LA TEOLOGÍA UFOLÓFICA NO ES CUESTIÓN DE FE
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
Un dogma de fe en la
Iglesia Católica no es cualquier opinión sostenida por algún clérigo, ni
siquiera por el Papa. En el seno de la iglesia se permiten muchas opiniones
sobre diversas cuestiones cruciales, pero no todas ellas son parte del Dogma de
Fe. La fuente del dogma es triple: la Revelación, la Tradición Apostólica y el
Magisterio de la Iglesia (Concilios ecuménicos).
La Revelación está cerrada
pero la historia de la Salvación está abierta. La Revelación no es el dogma,
pues donde termina la Revelación empieza el dogma. La Reforma negó muchos
dogmas y ahora la ufolatría emprende la modificación de la Revelación. El mundo
moderno descristianizado crece contra el dogma.
Es verdad que los dogmas no
son inmutables, lo inmutable es la Revelación. Los dogmas tampoco buscan contraponerse
a las verdades naturales, filosóficas o científicas, sino interpretar la
Revelación. En suma, el dogma es la interpretación de la Revelación bajo las
tres fuentes arriba indicadas. Dios preparó a la humanidad desde la religión
natural, pero la religión natural no basta para comprender las verdades
reveladas.
En síntesis, las opiniones
de los teólogos ufológicos: Corrado Balducci, Funes, Consolmagno, O´Meara y
otros, no constituyen la posición de la iglesia sino solamente opiniones
privadas sobre el asunto ovni. Nada autoriza tomarlas como si fueran verdades
de fe.
Los
argumentos esgrimidos por el sacerdote dominico Thomas F. O´Meara y sus
acólitos, refleja ser parte de la gran mayoría de literatura sobre el tema que no puede ser
considerada rigurosa en sentido teológico, filosófico, ni científico. Y es una
prueba más que la ufología se ha convertido en ufolatría, por tratarse más de una fervor
y una apología del origen extraterrestre, que de un esfuerzo sincero por acrecentar
el saber de buena tinta de los mismos.
En otros
términos, la posibilidad de inteligencia extraterrestre es de tal alcance
teológico que implica una reconceptualización de las cinco partes escatológicas de la historia del mundo, a saber, la
Creación, la Caída, la Redención, el Juicio y la Salvación. No se trata de
cerrarse dogmáticamente a su posibilidad teológica, pues en el catolicismo –a
diferencia de las sectas- no cabe ninguna postura fundamentalista ni
irracionalista, y el propio Papa Francisco admitió la posibilidad de expedir el
bautizo si dichos seres se lo pidieran. Pero lo que de ninguna forma se puede
admitir seriamente es la existencia de seres inteligentes galácticos sin
pruebas fehacientes y entregarse a la simple especulación. Ni la ciencia más
serena lo hace, ni tendrían que hacerlo la teología más lúcida. El puesto del
hombre en el cosmos es central en las teologías monoteístas y su
cuestionamiento sin pruebas introduce confusión y desorientación en vez de
avance cognoscitivo.
Que la posición
de la Iglesia haya cambiado y sea más dialogante con la ciencia, no significa
que deba aceptar como cierta toda clase de utopías pseudocientíficas ni
científicas. El fin del geocentrismo no hizo perder el papel crucial del hombre
en el universo dentro de la fe, y el fin del antropocentrismo vía la existencia
de inteligencia extraterrestre puede incluso hacer crecer dicho papel por el
camino del cosmocentrismo. Un razonamiento milenarista y apocalíptico me fue
recientemente expuesto en el sentido que si una nave alien aterrizara en la
tierra debía ser tomado como prueba fehaciente de su existencia o por seres
demoníacos camuflados de ET como preanuncio de la llegada del Anticristo. Personalmente
sostengo que si se presentaran dichas criaturas su identidad no demoníaca
debería ser confirmada, o sea la posibilidad de aceptar su evidencia no está
cerrada; de lo contrario no tardaría en manifestarse su naturaleza malévola y
confirmarse el protagonismo del Maligno en el asunto extraterrestre y en el
inminente advenimiento del Armagedón.
El
verdadero iniciador de la teología ufológica fue el monseñor Corrado Balducci
(1923-2008). El jesuita Balducci se graduó en 1954 en la Academia Pontificia Eclesiástica.
Teólogo, demonólogo, exorcista y ufólogo, sostenía Balducci que el contacto extraterrestre es real, que dichos encuentros no son
demoníacos, ni se deben a trastornos psicológicos, ni son producto de
posesiones de entidades, y que deberían ser estudiados cuidadosamente. Balducci,
autor del libro “Ángeles ayer,
extraterrestres hoy” insistió en que la reencarnación era aceptada hasta el
Concilio de Constantinopla del 543 n.e., también dijo que el Vaticano estaba
haciendo un seguimiento directo de incidentes referentes a encuentros
extraterrestres reportados a las nunciaturas o embajadas en diferentes países.
Balducci hizo afirmaciones como éstas: "Dado que el poder de Dios es
ilimitado, no solo es probable sino posible que existan planetas
habitados"[1].
"Es probable que existan otros seres, lo que no sería extraño, entre la
naturaleza humana y la angelical (preternatural), de las cuales tenemos certeza
teológica, aunque hay una discrepancia muy grande al respecto. Y aparte del
hombre, cuyo espíritu está subordinado a la materia, y los ángeles que sólo son
espíritu, es probable que existan seres que tengan espíritu además de cuerpo y
materia, de modo similar a nosotros. Es posible que exista aquello que
denominamos OVNIs, así como pueden existir las personas que aparecen junto a
estas naves, las cuales no sólo tendrían ciencia sino además una habilidad
natural superior a la nuestra"[2].
Los excesos y graves errores del padre Balducci se centran
en el supuesto falso de que entre el hombre y los ángeles existen otros seres
debido al poder ilimitado de Dios. Incluso
su tesis llega a ser más radical, porque identifica a los ángeles con los
extraterrestres. No obstante su argumento es erróneo.
Primero, Dios no puede hacer todo. Como es Santo no puede
pecar, mentir, ni engañar. Achacar a su omnipotencia la existencia de aliens es
distorsionar su Voluntad desdeñando su Inteligencia y su Amor. Balducci sucumbe
al engaño del demonio y olvida que Dios no hace todo lo que puede su voluntad, sino lo que quiere su amor. Además, el peligro moral
de su mensaje es inculcar la idea de que los demonios son extraterrestres
benévolos, vigilantes y guardianes de la humanidad desde una falsa e
inexistente Federación Galáctica. Así que es totalmente falso que la libertad
de Dios no tenga límites.
Hay más aun. Esta atención exagerada y unilateral al poder
ilimitado de Dios no es de origen cristiano sino pagano y se remonta al
plotinismo. Plotino recoge lo Uno de los neopitagóricos, la teología negativa
de Filón de Alejandría, se aparta de la teología natural de Aristóteles y del
dualismo de los gnósticos del siglo II, y acentúa la absoluta trascendencia de
Dios, como la Academia media. Contra Aristóteles el neoplatonismo sostiene que
la explicación del ser no procede de abajo hacia arriba sino de arriba hacia
abajo, por emanación y participación del primer Uno. La emanación se basa en la
idea platónica que lo perfecto funda lo imperfecto. La realidad plena es lo
Uno, hasta llegar a las sombras. El Uno es el ente perfectísimo de cuya gracia
todo ser vive. Dios es Inteligencia, Libertad y Voluntad. Y así con Plotino
surge en la filosofía occidental la metafísica de la Voluntad. Lo Uno no hace
nada sin querer, sin amor. Este primado de la voluntad es recogido por Duns
Escoto (1266-1308), en Dios están unidas Voluntad y Sabiduría y la voluntad
siempre puede afirmar su libertad. En la baja escolástica también lo recoge el
nominalismo de Guillermo de Occam. En Dios no hay universales y por eso su
voluntad es libre, pero la omnipotencia de su voluntad se atiene al principio
de contradicción y al orden que ha elegido para el mundo. No hay universales en
Dios, Él sólo crea lo individual. Dios solamente conoce la verdad, el hombre
está sólo en posesión de signos. Su nominalismo no es completo porque aun busca
la verdad objetiva, afirma la trascendencia de la substancia y la cualidad pero
espacio y tiempo son subjetivizados. La doctrina sobre el poder de Dios es doctrina
de fe y no un principio de razón. Se descarta el racionalismo de razón y fe y
se queda sólo con la fe y la gracia divina. Se abre entonces una intensa
polémica porque esto lleva a que en Dios sabiduría y voluntad ya no estén
unidas.
También el pensamiento protestante se basa en la idea de la
omnipotencia divina y a partir de la cual elabora la doctrina del servo arbitrio. Al pensamiento
protestante le es fácil eliminar todo teleologismo porque exagera la
trascendencia de Dios dejando al hombre prácticamente sólo con su pecado. La
religiosidad protestante lleva a sostener la antinomia entre la libertad divina
y la humana. Exagerando la libertad divina no que comprende la libertad humana
es relativa y no absoluta. Por tanto, no hay tal exclusión con la libertad
divina. Pero el, pensamiento protestante exagera la providencia y omnipotencia
de Dios. Esta antinomia de la libertad humana llega a repercutir sobre el
filósofo N. Hartmann.
En suma, la exageración del poder ilimitado de Dios tiene un
largo precedente en la historia del pensamiento y es el argumento favorito de
la teología ufológica, la cual olvida que en el constitutivum metaphysicum de Dios no se trata de saber lo que es realiter, sino solamente lo que es según
nuestro intelecto. Pues, ya santo Tomás de Aquino sienta un principio
fundamental de toda reflexión teológica: “de Dios no podemos saber nada lo que
es, sino sólo lo que no es” (S.T. I, 9. 3 introd.). Pero el misterio cristiano
no hace referencia a algo escondido, sino a algo que se que se revela y cuya
manifestación más excelsa es la Encarnación y la Redención. El Dios del
cristianismo, a diferencia al dios heleno sin amor, viene al hombre con el
espíritu de la verdad, que es voluntad infinita subordinada a su inteligencia
infinita. Por ello, me pliego a la postura que sostiene que lo constitutivo de
Dios no es la voluntad absoluta,
porque se llegarían a consecuencias absurdas (“2+2=5”), sino el saber absoluto, al cual se subordina su
poder y amor. Esta unidad la olvida el jesuita Corrado Balducci y al
sobrestimar el poder divino infinito como agón
(impulso) cósmico, coloca incluso a Dios por debajo de éste. Con ello se
retrotrae al logos emanatista de los griegos que está por encima de Dios. Si en
la esencia del amor antiguo no hay acto de amor sino solamente acto de
atracción, en el poder ilimitado de Balducci Dios corre detrás arrastrado por el impulso del su poder
infinito. Lo cual es absurdo.
Dios creó la esfera del micromundo, la esfera del macromundo
y la esfera espiritual para que el hombre se maraville con su creación, y no lo
hizo para engañar, confundir, ni mentir a la humanidad, haciendo, por ejemplo,
que p sea no p, ó 5+5 sean 12. La creación de Dios no es un alarde de su
infinito poder u omnipotencia, porque lo infinito de Dios es Dios mismo y no su
voluntad aislada de él. Y lamentablemente la ufología teológica desde Corrado
Balducci, Funes, Consolmagno y O´Meara parten del mismo principio errado de
sobreponer la voluntad divina a su omnisciencia y amor. Cuando, por el
contrario, en Dios prima el divino Intelecto para hacer que el universo no sea
un caótico amasijo de tendencias contrapuestas, sino ordenado según leyes
físicas, morales y divinas. El orden del cosmos no es gratuito ni resultado de
una ilimitada voluntad, sino resultado de una serena inteligencia que hace las cosas con amor. Y por ello auxilió
la razón natural del hombre con la Revelación, y por su intermedio el hombre
tiene la certeza que por encima de él están los ángeles y no los ficticios
extraterrestres. El único interesado en revertir inútilmente la Revelación y
confundir al hombre es el Engañador y no Dios.
Así, la gran desgracia del mundo moderno es el odio a Dios y
el mundo moderno se complace en haber más fácil la vida material pero más
difícil la vida espiritual. En esta honda pérdida del sentido de la vida y del
arte de vivir se pierde también el sentido de Dios mismo y pululan toda clase
de ideas extraviadas sobre su esencia metafísica. En un mundo donde las cosas
se han hecho más grandiosas e importantes, donde solamente triunfa la
inteligencia calculadora, se adora la voluntad de poder y el hombre se hace más
pequeño e insignificante, se tenía que destacar exageradamente el poder
ilimitado de Dios sin importar su amor e inteligencia. Pues es precisamente ese
amor e inteligencia divina lo que pone límites a su propia naturaleza
omnipotente y no convierte al universo en un pleroma inconsistente y
contradictorio.
Para criaturas racionales como nosotros puede parecer más
importante el poder infinito de Dios,
pero en Dios –según nuestro entendimiento- eso no es así. Ya el texto de Job nos muestra que más grande que el
poder infinito del Señor es su libertad creadora y la gratuidad de su amor[3]. También santo Tomás de Aquino, aunque insiste en la
incompresibilidad de Dios, admite su predicación por analogía. Y analógicamente
se puede decir que en Dios hay ciencia del modo más perfecto[4], de manera que su poder infinito, su libertad
creadora y la gratuidad de su amor responden del modo más perfecto a su sabiduría. De modo que en Dios su
voluntad increada y su amor gratuito es consecuencia de su entendimiento y no
al revés, como algunos piensan. Dios no es amador desbocado ni un poderoso
incontenible, sino que responde todo ello a su entendimiento infinito. Dios no
quiere de suyo todo lo que puede, o dicho de otra forma, su voluntad y su amor
son razonables.
En este sentido la teología ufológica
de Corrado Balducci y compañía está basada en graves distorsiones teológicas y
conceptuales, en un nominalismo voluntarista que desfigura el constitutivum metaphysicum de Dios, en
la falacia de la vastedad y da paso a la creación de otro evangelio y revelación,
a todas luces luciferino. Es un ataque profundo del satán a la correcta
comprensión salvífica, redentora y soteriológica de Jesucristo, dirigida al
sentido común en plena era de la increencia y del auge de la racionalidad
técnico-científica.
Consultar:
Henri Rondet (1972)
Historia del dogma, Barcelona, Editorial Herder.
E. Dezinger (1980) El
Magisterio de la Iglesia, Barcelona, Editorial Herder.
L. Alonso Stokel (1972) La
Palabra Inspirada, Barcelona, Editorial Herder.
A. Grea (1973) La Iglesia y
su divina Constitución, Barcelona, Ed. Herder.
E. Coreth (1974) Cuestiones
fundamentales de la hermenéutica, Barcelona, Ed. Herder.
G. Philips (1980) La
Iglesia y su Misterio, Barcelona, Ed. Herder.
Lima,
Salamanca 19 de Febrero 2015
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