MITOIDE OVNI Y TRANSHUMANISMO
(Continuación)
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
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MITOIDE OVNI Y
TRANSHUMANISMO
En
todo caso esto nos devuelve a la pregunta del principio: ¿Cuál es la esencia de
la actitud cultural que predispone a la búsqueda infructuosa de vida
extraterrestre?
La
respuesta a esta pregunta exige ir más allá de los programas de encubrimiento
de los proyectos negros que se impulsa por la carrera armamentista entre las
potencias. Invita a dirigir la mirada al corazón mismo del espíritu de nuestro
tiempo. Cronológicamente nuestro tiempo se origina en la modernidad (desde la
caída del Imperio romano de Oriente en 1453 o el comienzo de la Reforma
protestante en 1517) y filosóficamente se caracteriza por dos vertientes de
pensamiento: el Racionalismo, que defiende las verdades de razón, y el
Empirismo, hija del nominalismo medieval. Especialmente el empirismo liderará
la gran ruptura con la metafísica de las esencias al convertir lo fáctico en lo
único válido y negar las verdades eternas, inmutables y trascendentes. Con ello
el naufragio de la verdad, la trascendencia y la razón quedó trazado y el
destino del hombre moderno se tornó realmente oscuro. Las esencias dejaron de
ser realidades y lo real se limitó a lo fáctico.
Pero el tema ovni cobra auge en el tramonto de
toda la época moderna, cobrando un auge inusitado durante el relativismo
posmoderno. Es como si cansado del rigor lógico y del objetivismo fáctico el
hombre actual se volcara con una espiritualidad anémica y sin Dios, hacia
formas supletorias de religión con ropaje inmanente. Entonces la ficción
científica se convierte en pseudociencia (carece de objeto de estudio, no
aporta la carga de la prueba, esgrime argumentos persuasivos y no
demostrativos, no reporta algún conocimiento efectivo y es fuente de lucro
personal o institucional), para luego convertir la ufología en ufolatría o
creencia religiosa dentro de un mundo secularizado al extremo.
En
otras palabras, el dios de la imagen eclesiástica ya no es creíble para nuestro
tiempo hiperracionalizado y el espíritu secularizado reclama una nueva imagen
de Dios. El Yo moderno se tornó de Dios a Demonio y edificó un mundo
luciferino. Hegel también dijo que Dios había muerto, pero su ateísmo no es de
ningún modo un nihilismo en el sentido de Nietzsche o de Sartre. El ateísmo
secularizado, como destacaba el preconizador de una teología desmitologizada R.
Bultmann, es un producto de la
secularización del mundo. La secularización es reducción del mundo a objeto de
la libertad humana. A propósito, es cierto que el cristianismo al revelar la
libertad humana fue un factor decisivo de la secularización, pero la
secularización no deriva de la libertad sino de la falta de responsabilidad en
el mundo. Y sin esta responsabilidad se olvidó que el hombre es el protagonista
de Dios que lleva lo inmanente hacia lo trascendente. Con este olvido de la
esencia de su ser el hombre se convirtió en un pequeño diosecillo en la tierra
(deus in terris), más allá del bien y
del mal, encarnación del relativismo extremo del hombre sin verdad y de una
cabalística de la inmanencia sin antagonismos.
En estas páginas hemos desarrollado junto a la dilucidación ontológica sobre el ser del fenómeno
ovni, otra vertiente de la investigación
filosófica, a saber: la dilucidación antropológica
o el carácter religioso con el que se le ha revestido al fenómeno ovni. La
antropología filosófica de índole no positivista ni naturalista está imbuida de
ontología, porque trata de determinar el afán de trascendencia a partir de la
condición finita del hombre. Pero en la modernidad se constata la honda
arreligiosidad del hombre pragmático, nihilista, hedonista consumista y
utilitario de nuestro tiempo, que O. Spengler lo vincula con el ilimitado afán de poder del hombre fáustico moderno,
lo cual tiende a generar dentro de la cosmovisión natural fenómenos como la
ufología. Pero este hombre sin
trascendencia y que vive de la pura inmanencia potenciada por la voluntad de
poder, tiende a inventar religiones tangibles, siendo una de ellas el ufolatría.
Llevado por ese indesarraigable afán de
alcanzar lo transhumano vive la finitud de su condición existencial
sustituyendo la religión vertical por la absoluta religación horizontal. El
nexo ovni-ET se asocia, más bien, a su propia futurología fantasiosa.
Pero el hombre privado de su vínculo con lo superior se
hunde en el vacio de lo inferior. Todo vacío brota del vacío de nuestro
corazón, por eso, en el Fausto de
Goethe, Mefistófeles con todo su aparente poder no puede dejar de ser una criatura
desgraciada cuya falta de amor lo hunde en el vacío de su corazón odiador. Pues
bien, nunca el hombre sintió con tanta fuerza abrumadora el vacío de su corazón
como en la modernidad. Spengler vinculó la teoría
de la infinitud actual del espacio con el ilimitado afán de poder del
hombre moderno, pero lo que hay que advertir es que dicha voluntad de poder
nace de la obliteración del horizonte de
la trascendencia o del agostamiento del sentido
de lo divino, que hablaba el Padre Gratry,
en la condición existencial humana. Ni los animales, ni el niño ni el
primitivo, ni el ontológico hombre de la Antigüedad ni del cristianismo, se
encuentran afectados por esa desvinculación profunda y grave con el mundo que
caracteriza al epistémico hombre moderno. Ese hiato, que el capitalismo lo ha convertido en el paroxismo de las
necesidades insatisfechas, ha profundizado hasta límites luciferinos el vacío
en el corazón del hombre. Este fenómeno sobremanera extraño de la irrupción del
vacío en la cosmovisión natural y en el corazón del hombre como vivencia
hegemónica, tiene su antecedente remoto en la respuesta de Demócrito, también
el vacío “es”, a los eleatas, sólo “es” lo pleno (pleon) y que el vacío (kenon)
“no es”. Pero hoy vivimos el resentimiento ante la plenitud ontológica del ser
y la inversión de los valores, y desde ese bastión florecen todo tipo de
religiones inmanentes cuyo afán esencial es “ser como dioses”. La ufolatría es expresión de una sociedad
moderna que ha reducido a un mero
formalismo vacío la experiencia íntima de lo trascendente y ha exacerbado,
junto a la deplorable ignorancia científica de la gente, una gran atracción por
los misterios de este mundo inmanente. Todo lo cual no logra satisfacer necesidades
religiosas inhibidas pero compensa con cultos que reflejan una patética pobreza
espiritual.
Llama la atención la
debilidad sugestionable de la gente
que llena las sectas ufolátricas y el poder carismático del líder ufólatra que linda con el
mesianismo, la manipulación y la dominación. Efectivamente, la credulidad,
ingenuidad, carencia de sentido crítico, débil fe en lo trascendente, sin
sentido de la vida, ansiedad, necesidad de salvación, depresión, soledad,
inadaptación, escasa capacidad para dirigir su libertad individual, personalidad
frágil, y proclividad para ser manipulados, son la principales características
de las personas que llenan las sectas ufológicas. Mientras que el líder
ufólatra es altamente egocéntrico, con gran capacidad para producir entusiasmo,
manipulador, altamente proclive a la mitomanía, cree más en sí mismo que en lo
objetivo, entregado al mentalismo, desestima las pruebas en contra, se siente
autorizado a falsear la verdad, se comporta como un autócrata que decide lo que
debe pensar el subalterno, congrega en torno a sí a personalidades sumisas y
desorientadas, tiene capacidad de modificar la escala de valores, actitudes y
creencias de sus adeptos, muestra gran capacidad de argumentación, inspira
seguridad, genera simpatía sin suponer su capacidad para la empatía, tiene pocos
remordimientos de conciencia y débil conciencia moral. Por su gran oratoria,
autoestima exagerada, mitomanía, comportamiento manipulador, no sentir culpa,
superficialidad afectiva e intelectual, no asume su responsabilidad, de estilo
de vida parasitario, irresponsables e irrealistas, suelen ser parte de la
personalidad psicopática.
En una palabra, con las sectas
ufolátricas estamos en una situación parecida a cómo en los años veinte los
médiums, espiritistas y los magos engañaban a todo el mundo, a la prensa, a las
cortes europeas, a intelectuales y científicos pero no a los magos porque éstos
ya conocían todos los trucos. Quizá haga falta en la ufología un Harry Houdini
que desenmascare a tanto embustero. La espantosa pobreza intelectual y
espiritual que exhiben las sectas ufológicas y la manipulación mental que
ejercen sus líderes son la mejor prueba del mitoide que se va tejiendo al
interior de una sociedad altamente secularizada y sin fe en lo trascendente.
Pero en medio de la vorágine acrítica ufolátrica ya se propone una agenda para
“asuntos supraterráqueos” en la ONU[1].
Ahora bien, pero es justo y necesario que no caigamos en la
miopía intelectual y el simplismo racionalista de atribuir solamente a causas
psicológicas la atracción hacia las sectas ufológicas, pues hay indudablemente
también causas sobrenaturales. Me
refiero a la seducción del Maligno. Es obvio que un canal abierto para la
tentación ufológica es la debilidad de la fe en Dios propia de nuestra época de
la increencia. Si hasta Nuestro Señor Jesucristo fue tentado en el desierto con
la falsa visión de todos los reinos de la tierra[2],
a lo cual Jesús responde: “Al Señor tu Dios no tentarás”, entonces no es
difícil admitir que engañe a monseñores, clérigos, intelectuales, científicos y
gente común, sobre la existencia de civilizaciones extraterrestres, naves de
aliens, razas alienígenas, portales interdimensionales, extraterrestres
benévolos y malévolos (grises, reptilianos, etc.) y todo encaminado a destruir
la Revelación introduciendo falsos argumentos mediante la razón natural.
Por ejemplo, desde Einstein se sabe sobre la idea de otras
dimensiones a partir de que el espacio tiempo está doblado a través de una
dimensión física más alta. Incluso Kaluza-Klein plantean la idea de un universo
de once dimensiones. De esto se aprovechan los ufólogos para hablar de “seres
interdimensionales” y “portales dimensionales” y otros disparates.
Sencillamente el paso de una dimensión a otra representa la alteración de la
geometría tridimensional y aun admitiendo que se trate de seres que cambien de
forma qué sentido tendrían el cruce genético con las otras dimensiones. Seres
que alteran su geometría al pasar de un universo a otro pertenece más a la
ciencia ficción porque en la realidad desaparecerían. Todo este lenguaje pseudo
físico y pseudo matemático lo único que persigue es la credulidad de la gente.
Cabe detenernos un momento en uno de los relatos más
misteriosos, enigmáticos e incomprensibles de los evangelios según san Mateo.
El relato sucede después del bautismo de Jesús, sometido en todo a la acción
del Espíritu Santo. Y en esas condiciones es llevado al desierto para ser
“tentado” por el diablo. De manera similar hay que indicar que ya pasado el
tiempo histórico-escatológico de la Creación y la Caída y viviendo actualmente
el tránsito de la Redención y el Juicio, ahora la humanidad redimida es tentada por el diablo con el mitoide de la inteligencia extraterrestre.
Pues la historia de la Revelación está concluida pero la historia de la
Salvación continúa. Con ello el Enemigo se camufla de benévolo extraterrestre
que vigila y cuida al hombre de su propia destrucción. Y así busca destruir la
extraordinaria condición del hombre en el plan divino. Recordemos que la presencia de Dios en nosotros es ontológica, pero su habitar en nosotros es óntica,
o sea por invitación nuestra. De manera que la nueva fe ufolátrica lo que
consigue es retirar dicha invitación a Dios y poner en su lugar a los
extraterrestres que en realidad son demonios.
Claro que la
tentaciones a Jesús prosiguieron, no directamente, pero sí indirectamente, pues
lo tentó luego a través de los fariseos y saduceos, queriendo intimidarle en el
desarrollo de su mesianismo; con las turbas, que querían hacerle rey temporal;
con los que intervinieron en la pasión. Todos colaboraron a aquel momento, el
propio Jesús dijo: “Viene el príncipe de este mundo contra mí” (Jn. 12:31).
Entonces el Padre hizo lo que antes El no quiso realizar: “vinieron los ángeles
y le servían,” es decir, le trajeron alimento: (Mt 8:13; 25:44, etc.). Por
supuesto, aquí Jesús es tentado en cuanto Mesías, y en la ufolatría el hombre
contemporáneo es tentado en cuanto reconocedor de que Cristo es nuestro
salvador. Jesús es el gran vencedor de
Satanás y su obra: no se inclina ante él para recibir el mesianismo: ni en lo
religioso ni en lo político. Y así espera del hombre que persevere en la fe y
que no se someta al nuevo credo profano de las sectas galácticas.
En
una palabra, la secularización del espíritu de nuestro tiempo es la última raíz
que se esconde detrás de todas las fuentes derivadas del fenómeno ovni
convertido en una nueva fe. Por ello, el fenómeno ovni tiene fundamentalmente
un impacto religioso sobre el alicaído espíritu del inmanentista hombre actual.
La fe inmanente en galácticos seres superiores que vuelan en platillos es su
nuevo y más concreto consuelo. De esta manera, si el fenómeno ovni se trata de
estrellas, planetas, meteoritos, globos, aviones, restos de satélites o
fenómenos atmosféricos inusuales, fraudes y alucinaciones tanto humanas como
demoníacas, no se convierte más que en un objeto de estudio interesante para la
física, sino en un tema relevante para la psicología, sociología, filosofía y
teología. Y
de esta forma se puede afirmar que el
indesarraigable afán de alcanzar lo transhumano sin el horizonte de lo
trascendente se pervierte en creencias historicistas, relativistas, inmanentes,
naturalistas, donde se quiebra el vínculo entre lo perenne y lo transitorio; y
donde en definitiva el sueño transhumano del hombre se convierte en el sueño
por potenciar ilimitadamente el poderío humano a través de la esperanza de
encontrar una civilización inteligente extraterrestre. El nuevo sueño del
ambicioso hombre fáustico de la modernidad es incrementar su poderío empleando
la inteligencia extraterrestre como un medio y no como un fin en sí mismo.
Por último, nos preguntamos si todo esto puede ser
considerado un nuevo mito propio de la mentalidad desmitificadora de la
modernidad. Veamos. Al hombre ancestral pertenece el mito teogónico del caos
original, luego hallamos el mito trágico griego del dios malo, ambos fueron
disueltos por el monoteísmo ético hebreo. Según Mircea Eliade, los mitos son
historias sagradas que narran acontecimientos del tiempo primigenio, y para
Claude Lévi-Strauss el mito responde a una pregunta existencial, enfrenta
categorías antagónicas y brinda una reconciliación. Paul Ricoeur [Finitud y culpabilidad, Taurus 1960]
enfatiza, más bien, la triple función del mito: universaliza la experiencia,
establece tensión entre un principio y un fin, investiga relaciones entre el
arquetipo y lo histórico, y prepara la especulación al explorar la ruptura
entre lo ontológico y lo histórico.
Por mi parte, he propuesto [Filosofía mitocrática y Mitocratología, 2010] la interpretación
existencialista-mitocrática donde el mito es la forma ancestral de hacer
filosofía, como afán de trascender la condición del hombre para unirse con lo
absoluto, todo lo cual remite a la estructura ontológica de la existencia
humana. En cambio, la modernidad se caracteriza por una hermenéutica
desmitificadora y una mentalidad funcional que relega a segundo plano la
mentalidad substancial, donde todo lo tradicional, alegórico, simbólico y
sagrado pierde vigencia ante el nuevo credo irreligioso que decreta que sólo lo
fáctico es lo real. Con ello quedó
sentenciada la falsedad del mito y la supuesta verdad del discurso de la
ciencia. Y esto constituyó el primer mitoide
creado por la modernidad.
La modernidad no crea mitos, vinculados a lo trascendental y
lo absoluto, sino mitoides,
vinculados a lo terrenal y relativo. Esta es una mis discrepancias
fundamentales con Jung que habla del fenómeno ovni como “mito moderno”, en
cambio la modernidad que no admite historias sagradas no genera mitos sino mitoides,
Por eso aquí se afirma que el fenómeno ovni es un mitoide moderno. Pero no es
simplemente un mitoide de la modernidad secular, más bien es un mitoide de la modernidad tecnológica. Lo secular
precede a lo tecnológico, lo favorece y promueve. Por eso el mitoide ovni se
asume como creencia tecnológica mundanal plausible. Una de sus formas es la
creencia ufológica y el mitoide de naves extraterrestres galácticas. Así como
la cultura mitológica hizo posible los mitos, de forma similar la cultura
científica hace posible los mitoides. Su subproducto mitoidal es la ufolatría.
En otras palabras, el hombre moderno cree en el mitoide ufolátrico no tanto por ignorancia
científica, dado que cada vez hay más científicos que lo aprueban, sino porque
responde al ideal científico y al ideal antropológico moderno del crecimiento
sin límite del poder humano. Y creer en la inteligencia extraterrestre super
avanzada fortalece la creencia en el asintótico crecimiento de la inteligencia
humana. Se puede decir que creer en alienígenas miles de años más evolucionados
que nosotros, nos da esperanza inmanente en las posibilidades ilimitadas de
nosotros mismos. El único problema es que esta cosmovisión moderna responde más
a las fantasías evolucionistas y a la utopía tecnológico- científica que
retroalimenta la racionalidad instrumental. La misma que de manera silenciosa
nos lleva hacia la disyuntiva de mejorar o reemplazar a la especie humana.
En verdad, ¿hacia dónde nos lleva la creencia en la
conexión ovnis-extraterrestres si no es, acaso, hacia el posthumanismo? La supuesta
tecnología ovni fortalece la fe en la tecnología posthumanista, que una vez
creada ¿será usada sólo en beneficio de una élite o de todos los seres humanos?
El fenómeno ovni nos conduce a un futuro humano dentro del auge de las máquinas
¿Pero cuál será el fututo del hombre? ¿Ha terminado el periodo de evolución
inconsciente para pasar a una evolución controlada por el hombre
hipertecnológico? ¿Es correcto intervenir eugenésicamente en el cuerpo y la
mente humana en vistas a su mejora y prolongada permanencia en el espacio?
¿Puede el venidero hombre-máquina seguir llamándose “hombre”? Una de las
pesadillas en las que nos conduce pasivamente la creencia ufológica es que ¿Lo impredecible será desterrado por la exactitud
de la colmena? ¿La inteligencia artificial, la nanotecnología, la cibernética y
otras tecnologías reemplazarán a la humanidad? ¿El proyecto Avatar de la NASA y
el Departamento de Defensa, con un cerebro humanoide y una consciencia
transferida a un ordenador hará nacer una neohumanidad? ¿Máquinas con un
comportamiento ético no desplazarán definitivamente a la humanidad? ¿Crear
robots pensantes uniendo la conciencia con la máquina con chips informáticos no
nos lleva hacia una dictadura científica y el control del mundo? ¿Las máquinas
decretarán la eliminación del falible hombre?
En otras palabras, fantasear con civilizaciones
galácticas allana el camino para el surgimiento del hombre-máquina, ser puramente Mente sin
Libertad. Nos encamina acríticamente hacia el mundo unipolar capitalista, la
extinción de la individualidad y el imperio del hombre-colmena, los
transhumanos, posthumanos y ciborgs. Detrás del mitoide tecnológico ovni se
prepara el asalto del fuego prometeico por la élite mundial. De concretarse lo
más seguro es no será un nuevo Edén y sí, más bien, el Infierno. Pero hay algo
más. Fantasear con civilizaciones extraterrestres es una forma lúdica en que el
hombre tiene para poner en juego su gran capacidad de expansión y aprendizaje. Y
además pone a prueba su capacidad de criatura moral y completa la prueba física
teleológica de erigirse en ordenador inteligente del mundo. En una palabra, el
fenómeno ovni pone a prueba una cosa: ¿puede el hombre seguir siendo el centro metafísico-moral
del cosmos? Mi respuesta es afirmativa.
Pero hasta el momento en vez vernos invadidos por seres
extraterrestres, nos vemos cercados masivamente por seres humanos que deponen
su sentido crítico simplemente para creer porque no quieren aprender ni pensar.
No hay duda que descubrir inteligencia extraterrestre sería un acontecimiento
descomunal, pero ante la falta de pruebas y la cantidad prodigiosa de fraudes
hay que preguntar imperativa ¿Por qué tanta mentira, credulidad y afán de
creer? ¿Por qué tanto cuento con círculos en las cosechas, implantes,
abducciones, portales interdimensionales, etc.? ¿Por qué tanta falsificación y
autoengaño? El síndrome del pensar acrítico es parte orgánica de la hegemonía
de la racionalidad instrumental y totalitaria sobre la racionalidad substancial
en la modernidad tecnológica.
Al llegar al término de nuestra investigación extraemos
la siguiente conclusión. Por lo general, la mente humana es muy proclive a
creer en ilusiones sin pruebas científicas. Y es así porque la ilusión surge de
la propia percepción que engaña a la mente y la misma nos lleva hacia
decisiones y creencias irracionales. Y el sentido común es la víctima
predilecta de las ilusiones. Así, la vida inteligente extraterrestre es una
ilusión que se asocia al fenómeno ovni, pero como hemos visto esto no debe ser
necesariamente así. El fenómeno ovni puede subsistir sin el nexo con la vida
inteligente extraterrestre. Es decir, aun cuando la ciencia llegue a confirmar
que estamos solos en el universo, como al parecer todos los indicios lo
indican, el fenómeno ovni sobrevivirá como fenómeno atmosférico anómalo, como
programa de aviónica secreto y, cuando no, como engaño sobrenatural del satán.
Así, sobre el fenómeno ovni hay que distinguir tres
tipos de problemas, a saber: el problema de la manifestación natural ovni
(rayos globulares, nubes lenticulares, hologramas solares, sprites, meteoros,
estrellas, planetas), el problema de la manifestación artificial (tecnología
ovni humana, aviones negros, misiles hipersónicos, satélites, globos, fraudes,
engaños humanos y demoníacos) y el problema de la inteligencia extraterrestre
(civilizaciones en nuestra galaxia y fuera de ella). Los dos primeros son
objetivos, es decir, existen y son reales. El tercero no es real, existe como objeto hipotético. El fenómeno ovni justamente
se convierte en mitoide de la
modernidad tecnológica al confundirse
con el tercer problema, a saber, el problema de la inteligencia extraterrestre,
y al subsumir erróneamente los dos
primeros al predominio ET.
A partir de esta confusión surge la ufolatría (con líderes carismáticos, astutos[3],
mitómanos y superficiales, y con adeptos sumisos, acríticos y sugestionables),
que curiosamente se encuentra ampliamente extendida en sociedades
tecnológicamente avanzadas[4].
Lo cual no es extraño, dado que son en esas sociedades precisamente donde el
“Reloj del Apocalipsis” termonuclear amenaza con la destrucción del planeta y aprisiona
con más fuerza a las conciencias.
De este modo, la ufolatría llega al extremo
delirante de confeccionar mapas estelares señalando de qué estrellas provienen
los Reptilianos, los Sirianos, los Andromedianos, los Nórdicos, los Zetas, e
incluso llegan al extremo de indicar otros lugares donde existe inteligencia
desconocida[5].
Otros presentan otra clasificación morfológica: Humanoides (verdes, grises,
nórdicos y gigantes), Zoomórficos (reptilianos insectoides, cefalopoides),
Xenomórficos (figuras nebulosas, ameboides, minerales, vegetales, etc.). Ante
esto la ciencia ha descartado la apariencia humana como dirección de la
evolución convergente. Abundan libros, películas, series de televisión,
videojuegos sobre extraterrestres, incluso la creencia astrológica del New Age hablan de que Jesucristo fue un
extraterrestre. La arqueología, la ciencia, la astronomía han ido derribando
estas ficciones, pero la exoplanetología hizo que científicos, en número cada
vez mayor, se mostraran optimistas sobre la posibilidad de encontrar planetas en
torno a estrellas de nuestra galaxia y de otras galaxias que pueda albergar
vida inteligente. Este último hecho resucitó nuevamente la ufolatría, que ya
había caído en descrédito por tanto fraude y engaño[6].
Tanto la ufolatría popular, “científica” y teológica
echan mano desde el punto de vista lógico a tres tipos de falacias, que se
condicen con la degradación cultural de la civilización consumista y hedonista
actual:
·
Falacia
del Residuo (afirmación de la existencia de ET sobre
un reducidísimo número de casos inexplicados).
·
Falacia
de la Diversidad (afirmación de otras formas de
vida sobre condiciones desconocidas e inexplicadas).
·
Falacia
de la Vastedad (dado que el universo es tan vasto,
debería ser cierto que haya un enorme número de
civilizaciones extraterrestres en el Universo).
Especialmente la ufología teológica se sirve de esta última
falacia, la cual como hemos visto se fundamenta en una comprensión errónea de
la omnipotencia divina.
La agudización de las crisis de la modernidad (ecológica,
política, alimentaria, seguridad mundial, sanitaria, económica, poblacional,
educativa, moral y espiritual) hace prever la mayor difusión de las sectas
ufolátricas a corto y mediano plazo en medio de una sociedad sumida en la
increencia, el nihilismo, la religión a la carta, el relativismo, el hedonismo
y la profunda secularización. Es más, el avance de la sociedad cibernética
aumenta el temor sobre el peligro del dominio de los robots sobre la humanidad.
Se siente la amenaza de la era posthumana[7].
Lo más seguro es que los robots pensantes y autónomos no representen la
evolución de la especie humana sino, más bien, su fin. Se avizora un futuro
sombrío para el hombre en medio del auge de las máquinas.
La super inteligencia artificial introduce un nuevo elemento
angustiante en la conciencia de la humanidad. En otras palabras se vive una
gigantesca crisis civilizacional en la era cibernética, que desborda el orbe
occidental y que en una era globalizada involucra a todas las demás
civilizaciones unidas por la racionalidad científico-técnica y la economía de
mercado. Es una dura prueba para las conciencias que perseveran en la fe
trascendente y en la respuesta afirmativa que subyace en la interrogante de la
problemática integral del fenómeno ovni: ¿Puede el hombre seguir siendo el centro metafísico-moral del cosmos?
Por último, hay algo más profundo en todo este
movimiento que cree en la inteligencia extraterrestre. Y es que existe un
contenido escatológico salvífico subyacente en sus inquietudes más profundas.
Pues así como sin mística no hay auténtico conocimiento ni amor a Dios,
del mismo modo trasladando dicho amor y conocimiento hacia los supuestos aliens se
termina por esfumar a Dios mismo en una serie de eones intermediarios o inteligencias eternas, emanados de la unidad
suprema, y que el gnosticismo pone en relación a la materia con el espíritu.
Efectivamente, la ufolatría se inscribe como parte de la ofensiva contemporánea
del revival gnóstico. No es casual que esta forma de religiosidad practique de
forma generalizada la meditación de
contacto en busca de la salvación por el conocimiento ET que los regenera y
diviniza. No hay duda que no sólo hay teología ufológica cristiana sino también
gnóstica. Trascender el espacio y el tiempo por un esfuerzo de éxtasis personal
de contacto, forma parte de esta nuevo tipo de religiosidad egocéntrica e
individualista que implica una antropología, cosmología y soteriología que
enfatiza la importancia del contacto ET. En ellos el mito intemporal y
trascendente se articula con el mitoide temporal e inmanente. Pero el resultado
final de toda esta heteróclita mezcla es el cuestionamiento de la fe
preternatural revelada y de la religión sin retribución. En una religión
interesada no se da un verdadero encuentro con Dios, y hay más bien la edificación
de un ídolo, a saber, el del dinero o el dios Mammón. La religión interesada
carece de autenticidad y profundidad y es profundamente satánica, la
expectativa por la recompensa denigra el auténtico amor por Dios, y en esto
reside la universalidad del mensaje del libro de Job. La ufología científica y
la ufología esotérica están animadas por ese ánimo de creer “por algo”, por
“una retribución”. Esta degradación del sentimiento religioso se corresponde
con la secularización creciente de la modernidad tecnologizada.
Pero hay algo más importante todavía que se enseña
en el libro de Job, y es que Dios confía en el hombre y no en fantásticos ET. Y
es ese profundo desengaño en el hombre, en la realidad humana, sobre todo en
las sociedades altamente tecnológicas, lo que precisamente subyace
profundamente en la creencia ufolátrica de toda laya. Desengaño y desesperanza
que tiende a agudizarse en momentos de crisis civilizacional como la presente.
Desde la oscuridad de la confusión y las tinieblas se trata de que el ser
humano sepa elegir el camino a seguir y por ello bien se dice en el evangelio
“donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” [8].
Nuestras conclusiones son semejantes a las de Jung
y Sagan pero también diferentes. Semejantes a Jung por cuanto que se ve en el
fenómeno ovni un contenido religioso. Nuestra diferencia radica en que no
hablamos de mito sino de mitoide y que dicho sentimiento religioso es de
carácter inmanente y no trascendente. Similar a Sagan porque no se ve razón ni
prueba contundente para creer en la existencia de seres inteligentes
extraterrestres. Pero diferente a él en tanto que admitimos la existencia y
realidad del fenómeno ovni en su manifestación natural y artificial (tecnología
militar secreta y engaños del demonio) y que la ciencia sin la religión y la
metafísica filosófica termina destruyendo la espiritualidad. Credulidad, manejo
de la conciencia, engaños, negocios, aberraciones psicológicas y pura paranoia,
está debajo de la creencia en seres inteligentes extraterrestres. La
exploración espacial sigue teniendo una base más realista, a saber, encontrar
otros hábitats semejantes a la tierra y enviar humanos al espacio.
Además, culturológicamente es posible afirmar que
no es pura coincidencia el gran auge de la ufolatría en los países más
desarrollados tecnológicamente. La amenaza de destrucción termonuclear y
degradación global del medio ambiente pesa sobre las conciencias de millones de
gentes comunes incrementando la angustia existencial y el deseo de salvación
inmanente. Y un poderoso paliativo es regresionar a la credulidad ilimitada que
da cobijo a la creencia en extraterrestres mesiánicos y salvadores. Aquí no se
trata de fe sino de credulidad, que da cabida a una alucinación colectiva de
nuestro tiempo llamada inteligencia extraterrestre. Alucinación que emerge de
un mundo banalizado, donde el hombre y sus asuntos han perdido importancia y en
su lugar se prefiere creer en seres superiores de otras galaxias que brindan
esperanzas. En suma, se trata de un escapismo mental que retrata la profunda
degradación espiritual de la modernidad secularizada de nuestro tiempo.
En este contexto, el tema de la inteligencia
extraterrestre también se ha convertido
en un mitoide estratégico de distracción de la opinión pública mundial para
implantar un mundo unipolar.
Por su parte el argumento de la teología ufológica,
sobre el cual descansa todo su edificio (“El poder ilimitado de Dios”), es un
sofisma y una tergiversación del constitutivum
metaphysicum de Dios. Dios no hace todo lo que puede sino todo lo que es
racional a su justicia, se pone límites a sí mismo, respeta la libertad humana
y su creación. Justamente porque el poder de Dios tiene límites es que tiene
lugar la posibilidad de que el hombre libre pueda cambiar su camino, de
convertirse. Y con su justicia es como Dios se hace presente en la historia y
en la naturaleza.
El misterio de la libertad divina es que también el
Dios Todopoderoso se hace débil para dejar espacio a la libertad humana. No
solamente somos una “caña pensante”, al decir de Pascal, sino una “caña con
libre arbitrio”. Lo cual lejos de justificar el antropocentrismo implica un
vigoroso rechazo, porque la libertad humana no conoce los designios de su
creador y todo lo creado no existe para la utilidad del ser humano. La creación
es una teofanía de su amor gratuito. Todo lo cual impide el reemplazo de Dios
por el hombre. Por eso la teofanía de Dios no es violenta sino suave como la
brisa. Y la Providencia no miente al habernos dado la Revelación, y el papel de
ésta es permitir que el hombre ascienda a la trascendencia ayudado por las dos
alas a su alcance, a saber: la razón y la fe. Su poder se sujeta a su
Sabiduría. Esto hay que destacarlo con fuerza en medio de una época como la
nuestra azotada por el irracionalismo y la superstición de la credulidad.
En suma, el fenómeno ovni es real, como fenómeno
natural y artificial, y ha sido el mejor elemento diversionista para encubrir
la carrera armamentista. Pero la inteligencia extraterrestre es un tema de la
literatura de ficción y un fraude ufolátrico grotesco sin evidencia contundente
alguna.
Lima, 03 de Febrero 2015
[1] “La Detección de Vida Extraterrestre y las Consecuencias para la Ciencia
y la Sociedad” artículo de M.
Dominik y J. C. Zarnecki publicado el 10.01.2011 en Philosophical-Transactions.–Fuente en línea: http:// rsta.royalsocietypublishing.org (trad. Giorgio Piacenza).
[2] Mateo 4:
1-11. 1 Dice el versículo: “Entonces fue
llevado Jesús por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. 2 Y,
habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre.3 Y acercándose
el tentador, le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan
en pan. 4 Pero él respondió, diciendo: Escrito está: “No sólo de pan vive el
hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Le llevó entonces el
diablo a la Ciudad Santa, y, poniéndole sobre el pináculo del Templo, 6 le
dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo, pues escrito está: “A sus
ángeles encargará que te tomen en sus manos para que no tropiece tu pie contra
una piedra.” 7 Le dijo Jesús: También está escrito: “No tentarás al Señor tu
Dios.” 8 De nuevo le llevó el diablo a un monte muy alto, y mostrándole todos
los reinos del mundo y la gloria de ellos, 9 le dijo: Todo esto te daré si de
rodillas me adoras. 10 Le dijo entonces Jesús: Apártate, Satanás, porque
escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás y a El solo darás culto.” 11 Entonces
el diablo le dejó, y llegaron ángeles y le servían”.
[4] Una lista bastante completa y detallada se ofrece en
el artículo “Religión Ovni” de Wikipedia. Todas son sectarias, milenaristas, y
en su sincretismo introducen creencias cristianas y científicas. Su tecnofilia
(fe ciega en la tecnología) se combina con su ETfilia (fe en las capacidades
espirituales de los ET).
[6] Entre los casos más sonados de fraudes estuvo el autor
de “Yo visité Ganimedes” al reconocer que era pura ficción, y a mediado de 1990
José Luis Jordán Peña reconoció ser el instigador de la civilización
extraterrestre ummita. Este último convencido de su inmoralidad confesó todo a
la policía, tras haber desatado una ola sectaria que marcaba a fuego con su
símbolo a niños. Mucho se habló que fueron experimentos del servicio secreto
sobre el control mental. Todo lo cual demuestra lo frágil de establecer el
criterio de verdad en simples “Testimonios”. Tampoco se puede omitir mencionar
la sentencia en 2012 por el Tribunal de Apelaciones de Francia contra la
iglesia de la Cienciología, que cree en seres galácticos, por fraude y ser una
banda organizada con fines económicos. Muchos han descubierto que en el actual
mundo anético y sin valores, la mejor manera de conseguir su primer millón de
dólares es hacer su propia religión, y mejor si trata sobre extraterrestres.
[7] El fundador de Microsoft, Bill Gates, se unió a la
carta abierta firmada a fines del 2014 por destacados pensadores, entre ellos
el empresario tecnológico Elon Musk y el científico británico Stephen Hawking,
en su preocupación acerca de cómo pueda ser utilizada la inteligencia
artificial en el futuro. El astrofísico británico fue más radical al expresar
que la inteligencia artificial acabaría con la especie humana. Pues lo humanos
ya no podrán competir al estar limitados por la evolución biológica ante
máquinas que se rediseñarán a un ritmo creciente. A comienzos de 2015 el MIT
anunció el logro de Matrix o de un interfaz que permita conectar el cerebro
humano a una computadora, y se calcula que en tan sólo una década estará listo el proyecto Avatar de la NASA y el
Departamento de Defensa, con un cerebro humanoide y una consciencia transferida
a un ordenador.