ORIGEN DEL GIRO
PRAGMÁTICO DE OCCIDENTE
Gustavo Flores Quelopana
Sociedad Peruana de Filosofía
Sinopsis
Mirko Skarica propone hacer una distinción entre el
filosofar en orden a la praxis y filosofar desde
la praxis. Sin embargo, qué razones
estarían detrás del giro pragmático en gran parte de la filosofía
contemporánea. En el origen del giro pragmático de la filosofía contemporánea
de posguerra está la vinculación con la distinción kantiana entre lo regulativo
y lo constitutivo, y la acentuación de lo regulativo, lo cual supone que
nuestro conocimiento está limitado a los fenómenos y que la conciencia
desempeña un papel fundante en las formas de conocer, creer y actuar. Este
ficcionalismo de lo inmanente que supone una teoría ontológica donde el
presente o el hecho vigente es estrictamente lo real, supone un substrato en el
que la crisis del ideal universalista de la razón se encuentra con el
establecimiento de la interpretación como parámetro del pensamiento
posmetafísico. En el mundo tardomoderno la hermenéutica actual intenta
recuperar la racionalidad noético-práctica de la verdad ontológica
interpretativa para hacer prevalecer sobre la Verdad objetiva una racionalidad
ético-política.
El carácter pragmático de la
filosofía contemporánea
Mirko
Skarica,
Profesor Titular de la Universidad de Santiago de Chile, es autor de una
investigación que lleva por título: “Lenguaje,
verdad e interpretación. El giro pragmático-hermenéutico en las tradiciones
continental y analítica” (Fondecyt, Chile),
donde estudia el pragmatismo en la filosofía postmoderna y propone hacer la
distinción entre el filosofar en orden a la praxis y filosofar desde la praxis.
Skarica constata que existe una abundante literatura que destaca el carácter
pragmático que tiene la filosofía actual.
1- K. F. Gethmann afirma que Ser y tiempo
constituye
en la filosofía alemana la más temprana concepción de un pragmatismo consecuente.
2- K. Popper en Los dos
problemas fundamentales de la epistemología; Tecnos, Madrid, 1998;
considera que la orientación pragmática es la única salida para la comprensión
de las leyes de la naturaleza.
3- L. Arenas, J. Muñoz, A.
Perona, El
retorno del pragmatismo; Trotta, Madrid, 2001.
4- Nubiola en La
renovación pragmatista de la Filosofía analítica; Eunsa, Pamplona, p. 261.39 Id.1994, y en W.
James y L. Wittgenstein: ¿por qué Wittgenstein no se consideró pragmatista?;
en Anuario
Filosófico,
U. de Navarra, XXVIII/2 (1995), pp.411-423.
5- Rorty, Richard, Ensayos
sobre Heidegger y otros pensadores contemporáneos; Ed. Paidós, Bs.
As.-Barcelona-México, 1993; enfatiza el giro pragmático de la filosofía del
lenguaje.
6- D’Agostini, F., Analíticos y
continentales. Guía de la filosofía de los últimos treinta años; Ed. Cátedra,
Madrid, 2000.
7- Putnam, H., El
pragmatismo. Un debate abierto; Gedisa, Barcelona, 1999.
8- Faerna, A. M., Introducción
a la teoría pragmatista del conocimiento; Siglo XXI, Madrid, 1996.
9- R B. Brandom en Making it
Explicit;
Harvard U. Press, 2001; piensa que la orientación de la filosofía analítica es
pragmática, sus antecedentes se hallan en Kant y claramente en Frege y
Wittgenstein.
10- H. Lenk en Pragmatische
Philosophie;
Hoffmann und Campe, Hamburg, 1975; y en Pragmatische Vernunft; Reclam,
Stuttgart, 1979;
mantiene
que la filosofía necesita una orientación pragmática para salir de su
enclaustramiento académico.
11- Okrent en Heidegger’s
Pragmatism,
Cornell U. Press, Ithaca and London, 1988; y en Heidegger und die
praktische Philosophie; Suhrkamp, Frankfurt a. Main, 1989; defiende un
verificacionismo pragmático en Ser y tiempo y un pragmatismo trascendental
en el último Heidegger.
Pragmatismo en un nuevo sentido
Según Skarica se califica de
pragmatistas a filósofos contemporáneos como Wittgenstein, Austin o Heidegger
pero no en el sentido tradicional del pragmatismo que consiste en identificar
lo verdadero con lo útil. ¿En qué sentido se entiende el pragmatismo o lo
pragmático para calificar a gran parte de la filosofía contemporánea? Algunos
autores han ensayado una definición, cuya filosofía ha sido entendida como un
pragmatismo. Tenemos el caso de Austin (HTD, Lect. XI, p. 144); y
Wittgenstein (Remarks on the Philosophy of Psychology, I § 266. Cf.);
quienes aceptan un cierto pragmatismo en sus obras. En el caso de Lenk,
sostiene un concepto pragmático que, sin embargo no es pragmatista, según su
concepto (Plädoyer für pragmatische
Philosophieren, p.310). En cuanto a Popper, éste sustenta lo que denomina
‘pragmatismo consecuente’.
Se pregunta Skarica ¿Qué es este
pragmatismo en un nuevo sentido? Para un autor como S. Mas pragmatista es la
filosofía que “sostiene que los conceptos y la fijación de las creencias y del
significado se vinculan con la práctica” (Notas
para una teoría pragmatista de Aristóteles, en RP, p. 19). Mas considera
que hay reflexiones de Aristóteles que son pragmáticas y que lo acercarían a
Peirce. En el mismo sentido J. Muñoz, discurre que la filosofía cartesiana es
en cierto modo pragmática (¿Heidegger
pragmatista?, en RP, p. 103). Para Lenk el pragmatismo en la filosofía debe
consistir en orientarse a la praxis humana (Die
sokratische Aufgabe pragmatischer Philosophie, en PPh, p. 31. Cf. también
PV, p. 4), debiendo participar más activamente en la discusión de las ciencias
aplicadas y de la técnica, de la economía, de la política y de lo social (PPh,
p.314). Por su parte, Nubiola considera que la filosofía del lenguaje actual ha
tomado ese camino, vinculándose a problemas prácticos (RPF, p.24).
Según Skarica lo peculiar de la
filosofía pragmática consistiría en su orientación a la praxis, un filosofar
para la praxis. Putnam supone justamente esta caracterización de la filosofía
pragmática, cuando trata de resolver la cuestión acerca del pragmatismo de la
filosofía de Wittgenstein (P, p.67). De algún modo Nubiola se suma al parecer
de Putnam sobre Wittgenstein, al explicar una suerte de confesión de
pragmatismo de parte de Wittgenstein (JW, p. 418. El pasaje citado de
Wittgenstein se halla en Über Gewissheit, § 422). Así se entiende por
filosofar pragmático un filosofar para la praxis, filosofar para ser aplicado o
puesto en práctica, en la medida que está orientado a determinar la acción.
Pero Skarica piensa que la vinculación del pensar con la praxis puede
entenderse también en otro sentido, inverso al anterior; vale decir, filosofar desde la praxis y no para la praxis.
Kant y el Pragmatismo
restringido a la semántica
Según Brandom, hay una suerte de
pragmatismo en Kant en lo que respecta a su concepción del juicio. Kant propone
como actividad básica del conocimiento el acto de juzgar, estableciendo así una
‘prioridad
pragmática de lo proposicional’, pero de modo que “cualquier discusión acerca de
contenidos
debe
partir con los contenidos del juicio, en razón de que todo lo demás sólo tiene
contenido en la
medida
de que contribuye a los contenidos del juicio” (ME, p.80). Para Kant la
explicación semántica parte del acto de juzgar, y así el significado de los
elementos
del
juicio se explica por su contribución al significado del contenido
proposicional del acto básico del conocimiento, esto es, el acto de juzgar. Brandom
quiere recalcar aquí el pragmatismo semántico de Kant, que consiste en tomar como
base el acto básico en que los elementos semánticos ocurren, y a partir de éste explicar a
estos últimos. Se trata de un pragmatismo en sentido inverso del que se vio
anteriormente. Aquí la reflexión semántica se funda en un tipo de
acto, y no es una reflexión que intenta determinar algún tipo de praxis. En otras palabras, se
trata de un pragmatismo desde la
praxis y no para la praxis. Está
claro que en
el
caso de Kant se trataría de un pragmatismo restringido a la semántica.
El pragmatismo semántico de
Frege
Brandom considera que este pragmatismo
semántico iniciado por Kant es retomado por Frege y reforzado por Wittgenstein. Frege
desde temprano rechaza la concepción del juicio como
composición de elementos previos, esto es, conceptos. Frege consideraría como
acto aún más básico que el juicio, el de la inferencia: “El
inicia su investigaciones semánticas, no con la idea de referencia, sino con el de inferencia. Su primera obra
semántica, Begriffschrift
de
1870; considera como su tarea la expresión explícita de roles inferenciales. Frege, según
Brandom, sigue la línea pragmática iniciada por Kant, pero da un paso más, al
considerar el acto de inferencia como el acto básico del conocimiento, y de
este modo pasa a considerar los juicios como actos que se interrelacionan entre
sí en su uso. Pero enfatiza Skarica que en lo sustantivo, sigue siendo una
reflexión pragmática desde una praxis
determinada, y no para alguna praxis.
El pragmatismo lingüístico de
Wittgenstein
Un paso más radical en este
pragmatismo semántico es Wittgenstein por medio de su concepción de los juegos
de lenguaje, como los actos básicos, a partir de los cuales se han de explicar
los significados de las oraciones, y desde allí, de los términos concurrentes
(p. 82). Una observación cabría hacer respecto de lo expuesto. Estos autores no
se limitan a delimitar el sentido o el significado de las expresiones
judicativas, sino que lo hacen en orden a orientar metodológicamente la
actividad filosófica.
En tal sentido podría pensarse
que su pragmatismo es un pragmatismo directivo de una praxis, en este caso de
la praxis filosófica, lo que los asimilaría al pragmatismo en el sentido de
filosofar para una praxis. Se ha de tener en cuenta que con respecto a la
actividad del filosofar que es a partir del análisis de una praxis determinada
que se determina el objeto del filosofar. Así, dice nuevamente Skarica, se
trata de una filosofía pragmática desde
la praxis, y no para la praxis.
Respecto a Wittgenstein, Vicente
Sanfélix considera que no sólo las obras del segundo período de Wittgenstein
presentan rasgos pragmatistas, sino también el Tractatus:
“Si le prestaran una atención más cuidadosa podrían
descubrir en ella inequívocos rasgos pragmáticos” (“La mirada distante:
Wittgenstein y el pragmatismo”, en RP, p. 124). Sanfélix, apoyado en un
análisis de 4. 063, conjuntamente con 6. 341 y 6. 342, concluye “que los hechos
que componen el mundo del Tractatus no
son independientes de nuestro modo de pensarlos o, dicho más técnicamente, del
método de representación que escojamos para describirlos”, y “que en principio
no es posible utilizar sólo un único sino varios métodos de representación” (p.
126).
Si el primer Wittgenstein insiste en que el
‘pensamiento’ y la ‘proposición’ son una ‘figura’ (Bild) de la realidad,
lo que pareciera ser un rasgo que lo aparta del pragmatismo, Sanfélix recalca
que se ha de tener en cuenta, de acuerdo a 4. 01, que se trata de un modelo de
la realidad
tal y como lo pensamos
(p. 126). La acentuación del pragmatismo se da en
Wittgenstein en el segundo período de sus reflexiones filosóficas, con ocasión
de la teoría de los ‘juegos del lenguaje’, con la que amplía su análisis a todo
uso del lenguaje, dejando de lado el análisis exclusivo de la aserción, como
ocurre en el Tractatus.
En sus Observaciones
filosóficas es
la acción del agente la que determina la actitud proposicional y el contenido
de las oraciones, “lo que significa que su teoría del significado merece sin
duda el calificativo de pragmática”. Otro punto de importancia es el abandono
del ‘individualismo’ como punto de partida del análisis lingüístico, para
ponerlo en la praxis sometida a reglas sociales, el lenguaje tal como lo usamos
en la comunicación de unos con otros, el lenguaje ordinario.
Para Sanfélix, es este punto el
que aproxima a Wittgenstein a pragmatistas como Peirce, James o Dewey (p. 132).
En esta breve y resumida consideración acerca del filosofar de Wittgenstein, lo
que interesa a Skarica mostrar es que la reflexión de Wittgenstein tiene como
base la praxis, en su caso la praxis lingüística, consistiendo así su
pragmatismo en un filosofar desde la
praxis y no para la praxis.
El Pragmatismo lingüístico de
Austin
Otro filósofo del lenguaje
dentro del giro pragmático es Austin, conforme lo señala Franca D’Agostino:
“La teoría wittgensteiniana de los juegos lingüísticos; la
noción austiniana de ‘performatividad’... implican el tránsito de una visión composicional
del lenguaje –es decir, el
lenguaje se encuentra constituido a partir de términos (singulares y generales)
y proposiciones (simples o compuestas) que describen estados de cosas (reales o
supuestos)- a una visión pragmática –el lenguaje se encuentra formado a partir
de acciones enunciativas que se definen no sólo mediante condiciones de verdad
sino también teniendo en cuenta las ‘condiciones de éxito’ (o de
felicidad)”(AyC, p. 182).
En esta caracterización, el
pragmatismo de Austin consistiría en considerar el lenguaje como un conjunto de
acciones, cuya validez consiste en el logro pleno (éxito) al ser ejecutadas.
Pero, como lo señala igualmente D’Agostini, más radicalmente que eso, el
pragmatismo consiste en colocar como punto de partida en la filosofía el
análisis del ‘acto de habla’ (p.183).
En efecto, ya tempranamente
Austin centra su interés en el análisis del lenguaje, y no para desarrollar una
teoría semántica, sino, en definitiva, para filosofar: “(Austin) concebía el
análisis como un paso preliminar, útil (quizá no inevitable) para la solución
de problemas filosóficos. En “A Plea for Excuses”, Austin defiende una confianza en las capacidades
expresivas de la lengua en el ámbito filosófico que comparte totalmente con la
hermenéutica... ” (p.185). Esta confianza puesta en el lenguaje para efectos de
filosofar la reitera Austin al desarrollar posteriormente su teoría de los
‘actos de habla’, lo que hace conscientemente, tal como se puede corroborar por
las palabras destinadas a cerrar el ciclo de conferencias en que presenta su
teoría, publicadas en Cómo hacer cosas con palabras:
“Como suele ocurrir, me ha quedado poco tiempo. Para
expresar por qué lo que dicho es interesante. Me limitaré a poner un ejemplo.
Desde hace mucho los filósofos se han venido ocupando de la palabra ‘bueno’ y,
en tiempos recientes, han adoptado la actitud de examinar cómo la usamos, y
para qué la usamos... Aquí tenemos, pues, un ejemplo de una aplicación posible
del tipo teoría general que hemos estado considerando. Sin duda que hay otros.
Deliberadamente no he querido complicar la teoría general con problemas
filosóficos (algunos de los cuales son tan complejos que casi merecen la
celebridad de que gozan). No se piense que no soy consciente de ellos. Escuchar
y digerir esto tiene que haber sido, por cierto, bastante aburrido y árido;
aunque no tanto como pensarlo y escribirlo. Lo divertido está en comenzar a
aplicarlo a la filosofía” (HTD, lect. XII, p. 162s).
Entonces, sostiene Skarica, en
Austin también se puede apreciar un pragmatismo que consiste en poner el punto
de partida de la filosofía en los ‘actos de habla’, lo que hace que dicho
filosofar sea pragmático, no porque se filosofe para la praxis, sino a partir
de la praxis.
El pragmatismo consecuente de
Heidegger
Por último, afirma Skarica, este
tipo de pragmatismo no sólo se puede apreciar en los autores de la filosofía
analítica, como Austin y Wittgenstein, sino también en Heidegger, como veremos.
Richard Rorty considera a Ser y tiempo como un tratado pragmatista,
haciéndose eco de la interpretación que Okrent hace de esta obra (“Heidegger, contingencia y pragmatismo”,
p. 55. La obra referida de Okrent es HP).
Confiesa que esta interpretación
de Ser
y tiempo la
debe en principio a Brandom30. Ahora bien, el pragmatismo de Heidegger, según
Rorty, consiste en ‘desentelectualizar’ el entendimiento, otorgando primacía al
entendimiento práctico y “considerando la llamada ‘búsqueda de la verdad
teórica desinteresada’ como una continuación de la práctica por otros medios”
(p.56). Jacobo Muñoz, por su parte, sostiene que si bien Heidegger rechaza el
pragmatismo “como muestra suprema bien de corriente ajena a la tradición filosófica
‘occidental’, bien, según los casos, de degradación filosófica sin más”, sin
embargo:
“Ser y tiempo ha podido ser considerado sin mayor violencia aparente como
documento relevante del pragmatismo consecuente” (¿Heidegger pragmatista?, en
RP., p. 106s).
Muñoz se remite a K.-O. Apel (Wittgenstein y Heidegger. La pregunta por
el sentido del ser y la sospecha de carencia de sentido dirigida contra toda
metafísica) en que se compara la hermenéutica de Heidegger con el análisis
de los juegos de lenguaje de Wittgenstein, subrayando el “pragmatismo
implícito” en su concepción del mundo en Ser y tiempo (p.107). También se remite
a Klaus Oehler, quien habla de un ‘relativismo pragmático’ en Heidegger, en
tanto funda el conocimiento en el ser-en-el-mundo, lo que lo aproximaría a una
tesis de Peirce. Igualmente se remite a E. Tugendhat, quien “desarrollaba con
todo rigor argumental la tesis de un rotundo ‘primado’ de la práctica sobre la
teoría, del hacer sobre el conocer, en Ser y tiempo” (p. 108).
Finalmente se remite a C. F. Gethmann, quien “retrotrae el ‘pragmatismo
consecuente’ de Heidegger a la condición de fundante y no fundado” (p. 108). Esta
observación, a mi juicio, es la más pertinente en lo que respecta al
pragmatismo de Heidegger, pero se entiende más claramente en el mismo Gethmann.
En efecto, dice Skarica,
Gethmann, junto con sostener que Ser y tiempo es “la más temprana concepción
de un pragmatismo
consecuente
en el ámbito del habla alemana”(Heideggers
Konzeption des Handelns in Sein und Zeit, p.143), puntualiza que “para
(esta concepción filosófica) la esfera de la acción no representa un fenómeno
derivado..., sino por el contrario, la esfera de la acción representa el
fundamento metódico para la fundamentación de otras esferas” (como por ejemplo,
el de la esfera de los fenómenos de la conciencia) ( Id, p. 144). Mark
Okrent, a quien se remite Rorty, destaca que el pragmatismo de Ser y tiempo
se
extiende al último Heidegger, en lo que concierne a la metafísica. Aunque señala que se trata
de un pragmatismo restringido, en cuanto que no es pragmático con respecto a la verdad del ser mismo. Por lo visto, se trata de un
pragmatismo que pone la praxis de la actividad humana como fundamento de la
filosofía, y en tal sentido no se trata de una filosofía para la praxis, sino desde la praxis.
Origen del giro pragmático
contemporáneo
Hasta aquí las disquisiciones de
Skarica para destacar que poner la praxis de la actividad humana como
fundamento de la filosofía es hacer una filosofía desde la praxis pero no para
la praxis. Pero tras esta reflexión se impone una pregunta fundamental omitida
por Skarica y que repercute en sus presupuestos: ¿Qué razones están detrás del
giro pragmático en gran parte de la filosofía contemporánea y por las cuales se
pone la praxis, ya sea la praxis como tal (Heidegger), ya sea la praxis
lingüística (Wittgenstein, Austin) como fundamento primero del filosofar?
En primer lugar, para hablar del
giro pragmático en la filosofía contemporánea tendríamos que referirnos a
pensadores que pertenecen cronológicamente al período de posguerra y recorrer
el primer estructuralismo (Bachelard, Bajtin, Canguilhem, Cavailles, Mauss y
Merleau Ponty), el segundo estructuralismo (Althusser, Benveniste, Bordieu,
Chomsky, Dumézil, Genette, Jakobson, Lacan, Levi-Strauss y Serres), el
postestructuralismo (Braudel, Bataille, Deleuze, Derrida, Foucault y Levinas),
la semiótica (Gadamer, Barthes, Eco, Greimas, Hjelmslev, Kristeva, Peirce,
Saussure y Todorov), el feminismo de segunda generación (Lucy Irigaray, Michele
Le Doeuff y Carole Pateman), el postmarxismo (Adorno, Horkheimer, Arendt,
Heller, Habermas, Apel, Laclau y Touraine), la modernidad (Benjamín, Blanchot,
Nietzsche, Simmel y Sollers) y la posmodernidad (Baudrillard, Duras, Lyotard,
Lypovetski y Vattimo).
Es decir, se trata de una tarea
vasta aunque no imposible, pero que pondría seriamente en cuestión la tesis del
profesor Skarica sobre la caracterización de la filosofía contemporánea como
una filosofía desde la praxis pero no
para la praxis. Así por ejemplo, el
segundo estructuralismo con su idea que las estructuras no son esenciales
porque son el producto de las prácticas materiales, el postestructuralismo con
su examen del concepto de diferencia en todas sus facetas, la semiótica con la
tesis que la vida socio-cultural es una lucha de signos y significados, el postmarxismo con su rechazo del
totalitarismo económico y defensa de la
democracia radical, el segundo feminismo con su búsqueda de un lenguaje y filosofía
propios, la modernidad con su convicción de que ésta no sólo es industrialización
sino también valoración de la conciencia, y la posmodernidad con su
cuestionamiento de la epistemología objetivista, las metanarrativas, las
tecnologías productivas y el favorecimiento de una política minimalista no se
ajustan a una filosofía desde la
praxis porque son filosofías para la
praxis.
Pero esto no cuestionaría el
giro pragmático mismo de la filosofía contemporánea. Sólo significa que el
sentido tradicional del pragmatismo que consiste en identificar lo verdadero
con lo útil no se ha superado del todo sino que se ha refinado. La filosofía contemporánea no supera ni excluye el sentido
tradicional del pragmatismo que consiste en identificar lo verdadero con lo
útil sino que lo ha delimitado y reorientado. Así, la
ontología de la actualidad en la filosofía de Vattimo supone un extremo
pragmatismo hermenéutico donde la disolución del principio de realidad preside
un orden del mundo del hecho vigente. Lo útil es ahora la verdad del consenso
que sustituye la verdad objetiva.
Sin embargo, y
en segundo lugar, qué
razones estarían detrás del giro pragmático en gran parte de la filosofía
contemporánea. Una primera aproximación constata que el giro pragmático de la
filosofía contemporánea ya no tiene plena significación solamente en Estados
Unidos e Inglaterra, como lo fue en un primer momento con Pierce, James y
Dewey, sino que ahora ha adquirido un carácter europeo, continental y muy
propio del primer mundo. Después es posible advertir que el giro pragmático se
ha insertado en muy variadas direcciones filosóficas. Pragmatismo hay en el
postestructuralismo, el postmarxismo, el feminismo, el modernismo y el
postmodernismo al hacer depender la verdad de lo útil para la diferencia, la
sociedad, la mujer, la conciencia y la política.
El propósito pragmático es
especialmente notorio en la hermenéutica posmoderna que formula implícitamente
que la función toda del pensamiento es producir hábitos de tolerancia y
pluralismo. Lo que significa una cosa es simplemente interpretación, el ser ya
no es lo que “es” sino simplemente “impresión de un evento presentista” que
hace posible la libertad y la paz. Esto prácticamente significa que concebimos
el objeto de nuestras concepciones considerando los efectos que pueden ser concebibles como susceptibles de alcance
práctico. En otros términos el giro pragmático significa la exploración
hermenéutica del ser histórico, especialmente tal como se manifiesta en la
tradición del lenguaje y sus efectos prácticos. El giro pragmático no es tanto
una doctrina que expresa conceptualmente lo que el hombre concreto desea y postula,
como la expresión de una teoría que permite otorgar significación a las únicas
proposiciones que puedan tener sentido, en este caso las hermenéuticas.
En el origen del giro pragmático
de la filosofía contemporánea de posguerra está la vinculación con la
distinción kantiana entre lo regulativo y lo constitutivo, y la acentuación de
lo regulativo, lo cual supone que nuestro conocimiento está limitado a los
fenómenos y que la conciencia desempeña un papel fundante en las formas de
conocer, creer y actuar. Este ficcionalismo de lo inmanente que supone una
teoría ontológica donde el presente o el hecho vigente es estrictamente lo
real, supone un substrato en el que la crisis del ideal universalista de
la razón se
conjuga con el
relativista establecimiento de la interpretación como parámetro del
pensamiento posmetafísico. En el mundo tardomoderno la
hermenéutica actual intenta recuperar la racionalidad noético-práctica de la
verdad ontológica interpretativa para hacer prevalecer sobre la Verdad objetiva una racionalidad ético-política.
Pero esta racionalidad ético-política no es
del sujeto que desea, sino del objeto que seduce. El sujeto tras perder su
privilegio modernista permite que todo parta del objeto y todo retorne a él. Entonces,
las cosas privadas de finalidad permiten que todo se convierta en una especie
de juego, donde se confunde lo real y lo virtual y se llega a confundir
realidad y ficción. La disolución del principio de
realidad se une a la disolución de la subjetividad humana, en consecuencia ya no es el hombre
el que piensa el mundo, sino que el mundo piensa al hombre. El giro pragmático
ya no está en función de lo humano, sino de un mundo virtual que sustituye a la verdad objetiva. La deshumanización del hombre
se completa con la subjetualidad del mundo. El hombre desubstancializado se
recubre con moda y espectáculo, como naufragio perfecto del sujeto.
Según Vattimo
la koiné cultural de la actualidad es la interpretación, es decir que no se
puede partir de la posición del observador sino de un diálogo de juegos de
lenguaje con otras culturas y en el seno de la cultura misma. El punto de
partida del filosofar posmoderno ya no es el sujeto, el otrora giro copernicano
de la modernidad que había abandonado al objeto es ahora reemplazado por la
función dialógica pero independiente del sujeto que dialoga. Con esto se
produce una radicalización formalista de índole nominalista que resulta
sustituyendo al mismo sujeto por el diálogo, la sujetualidad se volvió tan
transparente que en la búsqueda de un ideal de emancipación tan cristalino se
anula al propio sujeto por amenazar la realización de la autotransparencia. La
racionalidad heterotópica de la pluralidad es la búsqueda extremada de una
emancipación sin violencia que se manifiesta en R. Rorty como historia de la
metafísica como cuento de los eventos casuales, en Vattimo como época del
crepúsculo de la razón y en Lyotard como el fracaso del proyecto moderno.
En buena
cuenta, en el origen del giro pragmático de la filosofía contemporánea está la
radicalización de las posiciones nominalistas, donde a diferencia del
nominalismo medieval lo real ya no es el ser individual sino que lo real mismo
se ha disuelto, y la ficción se volvió en substancia primera. Contra las
concepciones universalistas, dialéctica e intuitivista, el nominalismo pretende
irrogarse como la única que corresponde a una sociedad libre y que permite la
tolerancia.
BIBLIOGRAFIA (no se incluye la ya citada)
Austin, J. L. (1990)
Cómo hacer cosas con palabras, Paidós.
Frege, G. (1984)
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Foucault, M. (1969). Arqueología
del saber, Siglo XXI, México.
Gadamer, H. G. (1977)
Verdad y Método, Sígueme, Salamanca.
Heidegger, M. (1993) El
Ser y el Tiempo, FCE, México.
Kant, M. (1968)
Crítica de la razón práctica, Losada, B.
Aires.
Lechte, J. (1996) 50
Pensadores Contemp. Esenciales, Cátedra.
Levinas, E. (1995)
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Lyotard, F. (1983) La
condición posmoderna, Planeta, B. Aires.
Nietzsche, F. (1996) Ecce Homo, Alianza, Madrid.
Rorty, R. (1991)
Contingencia, ironía y solidaridad, Paidós.
Vattimo, G. (2003)
Nihilismo y emancipación, Paidós.
Vattimo, G. (1996)
Creer que se cree, Paidós, Barcelona.
Wittgenstein, L. (1981)
Tractatus, Alianza, Madrid.
Wittgenstein, L.
(1968) Los cuadernos azul y marrón, Tecnos.
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