimiento humano mismo se opera un acto sacramental, porque el hombre
experimenta en la relación cognoscitiva que hay algo semejante entre él y el
mundo, esto es, su condición de criaturas. Pero sobretodo experimenta que forma
parte de un cuerpo eucarístico que lo asemeja al mismo Creador. Bien decía
Gregorio de Nisa en sus sermones sobre el Cantar de los Cantares: “Ni el cielo
fue creado a imagen de Dios, ni la luna, ni el sol, ni la belleza de las
estrellas, ni cualquiera otra de las cosas que aparecen en la creación.
Solamente tú has sido hecha la imagen de la naturaleza que está sobre toda
inteligencia, la semejanza de la belleza imperecedera.” Por esta razón el
hombre es capaz de encontrarse con Dios a través de la virtud y la fe.
De
manera que el neutrovacío al mismo tiempo que nos adentra en los enigmas del
universo, también nos conduce por el camino que indaga por la divina grandeza y
misterio de Dios. Es paradójico cómo a través de la virtud y la fe se puede ir
más allá del misterio del cosmos. Como si el orden de la naturaleza sólo fuera
la premisa de un orden superior de índole ético-religioso. “Ver lo invisible no
viéndolo” en la razón y en la fe, son indispensables al hombre para llevar una
vida más humana, llena de sentido y fin preternatural. Y ésta es la gran
paradoja del conocimiento humano, que el deseo de conocer y amar se satisface
por el mismo hecho de quedar insatisfecho. No sólo el mundo material, sino
también el mundo espiritual embriagan con su presencia, es un éxtasis que
coloca al alma más allá de los sentidos corporales y todo se convierte en un
espejo que refleja la belleza divina. Y esto se puede constatar no sólo con la
fe sino también a través de la razón. Con mucha justicia Platón y Aristóteles
son considerados como los fundadores de la teología natural, por haber
demostrado que por la razón natural se puede llegar al dios-idea de la
metafísica, distinto al Dios-vivo de la fe. De modo que el ateo que hace uso de
su razón no llega a Dios por defecto de su propia razón, sino porque ésta se
encuentra trabada por el pecado de la soberbia, orgullo y vanagloria. Los
filósofos griegos demostraron que la razón natural llega a Dios sin
inconveniente alguno y los filósofos cristianos demostraron que es el pecado lo
que impide al hombre unirse con Dios. Pues el hombre viene al mundo –como todas
las cosas- con el perfume de Dios, pero es la única criatura que por estar
herido por la saeta del amor divino desea volver a Él. Pero la mente humana
cuando se dispone ante Dios parpadea frente a la luz divina. Dicha visión
beatífica tiene sus grados, va desde la inocente y amorosa mirada del crío de
pecho a su madre, pasa por el ojo sensible que recorre el mundo de las cosas,
hasta llegar al punto más elevado del espíritu como es el ojo del alma, donde
ya no es el hombre el que ilumina sino que es iluminado por una resplandeciente
luz incircunscrita que arrebata el alma en el rocío de una inmensa fuente de
verdad. De modo que el hombre va
ascendiendo desde la captación de lo invisible en lo visible de la naturaleza
hasta la captación de lo visible en la invisible divinidad. Conocer es
presentir la cosa oculta, se trata de un tacto espiritual que eleva lo
intelectual a verdaderas profundidades siempre veladas y que sólo se dejan
atisbar.
Por otro
lado, por relacionarse con la problemática del neutrovacío y porque enriquece
la comprensión de la teoría cosmológica voy a reproducir la participación que
tuvo Giorgio Piacenza en el Foro “La Serpiente de Oro”, en el mes de agosto del
2014, sobre el tema: “Restableciendo la existencia de Dios”, y a continuación
mi intervención.
FORO “RESTABLECIENDO
EXISTENCIA DE DIOS”
“HACIA LA RE-INCLUSIÓN DE LA EXISTENCIA
DE DIOS EN EL DISCURSO CIENTÍFICO Y RACIONAL”
Por
Giorgio Piacenza
Sociólogo y filósofo
“La existencia de Dios o de una forma de ser metafísicamente anterior a
la física (incluyendo a la física cuántica) es una propuesta razonable y necesaria
e inclusive válida para una cosmología científica seria, aun con teorías tales
como la de la inflación 'eterna', teorías cíclicas, teorías de múltiples
universos, universos que chocan generando otros universos y otras teorías
relacionadas al Principio de Incertidumbre y a fluctuaciones cuánticas. Esto en
parte se debe a que la demostración que no puede existir un pasado físico que
se extienda hacia el infinito es hoy en día muy coherente en cosmología. Sin
embargo, esta idea no se reproduce suficientemente en el medio
social-científico y en la educación popular quizás debido a serios prejuicios y
a una resistencia sicológica, política y cultural a cambios paradigmáticos,
algo que en realidad es "a-científico".
Véase el
modelo de Vilenkin, Borde y Guth (sí
Alan Guth, uno de los padres de la teoría de inflación cosmológica). Debería
existir un "borde" o situación "límite" en el
espacio-tiempo, sea que solo exista un universo o múltiples universos.
Sin
embargo pienso que esta situación "límite" no es necesariamente una
singularidad en el sentido de algo físicamente infinita o infinitamente densa.
La singularidad podría ser un tipo de comienzo en la indefinición del
espacio-tiempo. Además (según Aristóteles y el propio matemático David Hilbert –y por favor leer sobre
el "Hotel de Hilbert" sobre este asunto) no podrían existir infinitos
físicos actuales sino solo potenciales, conceptuales, matemáticos. Lo
trascendente a espacio-tiempo materia-energía debería existir como una
situación metafísica anterior (no en el tiempo sino ...metafísica y
necesariamente).
Si
físicamente hablando ni el universo (o quizás un multiverso) pueden existir
extendiéndose hacia un pasado de infinita y constante generación tendríamos en
última instancia manifestaciones dependientes de un ente menos contingente que
lo físico. Lo rescatable a partir de algunos significativos estudios
cosmológicos - que se detallarán un poco más a continuación - es que el
universo y/o multiverso requeriría un comienzo y no serían parte de interminables
comienzos en la eternidad aunque se postulen como determinados por las
fluctuaciones de un vacío cuántico sin comienzo ni fin. La pregunta también
podría llevarnos a intentar determinar si el ente pre-físico del cual
dependería nuestro universo sería de naturaleza matemática y/o en un sentido
más profundo que el matemático en ultima instancia metafísicamente anterior a
lo matemático y completamente indeterminado.
Podría
existir un nivel metafísico superior necesario para la existencia del ámbito
espacio-temporal físico (como el universo de información propuesto por Vlatko Vedral, profesor de teoría de
Información Cuántica de la Universidad de Oxford o el tipo de multiverso
matemático propuesto por Max Tegmark,
cosmólogo del Massachusetts Institute of Technology) pero – a mi entender -
tampoco estos en última instancia podrían coherentemente existir por sí mismos,
solo el Ser Absoluto y que necesariamente debe existir por sí mismo sería el
fundamento de la secuencia. Deberíamos intentar llevar la lógica y la
indagación a sus límites para desarrollar aún más los límites del pensamiento
racional moderno y posmoderno científico aun cuando esta ampliación requiera un
nuevo reconocimiento de la metafísica. Esto no sería un retorno a creencias
imaginarias sin verdadero sustento, sino un movimiento intelectual de
integración post dicotómico claramente necesario para una integración superior
entre física y metafísica. Esto sería necesario para superar la superficialidad
y el relativismo que nos aquejan en la posmodernidad cuando deberíamos hallar
principios inteligibles y de convivencia más inclusivos de consecuencias éticas
integrativas.
Según Alexander Vilenkin, profesor de física
y director del Instituto de Cosmología de Tufts University y autor de Many Worlds in One: The Search for Other
Universes, las teorías de inflación eterna son geodésicamente incompletas.
Además, los universos cíclicos no serían posibles hacia un pasado infinito
porque en pocos ciclos acumularían más entropía de la que observamos. Estos
universos pronto llevarían a la muerte térmica. Y finalmente los universos
oscilantes y asintóticamente estáticos sufrirían de inestabilidades cuánticas.
El
artículo científico de Vilenkin, Guth y Borde titulado “Inflationary Spacetimes are not Past-Complete” nos informa sobre
algunos conceptos iniciales sobre porqué los modelos inflacionarios requieren
un tipo de física distinta a la inflacionaria para explicar un límite en el
pasado para explicar la inflación de una región del espacio-tiempo. El link puede
hallarse en http://arxiv.org/abs/gr-qc/0110012 y en Phys.Rev.Lett. 90
(2003) 151301
También
podemos hallar una presentación video grabada de Vilenkin en https://www.youtube.com/watch?v=NXCQelhKJ7A
El universo y/o los
universos tendrían un origen finito; tendrían un comienzo y quizás un comienzo
absoluto en el sentido que no se podría decir que existían físicamente ni
siquiera en relación a un vacío cuántico pluripotencial que también en última
instancia sería una entidad contingente.
Interpretaciones
importantes de la mecánica cuántica han reconectado al observador con lo
observado y según la Holografía Cuántica la información y el contenido
subjetivo serían factores fundamentales para la realidad concreta de objetos
físicos espacio-temporales por lo que la separación excesiva entre lo físico y
lo mental propia del racionalismo
materialista moderno estaría siendo superada. ¿Por qué el siguiente paso no
podría ser la reincorporación de lo espiritual en un nuevo reconocimiento
integrativo suprarracional, racional y vivencial del trinomio “Espíritu, Mente,
Cuerpo”? Este “reconocimiento” podría incorporar y trascender las enseñanzas,
realizaciones, críticas y métodos más importantes y válidos del desarrollo del
pensamiento desde la pre-modernidad hasta la posmodernidad.
Me pregunto si el
"límite" del espacio-tiempo en el universo a nivel macro (quizás un
indefinido origen absoluto del universo físico conocido) será en cierto sentido
parecido al factor que separaría universos de materia y anti materia en el
modelo de Enrique Álvarez Vita aplicado a subniveles del “neutro vacío”
cuántico y a las partículas y anti partículas de la Teoría
Standard. Habría que leer cuidadosamente “Universos de Materia y
Antimateria” en http://www.monografias.com/trabajos99/universos-materia-y-antimateria/universos-materia-y-antimateria.shtml como parte de un estudio más amplio para hallar
nuevas consecuencias filosóficas.
Respecto al “neutro vacío” que propone Álvarez Vita
y del cual surgirían universos de materia y antimateria sugiero que este se
hallaría en un nivel de mayor simetría el cual, a su vez, dependería de un
“universo” de información y/o relaciones matemáticas también situado en una
simetría superior pero de carácter distinto al físico. Este universo de información
y objetos matemáticos tampoco podría ser auto consistente, solamente menos
dependiente de objetos externos que el universo o multiverso físico. El
universo de información y objetos matemáticos dependería de una Realidad
Ontológica No Dual (una forma educada de hablar de Dios), la cual – libre de
limitaciones – podría simultáneamente crear, emanar y sostener los anteriores
niveles contingentes mencionados.
Quizás la distancia entre lo relativamente real y lo
relativamente inexistente no se halle en un vació potencial que depende de
leyes físicas físico. Quizás - matemáticamente hablando - la sumatoria infinita
de subniveles que se consideran reales en sí mismos pero “virtuales” entre sí
(¿por lo tanto quizás en cierto sentido en una relación potencial o
semi-potencial entre sí?) sumada a la idea de un número
indefinido/indeterminado/indeterminable de universos físicos actuales derivan
de un “universo matemático”. Quizás el “neutro vacío” sería una relación
intermedia entre lo físicamente determinado y lo posible determinado que se
determina en un universo de relaciones matemáticas. ¿Pero qué fundamentaría a
este “universo matemático”?
¿Acaso el conjunto vacío con el que se puede empezar
a representar números en matemáticas representa un nivel de conexión entre las
matemáticas y lo inteligible y un Ser trascendente a toda dualidad que ya no
puede ser definido en base a algo exterior a sí mismo observando las relación
entre objetos, sean estos físicos o
matemáticos?
El modelo de Álvarez Vita así como el modelo
de Vilenkin, Borde y Guth abren nuevos horizontes respecto a
reconsiderar ideas metafísicas fundamentales que podrían incidir en la
explicación científica. ¿Cuál sería el sentido físico de una serie
matemáticamente infinita de universos físicos pero simultáneamente virtuales?
¿Cómo podemos entender la necesidad de considerar un verdadero comienzo del
universo físico o de un posible todo el conjunto de un número indefinido de
universos? En el primer modelo (aplicado a partículas de la Teoría Standard)
trataríamos con una sumatoria matemática infinita de posibles universos dentro
de ese estado en equilibrio vectorial alterado por la incertidumbre llamado
“vacío cuántico”. En el segundo modelo - inclusive considerando al “vacío
cuántico” - se evitaría una secuencia infinita de universos actuales y se
debería considerar algún tipo de comienzo absoluto lo cual nos permite pensar
que el comienzo se hallaría más allá del espacio-tiempo en un mundo matemático
y/o de relaciones de información que a la vez podría originarse, emanar y/o
haber sido creado por un Ser no sujeto a ningún tipo de objetos ni
contingencias.
Pero son
nuestras alergias materialistas modernas y relativistas posmodernas contra el
mal uso del concepto de Dios (un concepto casi siempre muy pobremente
entendido) las que causan un rechazo emocional-cognitivo cerrado y nos inhiben
de re-considerar más seriamente la conjunción de filosofía y ciencia que hoy en
día se necesitaría para eventualmente lograr una cultura planetaria sustentada
en una mejor comprensión de principios integrales y universales. No es
solo un asunto de “creencia vs. ciencia” (una dicotomía simplista cada vez más
superada) y que la posición educada solo sería la segunda. Gradualmente la
ciencia está superando el “desencantamiento del mundo” que generó con el
materialismo más craso. Con la razón (no limitada por el fuertes prejuicios ni
por el pensar objetivizante, lineal, analítico, discursivo) se podría conjugar
Dios y ciencia en una apertura que signifique una mayor reconciliación e
integración.”
Hasta
aquí llega gran parte de la comunicación de Giorgio Piacenza en el Foro “La
Serpiente de Oro”, salvo naturales añadidos para el presente libro. A
continuación reproduzco mis cinco breves intervenciones sobre el tema:
(1)
1. Con mucha
sensatez Giorgio Piacenza plantea que "la existencia de Dios o de una
forma de ser metafísicamente anterior a la física (incluyendo a la física
cuántica) es una propuesta razonable y necesaria, pero inclusive válida para
una cosmología científica seria".
2. Y da un
argumento sólido y muy incómodo para cientificistas, materialistas y ateos de
toda laya, el cual es "que no puede existir un pasado físico que se
extienda hacia el infinito es hoy en día la más coherente en
cosmología".
3. Más aun
señala con acierto que "esta idea no se reproduce suficientemente en el
medio social-científico debido a prejuicios pre-científicos y a una resistencia
sicológica, política y cultural a cambios paradigmáticos, algo que en realidad
es "a-científico".
4. A todo lo
cual sólo cabe añadir que actualmente el estado de las investigaciones
cosmológicas permiten pasar de la física a la teología casi sin dificultad.
Sólo paradigmas cientificistas, naturalistas, positivistas y materialistas no
lo ven así.
5. Añadir la
dimensión religiosa y teológica, además de la filosófica, al debate sobre el
origen del universo, en vez de limitar a la cosmología la vuelve más profunda y
completa.
(2)
Dios hizo al hombre a su divina imagen y
semejanza; pero el hombre por su adversión a Dios (aversio a Deo) y su conversión en criatura (conversio ad creaturas) perdió ese segundo término y falseó a la
vez el primero, se volvió enfermo y, a pesar del libertad albedrío que
conservó, nunca hubiera podido salvarse por sí mismo. Este es un punto
estrictamente teológico, el otro aspecto cosmológico, tocado por Giorgio,
plantea que no puede existir un universo que se extienda hacia el infinito y,
por consiguiente, éste se deriva legítimamente de una existencia metafísica
anterior a la física, la cual sería Dios. No querer asumir este aspecto procede
de la aversio a Deo, tan común en
nuestro tiempo sin Dios. El humanismo sin Dios del racionalismo naturalista y
del relativismo nihilista posmoderno simplemente prefiere ver el problema
planteado por Giorgio con un solo ojo (la mirada inmanentista) y con esto
mutila una legítima dimensión de la existencia humana.
(3)
Hay quienes afirman que el universo no tiene
límite, ni comienzo ni final, entonces es eterno. Pero si la materia es eterna
es también inalterable, pues si tuviera que sufrir alguna alteración, ésta
marcharía sola por toda la eternidad, lo que, por hipótesis, es imposible, ya
que por estar la materia exenta de cualidad, cantidad y de forma, no puede
sufrir alteración en propiedades que no posee. No obstante, como sabemos el
universo deviene, por tanto es temporal, tiene comienzo y final, por
consiguiente no es eterno. Lo cual no quiere decir que todo lo que comienza en
el tiempo está sujeto a perpetuo cambio y devenir. Así el triángulo se mantiene
eternamente como triángulo. En suma, el universo no es eterno, ni todo lo
temporal está en perpetuo devenir.
(4)
Yendo más allá
de todo reproche acerbo por la desestimación modernista del tema divino,
vomitar injurias ateas contra Dios y repudiar categóricamente el cristianismo o
la religión en general, es interesante advertir en la reflexión de Giorgio dos
cosas:
1° La profunda
fatiga de la civilización occidental por tratar de hacer vivir a todas las
almas de puras realizaciones exteriores de la cultura moderna, y
2° La necesidad
racional de admitir que Dios es la causa de todo mediante su providencia.
Sobre lo
primero sólo cabe añadir que dicha fatiga se da en un contexto como el
milenario Perú, cuyo espíritu civilizacional es ancestral y profundamente
religioso. Y sobre lo segundo hay que destacar la profunda intuición de que la
providencia no es obstáculo para la elevación moral, espiritual y divina del
hombre. En una palabra, la reflexión de Giorgio es testimonio de la sed
permanente del hombre por lo divino y de la fatiga por el gris materialismo de
la civilización moderna.
(5)
Identificar la
"lógica" con la "verdad" ha sido una de las principales
taras del pensamiento moderno y piedra de toque de la destrucción de la
integridad del ser humano. Por esa vía se entronizó la ciencia como paradigma
de la verdad. Menos mal que mucha agua ha corrido debajo del puente
epistemológico y hermenéutico del pensamiento moderno, para arribar a la
conclusión de que la ciencia no tiene que ver con la verdad sino con el marco
pragmático que explica lo fenoménico de la realidad y que la lógica tampoco
tiene que ver con la verdad sino con la coherencia o el pensamiento correcto.
La verdad es eminentemente metafísica porque la realidad no se restringe a lo fenoménico
y se extiende a lo nouménico.
Decretar que la
lógica y la ciencia tienen que ver con la verdad es una forma
representacionista de la modernidad que antepone el pensar al ser. Este
paradigma de base idealista-cartesiano es el pilar del actual hombre prometeico
que ha terminado por destruir a la Naturaleza y la realidad humana.
De modo que hay
que retornar a una sana filosofía realista, anteponer el ser al pensar y acabar
con las ínfulas narcisistas del hombre egolátrico de la modernidad que niega a Dios
y la realidad trascendente. Ese es el verdadero y quizá único sendero para
restablecer la creencia en la existencia de Dios, puesto que Dios nunca dejó de
existir, fue el hombre sin Dios de la modernidad nihilista el que dejó de
creer.
Lima, Salamanca 29 de Agosto 2014